sábado, 12 de marzo de 2016

Miranorte - Capítulo 12 - Viejas añoranzas

El avión rodaba por la pista, y Paul miraba por la ventanilla,   cómo poco a poco,  el paisaje de la ciudad se difuminaba ante su vista.  A medida que tomaba altura y el paisaje se hacía más pequeño, pensaba que se quedaba allí, y que estaría muy lejos de ella.  Recordaba la cena con Alba y sentía que una oleada de ternura le invadía poco a poco

- ¡ Dios !...  Para de una vez - se decía

No entendía lo que le ocurría cada vez que la veía, y eso que lo hacían de tarde en tarde.  Pero la sabía  tan perdida y tan sola, que no podía evitar que un sentimiento de protección le invadiese.  Su compañero de asiento, hizo que saliera de su aislamiento

- Estás muy callado ¿ Te encuentras bien ? - le preguntó Douglas
- Oh si.  Estaba distraído viendo como nos alejamos de la ciudad
- Ya...Te noto muy reflexivo. No se de qué te asombras con la cantidad de viajes que llevas a tu espalda
- Si, tienes razón...  No se porqué me ha dado por pensar en ello
- ¿ Dejas algo atrás?
- ¿ Qué quieres decir con eso?
- Te noto raro.  Simplemente es eso
- Pues no me ocurre nada.  Quizá fue porque dormí poco y mal.  Así que si me disculpas, voy a tratar de hacerlo ahora
- Claro.  La película que nos pondrán la habremos visto cientos de veces. Duerme. Se te hará el viaje más corto.

Echó hacia atrás el asiento y trató de dormir, aunque lo que sólo consiguió es pensar más en la cena con ella. Alba estaba en su trabajo taciturna, y así se lo hizo notar su compañera y amiga

- ¿ Qué te ocurre ? ¿ Te encuentras bien ?
- Si, no te preocupes. Me duele un poco la cabeza.  Eso es todo
- ¿Qué tal tu cena?
- Muy bien...  estuvo bien
- ¿ Vas a volver a verle ?
- No creo.  Mañana vuelve a Los Angeles.  Aasí que no no volveré a verle.
- ¿ Es por eso que estás así?
- No estoy de ninguna manera... Algo aburrida si que estoy. Esto está hoy muy tranquilo
- Es pronto todavía. A medida que se acerque el mediodía ya te lo diré

Y el día transcurrió en su tónica habitual y rutinaria.  Salieron juntas, cada una a su casa, igual que cualquier otro día.  Para Alba no era igual.  El día anterior, a esa misma hora, estaba con Paul  charlando tranquilamente, y sin embargo estaba a punto de marcharse rumbo a su vida normal y posiblemente nunca volverían a verse.  Recordaba con amargura, y a la vez con ternura, el beso que él la diera para despedirse.  Ignoraba lo que ella sentía por él desde hacía tiempo, y ese pensamiento, hizo que los ojos se le llenases de lágrimas.  Tenía razón Paul cuando la dijo que se volviera a España.  Debía aspirar a algo más, para lo que se había preparado.  ¿ Debía hacerlo?  Pensaba que su madre se había sacrificado para que ella fuera profesora, y cada vez tomaba más forma, la idea de que la estaba traicionando.

- Creo que regresaré y lo intentaré en Madrid.  Será como empezar otra vez...,  nuevamente...   Otra vez ...



 Durante todo el camino de regreso a la pensión, repasaba mentalmente todo lo que debería hacer.  Revisaría el extracto bancario para averiguar el saldo de su cuenta corriente.  Haría números, muchos números para saber con cuánto dinero contaba después de pagar el billete de avión.  Posiblemente tardase en encontrar un trabajo y debía subsistir.  Lentamente llegó a su destino, sin dejar de pensar en su proyecto.  Sentada en el borde de la cama, extendió los últimos extractos que había recibido del banco.  En una hoja fue anotando los gastos previstos hasta que cobrara el próximo mes y apuntó una pequeña cantidad como gastos imprevistos.  Sumo los ingresos y dedujo los gastos. Con el resultado obtenido calculó que aún tardaría tres meses en poder volver a España, eso si todo se desarrollaba como había planificado.

En la sala de espera del aeropuerto, Alba se despedía de la que había sido su amiga y compañera durante todo el tiempo que permaneció en Londres.  Ambas muchachas lloraban emocionadas

- Cuídate mucho- la repetía Alba
- Lo mismo digo.  No pierdas el contacto conmigo.  Hablaremos de vez en cuando ¿ vale ?
- Vale. No te olvidaré

Los altavoces anunciaban que debían embarcar en el vuelo que les llevaría hacia España.  Se dieron el último abrazo, y Alba se perdió en el pasillo que la conduciría hasta el avión.  Antes de entrar en el túnel, se volvió y dijo adiós con la mano a su amiga que permanecía allí mirándola. Una vez acomodada en su asiento se ajustó el cinturón y se dispuso a emprender, una vez más, otra aventura de regreso a casa.  Estaba nerviosa y expectante.  No había vuelto a saber nada de Paul.  Ni siquiera la había llamado al llegar a Los Angeles.  Pensaba que se había olvidado de ella, por muchas buenas palabras que la dijera cuando se despidieron

- Debo dejar de pensar en él.  Esto no me lleva a ninguna parte.  El tiene su vida, su mundo, y yo no pertenezco a ninguna de las dos cosas.   Si al menos pudiera dejar de pensar en él...  Llamaré a Mila en cuento llegue,  y a mis amigas de Miranorte.  ¡ Ah ! también a Marta.  Que no se me olvide.  Se ha portado muy bien conmigo y ha sido muy cariñosa. Y quién sabe, si algún día me decido y acepto el trabajo que me ha ofrecido.  Cerró los ojos y trató de dormir un poco, sin conseguirlo.  Estaba muy nerviosa, por lo que decidió ver la película que estaban proyectado.  Se escuchaba la maravillosa melodía de su banda sonora y se dejó llevar por la música y por la película.  Durante largo rato, dejó su mente en blanco.  La sacó de su ensoñación el sonido del contenedor que portaban las azafatas: iban  a repartir la cena.    En poco más  de una hora  tomarían tierra en Barajas.

Se sentó en la cama, dejando el bolso de mano y la maleta a un lado.  La casa estaba cuidada, pero inhóspita. Eran cuatro paredes sin vida, o mejor dicho : la vida se había detenido hacía tiempo.  Paseó la vista alrededor de la habitación y un rictus de amargura asomó a su rostro.  Lentamente vació el contenido del bolso y buscó el móvil.  También  pulsó el botón del contestador del teléfono fijo por si tenía algún mensaje.  Y si lo había.  Una voz conocida saltó de golpe  sobresaltándola

- ¿ Dónde estás, dónde demonios estás?  He ido a la pensión y me dicen que te has ido de viaje, que has regresado a España ?  Llámame en cuanto llegues



-¿ Está en Londres ? ¿ Cómo se atreve a regañarme, cuando ha sido él quién no me ha llamado ni una sola vez en todo este tiempo?  No, no voy a llamarle. ¿ Quién se ha creído que es ?

Estaba enfadada, quizá por el cansancio del viaje.  O por la desilusión que sentía al estar en su casa sin vida, vacía.  Pero a pesar de todo, se alegraba que él la hubiese llamado.  No la había olvidado. "Quizá haya estado trabajando y le ha sido imposible ocuparse de mi." , pensaba, pero al mismo tiempo creía que había pasado demasiado tiempo, y en algún momento habría tenido unos minutos libres para hacerlo.

- Voy a esperar.  Primero llamaré a Mila, y después a las chicas de Miranorte, y después ...  ya veré.  Si.   Ya veré lo que hago.  Lo mismo se lo hago desear.  Que se entere que estoy enfadada, muy enfadada con él.

Marcó el número de Mila.  Su garganta estaba agarrotada por la emoción, por escuchar nuevamente la voz de la que hasta su casamiento había sido poco menos que su madre. La había cuidado, mimado y querido como a una hija.  Hacían bastantes días que no la había llamado, pero ahora necesitaba escuchar una voz querida, alguien que infundiera en su ánimo algo de calor.

- ¿ Dígame ?
- ¡ Mila, Mila !
- Oh, mi niña...  Creí te habías olvidado de mi
- Nunca, nunca pasará eso.  He estado bastante liada, pero ya estoy de nuevo en casa, en Madrid
- ¿ Cuándo has llegado?
- Ahora, hace escasos minutos.  Mi primera llamada ha sido para ti. ¿ Cómo está José Luis?
- Muy bien.  Tan guapetón como siempre. Estamos muy bien
- ¡ Cuánto me alegro ! ¡Os echo tanto de menos!
- ¿ Por qué no vienes a pasar unos días con nosotros?  Tengo ganas de verte, de darte un abrazo
-Quizá te tome la palabra.  Necesito de tus mimos
- Ya está dicho todo. ¿ Cuándo vienes?
- Deja que organice mi vida aquí.  Creo que en un par de días me veréis.  Te llamaré antes
- De acuerdo. Te esperamos. Te quiero, mi niña y deseo verte pronto
- Así será Mila.  Te lo prometo



Cuando colgó el teléfono, se quitó unas lágrimas que corrían por sus mejillas.  Se sentía emocionada por escuchar la voz amiga de Mila.  La quería, la quería de verdad.  Era su única familia.  Una vez se hubo calmado, buscó el número de sus amigas.  Charló con cada una de ellas, y también llamó a Juan, su antiguo casero y jefe.  Por él se enteró que había vendido la casa que fue su hogar a una inmobiliaria extranjera.  Les prometió que a su regreso de León, pasaría un par de días en Miranorte. A pesar de todo, echaba de menos la serena tranquilidad del lugar, el pueblo que la había hecho recobrar su equilibrio, el lugar que había sido testigo de su incipiente romance.

Estaba cansada Las emociones, el viaje, la vuelta a su hogar, a ese hogar ahora vacío y silencioso la habían fatigado.  Se metió en la cama y enseguida se quedó dormida.  Se despertó ,  y aún tardó en levantarse, le daba pereza, pero se estiró y de un salto, se levantó.  Preparo la cafetera.  Mientras se hacía el café,  se arreglaría.  Una ducha rápida, el desayuno y después saldría a dar una vuelta y a sacar los billetes para el día siguiente viajar hacia León.  Tenía ganas de ver a Mila y abrazarla.  Hacía meses, desde que Mila y José Luis  viajaron a Londres, no se habían visto, y necesitaba de sus consejos y opiniones que siempre habían sido acertadas.

Pasó una semana en León, y al despedirse de sus amigos prometió que en cualquier momento volvería a visitarles.  Abrazó largamente a Mila y a José Luis.  Les veía enamorados como si fueran unos jovencitos.  Habían recobrado el amor que tuvieron años atrás,  Eran inmensamente felices, rodeados de su familia.  Ya instalada en el autocar, les decía adiós con la mano, mientras se ponían en marcha rumbo a Miranorte.

Llegó al pueblo a media tarde.  Fue andando por la carretera desde donde la dejó el autocar, en la plaza del pueblo, hasta el albergue.  Allí después de saludar a Pepe, reservó una habitación.  Aún habían algunos huéspedes, apurando los últimos días de vacaciones.

- Es una de nuestras mejores habitaciones- la dijo Pepe mientras abría la puerta
- No te preocupes, sólo estaré unos pocos días.  He de regresar a Madrid, pero antes quería venir a saludaros a todos. Fuisteis muy buenos conmigo.

Después de acomodarse, se asomó al balcón y volvió a recordar los días en que tuvieron que alojarse allí, por el rodaje de la película.  Frente a ella, al otro lado de la carretera, estaba el chalet en el que se hospedó Paul.  Revivió aquellos días y de nuevo la tristeza la invadió. Cerró el balcón y decidió bajar a la cafetería a tomar un bocadillo.

Lentamente se dirigió al centro del pueblo.  Había llamado a sus amigas, y como hicieran antaño, se citaron en el bar de Juan.  El pueblo no había cambiado en absoluto.  Seguían los mismos clientes jugando al dominó o a cartas en las mesas del bar.  Juan seguía aburrido leyendo el periódico, pero echó en falta a Feliciano, y se enteró por Juan que había fallecido hacía unos tres meses.    De pronto, como en tromba, las amigas entraron  dando gritos de alegría y llamando a Alba.  Se abrazaron y comenzaron a dar vueltas, ante la mirada de los asistentes al encuentro, que sonreían complacidos.

Las tres hablaban al mismo tiempo.  Preguntaban las amigas a Alba, y  a ésta no le daba tiempo a responder ante todo lo preguntado a un mismo tiempo.  Se sentaron en una mesa y bebieron cerveza, mientras Alba las iba relatando su vida en Londres y la decisión de regresar a España.

- ¿ Y de amores, que nos cuentas? - preguntó Sara
- Igual, querida.  Sin nada de nada
- ¿ Y Paul ? - inquirió Celia
- Pues no se qué decirte.  Es de esos que de pronto se siente protector tuyo, como a los cinco minutos desaparece y no vuelves a verle.  Como por ejemplo, ahora.   Sencillamente, no existo para él.  Soy una especie exótica que apareció en su vida
- ¡ Oh, Alba ! Creí que le habías olvidado- comentó Celia
- Hablemos de otra cosa- cortó Alba dando por zanjada la conversación sobre ella

El tiempo transcurrío entre ellas rápidamente.  Quedaron en volver a verse al día siguiente, y convencieron a Alba para que dilatara más el tiempo de su permanencia en Miranorte.  Se abrazaron nuevamente y se despidieron.  Cada una siguió su camino.  Alba decidió caminar hasta el albergue y pasar por su antiguo hogar.  Se daba cuenta de que añoraba esos lugares, de que los amaba más de lo que había imaginado.  Frente a la que fuera un día su casa, se detuvo a unos metros de distancia.  A la puerta había un coche todo terreno, sin duda pertenecería a los nuevos ocupantes.  Sintió añoranza de ella y recordó a Mila haciendo las magdalenas, cuyo aroma impregnaba el aire de ese hogar cada mañana.  La distrajo de sus pensamientos cuando al abrirse la puerta, vió la silueta de un hombre alto que salía hablando , más bien rezongando, pero no se veía a nadie más.  La débil luz de la entrada de la casa, difuminaba sus facciones.  Iba a reemprender su camino cuando algo la hizo detenerse . Una exclamación y un golpe en el techo del coche, la recordó algo ocurrido hacía tiempo.  De repente se quedó helada al reconocer aquella figura.  Con los ojos muy abiertos, permaneció quieta en el lugar, sin poder articular palabra.

- ¡ Oh no, no es posible ! ¿ Aquí ? . . .



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