sábado, 11 de marzo de 2017

Edelweiss Capítulo 6 - Tuya. Tuyo

Los días fueron pasando lentos y monótonos para Cinthia. De no ser por alguna reunión, no se veían a penas, ni tampoco hablaban. Él no había vuelto a bajar a la cafetería. Esta situación la intranquilizaba, la tenía confundida. La noche aquella, habían quedado como amigos, como algo que pasó hace tiempo  debido a la poca edad que ambos tenían. Quizá para Alistair si fuera así pero no para ella, que cada vez se sentía más incómoda. Hasta pensaba en buscar otro trabajo, que al menos, no le alterara tanto la tensión que mantenía en la oficina.  Nadie había notado nada, porque tampoco dieron ocasión para ello.



— Supongo que a ella le pasaría lo mismo que a mi.  Vivíamos en completa tensión.  Yo no sabía cómo comportarme respecto a ella:  Mi atracción había subido a raíz de saber que ella ,en otro tiempo, me robaba el sueño. Y ahora me inquietaba; desconocía si es que se avivaba la llama de lo que sentí por ella, o es que me había vuelto a enamorar.

  Tenía que hacer grandes esfuerzos por evitar el hablarle, pero lo que no deseaba es que  se sintiera violentada por mi actitud.  Pensé que lo mejor sería mostrar indiferencia, como si me hubiese olvidado del tema, aunque distase mucho de ser verdad.

 Los fines de semana se sucedían uno tras otro, y la situación no variaba. Más de una vez estuvo a punto de levantar el teléfono para pedirla salir a cualquier parte, sólo con el simple hecho de estar juntos, pero se arrepentía en el acto.

  Un  día se decidió, no a llamarla, sino a personarse en su casa.  Así lo hizo, ante su sorpresa y la de su patrona, que ni por lo más remoto esperarían su  visita.

— ¿ A qué has venido ? — me preguntó nerviosa

— He venido a invitarte.  Tenemos por medio una cita ¿ recuerdas?  Íbamos a cenar aquella noche y lo suspendiste, bien,  me ha parecido que ha pasado el tiempo suficiente para reponernos de la sorpresa.  ¿Deseas cenar conmigo esta noche ?

 Ella se quedó unos instantes sorprendida y muda, pero al final aceptó, con gran alegría por parte de él.  Se arregló en un momento.  Nunca la había visto más bonita en su vida No por tardar poco en hacerlo,  había descuidado su aspecto, ni mucho menos; se había maquillado ligeramente, y se había peinado con esmero.  Lucía un bonito vestido color añil que la favorecía muchísimo.  Recordaba que cuando estuvo delante, se quedó sin habla. Siempre había sido una chica muy guapa, aún a la edad en que la conoció:  el comienzo de la adolescencia y no ser la más favorecedora para las chicas, pero ella lucía preciosa. Bien, había dejado atrás la adolescencia y se había convertido en una joven hermosa o al menos a él se lo parecía.  Y es que de nuevo sentía la atracción de tiempo atrás, sólo que ahora sabía cómo era y conocía el terreno que pisaba .


 Fueron a un elegante restaurante; quería obsequiarla con lo mejor.  Durante la cena charlaron de los viejos tiempos y de las casualidades que la vida proporciona, es decir volver a verse con motivo de un gesto tan insignificante como era apretar un botón en un ascensor.  Sonrió al mencionarlo, y con esa sonrisa, su rostro se iluminó.  se la quedó mirando y no tenía duda, por segunda vez se había  enamorado locamente de esta mujer. 

 ¿Cómo decírselo sin que saliera corriendo espantada? Si ella sentía lo mismo por él, y estaba convencido de que así era, lo entendería.  No se pueden poner puertas al campo, y los sentimientos son los que son, y no puedes prever cuando debes enamorarte y cuando no.  Estaba demostrado que por algo, el destino les había reunido, y eso era que debían estar juntos.  Debía hablar con ella y confesarle su amor . 

— ¿ Te apetece ir a algún sitio ?

—No.  Creo que debo irme a casa

— ¿ Por qué ? Mañana no trabajamos, no hay que madrugar.  ¿Acaso no estás a gusto conmigo?

 Ella dejó de sonreír y le miró fijamente  Cuando respondió, confirmó todas las sospechas: ella sentía por él, lo mismo que él por ella

— Sabes de sobra que si, pero... No quiero

—¿ Qué es lo que no quieres? Yo deseo estar contigo, tú también. Entonces ¿Dónde está el problema?  Te propongo que vayamos a un lugar tranquilo en el que podamos charlar, y hasta bailar si nos apetece.  Con una música suave, dulce, sin estridencias ¿ Quieres?

Dudó durante unos instantes que para él fueron eternos

— De acuerdo.  Tienes razón; mañana no hay que madrugar

 Fuimos a un lugar en el que ya estuve otras veces, pero que esta vez sería diferente. Sentados en una mesa, y con las luces semi en penumbra, era un ambiente adecuado para plantear lo que tenía en mente.  La quería y deseaba que estuviéramos juntos, que tuviéramos una relación, sin tantos prejuicios.  Después de unos sorbos de champán, quise bailar con ella, y así lo hicimos.
Todo invitaba al romance: las luces, la música y su perfume que me embriagaba. La tenía cerca, muy cerca.  Su cabello rozaba mi cara y aproximé su cuerpo al mío y abracé su mano, al tiempo que depositaba un beso en su mejilla.

 Ella cerró los ojos y no me rechazó, al contrario volvió su cara, lo que yo aproveché para besarla en los labios.

  Sentí un latigazo al posar los míos sobre los de ella, e intensifiqué mi beso.  Nos miramos a los ojos, y nos dijimos todo lo que nuestras bocas no se atrevían a pronunciar. La tomé del brazo y la dije escuetamente:

— Vayámonos

-—Creí que deseabas bailar

— Lo deseaba y lo deseo, pero también deseo estar contigo, así que si me das permiso voy a hacerte el amor.

— ¿ Cómo dices ?

— Lo has oído perfectamente. Has debido notar que mi beso no ha sido el de amigo, sino algo más intenso y es que estoy enamorado de ti.  Me ha vuelto a ocurrir, o no sé si has despertado lo que creí dormido y olvidado, pero deseo estar contigo más que cualquier otra cosa en el mundo. Dime que si, por favor, di que consientes en ello.

— Pero... ¿Adónde vamos a ir?

— ¿Quieres en mi casa? ¿Prefieres un hotel ? Dime lo que deseas

— Creo que será mejor un hotel

— De acuerdo

 Llamé al camarero aboné la cuenta y salimos rumbo al hotel.  No podría creerme lo que acababa de ocurrir  ¡Había consentido en acostarnos juntos!.  Estaba impaciente y deseoso de ella, pero no era puro deseo por el placer, era que íbamos a estar juntos y compartir algo tan íntimo como es el sexo. 

 La deseaba con todas mis fuerzas, y ella al parecer sentía lo mismo. Subimos al coche y pusimos rumbo a la aventura más extraña y maravillosa que nunca imaginé  Y llegamos al hotel.  No era el que habitualmente frecuento con mis conquistas, quería que fuese único, sólo para ella, para nuestra primera vez.  En Recepción tuve que rellenar el folleto, y al preguntar el recepcionista por los nombres, sin a penas pensarlo dije:

— Señora y señor McPherson de Gloucester

Miré de reojo y vi su cara de asombro, pero en realidad  era lo que deseaba: casarme con ella.  El empleado siguió con su cuestionario

—¿De cuántos días será su estancia ?

— El fin de semana

—¿ No han traído equipaje?

—No, ha sido algo rápido. Compraré lo que necesitemos— respondí, al tiempo que me di cuenta de la sonrisa del empleado del hotel.

Al quedarnos a solas me dijo , entre enfadada y extrañada

—¿Por qué has dicho señores McPherson?

— Porque es lo que seremos no tardando mucho

— ¿Eres consciente de que no se lo ha tragado?.  Y a mi me has hecho pasar una vergüenza horrible

-—¿Crees que a él le importa? Están acostumbrados. Créeme no somos los primeros ni tampoco los últimos

— Pero podías haberme consultado antes. ¡Y el fin de semana !

 Quizá tenia razón, pero era tanta mi impaciencia que no quería  arriesgarme a explicárselo  antes y que ella dijera que no. Estaba excitadísimo y a duras penas podía controlarme; y debía hacerlo. Me daba cuenta de la dependencia que yo sólo me había creado respecto a Cinthia ¿Sentiría ella lo mismo ?  Parecía muy serena, incluso hasta fría.  No me importaba, yo sería capaz de derretir el hielo y hacerla entrar en mi terreno.  Pero no quería algo convencional que hubiera hecho con anterioridad, sino distinto, especial con ella. Y no me daba cuenta que por ella iba a ser especial por si mismo.

  Y para derretir el hielo comencé por ofrecerle una copa de champán, que a penas probamos.  Nos miramos a los ojos, y después todo fue mecánico; la colmaba de caricias y besos dulces y poco a poco ella se me fue entregando sin reservas, y yo a ella total y absolutamente rendido a sus palabras de amor y a sus besos ardientes. 

Mis manos recorrían su cuerpo, y las de ella mi espalda clavándome las uñas en ella, o agarrando mi cabeza tirándome del pelo. Retorciendo , agarrando, fuertemente la sábana. Palabras incongruentes salían de nuestras gargantas, y la pasión encendida se hacía cada vez más intensa. Nunca había experimentado un placer semejante al estar con una mujer.
 No era un monje y, tenía bastante experiencia en conocer "los secretos" del cuerpo de una mujer, Pero a eso se añadía un recuerdo lejano, pero vivo ahora. La ausencia de tanto tiempo y, recobrado en ese instante, en ese momento, recobrando a ella, a ese amor incipiente de juventud. La tenía entre mis brazos besándola insistentemente y ella suspiraba con los ojos cerrados, como aspirando la pasión que recibía de mi. Nuestras manos fuertemente enlazadas por encima de nuestras cabezas para no romper  la unión que estábamos viviendo.
No éramos dos inocentes adolescentes que se conformaron con un beso en los labios; nuestro primer beso. Ahora éramos libres y adultos; nada se interponía en nuestro camino, tan sólo amarnos desesperadamente para recobrar el tiempo perdido.

 La entrega fue total y absoluta por parte de ambos. Ya éramos un sólo cuerpo, un sólo alma, un sólo pensamiento que no fuera el de amarnos intensamente aquella noche y la siguiente.  Éramos como si el tiempo hubiera retrocedido y fuésemos adolescentes de nuevo, sólo que entonces nada más besé sus labios por primera vez, y en esta ocasión la había hecho mía y para ella yo era suyo, sin cortapisas, a cuerpo descubierto, sin nada que nos lo impidiese.  Sólo contaba el amor y el deseo de ser uno del otro



 Mientras entraba en el baño, aproveché y pedí al servicio de habitaciones un copioso desayuno. Íbamos a pasar todo el día juntos, en aquella habitación.  Ni siquiera saldríamos para comer. Tal era el deseo ardiente de estar con ella , de estar juntos. Probablemente tratando de recobrar los años perdidos. Nuestra primera noche había sido enloquecedora y deseaba repetirla una y otra vez, y otra, y otra.


RESERVADOS DERECHOS DE AUTOR / COPYRIGHT
Autora< rosaf9494quer
Edición < Marzo 2017
Ilustraciones < Internet < Jamie Dornan < Dakota Johnson

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