Y llegó su hermana, y los tres se fundieron en un fuerte abrazo. Las dos mujeres comenzaron a llorar, y Alessandro prefirió dejarlas a solas. Loredana,, bien es verdad, que necesitaba llorar; quizás con el llanto se sintiera más aliviada. La hija, más joven, con más fortaleza la abrazaba para calmarla. Le daba mucha lástima ver a las dos mujeres de su familia tan agobiadas por esa situación, pero todo se estaba resolviendo satisfactoriamente, y pronto su padre regresaría a casa. Y así fue, recuperado de su ataque, pero con revisiones periódicas, nada de esfuerzos y una vida reposada y tranquila, sin querer ésto decir que tenía que permanecer inactivo, todo lo contrario: podía pasear, nadar, y practicar algún deporte como la bicleta, pero sin esforzarse demasiado. Todo volvía a la normalidad, es decir, habían superado una fase grave y ahora tendrían que comenzar una nueva etapa, sobretodo Govanni y Loredana.
La felicidad de estar ya en casa, allanaba todos los obstáculos, y se hizo así mismo, la promesa de que tomaría la vida con más tranquilidad. Los negocios serían más relajados, y al menos en una temporada nada de viajes de acá para allá. Givanni pensaba en retirarse y que Alessandro tomara el timón de la empresa. Un día que estaban los dos solos, el padre abordó la situación.
- Aless - le dijo a su hijo -, voy a tomarme las cosas con calma. Me he llevado un buen susto y creo que merezco un descanso. ¿ Puedo contar contigo ?
-¿ Contar conmigo, para qué ?
-En que tu te hagas cargo de los negocios, y yo me retiro
- ¡ Oh no, papa ! Para eso no cuentes conmigo. Tengo otros planes, y además no entiendo de negocios ni de finanzas ni de nada. Propónselo a Darío, seguro que él dice que si a la primera. Está deseándolo y además es lo suyo
-Pero tu eres mi hijo y había pensado en ti
- Pues va a ser que no. No es que no quiera ayudarte; sabes que puedes contar conmigo para lo que sea, menos para ser un hombre de negocios. Conmigo al frente, la empresa se iría a pique. Escuché a mi hermana ofrecérselo a mamá cuando tu estabas ingresado, así que no tendrás problema. Es un hombre formal y muy entendido; haría muy buen papel
-Dime una cosa ¿ por qué no quieres ser tu ? Serías jefe y dispondrias de todo
- No quiero ser jefe, y ya dispongo de todo cuanto quiero. No ambiciono nada, papá. Voy a escribir un libro: un libro grande, es una biografía: Hasta ahora han sido relatos cortos, pero en lo sucesivo haré novelas. Me apasiona escribir, y eso es lo que deseo hacer
- ¿ Estás seguro de ello, no te arrepentirás?
- No, padre, no me arrepentiré. Y a propósito. La biografía es de la abuela de la chica que estuvo comiendo en casa unos días antes de que te diera el ataque. ¿ No la conociste de verdad? Porque me pareció que no quisiste decir nada
- Estoy fatigado. Quiero dormir un poco. Ya seguiremos hablando- fue toda su respuesta
- De acuerdo. Estaré en mi habitación, si necesitas algo llámame. Mama no tardará en volver de la peluquería, y piensa en lo que te he dicho de Dario.
Ya en su habitación, Aless, encendió el ordenador dispuesto a husmear por Internet si algún tutorial le indicaba la forma de tirar del finísimo hilo que tenía de la abuela de Bella. Y miró, y miró, y cuando ya iba a dejarlo, encontró uno que podría servirle. Se dispuso a tomar notas. La primera recomendación que le hacía era acudir al Ministerio de Exteriores, al departamento de Emigración.
Contento, porque por lo menos tenía una pequeñísima esperanza. Quizá en los archivos encontrara el nombre de Anna. Tenía que reconocer que no era normal el empeño que ponía en localizar algún dato que le llevara hasta Bella, porque en si era el pretexto que él mismo se ponía: escribir la biografía novelada de Anna, pero en realidad, y sin querer reconocerlo, es que deseaba volver a verla, y no podría hacerlo si antes no encontraba algún dato que le llevara hasta donde ella vivía.
Y fue al Ministerio, y facilitó los datos que poseía a la señorita que amablemente le atendió en la sección de Emigración-Inmigración
Anna Maria Filiberto Parici
Nacida en Taormina el 19 de Marzo de 1925
Emigró a Australia al final de la 2ª Guerra Mundial ( aproximadamente 1952-55 )
- Tardaré bastante el poderle dar algún dato, si es que localizo lo que me pide. Es de hace mucho tiempo y no está todo informatizado. Habrá de tener paciencia-. Fue lo que le dijo la amable señorita de Archivos.
¡ Qué remedio le quedaría más que esperar !, pero estaba esperanzado; al menos ya tenía algo con lo que empezar la búsqueda. Y los días transcurrían lentos. Y el Otoño marcaba sus pautas; ya no iba a la playa en donde podía escribir en soledad sin nada que le distrajera. Llovía mucho, y permanecía recluido en casa. En los descansos, hablaba con su padre de infinidad de cosas. Dario se había trasladado a Taormina y se había puesto al frente de los negocios de su suegro, pero Giovanni se aburría mortalmente, acostumbrado a la actividad diaria. Daba paseos, cuando la lluvia se lo permitía, e iba al club a reunirse con algún amigo, que como él, se había jubilado prematuramente.
Ese día no tenía ganas de salir. Había amanecido con un cielo gris y una incesante lluvia. Solo fue a comprar el periódico, y sentado en la sala se dispuso a dar un repaso a las noticias. Aless entró con un café en la mano; era uno de aquellos descansos que se tomaba después de escribir unos folios y buscar en Internet pistas que le pudieran facilitar su labor. Se sentó frente a su padre, e iniciaron una conversación intrascendente, pero al fín se decidió a preguntar nuevamente a Giovanni por el tema que le traía de cabeza: Bella
-¿ Estás interesado en esa chica, hijo ?- Alessandro se quedó mudo por un instante, como pensando la respuesta que iba a darle y analizando al mismo tiempo sus sentimientos para contestar
- Si, papá. Estoy muy interesado, pero... hay muchas dificultades...
Y despacio, tranquilamente, Aless relató a su padre lo sucedido con ella, omitiendo la noche de pasión que vivieron, y que para Giovanni, no pasó desapercibida.
- Y eso es todo. Trato de localizarla y no hay manera. He estado en Exteriores, a ver si por la abuela puedo llegar hasta donde vive ahora, si es que para cuando lo consiga, si lo consigo, aún sigue allí, y no se ha ido a otro lugar. De verdad, papá ¿ no la conociste ?. Me sonó muy rara tu respuesta, y desde entonces tengo la sensación de que no es del todo cierto.
Giovanni, le miraba fijamente en silencio con los dedos índice de ambas manos, apoyados en su boca. Tenía que darle alguna explicación, y comenzó a hablar pausadamente sopesando cada palabra. No quería herir a su familia, ni cambiar el concepto de hombre serio que tenían de él, y mucho menos, enfadar a Loredana, que no quería ni oír ablar de este tema.
La felicidad de estar ya en casa, allanaba todos los obstáculos, y se hizo así mismo, la promesa de que tomaría la vida con más tranquilidad. Los negocios serían más relajados, y al menos en una temporada nada de viajes de acá para allá. Givanni pensaba en retirarse y que Alessandro tomara el timón de la empresa. Un día que estaban los dos solos, el padre abordó la situación.
- Aless - le dijo a su hijo -, voy a tomarme las cosas con calma. Me he llevado un buen susto y creo que merezco un descanso. ¿ Puedo contar contigo ?
-¿ Contar conmigo, para qué ?
-En que tu te hagas cargo de los negocios, y yo me retiro
- ¡ Oh no, papa ! Para eso no cuentes conmigo. Tengo otros planes, y además no entiendo de negocios ni de finanzas ni de nada. Propónselo a Darío, seguro que él dice que si a la primera. Está deseándolo y además es lo suyo
-Pero tu eres mi hijo y había pensado en ti
- Pues va a ser que no. No es que no quiera ayudarte; sabes que puedes contar conmigo para lo que sea, menos para ser un hombre de negocios. Conmigo al frente, la empresa se iría a pique. Escuché a mi hermana ofrecérselo a mamá cuando tu estabas ingresado, así que no tendrás problema. Es un hombre formal y muy entendido; haría muy buen papel
-Dime una cosa ¿ por qué no quieres ser tu ? Serías jefe y dispondrias de todo
- No quiero ser jefe, y ya dispongo de todo cuanto quiero. No ambiciono nada, papá. Voy a escribir un libro: un libro grande, es una biografía: Hasta ahora han sido relatos cortos, pero en lo sucesivo haré novelas. Me apasiona escribir, y eso es lo que deseo hacer
- ¿ Estás seguro de ello, no te arrepentirás?
- No, padre, no me arrepentiré. Y a propósito. La biografía es de la abuela de la chica que estuvo comiendo en casa unos días antes de que te diera el ataque. ¿ No la conociste de verdad? Porque me pareció que no quisiste decir nada
- Estoy fatigado. Quiero dormir un poco. Ya seguiremos hablando- fue toda su respuesta
- De acuerdo. Estaré en mi habitación, si necesitas algo llámame. Mama no tardará en volver de la peluquería, y piensa en lo que te he dicho de Dario.
Ya en su habitación, Aless, encendió el ordenador dispuesto a husmear por Internet si algún tutorial le indicaba la forma de tirar del finísimo hilo que tenía de la abuela de Bella. Y miró, y miró, y cuando ya iba a dejarlo, encontró uno que podría servirle. Se dispuso a tomar notas. La primera recomendación que le hacía era acudir al Ministerio de Exteriores, al departamento de Emigración.
Contento, porque por lo menos tenía una pequeñísima esperanza. Quizá en los archivos encontrara el nombre de Anna. Tenía que reconocer que no era normal el empeño que ponía en localizar algún dato que le llevara hasta Bella, porque en si era el pretexto que él mismo se ponía: escribir la biografía novelada de Anna, pero en realidad, y sin querer reconocerlo, es que deseaba volver a verla, y no podría hacerlo si antes no encontraba algún dato que le llevara hasta donde ella vivía.
Y fue al Ministerio, y facilitó los datos que poseía a la señorita que amablemente le atendió en la sección de Emigración-Inmigración
Anna Maria Filiberto Parici
Nacida en Taormina el 19 de Marzo de 1925
Emigró a Australia al final de la 2ª Guerra Mundial ( aproximadamente 1952-55 )
- Tardaré bastante el poderle dar algún dato, si es que localizo lo que me pide. Es de hace mucho tiempo y no está todo informatizado. Habrá de tener paciencia-. Fue lo que le dijo la amable señorita de Archivos.
¡ Qué remedio le quedaría más que esperar !, pero estaba esperanzado; al menos ya tenía algo con lo que empezar la búsqueda. Y los días transcurrían lentos. Y el Otoño marcaba sus pautas; ya no iba a la playa en donde podía escribir en soledad sin nada que le distrajera. Llovía mucho, y permanecía recluido en casa. En los descansos, hablaba con su padre de infinidad de cosas. Dario se había trasladado a Taormina y se había puesto al frente de los negocios de su suegro, pero Giovanni se aburría mortalmente, acostumbrado a la actividad diaria. Daba paseos, cuando la lluvia se lo permitía, e iba al club a reunirse con algún amigo, que como él, se había jubilado prematuramente.
Ese día no tenía ganas de salir. Había amanecido con un cielo gris y una incesante lluvia. Solo fue a comprar el periódico, y sentado en la sala se dispuso a dar un repaso a las noticias. Aless entró con un café en la mano; era uno de aquellos descansos que se tomaba después de escribir unos folios y buscar en Internet pistas que le pudieran facilitar su labor. Se sentó frente a su padre, e iniciaron una conversación intrascendente, pero al fín se decidió a preguntar nuevamente a Giovanni por el tema que le traía de cabeza: Bella
-¿ Estás interesado en esa chica, hijo ?- Alessandro se quedó mudo por un instante, como pensando la respuesta que iba a darle y analizando al mismo tiempo sus sentimientos para contestar
- Si, papá. Estoy muy interesado, pero... hay muchas dificultades...
Y despacio, tranquilamente, Aless relató a su padre lo sucedido con ella, omitiendo la noche de pasión que vivieron, y que para Giovanni, no pasó desapercibida.
- Y eso es todo. Trato de localizarla y no hay manera. He estado en Exteriores, a ver si por la abuela puedo llegar hasta donde vive ahora, si es que para cuando lo consiga, si lo consigo, aún sigue allí, y no se ha ido a otro lugar. De verdad, papá ¿ no la conociste ?. Me sonó muy rara tu respuesta, y desde entonces tengo la sensación de que no es del todo cierto.
Giovanni, le miraba fijamente en silencio con los dedos índice de ambas manos, apoyados en su boca. Tenía que darle alguna explicación, y comenzó a hablar pausadamente sopesando cada palabra. No quería herir a su familia, ni cambiar el concepto de hombre serio que tenían de él, y mucho menos, enfadar a Loredana, que no quería ni oír ablar de este tema.
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