domingo, 13 de junio de 2021

El día que nunca existió - Capítulo 2 - Danka Novák

 Adoraba el arte en cualquiera de sus manifestaciones, pero la música era su preferida y en especial la danza. Se sentía distinta nada más calzarse sus zapatillas de puntas. Iba dos veces por semana al conservatorio de Praga  a estudiar ballet, su sueño desde que siempre recordara. También estudiaba bachillerato y ambicionaba ir a la universidad de medicina. Quería ser médico, aunque lo veía difícil y lejano.

Vivía en el casco más hermoso de Praga, su ciudad natal, junto con su padre. La madre había fallecido hacía algunos años.

 En sus pocas horas libres, se buscaba algún trabajo que ayudase en casa. La crisis económica azotaba a toda Europa y más aún a los paises cuya economía no era muy boyante.


Sabía que en casa no sobraba el dinero, pero los empleos a los que ella pudiera tener acceso, estaban bastante restringidos. Quizá de empleada de hogar. Se ahorraría su comida y entraría más dinero en casa, pero para eso habría de renunciar a sus clases en el conservatorio y suspender de momento el bachiller.

Su padre estaba delicado de salud y por tanto, no lo pensó más. Corrió la voz entre los comercios en los que solía comprar ,a ver si alguien necesitase alguna asistenta o mujer de servicio. Dejó su teléfono en los hoteles más cercanos a su domicilio, pero no hubo llamada alguna. La recesión, también atacaba al turismo y, a pesar de que Praga gozaba de las excelencias del mismo, se había notado también su falta.

Lo único que pudieron darla en uno de los hoteles, fue un puesto de limpiadora que, además ayudaría a las doncellas a arreglar las habitaciones. Al menos podría asegurarse la compra de la medicación de su padre, y quizá, con un poco de suerte hasta su comida, ya que lo haría en el hotel.

Adiós a sus sueños, a sus proyectos, a su ideal de  vida. Aunque al principio lo lamentó, pronto  pensó que su padre estaría atendido y, eso la compensaba de todo. Cada día llegaba a casa cansada, muy cansada, ya que el trabajo era pesado y a toda velocidad. Había que tener las habitaciones listas en cinco minutos y perfectas. En cuanto hubiera alguna queja, sería despedida la camarera o ayudante que hubiera cometido alguna infracción. Se esmeraba al máximo y presto. 


Alcanzó, digamos, la perfección en su trabajo al cabo de poco tiempo, pero los días, los meses pasaban y seguía en el mismo puesto de trabajo. No había ascenso posible, a menos que la situación económica resurgiese y,  por el momento no se veía color.

Habían vivido en esa zona turística desde que sus padres se casaron, que en aquella época era un lujo, pero ahora estaban con un pie dentro y otro fuera a expensas de que el casero tuviera consideración con ellos.

El casero y su padre, habían luchado juntos contra el comunismo, y por ese motivo, tenía alguna consideración.-

Fue uno de los huéspedes que, al entrar en su habitación, la vio terminando de arreglarla. Era un turista de mediana edad procedente de algún pais del este. Era apuesto, simpático y atractivo, aunque   la mitad de las palabras que la dirigía no las  entendía.

Se puso muy nerviosa al temer por la regañina que iba a recibir, al haber demorado  el arreglo de la habitación "importunando al cliente". Por mucho que ella lo negó aduciendo que había sido él quién la entretuviera, de nada sirvió:

— Estás despedida. Sabes que es una estricta norma del hotel.

Al abandonarlo ese día, iba triste, furiosa y de mal humor. Había sido injusto el despido y, además ella no tuvo la culpa. Se preguntaba: ¿Qué hubiera pasado si no le hubiera hecho caso y siguiera con lo que estaba haciendo? Estaba claro, que el cliente no se llevaría la regañina.  Pero la repercusión que tendría en su vida y en la de su padre sería fuerte, sin haber cometido infracción alguna. Se aprovechaban de la necesidad de la gente que no tenía más remedio que, bajar la cabeza y tirar para adelante como mejor pudiera.


Trataría de ocultárselo al padre. Saldría a la misma hora de siempre a buscar trabajo en lo que fuera, pero tenía muy claro de que a él ni le faltaría la comida ni su medicación.

Y así día tras día seguía rutas distintas, alejadas de su vivienda a ver si tuviera más suerte. Había pasado una semana, y se acercaba el día en que debiera recibir su jornal, y no tenía nada que entregar a su padre ¿ Qué le diría? ¿ Que la habían despedido? Pero a pesar de que sería un disgusto para él, si le ofrecía un trabajo a cambio, el disgusto sería menor. Pero ¿cómo?

Transitaba cabizbaja por el puente de Carlos, cuando alguien tocó su hombro.

Frente a ella estaba el causante de su aflicción. Le miró con unos ojos que taladraban su cara y él se dio cuenta de ello. No tenía ni idea de que la hubieran despedido por su causa. Ella le contestaba secamente y deseando perderle de vista.

Los ojos del hombre escudriñaban cualquier signo de la cara de Danka y, comprendió al momento que, a esas horas, en las que debiera estar trabajando, no lo estaba y su vestimenta era la adecuada para presentarse a algún trabajo. Era un hombre astuto y esa chica le gustaba. Entablaría conversación con ella con cualquier excusa. Pero veía en ella un gran potencial y no desperdiciaría la ocasión.

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