Tamborileo en la puerta y ante él apareció la cara sonriente de Kyra. Se asustó un poco por si la niña hubiera enfermado durante su ausencia, pero la frase cortante del médico despejó sus dudas.
- A mi despacho. Ahora.
Sin esperar, dió media vuelta y bajó las escaleras como alma que lleva el diablo. ¿ Qué había pasado? Alarmada le siguió todo lo deprisa que le dejaban sus zapatos de alto tacón. No quería ni pensar si hubiera pasado algo malo. Pronto salió de dudas. O´Reilly abrió la puerta, y esperó a que ella entrase para cerrar tras ella. Las fosas nasales de su nariz se inflaban y desinflaban a un mismo tiempo. Estaba enfadado, muy enfadado. Pero ¿ por qué? Por ella no sería, ya que no había estado en todo el día. Pero se equivocaba. Si era ella el motivo de su enojo.
-¿ Puede explicarme si estas son horas de venir?
- Perdón...Pasan cinco minutos de las doce
- La contraté para que atendiera a mi hija,. pero dudo mucho que a estas horas lo pueda hacer
- ¿ La ha ocurrido algo? ¿ Se ha puesto enferma?
- Afortunadamente no. Pero ¿ y si hubiera sucedido ?
-La contraté porque la necesito aquí y ese fue el acuerdo, por tanto no ha cumplido con lo pactado y no tengo más remedio que despedirla
-¿ Cómo ? ¿ Se ha vuelto loco? No he faltado ni un solo segundo a mi contrato. Pero sea. Mucho ha tardado en hacerlo, ya que desde que pisé esta casa, desde el primer día, tenía ganas de despedirme. Ea, pues ya lo ha hecho.
- Mañana tendrá lista su liquidación y la indemnización correspondiente
- No Aidan O´Reilly. Guárdese su dinero. Me voy ahora mismo. Le recomiendo que tenga tacto cuando mañana Stella pregunte por mí y le diga que me ha despedido en mi día libre.
Y allí se quedó él dándose cuenta de lo inconveniente que había sido su reproche. Era una mujer libre y en su contrato esa cláusula se especificaba claramente. ¿ Qué demonios le había pasado? Sabía perfectamente la respuesta:
-Estaba celoso. Si Aidan, estás celoso. Te enfureciste cuando viste que el hombre que la acompañaba la abrazaba con cariño y se besaban a modo de despedida. Eran unos besos castos en la mejilla. Entérate de una vez que tus complejos no interesan a nadie y has de reconocer que has metido la pata soberanamente.
No podía dormir y tenía sensaciones encontradas. Sentía pena y al mismo tiempo alivio. Tenía miedo de lo que estaba sucediendo dentro de él, y le asustaba el desarrollo de todo ello. Estaba empezando a darse cuenta de lo que Kyra representaba, y se negaba en redondo a tener esos sentimientos. No los merecía y los rechazaba de plano. Pero al mismo tiempo la rabia le abrasaba por dentro porque, aunque se lo negara así mismo, sabía a que obedecía todo lo que estaba viviendo. Y se revelaba en los dos sentidos. Había prometido no volverse a enamorar, pero ¿ a quién se lo había prometido? a él mismo. Primero pensó que era por la manera de tratar a su hija, pero después descubrió que no era sólo agradecimiento, sino algo más profundo que había surgido sin buscarlo, pero que ahí estaba. Había empezado a sentirlo, y a un mismo tiempo tendría que decirle adiós.
La preocupación tomaba ahora su lugar ¿ Adónde iría a estas horas ? ¿Llevaba suficiente dinero? ¿ Por qué había sido tan bruto al tratarla de esa manera? Ella había dicho la verdad, no tenía ningún derecho a despedirla; nunca había traspasado los límites del contrato. ¿ Dónde iría a parar?
Se arrepentía pero no había remedio. Era orgullosa y acababa de demostrarlo al tirarle a la cara la indemnización que por derecho la correspondía. ¿ Por qué siempre la emprendía con ella? Un psicólogo se lo aclararía en el acto, y él también creyó saberlo, sólo que se revelaba contra lo inexplicable. Se revelaba ante la flaqueza de lo que había prometido para siempre. Pero una cosa es lo que uno propone y otra lo que la vida dispone. Y el destino había dispuesto que estaban hechos el uno para el otro, pero que una de las partes se revelaba contra ello. No lo admitiría, nunca. Él también tenía su orgullo.
- Pero orgullo ¿de qué?-, se decía. Un imbécil es lo que he sido. Y ya no hay remedio. Puedo dar mil vueltas al molino, pero lo hecho hecho está y ella no volverá nunca.
- Ven a mi casa inmediatamente. ¿ Qué ha sucedido ? ¡ Pero si acabo de dejarte ! Tú misma me dijiste que estabas dentro del horario, es decir que tenías carta blanca para volver a casa.
- ¡ Claro ! Pero se ha vuelto loco. Es una historia muy larga y ahora, francamente, mi cabeza no está para dramas.
- Dime dónde estás. Salgo a buscarte.
Y James, su fiel amigo, salió en su busca y se la llevó a su casa. Allí le contaría la larga historia hasta llegar a ese día. Sin darse apenas cuenta, habían pasado toda la noche, y ella narrado a su amigo lo que Felicity la contara. Jim comprendía la actitud de él. Se reconocía así mismo, pero ante la alteración de ella, optó por guardar silencio. Sabía que seguirían hablando durante la mañana siguiente. Ya era domingo, así que tendrían todo un día para calmarse y tratar de orientar la situación más favorablemente.
Él sería sin duda un hombre sensato, pero los sentimientos le habían jugado una mala pasada. Ella no se daba cuenta de lo que les inspiraba y por eso se obcecaba y no veía lo que tenía delante el porqué el médico actuaba de esa manera. Se reconocía en él, por eso estaba tan seguro de lo que sucedía. No la diría nada porque ella también respiraba el mismo aire, aunque no fuera consciente de ello.
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Autora: rosaf9494quer
Edición: Diciembre 2020
Ilustraciones: Internet
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