La visita a Genkai se prolongó más de lo debido sin una explicación que lo requiriese.
El disgusto de Laura era grande: no sólo había perdido sus vacaciones de Semana Santa, sino que se habían reanudado las clases escolares y su marido aún permanecía en Japón. Su presencia era requerida en el Ayuntamiento y nadie se explicaba el retraso.
Al fin Georges le anunció que al día siguiente tomaría el avión de regreso a casa y llevaba en la cartera grandes proyectos a realizar que había acordado con Hiroto, además de una próxima visita del alcalde japonés a Irlanda. Laura nerviosa se dispuso a ir a recibir al aeropuerto a su marido. Tenia algo que le roia por dentro: le extrañaba su tardanza en regresar y no podía quitarse de la cabeza la primera llamada que realizó a Japón, que fué respondida por una voz femenina.
--Tendré una conversación profunda, en cuanto me sea posible. No puedo soportar esta duda que tengo en la cabeza.
Georges llegó y ambos esposos se fundieron en un largo abrazo. Georges la miraba como si no se creyera que ya estaba en casa, con su mujer. La miraba a los ojos arrobado al ver que ella había ganado en belleza en los días que había estado ausente; pero tenía algo en la mirada que no le gustaba. Presentía que se avecinaba un nubarrón y no estaba seguro de lo que iba a responder.
Llegaron a casa y después de descargar el equipaje, él anunció que debería ir al Ayuntamiento pues traía asuntos que no admitían demora. Quizá no eran tan urgentes, pero quería demorar la explicación, que sin lugar a dudas Laura le iba a pedir.
--Pero Georges, acabas de llegar, hace días que no nos vemos ¿es algo tan urgente que tengas que marchar?¿ni siquiera puedes quedarte hasta esta tarde en casa y contarme todo?
Georges negó con la cabeza, no sin sentir que ella tenía razón. Señal que su conciencia no estaba del todo tranquila. Por primera vez le había sido infiel y temía la reacción de Laura. Ignoraba el por qué había ocurrido, tal vez impulsado por Hiroto, por la belleza de aquella chica que parecía de porcelana, por la forma de pensar de los japoneses. Los occidentales no estamos acostumbrados a bañarnos desnudos con gente extraña todos juntos como lo hacen ellos, se dijo a modo de explicación, aunque sabía que eso no justificaba lo que vino después.
Hacia mediodía Georges regresó del Ayuntamiento; puso en marcha los asuntos que había traído que en verdad eran muy beneficiosos para ambas localidades: tal como la instalación de empresas , impulsar el turismo en ambos sentidos y el anuncio de la devolución de la visita de Hirato con inversores japoneses con perspectiva de negocio. Estaba satisfecho de esa parte del viaje, lo que no tenía satisfacción era por los días que prolongó su estancia allí. Oficialmente dio una explicación satisfactoria, pero a Laura eso no le bastaría, querría saber algo más y eso representaba, conociendo su carácter, que la respuesta no le iba a gustar. Estaba decidido a afrontar la conversación cuanto antes, pues era peor el preámbulo.
Laura con toda la paciencia que sus nervios le permitían, dejo que Georges jugara con el niño hasta que le acostaron. Cenaron como una cena habitual y ella prestaba la máxima atención a lo que él le explicaba, como si se hubiera olvidado del incidente japonés. Pero lejos de olvidarlo esperó a que en el salón, reunidos como hacían cada noche para ver la televisión, o simplemente charlar, estuvieran juntos ante una taza de café. Había un silencio tenso entre ambos, mientras esperaban a que el servicio terminara de depositar la bandeja encima de la mesita. Una vez hubo salido, Laura se levantó y apagó el televisor al tiempo que mirando a su marido le preguntó:
-- ¿Qué ocurrió? A mi no puedes engañarme con la excusa de que tenías que cerrar un negocio. No quiero ni imaginarme la clase de negocio que querías cerrar, porque no lo consentiría de ninguna de las maneras.Así que cuéntame todo, sin cortapisas, claramente. Por favor empieza ...
Georges tragó saliva pues conocía lo que se le avecinaba. Nunca había estado más arrepentido de haber hecho algo de lo que no se sentía orgulloso y que desconocía cómo había dejado que la situación se le hubiera ido de las manos. Y comenzó su relato:
--Verás, es muy difícil para mí contarte todo lo ocurrido, sería más sencillo inventar una excusa que a sabiendas de que no te la creerías del todo, al menos tendrías la duda; pero quiero ser totalmente sincero contigo, como siempre he sido, y porque además ignoro el por qué ha ocurrido todo. Quiero que sepas que no he dejado de amarte en ningún momento, que te he echado de menos cada minuto del día, pero se me fue de las manos. Quizás influenciado por Hiroto, por el ambiente relajado que ellos tienen referente a este tema, quizás al no estar tu allí te echaba de menos en determinados momentos y necesitaba...
--Necesitabas acostarte con una mujer...Una mujer que no era yo. ¿Cómo has podido hacerlo? Yo nunca lo hubiera hecho, lo que quiere decir que no me amas tanto como piensas, que no me necesitas y que eres débil en la primera oportunidad que se te presenta.
-Has cambiado el pasar unos días con tu familia por estar con otra mujer, por muy exótica que ésta sea. No te escudes en Hirato . Fuiste débil , deseabas hacerlo , tener una experiencia que a todos los occidentales os atrae. Ellas tienen otras técnicas y sucumbis a sus encantos a sabiendas del dolor que producís en vuestras mujeres. El clásico egoísmo del hombre: tienen el cerebro en otro lugar distinto al que corresponde. Quiero que sepas que esto no lo voy a olvidar, por tanto en lo sucesivo dormiremos en habitaciones distintas. Se lo que representa tu carrera por tanto de momento no pediré la separación, pero has de saber que acabas de romper lo más hermoso que teníamos. Ante tu proceder me creo en el derecho de yo hacer lo mismo si se me presenta la oportunidad. Yo también quiero tener nuevas experiencias. Te lo estoy avisando. No quiero decir que lo vaya a hacer, pero si llegase la ocasión, no la desperdiciaré. Quiero que lo tengas presente; seré discreta para no perjudicarte en tu ascenso político, pero ya estás avisado. Recoge tus cosas de la habitación y trasladate a la de invitados. Procuraré verte lo menos posible para no crear violencias más de las que ya tenemos, lo que significa que ni comeré ni cenaré contigo. Que saldré todas las veces que mi deber como madre me lo permita y que a partir de ahora me tiene sin cuidado tus éxitos o fracasos en cualquier nivel de tu vida. Seremos dos extraños viviendo bajo un mismo techo y en cuanto tus aspiraciones políticas se hayan consolidado pediré el divorcio. Esto no te lo voy a perdonar nunca. ¡ Ah !, también quiero advertirte que en los compromisos oficiales siempre que pueda trataré de no estar presente, así que tu verás la excusa que das. Pero también estate tranquilo que asistiré como tu esposa a los actos en que sea imprescindible la asistencia de tu esposa. Quizá cuando llegue Hirato asista, para estudiar de cerca, si los japoneses responden a las expectativas que determinadas mujeres despiertan. Estamos en un país libre en el que ambos sexos tienen el derecho de igualdad. Quizá me lo piense...
-- Ni se te ocurra. Pese a todo eres mi mujer y no permitiré que hagas nada de lo que tengas que avergonzarte. Tu no eres de esa clase de mujer
--¿Tú si eres de esa clase de hombres, no sientes vergüenza? ¡ Es curioso ! La ley del embudo funciona. ¡Es increíble!
-- Naturalmente que siento vergüenza por lo que he hecho, y no tienes ni idea de lo arrepentido que estoy, no sólo ahora después de esta conversación, sino a los cinco minutos de haber tenido sexo con ella. Tu imagen, la imagen que ahora tienes, se pasó ante mi vista, presintiendo lo que iba a ocurrir, pero ya no había remedio. Lo hecho, hecho estaba, y lo siento. Te comprendo, pero también apelo a tu sentido común: no significó nada... fue un hecho puntual, nada más. Tú eres lo que más me importa y no me resigno a perderte y perder a mi familia por algo que ha ocurrido todavía no sé muy bien por qué. Por favor, por favor, dame otra oportunidad. Te pido perdón con mis cinco sentidos. No puedo vivir de la manera que anuncias, no puedo vivir sin ti y lo sabes. Eres el motor de mi vida; no me importa mi carrera, no me importa nada. Vayámonos a otro sitio, volvamos a España si tu quieres. Empecemos de nuevo en otro lugar en el que no seamos conocidos, empecemos de nuevo. Pero no me pidas que renuncie a ti, porque nada me importa si tu no puedes estar a mi lado. Por favor, reflexiona sobre lo que acabas de decirme. Entiendo que durmamos separados, pero esto tiene que pasar, es una pesadilla, un mal sueño del que tarde ó temprano despertaremos y todo volverá a la normalidad. Necesito tu mirada noble y sincera, tus palabras cariñosas, tus reproches, tus caricias... pero no me pidas que renuncie a todo ello porque me es imposible. Por favor, piensa que es algo trascendental en nuestras vidas, en mi vida y que no soportaría verte en brazos de otro hombre. Me harías un tremendo daño, que se merecer por mi infidelidad, pero eres generosa. Se que estás dolida, muy dolida, precisamente porque serías incapaz de hacer algo como lo que yo he hecho, pero porque estoy seguro de que me amas profundamente concédeme el perdón, por favor.
Laura a pesar de tener un nudo en la garganta no lloró. Tenía tanto dolor, tanta rabia y decepción que le impedía ese desahogo. Se desasió de los brazos de su marido y dando media vuelta salió de la habitación dándole la espalda.
La situación entre los esposos se hacía insostenible. Los primeros días trataban de no coincidir, después, el asimilar la situación hizo que la tensión se rebajara, pero no su intimidad. Cada uno acudía a su trabajo, pero no hacían nada en común ni siquiera estar con el pequeño que crecía fuerte y feliz ajeno de la situación creada por sus padres.
El ascenso de Georges fué meteórico y ocupó un puesto relevante en la dirección del partido. Se presentó a las elecciones sacando un escaño en el Congreso. Nada trascendía de su situación personal. Solamente los muy íntimos conocían la verdad de su matrimonio, pero procuraban que no saliese a la luz, pues en definitiva mientras no atañase a su vida pública, la personal era una cuestión de ellos. Georges era un político eficaz y muy reconocido.
Había pasado mucho tiempo desde su estancia en Japón, pero inesperadamente recibió un mensaje de Hiroto en el que le anunciaba una próxima visita a Dublín. Hiroto ya no era alcalde, había pasado a la empresa privada y se había convertido en un magnate de las finanzas. Este viaje era privado, nada de oficialidad, pero tenía interés en conocer a la esposa de su "buen amigo" irlandés.
En un avión privado llegó una mañana y fue recibido en el aeropuerto por el congresista Mortimer. Mucho había cambiado la vida de ambos hombres desde aquel día en Genkai.
Laura se negó a asistir puesto que era una visita privada y el japonés ya no era político, por lo que no tenía compromiso alguno. Georges ni siquiera se lo pidió; apenas hablaban: vivían bajo el mismo techo, pero eran como dos extraños. Tanto Laura como Georges trataban de evitarse . Laura daba clases en la Universidad de Dublín lo que ocupaba gran parte de su tiempo y solamente volvía a casa a tiempo de bañar al niño y acostarle.
Hirato era un hombre astuto y algo presentía que entre Georges y su esposa no andaban las cosas muy bien... El era soltero, pero con muchas amistades femeninas. Sentía curiosidad por conocer a la esposa de su amigo occidental, pero parecía que la empresa era difícil dado que las excusas que le daba Georges le hacía presagiar que se iría sin conocerla. Una noche se presentó en casa de Georges, de improviso; fué una acción atrevida pero sería la única oportunidad que tendría de por fin conocer a aquella mujer misteriosa que eludía el conocerle.
Le pasaron al salón al tiempo que Laura hizo su aparición requerida por Jane, la muchacha de servicio, para atender a aquella visita anunciada y que desconocía el interés que tuviera en hablar con ella. No había dado su nombre por lo que simplemente le anunciaron como un señor japonés, aunque ella intuyó de quién se trataba.
Laura se encontró frente a un atractivo caballero vestido impecablemente a la usanza occidental. Cortés y correcto como es la cultura japonesa. Una sonrisa distendía el rostro de él al tiempo que la tendía una mano y hacía el gesto de besársela.
-- Buenas noches se....-, a pesar de saber de sobra su nombre fingió ignorarlo, dándole oportunidad al hombre de repetirlo.
-- Hirato y soy un buen amigo de su esposo. Nos conocimos con motivo de una visita de hermandad a Genkai, localidad de la que yo era alcalde en aquella oportunidad.
--¡ Ah ! si, ya recuerdo. ¿Cómo está usted, y a qué se debe quiera hablar conmigo?
--Curiosidad, simplemente sentía curiosidad por conocer a la mujer de mi amigo, ya que ella esquiva el conocerme
--Es usted muy directo señor. Hirato, y por la misma razón yo lo voy a ser con usted. No ignora lo que promovió en homenaje a mi marido y por tanto la situación a la que ese "gesto" nos ha llevado. Ustedes tienen un concepto muy distinto al nuestro, ni mejor ni peor, simplemente distinto y en nuestra cultura esa infidelidad se paga, tanto en hombre como en mujer. ¿me comprende?
--Pero mi querida señora, fue simplemente un juego. Un obsequio que los japoneses tenemos para con nuestros invitados. Nada más...
--¿Sabe señor. Hirato? Yo había programado unas vacaciones para mi familia cuando usted hizo acto de aparición. Me resigné a no gozar de ellas, pero cuando llamé a mi esposo y una voz femenina me respondió intuí algo que no me gustaba y que cuando días más tarde retrasó su vuelta, supe que algo había pasado. Algo que los occidentales no estamos acostumbrados a que ocurra; Quizá seamos más conservadores, pero es algo que en mi concepto de matrimonio no entra el compartir con otra persona a mi esposo. Esta conversación creo que es inapropiada por su parte y por la mía, porque no debo compartir problemas familiares con extraños. Porque usted será muy amigo de mi marido, pero yo no le conozco.
--Créame señora, me va a conocer. Yo soy muy persistente y no me resigno a que no tengamos una buena amistad al igual que la mantengo con su esposo.
--¿Usted tiene una buena amistad con mi esposo?¿es que tienen los dos algún "lazo" que les une? ¿alguna preciosa muñeca de porcelana japonesa? Créame señor. Hirato, lo que haga mi esposo ha dejado de importarme. Y creo que debemos dar por terminada nuestra entrevista, que nunca debió producirse en estos términos.
--¿Me está echando?
--Nooo, le estoy invitando a terminar su estancia en mi casa. Buenas noches señor. Hirato creo que hemos hablado lo suficiente y yo debo continuar con mis trabajos de la Universidad. ¿Va a esperar a que venga Georges?, no creo que tarde mucho...
--No, ya volveré en otra ocasión. Creo que me quedaré por aquí algún día más. Ha despertado mi curiosidad y deseo conocerla más ampliamente, sin tensiones ni otras explicaciones que intercambiar criterios de nuestros respectivos ¿paises? He tenido muchísimo gusto en conocerla Laura, no me ha defraudado; esperaba que fuera como se ha mostrado. Buenas noches, señora.
Hirato salió de la habitación dejando a Laura perpleja. Era un hombre muy raro e intersante. Se le notaba que hablaba con doble sentido. ¿Qué pretendia?
--Se lo toma como un juego, veremos si quiere seguir jugando. Era una oportunidad para devolverle a Georges su mismo "veneno", pero sería capaz de llevar a término su juego? - --No, no le pagaré con la misma moneda. No me siento capaz, pero habré de tener cuidado con este hombre. Es muy astuto y siempre te lleva a su terreno. Tendré cuidado, pero no va a salirse con la suya.
Al cabo de un rato y desde su despacho oyó que la puerta de entrada se cerraba dando paso a Georges. Por primera vez en mucho tiempo, Laura salió a su encuentro dándole cuenta de la visita que había recibido.
--Hirato ¿aquí? ¿qué es lo que quería?
Y dando media vuelta volvió a entrar en su despacho, dejando a Georges preocupado. No le gustó la visita, dado que conocía bien las argucias de Hirato.
--No, no me gusta en absoluto. Trataré de que no vuelva.
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