En constante alerta iban cumpliendo el plan de despiste trazado por Alejandro. A su hijo le extrañó tanto detalle en la huida; no conocía en su padre esa habilidad. Tendría que preguntarle, pero ahora no era el momento.
Siguiendo las instrucciones observaron las recomendaciones hechas, al pie de la letra. Todo se desarrollaba según lo previsto. Todo tenía su importancia si acaso decidieran seguirles. Uno a uno los pasos a seguir se cumplían.
En un coche gris con matrícula de Texas se introdujeron de nuevo, saliendo del aparcamiento, pero esta vez el camuflaje sería diferente: Alejandro volvería a conducir, y la pareja acostada en el asiento de atrás.
Observaba de vez en cuando si alguien les seguía. Tomaron una carretera secundaria . En cualquier gasolinera, repostarían y comprarían lo suficiente para asearse. Lo mismo podían estar unas horas, que varios días, y tenían que tener todo previsto.
Delante de Danka, Alex no quería preguntar a su padre por la documentación de ella; eso lo haría cuando estuvieran a buen recaudo.
Uno a uno iban cumpliendo el plan previsto. No tardarían mucho en llegar al sitio elegido: Roseville, pero no sería exactamente a ese lugar, sino que se adentrarían en el bosque hasta una cabaña derruida en la que no podrían dar señales de vida.
En el supermercado de alguna gasolinera entrarían por separado y, cada uno de ellos compraría lo que necesitase. Mientras Alejandro elegiría un teléfono de prepago. Tabaco, alguna que otra chuchería, galletas, agua mineral, cervezas... Entre los tres se repartieron las compras, Alex y Danka pagarían con la tarjeta de él, ya que ella no tenía ni tarjeta ni dinero.
Tardaron más de dos horas en llegar a su destino. No había carretera. Todo estaba cubierto por la maleza pero era un paisaje extraordinario, de una belleza impresionante. La cabaña era una ruina envuelta en vegetación. Ni siquiera había una huella de que en su día hubiera algún camino hasta su entrada. A unos diez metros de ella, por la parte posterior, había un gran lago. Al menos se podrían bañar si nadie descubriera el refugio.
Tenían que camuflar el coche, ya que sería su escape si alguien les descubriera. Mientras ,Danka, dentro de la cabaña, adecentaba algo la que sería su vivienda. Padre e hijo se dedicaron a cortar ramas y maleza para tapar el vehículo que estaría alejado de la cabaña y en dirección contraria al que por lógica debiera estar. Nada ni nadie debía indicar que en ese lugar había personas viviendo.
Poco a poco, ella iba colocando los alimentos que Alejandro había traído. Casi todo eran latas, ya que ni fuego podían encender. Una linterna a pilas sería su lámpara. Pasarían la mayor parte del tiempo tumbados y en silencio, por si a alguien se le ocurriera pasar por allí. Todo signo de vida debía ser borrado.
Alex cada vez se asombraba más de los recursos de su padre. Haciendo un alto en el camino, cuando el coche ya estaba casi cubierto, le preguntó:
— Papá no sabía que tuvieras tantos recursos de defensa ¿Alguna vez tuviste necesidad de ellos?
— Hijo...Nací en Méjico. Fui emigrante sin documentación. Pasé hambre e hice cosas que desapruebo, pero se trataba de sobrevivir, ser deportado o muerto de un tiro por la policía fronteriza. Crucé el Rio Bravo hace años. Pasé de Tejas a California. Ahora el tiempo se ha detenido, y todo sigue igual. A la desesperación de las personas no se le puede poner freno. Ahora es todo más complicado, pero es el mismo escenario. He de confesar que, al principio hice cosas no legales, pero tenía que comer y hacer frente a los brabucones que sólo buscaban camorra.
— Anduve por esas tierras de Dios. Dormía al raso de la noche, comía lo que pillaba en el campo o lo que pudiera coger de algún huerto. Y sí, viví en esta cabaña durante tres meses, hasta que decidí levantar el vuelo de nuevo. Echaría de menos el lago, la Naturaleza salvaje y agreste, pero hermosa.
— Durante las largas caminatas, me encontré con un muchacho que buscaba paz y comida al igual que yo y nos ayudamos mutuamente. Parecíamos dos delincuentes, desarrapados y sucios. En una Misión nos dieron techo y comida y nos buscaron un trabajo. Mi amigo siguió su camino y yo me quedé. Trabajé duro, ahorré un poco de dinero vendiendo en los mercados la fruta que robaba por las noches en los huertos cercanos y escatimando en comida. Pero conseguí lo que anhelaba.
— Primero fue un pequeño terreno. Después una casita. Al cabo del tiempo construí una casa más grande, amplié la compra a terrenos colindantes y poco a poco hemos llegado a día de hoy: nuestro rancho Mulligan. Hoy nadie me vería como al vagabundo que fui. Lo pasé mal, muy mal, pero me hice un propósito: no volvería a Méjico fracasado y, cumplí lo que me prometí a mí mismo, sólo que aún no he regresado a Méjico.
Y ahora volvamos a la cabaña, hemos de hablar de muchas cosas y planificar bien lo que vendrá después. Tenemos unas horas por delante, pero mañana, cuando se cumpla el plazo de su entrega y, comprueben que no devuelves a la muchacha, comenzará la cacería. Tendré que dejaros solos un par de días. He de hacer gestiones para conseguir el pasaporte de ella y establecer comunicación con la policía. A ser posible que manden alguna patrulla camuflada para protegeros, pero a partir de mañana a mediodía, habréis de valeros por vosotros mismos hasta que yo regrese. La gestión no va a ser fácil. Sé que pondrán impedimentos ."Pruebas, necesitamos pruebas". Es lo que me dirán. Pero en fin, no perdamos la calma.
— ¿Qué te ha parecido Danka?—preguntó Alex
— Hijo... Es muy joven, preciosa, educada, inocente y asustada. ¿Estás seguro de la responsabilidad que has echado a tus espaldas? ¿La amas lo suficiente para correr con la seguridad de su vida?
— Si papá. Estoy seguro. Prefiero correr riesgos a su lado, que tener la vida relajada que tenía antes. Si me preguntas el por qué, no te sabría responder. Fue desde que la vi en lo alto de aquella escalera, tímida, mirando asustada a todos lados y comprendiendo a un mismo tiempo para lo que estaba allí. Sentí como un latigazo del que ni siquiera me di cuenta, hasta que la abracé por primera vez y comprobé como temblaba . Es demasiado joven para vivir esta aventura, pero ¿Qué hacer? Ya no puedo retroceder, no lo haré nunca, pase lo que pase con nosotros. La amo tanto que me cuesta hasta respirar.
— Bien hijo. Ha sido un camino difícil para iniciar una relación. Puedo asegurarte que en sus ojos se ve el amor y la esperanza con que te mira. No la defraudes si llegáis a unir vuestras vidas. Recuerda la angustia y la incertidumbre que está viviendo.
— Si ella acepta, cuando todo pase, deseo hacerla mi esposa. De su virtud soy testigo, yo la quebré, fui el primero en su corta vida, si es que tienes alguna duda de su honradez.
Alejandro guardó silencio y pasando un brazo por el hombre del hijo volvieron lentamente a la cabaña.