Estaba sentado en el salón tratando de ver la televisión. Hacía frio y se pronosticaba lluvia. Estaba deprimido, al igual que el tiempo. Miraba la pantalla, pero lo que veía en ella no le animaba. Pusieron un programa de humor que no le hacía reír en absoluto. En uno de los cortes para la publicidad, dieron un reportaje de una obra de teatro que tenía bastante éxito; era de humor y garantizaban risas a raudales. Justo lo que él necesitaba. Stella pasaría ese fin de semana con los abuelos. Él iría a la mañana siguiente a comer con ellos. La relación con sus suegros era excelente. Le querían y él a ellos. Eran los padres de su mujer y además, eran unas excelentes personas.
La casa se le venía encima. Al no estar la niña, había dado el día libre a sus empleados, y no había nadie en la casa, sólo él. Buscó en su agenda una dirección.¿ Qué iba a hacer él solo en casa? Encontró el número que buscaba y por tanto a la persona que necesitaba:
-¿ Diga?-. Escuchó la voz que buscaba al otro lado de la línea. Se identificó y la invitó al teatro, a cenar y a algo más. Ella se mostró algo reticente. Deseaba hacerse de rogar, pero al fin lo pensó mejor y se dijo que bien valía la noche con un ejemplar como Aidan O´Reilly. Aceptó rápidamente y quedaron citados a mitad de camino de las casas de ambos. Su hogar era sagrado para él, y no lo pisaría ninguna mujer que no formara parte de él y Emma sería una amiga ocasional necesaria.
Ya estaba vestido para la ocasión. El teatro estaba céntrico, pero iría con tiempo al lugar en donde habían quedado citados con el fin de aparcar el coche. Veinte minutos más tarde, se presentaba Emma. Le disgustaba profundamente que la gente fuera impuntual y ella lo era en extremo. Aunque no le gustó la demora, no la dijo nada y pensó que puede que lo hiciera para hacerse de rogar. Él rio entre dientes porque demasiado sabía que estaba loca de contenta con que la hubiese llamado, pero hizo caso omiso de ello.
Era la hora adecuada para la cena, después de tomarse un cóctel. Tenían tiempo para acudir después al teatro. Comentaron lo que cada uno de ellos sabía acerca de su argumento que les pareció jocoso. Necesitaba distracción, y al menos olvidar sus preocupaciones durante unas horas. Después de la función, tenía reservada una suite en un hotel cercano al teatro y allí rematarían la noche.
Y resultó ser cierto que la obra era ligera y muy cómica, con lo que el teatro se llenó de carcajadas casi toda la función. Dos filas o tres delante de ellos, había una pareja entre otras que llamó su atención. Ya habían avisado de que la función empezaría en unos instantes, pero aún en penumbra, el perfil de la mujer, le resultaba conocido, y sintió algo extraño en el estómago. ¿ Sería una casualidad, u obsesión ?
Se distraía a ratos de lo que se representaba, y desviaba su mirada hacia la pareja de delante. No parecían novios, se reían y alguna vez que otra se miraban riendo, pero nada hacía sospechar que estuvieran comprometidos. Aleteaba dentro de él algo parecido a la esperanza. No podía ser posible, no podía ser verdad que justo ahora, cuando más deprimido estaba, la viera para ahondar más en su herida.
La obra había terminado, y en el teatro había el consabido murmullo de los comentarios de los espectadores. Aidan cedió el paso a su pareja para que saliera primero, pero antes de hacerlo se volvió a contemplar a la pareja que había tenido en unas filas delante de ellos. Casi salían detrás suyo. Por un momento ella se giró y se cruzaron las miradas. Era una casualidad absoluta e inesperada, pero hizo que su corazón aleteara con esperanza. Ella siguió impasible como si hubiera visto a un extraño. Pero él no lo era, y sabía perfectamente quién era. Pensó que aún estaba dolida, y aunque fuera rencorosa, la prefería a cualquier otra.
Esperaban guardando un orden para salir. La tenía a menos de un metro, entonces susurró a su compañera "ahora vengo", y salió de la fila para ponerse a la altura de Kyra y su acompañante.
La tocó suavemente el hombro, y ella volvió la cabeza. No la dio tiempo a nada; él hablaba todo el rato dándole instrucciones:
- Tenemos que hablar y es urgente
- ¿ Le pasa algo a Stella?
- No, ella está bien. Es algo privado nuestro
-¿ Es lo que pienso? Si es eso no insistas
- He de proponerte algo. Mañana hablamos
Y tal y como apareció se perdió de nuevo. Pero la noche no fue igual para ninguno de los dos. Anuló la reserva del hotel achacando que no se encontraba bien, y dejó a su acompañante en su casa. Una luz de esperanza se abría alocada en su cabeza. Al menos la había visto, siquiera fugazmente. Había pasado mucho tiempo desde la última vez. No parecía que el chico que la acompañaba tuviera más familiaridad que el de ser un amigo; seguramente sería ese amigo que la acogió al despedirla.
Al llegar a su casa estaba impaciente por hablar de nuevo con ella, y a poder ser una conversación más larga. En su móvil aún conservaba su numero de teléfono. Lo apuntó también en una agenda, pero el del móvil no quiso borrarlo, es como si la tuviera más cerca, con él permanentemente. Marcó su número y la voz de ella fue como música para él
-¿ Diga ?
- ¡ Hola, soy yo !
- Ya te he reconocido. ¿ Qué quieres?
-Tenemos que hablar
-Eso ya me lo has dicho antes, No insistas si es lo que imagino. Mi respuesta es no
- Espera, no cortes. Las cosas han cambiado. Es un trato más equitativo. Escúchame antes de decir nada. Mañana estoy libre . ¿ Podemos hablar?
-Eres muy pesado. Por mucho que hayan cambiado las cosas serán más o menos lo mismo, y no me interesa.
- Por favor. Escúchame primero y después si no te conviene, cortamos.
- Está bien. Dónde nos vemos y a qué hora
- Pasaré a buscarte, a las tres. La conversación será larga, así tendremos más tiempo para discutir lo que sea
-¿ Vamos a discutir?
-No necesariamente, pero lo cierto es que en nuestros encuentros siempre terminamos así. ¿ Te parece que hablemos en tu casa o en la mía? Es trascendental lo que he de proponerte y no quiero que nos interrumpa nadie. Es demasiado importante para mí. Mañana como con mis suegros ¿ te parece que vaya a tu casa a la hora indicada?
- De acuerdo. A las tres te espero.
La puntualidad era una de sus normas, así que a la hora fijada, en punto, el timbre del apartamento de Kyra sonaba repetidas veces. Estaba impaciente. No sabía lo que resultaría de esa cita, pero ansiaba frenéticamente que aceptara su proposición. Pero también había un escollo sobre el que no cabía discusión alguna : sus relaciones de pareja. Creía que esa cláusula era inadmisible, y más en un temperamento como el de Kyra, pero era imposible para él quitarla, al menos de momento. Quizá con el tiempo fuera borrada no sólo del pacto matrimonial, pero también de su cabeza y eso precisamente era lo que le preocupaba.
¿ Por qué razón podía hacer el amor con una mujer sin reprocharse nada y si fuera su esposa no lo admitiría? Sería antinatural, navegar contra corriente. Una tentación demasiado grande para estar a su lado y no sentir una invasión de sentidos. Kyra era una mujer preciosa y creía que temperamental, y él la desearía, de eso estaba seguro. Y precisamente por eso, es que debía permanecer esa cláusula. Sería la penitencia que debía cumplir.
Y creyó tener la explicación: una amante era transitoria, no le quitaba el puesto a nadie, pero una esposa suplantaría a la que había sido suya hasta su fallecimiento y eso no lo admitía. ¿ Sería así siempre? Sus mismos suegros le aconsejaban una y otra vez que debía organizar su vida, por él y por Stella que la encontraban desorientada y perdida. Era demasiado pequeña para entender la vida de los mayores. Sólo sabía que había encontrado a alguien que la entendía perfectamente y que ya no estaba. Y que todas las sustitutas que le había puesto su padre las rechazaba de plano
-¿ Qué mayor dato que ese ? - le recriminaba su suegra.
-Todo eso lo comprendía, pero era superior a sus fuerzas. Sabía que Kyra ocupaba una parte importante en su vida, pero lo achacaba a la empatía que había tenido con Stella. No admitía de ninguna manera que sintiera nuevamente que el amor había llamado y entrado en su vida. No le quitaría el lugar a su esposa por nada del mundo. Y si se acostaban en una misma cama, se lo quitaba cada vez que lo hicieran. Eso era como un puñal clavado en su alma; el sentido de culpa siempre estaba presente.
Tragó saliva, carraspeó, y espero un instante, antes de pulsar el timbre de la casa de Kyra. Sabía que no sería una conversación fácil. En el bolsillo interior de su chaqueta, guardaba doblada una copia del contrato pre matrimonial. Si aceptaba, quedaría todo solucionado esa misma tarde. Si así no fuera, la desgana por seguir luchando, ganaría la batalla.
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Autora: rosaf9494quer
Edición : Diciembre 2020
Ilustraciones: Internet
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