jueves, 31 de marzo de 2016

Lucía - Capítulo 8 - Vuelta a la normalidad

Los días transcurrían y la normalidad se iba imponiendo en sus vidas. Sean, como había pensado, se había trasladado a su cabaña, a pesar de que cada día acudía a su trabajo en las dependencias de la casa grande. Lucía solicitó ayudar en las oficinas, para lo que estaba sobradamente facultada y, Andrew agradeció su ofrecimiento aceptando encantado.  Le descargaría de un montón de trabajo, ahora que Sean se dedicaba mayormente al ganado.  No entendía muy bien el porqué había tomado esa decisión, en lugar de seguir con la agricultura  que,  en definitiva era para lo que se  había preparado.  Pero el ganado le permitía ausentarse de la casa grande, e incluso de viajar cuando hubieran de trasladar las reses hasta el ferrocarril que las transportaría hasta su destino.  Sólo él conocía el motivo, aunque para Nancy, no había pasado desapercibida la forma de mirar a Lucía, y su repentino distanciamiento. Estaba frio con la muchacha. Ya no tenía la misma camaradería del principio, y a ella también le extrañó su actitud, pero guardó silencio al respecto.

Y llegó la fecha en que las cooperativas agrícolas habían terminado su recolecta.  Había sido un buen año de cosecha y habían vendido toda la producción, por lo que todos los granjeros estaban contentos y preparaban una gran fiesta, para la que el ayuntamiento había cedido una parcela. Tendrían fuegos artificiales, barbacoas, bailes, y sobre todo alegría.

  A Lucía la conocían poco en el pueblo, ya que poco se dejaba ver. En el fondo se sentía extraña en aquel lugar; no pertenecía a ese ambiente.  Por otro lado extrañaba mucho a Sean, a pesar de su distanciamiento que no comprendía.

Unos días antes de la gran fiesta, Nancy le anunció que irían de compras.  Necesitaba un vestido para la ocasión.  Por mucho que Lucía protestó y argumentó que no deseaba acudir al evento, Nancy rebatía sus protestas

— Niña, tienes que ir  Eres la atracción de la fiesta.  Todos desean conocerte.  Me han preguntado muchas veces por ti y el por qué nunca vas a la ciudad a divertirte.
— Nancy, te lo agradezco, pero sabes que no me apetece.  No conozco a nadie, me siento extraña.  Me miran como si fuera de otro planeta,  igual que a un bicho raro
— Bah, eso son manías tuyas. Te miran con curiosidad, porque desean charlar contigo.  Así que nada, vendrás con nosotros a la fiesta ¡ Faltaría más !  Desde que llegaste tan sólo un día has ido al cine  a Sunset, y eso porque insistimos en ello. Lo pasaremos bien, ya lo verás, y así todos calmarán la curiosidad por conocer a la novia de Peter. Nos iremos nada más comer. Y no hay más que hablar
— ¿ De qué no hay más que hablar ?— Sean había hecho su entrada en la estancia
— ¡ Sean, hijo ! ¿ Cuantos días sin verte ! ¿ Cómo estás, cómo ha ido todo ?
— Hola madre. Lucia ...-—dijo inclinando la cabeza a modo de saludo a la chica— Todo ha ido bien. Estoy muy cansado pero satisfecho.  El viaje fue algo complicado.  Se nos desmandaron algunas reses, pero las pudimos reunir al cabo de un tiempo.  Por lo demás todo pura rutina, como siempre. Ahora veré a papá para darle la documentación. Y vosotros ¿ qué tal ?
— Bien... preparando la fiesta del fin de semana
— ¡ Ah, claro ! La fiesta.¿ Iréis ?
— Naturalmente.  De eso estábamos hablando Lucía y yo. Iremos esta tarde a comprarla un bonito vestido.  Deseo que sea la chica más bonita de la fiesta
— Seguro que para eso no tendrás que esforzarte mucho— dijo Sean sonriendo a Lucia


Ésta bajó la cabeza y un rubor se extendió por su rostro.  Era la primera vez en mucho tiempo que Sean la dedicaba un piropo. Hacía más de una semana que no se habían visto.  Él siempre daba excusas para retrasar al máximo su presencia en la casa de sus padres.

Lucía intuía el motivo. Una mañana iba paseando por el prado, cuando sus pasos se encaminaron hacia la cabaña de Sean, pero desde lejos, vio como una silueta femenina se despedía calurosamente de él. Intuía que había pasado la noche allí.  Reían felices sin advertir su presencia.  Dio media vuelta y retrocedió sobre sus pasos

— Así que ese es el motivo de sus ausencias prolongadas. ¿ Será la novia que tenía ? ¿ O será otra nueva ?  No me extrañaría que se le rifaran ¡Es tan guapo! 

 Y sonriendo llegó a la casa.

Entraron en uno de los comercios más elegantes de  Sunset Valley.  Allí se encontraron con varias vecinas que iban en busca de lo mismo que ellas: un vestido para el acontecimiento del año.  Nancy se dirigió hacia una dependienta que terminaba de atender a una señora

— Buenas tardes, Moira— saludó amablemente
— ¡ Señora Flanagan , qué alegría verla !—respondió la joven —Supongo que tu eres Lucia ¿ verdad ?
— Si, señorita, soy Lucía— y la tendió la mano a modo de saludo.
— ¿ Sabes ? Corrían rumores que la novia de Peter era muy linda, pero creo que se han quedado cortos.
— Gracias, pero no es para tanto.  Sólo soy una novedad, nada más
—Eres más que eso.  Sean también me ha hablado mucho de ti
—¿ En serio ? No me lo creo — dijo riendo

Nancy las observaba y veía timidez en Lucía y algo de arrogancia en Moira.  Conocía los devaneos con su hijo, pero nunca pensó que llegarían a algo serio. Pero también veía las miradas de Sean para Lucía, las pocas veces en que coincidían juntos.  Conocía a su hijo e intuía que sentía algo más que protección por la muchacha.  Aunque nunca dijo nada.

— ¡ Oh Dios mío ! Te nombrarán reina de la fiesta, seguro. Estás preciosa Lucía
— Nancy, por favor.  Vas a sacarme los colores
— No seas tan tímida, mujer. Eres una chica guapísima y sé que hay más de uno que va tras de ti
—¿ Te refieres a Paolo ?
— Por ejemplo. Paolo es un buen muchacho y trabajador, pero... ¿ Tú ? ¿ Qué sientes? Ha pasado mucho tiempo desde lo de Peter, y por mucho que me acuerde de él, has de organizar tu vida.  Eres ¡ tan joven !
— Nancy, por favor. Paolo no me interesa en lo más mínimo. Sólo trabajamos juntos, nada más. Se me hace raro que tú precisamente, me diga que olvide a Peter
— No niña, no te digo que le olvides, ya que eso sólo te pertenece a ti.  Lo que te digo es que a tus pocos años, has de disfrutar de la vida, y volverte a enamorar de un buen hombre, y formes una familia con él.  Para nuestra desgracia, Peter no va a volver, y siempre le recordaremos, pero seguro que él no querría verte siempre tan triste.
— Ni siquiera he pensado en ello, pero Paolo sólo es un buen amigo.  Nada más
— Está bien— Nancy dio por concluido el diálogo— El vestido te queda como un guante. Lucirás radiante.

Y llegó la fiesta.  Lucía estaba impresionante.  Con un vestido color crema, resaltaba la morenez de su piel, el color del cabello y de sus ojos. Nancy sonrió satisfecha, al verla tan bonita y Andrew soltó el característico " Wow ".  Estaba realmente bella.  Y contentos partieron los tres rumbo a la fiesta

Sean era la pareja de Moira y cuando los Flanagan llegaron causando sensación, a Sean se le borró la sonrisa de la cara. Lucía  miraba alrededor suyo buscando a alguien, que enseguida hizo acto de presencia : Paolo, que se dirigió hacia ellos con una amplia sonrisa de satisfacción:


-—Señores...

  Saludo respetuoso a los Flanagan

— Lucía... me he quedado sin habla. ¿ Qué has hecho con la muchacha en vaqueros? ¿ Por qué ocultas a diario tu belleza ?
— Calla, calla, loco.  Se nota que eres italiano.  Sabes que no es verdad; que tan sólo es un vestido elegante, el resto es lo mismo de todos los días.

Pidiendo permiso a Nancy y  a Andrew, la tomó de la mano y se dirigió con ella a bailar

— Estás preciosa, Lucia.  Soy el chico más envidiado de la fiesta
— No sigas, Paolo. Vas a ponerme nerviosa

—¿ Me permites Paolo ?— la voz cortante de Sean, interrumpió la conversación del italiano
—¡ Claro ! Hasta luego

 Y le cedió la mano de ella

— ¿ Sabes ? He tenido que frotarme los ojos hasta comprobar que se trataba de Lucía, la chica de la oficina. Estás preciosa
— Gracias Sean, eres muy amable
—Estás muy ceremoniosa ¿ Qué te pasa, estás molesta? ¿ Te ha molestado Paolo ?
— No, no. Todo lo contrario ha sido muy correcto y educado
—¿Entonces?
—Eres tú, me pones nerviosa
—¿Yo ? ¿ Qué he hecho yo?
—Mejor di qué no has hecho. A veces tengo la impresión de que te molesta mi presencia. ¿ Te he molestado en algo? Porque hace mucho tiempo que te noto distante respecto a mi. Apenas frecuentas la casa de tus padres y me pregunto si soy yo la causa

Él se la quedó mirando fijamente.  No esperaba esa pregunta ni tampoco cómo responderla.  No podía decirle que cuando la vio se le salía el corazón del pecho. Que hubiera corrido hacia ella y la hubiera abrazado, besado y mil locuras más.  Que la deseaba como nunca lo hiciera con otra mujer, pero que estaba muy lejana para poder alcanzarla.  Ella siguió hablando

— Acaso ¿ te ha prohibido tu novia que me veas?  Recuerdo al Sean que conocí por  primera vez, tan solícito, amable y cariñoso, y pienso que se quedó en el camino y el que tengo delante ahora, es otra persona. Sé que te hecho algo, pero dime ¿ el qué ? Os estoy muy agradecida por todo lo que habéis hecho por mi, pero tu actitud me duele porque no sé a qué se debe
— ¿ No sabes a qué se debe ? ¿ De verdad no lo sabes?
— No, de verdad no lo se. ¿ Es por Moira ?
—¿ Qué demonios tiene que ver Moira en esto ?
-—No lo sé... Además eso es cosa tuya.  Os vi un día y se que vivís juntos
—¿ Que dices ? ¿ Que vivimos juntos ? No tienes ni idea. Moira es una amiga..., especial.  Nada más
— De verdad que no me importa.  Eso es cosa tuya.  Y ahora si me perdonas, creo que debemos dejar esta conversación. Por el camino que vamos se empeorarán las cosas.

Ella trató de soltarse de sus brazos, pero él agarrándola fuertemente de una muñeca, la condujo fuera de la carpa en donde bailaban varias parejas.  A grandes zancadas la condujo hasta una especie de galpón, oculto de las miradas de los que por allí preparaban la barbacoa

—¿ Qué pasa ? Me estás haciendo daño en la mano. Suéltame, por favor

Él tomando su rostro entre las manos la beso de una forma dura, áspera, con desesperación. Había llegado el momento de aclarar las cosas con Lucía de una vez por todas. Su amor no podía resistir más y aquella noche tomó la decisión de declararle su amor, aunque eso supusiera una ruptura entre ellos.

Lejos de separarse, Lucía paso sus brazos alrededor de su cuello, y le devolvió el beso ¿ Qué había sido eso que sentía en su interior? ¿ Era lo mismo que sentía por Peter? ¡ Peter !. Y de repente su nombre se le aparecía muy lejano y al abrir los ojos, podía ver la crispación en el rostro de Sean, mitad angustia, mitad deseo, mitad desesperación.  La amaba; ese era su distanciamiento.  De repente lo entendió todo. El por qué se había alejado de ella; no quería dañar la imagen de su hermano, de un hermano muerto querido por todos.  Pero ese sentimiento había brotado incontenible, sin proponérselo, y ahora estaba allí, en sus cuerpos abrazados y en sus bocas unidas por un beso.

Se separó de ella jadeante, y mirándola de arriba abajo, como si fuera una desconocida, la dijo, con un hilo de voz:

— Tenemos que hablar. Vayámonos lejos de aquí. Vamos a casa; estaremos solos, hablaremos tranquilamente sin que nadie nos interrumpa
—Yo... yo...

 Las palabras no salían de su boca. Había ocurrido algo inesperado con lo que no contaba. 

—No podemos irnos. Va a comenzar la fiesta
—Me importa un pito la fiesta. Tenemos que hablar, en algún sitio donde podamos hacerlo tranquilamente. Para mi es muy importante. Vayamos a casa.  Allí podremos hacerlo sin que nadie nos interrumpa
—Pero no podemos irnos sin decir a tus padres que nos ausentamos. Se preocuparían
—Muy bien, pues ahora vuelvo. No te muevas

Y a paso ligero entró nuevamente en la carpa y fue hacia el lugar en donde sus padres charlaban con otros amigos.  Tomó del brazo a su madre, y la apartó del grupo

— Mamá me llevo a Lucia
—¿ Por qué? ¿ Qué ocurre? ¿ Está bien ?
—Si está perfectamente, pero tenemos que hablar y este no es el lugar adecuado
— Hacedlo mañana. Estamos de fiesta
—No puede esperar, mama. Tiene que ser esta noche y ahora
— Bien... Si acaso me preguntan ¿ qué les digo?  Además, creo que Moira te estaba buscando
—Diles que hemos tenido que llamar por teléfono... Qué se yo... Algo se te ocurrirá. Nos vamos

Y dando un beso en la mejilla a su madre volvió sobre sus pasos, bajo la mirada comprensiva y sonriente de Nancy

Ella,  sin saber qué pensar ¿ De qué tenía que hablar ? ¿ Qué ocurría ?  ¿ Por qué la había besado de aquella forma, y por qué ella lo había permitido ? Vio interrumpida sus reflexiones, cuando un nervioso Sean llegó hasta ella y tomándola de la mano, se dirigieron hacia el coche aparcado.

— Entra — la dijo secamente
— ¿ Se puede saber qué te pasa ? ¿ Por qué me hablas de esta forma ? ¿ Qué te he hecho ?
— Ahora te lo explicaré. Y no, no me has hecho nada
-—Entonces ... ¿ A qué viene todo este barullo ?




Sean no contesto. Iba ceñudo, nervioso y preocupado.  Se jugaba mucho en la conversación que iban a tener.  De ella dependía su felicidad o su amargura. La miró de reojo, y vio como Lucía estaba algo enfadada.  No comprendía aquella inusitada actitud.

lunes, 28 de marzo de 2016

Lucía - Capítulo 7 - Una nueva vida. Una nueva familia

La cabeza le daba vueltas.  Allí estaba sentada junto a Sean y esperando el despegue del avión que les llevaría hasta  Austin.  Al pie de la escalerilla, estarían Nancy y Andrew, su nueva familia.  Era la primera vez que se subía a  un avión, y estaba nerviosa; no sabía muy bien si por miedo, o por todo lo que encontraría al llegar a Tejas. Él la miraba de vez en cuando y veía  que los músculos de la cara los tenía tensos y los labios apretados. Depositó su mano sobre la de ella, y le dio un suave apretón.  Lucía giró la cabeza en su dirección, y Sean la dedicó una tranquilizadora sonrisa.

- ¿ Tienes miedo ? - la dijo
- Es la primera vez que  subo a un avión. No sé si son nervios, o simplemente miedo
- ¿ De qué tienes miedo ?
- A varias cosas.  Nunca me imaginé hacer este viaje sin él. Me infundía confianza
-¿ Yo no te la inspiro ?  Hasta ahora no me he comido a nadie- dijo algo malhumorado
- No he querido ofenderte.  No lo he dicho en ese sentido, sólo que... lo había imaginado de otra forma
- Ya... Te entiendo, no creas que no... Pero puedo asegurarte que haré todo lo posible para que nada malo te ocurra.  Me va en ello la vida
- Eres muy melodramático.  Ya soy mayorcita, no te preocupes
- ¡ Mayorcita ! Por cierto ¿ cuántos años tienes ?
- Cumplí dieciocho. No soy ninguna cría
-Perdona, sé que no eres una chiquilla. Ibas a casarte  ¿no ?
- Déjalo ya.  Te noto malhumorado y eso me violenta, porque no sé qué te ocurre. ¿ He hecho o dicho algo que te haya molestado?
- No, en absoluto.  Son cosas mías.  No me hagas caso.  Esta noche he dormido mal a cuenta del viaje, y cuando no descanso, siempre estoy de malhumor.  A eso también tendrás que acostumbrarte. Pero ya me irás conociendo
- Eso espero, eso espero.
- Trata de dormir un poco. Vamos a tardar muchas horas en llegar.  Tendremos tiempo para todo. Yo también trataré de dormir algo, aunque nunca lo consigo.  Echo de menos mi cama, los asientos del avión son incómodos.  Ahora descansa, pequeña.  Nos quedan muchas emociones por vivir

 La dio un beso en la frente y ella se acurrucó, después de que Sean la arropara con la manta que les había dado la azafata. Y fingió dormir, pero no lo estaba. Pensaba en la confianza que había depositado en aquel hombre que estaba sentado a su lado.  Bien es verdad que era el hermano de Peter, pero no le conocía, y sin embargo se sentía tranquila a su lado; sabía que nada la ocurriría, pero todo era extraño, porque desde el primer momento sintió esa sensación de tranquilidad con él, de que nada malo la haría.  No después de leer la carta que la escribiera Peter, a modo de testamento.  Quizá por eso le permitió que esa noche se quedara en su casa, cuando hacía tan sólo unos pocos minutos que le conociera.


Pero  Sean no durmió. Contemplaría  su rostro tranquilo; mientras ella estuviese dormida, nada le impediría ver  el rostro amado. ¿ Qué le había dado esa mujer para quererla de esta forma? Por conseguir su amor, sería capaz de traspasar cualquier frontera, cualquier obstáculo, pero el que tenía por delante le parecía insalvable:  Peter.  No se sentía con fuerzas para convivir con ella sintiendo lo que sentía. Le daba miedo que en cualquier momento se delatase, y ella saliera corriendo espantada. La deseaba tener cerca, y sin embargo comprendía que era peligroso, porque  se daría cuenta de la fuerte atracción que sentía por ella..  Tendría que irse a vivir a la cabaña, esa sería la mejor solución; de esa forma la tendría cerca, pero no con tanto peligro.

En una parcela, dentro de la misma granja, se había construido una "cabaña" como él la denominaba, pero era más bien un chalet de estilo hispano.  Lo utilizaba como "picadero" o para  correrse  alguna juerga con amigos viendo algún partido,  donde la cerveza y el whisky corrían a su antojo, pero allí,  no molestaban a nadie.  De esta forma estaba aislado, sin que nada le perturbase. La última vez que la habitó, fue al enterarse de la muerte de su hermano.  Se refugió allí y tardó varios días en ir a la casa grande, y lo hizo pensando en el estado anímico de sus padres.  Había sido egoísta al pensar sólo en su dolor.

Y por fin, llegaron a Austin y allí les recibió el matrimonio Flanagan. Nancy abrazó con cariño a Lucía, y ambas mujeres fundieron su llanto en uno solo. Andrew abrazó a su hijo, y pasados los primeros momentos de emoción, los cuatro se encaminaron al todo terreno que les aguardaba en el aparcamiento del aeropuerto.

Aún transcurriría un buen rato hasta que llegasen a  Sunset Valley, que tal era el nombre de la ciudad a la que pertenecía la granja.  Cuando Andrew paró el coche frente a la fachada de la casa, Lucía se dio cuenta de que eran una familia más importante de lo que había pensado. Mientras los hombres descargaban el equipaje, Nancy se acercó a ella y rodeando su hombro en un abrazo, la dijo cariñosamente


-Esta es tu casa.  Espero que tu permanencia entre nosotros sea cómoda y llegues a sentirte como uno de los nuestros.  Lamento que haya sido en estas circunstancias;  pensé que te conocería siendo la esposa de mi hijo, pero...  la vida nos lo ha arrebatado a ambas, y eso es algo que nos unirá toda la vida. Bienvenida, hija.
- ¡ Oh, Nancy ! No tengo palabras para agradeceros tanta generosidad y cariño. Yo amaba a tu hijo.  Fue el primer amor y el único en mi vida. Nunca le olvidaré

-Hija mía, eres casi una niña.  Tienes mucha vida por delante.  Ahora estamos pasando por un momento muy difícil, pero el tiempo nos serenará y entonces deberás pensar en seguir adelante.  Ahora el tiempo se ha detenido en estos dolorosos momentos, pero tenemos que seguir viviendo, no nos queda otra.  Poco a poco, deberás seguir con tu vida, como lo haremos nosotros.  Ya nada podemos hacer por él, sólo poner flores en su tumba, nada más.

Y los cuatro penetraron en la casa-mansión de los Flanagan.

domingo, 27 de marzo de 2016

Lucía - Capítulo 5 - Sean Flanagan

Sentado en el sofá de la sala mientras apuraba un café, Sean pensaba en la situación creada. ¿ Qué hacía allí , en una casa extraña para él, cuidando de una mujer que conocía sólo por fotografía y, que además lloraba la muerte de su hermano ?  ¿ Qué había ocurrido para llegar hasta esa situación? ¿ Por qué sentía la irrefrenable sensación de querer protegerla, de consolarla, cuando él mismo estaba totalmente desolado por la falta de Peter? ¿ Qué había visto en aquella foto, que ahora guarda en su cartera, para cambiar su vida de aquél modo ?  Se tumbó y se tapó con la manta que Lucía le había dejado. ¡ Lucía ! la mujer idealizada de la que se había enamorado a través de los ojos de su hermano y que había conocido en unas circunstancias que jamás hubiera querido se hubiesen dado.

No tenía la más mínima posibilidad de establecer algún nexo entre ellos.  Ella amaba a Peter, no tenía sitio para nadie más. ¿ Cómo explicar, si no , el que se quedara con ella, haciéndola compañía en esta situación? Sencillamente, no la importaba lo que la pudiera ocurrir.  No le conocía, sólo por referencia que Peter hiciera acerca de su familia.  Si tenía una educación tan espartana, que a pesar del tiempo de noviazgo aún no había tenido intimidad con él   ¿cómo explicar que aceptara quedarse a solas con él ? " no le des más vueltas Sean ", se decía, " le importas un comino". Todo le importaba nada; había sufrido, sin duda, un shock tremendo con la noticia.  Ni ella misma se daba cuenta de que había dado hospitalidad a un extraño.

¿ Quién era Sean ? El segundo hijo de Nancy y Andrew Flanagan . Su hermano mayor, Peter, se había alistado en el ejército al cumplir los veintidós años, dejando a Sean en la más absoluta soledad.  Sus padres eran poseedores de una pequeña granja, que con el tiempo y mucho trabajo, consiguieron hacerla grande, muy grande.  No sólo se dedicaban a la agricultura, también criaban ganado.
 Cuando Peter planteó que aquello no era para él, se creó un pequeño cisma familiar y un gran disgusto para Andrew que había depositado todas su esperanzas en el hijo mayor.  Sean se hizo ingeniero agrónomo, por mandato del padre, pero también porque le gustaba desarrollarse en la granja. Poco a poco  se fue encargando de la dirección de la propiedad, ya que mostraba aptitudes para el mando con los obreros que allí trabajaban.

Tenía comunicación constante con su hermano, que había sido destinado a una base en el extranjero, concretamente en España, al haber establecido un concierto  ambos gobiernos para  unas bases militares.  Una de ellas, en la cercanía de la capital española.

Sonrió al recordar cuando  Peter le contó,  en una de sus escasas llamadas telefónicas, la circunstancia en la que había conocido a una chica guapísima, a pesar de que estaba hecha un desastre: la ropa mojada y el cabello chorreando agua, por la lluvia caída en Madrid



— He quedado con ella para el próximo fin de semana.  Me gusta mucho, aunque es muy joven y tímida, pero me gusta, si señor.  Está estudiando ingles y trabaja en una  oficina.  Cuando consiga una foto de ella, te la mandaré para que la conozcas.  No digas nada de esto a nuestros padres, pensarían que estoy loco.  Creo que no les faltaría razón  ¿Qué me ha hecho esa chica?.  Bueno hermano, compórtate bien. Te escribiré lo más pronto que pueda. Adiós 

Y recordó las risotadas que echó al colgar el teléfono. ¡Peter enamorado!  ¡Vaya ! Seguro que se cansa de ella. Aquí tenía chicas a patadas.  Esa será una de tantas...

Revisaba con impaciencia el correo que llegaba desde España, pero eran cartas para toda la familia y por lógica, si había de guardar el secreto, seguro que vendría a su nombre. Y así fue.  Hubo de acudir a la ciudad, ya que en el apartado de correos había una misiva para él.  No esperó llegar a casa.  Al salir de la oficina rasgó el sobre y entre el papel doblado, extrajo la fotografía de una chica que sonreía dulcemente.  En el reverso, Peter había escrito simplemente  " Lucía, mi chica ". Y  dio la vuelta y fijó sus ojos en aquellos oscuros que sonreían al infinito.  Peter se había quedado corto, era una preciosidad y, efectivamente, muy joven.  ¿ Cuántos años podría tener, dieciséis, diecisiete a lo sumo ? ¡ Oh Peter, te has vuelto loco !  Pero no sólo su hermano quedó hechizado por aquella infantil sonrisa, Sean no podía apartar su mirada de ella.  Cuando llegó a casa, guardó la foto en un libro, su preferido, para que nadie supiera de su existencia.

Durante ese día, no pudo apartar de su cabeza la carta del hermano, en la que le relataba lo feliz que era y el profundo sentimiento que sentía por Lucia, y por lo que era correspondido en igual medida. Tan sólo se quejaba de las rancias costumbres de esa sociedad:

—  Imagínate, Quiere llegar virgen al matrimonio, y la verdad es que aunque me cueste, así será, porque si hermano, vo y a casarme con ella

Dolorosamente, todos sus proyectos habían sido truncados por una inútil guerra en la que nada se les había perdido, sólo a su hermano, en plena juventud y con toda una vida por delante, con infinitas ilusiones y esperanzas. 
 No sólo Lucía había recibido una misiva de Peter, él también tuvo la suya, dándole instrucciones respecto a su novia. Parecía que presintiera algo; quería proteger a esa joven que había perdido recientemente el único lazo familiar: su madre.  Extrajo nuevamente la suya del bolsillo de la chaqueta y la repasó lentamente, releyendo una vez más aquellas palabras del  hermano perdido.

— Hermano, no sé cómo saldremos de ésta.  La situación es muy grave y deseo que te hagas cargo de lo que voy a comunicarte y que es de sumo interés para mi.  Sabes que adoro a esa chica española y que mi pensamiento es casarme con ella y llevarla a casa.  Licenciarme del ejército, cuando cumpla mi contrato, y ayudarte con la granja.  Pero el futuro no está escrito y no sé como saldré de aquí.  Por ello, te pido que, si algo me ocurriera, no desampares a mi pequeña Lucía, no tiene a nadie más en el mundo.  Si no pudiéramos conseguir nuestra ilusión, quiero que  la lleves a casa, y sea acogida en ella como un miembro más de la familia.  Ella es buena chica y formal, no tendréis problemas.  No deseo esté sola. También la he escrito otra a ella, que la entregarás en persona si yo no regresase.  No quiero llantos si así fuera.  Deseo que seas un hermano para ella, que la ayudes en todo lo que puedas, y  a superar mi pérdida.  Se que todo esto es difícil para ti.  Te estoy pidiendo que acojas a una persona que ni siquiera conoces, pero estoy seguro que la querrás, porque ella es dulce , tierna y merecedora de vuestro cariño.  Has sido el mejor de los hermanos, y te he echado mucho de menos, sobre todo ahora, cuando las cosas se están poniendo difíciles. Desearía estar lejos de este infierno.  Os quiero. Sois la mejor familia del mundo. Da un abrazo a nuestros padres y uno muy especial para ti, Sean. Gracias por todo lo que estoy seguro harás por mi chica.   Peter.  


Se frotó la frente con la mano para ahuyentar la tremenda tristeza que sentía. Había leído muchas veces la última carta de su hermano.  Se estaba despidiendo, y aún le parecía imposible que no volviera a verle nunca más.  Había sido su referencia, desde muy pequeño. Su héroe, el que siempre le sacaba de algún atolladero. Al que siempre le consultaba cómo tratar con las chicas, cuando fue adolescente y tenía los primeros escarceos amorosos en el instituto.  No tenían secretos, tan sólo le oculto los sentimientos que su novia había despertado en él.  Los cambios que había experimentado después de saber que Peter tenía novia. 

 Ya no salía  con tanta frecuencia, ni siquiera los fines de semana, algo extraño en él, que siempre aprovechaba para ir a la ciudad con alguna excusa.  Permanecía sentado frente al televisor, o daba largos paseos a caballo, sin rumbo fijo.

Nancy, su madre, percibía esos cambios en su hijo.  Ya no era el chico alegre y bromista de siempre. Muchas veces le había sorprendido con la mirada fija en alguna parte, como ausente, e incluso se atrevería a decir que con tristeza.

Decidió hablar de ello a su marido que siempre andaba enfrascado en los papeles de la granja

— Oye marido, tenemos que hablar
—¡ Hum!— respondió Andrew sin despegar la mirada de los documentos que estaba analizando
—Se trata de Sean.  Me tiene muy preocupada, le noto , no sé .... muy extraño.
—No te preocupes.  Seguramente echa de menos a Peter.  Siempre han estado muy unidos, y es lógico que ahora se encuentre como perdido.  Además está entrando en la edad difícil: se nos hace mayor. Necesita salir más y echarse buenos amigos
— ¿ Más amigos ? No  creo que sea eso.  Presiento que le pasa algo y no lo dice
— Se habrá enamorado. ¿ No dices que tonteaba con Moira ? Pues eso. Si Peter estuviera aquí, sería otra cosa, pero..., al estar lejos...  Por cierto cómo va con la chica esa que se ha buscado
— ¿ Quién Peter ?
— Si claro
—Está muy enamorado de ella.  Creo que en cuanto se licencie van a casarse y nos la traerá a casa
—Bueno.  Siempre quisiste tener una hija
—Estoy deseando de que regrese. Lo de Vietnam no me gusta nada
— No te preocupes mujer. Está muy lejos, y él en Europa. No corre peligro.

Nancy

Andrew


Pero si lo corría, y se dieron cuenta de ello, cuando Peter se presentó inesperadamente en casa y tuvo que  incorporarse a una división que partía para el extremo oriente.  Las comunicaciones eran poco frecuentes y difíciles. Pasaron unos meses de incertidumbre, hasta que una mañana, recibieron la visita de unos militares, que les anunció que Peter había caído en una emboscada, y su cuerpo sería repatriado en cuanto les fuera posible acceder a la zona en conflicto.

Los tres miembros de la familia se quedaron clavados en el suelo al escuchar aquellas horribles palabras: ¡Peter había muerto! ¿ Cómo era posible? Estaba lleno de vida y de proyectos, y sin embargo ahora nos anuncian que nos lo devuelven dentro de una caja de madera con la bandera americana, pero sin vida.

Y Peter fue despedido en el cementerio de la localidad con todos los honores militares, pero eso a ellos no les bastaba.  Nancy repetía una y otra vez 

— Quiero a mi hijo, quiero a mi hijo ...

El padre se encerró en su despacho.  No quería ver a nadie.

 Y ¿Qué fue de Sean ?  Una vez que los militares portadores de la terrible noticia, se ausentaron, fue a las cuadras, ensilló su caballo favorito y cabalgo sin rumbo fijo a todo galope, ante el asombro de los peones que pesarosos por lo ocurrido, abandonaron el trabajo.

Sean galopaba con furia, con desesperación, llorando como un chiquillo y preguntando al cielo el por qué de aquél castigo. Peter era un chico bueno que creyó servir a su país, y sin embargo había caído en una tierra hostil desconocida para él.  Le imaginaba hundido en el barro, y su cuerpo cubierto de sangre por las heridas recibidas, sin tener junto a él ninguno de los rostros que amaba. Solo, en la más absoluta soledad ante ese momento supremo del fin de todo.   Lloró y gritó al viento en el rincón favorito de los dos hermanos; un lugar descubierto cuando niños y que fue testigo de sus juegos infantiles. Desde entonces, cada vez que Sean tenía algún problema, se refugiaba en él, y como si estuviera con  alguien invisible, le contaba sus cuitas. Y por respuesta, siempre recibía, como el  susurro, de una apacible brisa que le tranquilizaba.



La noche estaba avanzada, cuando sudoroso y cubierto de polvo por la galopada, regresó a casa. Sus padres estaban cada uno de ellos en el mismo lugar que les había dejado cuando salió. Acudió a la habitación de su madre que permanecía tumbada en la cama, cubriéndose el rostro con las manos y sin dejar de llorar.  ¿ Cómo consolarla, qué palabras podía pronunciar para calmar tanto dolor y desconsuelo?  Él mismo necesitaba un abrazo, algo que le hiciera pensar que nada de toda esa pesadilla era real, y sin embargo se mostraba en toda su crudeza. Besó a su madre y salió de la habitación para refugiarse en la suya.  Necesitaba estar a solas.  Hablar con Peter, que alguien le escuchara, echar fuera tanto dolor que le desgarraba. Como un autómata, buscó el libro y lo abrió por donde había guardado la fotografía que su hermano le enviara.  Nada había cambiado, la misma cara sonriente , pero Peter ya no podría contemplarla.  Y tendría que ser él, quién anunciase a esa chica que todo había terminado para ellos.

Lucía - Capítulo 6 - Carta sobre una desconocida

Una vez el ritual del sepelio se cumplimentó, sólo quedaba viajar a España y comunicar a Lucía, la triste noticia del fallecimiento de Peter. ¿ Estaba preparado para esa misión?  Pensaba que su hermano le había exigido demasiado, pero claro, él no conocía los sentimientos que albergaba respecto a su novia.  Cuando comprobó que sus padres asimilaban poco a poco lo ocurrido, decidió preparar el viaje y tratar de cumplir la misión que le había  encomendado.

Su llegada a Madrid fue a primera hora de la mañana ,  Se dirigió al domicilio de la chica, y el portero le dijo que acababa de salir a su trabajo, y que hasta mediodía no regresaría. Miró el reloj y comprobó que tenía muchas horas por delante hasta poder verla. Paró un taxi y  dio  la dirección del hotel que previamente había reservado.

Una vez instalado, volvió a leer la carta de Peter, y estudió mentalmente la forma en que le comunicaría su fallecimiento y su decisión de que le acompañase a América. Averiguó la dirección de la Embajada y hacia allí se dirigió para recabar información para el traslado de Lucia y fijar su residencia en Estados Unidos.  Una vez informado por el secretario de embajada de los requisitos necesarios , comprobó que casi era la hora en que Lucía volviera a su domicilio, y hacia alli se encaminó. De cómo la chica recibió la noticia, ya lo conocemos por capítulos anteriores. Y ahora retomemos la historia tras la primera noche que Sean pasó en casa de Lucía tras conocer el fallecimiento de Peter.

Lucía hizo su aparición en el salón cuando Sean contemplaba el panorama que se divisaba desde  el ventanal .  Al escuchar los pasos de ella, se giró y al contemplar que el rostro de ella seguía desencajado, se alarmó y dibujando la mejor de sus sonrisas se le acercó

- Buenos días ¿ Has podido dormir?
-La verdad es que no- respondió ella
- Yo tampoco.  Por más que lo he tratado, no lo he conseguido.  La diferencia horaria me tiene algo despistado- respondió para relajar el hielo existente entre ambos.

Le miró de frente, como si fuera la primera vez que le viera, y entonces se fijó en el gran parecido que tenía con Peter, lo que acrecentó aún más su congoja.  Los ojos se le volvieron a llenar de lágrimas,

- Voy a preparar el desayuno - dijo apresuradamente para salir de la estancia
- Yo te ayudo - respondió él
-No es necesario, de verdad
- Lo se, pero quiero ayudar
- Está bien.  Como quieras.  Vamos a la cocina

Cuando todo estuvo preparado, se sentaron uno frente al otro y Sean, comenzó a relatar los planes que habían trazado para ella

- Ignoro si mi hermano te diría algo en esa carta, pero a mi también me escribió otra dándome instrucciones de cómo proceder;  después te la enseñaré.  Peter quería que vinieras a vivir con nosotros como un miembro más de la familia. Me hizo expresamente ese encargo
- Pero yo no pinto nada en América.
-¡ Claro que pintas ! Te ibas a casar con mi hermano, ibas a ser uno más de los nuestros.  Ahora eso no será posible, pero si debes vivir con nosotros.  Aquí no tienes a nadie y allí estarías en casa , como una hija.  A mi madre le haría mucho bien tenerte allí; es como si Pieter aún estuviera
- Os lo agradezco, pero creo que no es oportuno.  Además ¿ qué haría alli?  Apenas se manejarme con el idioma, y necesito trabajar
- Pues trabaja en casa.  Te aseguro que nos harías un favor. Me ayudarías en la oficina, y respecto al idioma poco a poco lo irás aprendiendo. Ayer estuve en la Embajada, mientras hacía tiempo a que tú llegaras de trabajar,  y no hay problema en que te vengas.  Sólo necesitas el pasaporte y un visado.
- Sean..., es una oferta muy tentadora, y de haber vivido Peter, no lo hubiera dudado ni un minuto, pero ahora él ya no está, y necesito acostumbrarme a esa idea.  Allí todo serían recuerdos suyos y mucho más doloroso.
- ¿ Crees acaso que aquí no le vas a recordar ?  Tenemos que aprender a vivir con la angustia constante de no poderle tener . ¿ Crees que ha sido fácil este viaje para mi ? Yo veneraba a mi hermano; era mi referente, mi ejemplo a seguir, y él era más que un hermano. Era mi confidente y yo el suyo. Mira me mandó una fotografía tuya para que te conociera, antes incluso que a  mis padres- y sacando la cartera, le mostró la foto que Peter le envió en su día.

Ella estaba sorprendida.  Nunca se lo había mencionado, a pesar de que hablaba a menudo de su familia.  Sean observaba a Lucia detenidamente, sus reacciones, sus dudas...  Creía que estaba a punto de convencerla.  Sólo tenía que insistir un poco más para que diera su beneplácito.  Pensó en no insistir  de momento

- Piénsatelo.  Esta noche llamare a mis padres y trataré que hablen contigo.  Me tendrás que decir el horario que tienes en la oficina para que estés en casa cuando ellos les  llame
- Aún no he aceptado
- Cierto, pero creo que sería una buena oportunidad para conocernos mejor. Si no te gusta mi pais, si no te sientes a gusto, siempre puedes volver a España.  Dejaremos el piso cerrado y encargaremos a alguien que lo limpie, así siempre estará disponible
- Pero yo no puedo mantenerlo hasta que no tenga un trabajo
- Si te vienes, correrá todo de mi cuenta. Serás de la familia y las familias se ayudan. Desde  allí domiciliaremos en el banco el importe de los recibos para tenerlo siempre al corriente de los pagos.  Está todo muy pensado, Lucía. Durante todos estos días no he hecho otra cosa más que trazar un plan para poder cumplir con los deseos de Peter.  ¿ Tienes algo que preguntarme ? ¿ Deseas saber algo más?
-Sólo déjame que lo piense. Y sí, me encantará hablar con tu madre.  Peter la adoraba; bueno en realidad os quería mucho a todos.- fue su respuesta.

Y esa noche habló con Nancy.Necesitó la intermediación de Sean, ya que ella no dominaba el inglés y Nancy no hablaba castellano, pero entre unos y otros consiguieron entenderse.  Nancy no podía reprimir el llanto al hablar con ella: se trataba de la mujer de la que su hijo se había enamorado y pensaba casarse en cuanto se licenciase. Dedicó a Lucía las palabras más cariñosas e insistió en que regresara con Sean y que aquella era su casa.  Al colgar el teléfono, ambas lloraban desconsoladamente de emoción. Le había tocado la fibra sensible, al escuchar las palabras dulces de aquella madre desgarrada de  dolor por el hijo muerto.


- Sean... déjame que lo piense, mañana te daré la respuesta.
- Está bien. Cuando creas conveniente.

El corazón de Sean le saltaba en el pecho, ante la posibilidad de que vivieran juntos.  Sabía que era un imposible, que estaba muy lejos de hacerse alguna ilusión, pero sólo con verla, se conformaba.  La quería demasiado, y por ella haría cualquier sacrificio, aunque tuviera que cerrar bajo setenta llaves a aquel corazón que latía desbocado por aquella joven, que ni siquiera imaginaba, los sentimientos que había provocado en aquel hombre.

Ella se quedó sola en casa y él salió rumbo al hotel.  Quedaron en ir juntos a la Embajada y comenzar la tramitación de los documentos requeridos.  El recuerdo de Peter se agigantaba más, y en lugar de atenuar su desesperación, la incrementaba  la idea de la marcha.  Se sentía insegura, con muchas dudas.  Se iba a un país extraño, con una familia extraña y con un extraño idioma.  ¿ Cómo se comunicaría con ellos ?  A pesar de tener facilidad para los idiomas, una cosa era la academia y otra hablar con la gente día a día.  Se sentiría aislada, por mucho que contara con Sean; pero él no iba a estar todo el día pegado a ella: tenía un trabajo que hacer. ¿ Cómo sería Sean en el día a día ?  Ni siquiera le había preguntado si tenía novia, si vivía con sus padres... No sabía nada de ninguno de ellos. "¡Estás loca !", decía su yo interior. Pero no quería pensarlo ni volverse atrás. La charla con Nancy, sus cariñosas palabras, la habían convencido.  Por otro lado ¿ qué más daba ? Aquí no tenía a nadie que la retuviese, y al menos allí podría poner unas flores en su tumba.

- Por cierto, ni siquiera se cómo se llama el lugar en donde viven .  Creo que Peter me dijo que cerca de Austin. ¡ Dios mio vivir en el campo ! ¡ Pero si me dan miedo hasta las hormigas ! -  Una congoja le subió hasta la garganta, y se sintió más indefensa y vulnerable que nunca.
- Si al menos estuviera Peter. Peter, Peter... ¿ por qué te alistaste ? ¿ por qué no pudiste trabajar en la granja junto a tu hermano ? No seas insensata - repitió su voz interior- no le hubieras conocido.  Pasó,  porque era soldado y tu estudiabas idiomas...Peter, Peter ¡ cuánto voy a echarte de menos ! , y rompió a llorar nuevamente.

Pidió permiso en la oficina, y junto a Sean, se encaminó a la Embajada.  Iba nerviosa; nunca había estado en un sitio como ese.  Fueron recibidos por el embajador, toda vez que Sean se había identificado como hermano de un caído en la guerra. El embajador Lodge fue muy amable con ellos. Estaba a punto de cumplir su tiempo en España, país en el que vivía a gusto y lamentaba tener que abandonar.   Sean, explicó nuevamente lo ocurrido a su hermano y la situación de Lucía.  A pesar de las buenas palabras del embajador, el resultado fue que podría permanecer en USA en calidad de estudiante durante unos meses, y después deberían seguir un protocolo para conseguir la residencia



- Creo que debemos dejarlo - fue lo que dijo a Sean a la salida
- No, ni hablar. Te vienes conmigo y después ya veremos.  Tenemos hilos que tocar y verás como lo conseguimos
-Pero...
- No hay peros que valgan. Te vienes. Ya está decidido
- Oye, eres muy mandón
- Eres como mi hermana pequeña.  No dormiría tranquilo si no pudiera cumplir con el mandato de Peter
- Ya...- es todo lo que respondió Lucia
-Deberás despedirte de tu trabajo. Quiero  salir en un par de días , a ser posible
- ¿ Tan pronto ?
- Si tan pronto.

Lo que en realidad temía Sean, es que ella se arrepintiera de ir a Estados Unidos, y ahora que la había conocido, no soportaría separarse de ella. A veces le daban ganas de confesar la verdad, de decirla que se moría de ganas por abrazarla, por cuidarla y protegerla.  Que estaba loco por ella y que en realidad lo que deseaba era que fuera su esposa. Si se casaran no tendría tantos problemas para la residencia, y si por él fuera, lo haría al día siguiente. Pero debía callar, ocultar la verdad de sus sentimientos.  Aún estaba caliente el cuerpo de su hermano y sería como traicionarle, aunque creo que él aprobaría su matrimonio, pero ¿ y ella ?  No podía confesar su amor.  No podía decirla que quedó hechizado cuando la vio, que aprendió su idioma porque al pronunciar cada palabra en castellano, sería la misma que ella utilizaría , y era una caricia a falta de las reales.

Quizá cuando se conocieran más y ella olvidase  a Peter, pudiera tener alguna oportunidad de acercamiento.  Habría de tener paciencia y calma, y ganársela día a día. Pero ¿ tendría paciencia ?


sábado, 26 de marzo de 2016

Lucía - Capítulo 4 - Sean, un extraño en mi vida

Sobresaltada, Lucía escuchaba el nombre de aquel desconocido, cuyo rostro le recordaba a otro sobradamente conocido y querido por ella.  Después de presentarse,  le hizo pasar  a su casa. Algo  alarmaba por momentos.  Había dicho que era hermano de Peter, y alguna que otra vez éste le había citado en sus conversaciones con ella. Según su novio le había confesado, estaba muy unido a él.  Era  dos años menor que Peter.

- Verá señorita, lo que me ha traído hasta aquí, no es nada fácil para mi. Me explicaré.  Al regreso de mi hermano a casa, tuvo que presentarse inmediatamente a sus superiores.  Lo de Vietnam tenía muy mala pinta y debía partir hacia allí inmediatamente. Tenían órdenes expresas de no comunicar más que a sus más allegados parientes el próximo destino, y ese fue el motivo de que no se comunicara con usted. Nosotros pudimos hablar con él al cabo de una semana de su permanencia allí. Luego no volvimos a saber más de él hasta que un oficial llamó a nuestra puerta anunciándonos el fallecimiento de Peter.  Mi hermano había caído en una incursión, cuando el régimen estaba dando los últimos estertores hacia el final, pero no fue lo suficientemente rápido como para evitar la pérdida de tantas vidas, entre ellas la de mi hermano

Lucía no escuchaba más.  Los oídos le pitaban, la cabeza le daba vueltas y sentía que el suelo iba a devorarla.  Sean llegó a tiempo de recogerla en sus brazos, antes de que cayera al suelo.

Acababa de conocerla físicamente.  El rostro de Lucia le era familiar por la fotografía que en una ocasión envió Peter para que la conociera su familia.  Desde entonces se sintió atraído hacia aquella muchacha de cabello y ojos oscuros, que vivía a miles de kilómetros de distancia.

Hoy había tenido que darle una noticia que jamás pensó hacer, y por ello, la tenía abrazada, desvanecida.  Una mano apoyada en su nuca y el otro brazo rodeando su cintura.  Podía contemplar de cerca la cara pálida y desencajada de aquella mujer de la que se había enamorado sin conocerla.  Ahora la tenía frente a él, pero no era así como en sus fantasías estaba. Era inalcanzable para él.  El recuerdo de su hermano se interpondría siempre entre ambos.

Suavemente la condujo al sofá y allí la reclinó sin saber qué poder hacer para  que se le pasará el desmayo.  No la conocía y la casa tampoco.  Miro a su alrededor y vio una especie de mueble bar. Lo abrió y buscó entre el par de botellas que contenía, algo que la hiciera reaccionar.

- Esto servirá - y echó un poco de coñac en una copa, dándoselo a beber

Lucía lentamente, abrió los ojos, clavándolos en el rostro que tenía delante y no entendiendo muy bien la circunstancia que estaba viviendo. No podía ser verdad.  Peter no había muerto. ¿ Quién era aquel desconocido que intentaba hacerla beber aquel líquido abrasador? Y se fijó en los ojos que tenía delante y que eran iguales a los de su amor ¿ muerto?  Un desgarrador sollozo, brotó de su garganta al tiempo que trataba de deshacerse de aquellos brazos que la retenían levantada.

El trataba de calmarla mientras recibía los puñetazos que ella propinaba en su pecho, negando lo que acababa de conocer. ¿ Quién era ese hombre que osaba decir tamañas mentiras?  Peter no se hubiera ido sin hablar con ella, sin decírselo a ella.  De repente asumió toda la verdad, la tremenda verdad y buscó cobijo en aquel pecho que se le brindaba como refugio.

El la dejó llorar y cuando se hubo calmado un poco, prosiguió con el encargo que le había llevado hasta España

- Se por lo que estás pasando.  Yo mismo estoy conmocionado a pesar de que hace días que hemos conocido la noticia, pero he de cumplir el último deseo de mi hermano.  Antes de partir, me hizo prometer que te entregaría esta carta si a él le ocurriese algo.

Extrajo de su bolsillo un sobre blanco escrito a mano .  Reconoció inmediatamente la letra escrita en él, y acercándoselo a los labios depositó un beso.  Le daba miedo abrirlo.  Presentía que eran sus últimas palabras, sus últimos deseos, y no quería conocerlos.  Era como si demorase la confirmación de la fatal noticia.  Sean proseguía hablándola aunque ella no le escuchaba.  Con la cabeza baja, y fija la vista en aquel sobre, dejó que hablara todo cuanto quisiera.  nada le interesaba más que Peter.  No le importaba el dolor de esa familia, ni la triste misión del hermano.  Ni siquiera preguntó cómo se encontraba su madre.  De repente se había vuelto egoísta.  La vida le había arrebatado todo cuanto tenía.  Le había quitado a su madre y ahora a Peter, el que iba a ser su marido...  y ahora estaba sola, absolutamente sola.  Prestó atención cuando le escuchó decir  la última frase



- Así que ya está todo preparado para cuando llegues. Tendrás un hogar en nuestro hogar y un lugar en nuestra familia. Es el deseo expreso de mis padres y también el mio

- ¿ Cómo ? - respondió no entendiendo lo que estaba diciendo al no haber prestado atención
-Era el deseo de mi hermano casarse contigo, y supimos que hace poco perdiste a tu madre.  Por eso pensamos que vinieras a vivir con nosotros en  América.  Para mi madre sería tener cerca a Peter, puesto que él te amaba locamente.  Si no te importa me quedaré contigo esta noche.  No voy a molestarte, pero creo que no debes estar sola.  Tengo reservado un hotel, así que si no lo deseas me iría.  Tu decides
- Perdona..., estoy con la cabeza algo ida.  Claro que puedes quedarte aquí.  Y lo otro de América ¿ qué me has dicho ?
- Que es nuestro deseo te vengas conmigo a vivir allí, en nuestra casa.  Estarías acompañada y seríamos como tu familia.  Todos lo deseamos.
-Si no te importa, hablaremos de esto mañana.  Ahora quiero quedarme a solas y leer lo que Peter escribió.  Tengo que asimilar todo cuanto me has contado-.  Cuando ya salia, se volvió y dijo - Esa puerta de enfrente es la cocina, allí encontrarás algo de comer y café si deseas tomar algo.  Yo...
-De acuerdo.  Entiendo que estás deseosa de conocer lo que en ella escribió.  No te preocupes por mi, me las arreglaré.  ¿ Deseas tomar alguna pastilla para que puedas dormir?
- ¿ De verdad crees que quiero dormir? - y nuevamente un sollozo afloró a su garganta
-Eh, eh, eh...  Lo se, lo entiendo.  Haz lo que creas debes hacer.  Yo estaré aquí..., siempre... podrás contar conmigo. Adoraba a mi hermano.  Ya me costó un disgusto cuando se alistó en el ejército, así que imagina ahora... Pero hablaremos mañana , más calmados. Anda ve a tu habitación y haz lo que quieras. O ¿ deseas que me vaya ?
- No, no.  Está bien.  No soportaría estar sola, no lo aguantaría. Discúlpame
- No hay nada que disculpar - y dándola un beso en la frente la vio perderse en su habitación


Lucía - Capítulo 3 - Separación

Al separarse de su abrazo, ambos supieron que algo había cambiado en sus vidas.  Nada sería igual y, que inevitablemente sus destinos  caminarían unidos uno pendiente del otro.  Esta vez fue ella quien de nuevo le beso y de nuevo se sintió amada por aquel chico desconocido que había ganado su solitario corazón.

— Te veo mañana— la dijo a modo de despedida— Vendré temprano
—Eso si te lo permiten
—Aunque no me lo permitieran, vendría. Sé que haría cualquier cosa por ti
—Sigues tratando de seducirme con tus palabras. Eres un adulador
— ¿ De verdad soy todo eso? Me conformo con seducirte a ti. Sólo a ti
—No busques lo que no puedo darte, por favor. No puede ser
—No te estoy pidiendo nada más que me quieras. Sólo eso. Conozco las reglas que os habéis impuesto en este pais y las respeto hasta el final, hasta que nos casemos
—¿ Casarnos ? Definitivamente has perdido el juicio
— Eso mismo casarnos. Serás mía pase lo que pase, y cueste lo que cueste. Y ahora sube a tu casa, de lo contrario estaremos toda la noche debatiendo esto.

Ella rió y se despidieron



Su relación seguía adelante.  Se amaban por encima de todo y sólo deseaban estar juntos. Lucía sentía que era feliz completamente; cada vez estaba más enamorada de Peter y sentía que era correspondida de igual manera.  Pero pronto su alegría se truncó. Durante ese invierno, Eugenia cogió una gripe, que a modo de epidemia azotaba a los habitantes de Madrid, durante uno de los inviernos más crudos que se recordaba.  Su organismo debilitado no tenía defensas para combatirla.  Degeneró en neumonía y hubo de ser internada en el hospital.  Pero todos los esfuerzos médicos, fueron inútiles y una madrugada fallecía en los brazos de su hija, que inconsolable era reconfortada por la enfermera del turno de noche.  Se había quedado sola, ni siquiera Peter estaba a su lado por imperativo de órdenes superiores  Ni siquiera podía contactar con él ya que tenían prohibido recibir llamadas del exterior, y aunque él la llamase, tampoco podría hablar, ya que no se encontraba en su casa, sino en el hospital.

Pero Peter si la llamó y extrañado de que no respondiese, lo hizo al trabajo de Lucía, y allí fue informado de lo acontecido.  Habló con sus superiores, y por buena conducta y como una excepción, le dieron permiso para acudir al entierro de la que hubiera sido su suegra.  Cuando llegó a la morgue del hospital, se encontró a una Lucía que parecía otra persona.  Transida de dolor, toda vestida de negro, pareciera que hubiese envejecido diez años.  En cuanto le vio, corrió a sus  brazos buscando la fuerza y la protección que sólo él podría brindarle.  Y lloró, lloró desconsoladamente refugiando su rostro en el pecho de él.

A la Sacramental acudieron sus amigas y algún compañero de trabajo.  De regreso a su casa, ahora vacía y en silencio, Peter la tomó de la mano e hizo que se sentara frente a él.  Tenían mucho de lo que hablar.

—Tenemos que hablar, pequeña
— Peter, por favor, ahora no
-—Es ahora cuando tenemos que hacerlo. Voy a escribir esta misma noche a mis padres anunciándoles que vamos a casarnos y que te llevaré conmigo a América en cuanto me den la orden de regresar
—No puedo irme. No me conocen, no saben quién soy  ¿Cómo voy a dejar mi pais ?
— Escúchame, precisamente por eso porque aquí ya no tienes nada que te retenga y yo te quiero y te necesito. He hablado mucho de ti con mi hermano Sean, y en consecuencia, pienso que mis padres sabrán también de tu existencia. No obstante, hoy mismo se lo anunciaré.  Porque...  tu me quieres ¿ verdad ?
—¡ Peter...! ¿ Cómo puedes dudarlo ? Solo... que allí soy una extraña que va a invadir la vida de tu familia ¿ No lo comprendes ?
—No, no lo comprendo.  Vas a ser mi mujer ¿ Crees que no es suficiente ? Ahora debes acostarte: estás rendida y yo tengo que escribir una larga carta a casa

La dio un beso en la frente y la obligó a acostarse y dormir

Los días siguientes se sucedieron lentos, con ansiedad, nerviosismo y tristeza, mucha tristeza.  Le era insoportable regresar a casa después de trabajar y no escuchar ningún ruido, sólo su propia respiración.

  Así transcurrieron los meses, hasta tres.  Cuando en ese fin de semana Peter acudió al encuentro de su novia, no traía muy buenas noticias para ella

— Verás cielo,,, He de decirte algo
— ¿ Qué ocurre ? No me digas que estás enfermo, porque no lo soportaría
— No, cariño, no se trata de eso.  En tres días, mi división tiene que regresar a América, y otra ocupará nuestro puesto en la base.
—¿ Qué ? ¿ Tienes que irte ?
— Si cielo. He de marchar.  Pero no te preocupes. Cuando llegue comenzaré a preparar todo para nuestra boda y ya nada ni nadie nos separará

Nuevamente volvieron los llantos, las dudas, las indecisiones y sobre todo la ausencia del único apoyo que tenía.  Recibía carta todas las semanas en la que expresaba el inmenso amor que sentía por aquella jovencita, hecha ya toda una mujer en tan corto espacio de tiempo

Esperaba ansiosa el día en que solía recibir noticias de Peter, pero esa semana no las tuvo, ni en la siguiente tampoco. Los nervios, impaciencia y alarma, anidaban en su corazón desesperándola y pensando mil cosas distintas y, todas ellas malas.  Pensó en que la había olvidado, que ya no la quería, y que todos los proyectos hechos, resultaron papel mojado.  Nuevamente la decepción invadió su día a día.  No podía comunicarse con él, ni siquiera sabía donde vivía su familia.  ¿Cómo había sido tan estúpida para creer en las palabras de Peter?  No, no era posible.  Él la amaba. Quizás estuviera castigado en algún cuartel o le habrían destinado a otro lugar...

 Y así transcurrió una semana más, y otra, y otra.  Había perdido la cuenta del tiempo transcurrido.  Hasta que una tarde , al llegar de trabajar una persona aguardaba su llegada en la puerta de su casa.

viernes, 25 de marzo de 2016

Lucía - Capítulo 2 - Un amor de fantasía

 Peter cumplió con lo dicho.  Tomaron el Metro y se apearon en la estación en donde Lucía tenía su modesta vivienda.  En el portal se despidió del americano, que al estrechar la mano, la retuvo durante unos instantes

— Bueno.... pues aquí vivo
— Es una bonita calle — replicó Peter—¿ Puedo venir a buscarte en el fin de semana próximo?  Este me toca guardia en la Base
—Pues... No sé qué decirte.  Me parece un poco pronto para tener una cita.  No nos conocemos.  Ni siquiera sabemos cómo nos llamamos


— Oh... Yo soy Peter ¿ Y tú ?
— Yo Lucía
— Bien, pues ya nos conocemos  ¿Puedo venir a buscarte ?
— De acuerdo... Si-—dijo riendo
— ¿ Quieres darme tu número de teléfono para llamarte si surgiera algo?
— No tengo un papel para apuntarlo
— Hazlo aquí.

 -Y extendiendo su mano la sonrió y ella se derritió al verlo

— Seguro que se te borra
—No. Verás —, y sacando una pluma estilográfica se la tendió— Descuida no se borrará

Ella apuntó el número riendo y él complacido la observaba.  Lucía estaba nerviosa.  Era la primera vez que un chico la pedía salir. ¡ Y qué chico ! Guapísimo y además americano.  Parecía un personaje de una de las novelas que ella leía. 

 Cumplido los trámites,  se internó en el portal y él la vió ir.  Antes de subir las escaleras, Lucía se giró, pensando que Peter se habría marchado.  Se puso roja de vergüenza al comprobar que seguía ahí mirándola fijamente.

La semana transcurrió con normalidad: acudía a su trabajo y a Mangold.  Cada vez que pasaba delante de los agrandes almacenes, no podía evitar el sonreír, y apretaba,  contra su pecho, como en un abrazo, la carpeta que llevaba . Le cabía la duda de si la llamaría y vendría a buscarla

— Seguro que en cuanto dio media vuelta, habrá borrado el número. Cómo va a fijarse ese chico tan guapo, en alguien como yo, y además con la pinta que tenía. ¡ Ay !, pero es tan bonito soñar. Algo así le pasó a Violeta en No me olvides. Era una novela preciosa, y con el final lloré, lloré como una boba. La tengo que volver a leer. Sumida en sus pensamientos entró en el instituto de idiomas.  Ahora aprender inglés se le haría más fácil y llevadero.

Y llegó el viernes por la noche, pero Peter no había llamado. En el fondo, ella abrigaba la esperanza de que lo hiciera, pero no hubiera sido lógico.

— Fue una nube de verano ¡ Nunca mejor dicho !— se repitió sonriendo

Cuando se metió en la cama, antes de apagar la luz de la mesilla, imaginó su particular fantasía, y revivió en su cabeza el casual encuentro con Peter e imaginó que la tomaba de la mano y corrían por un campo cubierto de flores y, reían, reían felices. Al final ella caía en los brazos de él y se besaban.  De esta forma, aquella noche se durmió con una sonrisa en su rostro.

Desilusionada se levantó esa mañana. Quizá había puesto demasiadas esperanzas en Peter. En las novelas siempre salían bien, pero claro, la vida real era muy distinta.  Enfadada y resentida, decidió quedar con sus amigas e ir al cine.  Se arregló y después de comer salió en busca de una diversión que la hiciera más llevadera aquella tarde de sábado.  Al salir del portal, se topó de bruces con Peter que la esperaba.  Su cara de asombro denotaba que no  pensaba en que volviera.  El sonriendo  a modo de disculpa comenzó a dar explicaciones

— Antes de que me regañes, escucha lo que ha ocurrido
—No, no te escucho. Eres un malqueda.  No puedes presentarte aquí a estas horas y pretender que salga contigo. Yo he quedado con mis amigas y no les voy a dar plantón.
— Te entiendo y tienes razón, pero escúchame primero y luego me despides y listo
— Está bien. A ver dime
— Me apuntaste en la mano el número de tu teléfono, pero llovía a mares y las manos se me mojaron y la tinta se borró.  No pude recordar el número para avisarte de que iba a llegar algo más tarde.  Debía cumplir con un trabajo de última hora.  Te ruego me perdones y te aseguro que no volverá a ocurrir.  De ahora en adelante llevo una agenda y un bolígrafo. Mira— y le mostró lo que había anunciado
— ¿ Y quién te dice que quiero salir contigo ?
—Me lo dicen tus ojos y tu sonrisa
— Eres un adulador ¿ Lo sabes ?
— No, no lo sabía. Pero ahora si.  Bueno ¿ salimos o no ?
— Tengo que llamar a mis amigas que no me esperen

Buscaron una cabina de teléfono y desde allí rompió la cita con sus amigas, no sin antes aguantar el chaparrón de reproches que éstas le dedicaron.

— Bueno, ya está. Has conseguido que se enfaden conmigo— dijo haciendo un mohín

Él la tomó de la mano, después de depositar un beso en el dorso. Sin darse cuenta pasearon, y pasearon.  Peter le contaba su vida en la base.  Lo aburrida y pesada que le estaba resultando después de haberla conocido

— Pero no seas mentiroso.  Hace una semana que nos hemos visto por primera vez. Así que no me cuentes historias
— Es cierto.  Desde que te vi aquella tarde, empapada por la lluvia pero tan bonita, fue algo inexplicable, pero sentí algo especial.  Sabía que no podía perderte de vista, que quería estar contigo, compartir contigo mis planes , hablar en definitiva de nosotros.
— Peter, todo esto es muy bonito, pero baja a la tierra. Me dices estas cosas para seducirme, pero no soy de esas chicas, así que por favor, no juegues conmigo.
— ¿ Crees que estoy jugando ? Nada más lejos. Deseo que seamos novios, ese es mi pensamiento
— Calla Peter. No te creo. Se que cuando tengas que irte a tu país te olvidarás de mi y seré una anécdota en tu vida
—Nooo... Te lo estoy diciendo en serio. Me he enamorado de ti y cuando me vaya, quiero que vengas conmigo, que nos casemos y comencemos una nueva vida en América.
— ¡Estás loco  ¿Sabes cuántos años tengo? Tengo diecisiete.  Mi madre me mataría si le contase estas cosas que estás diciendo, además, no puedo dejarla sola.  Está delicada de salud y no me tiene más que a mi.  Creo que estás confuso y por eso hablas de esta manera
— No cielo. Se muy bien lo que deseo y eres tu.  Nos llevaremos también a tu madre, así no te separarás de ella
—No sabes lo que dices

 La miraba con ternura y lentamente la fue aproximando hacia él.  La rodeó con sus brazos y la beso. Era la primera vez que ella recibía un beso como aquel. Los chicos que conocía del barrio, lo habían intentado más de una vez, pero sólo consiguieron a penas rozar sus labios.  Peter la mantenía pegada a su cuerpo y sus labios abrasaban, y ella flotaba como en una nube.  Y en ese momento supo que ese chico americano sería el amor de su vida para siempre.



jueves, 24 de marzo de 2016

Lucía - Capítulo 1 - El diluvio cayó sobre Madrid

Era hija de un barítono y una sastra de teatro. Parte de su infancia transcurrió en un carromato, recorriendo los pueblos de España.  Nacio en los años 50, en plena recesión del pais, cuando las cartillas de racionamiento te limitaban a comer lo justo para sobrevivir.  No obstante, tuvo una infancia feliz. No pudo acudir a ningún colegio debido al trabajo de sus padres, pero en la compañía en que se integraban, recibían enseñanza por el apuntador, que en la época de paz había sido maestro de escuela.  Ella y otros cinco o seis niños, hijos de los artistas,  recibían sus clases en el carromato del administrador, y en verano al aire libre.  No seguían una enseñanza reglada, sino que conocían la Naturaleza en estado puro y a ella,  don Benito, que así se llamaba en maestro, aplicaba las matemáticas, de forma comprensible para los chavales.  A través de El Quijote, eran sus dictados y pocas faltas de ortografía cometían, teniendo una redacción bastante buena.



Lucía debía su nombre a la ópera  de Donizetti Lucia di Lammermoor.  Era la preferida de su padre, de ahí que la pusieran ese nombre cuando nació, hija única del barítono que soñó con cantar en El Real y que la guerra truncó sus sueños, conformándose con ir sacando para comer en la pequeña compañía de zarzuelas.  Se encontraban en la zona roja de Valencia, y allí al menos, si se les daban mal las cosas, comían naranjas y compartían paella con los huertanos.  Distraían a las tropas republicanas y a los venidos de  las Brigadas Internacionales.

Al terminar la guerra se encontraron sin trabajo y sin nada que llevarse a la boca.  Decidieron quedarse en un pueblo pequeño, pensando que allí sería más fácil ganarse la vida.  No tenía trabajo, y todo lo que sabía hacer, era enseñar música, y con los tiempos que corrían la gente no estaba para ello.  Acudía a las huertas a recoger las hortalizas a cambió de algo de comida, que unas veces era sólo un trozo de tocino de la matanza.



Por el pueblo corrió el rumor de que habían estado con las tropas republicanas, por lo que un día se presentó la Guardia Civil en su carromato.  Luis fue detenido por conspirador, dejando a su mujer Eugenia, totalmente desamparada.  Al menos ella cosía en casa del alcalde, por tanto recibía la comida y unas monedas por repasar la ropa. Se pasó tres años en la cárcel purgando una culpa que nunca había cometido, y que como tantos otros, corrieron la misma suerte, por el simple hecho de buscarse la vida lo más honradamente posible.  Salió de la cárcel en 1949. A las puertas de la prisión, le esperaba su mujer Eugenia.  Ambos estaban más avejentados de lo correspondiente por edad, ya que ninguno de los dos llegaba a los treinta años.

El encuentro entre los esposos esa noche, fue fogoso, ya que el deseo por estar con su mujer era de una fuerza irrefrenable. Y así sucedieron los días sin nada que alterase su vidas. Se querían y disfrutaban de ello; apenas tenían para comer y vivian de lo que Eugenia ganaba y de lo que la señora alcaldesa les daba a escondidas de su marido.  Pero tanta fogosidad  tuvo como consecuencia, el quedarse embarazada y en 1950, nació nuestra protagonista. No llegó a pasar hambre, pues sus padres hacían todo lo imposible para que a la pequeña nada le faltase.  Era feliz, ajena a todos los problemas de sus progenitores porque nunca le faltó su amor, , aunque sufrían  carencias alimenticias. Disfrutaba de buena salud, no así su padre, que en la cárcel contrajo tuberculosis y dos años más tarde de nacer Lucía, moria entre los brazos de su apenada esposa.



Eugenia decidió que quizás  en Madrid, tuvieran más oportunidades de subsistir y recogiendo su atillo y con el corazón desgarrado por tener que dejar a su marido bajo aquella tierra, emprendió el viaje  hacia la capital.

Ella asistía en las casas más acomodadas y cogía costura para  coser y planchar.  Con ello obtenía unas pesetas más, lo que les permitía poder pagar la habitación en la que vivían en  alquiler.
Con la retirada de las cartillas de racionamiento, podían alimentarse mejor, aunque fuera a base lentejas, en su mayoría llena de gorgojos.

Y a los cinco años, edad reglada,  inscribió a Lucía en un colegio semi-gratuito.  Allí sorprendió a las profesoras, pues era la niña que más sabía, para su edad, y que  más adelantada estaba. Posiblemente por la vida errante de sus padres, tenía mucho desparpajo y era simpática y a todos caía bien.  En ese colegio terminó la enseñanza de primaria y cursó estudios de Cultura general, ya que a pesar de ser muy inteligente, el presupuesto no daba para ir al instituto y hacer el bachiller.

En aquellos años,  el destino de las muchachas " sin posibles" era estudiar para dependienta u oficina.  Eugenia quiso que su hija estuviera lo más preparada posible, y a fuerza de trabajar, le costeó las clases de taqui-mecanografía.  Al cumplir los dieciséis años, Lucía encontró trabajo en una oficina pequeña de administrativa, y después de salir de la oficina, acudía al Instituto Mangold a estudiar inglés y francés.  Requisitos indispensables para pretender un puesto de secretaria.



Las bases americanas en Torrejón eran un hervidero de jóvenes altos y rubios, que a todas las chicas encandilaban, y Lucía no fué una excepción.  A pesar de todas las advertencias de sus compañeras, ella se enamoró de Peter como la adolescente que era: romantíca y soñadora.

Agosto estaba mediado, y sabemos que a partir del día 15, en el cielo de Madrid, se organizan tormentas de improviso, que suelen durar poco, pero llueve a cántaros. Y eso fue lo que ocurrió aquella noche al salir del Instituto Mangold.  Cuando las chicas salieron llovía a mares, pero se les hacía tarde y si no acudían a casa dentro del horario previsto, sus padres se preocuparían.  Aguardaron a ver si escampaba, pero no lo hacía, y decidieron resguardarse de puerta en puerta hasta llegar al Metro. Con   el alborozo de las muchachas,  salieron del 32 de Gran Vía y consiguieron llegar hasta SEPU, unos almacenes famosos en todo Madrid.  Cuando alcanzaron la entrada al establecimiento, estaban empapadas de agua, no sólo la ropa, también  el cabello, el rostro... allí riendo y algo fatigadas por la carrera, se refugiaron en un escaparate.

Un muchacho estaba en la puerta y miraba al cielo, por ver si descubría algo  que le hiciera suponer que el diluvio universal cesaba, y entonces la descubrió: era la chica más bonita que había visto nunca. El era uno de esos soldados americanos de la base de Torrejón, pero no vestía de militar, sino llevaba una indumentaria muy de moda entre los americanos en aquella época: pantalón mil rallas y americana azul marino.  Tampoco pasó desapercibido para Lucía, que mirándole fugazmente, trataba de ordenar su empapado cabello.



Él,  con señas, las hizo saber que podían resguardarse en la puerta, y les hizo un lugar para ello.  La compañera de Lucía la dio un codazo diciéndola

- Está como un tren y es americano, seguro
-Cállate.  Te va a oir
-Nos está diciendo que vayamos, así que anda acércate
- Me da vergüenza
- ¡ Ay, hija Lucía ! Mira con que ojitos te mira. Le has gustado
- No digas tonterias. ¿ Cómo se va a fijar en mi ? Además menuda pinta llevo
- Bueno..., tu acércate -. y de un empujón hizo que se colocara al lado del muchacho, que sonriente las hizo el sitio

Se miraban de soslayo, pero se sonreian de vez en cuando.  Al fin, la compañera se decidió a hacerle una pregunta en el macarrónico ingles que hablaban

-Do you speack English?
- Of course. I´m american
- Ves, te lo dije. Es americano. De la Base, seguro
- Cállate, por favor, vas a avergonzarme. El que sea americano no significa que no te entienda.
- Bueno, yo lo siento, porque es una delicia contemplar a un ejemplar como este chico, pero tengo que irme. A Vallecas se tarda mucho en llegar, así que aquí te quedas

Ella también tenía que irse, pero había algo en él que la retenía a su lado.  En su loca cabecita de adolescente, mil sueños se estaban forjando.  Leía las novelas de Biblioteca Chicas, y las historias románticas que en ellas se relataban.  No distinguía la fantasía de la realidad y aquello que la estaba ocurriendo era algo leído en todas.  Dio un paso adelante con idea de salir corriendo, pero antes se creyó en la obligación de despedirse de él, ya que había sido tan gentil al cederles el sitio, pero era tímida y no se decidió por hacerlo en ingles.  Esperaba que su saludo lo entendiera

- Ha sido muy amable, señor. Pero tengo que irme.  Muchas gracias por su gentileza. Adiós y feliz estancia entre nosotros
- No se vaya, aún llueve mucho- la contesto en un inglés que ella entendió, y por lo visto él también había captado el mensaje
- Espere aquí, no se mueva- la dijo al tiempo que se internaba en el establecimiento.  Al poco rato volvió con un paraguas

Se lo dio después de abrirlo y ofrecerle un pañuelo para que se secara el rostro salpicado por la lluvia.

-¡ Dios mio ! ...¡ Qué amable ! Muchas gracias.  Ha sido todo un detalle. El pañuelo está empapado
-No importa.  No tiene importancia
- Lo siento mucho, pero de veras tengo que irme.  Debía estar en casa hace rato.  Mi madre se preocupará - e hizo la intención de devolverle el paraguas
- ¿ Va a devolvérmelo? Sigue lloviendo, y lo compre´para usted
- Pero se va a empapar cuando llegue a su hotel
- No estoy en ningún hotel. Tengo que regresar a la Base, pero podemos hacer una cosa: la acompaño hasta su casa y después tomo un taxi hasta Torrejón. De esta forma, ambos estamos a cubierto de la lluvia.  Aunque seguramente llamaré bastante la atención cuando me vea la gente con un paraguas lleno de florecitas - Ambos soltaron una carcajada, pero Lucía aceptó la compañia  de Peter.


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