La casa revuelta, todo metido en cajas, las estancias medio vacías. El traslado comenzaba a producirse. Meredith, nerviosa, daba las últimas instrucciones a los operarios que iniciaban su labor. Se trasladaría desde el chalet, que hasta ahora había sido su hogar, hasta un apartamento más pequeño en uno de los barrios más céntricos de la capital.
Le había costado mucho tiempo y esfuerzo decidirse a dar ese paso. Atrás dejaba añoranzas y recuerdos de una época no muy lejana, placentera, y también de incertidumbres y preocupaciones. . Hacía cinco años que se había quedado viuda, tras menos de tres de un tranquilo matrimonio. No había tenido hijos, no les había dado tiempo para ello. El infortunio se había cebado en aquella pareja.
No se había casado enamorada, y los primeros meses habían sido difíciles. James era algunos años mayor que ella. Era el tercer hermano de una familia muy acomodada. Era guapo, correcto, educado y estaba loco por Meredith desde hacía mucho tiempo.
Ella andaba en amoríos con Jack, conocido también de James , ya que los tres pertenecían a la misma pandilla de amigos. Nunca se había insinuado, respetaba el noviazgo de Meredith y Jack, pero tras su ruptura, se decidió a pedir en matrimonio a la chica.
Por despecho, más que por amor, ella, consintió en unirse a él y un día de primavera se convirtieron en marido y mujer. Su noche de bodas, fue amarga para ella, ya que seguía enamorada de Jack, pero no dijo nada a su ya marido y, éste rendido de amor por su esposa no lo advirtió, al menos ella, no percibió que notara su decepción.
Él se ganó el respeto y cariño de su mujer. Decidieron que harían una larga luna de miel, y después de los tres primeros años de matrimonio, pensarían en buscar el hijo que él deseaba y ella, ..., no tanto.
James había tomado las riendas del floreciente negocio familiar que junto con sus hermanos habían ampliado aún más, una vez que su padre se había retirado. A su modo, Meredith era feliz junto a su marido. Tenían respeto mutuo y su convivencia era tranquila, sin sobresaltos, aunque con alguna discusión de vez en cuando, como era natural, por otra parte.
Hacía un tiempo que él no se encontraba bien. : " Será el estrés", comentaba a su mujer. Pero ella no se quedaba tranquila. Hasta que una mañana él la comentó que había orinado sangre. Acudieron inmediatamente a un urólogo y tras unas pruebas, llegó el diagnóstico: cáncer de vejiga, fulminante.
Meredith no podía creerse lo que acababa de escuchar, no era posible. A penas hacía dos años que se habían casado. Pero era real y James empeoraba por días. Hasta que finalmente falleció cuando faltaban tres meses para cumplir su tercer aniversario de bodas.
Después del entierro de su marido, se encerró en su casa, sola, y permaneció en ella, sin ver a nadie, durante varios días. Estaba angustiada, rabiosa, furiosa contra el mundo entero... No era justo. había sido un hombre bueno que no merecía ese final y, ella interpretó que había sido castigada por Dios, por no estar enamorada de él, por no haber querido tener hijos y ... por todo..., y contra todos.
No paraba de llorar, y la señora de servicio que la acompañaba, estaba preocupada por ella... así se lo comunicaba a las familias que no sabían qué hacer.
Fue el hermano mayor de su marido el que les aconsejó que la dejaran sola: " necesita desahogarse, dejadla, Ya se calmará. No está sola, Lisabetta la cuida, dejadla ". Y así lo hicieron. Tardaría en salir a la calle casi un mes, y fue para acudir al funeral a la memoria de su marido.
Le había costado mucho tiempo y esfuerzo decidirse a dar ese paso. Atrás dejaba añoranzas y recuerdos de una época no muy lejana, placentera, y también de incertidumbres y preocupaciones. . Hacía cinco años que se había quedado viuda, tras menos de tres de un tranquilo matrimonio. No había tenido hijos, no les había dado tiempo para ello. El infortunio se había cebado en aquella pareja.
No se había casado enamorada, y los primeros meses habían sido difíciles. James era algunos años mayor que ella. Era el tercer hermano de una familia muy acomodada. Era guapo, correcto, educado y estaba loco por Meredith desde hacía mucho tiempo.
Ella andaba en amoríos con Jack, conocido también de James , ya que los tres pertenecían a la misma pandilla de amigos. Nunca se había insinuado, respetaba el noviazgo de Meredith y Jack, pero tras su ruptura, se decidió a pedir en matrimonio a la chica.
Por despecho, más que por amor, ella, consintió en unirse a él y un día de primavera se convirtieron en marido y mujer. Su noche de bodas, fue amarga para ella, ya que seguía enamorada de Jack, pero no dijo nada a su ya marido y, éste rendido de amor por su esposa no lo advirtió, al menos ella, no percibió que notara su decepción.
Él se ganó el respeto y cariño de su mujer. Decidieron que harían una larga luna de miel, y después de los tres primeros años de matrimonio, pensarían en buscar el hijo que él deseaba y ella, ..., no tanto.
James había tomado las riendas del floreciente negocio familiar que junto con sus hermanos habían ampliado aún más, una vez que su padre se había retirado. A su modo, Meredith era feliz junto a su marido. Tenían respeto mutuo y su convivencia era tranquila, sin sobresaltos, aunque con alguna discusión de vez en cuando, como era natural, por otra parte.
Hacía un tiempo que él no se encontraba bien. : " Será el estrés", comentaba a su mujer. Pero ella no se quedaba tranquila. Hasta que una mañana él la comentó que había orinado sangre. Acudieron inmediatamente a un urólogo y tras unas pruebas, llegó el diagnóstico: cáncer de vejiga, fulminante.
Meredith no podía creerse lo que acababa de escuchar, no era posible. A penas hacía dos años que se habían casado. Pero era real y James empeoraba por días. Hasta que finalmente falleció cuando faltaban tres meses para cumplir su tercer aniversario de bodas.
Después del entierro de su marido, se encerró en su casa, sola, y permaneció en ella, sin ver a nadie, durante varios días. Estaba angustiada, rabiosa, furiosa contra el mundo entero... No era justo. había sido un hombre bueno que no merecía ese final y, ella interpretó que había sido castigada por Dios, por no estar enamorada de él, por no haber querido tener hijos y ... por todo..., y contra todos.
No paraba de llorar, y la señora de servicio que la acompañaba, estaba preocupada por ella... así se lo comunicaba a las familias que no sabían qué hacer.
Fue el hermano mayor de su marido el que les aconsejó que la dejaran sola: " necesita desahogarse, dejadla, Ya se calmará. No está sola, Lisabetta la cuida, dejadla ". Y así lo hicieron. Tardaría en salir a la calle casi un mes, y fue para acudir al funeral a la memoria de su marido.
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