martes, 25 de agosto de 2015

Regreso a Sefarad -Capítulo 12 - Su más íntimo secreto

Una vez ingresada en la clínica, Judith llamó a su marido

-Abraham, estamos en la clínica. La niña ya viene. Llama a Sarah y díselo. Tengo que entrar en el paritorio. Te dejo. adiós

- Espera, no cuelgues. Dime dónde estáis

Nerviosa Judith dio a su marido el nombre de la clínica y enseguida colgó. Estaba muy nerviosa y ansiosa. ¡ Iba a ser abuela !

No menos nervioso se puso Abraham, había algunas cosas que no comprendía ¿ por qué esa desazón de su mujer por esa chica que a penas conocía?  No obstante, descolgó de nuevo el teléfono y llamó a Sarah para comunicarle la novedad y decirla que salía para Madrid lo más pronto posible, pero también advirtió a su hija que no debía decir nada a nadie, y ese nadie se refería a Aaron.

- Hablaremos contigo cuando llegue. Yo no sé más, así que no me entretengo.  Mientras caminaba en dirección a la agencia de viajes para comprar el billete de avión, daba vueltas en su cabeza la palabra "abuelo". Tenía la sensación de flotar ante esa palabra..  Aún tenía que asimilarlo todo; alguien debía explicarle todo lo ocurrido, y que sólo las dos mujeres de su familia sabían en profundidad.

El médico depositó a la niña sobre el pecho de su madre, que lloraba quedamente de la emoción. Judith la besaba en la frente y abrazaba uniendo a ella su emoción personal.  Ahora se abría otra página no menos difícil de resolver.
El parto había sido largo y duro. La chiquitina se dormía en el largo camino que había de recorrer para ver la luz, y a su madre se le agotaban las fuerzas para contribuir a su nacimiento.  El efecto de la epidural se había pasado casi y las contracciones no cesaban.  Judith le secaba el sudor, la besaba, le daba ánimos y comprendía, por saberlo, por qué Macarena lloraba silenciosamente. Aaron estaba presente, aunque fuese sólo en su pensamiento.

Abraham llegó a mediodía del día siguiente, nervioso, emocionado, y al mismo tiempo con una sensación extraña.  Sólo había visto a esa chica en dos ocasiones y muy de pasada, y ahora según le había explicado su esposa, le había convertido en abuelo...  Al entrar en la clínica buscó el número de la habitación que Judith le había dado y llamó suavemente pidiendo permiso para entrar.  Fue su mujer quién  le franqueó la entrada; estaba radiante, feliz y, se abrazó a su marido diciendo

- Es preciosa, es preciosa y se parece a Aaron
Al entrar vió a una Macarena con una débil sonrisa en sus labios.  Estaba algo más desmejorada que cuando la vio en Agadir.  Una enfermera la ayudaba para que la niña comenzase a mamar.  El,  ruborizado,  giró la cabeza y después de saludar a la nueva madre  ligeramente, salió de la habitación.

Se puso en contacto con Sarah para comunicarla que había llegado bien y que la niña era una bolita de carne sonrosada con mucho pelito negro.  Sentía un especial sentimiento de ternura, algo que no sabía explicar, algo que dijo a Sarah

- Hija, me tenéis que explicar con calma cuando pase todo, cosas que ignoro. No sé si esta criatura es hija o no de Aaron, pero ha traído a nuestras vidas  la alegría de un nuevo ser, y con eso me basta. A la madre la he encontrado bastante agotada, pero espero que sea por el parto, porque tendrá que enfrentarse a una dura tarea, aunque tiene a tu madre al lado.  Eso me preocupa, lo está viviendo con mucha intensidad y no me gustaría que sufriera por lo que  su cabeza haya forjado.

Tres días permanecieron en la clínica.  La condujeron a su casa y Judith anunció a Abraham que ella permanecería a su lado. A Macarena le habían tenido que darle unos puntos para facilitar la salida de la pequeña.  Estaba bastante molesta y a penas podía sentarse bien; de vez en cuando debía levantarse y caminar un poco para aliviar el dolor.  Judith la ayudaba, pero Macarena creyó conveniente mantener una charla con ella

- Judith,  me has ayudado y nunca te agradeceré bastante lo que has hecho por nosotras
y espero que interpretes mis palabras en su justa medida. Debo atender a la niña aunque no esté recuperada.  Vosotros regresaréis en cualquier momento y tengo que ser yo la que se enfrente a todos a los problemas que seguro surgirán.  No tengo ni idea de cómo cuidar a un bebé, pero espero me des algunas lecciones para hacerlo correctamente, pero debo organizar mi vida con ella. Te prometo pondré todo el cuidado del mundo en ello, seré buena madre y estaré feliz cuando vengáis a visitarnos. Nada me alegraría más.  No tienes idea de lo que me has ayudado en estos días que has permanecido a mi lado.  No sé lo que habría sido de mi si no te hubiera tenido.

Judith la abrazó y tomó su  delgado rostro entre sus manos acariciando su frente y estrechándola contra su pecho.

- No tienes que explicarme nada. Lo sé y lo comprendo. Durante este tiempo te he cuidado como cuidaría a Sarah,   igual.  Eres la madre de mi nieta, y esa pequeña lleva mi sangre, ¡ cómo no iba a cuidarte !  Siempre que me necesites, estaré a tu lado, a vuestro lado. ¿ De verdad podremos verla siempre que quiera?

- ¿ Cómo lo pones en duda? Durante todos estos meses, me he acordado enormemente de mi madre.¡ Me sentía tan  sola !, pero apareciste tú, me diste tu apoyo enseguida sin tener la más mínima duda de que eras su abuela, ¡ cómo no vas a poder verla!  Aunque Aaron y yo no nos volvamos a ver, tú siempre serás su abuela y nada cambiará entre nosotras.  Cuando sea mayor la hablaré de vosotros, de todos, incluido su padre.  Ella debe saber que tiene una familia, de dónde procede y que fue engendrada por amor, al menos por mi parte, aunque no fuera esa la intención.  Cuento con tu ayuda; la contarás cosas de tus antepasados, que también son los suyos.  Debe conocerlo todo.

Judith estaba muy emocionada, y Abraham se alarmó cuando vio a las dos mujeres que abrazadas lloraban quedamente.




- Eh, eh,¿ qué ocurre aquí ?

- Nada, marido, nada. Son cosas de mujeres, de mujeres que se quieren y se comprenden

- También los hombres nos emocionamos ¿ sabéis?

- ¡ Claro que si !, abuelo - dijo Macarena extendiendo su mano en dirección a él.

El teléfono sonó y fue Macarena quién descolgó.  Era Sarah que llamaba para interesarse por todos ellos.

- Mándame una foto por el móvil.  No tengo paciencia para esperar hasta que podamos ir a veros.  Ari está muy contento también y te manda un abrazo- dijo Sarah a Macarena

- No sé cómo voy a pagaros tanto cariño que nos dais - agradeció Macarena

- No seas tonta, se trata de mi sobrina

Ambas chicas rieron  al despedirse.  Era la primera vez que Macarena reía en mucho tiempo.  Les estaba muy agradecida, a todos.  Sus recuerdos fueron hasta Aaron.  El rostro del hombre y el de la niña se mezclaron en una sola imagen " si supiera ...", se repitió y procedió a alimentar a su pequeña.  Judith ya se había acostado y Abraham se había marchado hacía rato a Lavapiés.  Era la última toma de la noche, la próxima sería a las 6 de la mañana. 

Mientras la amamantaba, estrechaba a su hija suavemente contra su regazo. Con la malo libre acariciaba su carita y tomaba su pequeña manecita. La susurraba quedamente unas palabras de cariño y le hablaba de su padre, aunque el bebe no la escuchase.  Casi una hora es lo que tardaba en atender a la niña, ya que al ser tan chiquitina, se dormía, cansada, mientras mamaba, por lo que sus horas de sueño eran pocas.  Se sentía algo débil, pero confiaba en que pronto se recuperaría; era algo que a todas las madres les ocurre cuando dan a luz.

Por la mañana muy temprano llegaba Abraham y pasaban el día atendiendo a Macarena. El camino lo hacía contento, nervioso e impaciente por llegar para ver a la pequeña.  Mientras la madre desayunaba y antes de darla el pecho, era él el encargado de entretener a Luz, que impaciente buscaba también su desayuno, pues era bastante tragonceta.  Cuando la madre la ponía el pecho, impaciente movía la cabecita buscando por dónde salía ese fruto exquisito que su mamá le daba, lo que causaba la hilaridad de los tres.

Después de comer, mientras Macarena dormía su siesta después de atender a la pequeña, el teléfono sonó en la casa, y fue Abraham quién lo atendió
- ¿ Quién es ?

- Papá, soy Sarah, te llamo solo un instante. Aaron está aquí y va hacia Madrid.

Aaron sentía la necesidad de ver a su familia y aprovechó unos días que tenía libres, para viajar hasta Agadir.  Al entrar en su casa se sorprendió de que estuviera vacía

- ¡ Qué extraño ! , ¿ dónde estarán ? - y dicho esto, se puso en contacto con Sarah para averiguarlo

- Sarah ¿ dónde están nuestros padres?

- Oh, de viaje

- ¿ De viaje ?, no me dijeron nada cuando hablé con ellos hace días

- No sé. Lo pensarían después

- ¿ Y dónde han ido?

- Están en Madrid

- ¿ En Madrid ?

- Si. Mamá quería hacer unos arreglos en el piso, o qué se yo. El caso es que les apetecía ir hasta allí

- Bueno, pues me acercaré yo también

- ¿ Tú ?

- Si ¿ qué pasa? No te extrañe, quizás busque a Macarena para hablar con ella

- Pues eso estaría bien. Aclarad de una vez lo vuestro

- Si decididamente, voy a comprar el billete. Shalom hermanita

-  Llamáme cuando llegues. Ten buen viaje. Shalom

Sarah no sabía si había hecho bien o mal en animar a su hermano en ir a España. Pensaba que ya era hora de terminar con tanto secretismo.  Abraham alarmado comunicó a su mujer la conversación con Sarah y preocupado confesó a Judith

- Qué quieres que te diga, me alegro de que venga, a ver si de una vez se termina este embrollo. Que aclaren lo que sea que les llevó a esa situación. Me refiero a que si luego quieren seguir juntos, que sigan  o que lo dejen, pero esto no puede continuar.

Macarena se había levantado y escuchado sin querer la conversación del matrimonio

- Tiene razón Abraham - comentó -, pero desearía que si acaso llegase a venir para hablar conmigo, nos dejéis solos. Quizá discutamos y no me gustaría crear esa violencia ante vosotros. Lleváis muchos días conmigo, así que creo que hasta que no se aclare todo, debéis estar en vuestra casa para cuando él llegue

- ¿ No quieres verle, verdad  ? - dijo Judith

- No ahora no. ¿ Te has fijado cómo estoy ? horrible... Todavía hinchada, con mala cara, delgada ¿ Te parece que estoy presentable?... Pero si viniese a verme, cosa que dudo, le recibiré.  Por mi no debéis preocuparos, y claro se enterará de todo. Pero será él quién  dé explicaciones antes que yo, de lo contrario... nada se aclarará

De esta forma el matrimonio permaneció en su casa hasta la llegada de Aaron, que fue inmediata.

El timbre de la puerta sonó, fuerte, rotundo.  Macarena presintió de quién se trataba y tardó unos instantes en  reaccionar. Se miró en un espejo y atenuó su olor a bebe, con unas gotas de perfume acostumbrado. Alisó su cabello, abrochó su blusa y se dirigió a la puerta para atender a quién con tanto ímpetu repetía la llamada.  Como sospechó estaba frente a sí  un Aaron más delgado, con los mismos ojos profundos que la cautivaron y la barba espesa que últimamente se había dejado crecer

- ¡ Hola ! - fue el saludo de él, tenue, como si hiciera unos minutos que se hubieran visto por última vez


- ¡ Hola ! - respondió ella- ¿ estás bien ?

- Si, bien. A ti te encuentro cambiada... Se nota que trabajas mucho

- ¿ Quieres pasar?

- De acuerdo- contestó Aaron

No sabían qué decirse.  Ël ni siquiera había hecho intento de besarla, aunque fuera en la mejilla, y ella tampoco se acercó.  Unos leves gemidos se oyeron en la casa

- ¿ Tienes algún gatito ?- dijo él sonriente

- No, no. Perdona tengo que hacer algo

Macarena salió inmediatamente de la habitación. A él le extrañó la actitud de ella, y la siguió hasta llegar al lugar de donde procedían los gemidos.   Parado en el dintel de la puerta, vio  con asombro cómo ella sacaba de una cuna a un diminuto "paquete" que no paraba de llorar y palmotear incesantemente

- Perdona, tengo que alimentarla ¿ Puedes salir un momento?

- ¿ Tienes un hijo ?, pero....es muy pequeño... recién nacido.  Eso quiere decir que..
¿ estabas ya embarazada cuándo... nosotros ?

- Si, tengo una niña, y no .  No lo estaba...

Aarón se dio la vuelta dándola la espalda, mientras ella desabrochaba su blusa para dar el pecho a Luz.  Sentada en un taburete, acomodó a la niña que enseguida comenzó a comer.  Aaron estaba perplejo.  Sin decir nada, miraba a las dos, se puso de rodillas detrás de Macarena y abriendo sus brazos abarcó con ellos,  en un abrazo,  a Macarena y a la niña.  Reclinó su cabeza sobre la de ella y dejó un beso en su nuca, al tiempo que comenzó a hablar:




- Nos conocimos mientras hacíamos el servicio militar.  Acabábamos de pasar la adolescencia y fue para ambos el primer amor de nuestras vidas.  Estudiábamos en los pocos ratos que teníamos libres.
Ella era hija única de un matrimonio mayor que les colmó de felicidad. . Ambos eran maestros, se conocieron en un Kibutz y allí ejercían.  Se enamoraron, se casaron y aunque no lo esperaban, Dios les concedió el milagro de engendrar una vida : Ruth.
Ruth
"Ella quiso ser profersora como su madre y,  yo ingeniero agronomo para ayudar en el negocio familiar de cítricos.  Nos queríamos sinceramente y decidimos irnos a vivir juntos y con el tiempo unir nuestras vidas para siempre.  Sus padres abandonaron  el kibutz y se trasladaron a vivir cerca de nosotros en Tel  Aviv.   Allí habíamos comprado un pequeño apartamento para los dos, ya que de momento no deseábamos tener hijos.  Éramos muy jóvenes y queríamos disfrutar de nuestro amor. El padre puso  un  pequeño comercio  de frutos secos y especias y la madre siguió de profesora en un colegio cercano en donde Ruth daba clases. Yo, por mi trabajo  pasaba mucho tiempo fuera de casa , y tan solo nos veíamos los fines de semana; por ello abandoné el trabajo familiar y busqué otro empleo más cercano que me permitiera ir todos los días al hogar.
La normalidad reinaba en nuestras vidas, ganábamos un buen sueldo que nos permitía vivir holgadamente y darnos algún capricho.  Yo me compré una moto en la que acudía al trabajo.  Ella siempre me lo recriminó, pues la preocupaba que yo tuviera un accidente.  Casi todos los días la llevaba en ella hasta el colegio   ,  menos uno, que cambió el rumbo de nuestras vidas. Todo monótono, rutinario y maravilloso. No necesitábamos más, nuestro cariño abarcaba todo.
Una noche nos habíamos excedido en nuestras muestras de amor y nos dormimos muy tarde, con lo cual yo, más perezoso, me quedé dormido.  Ella ya estaba vestida y desayunada cuando me desperté"
-¿ Por qué no me has llamado ? No me dará tiempo a llevarte hasta la parada de autobús en donde espera tu madre.

-No pasa nada. Me voy que llegaré tarde yo también. Esa fue la última vez que la vi con vida."

" Nos besamos como cada vez que nos despedíamos y bajó corriendo las escaleras,  Yo me quedé preparándome para ir al trabajo A penas había puesto la moto en marcha, cuando una terrible explosión  hizo vibrar los cristales de la casa.  Me asomé a la ventana para ver de dónde procedía, y vi  una bola de fuego  por  la zona en donde Ruth debía tomar el autobús.
Bajé a la calle dando zancadas con un mal presentimiento y corrí como un loco en la  dirección de la explosión. Mucha gente corría hacia allí, gritando, llorando y suplicando que a su ser querido no le hubiera pasado nada..  Todos corríamos desesperados,  alarmados al igual que yo.  Cuando llegamos, no me había engañado, era un autobús de la misma línea que debía tomar Ruth y su madre.  Por la hora,  no quería ni pensar en que a ellas les hubiese afectado."

 "La escena era dantesca: gritos, llantos, cuerpos destrozados, personas quemadas tiradas en el suelo... Yo trataba de moverme, aunque mis piernas se negaban a ello "no puede ser verdad, no puede ser verdad", me repetía una y otra vez.  Ignoro lo que duró mi estado, pero inmediatamente reaccioné y comencé a ayudar en lo que pudiera a los sanitarios que acababan de llegar.  Yo en realidad quería comprobar que ellas no estaban allí,   pero si estaban.

La primera que encontré fue a la madre, ya muerta, y después boca abajo, vi el cuerpo destrozado de Ruth.  No lo podía creer, no podía ser ella.  Pero sí lo era. Casi a la fuerza cogí de un brazo a un sanitario y le arrastré hasta donde estaba .  Comprendí que no había nada que hacer, por el movimiento de cabeza que hizo. Cogí su cuerpo destrozado entre mis brazos y lloré, lloré amargamente no sé el tiempo. Apretaba su cuerpo contra el mio para infundirle la vida que se  escapaba sin poderlo remediar.  No sabría decir cuánto tiempo permanecí así.  Alguien me tocó en el hombre y me dijo: ha muerto.  Dí un grito desgarrador, otro entre los muchos que se escuchaban. Después otros sanitarios introdujeron su cuerpo dentro de una bolsa de plástico y se la llevaron al depósito para su identificación.

Caminé como sonámbulo por las calles, dando vueltas por los mismos sitios e iba a parar al mismo lugar . Una enfermera me auxilió, me dio agua y me trajo una bata de médico, y ella misma me quitó la ropa que tenía llena de sangre.  No me acordé,  en mi dolor, de su padre. ¡ ¡Pobrecillo !, había perdido todo cuanto tenía : su mujer y su hija.

No podía volver a casa. Hacía pocas horas que nos habíamos despedido para ir a trabajar como cualquier otro día, y ahora está muerta. Seguí caminando por las calles durante toda la noche.  Llamaban a mi móvil una y otra vez, pero yo no lo escuchaba.  Cuando ya había entrado el día  y el sol brillaba de nuevo en el cielo, me di cuenta de que mi familia estaría preocupada.  Haciendo un gran esfuerzo, les llamé y comuniqué lo ocurrido.  Mis padres viajaron inmediatamente para estar a mi lado.

Después de su entierro,  en la habitación del hotel en donde mis padres se habían hospedado, abrazado a mi madre lloré, lloré sin cesar durante horas.

Habían pasado más de 15 días del atentado, y  decidí volver a mi casa y ver al padre de Ruth.  Le encontré desplomado, como ausente; en todo ese tiempo apenas dormía ni comía. La barba le había crecido y daba a su rostro un aspecto más trágico.  ¡ Pobre Samuel !.  A los pocos meses empezó a desvariar y a perder la memoria y,  finalmente,  ingresado por Asuntos Sociales en una residencia, murió silenciosamente durante la noche.

Mi desesperación no cesaba y me culpaba de que ella estuviera muerta por yo haberme quedado dormido. Yo tenía la culpa de todo, de haberla hecho el amor hasta tan tarde. Si no lo hubiéramos hecho, nos hubiéramos despertado temprano y ella hubiera cogido el autobús anterior. La culpa era mía, la culpa era mía.

Estos hechos ocurrieron hace más de cinco años y durante todo este tiempo mi vida ha sido un desastre. Abandoné el trabajo y me refugié en Agadir.  Allí estuve durante meses y cuando volví, comencé a frecuentar compañías femeninas cada día.  No me importaba nada, buscaba no sabía qué, quizás aplacar la tremenda rabia que sentía.  Había veces que después de contratar a la chica, la dejaba ir sin hacer nada, no podía hacer nada. El recuerdo de Ruth estaba permanentemente en mi memoria, y entonces le juré que nunca más me volvería a enamorar, que nunca más querría a otra mujer.

Al cabo de tres años de haber ocurrido, mi abuelo Benjamín cayó enfermo repentinamente y a los pocos meses moría. Fue otro mazazo para mi.  Cuando agonizaba me pidió que volviera a Sefarad y comprobara si su casa, la de su familia, aún existía.  Se lo prometí y le prometí que la compraría si ello fuese posible, para que sus raíces permanecieran en Sefarad."
El abuelo Benjamín
"Lo que vino después ya lo conoces, pero falta una parte, la última. He de decirte que cuando te conocí no me fuiste muy simpática, es decir los españoles no me erais simpáticos. Aún con la sensación de la pérdida de Benjamin, os guardaba un raro rencor por la expulsión de mis antepasados de aquí. Absurdo, lo sé, pero desde que Ruth murió, mi carácter se había vuelto rencoroso, amargado, hasta insoportable. Cuando regresé, después de nuestra discusión volví a las andadas: salidas nocturnas, alterne con chicas...  Una de esas chicas era Annetta; enseguida intimamos, y a la semana de conocernos ya nos acostábamos juntos, y un mes después me quedaba casi a diario en su casa,  cada noche.  Desde el primer minuto de intimar, la confesé que no estaba enamorado de ella, que sólo buscaba refugio de una amor fracasado, tú, y que no dudaría en dejar la relación si el destino nos juntaba de nuevo.  Ella lo comprendió y estuvo de acuerdo . Me dio afecto, comprensión y estabilidad. Evitó que me hiciera un golfante y por ello la estaré eternamente agradecido.  Una noche celebrábamos el cumpleaños de un amigo y estábamos contentos, y yo especialmente cariñoso con Annetta, cuando sonó mi teléfono para decirme " ella está aquí , búscala".

Al principio me costó entenderlo, hasta que comprendí a  que se refería...   a ti.  Sarah supo desde el principio lo ocurrido, y ese "ella", no era otra persona    sino tú.  Han sido unos meses de incertidumbre, sin saber qué hacer, hasta que el ir a casa de mis padres y saber por mi hermana que estaban aquí, fué como un aviso de que debía venir y arreglar lo nuestro, porque yo no te he podido olvidar ni un instante.

Lo que motivó nuestro enfado fueron unas palabras que pronuncié en hebreo y que no entendiste. Quiero repetírtelas ahora,  y te lo aclarará todo y,  por qué yo no entendía nada de lo que me decías    Y  fueron : Ruth, perdóname, la amo más que a nada, amo a esta mujer, perdóname  "

Aaron había terminado su relato sin cambiar de postura, ninguno de los dos se había movido, y hasta la chiquitina se había quedado dormida con su carita pegada al pecho de la madre. No se había estremecido en todo el tiempo que duró la explicación, como si ella comprendiera lo que su padre relataba.



Por el rostro de Macarena se deslizaban las lágrimas, quedas, silenciosas, que mientras Aaron hablaba, comenzaron a salir de sus ojos lentamente.  Él cambió de postura sentándose frente a ella y tomando su cara entre las manos, la dijo

- ¿ Por qué no me  dijiste que estabas esperando un niño ?

- ¿ A dónde, a qué teléfono, a qué dirección ? No sabía dónde vivías ¿ cómo contactar contigo si ni siquiera volviste?

- Eso no es cierto. Te estuve llamando varias veces, y vine hasta aquí. Pasé todo el día en la calle esperando verte, porque no me abriste la puerta tampoco. ¿ No recuerdas?   Regresé a casa y, es cierto no quise saber nada de ti.   Si se enteró Sarah fué porque insistió que se lo contase, y yo tuve la necesidad de descargar mi angustia.   Y ahora,  ¿ puedo coger a mi.., por cierto es niño a niña?

- Es niña y la llamaré Luz, porque ella iba a ser la luz de mi solitaria vida.

- Nunca más secretos entre nosotros, nunca más

- Nunca más mi amor, nunca más. Por duros y dolorosos que sean, nunca más

Aaron tomó a la niña entre sus brazos y arrimó su cara a la de la pequeña, que al notar la barba de su padre, se agitó molesta, causando la algarabía de ellos que la contemplaban con infinito amor.

- Me has hecho el regalo más grande que un hombre puede recibir de una mujer.  Ahora que conoces a mis padres, ¿ me lo hubieras comunicado?

- De momento no, y así se lo dije a ellos. Tenía que prepararme  para el encuentro. Había ocurrido todo sin esperarlo y yo creía que me tenía que enfrentar a un padre que no nos quería. Porque yo estaba allí, en aquel bar y vi cómo besabas a Annetta y me partiste el corazón

- ¿ Estabas allí ?, ¡ Claro ! Cuando salí a la calle para hablar con Sarah, noté un perfume que me era conocido, aunque no sabía de qué. ¡ Claro ! es el mismo que llevas ahora.  Dios mío qué tontos hemos sido

Acostaron a la pequeña Luz y por fin pudieron abrazarse.  Ambos lloraban abrazados, pero ésta vez de alegría.

- He de llamar a mis padres, estarán impacientes por saber algo

-Si, anda llámales y diles que soy la mujer más feliz del mundo, que te quiero, que quiero a mi hija, y que les quiero a ellos, díselo- y lo dijo gimoteando de emoción

-Si cielo, ahora mismo, pero no te separes de mi ni un centímetro.

Llamó a sus padres y fue Judith quién descolgó el teléfono

- Mamá, soy feliz, muy feliz. Tengo una hija preciosa, una mujer a la que adoro y unos padres maravillosos.  No me esperéis, yo las cuidaré, pero os espero mañana temprano. Tengo que deciros mis planes de futuro. Os quiero, Shalom

- Shalom, hijo mio. Nosotros también os queremos y somos muy felices.

Al colgar, Judith se refugió en los brazos de su marido llorando de alegría y tranquilidad.  La breve conversación con su hijo, la había dejado claro que todo estaba solucionado.  Por fin podían estar tranquilos




- ¿ Te das cuenta, mujer, te das cuenta? - dijo Abraham acariciando su rostro.

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