El tiempo transcurría y Thomas Jeffrey, el brigadista, se hacía cada vez más viejo y más achacoso.. Tenía algo pendiente por hacer, antes de emprender el viaje definitivo. La melancolía se apoderaba a menudo de sus sentimientos, y se quedaba mirando al horizonte, pensando en sólo ´él sabía qué cosas.
Jeff, estaba de promoción durante un par de días. Su nombre como escritor había alcanzado un gran renombre. Los niños habían decidido pasar el fin de semana con sus abuelos, y por no quedarse sola en casa, Perla también les acompañó. La afinidad entre suegra y nuera , era absoluta; más parecían madre e hija. Perla al no tener más familia en América que ellos, se había adaptado perfectamente a sus costumbres y como una hija era considerada. Atardecía en un día de primavera precioso, en que el calor comenzaba a hacerse notar. Era últimos de Mayo. El abuelo estaba sentado en el porche repasando la prensa y Perla, estaba a su lado leyendo un libro de su marido, editado recientemente. En un momento dado, Jeffrey Thomas, interrumpió su lectura y la de ella, para comentar algo sobre el tiempo. Pero en realidad era el deseo de iniciar una conversación, que desde hacía mucho tiempo, tenía en mente.
- Verás hija. Tu has formado, sin querer, parte de mi historia personal, y quería hacerte mi confidente, puesto que durante muchos años he guardado mis sentimientos, para no herir a nadie, porque sé que se apenan, cada vez que hago referencia a esa parte de mi vida. Tú pasaste por una tragedia similar, y sé que comprenderás todo cuanto voy a confesarte. Por lógica no viviré mucho tiempo más. No creas que me asusta, todo lo contrario. Pero he dispuesto algunas cosas cuando eso suceda, que deseo sean cumplidas, y nadie mejor que tú para hacerlo.
- Abuelo, por favor, no hables así. - dijo Perla , aunque comprendía que había llegado un momento que él necesitaba explicar.
-Cuando ocurrió lo de Lolita, estuve varios días inconsciente, porque aunque en un primer momento no nos dimos cuenta, mis heridas eran graves. Tuve más suerte que mi pequeña; a mi no me mataron. Sufría fuertes dolores y me daban muchos calmantes, hasta que poco a poco los fueron reduciendo, y yo iba volviendo a la realidad de mi situación. Me repatriaron en cuanto estuve en condiciones para ello, no sin dificultades, pues las fuerzas golpistas, perseguían tanto a los brigadistas como a los paisanos que combatían junto a ellos. Pudieron pasarme a Francia y allí, la resistencia, después de que recobrara en parte la salud, y ayudado por un comando inglés infiltrado, me pasaron a Londres y pude regresar a casa. Fue un periplo largo y doloroso, en el que mi cabeza se negaba a admitir lo sucedido. Constantemente la imagen de Lolita estaba presente. Su dulce cara sonriente, se mezclaba con la yacente entre mis brazos, y sus hermosos ojos negros, los veía una y mil veces carentes de vida en mi imaginación.
— Tardé varios meses en recuperar la salud. Todos me mimaban y me demostraban su cariño; me trataban como si fuera un héroe, aunque en realidad no llegué a disparar ningún tiro. Pasó el tiempo y comencé a salir con amigos, más por mis padres que por mi propia voluntad. Yo fui el voluntario, pero ellos sufrieron tanto como yo. Conocí a Margaret y comenzamos a salir juntos. Era un alma pura, bonita y cariñosa. No me enamoré de ella, pero aprendí a respetarla, valorarla y a quererla. Pasado un tiempo nos casamos. El día de mi boda, junto con el de la muerte de Lolita, fue uno de los más tristes que he vivido nunca. La imagen muerta de ella estaba ante mis ojos , aunque mirase a Maggie. La noche de bodas, fue especialmente dolorosa, recordando mi última noche con Lolita, pero cumpli con mi esposa, que era un ángel inocente de lo que me ocurría. Fuimos felices, aunque siempre en mi recuerdo estaba ella presente. Le había confesado la verdad antes de casarnos; conocía todo lo ocurrido y me escuchó el relato y al final, a su término, me dio un beso y me dijo " permíteme ayudarte ". Y me ayudó e hizo que volviera a sonreír y tuvimos hijos, y fuimos felices. Pero también ella se me fue, dejándome solo. Creamos una familia unida y bonita, en la que ha reinado el amor siempre .
— Cuando Maggie murió, la lloré con desconsuelo: había perdido no sólo a mi mujer, a la madre de mis hijos, sino también a mi compañera, a mi confidente, a mi amiga incondicional. Su pérdida me sumió en una depresión, que gracias a mis nietos pude superar. Les contaba mis historias, al igual que ahora hago con vuestros hijos, pero sólo Jeff, se mostraba interesado por ellas. Y a él encomendé la misión que ya conoces.
Jeff, estaba de promoción durante un par de días. Su nombre como escritor había alcanzado un gran renombre. Los niños habían decidido pasar el fin de semana con sus abuelos, y por no quedarse sola en casa, Perla también les acompañó. La afinidad entre suegra y nuera , era absoluta; más parecían madre e hija. Perla al no tener más familia en América que ellos, se había adaptado perfectamente a sus costumbres y como una hija era considerada. Atardecía en un día de primavera precioso, en que el calor comenzaba a hacerse notar. Era últimos de Mayo. El abuelo estaba sentado en el porche repasando la prensa y Perla, estaba a su lado leyendo un libro de su marido, editado recientemente. En un momento dado, Jeffrey Thomas, interrumpió su lectura y la de ella, para comentar algo sobre el tiempo. Pero en realidad era el deseo de iniciar una conversación, que desde hacía mucho tiempo, tenía en mente.
- Verás hija. Tu has formado, sin querer, parte de mi historia personal, y quería hacerte mi confidente, puesto que durante muchos años he guardado mis sentimientos, para no herir a nadie, porque sé que se apenan, cada vez que hago referencia a esa parte de mi vida. Tú pasaste por una tragedia similar, y sé que comprenderás todo cuanto voy a confesarte. Por lógica no viviré mucho tiempo más. No creas que me asusta, todo lo contrario. Pero he dispuesto algunas cosas cuando eso suceda, que deseo sean cumplidas, y nadie mejor que tú para hacerlo.
- Abuelo, por favor, no hables así. - dijo Perla , aunque comprendía que había llegado un momento que él necesitaba explicar.
-Cuando ocurrió lo de Lolita, estuve varios días inconsciente, porque aunque en un primer momento no nos dimos cuenta, mis heridas eran graves. Tuve más suerte que mi pequeña; a mi no me mataron. Sufría fuertes dolores y me daban muchos calmantes, hasta que poco a poco los fueron reduciendo, y yo iba volviendo a la realidad de mi situación. Me repatriaron en cuanto estuve en condiciones para ello, no sin dificultades, pues las fuerzas golpistas, perseguían tanto a los brigadistas como a los paisanos que combatían junto a ellos. Pudieron pasarme a Francia y allí, la resistencia, después de que recobrara en parte la salud, y ayudado por un comando inglés infiltrado, me pasaron a Londres y pude regresar a casa. Fue un periplo largo y doloroso, en el que mi cabeza se negaba a admitir lo sucedido. Constantemente la imagen de Lolita estaba presente. Su dulce cara sonriente, se mezclaba con la yacente entre mis brazos, y sus hermosos ojos negros, los veía una y mil veces carentes de vida en mi imaginación.
— Tardé varios meses en recuperar la salud. Todos me mimaban y me demostraban su cariño; me trataban como si fuera un héroe, aunque en realidad no llegué a disparar ningún tiro. Pasó el tiempo y comencé a salir con amigos, más por mis padres que por mi propia voluntad. Yo fui el voluntario, pero ellos sufrieron tanto como yo. Conocí a Margaret y comenzamos a salir juntos. Era un alma pura, bonita y cariñosa. No me enamoré de ella, pero aprendí a respetarla, valorarla y a quererla. Pasado un tiempo nos casamos. El día de mi boda, junto con el de la muerte de Lolita, fue uno de los más tristes que he vivido nunca. La imagen muerta de ella estaba ante mis ojos , aunque mirase a Maggie. La noche de bodas, fue especialmente dolorosa, recordando mi última noche con Lolita, pero cumpli con mi esposa, que era un ángel inocente de lo que me ocurría. Fuimos felices, aunque siempre en mi recuerdo estaba ella presente. Le había confesado la verdad antes de casarnos; conocía todo lo ocurrido y me escuchó el relato y al final, a su término, me dio un beso y me dijo " permíteme ayudarte ". Y me ayudó e hizo que volviera a sonreír y tuvimos hijos, y fuimos felices. Pero también ella se me fue, dejándome solo. Creamos una familia unida y bonita, en la que ha reinado el amor siempre .
— Cuando Maggie murió, la lloré con desconsuelo: había perdido no sólo a mi mujer, a la madre de mis hijos, sino también a mi compañera, a mi confidente, a mi amiga incondicional. Su pérdida me sumió en una depresión, que gracias a mis nietos pude superar. Les contaba mis historias, al igual que ahora hago con vuestros hijos, pero sólo Jeff, se mostraba interesado por ellas. Y a él encomendé la misión que ya conoces.
- Abuelo. No te atormentes, por favor
- Si hija, permíteme terminar, porque hay algo que deseo hacer, pero sólo con vosotros , con vuestra colaboración lo conseguiré. Entre mis cosas, hay una carta con las instrucciones precisas de mis deseos, no obstante, te dejo a tí encargada de esa misión, porque tu has sido el nexo de unión entre nosotros-
En primer lugar, en cuanto podáis, y no tardando mucho, deseo que me llevéis a España, hasta donde reposa mi amada Lolita. Deseo ser yo mismo quién deposite unas flores en su tumba. No temáis por mi salud: aún no ha llegado mi hora y podré resistir el viaje por largo y triste que sea.
— En segundo lugar, cuando llegue ese día, deseo ser incinerado y que se depositen parte de mis cenizas en la sepultura de mi querida Maggie, y la otra parte, quiero que la depositéis en la tumba de Lolita. Quiero reposar junto a ella para siempre.
— Es difícil explicar el profundo amor que nos unió. Éramos tan jóvenes, tan inexpertos. Cuando la víspera de su muerte la hice mia, la vi tan frágil como una muñeca a punto de romperse, pero lo nuestro fue una explosión de amor. No sé si por la fogosidad de la juventud, o por la situación desesperada que vivíamos pero fue una entrega total y absoluta, mutua
— Se que cumplirás todo cuanto te he encomendado y que Jeff te ayudará, aunque sea algo doloroso para vosotros. Pero pensad, que al fin podré descansar tranquilo junto a las dos mujeres que más me amaron. Lamento el sufrimiento que causé a mis padres por la decisión de enrolarme voluntario, pero volvería a hacerlo si con ello volviera a estar con mi Lolita. Era una chica preciosa, buena y dulce que no mereció ese final.
Llegado a este punto, no pudo reprimir su emoción y se rompió en un callado llanto. Perla se abrazó a él, sin poder contener su propia tristeza. Había sido una corta, pero intensa y bella historia de amor que había propiciado su historia con Jeff..
Y en el verano Thomas Jeffrey Spencer, junto a sus nietos Jeff y Perla, tomaron un avión que les conduciría primero a Madrid, y después por carretera, hasta Belchite.
Don Felipe ya había muerto y sus restos reposaban en el cementerio de Belchite nuevo. La pensión en la que ella pernoctó cuando murió Dolores, se había convertido en un amplio hostal, en el que ocuparon dos habitaciones contiguas. A la mañana siguiente de llegar retrocederían hasta las ruinas de Belchite. Perla temía por el abuelo. Eran demasiadas emociones para su corazón ya viejo y gastado, pero al mismo tiempo, no le habían visto más sereno, más entero y más alegre que en aquella ocasión.
Por su solicitud, volvieron a recorrer las ruinas del pueblo, y pasearon por la calle Mayor, en donde tenían la pensión los padres de Lolita, y como si una señal se lo indicara , se paró en el lugar exacto en que cayeron heridos. Allí depositó una rosa roja , y llevando la mano a sus labios, la dirigió a la tierra que había recogido el cuerpo de ella, al caer herida.
Jeff, a toda costa, deseaba sacar a su abuelo de allí; le preocupaba tantas emociones juntas, pero él insistió en recorrer las ruinas: pareciera que disfrutaba entre ellas. Y es que en su imaginación había vuelto a tener dieciocho años, y estaba recorriendo, no unas calles ruinosas, sino llenas de gente que acogían con cariño a los extranjeros que llegaban para ayudarles en su combate contra los golpistas.. Les explicaba por donde se movían y lo que hacían los compañeros cuando no estaban de servicio; todo lo tenía ¡ tan fresco! en la memoria que les costaba creer que todo hubiera sido como él lo narraba. Pero a pesar de ser todo tan doloroso, se le veía una paz infinita en el rostro, como si estuviera cumpliendo una promesa largo tiempo incumplida.
Con esfuerzo y apoyado en los brazos de su nieto, se hincó de rodillas, y allí lloró durante largo tiempo, mientras acariciaba la ruinosa cruz que contenía el nombre y la fecha del fallecimiento de Lolita. Le enviaba besos y le dedicaba palabras que sólo él sabía. Mientras sus nietos , emocionados, contenían a duras penas las lágrimas. Les dolía ver al anciano llorar amargamente por el amor perdido y añorado durante tantos años, pero al mismo tiempo les reconfortaba saber que habían propiciado ese encuentro. Tras un largo rato, se levantó y dijo:
- Ya podemos irnos
Sentados en la cafetería del hostal, el brigadista era la única persona que hablaba y su charla era, hasta casi alegre. Algo que les llamó la atención. En esas reflexiones estaban, cuando de repente cortó el silencio reinante diciendo:
-¿Os imagináis cómo hubiera sido todo, si Lolita no muere ? Posiblemente me hubiera quedado en España, y hubiera ayudado a mi suegro tras el mostrador del bar de la pensión. Hubiera echado mis partidas de dominó con los amigos, y en casa me esperaría ella aguardando que llegase la noche para fundirnos en uno solo. Vosotros no estaríais aquí, y tu Jeff, posiblemente tendrías el cabello negro en lugar de rubio, y estarías en Zaragoza o Madrid, haciendo sabe Dios qué. Y a tí niña, no te hubiera conocido. Todo ha sido diferente, pero me alegro que haberos tenido cerca como ahora, y que me hayáis traído de regreso a este país, al que quise sin a penas conocerle, sólo porque ella había nacido en esta tierra. Nunca os agradeceré bastante lo que habéis hecho, porque sé que para vosotros ha sido triste también. Y ahora me voy a la cama. Quiero dormir, y vosotros tendréis que hablar de vuestras cosas.
Le acompañaron a su habitación, y el matrimonio decidió también retirarse. Estaban cansados emocionalmente, y deseaban estar juntos, abrazados, acompañándose el uno al otro . Ya en la cama, Jeff dijo a su esposa
- ¡ Qué hermosa historia de amor ! Yo te quiero a ti de la misma forma que ellos se amaron. No sé lo que haría si te ocurriera algo. No me creo capaz de vivir en silencio y guardando en el corazón, ese profundo amor que sintieron ellos.- Jeff abrazó a Perla besándola y volcando en ese beso todo el amor que llenaba sus vidas.
RESERVADOS DERECHOS DE AUTOR / COPYRIGHT
Autora< rosxaf9494quer
Edición< Agosto 2016
Ilustraciones< Michael Fassbinder< Sean Connery < Internet<
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