Quiso llamar a su hija con el nombre de Lissa Mary. Por suerte, pudo mantener su trabajo como sirvienta, pero sólo por medio día. Con el otro medio asistía por horas en casas distintas. Tuvo que llevar a Lissa Mary a una guardería, a pesar de ser recién nacida y dolerla el alma, al tener que dejarla tan pequeña al cuidado de unas manos extrañas, que la mimaban, pero no eran las de ella. No tenía otra solución; los gastos de la niña no le daban otra opción. Iría tirando de los pocos ahorros que tenía,. Ella ahorraría su cena y por almuerzo un bocadillo. Mientras tanto buscaba otro empleo en el que ganara más, pero al ser la niña de tan corta edad, le sería difícil. Se arreglaría con lo que obtuviera, de momento. Había pasado el tiempo desde que dejara Londres, pero el recuerdo de Alistair, no le había abandonado nunca, y mucho menos cada vez que miraba a su hija, que iba pareciéndose más al padre.
Un día necesitó usar su tarjeta de crédito, al quedarse sin efectivo hasta que alguna de las señoras le abonara su servicio. Tenía que comprar comida para la niña y para ella, Acudió a un supermercado que estaba cerca de su domicilio ; no contaba con el suficiente efectivo, por tanto decidió pagar con su Visa.
Alistair, no cejaba en seguir la búsqueda, cada vez más desesperado. Había pasado mucho tiempo, y seguía sin saber nada de ella. Apremiaba a los detectives, cuyo gabinete al completo, estaba dedicado en exclusiva a la búsqueda de Cynthia. Pero cuando encontraban alguna pista, tenían que desecharla, ya que no correspondía a ella. Insistía a los investigadores de que no dejaran de buscar, costase lo que costase. En algún sitio estaría y él la encontraría. Disponía de un equipo de seis detectives repartidos por distintos países, ya que en su carta le anunciaba que no viviría en Inglaterra. Y por fin una mañana la agencia se puso en contacto con él
— Señor McPherson, no sé si esto resultará, pero creo que hemos encontrado algo — le dijo el detective.
Alistair, no cejaba en seguir la búsqueda, cada vez más desesperado. Había pasado mucho tiempo, y seguía sin saber nada de ella. Apremiaba a los detectives, cuyo gabinete al completo, estaba dedicado en exclusiva a la búsqueda de Cynthia. Pero cuando encontraban alguna pista, tenían que desecharla, ya que no correspondía a ella. Insistía a los investigadores de que no dejaran de buscar, costase lo que costase. En algún sitio estaría y él la encontraría. Disponía de un equipo de seis detectives repartidos por distintos países, ya que en su carta le anunciaba que no viviría en Inglaterra. Y por fin una mañana la agencia se puso en contacto con él
— Señor McPherson, no sé si esto resultará, pero creo que hemos encontrado algo — le dijo el detective.
— ¡Por fin!
—No se haga muchas ilusiones. Es una pista muy débil, pero quizá resulte
— Bien, bien. Dígame ¿Qué han encontrado?
—Ha sido una tarjeta de crédito, cuyos números coinciden con los facilitados por el banco que usted nos dio, y es de hace unas semanas. No sabemos aún el nombre, así que pudiera ser una tarjeta robada, es de una sucursal en Belfast. Me pondré en contacto con el director del banco a ver si puede facilitarnos más datos
— ¿A qué espera? ¡Hágalo ya! ¿Belfast dice usted?
-—Así es
—No creo que corresponda a Cinthia ¿Qué iba a hacer en Belfast? Posiblemente la extraviara y alguien la ha usado. Bien, averigüe cuanto pueda y comuníqueme las novedades en cuanto sepa algo.
—Así haré. Buenos días
Alistair, se quedó pensativo ¿Por qué no Irlanda? No es Inglaterra. Sería mucha casualidad que fuese la tarjeta de ella. Si se hubiera extraviado... era una señal de que ella habría estado allí y pudieran efectuar compras. Pero para el pago, hay que enseñar alguna acreditación si no eres cliente. Se pasaba la mano por la cabeza sin querer hacerse ilusiones. Si fuera posible, estarían más cerca de localizarla. Ha pasado mucho tiempo y posiblemente ella esté hasta casada, si es que se trata de ella. Esperaría con impaciencia las noticias de los investigadores. Y por fin se confirmó: era de Cinthia y había firmado el duplicado de la compra.
Cuando Alistair vio su firma, una alegría enorme le recorrió el cuerpo. ¡Por fin tenían algo fiable para buscar! Se desplazarían inmediatamente hasta Belfast. El detective le indicó que no era necesario que él acudiera con ellos, pero se negó en redondo a permanecer en Londres. Después de dar órdenes en la oficina,. tomaron, al día siguiente, el primer vuelo con destino a Irlanda del Norte. Sobre el terreno irían al supermercado y allí indagarían si la conocían y si era factible le dieran su domicilio.
Sí la conocían y, aunque exactamente no sabían dónde era, la casa estaba en la misma calle. No importaba ir casa por casa hasta dar con ella. Y por fin, tras un día infructuoso, alguien le dijo que la conocía y les indicó la pensión en donde vivía.
Alistair quiso subir solo hasta el piso donde estaba la pensión. Era una casa humilde y la congoja le atenazaba, al comprobar en las condiciones en las que se había visto obligada a vivir. Pero no quería pensar en eso ahora. Con mano segura, pulsó el timbre de la pensión, y una señora mayor acudió a abrirla.
—Perdón señora ¿Vive aquí Cinthia Morgan?
Alistair quiso subir solo hasta el piso donde estaba la pensión. Era una casa humilde y la congoja le atenazaba, al comprobar en las condiciones en las que se había visto obligada a vivir. Pero no quería pensar en eso ahora. Con mano segura, pulsó el timbre de la pensión, y una señora mayor acudió a abrirla.
—Perdón señora ¿Vive aquí Cinthia Morgan?
—¿Qué pasa, es usted policía? ¿Se ha metido en algún lio?
-—No, no. Soy un viejo amigo de Londres. He venido a Irlanda y quería saludarla
-—Aún no ha llegado del trabajo, pero no creo que tarde mucho ¿Quiere esperarla?
— Si fuera tan amable, si lo desearía.
— Bien, acompáñeme, por favor.
Le condujo hasta una pequeña sala con un sofá un sillón de orejas y una mesa de centro con una planta encima. Miró el reloj. Eran cerca de las seis; no tardaría en llegar, pero dudaba que tuviera paciencia y tendría que tenerla. No pensaba salir de aquella casa sin verla.
Su cabeza galopaba pensando en qué la diría, y en los miles de proyectos que tenía. De algo estaba seguro: no regresaría a Londres sin ella. No habría nada en el mundo que volviera a separarles. Conocía bien el dolor de su ausencia y sabía cuánto la necesitaba. Ya la perdió una vez, pero esta segunda la recuperaría, estaba seguro de ello. Daba vueltas y más vueltas por la pequeña habitación ante la imposibilidad de quedarse quiero sentado. Hasta que oyó un timbre y unas voces como saludo. Después un murmullo en voz baja e instantes más tarde, una mano en un picaporte, y una puerta que se abría.
RESERVADOS DERECHOS DE AUTOR / COPYRIGHT
Autora< rosaf9494quer
Edición< Marzo 2017
Ilustraciones: Internet
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