Alexander recorría la habitación como buscando algo, inquieto y con cara de mal humor. Lo que en realidad hacía, era preparar un escenario. Tenía en mente una representación en toda regla. No se le ocurría otra idea mejor que esa, y por ahora, su única salida. Pero debía atar muy bien todos los cabos para que fuera creíble.
No entendía lo que le estaba ocurriendo con esta mujer. La miraba de reojo y la veía inquieta, preocupada. Y no era para menos. En su cabeza estaba planteando algo que, además, aparentase ser cierto. Nunca imaginó verse en esta situación absurda por alguien a la que no conocía, con quién había intentado intimar, pero sin conseguirlo. Ahora se le estaba ofreciendo y ahora, a pesar de sus deseos, no la quería. Las contradicciones del ser humano: nos gusta lo difícil, lo inalcanzable y Adeline era fruta prohibida. No abusaría de su poder sobre ella, por muy desorientada y dolida que la viera.
— Necesito que me devuelvas la camisa — la dijo de improviso, al tiempo que repasaba la habitación.
Y prosiguió dándole explicaciones que debería seguir al pie de la letra.
— ¿Me pongo el vestido?— dijo ella inquieta e indecisa
— No. Te meterás en la cama, desnuda. Fingirás que estás exhausta y deseas dormir. Deja todo tal cual está. Seguramente entrará el camarero a recoger el servicio. No hagas caso. Permanece quieta, en la misma postura en la que estés. El baño ha de estar igualmente desarreglado, cuanto más mejor.
— ¿Te has vuelto loco? No entiendo nada.
— Tengo un plan. He de convencer a Margueritte de que deseo estar contigo, no sólo hoy, sino siempre. He de mostrarme apasionado como nunca, deseoso de tenerte en exclusiva ¿Entiendes a donde quiero llegar? Quiero comprar tu libertad. Anda métete en la cama. Cuanto antes empecemos, antes saldremos.
Ella se quitó la camisa de él. No llevaba nada debajo. Tímida se cubrió como pudo. Él se había dado la vuelta para no mirarla. Se acomodó en posición fetal, como era su costumbre, tapada hasta las orejas. Alex , sonrió al verla, se acercó lentamente, mientras se abrochaba la camisa y acarició su cabeza, depositando un casto beso en sus labios.
— Una última recomendación. No abras la puerta a nadie ¿Me oyes? A nadie. Me llevo la tarjeta de apertura de la puerta. No quiero dejarla por ahí. Si entrara el camarero a recoger, finge que duermes. Deja la puerta del baño abierta, como está ahora. Hemos de fingir que hemos tenido una noche borrascosa. Y aunque ha sido así, ellos no saben lo que ha ocurrido entre estas paredes. Procura que la mancha de la cama no se vea. Cuando regrese trataré de limpiarla. Y ahora me voy. Deséame suerte.
—Sería magnífico si te devolvieran mi pasaporte— dijo ella tímidamente
— ¿No tienes pasaporte?
—Se quedaron con él al subir al avión
— ¡Cabrones...! Lo tenían todo previsto. Bueno... Eso ya lo solucionaremos. Ahora es lo menos importante. Me voy
— ¿No vas a besarme de nuevo?
— No, no voy a hacerlo. Y no me tientes. No está el horno para bollos. Las cosas han de seguir como están ¿Me entiendes?
Danka asintió con la cabeza y le dejó ir. Tenuemente con sus dedos, acarició sus labios como reteniendo el beso de él. ¿Sería así como sus amigas habrían conseguido novio? ¿Cómo se le ocurría pensar ahora en esas cosas? Él estaba demostrando ser todo un caballero, pero de ahí a...
— Da igual. Él nunca será para mí. Pero no puedo evitar aprisionarlo en mi memoria. ¡Ojalá y todo hubiera sido más sencillo!
Se hizo un ovillo y lentamente los ojos se le fueron cerrando. Tenía duermevela y sintió como la puerta se abría, pero aún sin abrir los ojos, supo que no era Alexander, por tanto permaneció en la misma posición. De repente sintió miedo y entreabrió un ojo cuando el intruso estaba de espaldas. Llevaba una chaqueta blanca "es el camarero"— pensó y siguió en la misma posición.
A propósito habían devorado todo el desayuno. Tenían que demostrar que habían habido excesos y tenían hambre, aunque lo cierto es que comieron a la fuerza. La realidad era muy distinta a la ficción en la que estaban metidos. Todos los detalles, por insignificantes que fueran, serían importantes. Se trataba de engañar a unas personas muy listas, que se la sabían todas. Pero ellos tenían la fuerza, la verdad de su lado y no les vencerían.
Salió con el cabello revuelto y la camisa por fuera del pantalón, Daba la impresión de descuido e improvisación y, justo eso, es lo que quería. Al final del pasillo, permanecía sentado uno de los "guardianes" y, a él se dirigió con paso firme.
— ¿Se ha levantado ya Margueritte?
— Creo que sí. Estará en su despacho, seguramente.
— Bien. Muchas gracias
Y hacia allí se dirigió con paso firme. El guardián le miró cuando le dio la espalda y rascándose la coronilla sonrió, mientras pensaba para sí
— ¡Madre mía! Qué noche han debido pasar...
El corazón palpitaba fuertemente, llegando sus latidos hasta el oído en el que resonaban aún más fuertes de lo que en realidad eran. Estaba nervioso e impaciente. Iba a afrontar una situación que iba, a medida que las horas transcurrían, cambiando constantemente y superándose así misma
— Quisiera saber lo que he visto en esta chica para meterme en esta situación tan disparatada y peligrosa al mismo tiempo. Con esta gente no se juega y yo estoy a punto de interpretar una obra de Shakespeare en toda regla. No sé qué me ha dado, pero no puedo parar de hacerlo. No la puedo dejar abandonada. Es como si hubiera crecido dos metros. Me siento capaz de todo, y no es que no lo fuera hasta ayer, pero en mi interior ha brotado el instinto de protección. La veo ¡tan perdida, tan desorientada, tan...! Deseable, dilo de una vez. No, no es sólo deseo. Es algo que nunca he sentido.
Tamborileo en la puerta del despacho y, al otro lado escuchó la voz de Margueritte
— Pase.
—Buenos días Margueritte. Deseo hablar contigo de algo importante, muy importante para mi
— Pues tú dirás. Por tu aspecto pensaría que te has peleado con alguien
— No exactamente ha sido una pelea. Tenías razón en lo referente a ella. Ha superado todas mis expectativas; ha sido el mejor cumpleaños de toda mi vida
—¡Vaya! Me alegro de haber acertado. Pero creo que no has venido a verme por ese motivo, así que te escucho
—La quiero en exclusiva para mi. Y cuando digo en exclusiva es eso: sólo yo ¿Me entiendes?
—¿Qué mosca te ha picado? Tengo chicas preciosas y nunca has quedado descontento de ellas ¿Qué tiene esta de especial?
—Tú lo has dicho. El sexo con ella es especial. Es más, desearía que me acompañara en alguna ocasión a las cenas de rancheros. O más simple comprártela para que viviera conmigo
— Te desconozco muchacho ¿Qué te ha hecho esa chica que te ha vuelto tan loco? Si es tan especial, pienso que debería subir la tarifa por ella. A simple vista no parece tan extraordinaria. Te conozco desde hace tiempo y, nunca te había visto tan excitado por una mujer.
— Bien. Pon un precio
— Ja,ja,ja. Decididamente estás loco perdido ¿Deseas ser plato de segunda mano?
— Eso es cuenta mía. Dime ¿Cuánto pides?
— Sabes que te tengo aprecio, pero esto he de pensarlo. Pagué un buen dinero por su traspaso. He de recuperarlo y obtener beneficios.
— Pero tu precio fue superado, y aún estoy dispuesto a incrementarlo más. Te repito ¿Cuánto pides?
— Veinte mil dólares por día que la saques para tu evento, y cinco mil aquí.
— Te estás pasando, pero acepto. Te pagué hasta el mediodía de hoy, así que será a partir de las doce que correrá la nueva tarifa porque pasaré esta noche de hoy también. La tendrás a mi disposición pasado mañana en que tengo una cena de negocios; deseo llevarla .¡Ah! Y facilítale ropa más adecuada que un vestido de noche.
— Bien. Si estás de acuerdo te llevaré la minuta a la habitación.
— De acuerdo cárgalo a mi cuenta. ¿O Prefieres una tarjeta Visa? Y piénsate en traspasármela definitivamente, pero sin exageraciones. Has recogido con ella en dos días más beneficios que en una semana con tus otras chicas.
— Un total de veinticinco mil dólares
— Has subido la tarifa en cinco minutos ¿Cómo puedo fiarme de que no la cederás a otro hombre cuando yo no esté?
— Te doy mi palabra. La mantendré en su habitación y cuando me avises estará preparada.
— Hoy estará conmigo y pasado vendré a recogerla a las doce. Acuérdate.
— Está bien. Dame la Visa., y márchate de una vez. Tengo trabajo que hacer- dijo sonriéndole y despidiéndole con la mano.
— Entonces ¿Está cerrado? ¿Cuento con tu palabra?
— Sabes que sí. Que el trato va a misa.
— Bien, pues pasado mañana a las doce del mediodía, tenla lista. Pasaré a por ella. Mis socios se van a sorprender
— Anda, anda. ¡Estás rematadamente loco?
Recogió el duplicado de la Visa y salió del despacho. Se apoyó en la puerta al cerrarla y respiró aliviado. Hasta ahora su plan estaba en marcha, pero hasta el final nadie es dichoso. Aún quedaba mucho por hacer, y debía ser con lentitud y cabeza para que nada fallase que delatara sus planes.
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