No quiso acompañarle hasta el aeropuerto. Ya la despedida fué dura para aumentar más su dureza en el aeropuerto. Al menos ella fué difícil tener que decir adiós cuando a penas había sido un ¡hola!. Sería un recuerdo imborrable para ella y, pensaba que para él no tanto . puesto que, además de estar casado, la misma historia se daría cada dos por tres con su esposa.
Y en ese mismo instante, se dió cuenta de que ella había sido "su amiguita". Esa forma peyorativa de definir a las mujeres que "juegan" con un hombre casado. En eso se había convertido y que ella había dado el visto bueno. Lo deseo desde que cumplió dieciocho años: encontrarlo y hacer lo que había hecho . Pero estaba segura de que no se repetiría, no porque ella no lo deseara, sino porque era casado y además diplomático por lo que debía cuidar in extremis su reputación y que lo que hiciera su mano derecha estuviera oculto para la izquierda. Esa era una regle que debían seguir a rajatabla, aunque en algi¡una ocasión fuese incumplida.
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