viernes, 10 de marzo de 2017

Edelweiss - Capítulo 4 - Viejas añoranzas

Al llegar a casa, la señora Perl, salió solícita a su encuentro.  Se alegraba la buena mujer que la chica hubiera salido a distraerse.  Siempre estaba tan triste, tan solitaria... La recomendaba que saliera con alguien; era bonita y simpática.  Seguro que mas de uno querría invitarla a cenar.  Ella sonrió acordándose del ofrecimiento de su jefe.  Subió las escaleras en dirección a su apartamento, mientras,  sonriendo a la buena mujer,  iba diciendo

  —No tanto señora Perl , no tanto.  Voy a echarme un rato la siesta. ¿ Nos tomamos un té esta tarde?

— Por supuesto, querida.  Pero no es conmigo con quién deberías tomarlo, sino con un joven apuesto como te mereces

  Cinthia, soltó una carcajada y entró en su casa.

Se tumbó en la cama mientras destapaba una caja que guardaba en la cómoda. Eran sus tesoros, algunos de los que pudo rescatar cuando tuvo que dejar su hogar, el  que compartió con sus padres.  Entre sus recuerdos más queridos, había un pisapapeles que era una bola de cristal transparente con una flor en el interior: un Edelweiss. Eso tenía un significado especial para ella.  Se la regalaron hacía muchos años cuando aún asistía al instituto. Fue un compañero suyo del que se había enamorado.  Aquella tarde, la besó por primera vez, sin a penas rozar sus labios de niña, pero él se la quedó mirando fijamente y le entregó una pequeña caja en la que guardaba ese objeto que ahora ella portaba en sus manos. Extrañada ante el regalo, le interrogó con la mirada, que él comprendió perfectamente

— Se llama " No me olvides ". Lo compré en El Tirol cuando estuvimos el pasado verano.  Es la flor típica de allí, y al verlo me acordé de ti: Edelweiss, lo llaman.  No me atreví a dártela antes; la guardaba para un día especial, y creo que hoy lo ha sido.  Espero que repitas su nombre  siempre y lo cumplas aunque estemos alejados uno del otro.

Cinthia lo acariciaba, recordando aquél día.  Meses después partió a Manchester y nunca más volvieron a verse, aunque ella nunca se olvidó de él.  Echó la cabeza hacia atrás y pensó en voz alta:

-—No me olvides ¿Lo habrás hecho tu, Alistair ?  Seguro que si. Ni siquiera me has reconocido. Desde entonces te he querido, aunque he sido una tonta pensando que tú te acordarías al verme.  ¿Fue por eso por lo que me ofreciste el trabajo? ¿Te remordía la conciencia de tus promesas incumplidas? ¡Qué tonta soy! Éramos unos niños, sólo yo, la introvertida Cinthia, guarda esos recuerdos como un tesoro, porque es lo único que me queda de mi vida anterior, lo único que me ata a ella, a mis padres, a la vida, a ti.

La guardó de nuevo y secando unas lágrimas, trató de quedarse dormida.  El sueño todo lo cura, te aleja de los recuerdos y de las preocupaciones.  Así que hizo todo lo posible por dormirse, y al menos pasar la tarde  sin pensar en nada. Sin pensar que el lunes volvería a verle, y volvería a fingir respeto e indiferencia, cuando lo que sentía era todo lo contrario ¡Claro que hubiera ido a cenar con él si se hubiera acordado de quién era!  Pero seguro, que con la fama que tiene de mujeriego, ya tendría a alguna otra chica que le hiciera compañía. Y recordó el escalofrío que sintió en la mano al rozar la suya en el ascensor. Ella no se había fijado que él estaba ahí, a un palmo .  Y él ni siquiera recordó su cara, porque a penas la miró.

Se tapó la cara con la mano e instantes más  tarde se quedó dormida.  La despertaron unos suaves golpes en la puerta, era la señora Perl extrañada de que hubiera oscurecido y ella siguiera en su habitación

— Cinthia ¿ te encuentras bien ? — adormilada, contestó

— Si, señora Perl.  Me he quedado dormida ¿Ocurre algo?

 Se dirigió a la puerta dando paso a la mujer

—  Estaba cansada y sin darme cuenta me dormí. Perdone, olvidé por completo el té. Y es que tengo la cabeza a pájaros

—No pasa nada, querida.  Te noto extraña ¿Te encuentras bien?

—Si, no es nada. Sólo que ...En la oficina me he vuelto a encontrar con alguien que me gustaba mucho cuando era adolescente y me ha dado pena, porque él no se acordó de mi. Y fue muy importante en mi vida.


— Niña, por mi edad puedes comprender que estoy de vuelta de todo. Si la montaña no viene a mi, yo iré a la montaña. Ya sabes, si él no te recuerda, házselo notar tú

-—No puedo, se trata de mi jefe

— ¿Y  eso qué importa?

— Si que importa.  No podría trabajar con él, sería una situación muy complicada. Él tiene su vida, está soltero, pero...

—Le gustan las faldas ¿No es eso?

-—Algo así.  El otro día, sin a penas "conocerme " me invitó a cenar. Le dije que no: no me parecía adecuado

— Pues olvídale

— No puedo. Le sigo queriendo

— Pues entonces no tienes más que tres caminos: seguir sufriendo, cosa que no te recomiendo, irte a otro centro de trabajo, o aceptar sus invitaciones y darte a conocer

— La más lógica sería irme de su compañía a otro lugar, pero... Ahora que he vuelto a verle, sería muy difícil

— No seas tonta y aprovecha la ocasión si vuelve a invitarte. Si es lo que deseas.  No hagas tantos remilgos, que la vida es corta. Y si no lo hiciera, provócalo tú.  Las mujeres sabemos cómo hacerlo sin que ellos se den cuenta. Por  ejemplo, sal del trabajo más tarde, hazte la remolona y procura que él se entere de que te has quedado trabajando.  Si  es un caballero, como creo, se ofrecerá llevarte a casa y de ahí a otra cita, no hay más que un paso.

 La señora Perl siguió dándola consejos, y le relataba sus aventuras de juventud; también ella tuvo amores fracasados, razón de más para transmitirle las experiencias vividas.

— Defiende lo que amas, si es que de verdad le quieres.  Pelea por ello.  Si dejas pasar esa oportunidad, te arrepentirás el resto de tu vida.  Piensa que las cosas ocurren por algo, y tú comenzaste a trabajar ahí porque el destino quiso que volvierais a veros. A lo mejor él piensa en ti también, sólo que te vio cuando eras una niña, muy distinta a como eres ahora.  Eres una mujer preciosa, inteligente, culta, mereces ser feliz y si es él quién te lo  hace, gánatelo de nuevo.  Conquístale de nuevo, no le dejes marchar.


Cinthia pensó, a solas en su habitación, en todo lo que le había dicho la señora Perl.  Probablemente tuviera razón, pero no sabía en qué forma podría seguir sus consejos sin parecer que era una buscona, o una trepa, ante sus compañeros. Tendría que pensar seriamente en todo lo hablado durante la tarde.

Llegó el lunes, y en su bolso llevaba el pisa papeles, no sabía muy bien con qué fin, y para qué. Quizá, si lo pusiera en su escritorio, a él le viniera   la  memoria el motivo del regalo y las palabras que le había dicho aquella tarde de su primer beso de amor. Al menos lo fue para ella.





RESERVADOS DERECHOS DE AUTOR / COPYRIGHT
Autora< rosaf9494quer
Edición< Marzo 2017
Ilustraciones< Internet < Dakota Johnson< Jamie Dornan

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