Sentado en el sofá de la sala mientras apuraba un café, Sean pensaba en la situación creada. ¿ Qué hacía allí , en una casa extraña para él, cuidando de una mujer que conocía sólo por fotografía y, que además lloraba la muerte de su hermano ? ¿ Qué había ocurrido para llegar hasta esa situación? ¿ Por qué sentía la irrefrenable sensación de querer protegerla, de consolarla, cuando él mismo estaba totalmente desolado por la falta de Peter? ¿ Qué había visto en aquella foto, que ahora guarda en su cartera, para cambiar su vida de aquél modo ? Se tumbó y se tapó con la manta que Lucía le había dejado. ¡ Lucía ! la mujer idealizada de la que se había enamorado a través de los ojos de su hermano y que había conocido en unas circunstancias que jamás hubiera querido se hubiesen dado.
No tenía la más mínima posibilidad de establecer algún nexo entre ellos. Ella amaba a Peter, no tenía sitio para nadie más. ¿ Cómo explicar, si no , el que se quedara con ella, haciéndola compañía en esta situación? Sencillamente, no la importaba lo que la pudiera ocurrir. No le conocía, sólo por referencia que Peter hiciera acerca de su familia. Si tenía una educación tan espartana, que a pesar del tiempo de noviazgo aún no había tenido intimidad con él ¿cómo explicar que aceptara quedarse a solas con él ? " no le des más vueltas Sean ", se decía, " le importas un comino". Todo le importaba nada; había sufrido, sin duda, un shock tremendo con la noticia. Ni ella misma se daba cuenta de que había dado hospitalidad a un extraño.
¿ Quién era Sean ? El segundo hijo de Nancy y Andrew Flanagan . Su hermano mayor, Peter, se había alistado en el ejército al cumplir los veintidós años, dejando a Sean en la más absoluta soledad. Sus padres eran poseedores de una pequeña granja, que con el tiempo y mucho trabajo, consiguieron hacerla grande, muy grande. No sólo se dedicaban a la agricultura, también criaban ganado.
No tenía la más mínima posibilidad de establecer algún nexo entre ellos. Ella amaba a Peter, no tenía sitio para nadie más. ¿ Cómo explicar, si no , el que se quedara con ella, haciéndola compañía en esta situación? Sencillamente, no la importaba lo que la pudiera ocurrir. No le conocía, sólo por referencia que Peter hiciera acerca de su familia. Si tenía una educación tan espartana, que a pesar del tiempo de noviazgo aún no había tenido intimidad con él ¿cómo explicar que aceptara quedarse a solas con él ? " no le des más vueltas Sean ", se decía, " le importas un comino". Todo le importaba nada; había sufrido, sin duda, un shock tremendo con la noticia. Ni ella misma se daba cuenta de que había dado hospitalidad a un extraño.
¿ Quién era Sean ? El segundo hijo de Nancy y Andrew Flanagan . Su hermano mayor, Peter, se había alistado en el ejército al cumplir los veintidós años, dejando a Sean en la más absoluta soledad. Sus padres eran poseedores de una pequeña granja, que con el tiempo y mucho trabajo, consiguieron hacerla grande, muy grande. No sólo se dedicaban a la agricultura, también criaban ganado.
Cuando Peter planteó que aquello no era para él, se creó un pequeño cisma familiar y un gran disgusto para Andrew que había depositado todas su esperanzas en el hijo mayor. Sean se hizo ingeniero agrónomo, por mandato del padre, pero también porque le gustaba desarrollarse en la granja. Poco a poco se fue encargando de la dirección de la propiedad, ya que mostraba aptitudes para el mando con los obreros que allí trabajaban.
Tenía comunicación constante con su hermano, que había sido destinado a una base en el extranjero, concretamente en España, al haber establecido un concierto ambos gobiernos para unas bases militares. Una de ellas, en la cercanía de la capital española.
Sonrió al recordar cuando Peter le contó, en una de sus escasas llamadas telefónicas, la circunstancia en la que había conocido a una chica guapísima, a pesar de que estaba hecha un desastre: la ropa mojada y el cabello chorreando agua, por la lluvia caída en Madrid
— He quedado con ella para el próximo fin de semana. Me gusta mucho, aunque es muy joven y tímida, pero me gusta, si señor. Está estudiando ingles y trabaja en una oficina. Cuando consiga una foto de ella, te la mandaré para que la conozcas. No digas nada de esto a nuestros padres, pensarían que estoy loco. Creo que no les faltaría razón ¿Qué me ha hecho esa chica?. Bueno hermano, compórtate bien. Te escribiré lo más pronto que pueda. Adiós
Y recordó las risotadas que echó al colgar el teléfono. ¡Peter enamorado! ¡Vaya ! Seguro que se cansa de ella. Aquí tenía chicas a patadas. Esa será una de tantas...
Revisaba con impaciencia el correo que llegaba desde España, pero eran cartas para toda la familia y por lógica, si había de guardar el secreto, seguro que vendría a su nombre. Y así fue. Hubo de acudir a la ciudad, ya que en el apartado de correos había una misiva para él. No esperó llegar a casa. Al salir de la oficina rasgó el sobre y entre el papel doblado, extrajo la fotografía de una chica que sonreía dulcemente. En el reverso, Peter había escrito simplemente " Lucía, mi chica ". Y dio la vuelta y fijó sus ojos en aquellos oscuros que sonreían al infinito. Peter se había quedado corto, era una preciosidad y, efectivamente, muy joven. ¿ Cuántos años podría tener, dieciséis, diecisiete a lo sumo ? ¡ Oh Peter, te has vuelto loco ! Pero no sólo su hermano quedó hechizado por aquella infantil sonrisa, Sean no podía apartar su mirada de ella. Cuando llegó a casa, guardó la foto en un libro, su preferido, para que nadie supiera de su existencia.
Durante ese día, no pudo apartar de su cabeza la carta del hermano, en la que le relataba lo feliz que era y el profundo sentimiento que sentía por Lucia, y por lo que era correspondido en igual medida. Tan sólo se quejaba de las rancias costumbres de esa sociedad:
Tenía comunicación constante con su hermano, que había sido destinado a una base en el extranjero, concretamente en España, al haber establecido un concierto ambos gobiernos para unas bases militares. Una de ellas, en la cercanía de la capital española.
Sonrió al recordar cuando Peter le contó, en una de sus escasas llamadas telefónicas, la circunstancia en la que había conocido a una chica guapísima, a pesar de que estaba hecha un desastre: la ropa mojada y el cabello chorreando agua, por la lluvia caída en Madrid
— He quedado con ella para el próximo fin de semana. Me gusta mucho, aunque es muy joven y tímida, pero me gusta, si señor. Está estudiando ingles y trabaja en una oficina. Cuando consiga una foto de ella, te la mandaré para que la conozcas. No digas nada de esto a nuestros padres, pensarían que estoy loco. Creo que no les faltaría razón ¿Qué me ha hecho esa chica?. Bueno hermano, compórtate bien. Te escribiré lo más pronto que pueda. Adiós
Y recordó las risotadas que echó al colgar el teléfono. ¡Peter enamorado! ¡Vaya ! Seguro que se cansa de ella. Aquí tenía chicas a patadas. Esa será una de tantas...
Revisaba con impaciencia el correo que llegaba desde España, pero eran cartas para toda la familia y por lógica, si había de guardar el secreto, seguro que vendría a su nombre. Y así fue. Hubo de acudir a la ciudad, ya que en el apartado de correos había una misiva para él. No esperó llegar a casa. Al salir de la oficina rasgó el sobre y entre el papel doblado, extrajo la fotografía de una chica que sonreía dulcemente. En el reverso, Peter había escrito simplemente " Lucía, mi chica ". Y dio la vuelta y fijó sus ojos en aquellos oscuros que sonreían al infinito. Peter se había quedado corto, era una preciosidad y, efectivamente, muy joven. ¿ Cuántos años podría tener, dieciséis, diecisiete a lo sumo ? ¡ Oh Peter, te has vuelto loco ! Pero no sólo su hermano quedó hechizado por aquella infantil sonrisa, Sean no podía apartar su mirada de ella. Cuando llegó a casa, guardó la foto en un libro, su preferido, para que nadie supiera de su existencia.
Durante ese día, no pudo apartar de su cabeza la carta del hermano, en la que le relataba lo feliz que era y el profundo sentimiento que sentía por Lucia, y por lo que era correspondido en igual medida. Tan sólo se quejaba de las rancias costumbres de esa sociedad:
— Imagínate, Quiere llegar virgen al matrimonio, y la verdad es que aunque me cueste, así será, porque si hermano, vo y a casarme con ella
Dolorosamente, todos sus proyectos habían sido truncados por una inútil guerra en la que nada se les había perdido, sólo a su hermano, en plena juventud y con toda una vida por delante, con infinitas ilusiones y esperanzas.
Dolorosamente, todos sus proyectos habían sido truncados por una inútil guerra en la que nada se les había perdido, sólo a su hermano, en plena juventud y con toda una vida por delante, con infinitas ilusiones y esperanzas.
No sólo Lucía había recibido una misiva de Peter, él también tuvo la suya, dándole instrucciones respecto a su novia. Parecía que presintiera algo; quería proteger a esa joven que había perdido recientemente el único lazo familiar: su madre. Extrajo nuevamente la suya del bolsillo de la chaqueta y la repasó lentamente, releyendo una vez más aquellas palabras del hermano perdido.
— Hermano, no sé cómo saldremos de ésta. La situación es muy grave y deseo que te hagas cargo de lo que voy a comunicarte y que es de sumo interés para mi. Sabes que adoro a esa chica española y que mi pensamiento es casarme con ella y llevarla a casa. Licenciarme del ejército, cuando cumpla mi contrato, y ayudarte con la granja. Pero el futuro no está escrito y no sé como saldré de aquí. Por ello, te pido que, si algo me ocurriera, no desampares a mi pequeña Lucía, no tiene a nadie más en el mundo. Si no pudiéramos conseguir nuestra ilusión, quiero que la lleves a casa, y sea acogida en ella como un miembro más de la familia. Ella es buena chica y formal, no tendréis problemas. No deseo esté sola. También la he escrito otra a ella, que la entregarás en persona si yo no regresase. No quiero llantos si así fuera. Deseo que seas un hermano para ella, que la ayudes en todo lo que puedas, y a superar mi pérdida. Se que todo esto es difícil para ti. Te estoy pidiendo que acojas a una persona que ni siquiera conoces, pero estoy seguro que la querrás, porque ella es dulce , tierna y merecedora de vuestro cariño. Has sido el mejor de los hermanos, y te he echado mucho de menos, sobre todo ahora, cuando las cosas se están poniendo difíciles. Desearía estar lejos de este infierno. Os quiero. Sois la mejor familia del mundo. Da un abrazo a nuestros padres y uno muy especial para ti, Sean. Gracias por todo lo que estoy seguro harás por mi chica. Peter.
Se frotó la frente con la mano para ahuyentar la tremenda tristeza que sentía. Había leído muchas veces la última carta de su hermano. Se estaba despidiendo, y aún le parecía imposible que no volviera a verle nunca más. Había sido su referencia, desde muy pequeño. Su héroe, el que siempre le sacaba de algún atolladero. Al que siempre le consultaba cómo tratar con las chicas, cuando fue adolescente y tenía los primeros escarceos amorosos en el instituto. No tenían secretos, tan sólo le oculto los sentimientos que su novia había despertado en él. Los cambios que había experimentado después de saber que Peter tenía novia.
— Hermano, no sé cómo saldremos de ésta. La situación es muy grave y deseo que te hagas cargo de lo que voy a comunicarte y que es de sumo interés para mi. Sabes que adoro a esa chica española y que mi pensamiento es casarme con ella y llevarla a casa. Licenciarme del ejército, cuando cumpla mi contrato, y ayudarte con la granja. Pero el futuro no está escrito y no sé como saldré de aquí. Por ello, te pido que, si algo me ocurriera, no desampares a mi pequeña Lucía, no tiene a nadie más en el mundo. Si no pudiéramos conseguir nuestra ilusión, quiero que la lleves a casa, y sea acogida en ella como un miembro más de la familia. Ella es buena chica y formal, no tendréis problemas. No deseo esté sola. También la he escrito otra a ella, que la entregarás en persona si yo no regresase. No quiero llantos si así fuera. Deseo que seas un hermano para ella, que la ayudes en todo lo que puedas, y a superar mi pérdida. Se que todo esto es difícil para ti. Te estoy pidiendo que acojas a una persona que ni siquiera conoces, pero estoy seguro que la querrás, porque ella es dulce , tierna y merecedora de vuestro cariño. Has sido el mejor de los hermanos, y te he echado mucho de menos, sobre todo ahora, cuando las cosas se están poniendo difíciles. Desearía estar lejos de este infierno. Os quiero. Sois la mejor familia del mundo. Da un abrazo a nuestros padres y uno muy especial para ti, Sean. Gracias por todo lo que estoy seguro harás por mi chica. Peter.
Se frotó la frente con la mano para ahuyentar la tremenda tristeza que sentía. Había leído muchas veces la última carta de su hermano. Se estaba despidiendo, y aún le parecía imposible que no volviera a verle nunca más. Había sido su referencia, desde muy pequeño. Su héroe, el que siempre le sacaba de algún atolladero. Al que siempre le consultaba cómo tratar con las chicas, cuando fue adolescente y tenía los primeros escarceos amorosos en el instituto. No tenían secretos, tan sólo le oculto los sentimientos que su novia había despertado en él. Los cambios que había experimentado después de saber que Peter tenía novia.
Ya no salía con tanta frecuencia, ni siquiera los fines de semana, algo extraño en él, que siempre aprovechaba para ir a la ciudad con alguna excusa. Permanecía sentado frente al televisor, o daba largos paseos a caballo, sin rumbo fijo.
Nancy, su madre, percibía esos cambios en su hijo. Ya no era el chico alegre y bromista de siempre. Muchas veces le había sorprendido con la mirada fija en alguna parte, como ausente, e incluso se atrevería a decir que con tristeza.
Decidió hablar de ello a su marido que siempre andaba enfrascado en los papeles de la granja
— Oye marido, tenemos que hablar
—¡ Hum!— respondió Andrew sin despegar la mirada de los documentos que estaba analizando
—Se trata de Sean. Me tiene muy preocupada, le noto , no sé .... muy extraño.
—No te preocupes. Seguramente echa de menos a Peter. Siempre han estado muy unidos, y es lógico que ahora se encuentre como perdido. Además está entrando en la edad difícil: se nos hace mayor. Necesita salir más y echarse buenos amigos
— ¿ Más amigos ? No creo que sea eso. Presiento que le pasa algo y no lo dice
— Se habrá enamorado. ¿ No dices que tonteaba con Moira ? Pues eso. Si Peter estuviera aquí, sería otra cosa, pero..., al estar lejos... Por cierto cómo va con la chica esa que se ha buscado
— ¿ Quién Peter ?
— Si claro
—Está muy enamorado de ella. Creo que en cuanto se licencie van a casarse y nos la traerá a casa
—Bueno. Siempre quisiste tener una hija
—Estoy deseando de que regrese. Lo de Vietnam no me gusta nada
— No te preocupes mujer. Está muy lejos, y él en Europa. No corre peligro.
Pero si lo corría, y se dieron cuenta de ello, cuando Peter se presentó inesperadamente en casa y tuvo que incorporarse a una división que partía para el extremo oriente. Las comunicaciones eran poco frecuentes y difíciles. Pasaron unos meses de incertidumbre, hasta que una mañana, recibieron la visita de unos militares, que les anunció que Peter había caído en una emboscada, y su cuerpo sería repatriado en cuanto les fuera posible acceder a la zona en conflicto.
Los tres miembros de la familia se quedaron clavados en el suelo al escuchar aquellas horribles palabras: ¡Peter había muerto! ¿ Cómo era posible? Estaba lleno de vida y de proyectos, y sin embargo ahora nos anuncian que nos lo devuelven dentro de una caja de madera con la bandera americana, pero sin vida.
Y Peter fue despedido en el cementerio de la localidad con todos los honores militares, pero eso a ellos no les bastaba. Nancy repetía una y otra vez
Nancy, su madre, percibía esos cambios en su hijo. Ya no era el chico alegre y bromista de siempre. Muchas veces le había sorprendido con la mirada fija en alguna parte, como ausente, e incluso se atrevería a decir que con tristeza.
Decidió hablar de ello a su marido que siempre andaba enfrascado en los papeles de la granja
— Oye marido, tenemos que hablar
—¡ Hum!— respondió Andrew sin despegar la mirada de los documentos que estaba analizando
—Se trata de Sean. Me tiene muy preocupada, le noto , no sé .... muy extraño.
—No te preocupes. Seguramente echa de menos a Peter. Siempre han estado muy unidos, y es lógico que ahora se encuentre como perdido. Además está entrando en la edad difícil: se nos hace mayor. Necesita salir más y echarse buenos amigos
— ¿ Más amigos ? No creo que sea eso. Presiento que le pasa algo y no lo dice
— Se habrá enamorado. ¿ No dices que tonteaba con Moira ? Pues eso. Si Peter estuviera aquí, sería otra cosa, pero..., al estar lejos... Por cierto cómo va con la chica esa que se ha buscado
— ¿ Quién Peter ?
— Si claro
—Está muy enamorado de ella. Creo que en cuanto se licencie van a casarse y nos la traerá a casa
—Bueno. Siempre quisiste tener una hija
—Estoy deseando de que regrese. Lo de Vietnam no me gusta nada
— No te preocupes mujer. Está muy lejos, y él en Europa. No corre peligro.
Nancy |
Andrew |
Pero si lo corría, y se dieron cuenta de ello, cuando Peter se presentó inesperadamente en casa y tuvo que incorporarse a una división que partía para el extremo oriente. Las comunicaciones eran poco frecuentes y difíciles. Pasaron unos meses de incertidumbre, hasta que una mañana, recibieron la visita de unos militares, que les anunció que Peter había caído en una emboscada, y su cuerpo sería repatriado en cuanto les fuera posible acceder a la zona en conflicto.
Los tres miembros de la familia se quedaron clavados en el suelo al escuchar aquellas horribles palabras: ¡Peter había muerto! ¿ Cómo era posible? Estaba lleno de vida y de proyectos, y sin embargo ahora nos anuncian que nos lo devuelven dentro de una caja de madera con la bandera americana, pero sin vida.
Y Peter fue despedido en el cementerio de la localidad con todos los honores militares, pero eso a ellos no les bastaba. Nancy repetía una y otra vez
— Quiero a mi hijo, quiero a mi hijo ...
El padre se encerró en su despacho. No quería ver a nadie.
Y ¿Qué fue de Sean ? Una vez que los militares portadores de la terrible noticia, se ausentaron, fue a las cuadras, ensilló su caballo favorito y cabalgo sin rumbo fijo a todo galope, ante el asombro de los peones que pesarosos por lo ocurrido, abandonaron el trabajo.
Sean galopaba con furia, con desesperación, llorando como un chiquillo y preguntando al cielo el por qué de aquél castigo. Peter era un chico bueno que creyó servir a su país, y sin embargo había caído en una tierra hostil desconocida para él. Le imaginaba hundido en el barro, y su cuerpo cubierto de sangre por las heridas recibidas, sin tener junto a él ninguno de los rostros que amaba. Solo, en la más absoluta soledad ante ese momento supremo del fin de todo. Lloró y gritó al viento en el rincón favorito de los dos hermanos; un lugar descubierto cuando niños y que fue testigo de sus juegos infantiles. Desde entonces, cada vez que Sean tenía algún problema, se refugiaba en él, y como si estuviera con alguien invisible, le contaba sus cuitas. Y por respuesta, siempre recibía, como el susurro, de una apacible brisa que le tranquilizaba.
La noche estaba avanzada, cuando sudoroso y cubierto de polvo por la galopada, regresó a casa. Sus padres estaban cada uno de ellos en el mismo lugar que les había dejado cuando salió. Acudió a la habitación de su madre que permanecía tumbada en la cama, cubriéndose el rostro con las manos y sin dejar de llorar. ¿ Cómo consolarla, qué palabras podía pronunciar para calmar tanto dolor y desconsuelo? Él mismo necesitaba un abrazo, algo que le hiciera pensar que nada de toda esa pesadilla era real, y sin embargo se mostraba en toda su crudeza. Besó a su madre y salió de la habitación para refugiarse en la suya. Necesitaba estar a solas. Hablar con Peter, que alguien le escuchara, echar fuera tanto dolor que le desgarraba. Como un autómata, buscó el libro y lo abrió por donde había guardado la fotografía que su hermano le enviara. Nada había cambiado, la misma cara sonriente , pero Peter ya no podría contemplarla. Y tendría que ser él, quién anunciase a esa chica que todo había terminado para ellos.
Sean galopaba con furia, con desesperación, llorando como un chiquillo y preguntando al cielo el por qué de aquél castigo. Peter era un chico bueno que creyó servir a su país, y sin embargo había caído en una tierra hostil desconocida para él. Le imaginaba hundido en el barro, y su cuerpo cubierto de sangre por las heridas recibidas, sin tener junto a él ninguno de los rostros que amaba. Solo, en la más absoluta soledad ante ese momento supremo del fin de todo. Lloró y gritó al viento en el rincón favorito de los dos hermanos; un lugar descubierto cuando niños y que fue testigo de sus juegos infantiles. Desde entonces, cada vez que Sean tenía algún problema, se refugiaba en él, y como si estuviera con alguien invisible, le contaba sus cuitas. Y por respuesta, siempre recibía, como el susurro, de una apacible brisa que le tranquilizaba.
La noche estaba avanzada, cuando sudoroso y cubierto de polvo por la galopada, regresó a casa. Sus padres estaban cada uno de ellos en el mismo lugar que les había dejado cuando salió. Acudió a la habitación de su madre que permanecía tumbada en la cama, cubriéndose el rostro con las manos y sin dejar de llorar. ¿ Cómo consolarla, qué palabras podía pronunciar para calmar tanto dolor y desconsuelo? Él mismo necesitaba un abrazo, algo que le hiciera pensar que nada de toda esa pesadilla era real, y sin embargo se mostraba en toda su crudeza. Besó a su madre y salió de la habitación para refugiarse en la suya. Necesitaba estar a solas. Hablar con Peter, que alguien le escuchara, echar fuera tanto dolor que le desgarraba. Como un autómata, buscó el libro y lo abrió por donde había guardado la fotografía que su hermano le enviara. Nada había cambiado, la misma cara sonriente , pero Peter ya no podría contemplarla. Y tendría que ser él, quién anunciase a esa chica que todo había terminado para ellos.
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