Poco a poco, la vida se impuso, y cada uno de ellos siguió con la rutina habitual: Arnold, volvió a su trabajo; buscaba en ello el olvido para su situación, sin conseguirlo. Alexa, regreso a Gloucestershire. El niño, acudiría al colegio y los padres y suegros de Ada, retomarían poco a poco sus vidas.
Arnold decidió que no podía vivir eternamente con sus suegros, así que volvió a la casa conyugal, pero el vacío y el silencio eran tan grandes, que decidió trabajar más horas de las debidas, al menos mientras el niño estuviera en clase, de forma que comía en el estudio y sólo regresaba a casa para cenar y acostarse. Los días pasaban pero su dolor no se mitigaba.
Alexa dedicaba los fines de semana para ir a Swindon: hacía la compra, ordenaba la casa de su hermana, atendía, en definitiva a la familia de Ada. Arnold ponía voluntad en aprender lo más elemental, porque no era cosa de que los fines de semana su cuñada los dedicara a arreglar su casa, en lugar de estar con sus padres y descansar de su estresante trabajo.
Y así fue pasando el tiempo, y poco a poco, Alexa fue espaciando sus visitas a la familia. Se sentía cansada y abrumada. Todos habían vivido su duelo, pero ella, había fingido estar bien, y necesitaba sacar fuera todo lo que guardaba. Decidió viajar durante las vacaciones veraniegas. No las pasaría ni en su casa ni en la de su familia. Necesitaba distancia, y muy a su pesar tomó esa decisión. Sabía que el más perjudicado sería el niño que se había encariñado mucho con ella; le echaría mucho de menos. Posiblemente le llevara con ella de esta forma, ambos aliviarían la carga que sentían. La última vez que estuvo en Swindon, antes de viajar, se lo propuso a Arnold, y éste aceptó a regañadientes, pues la presencia de su hijo, hacía que olvidara los problemas:
- Tú también deberías tomarte un respiro, Arnold. Ya no puedes hacer nada, y seguro que a Ada no le gustaría nada verte en esta situación
- ¿ Crees que es fácil? Probablemente para ti lo sea, porque no estás en contacto permanente con sus cosas y con su recuerdo... Perdona, he sido muy injusto, es que la echo ¡ tanto de menos !
- Lo sé, lo sé. ¿ Te has planteado mudarte a un apartamento más pequeño ?
- Si, lo he pensado, pero al mismo tiempo... Perdona, no quiero seguir hablando de eso
- Está bien, lo entiendo. La semana próxima, vendré a recoger al niño. No estaremos fuera mucho tiempo, tan sólo unos días, pero creo que le vendrá bien. Afortunadamente los niños tienen esa capacidad. Olvidan pronto.
Y tal y como anunciara, Alexa y Arnold junior, emprendieron su viaje de vacaciones. Por primera vez cuidaría del niño como si fuera suyo propio. Una parte de ella estaba contenta por ello: estaría al cargo de lo más preciado para él, de una parte de él. Era un pobre consuelo, pero no podía hacer otra cosa. Era el único sobrino que tenía , y jamás tendría otro. En recuerdo de su hermana, se prometió amarle y cuidarle con todo su corazón. Sería una manera de seguir amando a su padre.
Fueron unas vacaciones estupendas en la que disfrutaron mucho tía y sobrino, y por unos días olvidaron la triste rutina que les aguardaría al regreso, pero se habían acostumbrado a vivir el momento y no pensar en el mañana. Regresaron al cabo de diez días, y durante ellos. Arnold padre, había pensado en lo que le aconsejara Alexa vendería esa casa y se mudarían a un apartamento más cercano al centro del pueblo. Quería romper con esa etapa de su vida y seguir recordando a su mujer con el dolor justo, pero poco a poco retomar su vida, principalmente por el niño. Deseaba que creciera en un hogar feliz y no lleno de tristes recuerdos, aunque le fuera muy difícil conseguirlo.
Alexa se alegró de su decisión, y por unos breves segundos, su corazón dio un vuelco, pensando en que probablemente él volviera sus ojos hacia ella. El niño no paraba de hablar entusiasmado de lo bien que lo habían pasado y ahora era Alexa, en lugar de tía, como hasta ahora venía en llamarla. El padre la miraba con una luz especial, que ella interpretó equivocadamente, cuando en realidad era agradecimiento por el cuidado de su hijo.
Su ilusión duró poco, al darse cuenta que para nada, Arnold pensaba en reconstruir su vida, y mucho menos junto a ella, que seguía viéndola como a una hermana y no como mujer. El regreso a Gloucestershire fue amargo para Alexa. No podía vivir permanentemente mirando a su cuñado, ni soñar con una posible unión con él. Sabía que precisamente por ser la hermana de Ada, sería poco menos que imposible, que él pensase en ella como en una futura esposa:
- Debo vivir la realidad y dejar de soñar, porque él nunca me verá como esposa, sólo como la hermana de Ada. He de mirar hacia otro lado, y tratar de borrarlo de una vez de mi cabeza. Mirar a quienes están cerca de mi.
Y poco a poco, en su pensamiento apareció la sonrisa franca de Arthur. Sabía lo que sentía por ella, pero habría de tener cuidado de no hacerle concebir falsas esperanzas. Debería ir poco a poco, y con un poco de suerte, quizás olvidara a su cuñado y lograra enamorarse de él. Lo tomaría en cuenta. No podía vivir con el permanente dolor de saberle aún más lejano que cuando vivía su hermana.
Su incorporación al trabajo, fue celebrada por sus compañeros más cercanos. No la esperaban y por eso a Arthur le causó una grata sorpresa. También él había terminado su descanso estival y el volver a ver a la joven dibujó en su rostro una amplia sonrisa.
- ¡ Vaya !, ya estás de nuevo aquí. Te he echado de menos, mucho, quizá más de lo debido - dijo sonriendo mientras la estampaba dos besos en las mejillas
Al sentir el contacto de los labios de él en su cara, hizo que poco a poco, en su cabeza tomase forma el propósito que se había hecho: miraría a su alrededor, a las personas más cercanas a ella, es decir a Arthur.
Arnold decidió que no podía vivir eternamente con sus suegros, así que volvió a la casa conyugal, pero el vacío y el silencio eran tan grandes, que decidió trabajar más horas de las debidas, al menos mientras el niño estuviera en clase, de forma que comía en el estudio y sólo regresaba a casa para cenar y acostarse. Los días pasaban pero su dolor no se mitigaba.
Y así fue pasando el tiempo, y poco a poco, Alexa fue espaciando sus visitas a la familia. Se sentía cansada y abrumada. Todos habían vivido su duelo, pero ella, había fingido estar bien, y necesitaba sacar fuera todo lo que guardaba. Decidió viajar durante las vacaciones veraniegas. No las pasaría ni en su casa ni en la de su familia. Necesitaba distancia, y muy a su pesar tomó esa decisión. Sabía que el más perjudicado sería el niño que se había encariñado mucho con ella; le echaría mucho de menos. Posiblemente le llevara con ella de esta forma, ambos aliviarían la carga que sentían. La última vez que estuvo en Swindon, antes de viajar, se lo propuso a Arnold, y éste aceptó a regañadientes, pues la presencia de su hijo, hacía que olvidara los problemas:
- Tú también deberías tomarte un respiro, Arnold. Ya no puedes hacer nada, y seguro que a Ada no le gustaría nada verte en esta situación
- ¿ Crees que es fácil? Probablemente para ti lo sea, porque no estás en contacto permanente con sus cosas y con su recuerdo... Perdona, he sido muy injusto, es que la echo ¡ tanto de menos !
- Lo sé, lo sé. ¿ Te has planteado mudarte a un apartamento más pequeño ?
- Si, lo he pensado, pero al mismo tiempo... Perdona, no quiero seguir hablando de eso
- Está bien, lo entiendo. La semana próxima, vendré a recoger al niño. No estaremos fuera mucho tiempo, tan sólo unos días, pero creo que le vendrá bien. Afortunadamente los niños tienen esa capacidad. Olvidan pronto.
Fueron unas vacaciones estupendas en la que disfrutaron mucho tía y sobrino, y por unos días olvidaron la triste rutina que les aguardaría al regreso, pero se habían acostumbrado a vivir el momento y no pensar en el mañana. Regresaron al cabo de diez días, y durante ellos. Arnold padre, había pensado en lo que le aconsejara Alexa vendería esa casa y se mudarían a un apartamento más cercano al centro del pueblo. Quería romper con esa etapa de su vida y seguir recordando a su mujer con el dolor justo, pero poco a poco retomar su vida, principalmente por el niño. Deseaba que creciera en un hogar feliz y no lleno de tristes recuerdos, aunque le fuera muy difícil conseguirlo.
Alexa se alegró de su decisión, y por unos breves segundos, su corazón dio un vuelco, pensando en que probablemente él volviera sus ojos hacia ella. El niño no paraba de hablar entusiasmado de lo bien que lo habían pasado y ahora era Alexa, en lugar de tía, como hasta ahora venía en llamarla. El padre la miraba con una luz especial, que ella interpretó equivocadamente, cuando en realidad era agradecimiento por el cuidado de su hijo.
Su ilusión duró poco, al darse cuenta que para nada, Arnold pensaba en reconstruir su vida, y mucho menos junto a ella, que seguía viéndola como a una hermana y no como mujer. El regreso a Gloucestershire fue amargo para Alexa. No podía vivir permanentemente mirando a su cuñado, ni soñar con una posible unión con él. Sabía que precisamente por ser la hermana de Ada, sería poco menos que imposible, que él pensase en ella como en una futura esposa:
- Debo vivir la realidad y dejar de soñar, porque él nunca me verá como esposa, sólo como la hermana de Ada. He de mirar hacia otro lado, y tratar de borrarlo de una vez de mi cabeza. Mirar a quienes están cerca de mi.
Y poco a poco, en su pensamiento apareció la sonrisa franca de Arthur. Sabía lo que sentía por ella, pero habría de tener cuidado de no hacerle concebir falsas esperanzas. Debería ir poco a poco, y con un poco de suerte, quizás olvidara a su cuñado y lograra enamorarse de él. Lo tomaría en cuenta. No podía vivir con el permanente dolor de saberle aún más lejano que cuando vivía su hermana.
Su incorporación al trabajo, fue celebrada por sus compañeros más cercanos. No la esperaban y por eso a Arthur le causó una grata sorpresa. También él había terminado su descanso estival y el volver a ver a la joven dibujó en su rostro una amplia sonrisa.
- ¡ Vaya !, ya estás de nuevo aquí. Te he echado de menos, mucho, quizá más de lo debido - dijo sonriendo mientras la estampaba dos besos en las mejillas
Al sentir el contacto de los labios de él en su cara, hizo que poco a poco, en su cabeza tomase forma el propósito que se había hecho: miraría a su alrededor, a las personas más cercanas a ella, es decir a Arthur.
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