Sean compró una casa para ella..., nueva. Todo debía ser nuevo. Transcurridos unos meses, se unieron en matrimonio. Tuvieron un noviazgo relámpago, y siempre encontraron ocasión para sus encuentros amorosos. Eran dos personas jóvenes que se amaban y disfrutaban de su unión, para resarcirse de todos los escollos que habían encontrado, uno y otro, hasta que descubrieron su amor. Sean enseñó a Lucía a montar a caballo y le regaló un magnífico ejemplar el día que cumplieron seis meses de su boda. Todo se le hacía poco para obsequiar a su mujer. Lucía había conseguido borrar de su memoria la de Peter, y amaba a su marido y a él se entregaba en cuerpo y alma para complacerle en todo cuanto él deseara. Pero pese a sus volcánicos encuentros amorosos, los niños no llegaban, y una de las cosas que más deseaba Sean, era ser padre, pero lo más importante para él, seguía siendo Lucia: su mujer.
Ella se sentía frustrada por no poder dar a su marido el heredero que tanto ansiaba. Consultaba al médico y éste siempre la decía lo mismo:
— Ya llegarán, ya llegarán. Hace poco que os habéis casado. Todo está bien, normal. No hay nada en tu organismo que te impida ser madre, ni en el de él tampoco. Estáis sanos y fuertes. Tenéis relaciones sexuales normales y con frecuencia. Lo dicho, no hay nada que os impida ser padres.
El tiempo transcurría. Pronto un año que se habían casado. Sean deseaba tener hijos, ella le pedía tiempo y calma, pero comenzó a impacientarse con el transcurrir de los días; la regla era puntual a su cita. Sean se impacientaba y por consiguiente, Lucía también.
— Pero ¿ por qué no llegan?— se repetía Lucía una y otra vez. Hasta que por fin, en una de sus visitas periódicas al ginecólogo, éste le anunció que estaba embarazada. En cuanto llegó a casa, llamó a Sean anunciándole la buena nueva:
El tiempo transcurría. Pronto un año que se habían casado. Sean deseaba tener hijos, ella le pedía tiempo y calma, pero comenzó a impacientarse con el transcurrir de los días; la regla era puntual a su cita. Sean se impacientaba y por consiguiente, Lucía también.
— Pero ¿ por qué no llegan?— se repetía Lucía una y otra vez. Hasta que por fin, en una de sus visitas periódicas al ginecólogo, éste le anunció que estaba embarazada. En cuanto llegó a casa, llamó a Sean anunciándole la buena nueva:
—¿ Me lo estás diciendo en serio?— repetía él riendo e incrédulo
—Claro que lo digo en serio. No se me ocurriría bromear con algo tan importante para ti
—¿Y para tí no lo es?
—Si es importante para ti, también lo es para mi. ¿Vas a tardar mucho en venir?— preguntó Lucía
— Cariño...en menos de una hora me tienes allí
Cuando cortaron la comunicación, ella sonreía al teléfono recordando la alegría de su marido. ¿ Se podía ser más feliz? Sean llegaría en el tiempo que había anunciado, pero antes de llegar a casa, había entrado en una floristería y compró un hermoso ramo de rosas. A la salida del establecimiento, tropezó con una antigua amiga ya no frecuentada desde que Sean y Lucía iniciaran su relación. Y no era otra más que Moira
— ¡ Vaya! ¡Dichosos los ojos que te ven! Tu mujercita te tiene totalmente acaparado. ¿ Es para ella ese ramo de flores?
—Moira ¿ Para quién crees que sería?
— No lo sé. Quizá tengas algún compromiso... con el que desees quedar bien
—No me gusta el tono en que lo dices. Sabes de sobra que el único compromiso es mi mujer. No tienes porqué estar resentida. Lo nuestro fue agradable, pero sabías de antemano que no había más futuro que algún encuentro de vez en cuando
—Eso no es cierto. Tu me querías, y si ella no hubiera venido, posiblemente esas rosas hubieran sido para mi
— Eso no es cierto y tú lo sabes. Ella vino porque así lo decidimos nosotros. Te recuerdo que estás hablando de mi mujer, y no voy a consentirte que la faltes el respeto. Y ahora perdóname, tengo algo de prisa. Adiós Moira
- Adiós, hombre, adiós. Anda ve corriendo a su lado
Ese encuentro dejó mal sabor a Sean, pero no consiguió enturbiar la enorme felicidad que sentía: iba a ser padre, y no había nada en el mundo que empañara esa alegría. Se lo comunicarían a los abuelos, pero debían ser ambos a un mismo tiempo.
Emprendió el regreso a su casa, en donde, una impaciente Lucía por conocer la reacción de su marido, le esperaba ansiosa.
Tomándola en volandas, la besaba y ambos reían felices; su sueño se cumplía paso a paso, olvidados ya los malos ratos de su incipiente relación tras la muerte de su hermano.
Lucía seguía adelante, con su embarazo, aunque era algo complicado: tenía la tensión un poco alta, y en la analítica daba azúcar, gestacional algo que se debía controlar muy bien. Su vientre iba aumentando y en la misma medida las molestias consabidas. El ginecólogo recomendó diera largos paseos y ella, todos los días antes de comenzar su jornada en la oficina de su suegro, salía por los alrededores del rancho, unas veces acompañada por Sean y otras sola, cuando el marido debía atender algún asunto concerniente a los envíos de cereales ó de ganado
Una noche al regreso del trabajo, Sean la dijo que habría de ausentarse por un par de días, ya que tenían problemas con una huelga de obreros en las naves de la Cooperativa. El director de la misma era intransigente y las negociaciones estaban estancadas, y Sean como vicepresidente, estaba tratando de desbloquear el contencioso. Todo se lo explicaba, al mismo tiempo que le contrariaba tenerla que dejar sola; por eso había pensado que mientras se ausentaba fuera a la casa grande, junto a sus padres. Ella aceptó, y él partió rumbo a la Cooperativa. La llamaba dos o tres veces al día para ver cómo estaba; le tenía preocupado, el embarazo no estaba siendo sencillo.
— Creo que debes dejar de trabajar, pequeña— la decía Nancy cariñosamente
— Estoy bien, estoy bien— replicaba ella
—No, no lo estás. Se te ve cansada. Mírate las piernas, las tienes como botas. Anda ve y échate un rato y descansa. Hablaré con Andrew; mañana te quedarás en casa. Si hace falta gente, que empleen a alguien -
Tomándola en volandas, la besaba y ambos reían felices; su sueño se cumplía paso a paso, olvidados ya los malos ratos de su incipiente relación tras la muerte de su hermano.
Lucía seguía adelante, con su embarazo, aunque era algo complicado: tenía la tensión un poco alta, y en la analítica daba azúcar, gestacional algo que se debía controlar muy bien. Su vientre iba aumentando y en la misma medida las molestias consabidas. El ginecólogo recomendó diera largos paseos y ella, todos los días antes de comenzar su jornada en la oficina de su suegro, salía por los alrededores del rancho, unas veces acompañada por Sean y otras sola, cuando el marido debía atender algún asunto concerniente a los envíos de cereales ó de ganado
Una noche al regreso del trabajo, Sean la dijo que habría de ausentarse por un par de días, ya que tenían problemas con una huelga de obreros en las naves de la Cooperativa. El director de la misma era intransigente y las negociaciones estaban estancadas, y Sean como vicepresidente, estaba tratando de desbloquear el contencioso. Todo se lo explicaba, al mismo tiempo que le contrariaba tenerla que dejar sola; por eso había pensado que mientras se ausentaba fuera a la casa grande, junto a sus padres. Ella aceptó, y él partió rumbo a la Cooperativa. La llamaba dos o tres veces al día para ver cómo estaba; le tenía preocupado, el embarazo no estaba siendo sencillo.
— Creo que debes dejar de trabajar, pequeña— la decía Nancy cariñosamente
— Estoy bien, estoy bien— replicaba ella
—No, no lo estás. Se te ve cansada. Mírate las piernas, las tienes como botas. Anda ve y échate un rato y descansa. Hablaré con Andrew; mañana te quedarás en casa. Si hace falta gente, que empleen a alguien -
Y así se hizo.
Solucionado el problema, Sean zanjó el asunto complaciendo a los obreros, que todo lo que pedían era un pequeño aumento de salario. Regresó a casa y al ver a su mujer, respiró aliviado. La preocupación al pensar en ella, se hacía presente durante el tiempo que estuvieron separados.
Y por fin, se cumplieron los plazos. Quince días después de salir de cuentas, Lucía tuvo a su hija. Una niña preciosa de ojos oscuros como su madre y cabello castaño claro como el padre. La felicidad en la familia era completa. Habían terminado los días de preocupación por el embarazo y la pequeña estaba rebosante de salud, al igual que su madre. Poco a poco, ya en casa, fueron tomando el pulso a la nueva situación planteada con la llegada del bebe. Aunque Nancy la ayudaba bastante, el tiempo se le iba entre las manos. Debido a su inexperiencia, daba prioridad absoluta a la niña, olvidándose de ella misma, y había veces que cuando Sean llegaba del trabajo, la encontraba agobiada porque la niña estaba llorando e ignoraba lo que la podía ocurrir. Con la mayor paciencia del mundo, Sean consolaba a su mujer y tomaba en sus brazos a la pequeña para calmar su llanto.
— Cielo, los niños lloran por todo: cuando tienen hambre, cuando les duele la tripita, ó simplemente porque quieren estar en brazos de su madre. Ya te acostumbraras; pero por favor no te agobies. Tienes que buscar un tiempo para ti y no estar tan pendiente de ella
— ¿ Qué quieres decir con eso? ¿ Cómo puedes decirme que no esté pendiente de ella?
— No, no es eso lo que he dicho. Simplemente que tienes que sacar tiempo, por ejemplo... para arreglarte un poco. Cuando llego te encuentro despeinada y mal vestida. Tienes que volver a ser tu misma. Comprendo que entre toma y toma se te va mucho tiempo, pero... Tengo la impresión de que ya no te importo. Pasó la cuarentena, pero desde antes de dar a luz, no hemos vuelto a tener intimidad. Yo te necesito, necesito a mi mujer, y no a una esclava pendiente de una criatura de noche y de día
— ¡ Vaya, ya salió el reproche marital ! ¿ Cómo no vas a importarme ? No digas más insensateces. Dame tiempo, por favor, no doy más de si, créeme. Me gustaría estar bonita y coqueta para mi marido, pero me faltan horas— repetía llorando
— Está bien, está bien. Dejémoslo estar. Te entiendo... Es una situación nueva para ambos y hemos de organizar nuestras vidas contando con la chiquitina. Anda cálmate y dame un beso. Por cierto, tenemos que hablar de su bautizo. ¿ Ya has elegido el nombre que habremos de ponerle?
— Había pensado en Carmen, Era la segunda ópera que más gustaba a mi padre. Y ya conoces la historia de ellos y la historia de mi nombre. ¡ Pobrecitos ! Hubieran disfrutado enormemente si la hubieran conocido. ¡ Qué mala suerte tuvieron !
— Me parece un nombre precioso y tienes razón, ya que no la conocerán, hagámosles, al menos el homenaje que sin duda merecen.
Esa noche si tuvieron intimidad; y volvieron a amarse como al principio, y ese acto tan normal entre esposos, dio fuerza a Lucía para organizarse mejor. Dejó de darla el pecho y siempre, bajo prescripción médica, comenzó a darla en biberones su propia leche, por lo que a veces dejaba a Carmen con Nancy y ella iba a la peluquería, y comenzó en un gimnasio a recuperar su figura. No volvieron a tener problemas en el matrimonio, que cada vez estaban más enamorados y se amaban con verdadera pasión.
Pero dicen que no hay mal ni bien, que cien años dure... Aquella mañana decidió ir al supermercado en Sunset y en un canguro portó a su hija que ya tenía siete meses. Aprovecharía para hacer algunas compras antes de regresar a casa para la comida. Sean no iría a comer ese día ya que tenía problemas en su oficina con ciertos envíos.
Caminaba charlando con la niña mientras elegía lo necesario. Dos anaqueles detrás de ella, habían dos mujeres que cuchicheaban algo, pero no prestaba más atención hasta que escucho pronunciar su nombre. Entonces se detuvo fingiendo leer el contenido de una caja de galletas
— ¿ Has visto ? Ahí está la española con la niña— dijo una de las mujeres indicando a la que la acompañaba
-—Ah si, ya la he visto. La niña es preciosa, y es que el padre es muy guapo. Lástima de Peter; dicen que de quién estaba enamorada realmente era de él y no de Sean. Que se casó por interés.
— No me extrañaría nada. Creo que ella era una muerta de hambre en su pais, y que engatusó al pobre Peter para que la trajera a los Estados Unidos, y que como él murió, enamorisqueó a Sean y no paró hasta convertirse en su mujer. Yo estuve en su boda y la verdad es que se volcaron con ella.
—¿ Cómo sabes tantas cosas?— protestó la otra
—Soy amiga de la madre de Moira y , en una tarde que iba a reunirse con Sean, nos lo estuvo contando
—¿ Pero siguen saliendo?
—¡ Claro mujer ! No lo han dejado nunca. Creo que el matrimonio no marcha bien. Él se ausenta con demasiada frecuencia
— ¡No tenía ni idea...!— dijo la otra
Lucía ya no quiso escuchar más, dejó el carro con lo que había comprado y salió rápidamente abrazada a Carmen y desecha en llanto. Habría de esperar hasta que Sean llegara del trabajo. Esa misma noche aclararía todo lo que había escuchado. Le tendría frente a frente y conocería por su expresión si era verdad o mentira todo lo que esas dos cotillas habían estado murmurando. Pero lo que más la dolió es que siguiera con su relación con Moira. Ella no había encontrado ninguna falta en su marido. Respondía fielmente a sus relaciones sexuales y con la misma intensidad que al principio. ¿ Y si fueran habladurías mal intencionadas? Tendría que darle muestras de veracidad de todo. Atendió a la niña y en la hora de siesta, llamó por teléfono a la oficina.
— Buenas tardes, señora Flanagan — respondió Eduardo— su marido no está. Ha tenido que salir a solucionar algunos asuntos, pero no creo que tarde mucho. ¿ Le doy algún recado?
— No, no, Eduardo. No hace falta, sólo quería hablar con él. No es nada urgente. Ya le llamaré más tarde, gracias —y colgó preocupada
Transcurrió la tarde y llegó la noche. Sean no la devolvió la llamada, y su furia iba en aumento. Los chismes de aquellas mujeres, se repetían en su cabeza una y otra vez llenándola de orgullo, desesperación, ira y tristeza, mucha tristeza. Debía calmarse antes de reprochar nada a su marido. Dejaría que se explicara y si no la convencía lo que dijera, entonces era el momento de subirse por las paredes y tener una bronca de categoría. Era difícil tener calma, cuando se lleva todo el día con esa tensión. Pero hizo el intento. Cerca de las diez de la noche, llegó Sean, cansado, malhumorado y sin ganas de cenar, y mucho menos recibir la bronca de su mujer
— ¿ No te han dado mi recado? — preguntó tratando de mantener la calma
— Si, Eduardo me lo dijo, pero también comentó que sólo querías charlar un rato conmigo.
— En cierto modo así era. ¿ Te ha ocurrido algo?
—Miles de cosas. Han ocurrido miles de cosas, pero ya está todo solucionado. Estoy cansado. Lo siento cariño, ni siquiera he preguntado por Carmen
—Está durmiendo desde hace horas
— Ya... Si no te importa voy a darme una ducha y me meto en la cama
—¿ No vas a cenar ?
— No. No tengo apetito, lo siento
— ¿ Lo sientes ? ¿ De verdad lo sientes? ¡ Claro a ti te importa un comino que yo haya estado todo el día tratando de hablar contigo, y ni siquiera sabes de lo que se trataba
—Ya te lo he dicho: Eduardo me dijo que sólo charlar
— ¿ Cómo iba a decirle a él algo de lo que ocurre en mi casa?
— ¿ Y qué es lo que ocurre? Si puedo saberlo
—A veces me sacas de quicio
—Déjalo estar. Veo que tanto la niña como tú estáis bien. El resto puede esperar
—No, no puede esperar ¿ Dónde has estado ?
— Solucionando problemas del trabajo ¿ Dónde crees que he estado? ¿ A qué narices viene esto ahora?
— Viene a que estás saliendo con Moira, a eso viene
—¿ Cómo has dicho ? Repítemelo porque no creo haber entendido bien lo que acabas de decir
—Esta mañana dos mujeres en el supermercado han estado hablando de mi, de nosotros, y decían que estáis liados Moira y tu
—¿ Que ?
Solucionado el problema, Sean zanjó el asunto complaciendo a los obreros, que todo lo que pedían era un pequeño aumento de salario. Regresó a casa y al ver a su mujer, respiró aliviado. La preocupación al pensar en ella, se hacía presente durante el tiempo que estuvieron separados.
Y por fin, se cumplieron los plazos. Quince días después de salir de cuentas, Lucía tuvo a su hija. Una niña preciosa de ojos oscuros como su madre y cabello castaño claro como el padre. La felicidad en la familia era completa. Habían terminado los días de preocupación por el embarazo y la pequeña estaba rebosante de salud, al igual que su madre. Poco a poco, ya en casa, fueron tomando el pulso a la nueva situación planteada con la llegada del bebe. Aunque Nancy la ayudaba bastante, el tiempo se le iba entre las manos. Debido a su inexperiencia, daba prioridad absoluta a la niña, olvidándose de ella misma, y había veces que cuando Sean llegaba del trabajo, la encontraba agobiada porque la niña estaba llorando e ignoraba lo que la podía ocurrir. Con la mayor paciencia del mundo, Sean consolaba a su mujer y tomaba en sus brazos a la pequeña para calmar su llanto.
— Cielo, los niños lloran por todo: cuando tienen hambre, cuando les duele la tripita, ó simplemente porque quieren estar en brazos de su madre. Ya te acostumbraras; pero por favor no te agobies. Tienes que buscar un tiempo para ti y no estar tan pendiente de ella
— ¿ Qué quieres decir con eso? ¿ Cómo puedes decirme que no esté pendiente de ella?
— No, no es eso lo que he dicho. Simplemente que tienes que sacar tiempo, por ejemplo... para arreglarte un poco. Cuando llego te encuentro despeinada y mal vestida. Tienes que volver a ser tu misma. Comprendo que entre toma y toma se te va mucho tiempo, pero... Tengo la impresión de que ya no te importo. Pasó la cuarentena, pero desde antes de dar a luz, no hemos vuelto a tener intimidad. Yo te necesito, necesito a mi mujer, y no a una esclava pendiente de una criatura de noche y de día
— ¡ Vaya, ya salió el reproche marital ! ¿ Cómo no vas a importarme ? No digas más insensateces. Dame tiempo, por favor, no doy más de si, créeme. Me gustaría estar bonita y coqueta para mi marido, pero me faltan horas— repetía llorando
— Está bien, está bien. Dejémoslo estar. Te entiendo... Es una situación nueva para ambos y hemos de organizar nuestras vidas contando con la chiquitina. Anda cálmate y dame un beso. Por cierto, tenemos que hablar de su bautizo. ¿ Ya has elegido el nombre que habremos de ponerle?
— Había pensado en Carmen, Era la segunda ópera que más gustaba a mi padre. Y ya conoces la historia de ellos y la historia de mi nombre. ¡ Pobrecitos ! Hubieran disfrutado enormemente si la hubieran conocido. ¡ Qué mala suerte tuvieron !
— Me parece un nombre precioso y tienes razón, ya que no la conocerán, hagámosles, al menos el homenaje que sin duda merecen.
Esa noche si tuvieron intimidad; y volvieron a amarse como al principio, y ese acto tan normal entre esposos, dio fuerza a Lucía para organizarse mejor. Dejó de darla el pecho y siempre, bajo prescripción médica, comenzó a darla en biberones su propia leche, por lo que a veces dejaba a Carmen con Nancy y ella iba a la peluquería, y comenzó en un gimnasio a recuperar su figura. No volvieron a tener problemas en el matrimonio, que cada vez estaban más enamorados y se amaban con verdadera pasión.
Pero dicen que no hay mal ni bien, que cien años dure... Aquella mañana decidió ir al supermercado en Sunset y en un canguro portó a su hija que ya tenía siete meses. Aprovecharía para hacer algunas compras antes de regresar a casa para la comida. Sean no iría a comer ese día ya que tenía problemas en su oficina con ciertos envíos.
Caminaba charlando con la niña mientras elegía lo necesario. Dos anaqueles detrás de ella, habían dos mujeres que cuchicheaban algo, pero no prestaba más atención hasta que escucho pronunciar su nombre. Entonces se detuvo fingiendo leer el contenido de una caja de galletas
— ¿ Has visto ? Ahí está la española con la niña— dijo una de las mujeres indicando a la que la acompañaba
-—Ah si, ya la he visto. La niña es preciosa, y es que el padre es muy guapo. Lástima de Peter; dicen que de quién estaba enamorada realmente era de él y no de Sean. Que se casó por interés.
— No me extrañaría nada. Creo que ella era una muerta de hambre en su pais, y que engatusó al pobre Peter para que la trajera a los Estados Unidos, y que como él murió, enamorisqueó a Sean y no paró hasta convertirse en su mujer. Yo estuve en su boda y la verdad es que se volcaron con ella.
—¿ Cómo sabes tantas cosas?— protestó la otra
—Soy amiga de la madre de Moira y , en una tarde que iba a reunirse con Sean, nos lo estuvo contando
—¿ Pero siguen saliendo?
—¡ Claro mujer ! No lo han dejado nunca. Creo que el matrimonio no marcha bien. Él se ausenta con demasiada frecuencia
— ¡No tenía ni idea...!— dijo la otra
Lucía ya no quiso escuchar más, dejó el carro con lo que había comprado y salió rápidamente abrazada a Carmen y desecha en llanto. Habría de esperar hasta que Sean llegara del trabajo. Esa misma noche aclararía todo lo que había escuchado. Le tendría frente a frente y conocería por su expresión si era verdad o mentira todo lo que esas dos cotillas habían estado murmurando. Pero lo que más la dolió es que siguiera con su relación con Moira. Ella no había encontrado ninguna falta en su marido. Respondía fielmente a sus relaciones sexuales y con la misma intensidad que al principio. ¿ Y si fueran habladurías mal intencionadas? Tendría que darle muestras de veracidad de todo. Atendió a la niña y en la hora de siesta, llamó por teléfono a la oficina.
— Buenas tardes, señora Flanagan — respondió Eduardo— su marido no está. Ha tenido que salir a solucionar algunos asuntos, pero no creo que tarde mucho. ¿ Le doy algún recado?
— No, no, Eduardo. No hace falta, sólo quería hablar con él. No es nada urgente. Ya le llamaré más tarde, gracias —y colgó preocupada
Transcurrió la tarde y llegó la noche. Sean no la devolvió la llamada, y su furia iba en aumento. Los chismes de aquellas mujeres, se repetían en su cabeza una y otra vez llenándola de orgullo, desesperación, ira y tristeza, mucha tristeza. Debía calmarse antes de reprochar nada a su marido. Dejaría que se explicara y si no la convencía lo que dijera, entonces era el momento de subirse por las paredes y tener una bronca de categoría. Era difícil tener calma, cuando se lleva todo el día con esa tensión. Pero hizo el intento. Cerca de las diez de la noche, llegó Sean, cansado, malhumorado y sin ganas de cenar, y mucho menos recibir la bronca de su mujer
— ¿ No te han dado mi recado? — preguntó tratando de mantener la calma
— Si, Eduardo me lo dijo, pero también comentó que sólo querías charlar un rato conmigo.
— En cierto modo así era. ¿ Te ha ocurrido algo?
—Miles de cosas. Han ocurrido miles de cosas, pero ya está todo solucionado. Estoy cansado. Lo siento cariño, ni siquiera he preguntado por Carmen
—Está durmiendo desde hace horas
— Ya... Si no te importa voy a darme una ducha y me meto en la cama
—¿ No vas a cenar ?
— No. No tengo apetito, lo siento
— ¿ Lo sientes ? ¿ De verdad lo sientes? ¡ Claro a ti te importa un comino que yo haya estado todo el día tratando de hablar contigo, y ni siquiera sabes de lo que se trataba
—Ya te lo he dicho: Eduardo me dijo que sólo charlar
— ¿ Cómo iba a decirle a él algo de lo que ocurre en mi casa?
— ¿ Y qué es lo que ocurre? Si puedo saberlo
—A veces me sacas de quicio
—Déjalo estar. Veo que tanto la niña como tú estáis bien. El resto puede esperar
—No, no puede esperar ¿ Dónde has estado ?
— Solucionando problemas del trabajo ¿ Dónde crees que he estado? ¿ A qué narices viene esto ahora?
— Viene a que estás saliendo con Moira, a eso viene
—¿ Cómo has dicho ? Repítemelo porque no creo haber entendido bien lo que acabas de decir
—Esta mañana dos mujeres en el supermercado han estado hablando de mi, de nosotros, y decían que estáis liados Moira y tu
—¿ Que ?
Y soltando una carcajada salió de la habitación
— Déjame en paz con chismes de cotillas. Sabes de sobra que eso no es cierto. Que te he querido y te seguiré queriendo siempre.
— No eludas la respuesta ¿ Es cierto ?
—No, no lo es. Pero creo que estás deseando que diga que sí. Si eso te complace lo diré: si estamos liados y ella es la mujer de mi vida ¿ Contenta ?
— Lo sabía, lo sabía— respondió ella fuera de sí
— No, no sabes nada. No quieres saber nada ¿ Por qué crees que me casé contigo? ¿ O ya se te ha olvidado ? Mira es muy tarde y estoy cansado y preocupado. Puedes seguir aquí lamiéndote las heridas. Yo me voy a la cama. Mañana seguiremos hablando de esto. Buenas noches
-—No se te ocurra dejarme con la palabra en la boca
—Si, si se me ocurre y voy a hacerlo. Ahora... Ya... No quiero seguir con este tema. Creo que nos estamos poniendo muy nerviosos y podríamos decir algo de lo que arrepentirnos.
— No eludas la respuesta ¿ Es cierto ?
—No, no lo es. Pero creo que estás deseando que diga que sí. Si eso te complace lo diré: si estamos liados y ella es la mujer de mi vida ¿ Contenta ?
— Lo sabía, lo sabía— respondió ella fuera de sí
— No, no sabes nada. No quieres saber nada ¿ Por qué crees que me casé contigo? ¿ O ya se te ha olvidado ? Mira es muy tarde y estoy cansado y preocupado. Puedes seguir aquí lamiéndote las heridas. Yo me voy a la cama. Mañana seguiremos hablando de esto. Buenas noches
-—No se te ocurra dejarme con la palabra en la boca
—Si, si se me ocurre y voy a hacerlo. Ahora... Ya... No quiero seguir con este tema. Creo que nos estamos poniendo muy nerviosos y podríamos decir algo de lo que arrepentirnos.
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