Antes de regresar, Alexa quiso pasar por el cementerio a despedirse de su hermana. Necesitaba hablar con ella. Estaba muy confundida. Al ver de nuevo a Arnold, lejos de disipar sus dudas, había retrocedido, como si el tiempo no hubiera pasado. Le asustaba un poco que, a pesar de su intimidad con Arthur, no hubiera ganado terreno y Arnold permaneciera anclado en su memoria.
¿ Qué le estaba pasando ? el volver a ver a su cuñada, le había sumergido en un mar de dudas. ¿Sería que siempre había pensado, que, al pasar el duelo, sería ella la que ocupara el lugar de su hermana? Seguía amando a su mujer, pero veía día a día, la afinidad del niño con su tía, y en su cabeza se fue colando lentamente, la posibilidad de que algún día la pidiera casarse con él.
Pero ahora sabía que había otro hombre en su vida con una intimidad existente, por lo tanto habría amor y complicidad entre ellos. Y en el acto, desechó la idea de pedirla casamiento.. Pero esa decisión le causaba desasosiego. Probablemente llevaba demasiado tiempo solo y pensando en ello. Ahora encajaban las piezas. Sin saber porqué, ella dejó de venir los fines de semana. Sólo la veían en días contados: cumpleaños, aniversarios, Navidad, o como ahora aniversario de Ada. Ignorante de los sentimientos que había sentido Alexa por él, recordó las fuertes discusiones entre las hermanas, y lo achacaba al fuerte carácter de la menor. Ada nunca le dijo la verdadera razón, que no era otra, más que el enamoramiento que la jovencita sentía por él, pero que nadie tomó en cuenta, pensando que sería algo de la adolescencia. Rió al recordarlo, pero ni siquiera imaginó que ese enamoramiento perduraba hasta esa fecha.
Y sintió algo parecido a los celos. Ese hombre era el culpable de que ella no les visitase con la misma frecuencia que antes. Y le era difícil imaginar que su cuñada se acostase con él. ¿ Por qué? Siempre la tenía en la memoria como aquella muchacha con cola de caballo, a la que él daba un tironcito cariñoso cuando iba a recoger a su novia, a Ada, y que el manotazo que ella le devolvía, fuera por un arranque de mal humor, y no de un coraje por saber que para él seguía siendo una cria, sin pensar siquiera, que se estaba convirtiendo en una mujer.
Estaba guapísima. Había madurado en todos los sentidos, y se había convertido en una chica preciosa, que en nada tenía que envidiar a su fallecida hermana. Siguió con lo que estaba haciendo, que era diseñar una casa, igual a la que hubiera querido para Ada y para él. Soltó el lápiz y arrugó el boceto. Iba a ser especial, pero para nadie: el diseño lo guardaría junto a los recuerdos de Ada, como si fuera para ella y para nadie más. Se había puesto de mal humor. Esa era una semana crucial en su vida, y a eso culpó del malestar que sentía. Pensaba que su cuñada no volvería por allí en mucho tiempo y cada vez la frecuencia sería más larga, y sus estancias más cortas. Tenía otras ilusiones y alguien más a quién dispensar cuidados y amor, y eso le dolió, aunque comprendía que la vida era algo más que Swindon, que su sobrino y su cuñado. Que no podía seguir siendo la eterna tía y cuñada, a la que recurrir con algún problema doméstico. Había pasado el tiempo y no conseguía remontar la soledad. Su hijo necesitaba a alguien que ocupara el sitio de su madre; la idea de Alexa, había quedado totalmente descartada., En su cabeza, recorría las posibles pretendientes a esposa, y ninguna le satisfacía, a pesar de que las solteras del lugar le consideraban un buen partido. Y mentalmente, fue desechando una a una. Sólo una imagen permanecía fija en su memoria: Alexa.
Y tras despedirse de todos, partieron hacia Gloucestershire. Quién sabe cuando volvería. Pero antes de partir, pasaron por el cementerio- A solas, se había confesado con su hermana, le había contado, que por mucho que lo intentara, no conseguía olvidar a Arnold, y ahora, a su regreso, después de algún tiempo sin volver, se había recrudecido su interés por él. Arthur, mientras tanto la aguardaba en el coche esperando que ella terminase de hablar con Ada.
Quizá fuese por discrepancias en el trabajo, o por su relación personal, mantuvieron una agria discusión con reproches muy duros entre ambos. Y de mutuo acuerdo pensaron que sería mejor tomar distancia en esa extraña relación, ya que a pesar del tiempo transcurrido, los avances en ella eran inexistentes. Alexa, esa noche no acudió al apartamento de Arthur, ni se verían durante el fin de semana. Él estaba apenado, pero reconocía que a pesar de haberla prometido tiempo y paciencia, ésta última se le estaba agotando. Sentía que su relación se apagaba y que no habían avances, mas bien distanciamiento. Necesitaba pensar en qué hacer, y a pesar de que la seguía amando, reconocía que no podían seguir así. Se tomó unas vacaciones y realizó un viaje sin rumbo fijo, pero fuera de la influencia de ella. Alexa no se lo impidió.
Habían pasado algunos meses desde la última vez que había ido a visitar a sus padres, de modo que organizó una escapada para ese fin de semana. Emprendería el viaje el viernes, al salir de la oficina y regresaría el domingo por la noche. Y así lo hizo. Durante el corto viaje pensaba en lo que haría. Sentía una inquietante alegría con sólo pensar que volvería a ver a su familia, a verle a él. No quería reconocer que el verdadero motivo de ese viaje era Arnold. En días atrás había hablado con su madre, y la conversación derivó hacia él:
- Me tiene muy preocupada. No sale, no tiene amigos, no se distrae; sólo con el niño. Hija ¿ no podrías hablar con él ? Es un hombre joven y necesita relacionarse con personas de su misma edad, con chicas. Necesita retomar su vida y volver a formar una familia
- Mamá, eso es algo que debe hacer él. Pero no te preocupes, trataré de hablar con Arnold.
Y esa breve conversación, hizo que revolotearan mariposas en su estómago. Pero ¿ cómo decirle que ella estaba dispuesta a reemplazar a su hermana? Adoraba a su sobrino y probablemente no se opondría a esa relación. Pero faltaba que él quisiera volverse a casar.
¿ Qué le estaba pasando ? el volver a ver a su cuñada, le había sumergido en un mar de dudas. ¿Sería que siempre había pensado, que, al pasar el duelo, sería ella la que ocupara el lugar de su hermana? Seguía amando a su mujer, pero veía día a día, la afinidad del niño con su tía, y en su cabeza se fue colando lentamente, la posibilidad de que algún día la pidiera casarse con él.
Pero ahora sabía que había otro hombre en su vida con una intimidad existente, por lo tanto habría amor y complicidad entre ellos. Y en el acto, desechó la idea de pedirla casamiento.. Pero esa decisión le causaba desasosiego. Probablemente llevaba demasiado tiempo solo y pensando en ello. Ahora encajaban las piezas. Sin saber porqué, ella dejó de venir los fines de semana. Sólo la veían en días contados: cumpleaños, aniversarios, Navidad, o como ahora aniversario de Ada. Ignorante de los sentimientos que había sentido Alexa por él, recordó las fuertes discusiones entre las hermanas, y lo achacaba al fuerte carácter de la menor. Ada nunca le dijo la verdadera razón, que no era otra, más que el enamoramiento que la jovencita sentía por él, pero que nadie tomó en cuenta, pensando que sería algo de la adolescencia. Rió al recordarlo, pero ni siquiera imaginó que ese enamoramiento perduraba hasta esa fecha.
Y sintió algo parecido a los celos. Ese hombre era el culpable de que ella no les visitase con la misma frecuencia que antes. Y le era difícil imaginar que su cuñada se acostase con él. ¿ Por qué? Siempre la tenía en la memoria como aquella muchacha con cola de caballo, a la que él daba un tironcito cariñoso cuando iba a recoger a su novia, a Ada, y que el manotazo que ella le devolvía, fuera por un arranque de mal humor, y no de un coraje por saber que para él seguía siendo una cria, sin pensar siquiera, que se estaba convirtiendo en una mujer.
Estaba guapísima. Había madurado en todos los sentidos, y se había convertido en una chica preciosa, que en nada tenía que envidiar a su fallecida hermana. Siguió con lo que estaba haciendo, que era diseñar una casa, igual a la que hubiera querido para Ada y para él. Soltó el lápiz y arrugó el boceto. Iba a ser especial, pero para nadie: el diseño lo guardaría junto a los recuerdos de Ada, como si fuera para ella y para nadie más. Se había puesto de mal humor. Esa era una semana crucial en su vida, y a eso culpó del malestar que sentía. Pensaba que su cuñada no volvería por allí en mucho tiempo y cada vez la frecuencia sería más larga, y sus estancias más cortas. Tenía otras ilusiones y alguien más a quién dispensar cuidados y amor, y eso le dolió, aunque comprendía que la vida era algo más que Swindon, que su sobrino y su cuñado. Que no podía seguir siendo la eterna tía y cuñada, a la que recurrir con algún problema doméstico. Había pasado el tiempo y no conseguía remontar la soledad. Su hijo necesitaba a alguien que ocupara el sitio de su madre; la idea de Alexa, había quedado totalmente descartada., En su cabeza, recorría las posibles pretendientes a esposa, y ninguna le satisfacía, a pesar de que las solteras del lugar le consideraban un buen partido. Y mentalmente, fue desechando una a una. Sólo una imagen permanecía fija en su memoria: Alexa.
Quizá fuese por discrepancias en el trabajo, o por su relación personal, mantuvieron una agria discusión con reproches muy duros entre ambos. Y de mutuo acuerdo pensaron que sería mejor tomar distancia en esa extraña relación, ya que a pesar del tiempo transcurrido, los avances en ella eran inexistentes. Alexa, esa noche no acudió al apartamento de Arthur, ni se verían durante el fin de semana. Él estaba apenado, pero reconocía que a pesar de haberla prometido tiempo y paciencia, ésta última se le estaba agotando. Sentía que su relación se apagaba y que no habían avances, mas bien distanciamiento. Necesitaba pensar en qué hacer, y a pesar de que la seguía amando, reconocía que no podían seguir así. Se tomó unas vacaciones y realizó un viaje sin rumbo fijo, pero fuera de la influencia de ella. Alexa no se lo impidió.
Habían pasado algunos meses desde la última vez que había ido a visitar a sus padres, de modo que organizó una escapada para ese fin de semana. Emprendería el viaje el viernes, al salir de la oficina y regresaría el domingo por la noche. Y así lo hizo. Durante el corto viaje pensaba en lo que haría. Sentía una inquietante alegría con sólo pensar que volvería a ver a su familia, a verle a él. No quería reconocer que el verdadero motivo de ese viaje era Arnold. En días atrás había hablado con su madre, y la conversación derivó hacia él:
- Me tiene muy preocupada. No sale, no tiene amigos, no se distrae; sólo con el niño. Hija ¿ no podrías hablar con él ? Es un hombre joven y necesita relacionarse con personas de su misma edad, con chicas. Necesita retomar su vida y volver a formar una familia
- Mamá, eso es algo que debe hacer él. Pero no te preocupes, trataré de hablar con Arnold.
Y esa breve conversación, hizo que revolotearan mariposas en su estómago. Pero ¿ cómo decirle que ella estaba dispuesta a reemplazar a su hermana? Adoraba a su sobrino y probablemente no se opondría a esa relación. Pero faltaba que él quisiera volverse a casar.
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