A la hora señalada, Christine bajo al vestíbulo para reunirse con su jefe. Mathew ya estaba esperándola a pesar de ser temprano. Ambos se dirigieron a la cafetería con el fin de tomar su desayuno antes de comenzar la jornada. A continuación llamaron a un taxi y pusieron rumbo al lugar acordado para cerrar la fusión. Mathew se reunió con los directivos de la empresa para ultimar todos los detalles junto con el Notario; Christine con un plano del edificio en la mano y acompañado por un empleado, lo recorrió planta por planta para estudiar los cambios a realizar en las oficinas. Tomó notas, sacó planos y a las doce del mediodía dio por terminada su labor. Ya poseía todos los detalles para la transformación y estaba contenta: tenía muchas posibilidades.
Miró el reloj. En vista de que Mathew aún seguía con el papeleo, a fin de no interrumpir, le hizo llegar una nota en la que le manifestaba que regresaba al hotel, dado que había terminado con su parte.
Salió a la calle y le apeteció, puesto que era temprano, conocer algo más que el hotel de aquella ciudad no muy grande, pero acogedora. Paró un taxi que la condujo al centro y allí paseó, miró escaparates de algunas tiendas, realizó compras y comió frugalmente en una cafetería.
Se le había pasado el día sin sentir. A las siete decidió que ya era hora de regresar al hotel. Estaba cansada de tanto pasear, pero muy contenta. Al entrar en el mostrador de recepción, una mano fuerte la sujetó por el brazo llamando su atención.
-¡ Vaya !, menudo paseo ha dado.
-¡ Señor Hutchinsons !, Si, lo he pasado muy bien. Esta ciudad es muy bonita y se puede llegar a cualquier sitio andando. Es justo la medida para tenerlo todo a mano sin necesidad de tomar un coche - y le sonrió
-¿Fué bien su exploración?
-Estupendamente. He quedado muy satisfecha. Es un edificio con muchas posibilidades para la idea que nosotros tenemos, pero las reformas han de ser grandes. Está todo un poco anticuado. He sacado planos y he realizado apuntes para que no se olvide ningún detalle.
Ella le tendió la agenda en donde había anotado detalladamente todos los apuntes. El miró con curiosidad y al fin aprobó lo allí apuntado, esbozando una sonrisa
- Es usted muy detallista, me agrada esa forma de trabajar. Es la única manera de que luego no haya fallos. Bien, ¿ qué le parece si vamos a celebrarlo con una buena cena? Yo también estoy satisfecho con la fusión. Ha sido una gestión fácil y económicamente rentable, pues he conseguido que rebajen una cantidad sustanciosa. Expuse el argumento de la reforma, y veo que no me he equivocado ¿ Le apetece el plan?
-Pues si, creo que nos hemos ganado una pequeña celebración. De acuerdo, pero discúlpeme tengo que arreglarme un poco; tardaré lo menos posible, lo prometo. En menos de una hora estaré lista.
-¿Una hora, qué piensa hacerse?
-¡ Ah ! darme una ducha, vestirme y maquillarme un poco.Estoy hecha un desastre. .
-De acuerdo. La espero en cafetería.
La llevó a un bonito restaurante cerca de un puente . Romántico y agradable. La cena fue bien, brindaron por el éxito alcanzado con una botella de champán que casi bebieron en su totalidad.
Mathew estaba contento, muy contento. Hablaba mucho, contaba chistes y estaba ocurrente y simpático
-¡Dios mio ! ¿qué le habrá pasado que está tan exultante? No parece el mismo. Sin duda es que nos hemos pasado con el vino de la cena y el champán- pensó
La noche era preciosa, templada , con una preciosa luna llena en el cielo en el que las estrellas brillaban como hacía mucho tiempo ella no había visto. De repente se dio cuenta de que en toda la noche había estado nerviosa. Sin duda se debía a la actitud de él; ¿ ya no la intimidaba, o era obra del champán? Por este pensamiento, sonrió levemente.
-¿ De qué te ries?- la dijo Mathew
- ¡ Oh, de nada ! Pensaba en cómo puede variar todo...
- ¿ El qué ?
-¡ Todo!. Simplemente una copa de vino de la que uno no está acostumbrado a tomar y todo lo ves de distinta forma. Yo no estoy acostumbrada a beber y diría que se me ha subido a la cabeza.
De repente ella se dio cuenta de que por primera vez, Mathew la había tuteado. No es que fuera algo extraordinario entre personas que han trabajado juntas, pero en él si lo era.
-¿Vamos paseando hasta el hotel?,- preguntó él
-Desde luego, me apetece muchísimo. Hace una noche muy bonita.
Apenas habían andado unos pasos cuando Mathew se detuvo y girándola de un brazo hacia él, puso una mano en su nuca acercando su rostro y depositó un beso en los labios de ella.
Se miraron largamente a los ojos, sin decir nada. Quizás ambos sorprendidos por lo que acababa de ocurrir
-¿ Por qué ha hecho esto ?- preguntó ella
-Estás muy bonita esta noche, nos ha salido todo bien, estoy contento y además me ha apetecido ¿Te ha molestado?
Ella no supo qué contestar. No, ni mucho menos le había molestado, pero se extrañó de que el huraño Mathew, procediera de este modo
-¿Tendría esta costumbre? ¿ Besaría a las chicas cada vez que le salen las cosas bien? Pues debe estar todo el día besando, porque otra cosa no tendrá pero, ojo para los negocios ya lo creo que tiene -pensaba como suspendida en el tiempo
- No me has contestado- apremió Mathew
-Es que hace tan poco tiempo que nos conocemos... Y además no está bien. Usted es mi jefe. ¿Debo interpretar que esa es la costumbre de la casa? Creo que ha tomado el número cambiado, y francamente, me pone en una situación bastante incómoda.
- Hace un año que trabajas para nosotros, creo que es tiempo suficiente
- Suficiente ¿ Para qué ?- preguntó ella desafiante. Algo en su interior la decía que no era por el éxito de la fusión. Al mirarse fijamente, había observado una luz muy especial en los ojos de Mathew, pero el recuerdo de Margaret acudió a su memoria y moviendo ligeramente la cabeza, oyó que él le había hecho una pregunta que no había respondido.
-¿Qué ha ocurrido? De repente te has puesto muy seria, No era mi intención molestarte. Perdón si te he ofendido. Puede que tengas razón: hemos bebido bastante. Te prometo que no volverá a ocurrir
Su cabeza le decía que la aptitud tomada, era la correcta, pero en su interior tenía otra sensación. La calidez de los labios de él, le había producido un escalofrío y mariposas en el estómago. Pero era su jefe; debía tenerlo en cuenta y adoptar una posición de forma que no volviera a repetirse. No era posible intimar con el jefe, porque sabía que el siguiente paso sería acostarse con él, y eso no debía ocurrir nunca. Sentía que se hubiera dado esa situación, porque era de todo punto imposible. Él estaba demasiado alto y ella era una empleada, simplemente. Debía dejar zanjado el tema inmediatamente, o de lo contrario tendría que dejar el trabajo, algo que la dolería, porque la verdad es que la gustaba y se encontraba muy a gusto en la compañía.
Mathew estaba ajeno a los pensamientos de Christine y sin darse cuenta rodeó con su brazo la cintura de ella, a modo de guía, a penas sin rozarla. Lentamente habían llegado al hotel, pero algo había cambiado entre los dos, aunque no supieran muy bien a qué era debido. Ambos estaban un poco desconcertados. Tomaron el ascensor y se dirigieron a sus habitaciones. Al pasar delante de la habitación de Mathew, éste abrió la puerta y tirando suavemente de la mano de ella la introdujo dentro.
Miró el reloj. En vista de que Mathew aún seguía con el papeleo, a fin de no interrumpir, le hizo llegar una nota en la que le manifestaba que regresaba al hotel, dado que había terminado con su parte.
Salió a la calle y le apeteció, puesto que era temprano, conocer algo más que el hotel de aquella ciudad no muy grande, pero acogedora. Paró un taxi que la condujo al centro y allí paseó, miró escaparates de algunas tiendas, realizó compras y comió frugalmente en una cafetería.
Se le había pasado el día sin sentir. A las siete decidió que ya era hora de regresar al hotel. Estaba cansada de tanto pasear, pero muy contenta. Al entrar en el mostrador de recepción, una mano fuerte la sujetó por el brazo llamando su atención.
-¡ Vaya !, menudo paseo ha dado.
-¡ Señor Hutchinsons !, Si, lo he pasado muy bien. Esta ciudad es muy bonita y se puede llegar a cualquier sitio andando. Es justo la medida para tenerlo todo a mano sin necesidad de tomar un coche - y le sonrió
-¿Fué bien su exploración?
-Estupendamente. He quedado muy satisfecha. Es un edificio con muchas posibilidades para la idea que nosotros tenemos, pero las reformas han de ser grandes. Está todo un poco anticuado. He sacado planos y he realizado apuntes para que no se olvide ningún detalle.
Ella le tendió la agenda en donde había anotado detalladamente todos los apuntes. El miró con curiosidad y al fin aprobó lo allí apuntado, esbozando una sonrisa
-Pues si, creo que nos hemos ganado una pequeña celebración. De acuerdo, pero discúlpeme tengo que arreglarme un poco; tardaré lo menos posible, lo prometo. En menos de una hora estaré lista.
-¿Una hora, qué piensa hacerse?
-¡ Ah ! darme una ducha, vestirme y maquillarme un poco.Estoy hecha un desastre. .
-De acuerdo. La espero en cafetería.
La llevó a un bonito restaurante cerca de un puente . Romántico y agradable. La cena fue bien, brindaron por el éxito alcanzado con una botella de champán que casi bebieron en su totalidad.
Mathew estaba contento, muy contento. Hablaba mucho, contaba chistes y estaba ocurrente y simpático
-¡Dios mio ! ¿qué le habrá pasado que está tan exultante? No parece el mismo. Sin duda es que nos hemos pasado con el vino de la cena y el champán- pensó
La noche era preciosa, templada , con una preciosa luna llena en el cielo en el que las estrellas brillaban como hacía mucho tiempo ella no había visto. De repente se dio cuenta de que en toda la noche había estado nerviosa. Sin duda se debía a la actitud de él; ¿ ya no la intimidaba, o era obra del champán? Por este pensamiento, sonrió levemente.
-¿ De qué te ries?- la dijo Mathew
- ¡ Oh, de nada ! Pensaba en cómo puede variar todo...
- ¿ El qué ?
-¡ Todo!. Simplemente una copa de vino de la que uno no está acostumbrado a tomar y todo lo ves de distinta forma. Yo no estoy acostumbrada a beber y diría que se me ha subido a la cabeza.
De repente ella se dio cuenta de que por primera vez, Mathew la había tuteado. No es que fuera algo extraordinario entre personas que han trabajado juntas, pero en él si lo era.
-¿Vamos paseando hasta el hotel?,- preguntó él
-Desde luego, me apetece muchísimo. Hace una noche muy bonita.
Apenas habían andado unos pasos cuando Mathew se detuvo y girándola de un brazo hacia él, puso una mano en su nuca acercando su rostro y depositó un beso en los labios de ella.
Se miraron largamente a los ojos, sin decir nada. Quizás ambos sorprendidos por lo que acababa de ocurrir
-¿ Por qué ha hecho esto ?- preguntó ella
-Estás muy bonita esta noche, nos ha salido todo bien, estoy contento y además me ha apetecido ¿Te ha molestado?
Ella no supo qué contestar. No, ni mucho menos le había molestado, pero se extrañó de que el huraño Mathew, procediera de este modo
-¿Tendría esta costumbre? ¿ Besaría a las chicas cada vez que le salen las cosas bien? Pues debe estar todo el día besando, porque otra cosa no tendrá pero, ojo para los negocios ya lo creo que tiene -pensaba como suspendida en el tiempo
- No me has contestado- apremió Mathew
-Es que hace tan poco tiempo que nos conocemos... Y además no está bien. Usted es mi jefe. ¿Debo interpretar que esa es la costumbre de la casa? Creo que ha tomado el número cambiado, y francamente, me pone en una situación bastante incómoda.
- Hace un año que trabajas para nosotros, creo que es tiempo suficiente
- Suficiente ¿ Para qué ?- preguntó ella desafiante. Algo en su interior la decía que no era por el éxito de la fusión. Al mirarse fijamente, había observado una luz muy especial en los ojos de Mathew, pero el recuerdo de Margaret acudió a su memoria y moviendo ligeramente la cabeza, oyó que él le había hecho una pregunta que no había respondido.
-¿Qué ha ocurrido? De repente te has puesto muy seria, No era mi intención molestarte. Perdón si te he ofendido. Puede que tengas razón: hemos bebido bastante. Te prometo que no volverá a ocurrir
Su cabeza le decía que la aptitud tomada, era la correcta, pero en su interior tenía otra sensación. La calidez de los labios de él, le había producido un escalofrío y mariposas en el estómago. Pero era su jefe; debía tenerlo en cuenta y adoptar una posición de forma que no volviera a repetirse. No era posible intimar con el jefe, porque sabía que el siguiente paso sería acostarse con él, y eso no debía ocurrir nunca. Sentía que se hubiera dado esa situación, porque era de todo punto imposible. Él estaba demasiado alto y ella era una empleada, simplemente. Debía dejar zanjado el tema inmediatamente, o de lo contrario tendría que dejar el trabajo, algo que la dolería, porque la verdad es que la gustaba y se encontraba muy a gusto en la compañía.
Mathew estaba ajeno a los pensamientos de Christine y sin darse cuenta rodeó con su brazo la cintura de ella, a modo de guía, a penas sin rozarla. Lentamente habían llegado al hotel, pero algo había cambiado entre los dos, aunque no supieran muy bien a qué era debido. Ambos estaban un poco desconcertados. Tomaron el ascensor y se dirigieron a sus habitaciones. Al pasar delante de la habitación de Mathew, éste abrió la puerta y tirando suavemente de la mano de ella la introdujo dentro.
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