Sin lugar a dudas era una broma de mal gusto. Kyra se le quedó mirando durante unos instantes para romper a reír a continuación.¡ Se había vuelto loco ! ¿ Se burlaba de ella? Mientras reia le miraba y en el rostro de Aidan no había ni un asomo de burla, pero el cuadro era de lo más cómico: la niña gimoteando, él, vestido como para operar y ella retorciéndose de risa. Algunos de los transeúntes les miraban extrañados.
- Si, acepto - le dijo ella mientras seguía riendo
Al médico se le iluminó la cara ¡ Lo había conseguido! Era una batalla que daba por perdida y sin embargo... Pensó que ella era imprevisible. No terminaba de entender lo que estaba sucediendo. En su cabeza recordaba la escena de la despedida y la cara de ella roja por la vergüenza y furiosa al mismo tiempo. ¡La había despedido!, y ahora la pedía que fuera su mujer.
No lo podía entender, algo no cuadraba. No lo controló, fue una reacción inmediata: avanzó hacia ella y la besó fuertemente. Lo entendió cuando ella, al parar de reír le dijo que era una broma.
- ¿ Crees en serio que me casaría contigo? Para ser tan inteligente eres flaco de memoria. Hay una serie de cosas que lo dificulta y parece ser que tú no lo consideras importante, pero yo sí. Primero me despediste sin razón y de muy malas maneras
- Lo sé, fue un error. ¿Quieres que me disculpe por ello? Está bien, lo siento. Metí la pata.
- ¿ Así sin más? Pero hay algo más extraño aún y eso no es admisible. Te debates constantemente entre tu hija, buscar su felicidad, y eso es lógico. todos la buscamos. Deseas unirte a alguien, pero sigues pensando en tu primera mujer a la que adoras, y es comprensible. Pero ¿ cómo crees que una mujer pueda aceptar esa solución? Desde luego yo no lo admito. Así que no, definitivamente tendrás que buscarte otra.
-¿ Por qué has dicho que si? ¿ Te burlas de mi ?
-No en absoluto sigo tu ritmo. No has hablado en serio ¿ verdad?
- Nunca he hablado más en serio. Pero ya veo que no me crees. Está bien dejémoslo aquí.
En cuestión de segundos había pasado de la felicidad más absoluta, a la decepción más desesperante. Estaba ceñudo, y lo cierto es que no era para menos. La niña agarrada a cada uno de ellos llorando y queriendo arrastrarlos hasta el coche. Él con el entrecejo fruncido y Kyra con cara de asombro.
No sabía por qué lo hizo si fue el gesto de disgusto de él, el llanto de la niña que seguía agarrada fuertemente, o fue por ella misma, por los sentimientos descubiertos hacia ese hombre en lucha constante con lo que creía un deber y la renuncia permanente a encarrilar la vida de nuevo. Todo se mezclaba en su cabeza y su amor por aquellas dos personas que tenía delante viviendo su propia tragedia.
Miró la carita mojada por el llanto de la niña y sus ojitos suplicantes, que se conformaba con que Kyra se metiera en el coche, ignorante de que era algo más que llevarla a un determinado lugar.
Era encerrarse en una vida de la que ni siquiera podría disfrutar de la familia. Y mucho menos de, si lo llegara a ser, un marido que no la quería, que lo hacía por conveniencia y que cada vez que se acostaba con otra mujer, pensaba únicamente en la suya muerta.
¿Era eso lo que quería? Y allí estaba, ceñudo, frente a ella, con la puerta del coche abierta esperando que ella aceptara dejarla en el lugar que le indicara. Y entonces algo cambio dentro de ella.
- Lo lamento, ha sido una broma de mal gusto. Pensé que lo decías en broma tu también. No puedo aceptar tu forma de ser y pensar. No resultaría.
- Está bien, como quieras. Y ahora ¿ entras en el coche o no?
- No, llamaré a un taxi
- Está bien. Tú misma.- respondió él furioso
La niña no paraba de llorar tendiendo sus brazos hacia ella, y a Kyra se le rompió el corazón, otra vez. Ni siquiera se estrecharon las manos, ni se dijeron adiós. Aidan puso el coche en marcha y se alejó de allí. En cuestión de minutos había tocado el cielo con las manos y había vuelto a los infiernos. Su destino siempre sería el mismo: tratar de ser feliz, para un instante después sumergirse en la desesperación más absoluta.
Su mente era un caos. Siempre en constante debate. De un lado su corazón tiraba de un extremo y de otro su pena, su compasión. Creía tener derecho a ser feliz y había comprendido que Kyra era con quién deseaba serlo. Pero al mismo tiempo la culpa, siempre la culpa y ese absurdo pensamiento de que si era feliz, obraba mal.
Miró por el espejo retrovisor y vió que su hija seguía llorando, y eso le dolió más que la broma gastada por Kyra. Nunca lo había hecho hasta ese día, pero tenía tanta rabia y frustración dentro de él, que no pudo evitarlo y con cara de pocos amigos gritó a su hija que se callara de una vez. Era la primera vez que la gritaba y causó tanto impacto en ella, que calló de inmediato, transformando su lloro en hipo.
¡ Cómo había sido tan bruto ! Gritar de ese modo a su hija sin darse cuenta que ella también la quería y lo estaba pasando mal desde que la vió. ¡ Cómo no había sido más consciente de eso! Buscó un sitio en donde aparcar el coche y lo hizo. Salió del vehículo y se sentó en el asiento de atrás junto a su hija que no se atrevía a moverse.
Se le rompía el alma al verla en ese estado, y la abrazó con todas sus fuerzas tratando de que olvidase el mal trago. Ambos necesitaban calmarse. Siguieron abrazados durante un rato hasta que Stella se tranquilizó al hacerle una pregunta y que con todo el dolor de su corazón hubo de mentirla:
- Papi, ¿Kyra volverá a vivir en casa, me querrá siempre?
- Cielo, Kyra te querrá por toda la eternidad. No creo que vuelva a casa; tiene que cuidar a otros niños
-Pero yo la quiero y la ví primero
- Lo sé mi vida, yo también la quiero, pero no depende de nosotros.
"Yo también la quiero", era la primera vez que lo decía en voz alta y le salió espontáneamente, no por decir. Acudió a su memoria el rostro de ella y tuvo que ocultar su cara en la de la niña para que no se diera cuenta de la decepción que sentía y la rabia contenida.
Ni siquiera había presentido, al levantarse en ese día, que iba a verla, a proponerle ser su mujer, recibir el sí, y el no, en cuestión de minutos ¿ qué digo de minutos? en segundos. Por un momento, la felicidad había invadido su cuerpo, pero la decepción aún era más terrible y mayor con la negativa. Puso la primera marcha y salió de allí rumbo a su casa. Dejaría a la niña al cargo de Felicity y después volvería al hospital en donde le esperaba una operación de riesgo. Eso, para rematar el día.
Moira hablaba de boda y se hacía urgente que él aclarase en qué condiciones sería su esposa. No esperaba que las rechazara, porque en realidad lo que ella buscaba era la posición de Aidan, tanto económica como socialmente. Para conseguirlo pasaría por todo, hasta con el recuerdo de su mujer muerta y de una niña inaguantable.
Decidieron convivir al menos durante una corta temporada, para ver si era tolerable la vida familiar para cada uno de ellos. Ni el padre ni la hija estaban precisamente alegres: echaban de menos otra cara, otra forma de tratar a Stella, en definitiva Kyra estaba más presente que nunca. Moira no paraba a penas en casa. En cuanto dejaba a la niña en el colegio, ella se reunía con las amigas hasta la hora de la comida si es que Aidan acudía, si no era así, no se verían hasta la noche si no tenía guardias.
Pero el detonante que hizo saltar por los aires todo el plan del médico fue una tarde que no era esperado llegase a casa a esa hora. Nada más entrar escuchó el llanto de la niña, y la voz airada de Moira. En la puerta del salón estaba Felicity con cara de angustia. Quiso intervenir en la discusión y Moira la echó de la habitación.
Aidan abrió la puerta de golpe y vió como su hija era zarandeada por la que pretendía ser su madrastra. Con el rostro congestionado, la tomó de un brazo y la sacó de la habitación, mientras Felicity entraba y abrazaba a la pequeña.
Del brazo fuertemente tomada por el médico, la subió hasta su despacho con la cara congestionada. No lo toleraría, y si esto ocurría antes de la boda, no quería ni pensar lo que sería después. No estaba dispuesto a ello: nadie pondría la mano en su hija y mucho menos una buscavidas como era Moira. Escuetamente, pero firme la dijo:
- Coge tus cosas y desaparece de mi casa y de mi vida. Ahora.- Ella salió corriendo sin protestar.
O´Reilly, apoyó su cabeza encima del escritorio y con sus manos en ella, sollozó quedamente.
RESERVADOS DERECHOS DE AUTOR / COPYRIGHT
AUTORA: rosaf9494quer
EDICION: Diciembre 2020
ILUSTRACIONES: Internet
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