martes, 18 de abril de 2017

Dos hermanas - Capítulo 7 - Charla para dos

Se vió aparcando el coche a la entrada de la casa de sus padres. Sería una visita inesperada, ya que no les había anunciado su viaje.  La sorpresa fue grande.  Los padres echaban de menos a sus hijas, a Ada, y por consiguiente a Alexa.  Recordaban con añoranza cuando los cuatro formaban una entrañable familia, hasta la desaparición de Ada.  Es como si ella fuera el nexo de unión entre todos, y posiblemente lo fuera, ya que poco a poco se habían distanciado.  Tras los primeros abrazos. preguntaban  el porqué de ese repentino viaje, y se vio obligada a contar su distanciamiento con Arthur, porque de igual manera, su madre habría observado que la ocurría algo.  Pensó que sería mejor anticiparse antes de que especularan con cualquier otra cosa.


- ¿ Vais a romper. Dais por terminada vuestra relación?-  preguntó la madre
- Mujer déjala.  nadie mejor que ella sabe lo que la conviene  - protestó el padre
- Es difícil saberlo, mamá.  , Pero las cosas no marchan como debieran.  Nos hemos tomado un tiempo para reflexionar.  No sé lo que ocurrirá´.  estoy muy confusa, y en realidad, es mi culpa. No sé lo que quiero
- Yo si lo sé, hija.  Todo se reduce a lo que te comenté la última vez que estuvisteis aquí:  no le amas.  Te gusta como amigo, pero eso no es suficiente.  Si no le amas, déjale; una vida no se puede fomentar en sólo el amor de uno; hay demasiadas vidas en una, y debe haber complicidad absoluta entre ambos, de lo contrario las cosas no marcharán bien.
- Ea, mujer. Déjalo ya.- repitió malhumorado nuevamente el padre
- Creo que debemos zanjar este asunto, mamá. Sólo deseo olvidarme de todo y pasar estos dos días con vosotros.

Y  lo dieron por terminado, con las reservas de la madre.  Sentados a la mesa, Alexa preguntó por Arnold, y la respuesta ya la conocía.  Se había encerrado en sí mismo, y rechazaba toda reflexión para cambiar las cosas

- Mañana me pasaré por su casa.  Deseo verles.  Si tengo ocasión hablaré con él, como os prometí, aunque no creo que surta efecto. Pero te advierto que no insistiré.  Es una decisión que sólo a él compete, y nadie debe inmiscuirse en sus cosas.  Además está el niño, y aunque apenas conoció a su madre, él la quiere mucho y será difícil ver a otra mujer asumiendo ese papel.  Es un tema muy complicado, y no me extraña que esté remiso.


La costaba coger el sueño.  Estaba nuevamente en su habitación, en la que compartían ambas hermanas. Se volvió hacia el lado de la cama de Ada, que permanecía exactamente igual  que cuando eran  casi unas chiquillas.  Su madre lo prefería así, y así permanecía.  Cuando al fin pudo dormir, lo hizo de una forma intranquila, mezclando imágenes actuales y pasadas. El rostro y la voz de su hermana, se mezclaban con los del niño y de Arnold.  No entendía lo que hablaban, pero sabía que lo hacían porque movían los labios.  Ella se revolvía en la cama, hasta que el rostro sonriente de Ada le decía,  si,  con la cabeza y extendía los brazos hacia ella.  hacia una jovencita con cola de caballo sin cara, sólo la espalda, pero reconocía que era ella misma.  De un respingó se despertó bruscamente jadeando.  Ese sueño la intranquilizaba, pero al mismo tiempo, le agradó volver a ver a su hermana feliz, y aparentemente sana, bonita y confiada como era ella.  Por volver a disfrutar de esa imagen, trató de volver a dormir, para que no se borrara de su imaginación, pero es difícil que un sueño vuelva a repetirse una vez que has despertado, y eso ocurrió: no se pudo dormir, muy al contrario la produjo desvelo y, despierta vio amanecer. Era sábado y el pueblo se dedicaba al ocio, aunque habían pocos sitios para disfrutar del fin de semana.   Decidió dar un paseo para despejar la cabeza después de un sueño perturbador, y antes de acudir a casa de su cuñado.  Lo deseaba y lo temía, al mismo tiempo, por eso decidió dirigirse hacia el rincón preferido por ambas hermanas, en el que su desbordante imaginación infantil les hacía vivir aventuras sólo en su imaginación.  Allí se sentó en un gran tronco de árbol, que recordaba desde siempre, y dejó volar sus recuerdos  Al cabo de un rato, se levantó y encaminó sus pasos hacia el domicilio de Arnold.


Acostumbrado a madrugar, unos golpes en la puerta, le sorprendieron preparando el desayuno.  El niño aún no se había levantado, y él dormía poco y mal, así que prefería levantarse y comenzar la jornada y, al menos, mantenía la mente ocupada.  Abrió y su sorpresa fue grande, cuando ante él estaba Alexa sonriente, sin duda ocultando en la sonrisa el nerviosismo que sentía.  No sabía muy bien por dónde comenzar la conversación. Tenía un encargo que cumplir y buscaba incesantemente las palabras con las que expresar la preocupación que su familia sentía por él y de rechazo por su hijo.

Arnold reflejaba en su rostro la sorpresa y la satisfacción al volver a verla. ¿Había venido sola? Fue lo primero que interiormente se preguntó, pero decidió confirmarlo, y para ello hizo las preguntas sin más rodeos:

- ¡ Estás aquí ! ¿ Has venido tú sola ?
- Si. De repente sentí la necesidad de echar una escapada y aquí estoy. Veo que estás bien.  El  niño  ¿aún duerme ?
-Así es.  Es temprano para él.  Pero pasa.  Estoy haciendo el desayuno ¿ te apuntas?
- ¡ Desde luego ! No lo he hecho aún.  Vengo de darme un paseo haciendo tiempo para que te levantaras.  Hace un día precioso y me apetecía pasear
¿ Cuándo has llegado ?
- Anoche, cuando salí de trabajar
- ¿ Dónde has dejado a Arthur ?
- Está de viaje, y la verdad no sé por dónde andará. - Y no quiso preguntar más, porque el tono con que lo dijo, mostraba que las cosas andaban en la cuerda floja entre ellos.  No podría decir si se alegraba o no.  Si es que sentía amor por ese hombre, lo lamentaba por ella, pero en el fondo se abría una puerta de esperanza para el.  Puso sobre el mostrador de la cocina los cubiertos y unas tazas para dos.

Era una buena ocasión, para, acompañando el desayuno, plantear la misión encomendada.  Él no quiso hablar de eso, y se creó una ocasión algo tensa, cuando, al iniciar la conversación Arnold se dio cuenta de que era por encargo, y eso le disgustó: repetía las mismas palabras que en otras ocasiones sus propios padres y sus suegros le dijeran. Si al menos hubiera sido iniciativa de ella, la cosa sería distinta.  le daría pie a plantear lo que durante días tenía en la cabeza.  Seguiría con su idea  sólo para él.


Después vino una charla de las cosas cotidianas de cada uno de ellos.  Reían, y poco a poco se fueron relajando, y volvieron a ser los cuñados que se llevaban bien.  Inevitablemente Ada, figuraba en la conversación;  era un tema que les unía y no evitaron hablar de ella con toda naturalidad.

El niño se despertó y al ver que su tía estaba allí, corrió a sus brazos contento y feliz.  Se abrazaron riendo, mientras el padre observaba la escena detenidamente.  No se había equivocado:  ella sería la madre ideal para su hijo.  Se querían, se conocían bien y se entendían a la perfección.  Pero...  estaba Arthur y ella no había hablado claramente de cómo andaban, así que guardaría silencio hasta saber más del tema.


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