Había un gran trasiego en la mansión McLaughlin.. Anderson había enviado a los jardineros y floristas que trabajaban en el hotel. El jardín descuidado desde que faltaba la señora de la casa, había recobrado su antiguo esplendor. Los jarrones con peonías de color blanco y rosa, en el vestíbulo, y los arreglos florales se distribuían por cada habitación. Hasta en la cocina un centro de flores primaverales, las preferidas de la cocinera. Había gran ajetreo, hasta el punto de que uno de los chefs del hotel, estaba como refuerzo.
Todo se le hacía poco a Anderson para celebrar debidamente el bautizo de su hijo. Estaba exultantemente feliz. Adela se había recobrado perfectamente. Las pruebas a las que se había sometido, eran satisfactorias y el pequeño se criaba felizmente. Todo era como debía ser. Los padrinos del pequeño, serían Aleck y Eugenia, así todos estaban contentos. Y por fin, todo en su sitio, fue inspeccionado por Anderson y Adela, absolutamente felices. Cogidos de la mano, Anderson condujo a su mujer hasta el jardín, para que ella diera el visto bueno
—Andy, está perfecto. Tu madre estaría orgullosa de ti. Lo has hecho todo maravillosamente bien. Ahora que tenemos un momento de tranquilidad, entre toma y toma del niño, quería comentarte algo que me bulle en la cabeza. A tu padre, el niño le está dando la vida. Tendrías que verle cómo le habla, y cómo Kevin le escucha como si le entendiera
— ¿ Qué quieres decirme?— dijo Anderson mirando a su mujer con una sonrisa
— No se si te parecerá bien, pero... creo que deberíamos vivir aquí con él. La mansión es muy grande para él solo, y a mi me ayudaría con el bebe. Podríamos vender nuestra casa y ...
— ¿ Por qué venderla? La dejaríamos para que vivieran en ella tus padres cada vez que viajen a Escocia, que supongo harán con frecuencia para ver a su nieto
Todo se le hacía poco a Anderson para celebrar debidamente el bautizo de su hijo. Estaba exultantemente feliz. Adela se había recobrado perfectamente. Las pruebas a las que se había sometido, eran satisfactorias y el pequeño se criaba felizmente. Todo era como debía ser. Los padrinos del pequeño, serían Aleck y Eugenia, así todos estaban contentos. Y por fin, todo en su sitio, fue inspeccionado por Anderson y Adela, absolutamente felices. Cogidos de la mano, Anderson condujo a su mujer hasta el jardín, para que ella diera el visto bueno
—Andy, está perfecto. Tu madre estaría orgullosa de ti. Lo has hecho todo maravillosamente bien. Ahora que tenemos un momento de tranquilidad, entre toma y toma del niño, quería comentarte algo que me bulle en la cabeza. A tu padre, el niño le está dando la vida. Tendrías que verle cómo le habla, y cómo Kevin le escucha como si le entendiera
— ¿ Qué quieres decirme?— dijo Anderson mirando a su mujer con una sonrisa
— No se si te parecerá bien, pero... creo que deberíamos vivir aquí con él. La mansión es muy grande para él solo, y a mi me ayudaría con el bebe. Podríamos vender nuestra casa y ...
— ¿ Por qué venderla? La dejaríamos para que vivieran en ella tus padres cada vez que viajen a Escocia, que supongo harán con frecuencia para ver a su nieto
— ¿ Quieres decir que lo apruebas?— dijo ella sonriente
— No solo lo apruebo, sino que me parece una idea estupenda, y te lo agradezco. Se me había ocurrido, pero no me atreví a proponértelo por si no te parecía bien
— Te recuerdo que hicimos la promesa de consultarnos todo ¿ por qué no me lo habías dicho?
— Creí que te gustaba nuestra independencia
—¡ Pero si aquí la tendremos igual! Creo que debes decírselo cuanto antes. Le he escuchado hablar solo, lamentándose por el día de nuestro regreso a casa
— Me parece bien. Cuando nos reunamos todos para comer, se lo propondré. He de asegurarte que le vamos hacer tremendamente feliz. Me encantan que nuestros padres hayan congeniado tan bien y sean tan cómplices. Tus padres son extraordinarios. Voy a contarte algo, pero no quiero que lo divulgues porque Álvaro me lo contó en secreto, y ni siquiera lo sabe tu madre. Quiere jubilarse, pasar más tiempo con ella, y disfrutar de la vida, ahora que todavía son jóvenes.
— Adela y yo, hemos pensado que ... como papá, estás solo, la casa es muy grande..., venirnos a vivir contigo. Tu estarás acompañado y ayudarás a Adela con el niño. Destinaremos la casa en la que ahora vivimos, para que vosotros, Álvaro y Eugenia, viváis en ella cada vez que vengáis a visitarnos.
La respuesta fue unánime y clamorosa. El anciano señor, con los ojos turbios por la emoción, agradeció el ofrecimiento y aceptó vivamente en el acto. Los padres de Adela, sorprendidos, también aceptaron y, un sonoro aplauso se oyó en la habitación entre risas de la pequeña Anna y de los mayores, que asentían satisfechos.
Al finalizar el almuerzo, pasaron a una sala contigua para tomar el café de la sobremesa. En un sillón se sentó Adela y cerca de ella, lo hicieron Aleck y Maureen. Hablaban contentos y poco a poco su conversación derivó hacia la campaña electoral que había llevado a Aleck hasta la Alcaldía de la ciudad.
Adela, mirando a Maureen con una sonrisa en el rostro, comenzó a narrar sus experiencias de aquella época
— ¿ Sabes Maureen que estuve enamorada de tu marido?
— ¡ Qué me dices !— respondió Maureen— Aleck, no me habías dicho nada...
— Es... que... yo no sabía nada— respondió un balbuceante Aleck
Mi enamoramiento duró bastante tiempo. No prestaba atención a ningún chico. Ni siquiera al que hoy es mi marido. Pero el tiempo pasó y Anderson estaba ahí, supo esperar, y sin darme cuenta, sin saber cómo... un día descubrí que de quién estaba enamorada realmente, era de él. Lo otro fue una novela que viví de adolescente. Pero Andy es lo más importante , es mi centro, y ahora también mi hijo. No quiero que esta confesión te cree violencia, Aleck. Eso fue un sueño de una cría solitaria con muchos pájaros en la cabeza
— ¡ Oh Adela, qué romántico ! —corrió Maureen a su lado abrazando a su cuñada
— No solo lo apruebo, sino que me parece una idea estupenda, y te lo agradezco. Se me había ocurrido, pero no me atreví a proponértelo por si no te parecía bien
— Te recuerdo que hicimos la promesa de consultarnos todo ¿ por qué no me lo habías dicho?
— Creí que te gustaba nuestra independencia
—¡ Pero si aquí la tendremos igual! Creo que debes decírselo cuanto antes. Le he escuchado hablar solo, lamentándose por el día de nuestro regreso a casa
— Me parece bien. Cuando nos reunamos todos para comer, se lo propondré. He de asegurarte que le vamos hacer tremendamente feliz. Me encantan que nuestros padres hayan congeniado tan bien y sean tan cómplices. Tus padres son extraordinarios. Voy a contarte algo, pero no quiero que lo divulgues porque Álvaro me lo contó en secreto, y ni siquiera lo sabe tu madre. Quiere jubilarse, pasar más tiempo con ella, y disfrutar de la vida, ahora que todavía son jóvenes.
Estaban todos sentados a la mesa. Toda la familia, por ambas partes, reunidos en una comida alegre y feliz. También estaban Aleck, Maureen y su hijita Anna. Anderson dio un golpecito con el tenedor en una copa, para llamar la atención de los comensales y que le prestaran un poco de atención. Hecho el silencio, cogió la mano de Adela y se dispuso a plantear los planes que habían trazado para su futura convivencia
— Adela y yo, hemos pensado que ... como papá, estás solo, la casa es muy grande..., venirnos a vivir contigo. Tu estarás acompañado y ayudarás a Adela con el niño. Destinaremos la casa en la que ahora vivimos, para que vosotros, Álvaro y Eugenia, viváis en ella cada vez que vengáis a visitarnos.
La respuesta fue unánime y clamorosa. El anciano señor, con los ojos turbios por la emoción, agradeció el ofrecimiento y aceptó vivamente en el acto. Los padres de Adela, sorprendidos, también aceptaron y, un sonoro aplauso se oyó en la habitación entre risas de la pequeña Anna y de los mayores, que asentían satisfechos.
Al finalizar el almuerzo, pasaron a una sala contigua para tomar el café de la sobremesa. En un sillón se sentó Adela y cerca de ella, lo hicieron Aleck y Maureen. Hablaban contentos y poco a poco su conversación derivó hacia la campaña electoral que había llevado a Aleck hasta la Alcaldía de la ciudad.
Adela, mirando a Maureen con una sonrisa en el rostro, comenzó a narrar sus experiencias de aquella época
— ¿ Sabes Maureen que estuve enamorada de tu marido?
— ¡ Qué me dices !— respondió Maureen— Aleck, no me habías dicho nada...
— Es... que... yo no sabía nada— respondió un balbuceante Aleck
— Tenía dieciséis años, cuando mis padres, hartos de mis malas notas en el instituto, me inscribieron aquí en un internado. En una excursión que hicimos al Lago, en el restaurante donde teníamos que comer, se celebraba una boda. La música, el tipismo, la vistosidad de la ropa tan desconocida para nosotras, nos hizo a Clara y a mi husmear en el salón donde cantaban y bailaban celebrando la boda.
Sin darme cuenta... di un empujón a un chico, y él amablemente me invitó a bailar... cosa que hice muy torpemente. Pero me habían cautivado sus ojos azules, tan extraños para nosotros.Mi enamoramiento duró bastante tiempo. No prestaba atención a ningún chico. Ni siquiera al que hoy es mi marido. Pero el tiempo pasó y Anderson estaba ahí, supo esperar, y sin darme cuenta, sin saber cómo... un día descubrí que de quién estaba enamorada realmente, era de él. Lo otro fue una novela que viví de adolescente. Pero Andy es lo más importante , es mi centro, y ahora también mi hijo. No quiero que esta confesión te cree violencia, Aleck. Eso fue un sueño de una cría solitaria con muchos pájaros en la cabeza
— ¡ Oh Adela, qué romántico ! —corrió Maureen a su lado abrazando a su cuñada
Ambas mujeres fundidas en un abrazo reían, acompañadas por Aleck
— ¿ De qué os reís ?—preguntó Anderson acercándose al grupo, mientras que su padre charlaba con sus consuegros animadamente
—No es ningún chiste, hermano— respondió Aleck— Comentábamos anécdotas de la campaña electoral
-—Ya... ¿ Os lo ha contado ?
— Si— respondió cauto Aleck
— ¡ Vaya historia ! — respondió Anderson dando un rotundo beso a su mujer
— Yo te bautizo con el nombre de Kevin McLaughlin Montero.
El pequeño, al recibir el agua fría en su cabecita, rompió a llorar de una forma tan sonora, que hizo que todos los presentes rieran felices. El abuelo paterno, protestó por el despertar tan brusco que tuvo su nieto
— Esa costumbre que tienen los curas de hacer eso... comentó a Maureen que le tenía cogido de la mano
Anderson, pasó un brazo por los hombros de su mujer, al tiempo que se inclinaba hacia ella, y al oído bajito la dijo:
F I N
Autora. 1996rosafermu / rosaf9494
Editada: Mayo de 2014
Ilustraciones: Archivo de 1996rosafermu
DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS / Copyright
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