jueves, 21 de abril de 2016

El susurrar del viento- Capítulo 15 - El diagnóstico

Se levantaron los tres rápidamente y acudieron hasta donde los médicos estaban.  A Lucía le pitaban los oídos y la vista se le nublaba. " Ahora no, ahora no", se repetía al presentir un desmayo. Los cariñosos brazos de Santiago y el abrazo de Carmen, la sostenían para que no cayese al suelo.  La lividez de su rostro y sus ojos desencajados, alarmaron a los médicos que inmediatamente la obligaron a sentarse; uno de ellos pidió a una enfermera un vaso de agua. Los médicos solícitos conociendo el estado de ella tenían mucha cautela con la noticia que iban a darle y, sin embargo, habían de dar su diagnóstico tal cual, aunque fuese suavizando la realidad.

—¿ Está mejor, señora ? Bien.  Hemos tenido que intervenir a su esposo, tenía una hemorragia interna producida por el fuerte golpe sufrido con el choque y el airbag.  Esperamos que se haya controlado de hoy para mañana. Tiene dos costillas rotas, un hombro dislocado y una gran herida en  el muslo, profunda que  a punto ha estado de seccionar la femoral, pero ha tenido suerte. Resumiendo: su esposo está grave y tardará un tiempo en estar totalmente restablecido.  Lo que nos preocupa es la hemorragia.  De momento está controlada, pero las próximas cuarenta y ocho horas serán decisivas.  Le tendremos en la UCI, y permanecerá sedado.

— Pero díganos ¿ su vida corre peligro ? — preguntó Lucía con un hilo de voz, mientras que los ojos de Carmen estaban abiertos desmesuradamente
— No puedo decirle.  Todo depende de la reacción de su organismo.  Es joven y fuerte; esperemos que reaccione bien.  Es todo cuanto podemos decirles, por el momento
— ¿ Podemos verle ? 

Casi era una súplica más que una pregunta por parte de Lucía

— A través de la ventanilla y cinco minutos solamente
— De acuerdo.  No molestaremos
— No señora, no molestan. Pero es en beneficio de su esposo y de usted también. No le conviene en su estado
— Gracias, doctores.
— Bien pues acompáñenme.  Pero sólo cinco minutos
—No se preocupe. Así lo haremos.

Sean permanecía dormido rodeado de toda clase de aparatos que controlaban sus constantes vitales. estaba desnudo de medio cuerpo para arriba. Se podía apreciar el apósito de la operación.  Estaba pálido.  Lucía tapó su boca con la mano para que el sollozo que ahogaba su garganta no saliera.  Debía guardar la compostura ante su hija, para no alarmarla más de lo que ya estaba.  Era la primera vez que visitaba una UCI y, recordó la visita a su madre en una cama de hospital, cuando ella murió.  Las lágrimas resbalaban por sus mejillas incontenibles.  ¿ Por qué se acordaba de esa escena, precisamente ahora ? Mentalmente suplicó a Dios, a pesar de no ser creyente, que salvara a su marido.  No podía irse ahora que eran felices y esperaban la llegada de su segundo hijo.

Si a Sean le ocurriera algo malo ¿ qué sería de ella ? No concebía la vida sin él. Si le hubieran dicho, años atrás que sería el centro de toda su existencia, no lo hubiera creído.  Entonces fue Peter ese centro, ó no. ¿ Fue quizás el camino que el destino eligió para unirla a la persona que estaba en esa cama, con su vida pendiente de un hilo?.  Una enfermera, corrió la cortinilla de la ventana por la que podían verle, señal inequívoca de que los cinco minutos habían pasado ya.

Carmen se abrazó a su madre, impresionada sin duda por la visión del padre, siempre fuerte, rebosante de salud y energía, postrado ahora en esa cama, rodeado de aparatos y,  solo, sin que ninguno de sus rostros queridos estuviera con él.  Lucía abrazó a su hija, e hizo que se sentara en la salita de espera anexa a la UCI.  Ella también necesitaba apoyo, ya que las piernas le temblaban y no era capaz de permanecer de pie. Santiago sólo tuvo tiempo de sujetarla cuando se desmayó.  Carmen corrió desesperada hasta el control de enfermeras pidiendo ayuda; enseguida acudió una enfermera para darla socorro. Tomó su tensión y la hizo beber un poco de agua.  Lucía se recobró poco a poco.

— ¿ Ha tomado alimento ?

 Fue Santiago quién respondió

— No ha habido forma de que tomara ni siquiera un té en todo el día
— Voy a llamar al médico.  Es posible que haya sufrido una bajada de azúcar.  Debe comer..., en su estado...

 Y moviendo la cabeza en señal de reproche,  salió en busca de un doctor.



Poco a poco fue volviendo en si.  Sus ojos estaban perdidos, como si el desmayo, hubiese sido un mal sueño, pero no había soñado, sino que todo era real, dolorosamente real.

— Señora, debe irse a casa y descansar.  Lleva aquí todo el día, y por lo que me dicen no ha probado bocado alguno. Debe comer algo, lo que sea.  Mire, la criatura tiene sus horas de comida, y las toma de su organismo; si usted no lo repone, se sentirá mal y debilitada.  Así que anden, váyanse a casa. Aquí no hacen nada; no pueden verle y él está tranquilo.  No siente dolores por la sedación.  Si surgiera algo, les llamaríamos inmediatamente, pero ahora váyanse.
— Mamá, por favor.  Haz caso al médico.  No quiero preocuparme por ti también, por favor.  Mañana venimos nuevamente, temprano, si tu quieres.  A papá no le gustaría verte así, por favor, vayámonos . 

Y lo dijo llorando.  Lucía acarició su rostro y asintió con la cabeza, incapaz de pronunciar palabra alguna.

Cuando llegaron a casa, todos los empleados estaban reunidos en la cocina, aguardando noticias de lo ocurrido. Fue Santiago quién hizo de portavoz.  Finalmente, Lucía agradeció a todos su interés y, en silencio, salieron de la estancia.

 — La señora debía descansar — dijo Luisa. Todos obedecieron después de ofrecerse para lo que pudieran necesitar.

Como hicieran en otra época, Carmen, quiso dormir con su madre.  No la perdería de vista ni un sólo instante.  Aquella mujer resuelta, fuerte y feliz de por la mañana, había dado paso a otra totalmente destrozada, silenciosa y demacrada.  Parecía haber envejecido.  Mientras estuvieron separados, nunca habría pensado que quisiera tanto a su padre; se mostraba hundida, e incapaz de reaccionar.   Luisa la llevó un cuenco con sopa recién hecha y la ayudó a incorporarse en la cama para que lo tomase, cosa que hizo a duras penas.

— ¡ Ay mi niña Lucía ! Ha de cuidarse, de lo contrario cuando su esposo vuelva a casa la encontrará mal—.  Dijo cariñosamente la mujer para animarla.  Pero ella ni siquiera podía articular palabra.  La imagen de Sean atrapado dentro del coche se repetía una y otra vez.  Los sollozos la ahogaban sin poderlo evitar.  Sólo su nombre salía de la garganta:

— Sean, Sean, amor mío, vuelve, vuelve, por favor 

  Mientras era abrazada por Carmen y acariciada su cabeza por la fiel Luisa



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