El tiempo seguía detenido en el transcurrir de Miranorte. Nada lo había alterado durante el tiempo que estuvo ausente. Llegó al bar, y en el local, las mismas personas de siempre: Un Juan aburrido tras el mostrador, y un par de mesas ocupadas por los paisanos que jugaban a cartas, unos, y al dominó otros. Echó un vistazo y saludó con la mano a los lugareños, que cariñosamente la contestaron.
- ¡ Vaya, ya estás de regreso ! Muy pronto ¿ no ? - la preguntó Juan, medio adormilado de puro aburrimiento
- No. Te dije que sólo me iba por diez días. Ayer llegué a Madrid y hoy ya estoy aquí, nuevamente. Quiero hablar contigo, Juan
- Pues tu dirás- la respondió
- Verás... Te agradeceré siempre el favor que me hiciste con el coche, pero... el haber estado estos días en Nueva York, y después en mi casa, en Madrid, me han hecho reflexionar sobre mi vida, y creo que debo regresar a la vorágine de la ciudad. Se que echaré de menos esta paz que aquí se respira, pero creo que ha llegado el momento de hacer algo con mi vida, y para ello he de regresar a Madrid, y después no se si me quedaré o marcharé a otro país. Se que ese no fue el trato, y que debía cumplirlo hasta el final, pero espero me comprendas y me perdones
- Alba... ¿ cuántas veces te he dicho que debieras irte de Miranorte? Aquí está todo hecho. No quedamos más que cuatro gatos. No hay futuro para ti. Haces bien, es todo lo que te puedo decir.
¿ Cuando piensas irte?
- No tardando. Si espero algo más, creo que me arrepentiré de mi decisión, y entonces no me iría. Os echaré de menos a todos vosotros, a mis amigas del alma, que tanto bien me han hecho durante todo el tiempo, a Mila, a ti... a todos..., a todos -. Sin poder contener su emoción, ocultó la cara entre sus manos para que nadie viera que estaba llorando.
- ¡ Eh, niña ! Alégrate. Haces lo correcto. Aquí no tienes nada que hacer, créeme
´Más tranquila tomó el café que Juan había preparado para ella, y tuvieron una charla entre amigos, que fue alterada por la llegada de los operarios del rodaje que llegaban, como cada noche, para cenar
- ¿ Vienen a diario ? - le preguntó curiosa
- Si. Vienen a comer y a cenar. Están aburridos como ostras. No creo que tarde mucho en llegar el resto. Creo que llegarán por Año Nuevo, dos o tres días después
Alba guardó silencio, y al cabo de un rato se despidió de Juan y salió, saludando a su paso a los obreros del rodaje. Se encaminó lentamente hasta el domicilio de Alberto, en donde tenía la consulta médica. Miró el reloj y vio, que por la hora, debía haber terminado las visitas. Delante de la puerta , dudó por un momento en llamar. No sabía si debía hablar con él, después de la violenta discusión que habían tenido la última vez que se vieron. Pero, pese a todo, creía debía despedirse de él. Era su amigo, y muy posiblemente no se volverían a ver. Se decidió y, alzando el llamador de metal, espero a que Alberto, franqueara su puerta. La recibió con sorpresa, no la esperaba . Se besaron en la mejilla como tenían por costumbre, y la hizo pasar hasta el salón de la televisión.
- Pasa, aquí hace más calor. Tengo la gloria encendida.. ¿ Quieres tomar algo?
- No, gracias Alberto. Juan me acaba de invitar a un café
- Y bien, dime ¿ estás bien ? ¿ necesitas mis servicios?
- No, gracias. Estoy perfectamente de salud. Verás... he venido a despedirme... regreso a Madrid, aunque no sé si me quedaré allí o iré a cualquier otro lugar en el extranjero. No sé qué haré- él guardó silencio por un momento, y al fin dijo:
- La verdad..., no me lo esperaba. Me había acostumbrado a tu presencia, aunque desde hace algún tiempo no quieras nada conmigo. Te echaré mucho de menos, pero creo que haces bien. Aquí no hay panorama. Me has dado una sorpresa, y he de decirte que lo siento, pero comprendo que haces lo correcto. Yo haré lo mismo en cuanto tenga oportunidad.
La decepción de Alberto era visible a simple vista, y no pasó desapercibida para Alba. Conocía los sentimientos del médico hacia ella, pero no estuvo nunca enamorada de él, y aunque se lo hizo notar desde el principio, no se dio por vencido. Durante unos minutos, guardaron silencio. Alberto la miraba fijamente sin decir nada, pero sus ojos expresaban la decepción que sentía por la partida de ella. La frialdad entre ellos podía cortarse, y al cabo de un rato Alba decidió que debía marcharse para no crear más violencia.
- Creo que debo marcharme. Tengo infinidad de cosas que hacer.
- Siento que te marches, tu sabes porqué. En el fondo siempre albergué la esperanza de que llegáramos a algo..., pero no puede ser , y aunque lo siento, me alegro por ti si es lo que quieres, si esa decisión te hace feliz. Si necesitas volver, por el motivo que sea, aquí estaré. Lo sabes ¿verdad ?
-Si Alberto, lo sé
Alberto depositó un suave beso en los labios de ella y Alba le correspondió con otro en la mejilla. La emocionaba la comprensión de él. Sabía que contaba con su lealtad, pero también sabía que quizá nunca volveriín a verse, porque entre sus pensamientos no estaba el regresar a Miranorte. Confiaba en que las cosas la fueran bien, encontrar un trabajo, a poder ser en la enseñanza, pero no descartaba cualquier otro empleo. Sabía que al vivir en un país extranjero, no todo sería igual que en casa, pero había tomado esa decisión y se aclimataría a lo que surgiera. Se giró para decir adiós a Alberto que la despedía a la puerta de su casa, viéndola cómo se alejaba de allí y, de su vida definitivamente. Aunque triste, le confortaba la idea de haber hecho las paces con ella. Quería guardar un grato recuerdo de su amistad, aunque no pudo lograr el amor de ella.
Después fue a despedirse de sus amigas. Aunque fuera duro el hacerlo, era su deber. Había contado con la lealtad de ellas, con su compañía y con su amistad en las horas bajas de su depresión. Debía decirlas adiós, aunque mientras viviera en Madrid, contaba con la posibilidad de verse, aún de tarde en tarde. Como imaginó, la despedida fue triste, muy triste. Las amigas abrazadas, trataban de ocultar el llanto para no desanimar a Alba, aunque ella también hacía esfuerzos por sonreír, ocultando de esta forma su inmensa tristeza por tener que dejarlas. Al llegar a casa, descolgó el teléfono y trato de conectar con Mila. Al serle imposible, la dejó un mensaje en el buzón de voz:
" Regreso a Madrid. No he podido hablar con vosotros. Te llamaré desde allí. Espero lo esteis pasando genial. Un abrazo. Hasta pronto"- y al colgar, despacio, repasó brevemente su vida con aquella entrañable mujer que había sido toda su familia desde que llegó a Miranorte.
Era noche cerrada aún, cuando Alba salió de la cama y procedió a ducharse, y arreglarse para el largo viaje que la aguardaba. Hacía frio y buscó una ropa que la abrigara, pero que al mismo tiempo le fuese cómoda de llevar. Dio un último recorrido por la casa y aguardó a que el taxi que había concertado el día anterior llegase a recogerla. Se había acostado muy tarde, hasta dejar recogidas todas sus pertenencias, y sonrió al comprobar que todo lo vivido allí, cabía en una caja de cartón, en un embalaje. La ropa la había guardado en un baúl y en la maleta que llevaría a mano. Y que la agencia contratada pasaría a recoger y trasladarlas a su casa de Madrid. Había concertado con Juan que él se encargaría de entregar al transportista los bultos que dejase en la casa. Echó una última mirada al entorno antes de entrar en el taxi que la llevaría hasta Las Mimosas, y allí tomaría el autocar que la conduciría hasta León, para más tarde tomar otro autocar o el tren que la dejara en Madrid. Pensó que si se la hiciese tarde, haría noche en León y al día siguiente proseguiría su viaje hacia Madrid.
Ya en el taxi, giró su cabeza para dar el último adiós a la casa que había sido su hogar. Observó el paisaje con nostalgia y cariño, esbozando una ligera sonrisa. Decía adiós a una etapa serena de su vida. A lo que la había llevado hasta Miranorte después de la muerte de su madre. Y ahora se encontraba camino de otra incógnita, quizá más incierta que la anterior por tener que alejarse del que era su país, para buscarse la vida, en otro lugar, extraño, totalmente para ella . Coronaban la cuesta y desde lo alto, pudo ver las instalaciones del set de rodaje. Allí había comenzado todo. Algo que había cambiado su día a día. No pudo evitar que los ojos se la llenasen de lágrimas, recordando el primer día que conoció a Paul y a su memoria acudió la imagen del actor firmando una fotografía "a la chica del hamon". En su bolso, en su monedero, llevaba aquella fotografía, y suavemente pasó la mano por la piel de esa prenda.
Llegó muy fatigada y cuando entró nuevamente en su casa, no la fue tan duro como hacía unos días. Estaba hecha a la idea, aunque un nudo en la garganta amenazaba con llegar hasta sus ojos. Lentamente se quitó el abrigo y los zapatos. La dolían tremendamente los pies, que se le habían hinchado por tantos horas de quietud. Se tumbó en la cama mirando al techo, y planificando lo que debía hacer al siguiente día. No tenía prisa. Igual daba uno o dos días. Debía pensar detenidamente lo que tenía que hacer. Poco a poco, sus párpados se fueron entornando hasta caer en un profundo sueño. Se despertó sobresalta y con frio. Se había dormido sin taparse, y la baja temperatura del piso hizo que su sueño se viera interrumpido. Era tarde, se incorporó y comprobó que en el frigorífico sólo había un paquete de leche, que había dejado en su visita anterior. Calentó en el microondas un vaso. Al menos tomaría algo que la hiciera entrar en calor. Se sentó en el salón mientras calentaba sus manos en el vaso con la leche caliente. Cogió una ligera manta que tenía para taparse las rodillas mientras veía la televisión. Era la manta que utilizaba su madre y que reposaba en el brazo de su sillón preferido. Acarició con su mejilla la suave lana de la prenda, y simplemente dijo
- Mamá, mamá.... ayúdame. Tú sabes el porqué de todo esto. Se que me comprenderías y me aconsejarías lo qué hacer. Ayúdame, ayúdame -. Hundió el rostro en la manta y lloró durante un rato, hasta quedarse dormida. Una musiquita del teléfono móvil, la hizo revolverse en la cama
- ¿ Si ?
- ¿ Dónde demonios estás ?- la respondió una voz alterada
-¿ Quién eres ?
- ¡Cómo que quién soy! Es muy tarde y aún no has llegado
- ¿ Paul... Paul ?
- Si. Soy yo. Contesta ¿ dónde estás ? Llevo una eternidad en la puerta de tu casa y aún no has aparecido
-Pues ¿ dónde voy a estar en mi casa ?
- No, no es cierto... Ni siquiera hay luces en las ventanas
- ¿ Estás en Miranorte ?
- ¡ Claro ! ¿ Dónde estás ?
- Estoy en Madrid... en mi casa
- ¿ En Madrid ? ¿ Y qué haces en Madrid ?
- Oye no tengo que darte explicaciones sobre lo que hago ó dejo de hacer- le respondió disimulando una sonrisa
- He adelantado mi regreso a España, para estar contigo estos días, y resulta que te has marchado. Creo que si me tienes que dar una explicación
- ¿ Cómo iba yo a saber que ibas a regresar antes de tiempo... y por qué ? No creo seas una hermanita de la caridad. ¿ Acaso te doy lástima?
- Claro que no... pero pensaba que estarías allí... Está bien... saldré para Madrid
- Ni se te ocurra. Sería inútil... Me voy a Londres
- ¿ A Londres ? ¿ Qué demonios vas hacer en Londres?
- No tengo porqué decírtelo. No entiendo lo que pretendes ¿ A qué viene todo esto ?
- Te lo explicaré cuando llegue. De momento suspende el viaje. Después ya veremos.
- Te repito que me voy
- Y yo te pido que esperes, por favor. Tenemos que hablar, y es algo importante
Se despertó de golpe, cuando aún mantenía en su memoria los últimos instantes del sueño.
- ¡ Oh no !- exclamó al comprobar que todo había sido objeto de su imaginación. Un sueño, eso es lo que había tenido. Se tapó la cara con las manos y muy bajito., comenzó a sollozar
-¿ Por qué me tiene que pasar esto? ¿ Es que no voy a tener tranquilidad ni cuando duermo? Seguro que él ni siquiera se acuerda de nadie. Estará pasándolo estupendamente con su familia y sus amiguitas. Ni a miles de kilómetros me deja en paz. Tengo que poner remedio a esto cuanto antes, de lo contrario me volveré loca.., , más de lo que estoy.
Se levantó del sillón, miró su reloj y comprobó que era muy temprano. A pesar de ello, decidió salir a tomar un poco de aire que calmara sus inquietudes. Lentamente, se arregló y salió a la calle. Todo estaba en silencio. Era muy pronto y aún el movimiento normal de cada día, no se había iniciado.
- ¡ Qué demonios hago en la calle a estas horas ! - Miró el reloj y comprobó que faltaban unos minutos para que fuesen las ocho de la mañana. Era domingo, con lo cual la mayoría de los comercios estaban cerrados. A excepción de los bares , cafeterías y los de alimentación. Buscó un bar y entró a desayunar. Se sentó en una mesa y tranquilamente degustó un chocolate con churros. Necesitaba calentar el interior de su cuerpo, y no por el frio existente en la calle, sino porque el frío que sentía, era debido a su atormentador sueño
- Si al menos hubiera sido verdad..., aunque sólo hubiera ocurrido la llamada... Debo no pensar en ello, si no estaré todo el día con la tristeza al hombro, y hoy es el último día del año. Llamaré a mis amigas para desearlas felicidades y compraré algo de cena para mí. Algo que no tenga que guisar, no tengo ganas de hacerlo. Con un bocadillo estaré lista. Mañana es fiesta, así que hasta pasado no podré arreglar lo de mi billete. Mi billete... y... ¿ dónde voy? Londres está relativamente cerca y hay muchos españoles.. y... ¿ qué más da ? Nadie me conoce allí. Tendrás que apañártelas tu solita- se repetía mientras giraba la cucharilla dentro de la taza del humeante chocolate. No quería pensar más en el viaje. Siempre volvía al mismo punto de partida, y estaba harta.
Transcurrido un tiempo, pagó la cuenta y salió nuevamente. Comenzaba a verse luz del día, y un tibio sol invernal comenzaba a asomarse por los tejados de las casas. Elevó su rostro hacia el cielo. Deseaba recibir el ligero calor de los primeros rayos de sol, y lentamente comenzó a pasear sin rumbo fijo, con la única compañía de sus propios pensamientos.
- ¡ Vaya, ya estás de regreso ! Muy pronto ¿ no ? - la preguntó Juan, medio adormilado de puro aburrimiento
- No. Te dije que sólo me iba por diez días. Ayer llegué a Madrid y hoy ya estoy aquí, nuevamente. Quiero hablar contigo, Juan
- Pues tu dirás- la respondió
- Verás... Te agradeceré siempre el favor que me hiciste con el coche, pero... el haber estado estos días en Nueva York, y después en mi casa, en Madrid, me han hecho reflexionar sobre mi vida, y creo que debo regresar a la vorágine de la ciudad. Se que echaré de menos esta paz que aquí se respira, pero creo que ha llegado el momento de hacer algo con mi vida, y para ello he de regresar a Madrid, y después no se si me quedaré o marcharé a otro país. Se que ese no fue el trato, y que debía cumplirlo hasta el final, pero espero me comprendas y me perdones
- Alba... ¿ cuántas veces te he dicho que debieras irte de Miranorte? Aquí está todo hecho. No quedamos más que cuatro gatos. No hay futuro para ti. Haces bien, es todo lo que te puedo decir.
¿ Cuando piensas irte?
- No tardando. Si espero algo más, creo que me arrepentiré de mi decisión, y entonces no me iría. Os echaré de menos a todos vosotros, a mis amigas del alma, que tanto bien me han hecho durante todo el tiempo, a Mila, a ti... a todos..., a todos -. Sin poder contener su emoción, ocultó la cara entre sus manos para que nadie viera que estaba llorando.
- ¡ Eh, niña ! Alégrate. Haces lo correcto. Aquí no tienes nada que hacer, créeme
Juan ( dueño del bar ) |
- ¿ Vienen a diario ? - le preguntó curiosa
- Si. Vienen a comer y a cenar. Están aburridos como ostras. No creo que tarde mucho en llegar el resto. Creo que llegarán por Año Nuevo, dos o tres días después
Alba guardó silencio, y al cabo de un rato se despidió de Juan y salió, saludando a su paso a los obreros del rodaje. Se encaminó lentamente hasta el domicilio de Alberto, en donde tenía la consulta médica. Miró el reloj y vio, que por la hora, debía haber terminado las visitas. Delante de la puerta , dudó por un momento en llamar. No sabía si debía hablar con él, después de la violenta discusión que habían tenido la última vez que se vieron. Pero, pese a todo, creía debía despedirse de él. Era su amigo, y muy posiblemente no se volverían a ver. Se decidió y, alzando el llamador de metal, espero a que Alberto, franqueara su puerta. La recibió con sorpresa, no la esperaba . Se besaron en la mejilla como tenían por costumbre, y la hizo pasar hasta el salón de la televisión.
- Pasa, aquí hace más calor. Tengo la gloria encendida.. ¿ Quieres tomar algo?
- No, gracias Alberto. Juan me acaba de invitar a un café
- Y bien, dime ¿ estás bien ? ¿ necesitas mis servicios?
- No, gracias. Estoy perfectamente de salud. Verás... he venido a despedirme... regreso a Madrid, aunque no sé si me quedaré allí o iré a cualquier otro lugar en el extranjero. No sé qué haré- él guardó silencio por un momento, y al fin dijo:
- La verdad..., no me lo esperaba. Me había acostumbrado a tu presencia, aunque desde hace algún tiempo no quieras nada conmigo. Te echaré mucho de menos, pero creo que haces bien. Aquí no hay panorama. Me has dado una sorpresa, y he de decirte que lo siento, pero comprendo que haces lo correcto. Yo haré lo mismo en cuanto tenga oportunidad.
La decepción de Alberto era visible a simple vista, y no pasó desapercibida para Alba. Conocía los sentimientos del médico hacia ella, pero no estuvo nunca enamorada de él, y aunque se lo hizo notar desde el principio, no se dio por vencido. Durante unos minutos, guardaron silencio. Alberto la miraba fijamente sin decir nada, pero sus ojos expresaban la decepción que sentía por la partida de ella. La frialdad entre ellos podía cortarse, y al cabo de un rato Alba decidió que debía marcharse para no crear más violencia.
- Creo que debo marcharme. Tengo infinidad de cosas que hacer.
- Siento que te marches, tu sabes porqué. En el fondo siempre albergué la esperanza de que llegáramos a algo..., pero no puede ser , y aunque lo siento, me alegro por ti si es lo que quieres, si esa decisión te hace feliz. Si necesitas volver, por el motivo que sea, aquí estaré. Lo sabes ¿verdad ?
-Si Alberto, lo sé
Alberto depositó un suave beso en los labios de ella y Alba le correspondió con otro en la mejilla. La emocionaba la comprensión de él. Sabía que contaba con su lealtad, pero también sabía que quizá nunca volveriín a verse, porque entre sus pensamientos no estaba el regresar a Miranorte. Confiaba en que las cosas la fueran bien, encontrar un trabajo, a poder ser en la enseñanza, pero no descartaba cualquier otro empleo. Sabía que al vivir en un país extranjero, no todo sería igual que en casa, pero había tomado esa decisión y se aclimataría a lo que surgiera. Se giró para decir adiós a Alberto que la despedía a la puerta de su casa, viéndola cómo se alejaba de allí y, de su vida definitivamente. Aunque triste, le confortaba la idea de haber hecho las paces con ella. Quería guardar un grato recuerdo de su amistad, aunque no pudo lograr el amor de ella.
Después fue a despedirse de sus amigas. Aunque fuera duro el hacerlo, era su deber. Había contado con la lealtad de ellas, con su compañía y con su amistad en las horas bajas de su depresión. Debía decirlas adiós, aunque mientras viviera en Madrid, contaba con la posibilidad de verse, aún de tarde en tarde. Como imaginó, la despedida fue triste, muy triste. Las amigas abrazadas, trataban de ocultar el llanto para no desanimar a Alba, aunque ella también hacía esfuerzos por sonreír, ocultando de esta forma su inmensa tristeza por tener que dejarlas. Al llegar a casa, descolgó el teléfono y trato de conectar con Mila. Al serle imposible, la dejó un mensaje en el buzón de voz:
" Regreso a Madrid. No he podido hablar con vosotros. Te llamaré desde allí. Espero lo esteis pasando genial. Un abrazo. Hasta pronto"- y al colgar, despacio, repasó brevemente su vida con aquella entrañable mujer que había sido toda su familia desde que llegó a Miranorte.
Milagros |
Ya en el taxi, giró su cabeza para dar el último adiós a la casa que había sido su hogar. Observó el paisaje con nostalgia y cariño, esbozando una ligera sonrisa. Decía adiós a una etapa serena de su vida. A lo que la había llevado hasta Miranorte después de la muerte de su madre. Y ahora se encontraba camino de otra incógnita, quizá más incierta que la anterior por tener que alejarse del que era su país, para buscarse la vida, en otro lugar, extraño, totalmente para ella . Coronaban la cuesta y desde lo alto, pudo ver las instalaciones del set de rodaje. Allí había comenzado todo. Algo que había cambiado su día a día. No pudo evitar que los ojos se la llenasen de lágrimas, recordando el primer día que conoció a Paul y a su memoria acudió la imagen del actor firmando una fotografía "a la chica del hamon". En su bolso, en su monedero, llevaba aquella fotografía, y suavemente pasó la mano por la piel de esa prenda.
Llegó muy fatigada y cuando entró nuevamente en su casa, no la fue tan duro como hacía unos días. Estaba hecha a la idea, aunque un nudo en la garganta amenazaba con llegar hasta sus ojos. Lentamente se quitó el abrigo y los zapatos. La dolían tremendamente los pies, que se le habían hinchado por tantos horas de quietud. Se tumbó en la cama mirando al techo, y planificando lo que debía hacer al siguiente día. No tenía prisa. Igual daba uno o dos días. Debía pensar detenidamente lo que tenía que hacer. Poco a poco, sus párpados se fueron entornando hasta caer en un profundo sueño. Se despertó sobresalta y con frio. Se había dormido sin taparse, y la baja temperatura del piso hizo que su sueño se viera interrumpido. Era tarde, se incorporó y comprobó que en el frigorífico sólo había un paquete de leche, que había dejado en su visita anterior. Calentó en el microondas un vaso. Al menos tomaría algo que la hiciera entrar en calor. Se sentó en el salón mientras calentaba sus manos en el vaso con la leche caliente. Cogió una ligera manta que tenía para taparse las rodillas mientras veía la televisión. Era la manta que utilizaba su madre y que reposaba en el brazo de su sillón preferido. Acarició con su mejilla la suave lana de la prenda, y simplemente dijo
- Mamá, mamá.... ayúdame. Tú sabes el porqué de todo esto. Se que me comprenderías y me aconsejarías lo qué hacer. Ayúdame, ayúdame -. Hundió el rostro en la manta y lloró durante un rato, hasta quedarse dormida. Una musiquita del teléfono móvil, la hizo revolverse en la cama
- ¿ Si ?
- ¿ Dónde demonios estás ?- la respondió una voz alterada
-¿ Quién eres ?
- ¡Cómo que quién soy! Es muy tarde y aún no has llegado
- ¿ Paul... Paul ?
- Si. Soy yo. Contesta ¿ dónde estás ? Llevo una eternidad en la puerta de tu casa y aún no has aparecido
-Pues ¿ dónde voy a estar en mi casa ?
- No, no es cierto... Ni siquiera hay luces en las ventanas
- ¿ Estás en Miranorte ?
- ¡ Claro ! ¿ Dónde estás ?
- Estoy en Madrid... en mi casa
- ¿ En Madrid ? ¿ Y qué haces en Madrid ?
- Oye no tengo que darte explicaciones sobre lo que hago ó dejo de hacer- le respondió disimulando una sonrisa
- He adelantado mi regreso a España, para estar contigo estos días, y resulta que te has marchado. Creo que si me tienes que dar una explicación
- ¿ Cómo iba yo a saber que ibas a regresar antes de tiempo... y por qué ? No creo seas una hermanita de la caridad. ¿ Acaso te doy lástima?
- Claro que no... pero pensaba que estarías allí... Está bien... saldré para Madrid
- Ni se te ocurra. Sería inútil... Me voy a Londres
- ¿ A Londres ? ¿ Qué demonios vas hacer en Londres?
- No tengo porqué decírtelo. No entiendo lo que pretendes ¿ A qué viene todo esto ?
- Te lo explicaré cuando llegue. De momento suspende el viaje. Después ya veremos.
- Te repito que me voy
- Y yo te pido que esperes, por favor. Tenemos que hablar, y es algo importante
Se despertó de golpe, cuando aún mantenía en su memoria los últimos instantes del sueño.
- ¡ Oh no !- exclamó al comprobar que todo había sido objeto de su imaginación. Un sueño, eso es lo que había tenido. Se tapó la cara con las manos y muy bajito., comenzó a sollozar
-¿ Por qué me tiene que pasar esto? ¿ Es que no voy a tener tranquilidad ni cuando duermo? Seguro que él ni siquiera se acuerda de nadie. Estará pasándolo estupendamente con su familia y sus amiguitas. Ni a miles de kilómetros me deja en paz. Tengo que poner remedio a esto cuanto antes, de lo contrario me volveré loca.., , más de lo que estoy.
Se levantó del sillón, miró su reloj y comprobó que era muy temprano. A pesar de ello, decidió salir a tomar un poco de aire que calmara sus inquietudes. Lentamente, se arregló y salió a la calle. Todo estaba en silencio. Era muy pronto y aún el movimiento normal de cada día, no se había iniciado.
- ¡ Qué demonios hago en la calle a estas horas ! - Miró el reloj y comprobó que faltaban unos minutos para que fuesen las ocho de la mañana. Era domingo, con lo cual la mayoría de los comercios estaban cerrados. A excepción de los bares , cafeterías y los de alimentación. Buscó un bar y entró a desayunar. Se sentó en una mesa y tranquilamente degustó un chocolate con churros. Necesitaba calentar el interior de su cuerpo, y no por el frio existente en la calle, sino porque el frío que sentía, era debido a su atormentador sueño
- Si al menos hubiera sido verdad..., aunque sólo hubiera ocurrido la llamada... Debo no pensar en ello, si no estaré todo el día con la tristeza al hombro, y hoy es el último día del año. Llamaré a mis amigas para desearlas felicidades y compraré algo de cena para mí. Algo que no tenga que guisar, no tengo ganas de hacerlo. Con un bocadillo estaré lista. Mañana es fiesta, así que hasta pasado no podré arreglar lo de mi billete. Mi billete... y... ¿ dónde voy? Londres está relativamente cerca y hay muchos españoles.. y... ¿ qué más da ? Nadie me conoce allí. Tendrás que apañártelas tu solita- se repetía mientras giraba la cucharilla dentro de la taza del humeante chocolate. No quería pensar más en el viaje. Siempre volvía al mismo punto de partida, y estaba harta.
Transcurrido un tiempo, pagó la cuenta y salió nuevamente. Comenzaba a verse luz del día, y un tibio sol invernal comenzaba a asomarse por los tejados de las casas. Elevó su rostro hacia el cielo. Deseaba recibir el ligero calor de los primeros rayos de sol, y lentamente comenzó a pasear sin rumbo fijo, con la única compañía de sus propios pensamientos.
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