sábado, 2 de enero de 2021

Doctor O´Reilly - Capítulo 18 - El regreso

 Como cada día, una costumbre adquirida: una ducha caliente, larga, muy larga para que le ayudase a conciliar el sueño que seguía resistiéndose. Pero ni eso hacía que durmiese. Tras vueltas y vueltas en la cama, pensamientos siempre negativos e incertidumbre constante, formaba parte de su guion diario. Era más de media noche cuándo al fin, parecía que el cansancio se hacía dueño de su cabeza y de su cuerpo. Poco a poco iba entornando los ojos hasta conseguir cerrarlos y al fin dormir, al menos por dos o tres horas.


Todos los días igual, todos los días el  mismo ritual. Pero aquella noche fue diferente. No sabía si era muy tarde o muy temprano, pero algún sonido extraño al que no estaba acostumbrado, se escuchó en el silencio de la noche. Estaba adormilado, porque desde que ella se fue, su sueño no era profundo, sino que cualquier ruido, por ligero que fuera,  le despertaba.

No prestó demasiada atención a ello, pero sabía que no volvería a quedarse dormido. Ni siquiera le importó qué era lo que lo había producido. Seguramente alguna cortina por una ventana abierta, habría tirado cualquier objeto y ese habría sido  el motivo de su desvelo. Aídan así permaneció en la cama tratando de volverse a dormir.

Pero los ruidos persistieron. Cierto que eran muy leves, pero no se desvanecían. En un primer lugar pensó que podía ser Stella que se había levantado adormilada. Fue hacia su habitación, pero la niña estaba profundamente dormida. ¿ Qué hacía, se levantaba ya o intentaba nuevamente dormir? Fue hacia el apartamento de Kyra, que desde que ella se fue, era ahora el suyo. Miró el reloj y comprobó con desagrado que eran las cuatro de la madrugada. Demasiado pronto para levantarse y, si así lo hiciera, al menor ruido que se produjera, alarmaría al personal. Aunque no durmiera, sería mejor volver a la cama. Cogería algún libro que Kyra tuviera y trataría de leer durante un rato.  Se solía levantar a las siete, así que aun le quedaba mucho tiempo.

La pequeña biblioteca de ella, seguía tal y como la dejara. Pasó el dedo índice por los lomos de los libros y entre ellos escogió Cumbres borrascosas. Le hizo sonreír el título: tan borrascosas como su propia vida.

Acomodó la almohada tras su espalda y se sentó con la espalda apoyada en ella y los pies extendidos. Quizá con un poco de suerte, la lectura le trajera de nuevo el sueño.


Ya no se  escuchaba nada, pero percibió unos pasos ahogados, como de unos tacones de mujer, e iban en su dirección. El corazón se le desbocaba, ¿ sería ella que ha vuelto. Pero a estas horas? ¿ De dónde vendría? Siguió escuchando, y oyó que los pasos subían e iban en  dirección a la habitación de la niña. Escuchó el leve chirriar  abrir la puerta sigilosamente. No podía ser otra persona más que Kyra que volvía a casa. Tardó un instante en volver a salir quien quiera que fuese, y de nuevo el andar  sigiloso y esta vez se acercaba, se acercaba hacia donde él estaba. No tenía la menor duda, se trataba de Kyra. No se atrevía a moverse, no quería asustarla, pero al mismo tiempo se moría de ganas por verla y abrazarla. Sentía una impaciencia tremenda, pero optó por permanecer en la cama como estaba.

Y al fin, el picaporte de la puerta giró y su silueta se dibujó a la tenue luz de la lamparita. Kyra asombrada por lo que estaba viendo, no acertaba a decir palabra alguna. Se le quedó mirando con los ojos muy abiertos, y exclamó:

- ¿ Se puede saber qué haces aquí?

Él saltó de la cama y antes de que pudiera reaccionar, se vió estrechada por unos fuertes brazos y unos abrasadores labios que la besaban. No sabía qué decir ni qué hacer. Estaba como paralizada. Lo que menos esperaba es que él estuviera en su habitación, en su cama.  La sangre corría a raudales por sus venas sin poder hablar ni rechazarle.

¡ Qué bien se estaba entre sus brazos! ¿Sería verdad que deseaba que volviera? No quería hacerse ilusiones. Había sufrido mucho con lo ocurrido y no quería que de nuevo la rompiera el corazón.

Aidan tenía los ojos brillantes, mirándola intensamente. Acariciaba su rostro y se daba cuenta de que ella no le rechazaba. "Es demasiado bonito para ser verdad"- se decía. Seguramente aún estaba sorprendida y por eso no reaccionaba. Tenía que aprovechar su confusión para abrazarla, besarla, decirla cosas hermosas, porque quizá no tendría otra oportunidad.


- ¿ Me puedes decir qué es lo que haces en mi apartamento?

- Desde que me abandonaste estoy aquí. Me sentía más cerca de ti. Yo te debería haber hecho esa pregunta, pero ¿ sabes qué? Con tal de tenerte no me importa a lo que hayas venido. ¿ Significa que vamos a hablar?

- ¿ No es eso lo que querías?

- Con toda mi alma. He de explicarte todo; muchas cosas de las que ni yo mismo me había dado cuenta. Estaba muy confundido, pero ya he puesto mis ideas en orden y quiero que estés aquí, donde te corresponde. porque eres mi mujer y esta es tu casa y tu familia. Sé que tienes mucho que perdonarme, pero quién te habló de esa manera no era yo. Era mi sentido de culpa, me reprochaba que yo pudiera ser feliz, habiendo sido el culpable de la muerte de otra persona.  No tenía derecho a serlo. Y lo había sido, y mucho, contigo, pero no me lo perdonaba. No era cierto todo lo que te dije. Tú eres la única que ocupa mi alma.
Me he confesado con ella, en el lugar en donde está y sé que ella no sólo no me ha reprochado nada, sino que ha bendecido nuestra unión

- Sigues desvariando ¿ Cómo va a bendecir nada, si la pobrecilla no vive?

- Lo sé. Ella me guió hacia ti. Me lo dijo en sueños, pero sé que es cierto. Créeme por favor

- No lo sé Aidan. He de pensarlo y no creo sean horas para hacerlo. Estoy cansada y supongo que tú también. Ahora ve a tu habitación. Tengo que dormir siquiera un par de horas.

-¿ Dónde has estado? ¿ De donde vienes?

- Lejos de aquí, a muchos kilómetros. Hace horas que vengo conduciendo

-Por favor Kyra, sellemos ya la paz entre nosotros. Te necesito a mi lado. No sabía lo que te quería hasta aquél aciago día. Te prometo que no volverá a repetirse nunca jamás. La casa está vacía sin ti. La niña está triste y está volviendo de nuevo a su rebeldía. Te necesito, te necesitamos aquí, porque eres el timón de nuestras vidas.


- Cállate ya, de una vez. Vas a hacerme llorar.. Anda acuéstate de una vez, yo dormiré al otro lado.

- ¿ Quieres decir que nos acostemos los dos, juntos, en esta cama?

- Si, pesado; en mi cama. Bueno en la tuya, en tu apartamento porque todo esto es tuyo

- No mi amor, en todo caso es nuestro.

Y lo que tenía que pasar, pasó. Era muy fuerte la tensión vivida y grande el amor que se profesaban. Había pasado por una prueba durísima y cada uno de ellos había aprendido la lección. Necesitaba hablar con ella, explicarla sus sensaciones para de una vez sellar la paz y que nunca, nunca volviera a ocurrir algo tan horrible como lo que habían vivido.

Ninguno de los dos quería dormirse, no podían. Había sido todo tan rápido, que no creían que hubiera acabado esa agonía sentida. Pero era Aidan a quién correspondía hablar, explicarse, y aunque ella ponía su mano en la boca para que no lo hiciera, él lo necesitaba y comenzó poco a poco a desgranar lo pasado en sus últimos seis años. Pasar de la felicidad más absoluta a la desesperación más grande. Las dificultades de criar a su hija, y el dolor que le desgarraba. La búsqueda incesante de una mujer para darle una nueva madre a su pequeña. Y la irrupción en su vida de ella.


DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS / COPYRIGHT
Autora: rosaf9494quer
Edición: Enero 2021
Ilustraciones: Internet



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