Pareciera que el destino siempre las enfrentaba . Fue al salir del establecimiento cuando vió a Moira apearse de un coche, dispuesta a entrar en el mismo comercio que Lucía acababa de abandonar. Se paró un momento, y la mirada de ambas se cruzaron . Paradas una frente a la otra, ninguna de las dos pronunció palabra. Pero fue Lucía, la que adelantando unos pasos, acortó la distancia que las separaba. No iba en son de guerra, no deseaba broncas y menos en la calle, pero fue Moira la que arremetió bruscamente contra ella, destilando todo el odio que le inspiraba.
— ¡ Vaya, mira quién está aquí ! — dijo en tono burlón a un inexistente compañero
— Hola Moira
—¿ Cómo te atreves siquiera a dirigirme la palabra? ¿ Eh? ¿ Cómo te permites hacerlo? Has arruinado mi vida y la de tu marido. Hiciste todo lo posible porque volviera y, lo has conseguido. No te ha importado destruir algo tan hermoso como lo que teníamos.
— ¿ Teníais? Tu no tenias nada. Sólo ansias de poder. De conquistar un lugar que no te correspondía. Te recuerdo que fuiste tú la que se metió en su cama, es decir en mi cama, porque ocupaste un lugar que no era tuyo. Y por tu culpa rompimos nuestro matrimonio, algo que habías calculado desde el principio, y no paraste hasta conseguirlo. El calificativo que mereces ya sabes cual es, pero no voy a darte el gusto de pronunciarlo, porque me rebajaría hasta tu altura. Por cierto, me he enterado que vas a casarte; me alegro por ti, y haces bien en irte al otro lado del mundo, así te olvidarás de todos nosotros. Y ahora, adiós Moira. Que te vaya bien, es todo lo que te deseo.
Moira perpleja por la reacción de Lucía, se quedó sin palabras, y vio cómo le daba la espalda y se dirigía hacia el coche que la conduciría de regreso a su hogar. Iba nerviosa, muy lejos de sentir la aparente calma que había demostrado. La hubiera dicho algunas cosas más, y más fuertes, pero no quería dar un espectáculo y ser la comidilla del lugar. Se metió en el coche y arrancó, pero hubo de detenerse unos metros más adelante, porque los nervios la hacían temblar. Aparcó a un lado de la cuneta y esperó a calmarse. Tampoco deseaba llegar a su casa en esas condiciones; Sean y su hija se darían cuenta de que algo había sucedido. Aguardó unos instantes y bebió un poco de agua de una botella que llevaba en el salpicadero. Estaba caliente y desagradable, pero sirvió para suavizar la sequedad de la garganta, que los nervios habían dejado. Más calmada, arrancó el coche y prosiguió su camino
— ¡ Ah, ya estás aquí ! — exclamó Sean cuando entró en el salón en donde tranquilamente leía el periódico
— Perdona. Me he entretenido un poco y luego me he encontrado con alguien que se paró a saludarme
— Muy bien. Deduzco que has pasado una buena tarde
— Efectivamente. Ha sido estupenda
— No sé... ¿ Ha ocurrido algo? Te noto irónica, extraña
— En absoluto. Estoy fenomenal
— ¡ Vaya, mira quién está aquí ! — dijo en tono burlón a un inexistente compañero
— Hola Moira
—¿ Cómo te atreves siquiera a dirigirme la palabra? ¿ Eh? ¿ Cómo te permites hacerlo? Has arruinado mi vida y la de tu marido. Hiciste todo lo posible porque volviera y, lo has conseguido. No te ha importado destruir algo tan hermoso como lo que teníamos.
— ¿ Teníais? Tu no tenias nada. Sólo ansias de poder. De conquistar un lugar que no te correspondía. Te recuerdo que fuiste tú la que se metió en su cama, es decir en mi cama, porque ocupaste un lugar que no era tuyo. Y por tu culpa rompimos nuestro matrimonio, algo que habías calculado desde el principio, y no paraste hasta conseguirlo. El calificativo que mereces ya sabes cual es, pero no voy a darte el gusto de pronunciarlo, porque me rebajaría hasta tu altura. Por cierto, me he enterado que vas a casarte; me alegro por ti, y haces bien en irte al otro lado del mundo, así te olvidarás de todos nosotros. Y ahora, adiós Moira. Que te vaya bien, es todo lo que te deseo.
Moira perpleja por la reacción de Lucía, se quedó sin palabras, y vio cómo le daba la espalda y se dirigía hacia el coche que la conduciría de regreso a su hogar. Iba nerviosa, muy lejos de sentir la aparente calma que había demostrado. La hubiera dicho algunas cosas más, y más fuertes, pero no quería dar un espectáculo y ser la comidilla del lugar. Se metió en el coche y arrancó, pero hubo de detenerse unos metros más adelante, porque los nervios la hacían temblar. Aparcó a un lado de la cuneta y esperó a calmarse. Tampoco deseaba llegar a su casa en esas condiciones; Sean y su hija se darían cuenta de que algo había sucedido. Aguardó unos instantes y bebió un poco de agua de una botella que llevaba en el salpicadero. Estaba caliente y desagradable, pero sirvió para suavizar la sequedad de la garganta, que los nervios habían dejado. Más calmada, arrancó el coche y prosiguió su camino
— ¡ Ah, ya estás aquí ! — exclamó Sean cuando entró en el salón en donde tranquilamente leía el periódico
— Perdona. Me he entretenido un poco y luego me he encontrado con alguien que se paró a saludarme
— Muy bien. Deduzco que has pasado una buena tarde
— Efectivamente. Ha sido estupenda
— No sé... ¿ Ha ocurrido algo? Te noto irónica, extraña
— En absoluto. Estoy fenomenal
Ocultó su encuentro. No quería romper la armonía de la que ahora disfrutaban, por Moira. No se lo merecía. Se sentó sobre las rodillas de su marido y, éste la abrazó y la beso con inmenso placer y cariño. Ahora todo marchaba bien, y eran felices nuevamente. Carmen estaba siempre contenta y no había nada que enturbiase su horizonte.
Y así transcurrió el tiempo, apaciblemente.
Y así transcurrió el tiempo, apaciblemente.
En los corrillos de los obreros, se hablaba de la próxima boda de Moira, y ella, aunque los escuchaba, no prestaba oídos a ello, muy al contrario, estaba deseando de que se dieran el sí quiero. No se fiaba de esa mujer; esperaba que de un momento a otro se personara en la finca y organizase algún espectáculo, a pesar de estar próxima a contraer matrimonio. Sean no la había vuelto a mencionar, pero eso no tranquilizaba a Lucía, más bien, opinaba que se acordaría de ella en alguna ocasión, pero borró de su cabeza el que hiciera comparaciones entre ambas a la hora de hacer el amor. Ella ponía todo su empeño en que fuera especial, y Sean así se lo hacía saber.
Y poco a poco, se fue olvidando de Moira, y descansó cuando supo que se habían casado en el juzgado de Sunset Valey. Pero no estaría tranquila hasta que partieran hacia Australia, cosa que ocurriría transcurrida su luna de miel que, por motivos de trabajo, del su ya marido, debía dejar zanjado antes de partir a las Antípodas.
A Sean se le veía tranquilo, y sonreía más que nunca. La solicitaba más que nunca, y la abrazaba y la besaba como nunca había hecho, y definitivamente dio por zanjado el asunto Moira.
Aquella noche, Lucía, tomó la iniciativa y sus relaciones sexuales fueron las más especiales de todas las que habían tenido en esta segunda etapa de sus vidas. Tan especiales fueron, que de aquella noche, Lucía quedó embarazada. Cuando el médico se lo confirmó , un Sean emocionado, abrazaba a su mujer y no paraba de hacerla caricias.
—¡ Vamos a tener un hijo. Vamos a tener un hijo!— Decía mientras ella reía como una chiquilla
A Sean se le veía tranquilo, y sonreía más que nunca. La solicitaba más que nunca, y la abrazaba y la besaba como nunca había hecho, y definitivamente dio por zanjado el asunto Moira.
Aquella noche, Lucía, tomó la iniciativa y sus relaciones sexuales fueron las más especiales de todas las que habían tenido en esta segunda etapa de sus vidas. Tan especiales fueron, que de aquella noche, Lucía quedó embarazada. Cuando el médico se lo confirmó , un Sean emocionado, abrazaba a su mujer y no paraba de hacerla caricias.
—¡ Vamos a tener un hijo. Vamos a tener un hijo!— Decía mientras ella reía como una chiquilla
- ¡Si supieras los deseos que tenía de dejarte encinta! Recuerda que lo dejamos en suspenso, pero pienso que ahora es el momento perfecto. Todo está bien entre nosotros, es un hijo amado y deseado. Savia nueva en nuestra familia; el mejor broche de esta nueva etapa en nuestro matrimonio. Bendita seas Lucía, y bendito sea este hijo que viene en camino
— No estoy muy segura de que Carmen lo reciba tan entusiasmada como nosotros
— ¿ Es que vamos a tener visita ?
— No estoy muy segura de que Carmen lo reciba tan entusiasmada como nosotros
— ¿ Es que vamos a tener visita ?
Carmen había llegado y escuchaba la última frase de lo que sus padres hablaban, pero no a quién se referían.
— Verás...Tenemos una excelente noticia que darte. Mamá te va a dar un hermano ó hermana, que aún no sabemos
— ¿ Cómo ? ¿ Quieres decir que estás... ?— respondió la chica
— Si hija, estoy embarazada
— ¿ No sois un poco viejos para ello ?
—Me alegro mucho por vosotros. Era una broma. ¡ Claro que me alegro de que venga un hermano !
Dadme un abrazo los dos, ahora mismo.
Y nuevamente, como en tantas ocasiones, los tres se fundieron en un abrazo, riendo, alegres y esperanzados.
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