Llegaron enseguida . Michael lo tenía todo preparado. Se había adelantado unos días, y aunque el bebe era de su tiempo, no le gustaba que se precipitara el parto. La instalaron en su habitación y dos enfermeras la prepararon para monitorizarla. Los dolores del parto habían comenzado mientras iban en dirección al hospital, y Anderson, lívido y nervioso, tomaba nota de la frecuencia
Mientras las enfermeras se encargaban de Adela, Michael llamó a Anderson:
— Todo está controlado, Anderson. No me gusta que se haya adelantado, pero no es la primera vez que ocurre. Cuando la monitoricemos comprobaremos que todo va bien,. Quédate tranquilo
— No Michael, no estoy tranquilo. Presiento que por tu expresión algo no va bien ¿ Me equivoco ? Dime la verdad, por favor
— Cuando la reconozca y comprobemos el monitor, te diré cómo anda todo. No me gusta que se haya adelantado, pero te repito, no es infrecuente. Quédate a su lado y disimula la preocupación. Ella necesita ahora todo tu apoyo.
El monitor indicaba que había sufrimiento fetal. Los dolores se habían parado y ella comenzaba a estar más fatigada de lo normal. Anderson miraba intermitentemente a su mujer y al médico, tratando de adivinar lo que estaba ocurriendo. Por fin Michael habló con él:
— Anderson, el niño se ha dado la vuelta y tiene dificultades para nacer. Hay que hacer una cesárea
—¿ Ella está bien ? La encuentro muy agotada
— Lo está, por eso no podemos perder mucho tiempo
— De acuerdo. Haz lo que creas oportuno, pero sálvales .... , a los dos.
— De acuerdo, voy a disponerlo todo rápidamente. No hay tiempo que perder. El bebé está sufriendo y es peligroso. Podríamos perderle
Fue conducida al quirófano. Anderson no le soltaba la mano y la sonreía como si no ocurriera nada que no fuera normal. Adela no hablaba, de vez en cuando cerraba los ojos y cuando los abría, los fijaba en su marido queriendo adivinar lo que sucedía. Transmitiéndole su pensamiento.
Entraron en el quirófano. El anestesista estaba preparado y todo dispuesto. Las enfermeras colocaron la pantalla . Todos estaban en silencio. Sólo la voz de Michael dando instrucciones a sus ayudantes . Ya estaba en marcha el monitor cardiaco, el gotero, y ya estaban aplicándole la anestesia.
— Anderson, no te vayas. No me dejes sola. Te quiero
-—Yo también te quiero cielo, y no me moveré de tu lado
La dio un breve beso en los labios, antes de que Adela se sumergiera en el sueño de la anestesia
— ¿ Cómo va todo ?
Preguntaba Michael. En su voz había preocupación. Cuando el anestesista le dio la indicación, con un corte preciso hizo una incisión en el vientre de Adela. Anderson, lívido, no articulaba palabra. Presentía que no iba todo lo bien que debiera. Agarrado fuertemente a la mano de su mujer, alejaba de su cabeza un mal presagio. No podía ser, no podía ser. Y mentalmente recitaba una letanía pidiéndole a Dios que les ayudara
El médico sacó al niño, que tenía un color azulado, y rápidamente se lo entregó al pediatra que inmediatamente procedió a limpiarle y a reanimarle. Anderson veía la escena como si estuviera viendo una película. No podía ser real, no podía estar ocurriendo. Con los ojos muy abiertos observaba todos los movimientos en silencio. No podía ni hablar, hasta que un llanto fuerte llenó la habitación haciendo que todos sonrieran a un tiempo.
Una enfermera mostró el recién nacido a su padre durante un instante e instintivamente, y a pesar de que ella no le escuchaba, se lo mostró a Adela, que permanecía inconsciente.
Tenía los ojos nublados por la emoción. Abrazó al niño con infinito amor, un amor maravillado ante el milagro de la vida. Pero una voz le volvió a la realidad: " la estamos perdiendo" .
— Anderson tienes que salir — dijo Michael con voz contundente
— No Michael no me voy
— Sal ahora mismo— le ordenó con voz fuerte y rotunda
Una enfermera le tomó del brazo e hizo que saliera del quirófano, e inmediatamente la enfermera, regreso al interior
El monitor cardíaco daba señales de debilidad. La dieron masajes No reaccionaba, entonces decidieron que había que actuar sin pérdida de tiempo, y la inyectaron directa al corazón. Inmediatamente, su corazón volvió a tomar el ritmo normal y todos volvieron a respirar tranquilos.
Cuando hubo pasado el peligro, Michael salió para hablar con Anderson y explicarle lo ocurrido. Cuando le vio salir del quirófano se precipitó hacia el médico. En su rostro se reflejaba la ansiedad y preocupación, el miedo a no saber lo que estaba ocurriendo en esa habitación en donde su mujer estaba en peligro
— Michael ¿ qué ha ocurrido?— preguntó al médico
— Tranquilo Anderson, ya pasó todo— le decía mientras se sentaba en una silla a su lado— Te hice salir porque por un momento creí perderla, pero inmediatamente reaccionó a la inyección que la pusimos. Ahora mis ayudantes la están controlando y atendiendo para trasladarla a la UCI
—¿A la UCI ? ¿ Sigue en peligro ?
—Quiero tenerla en observación durante unas horas, mientras elimina la anestesia. Quiero comprobar que todo está en orden. Podrás verla unos minutos. Si todo va bien, como espero, la trasladaremos a planta no tardando mucho y allí podrás disfrutar de tu mujer y de tu hijo. Por cierto el niño está perfectamente. Ahora podrás verle en el nido. Ha pesado tres kilos y ochocientos gramos
— No se cómo darte las gracias. Mil años que viviera no te agradecería bastante lo que has hecho por mi familia
— Vamos, vamos, es mi trabajo, y es una satisfacción enorme la que sentimos cuando todo sale bien.
Ahora tendrás que disculparme, tengo otro parto. En cuanto tenga un rato libre pasaré a veros.
— Gracias Michael, gracias siempre.
—Es un niño fuerte y precioso. Enhorabuena. Respira tranquilo. El susto ya ha pasado. Cuando terminen de arreglarla, una enfermera te acompañará para que la veas. Sólo podrás estar con ella un máximo de diez minutos. Estará volviendo de la anestesia, así que no te asustes si no te habla o si la encuentras adormilada. Todo está controlado. Dale un beso y vete a casa a descansar y a relajarte. Te avisaremos cuando la pasemos a planta. Y ahora me voy. Hasta luego
Anderson esperó, a penas diez minutos, cuando una enfermera salió en su busca para conducirle hasta la UCI. Fueron los momentos más largos de su vida, pero al fin estaba frente a ella. Estaba adormilada y pálida, y unas ligeras ojeras bordeaban sus ojos. Se acercó despacio y la tomó una mano apretándosela. Besó su frente y no pudo reprimir un callado llanto. Había estado a punto de perderla, y se daba cuenta de lo mucho que significaba para él. Ella lo era todo. Acariciaba suavemente su rostro y ella a veces abría los ojos, aunque su mirada estaba perdida. La susurraba dulces palabras al oído. No sabía si ella las escuchaba, pero necesitaba decirla lo importante que había sido encontrarla y hacerla su esposa.
— Señor, tiene que salir ya. Lo siento
Anderson levantó la cabeza y miró a la enfermera, asintiendo con la cabeza. Cinco minutos, cinco breves minutos para estar con ella. Obedeció inmediatamente, y en ese momento recordó que tenía un hijo y que ni siquiera había ido al nido para verle. Preguntó a la misma enfermera dónde estaba, y se encaminó hacía allí. Tras los cristales miraba buscando a su hijo, y una enfermera sonriente, lo sacó de la cunita y lo acercó hasta la ventana para que pudiera verlo. Era el niño más hermoso y sonrosado que nunca había visto. Tenía la piel morenita como su madre, aunque no sabía muy bien
si ese sería su color natural, o es que lo tenía por estar recién nacido. La pelusilla de su cabello era rojizo como el de él, pero no pudo ver el color de sus ojos porque estaba dormido. Tranquilo y feliz
ajeno a todo lo que podía haber ocurrido al nacer. Se dio cuenta de que unas lágrimas rodaban por sus mejillas. El, el hombre rudo, viajado, y de vuelta de tantas cosas, se emocionaba al ver a su hijo y, un feliz orgullo recorrió su cuerpo estremeciéndole. " Ya somos una familia", se dijo para sí. La enfermera volvió a dejarle en su cuna y Anderson salió a la calle desorientado, y sin saber muy bien dónde ir. Le parecía mentira que todo hubiera ocurrido y que todo hubiera pasado.
Se montó en el coche y antes de ponerlo en marcha decidió que tenía que notificar el nacimiento del niño. Llamó primero a sus suegros. Les contó lo ocurrido y una llorosa Eugenia se lamentaba de no haber estado al lado de su hija
—¡ Dios mío, mi pobre niña !
— No Eugenia, no te lamentes. Todo está bien. Ha sido muy valiente, y tu nieto es una maravilla. Te vas a enamorar de él en cuanto le veas. Ahora llamaré a mi padre y a mi hermano, que no saben nada. Esta noche más tranquilamente os volveré a llamar y hablaré con Álvaro para explicarle todo, porque imagino que querréis saberlo al detalle. De todas formas ¿ cuando venís?
— Por mi, saldría ahora mismo. Pero Álvaro tiene que dejar unos asuntos solucionados, aunque se volverá enseguida. Yo me quedaré más tiempo, si me lo permitís
— ¡ Qué cosas dices ! Eres la madre de mi mujer, la mujer que me acaba de hacer padre ¡ Cómo no voy a permitírtelo! Venís a vuestra casa, siempre que queráis. Siempre seréis bien recibidos. Más tarde os llamo. Yo también necesito recuperarme de tanta emoción
— Cuídate, hijo— le contestó Eugenia
— Luego os llamo. Adiós
A continuación marcó el número de su padre y le comunicó la noticia. El anciano, apenas podía hablar de la emoción.
— Hijo ¿ De verdad me dices que todo está bien?
— Si, papá. Todo ha pasado ya. Te lo explicaré con más detalle luego. Voy a decírselo a Aleck y después iré a verte hasta la hora de volver al hospital
— Bien hijo mío. Haz lo que tengas que hacer
Puso el coche en marcha y se encaminó hacia el Ayuntamiento. Quizá su hermano aún estuviera trabajando. Efectivamente aún no se había marchado y cuando conoció la noticia, ambos hermanos se fundieron en un abrazo, y por primera vez Anderson, al sentir la presión de los brazos de su hermano, supo que se relajaba, que sus músculos crispados, se distendían, y por fin se daba cuenta de lo que significaba esa bolita de carne sonrosada que dormía plácidamente en una cunita no muy lejos de su madre, a la que estuvo a punto de no conocer.
La emoción pudo con él nuevamente cuando sintió el abrazó de Aleck. Le reconfortaba tanto ... Se había sentido perdido en aquellas horribles horas de incertidumbre. Por fin cuando se hubo calmado, Aleck le dijo:
— Venga vamos a tomar un café. Quiero que me lo cuentes todo con detalle
Bajaron a la cafetería del Ayuntamiento y, en una mesa apartada, Anderson relató a su hermano el episodio del parto. Pero necesitaba contarle un capítulo de la vida de Adela que él ignoraba y que despejaría de una vez el silencioso contencioso que guardaba para si
— Quiero que me escuches con atención lo que voy a contarte. Adela me lo contó hace tiempo, cuando al principio de nuestra relación. Es un secreto que solamente lo conocemos ella, su amiga Clara y yo, y por supuesto ahora tu. Te conoció en una boda que celebrabais en El Lago, cuando ella vino a estudiar, con apenas dieciséis años. Le causaste una gran impresión, tanto, que estuvo enamorada de ti, en silencio, hasta que regreso a Escocia. Por ti intervino en tu campaña, pero se mantuvo alejada al casarte con Maureen, y fue el día de tu boda, a mi regreso para asistir a ella, cuando la conocí, y me enamoré. No se si fue un flechazo. Sólo se que buscaba su compañía y conseguimos ser buenos amigos, pero ella no correspondía a mi amor porque aún se acordaba de ti.
—Pasó el tiempo y entonces se dio cuenta de que había alguien que bebía los vientos por ella, y por fin accedió, en un principio, a salir y posteriormente, conseguí conquistarla. Quiero que sepas, que ese episodio está ya olvidado y superado y ahora nos amamos como nunca pensé que pudiera suceder. Pero hoy al verla tan débil, tan agotada, y estando a punto de perderla, me he dado cuenta de que ella es la que me mueve hacer todo y que yo soy su mundo, y ahora el mundo de ambos es nuestro hijo. Siempre ha sido una chica solitaria e introvertida. Luché mucho para que olvidara sus complejos, y lo he conseguido. Espero que dentro de unos días, cuando todo vuelva a la normalidad recobremos nuestro equilibrio, y podamos al fin ser felices.
— No tenía ni idea de este episodio. Me alegro que me lo hayas contado. Se que lo pasaste mal cuando me casé con Maureen y eso nos había separado durante algún tiempo. Hermano, eres generoso y bueno. Sabías el secreto de Adela y nunca diste a demostrar nada.
— Espero que al conocerlo, no te cree ninguna violencia, porque no lo he hecho con esa intención. He pasado horas muy difíciles y pensé, mientras esperaba delante del quirófano, que si todo salía bien, pasaría página definitivamente de todo lo ocurrido hasta este día. Para ello tenía que hacer un examen de conciencia y tú me faltabas en él. Y ahora me voy. Quiero ir a casa a contarle a papá todo y después volveré al hospital en cuanto me avisen
— Ve con cuidado por la carretera, y gracias por ser tan buen hermano como eres.
Se abrazaron nuevamente y Anderson salió del edificio aliviado por la confesión hecha a su hermano.
Creía que debía saberlo, y se había quitado un peso de encima. Más conforme y tranquilo , puso el coche en marcha rumbo a la casa de su padre. Cuando llegó, encontró al anciano impaciente por conocer todo lo acontecido. Detalló minuciosamente toda la sucesión de lo vivido durante esas horas. Al concluir su relato, el padre estaba disgustado, pero más tranquilo
— Dime ¿ Ella está bien? ¿ Cómo es el bebe?
— Cuando salí del hospital, aún no había vuelto completamente de la anestesia, pero del incidente surgido en el quirófano, estaba recuperada. Y el bebe es lo más bonito, lo más precioso, y lo más grande que he vivido nunca
— Bueno, bueno— dijo el padre riendo— Veo que estás entusiasmado. Deseo ir a verles cuanto antes
— Te prometo que mañana vendré a buscarte y te llevaré a que le conozcas. Hemos hecho un trabajo espléndido
Mientras las enfermeras se encargaban de Adela, Michael llamó a Anderson:
— Todo está controlado, Anderson. No me gusta que se haya adelantado, pero no es la primera vez que ocurre. Cuando la monitoricemos comprobaremos que todo va bien,. Quédate tranquilo
— No Michael, no estoy tranquilo. Presiento que por tu expresión algo no va bien ¿ Me equivoco ? Dime la verdad, por favor
— Cuando la reconozca y comprobemos el monitor, te diré cómo anda todo. No me gusta que se haya adelantado, pero te repito, no es infrecuente. Quédate a su lado y disimula la preocupación. Ella necesita ahora todo tu apoyo.
El monitor indicaba que había sufrimiento fetal. Los dolores se habían parado y ella comenzaba a estar más fatigada de lo normal. Anderson miraba intermitentemente a su mujer y al médico, tratando de adivinar lo que estaba ocurriendo. Por fin Michael habló con él:
—¿ Ella está bien ? La encuentro muy agotada
— Lo está, por eso no podemos perder mucho tiempo
— De acuerdo. Haz lo que creas oportuno, pero sálvales .... , a los dos.
— De acuerdo, voy a disponerlo todo rápidamente. No hay tiempo que perder. El bebé está sufriendo y es peligroso. Podríamos perderle
Fue conducida al quirófano. Anderson no le soltaba la mano y la sonreía como si no ocurriera nada que no fuera normal. Adela no hablaba, de vez en cuando cerraba los ojos y cuando los abría, los fijaba en su marido queriendo adivinar lo que sucedía. Transmitiéndole su pensamiento.
— Anderson, no te vayas. No me dejes sola. Te quiero
-—Yo también te quiero cielo, y no me moveré de tu lado
La dio un breve beso en los labios, antes de que Adela se sumergiera en el sueño de la anestesia
— ¿ Cómo va todo ?
Preguntaba Michael. En su voz había preocupación. Cuando el anestesista le dio la indicación, con un corte preciso hizo una incisión en el vientre de Adela. Anderson, lívido, no articulaba palabra. Presentía que no iba todo lo bien que debiera. Agarrado fuertemente a la mano de su mujer, alejaba de su cabeza un mal presagio. No podía ser, no podía ser. Y mentalmente recitaba una letanía pidiéndole a Dios que les ayudara
El médico sacó al niño, que tenía un color azulado, y rápidamente se lo entregó al pediatra que inmediatamente procedió a limpiarle y a reanimarle. Anderson veía la escena como si estuviera viendo una película. No podía ser real, no podía estar ocurriendo. Con los ojos muy abiertos observaba todos los movimientos en silencio. No podía ni hablar, hasta que un llanto fuerte llenó la habitación haciendo que todos sonrieran a un tiempo.
Tenía los ojos nublados por la emoción. Abrazó al niño con infinito amor, un amor maravillado ante el milagro de la vida. Pero una voz le volvió a la realidad: " la estamos perdiendo" .
— Anderson tienes que salir — dijo Michael con voz contundente
— No Michael no me voy
— Sal ahora mismo— le ordenó con voz fuerte y rotunda
Una enfermera le tomó del brazo e hizo que saliera del quirófano, e inmediatamente la enfermera, regreso al interior
El monitor cardíaco daba señales de debilidad. La dieron masajes No reaccionaba, entonces decidieron que había que actuar sin pérdida de tiempo, y la inyectaron directa al corazón. Inmediatamente, su corazón volvió a tomar el ritmo normal y todos volvieron a respirar tranquilos.
Cuando hubo pasado el peligro, Michael salió para hablar con Anderson y explicarle lo ocurrido. Cuando le vio salir del quirófano se precipitó hacia el médico. En su rostro se reflejaba la ansiedad y preocupación, el miedo a no saber lo que estaba ocurriendo en esa habitación en donde su mujer estaba en peligro
— Michael ¿ qué ha ocurrido?— preguntó al médico
— Tranquilo Anderson, ya pasó todo— le decía mientras se sentaba en una silla a su lado— Te hice salir porque por un momento creí perderla, pero inmediatamente reaccionó a la inyección que la pusimos. Ahora mis ayudantes la están controlando y atendiendo para trasladarla a la UCI
—¿A la UCI ? ¿ Sigue en peligro ?
—Quiero tenerla en observación durante unas horas, mientras elimina la anestesia. Quiero comprobar que todo está en orden. Podrás verla unos minutos. Si todo va bien, como espero, la trasladaremos a planta no tardando mucho y allí podrás disfrutar de tu mujer y de tu hijo. Por cierto el niño está perfectamente. Ahora podrás verle en el nido. Ha pesado tres kilos y ochocientos gramos
— No se cómo darte las gracias. Mil años que viviera no te agradecería bastante lo que has hecho por mi familia
Ahora tendrás que disculparme, tengo otro parto. En cuanto tenga un rato libre pasaré a veros.
— Gracias Michael, gracias siempre.
—Es un niño fuerte y precioso. Enhorabuena. Respira tranquilo. El susto ya ha pasado. Cuando terminen de arreglarla, una enfermera te acompañará para que la veas. Sólo podrás estar con ella un máximo de diez minutos. Estará volviendo de la anestesia, así que no te asustes si no te habla o si la encuentras adormilada. Todo está controlado. Dale un beso y vete a casa a descansar y a relajarte. Te avisaremos cuando la pasemos a planta. Y ahora me voy. Hasta luego
Anderson esperó, a penas diez minutos, cuando una enfermera salió en su busca para conducirle hasta la UCI. Fueron los momentos más largos de su vida, pero al fin estaba frente a ella. Estaba adormilada y pálida, y unas ligeras ojeras bordeaban sus ojos. Se acercó despacio y la tomó una mano apretándosela. Besó su frente y no pudo reprimir un callado llanto. Había estado a punto de perderla, y se daba cuenta de lo mucho que significaba para él. Ella lo era todo. Acariciaba suavemente su rostro y ella a veces abría los ojos, aunque su mirada estaba perdida. La susurraba dulces palabras al oído. No sabía si ella las escuchaba, pero necesitaba decirla lo importante que había sido encontrarla y hacerla su esposa.
— Señor, tiene que salir ya. Lo siento
Anderson levantó la cabeza y miró a la enfermera, asintiendo con la cabeza. Cinco minutos, cinco breves minutos para estar con ella. Obedeció inmediatamente, y en ese momento recordó que tenía un hijo y que ni siquiera había ido al nido para verle. Preguntó a la misma enfermera dónde estaba, y se encaminó hacía allí. Tras los cristales miraba buscando a su hijo, y una enfermera sonriente, lo sacó de la cunita y lo acercó hasta la ventana para que pudiera verlo. Era el niño más hermoso y sonrosado que nunca había visto. Tenía la piel morenita como su madre, aunque no sabía muy bien
si ese sería su color natural, o es que lo tenía por estar recién nacido. La pelusilla de su cabello era rojizo como el de él, pero no pudo ver el color de sus ojos porque estaba dormido. Tranquilo y feliz
ajeno a todo lo que podía haber ocurrido al nacer. Se dio cuenta de que unas lágrimas rodaban por sus mejillas. El, el hombre rudo, viajado, y de vuelta de tantas cosas, se emocionaba al ver a su hijo y, un feliz orgullo recorrió su cuerpo estremeciéndole. " Ya somos una familia", se dijo para sí. La enfermera volvió a dejarle en su cuna y Anderson salió a la calle desorientado, y sin saber muy bien dónde ir. Le parecía mentira que todo hubiera ocurrido y que todo hubiera pasado.
Se montó en el coche y antes de ponerlo en marcha decidió que tenía que notificar el nacimiento del niño. Llamó primero a sus suegros. Les contó lo ocurrido y una llorosa Eugenia se lamentaba de no haber estado al lado de su hija
— No Eugenia, no te lamentes. Todo está bien. Ha sido muy valiente, y tu nieto es una maravilla. Te vas a enamorar de él en cuanto le veas. Ahora llamaré a mi padre y a mi hermano, que no saben nada. Esta noche más tranquilamente os volveré a llamar y hablaré con Álvaro para explicarle todo, porque imagino que querréis saberlo al detalle. De todas formas ¿ cuando venís?
— Por mi, saldría ahora mismo. Pero Álvaro tiene que dejar unos asuntos solucionados, aunque se volverá enseguida. Yo me quedaré más tiempo, si me lo permitís
— ¡ Qué cosas dices ! Eres la madre de mi mujer, la mujer que me acaba de hacer padre ¡ Cómo no voy a permitírtelo! Venís a vuestra casa, siempre que queráis. Siempre seréis bien recibidos. Más tarde os llamo. Yo también necesito recuperarme de tanta emoción
— Cuídate, hijo— le contestó Eugenia
— Luego os llamo. Adiós
A continuación marcó el número de su padre y le comunicó la noticia. El anciano, apenas podía hablar de la emoción.
— Hijo ¿ De verdad me dices que todo está bien?
— Si, papá. Todo ha pasado ya. Te lo explicaré con más detalle luego. Voy a decírselo a Aleck y después iré a verte hasta la hora de volver al hospital
— Bien hijo mío. Haz lo que tengas que hacer
La emoción pudo con él nuevamente cuando sintió el abrazó de Aleck. Le reconfortaba tanto ... Se había sentido perdido en aquellas horribles horas de incertidumbre. Por fin cuando se hubo calmado, Aleck le dijo:
— Venga vamos a tomar un café. Quiero que me lo cuentes todo con detalle
Bajaron a la cafetería del Ayuntamiento y, en una mesa apartada, Anderson relató a su hermano el episodio del parto. Pero necesitaba contarle un capítulo de la vida de Adela que él ignoraba y que despejaría de una vez el silencioso contencioso que guardaba para si
— Quiero que me escuches con atención lo que voy a contarte. Adela me lo contó hace tiempo, cuando al principio de nuestra relación. Es un secreto que solamente lo conocemos ella, su amiga Clara y yo, y por supuesto ahora tu. Te conoció en una boda que celebrabais en El Lago, cuando ella vino a estudiar, con apenas dieciséis años. Le causaste una gran impresión, tanto, que estuvo enamorada de ti, en silencio, hasta que regreso a Escocia. Por ti intervino en tu campaña, pero se mantuvo alejada al casarte con Maureen, y fue el día de tu boda, a mi regreso para asistir a ella, cuando la conocí, y me enamoré. No se si fue un flechazo. Sólo se que buscaba su compañía y conseguimos ser buenos amigos, pero ella no correspondía a mi amor porque aún se acordaba de ti.
—Pasó el tiempo y entonces se dio cuenta de que había alguien que bebía los vientos por ella, y por fin accedió, en un principio, a salir y posteriormente, conseguí conquistarla. Quiero que sepas, que ese episodio está ya olvidado y superado y ahora nos amamos como nunca pensé que pudiera suceder. Pero hoy al verla tan débil, tan agotada, y estando a punto de perderla, me he dado cuenta de que ella es la que me mueve hacer todo y que yo soy su mundo, y ahora el mundo de ambos es nuestro hijo. Siempre ha sido una chica solitaria e introvertida. Luché mucho para que olvidara sus complejos, y lo he conseguido. Espero que dentro de unos días, cuando todo vuelva a la normalidad recobremos nuestro equilibrio, y podamos al fin ser felices.
— No tenía ni idea de este episodio. Me alegro que me lo hayas contado. Se que lo pasaste mal cuando me casé con Maureen y eso nos había separado durante algún tiempo. Hermano, eres generoso y bueno. Sabías el secreto de Adela y nunca diste a demostrar nada.
— Ve con cuidado por la carretera, y gracias por ser tan buen hermano como eres.
Se abrazaron nuevamente y Anderson salió del edificio aliviado por la confesión hecha a su hermano.
Creía que debía saberlo, y se había quitado un peso de encima. Más conforme y tranquilo , puso el coche en marcha rumbo a la casa de su padre. Cuando llegó, encontró al anciano impaciente por conocer todo lo acontecido. Detalló minuciosamente toda la sucesión de lo vivido durante esas horas. Al concluir su relato, el padre estaba disgustado, pero más tranquilo
— Dime ¿ Ella está bien? ¿ Cómo es el bebe?
— Cuando salí del hospital, aún no había vuelto completamente de la anestesia, pero del incidente surgido en el quirófano, estaba recuperada. Y el bebe es lo más bonito, lo más precioso, y lo más grande que he vivido nunca
— Bueno, bueno— dijo el padre riendo— Veo que estás entusiasmado. Deseo ir a verles cuanto antes
— Te prometo que mañana vendré a buscarte y te llevaré a que le conozcas. Hemos hecho un trabajo espléndido
Por primera vez en muchas horas, Anderson fue capaz de reír.
Su móvil sonó. La voz algo impersonal de una enfermera, le anunció que Adela ya estaba en planta con su hijito al lado y perfectamente
— Gracias por avisarme. Voy para allá inmediatamente—fue lo que respondió Anderson
— Papá tengo que irme. Es del hospital. Ya está en la habitación. Estoy impaciente por verles. El niño está con ella
— Bien, hijo. Pero ve con cuidado. Y llámame cuando les veas y me dices cómo están
-—Así lo haré, papa.
Y salió corriendo impaciente por estar al lado de su mujer y su hijo. Estaba nervioso, pero no por preocupación, muy al contrario, alegre y contento por poder abrazarles. Una enfermera le acompañó hasta la habitación que ocupaba Adela. Abrió la puerta sigilosamente, por si ella estaba dormida. Adela estaba despierta y tenía al bebe en los brazos. Se paró un momento para contemplar la imagen que se mostraba ante sus ojos: ella lloraba de emoción mientras acariciaba la pequeña cabecita. Levantó la vista y entonces comprobó que Anderson la miraba emocionado
— Andy... Es nuestro pequeño
—Mi amor
Su móvil sonó. La voz algo impersonal de una enfermera, le anunció que Adela ya estaba en planta con su hijito al lado y perfectamente
— Gracias por avisarme. Voy para allá inmediatamente—fue lo que respondió Anderson
— Papá tengo que irme. Es del hospital. Ya está en la habitación. Estoy impaciente por verles. El niño está con ella
— Bien, hijo. Pero ve con cuidado. Y llámame cuando les veas y me dices cómo están
-—Así lo haré, papa.
Y salió corriendo impaciente por estar al lado de su mujer y su hijo. Estaba nervioso, pero no por preocupación, muy al contrario, alegre y contento por poder abrazarles. Una enfermera le acompañó hasta la habitación que ocupaba Adela. Abrió la puerta sigilosamente, por si ella estaba dormida. Adela estaba despierta y tenía al bebe en los brazos. Se paró un momento para contemplar la imagen que se mostraba ante sus ojos: ella lloraba de emoción mientras acariciaba la pequeña cabecita. Levantó la vista y entonces comprobó que Anderson la miraba emocionado
—Mi amor
Y corrió a su lado abarcando con su abrazo a la madre y al hijo. A su familia
Besaba una y otra vez el rostro de ella y, juntando en la caricia, las lágrimas de ambos
— Dely, Dely... Me has dado el hijo más precioso que un hombre deseara tener
— Anderson, mi vida. Nunca hasta ahora me había dado cuenta de lo importante que eres para mi. Cuando pensaba en el quirófano que no viviría, mi único pensamiento era para ti. Mentalmente, antes de perder la consciencia te pedía que fueras fuerte para criar a este pequeño. Creí que no llegaría a conocerle, que no te vería nunca más.
—Calla, calla, por favor. Olvídalo. Piensa sólo en nuestro pequeñín. ¡Es tan bonito! Estoy muy orgulloso de ti. De ambos. Nunca creí que llegaría a quererte tanto, a necesitarte tanto. Creí que no era posible quererte más, pero cuando te vi cómo luchabas por traer a nuestro hijo al mundo, supe lo importante que has sido y eres en mi vida.
Un suave beso fue el broche final, de aquella declaración mutua, mientras el bebe dormía plácidamente sobre el vientre de su madre, protegido por el amor de ellos.
Besaba una y otra vez el rostro de ella y, juntando en la caricia, las lágrimas de ambos
— Dely, Dely... Me has dado el hijo más precioso que un hombre deseara tener
— Anderson, mi vida. Nunca hasta ahora me había dado cuenta de lo importante que eres para mi. Cuando pensaba en el quirófano que no viviría, mi único pensamiento era para ti. Mentalmente, antes de perder la consciencia te pedía que fueras fuerte para criar a este pequeño. Creí que no llegaría a conocerle, que no te vería nunca más.
—Calla, calla, por favor. Olvídalo. Piensa sólo en nuestro pequeñín. ¡Es tan bonito! Estoy muy orgulloso de ti. De ambos. Nunca creí que llegaría a quererte tanto, a necesitarte tanto. Creí que no era posible quererte más, pero cuando te vi cómo luchabas por traer a nuestro hijo al mundo, supe lo importante que has sido y eres en mi vida.
Un suave beso fue el broche final, de aquella declaración mutua, mientras el bebe dormía plácidamente sobre el vientre de su madre, protegido por el amor de ellos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario