viernes, 9 de julio de 2021

El día que nunca existió - Capítulo 26 - La redada

 Danka lloraba silenciosamente encogida sobre sí misma incapaz de sobreponerse. Sentía un dolor profundo por Alex. Si no la hubiera conocido, él, seguiría con su vida, aunque fuera un cabeza loca. 

Y aún debían dar gracias a la llegada de la policía. Estaba segura de que si no hubieran entrado  a tiempo, a estas horas, Alex sería tan solo un recuerdo en su vida.

 Alejandro la agarraba de la mano para darle los ánimos que a él mismo le faltaban.

 Se reprochaba una y mil veces, que no hubiera tomado la decisión de acudir a la policía desde el primer momento.  Deseaba evitar lo que de todas formas, había sucedido viviendo durante mucho tiempo con la incertidumbre y escondidos. Ya no había marcha atrás. Los errores se pagan y ellos lo estaban pagando desde hacía tiempo.


Llegado a este punto, ignoraban qué sería lo siguiente. No quería ni imaginarlo, después de haber luchado tanto.

 A ella la pondrían en la frontera por irregular y trabajar en un local como en el que lo había hecho, aunque ella no "debutase" en él, sino con el hombre al que amaba e iba en una ambulancia camino del hospital por defenderla de esos delincuentes que, a buen seguro saldrían a la calle tras pagar una fianza, mientras Alex se debatiera grave en una cama de hospital.

Ella no había hecho nada malo, sino haber sido una ingenua y creer en la buena fe de unas personas que no lo merecían.  Se acordaba de su bebe ¿ Qué sería de él, de ellos dos? Porque al no estar casados, Alex no tendría derecho alguno sobre su hijo, que acompañaría a la madre al ser expulsada. Al menos se reuniría con su padre, si es que aún estaba en la residencia. También  por él temía.

 La asustaban ¡ tantas cosas! No volver a ver más a Alexander y, aunque esto causaba una punzada de dolor en su interior, lo aceptaría con tal de que su hijo y él, no sufrieran castigo por su imprudencia y buena fe en las personas.  El niño, tampoco tendría a su padre. y él si que era el más inocente de todo lo ocurrido en sus vidas. Y, su propio padre, ignorante del rumbo que había tomado la vida de su hija.

 Esperaba con todo su corazón que él estuviera bien, y si pudiera, sería la primera visita que efectuaría si es que aún permanecía en la residencia. Muchas cosas en las que pensar. Muchos frentes abiertos para alguien tan joven, tan inexperta y tan preocupada por diversos motivos


Sentía mucho dolor por Alex y por su padre, que se habían visto involucrados por su inexperiencia y habían luchado por ella desde el primer momento.

Sentía como si un lobo la devorase el estómago. Tanto Alejandro como Danka, permanecían en la comisaría. Llevaban horas. No sabía cuántas, pero se le hacían larguísimas. Alejandro hablaba tanto con su abogado como con los inspectores que le habían tomado declaración. No podían moverse de allí, ni siquiera para interesarse en el hospital por Alex. Sobre todo ella que, era la protagonista, sin proponérselo, de todo lo acontecido. Pidió un vaso de agua para ver si así calmaba su malestar. Las sienes le batían fuerte y algo amargo la subía desde el estómago hasta la garganta. Los oídos la pitaban y de repente, perdió la vista. Todo se había vuelto  nuboso y las voces que la hablaban las escuchaba muy lejanas. 

Alejandro se levantó rápidamente para sujetarla antes de que cayera al suelo desmayada. Y es que llevaba muchas horas de angustia, nervios y ayuno. 

Con la preocupación de Alex, ni siquiera habían advertido que amamantaba a su hijo y necesitaba alimentarse. Llamó a una policía mujer, porque estaba seguro de que ella, comprendería mejor que un hombre lo que la estaba ocurriendo.

— Necesita comer, y dar de comer a su hijo. Lleva mucho sin probar bocado. Si no puede moverse de aquí, dejen al menos que alguien la traiga a su bebé.— reclamó Alejandro

— ¿ Por qué no lo han dicho antes? ¿ El bebe es de alguno de estos sinvergüenzas?

— Por fortuna no. Mi hijo es el padre y yo su abuelo

—La pondremos más cómoda. Pase a mi despacho. Tengo un sofá y allí podrá tumbarse. Mientras les traeré agua y algo con que alimentarse. Aún van a estar aquí varias horas. Mandaré a un policía que vaya al rancho, Llámeles por teléfono avisando de que van a ir a recoger al niño.

Calmó su llanto y, guardó silencio centrándose en los días, en los momentos más sublimes pasados con Alex. Sin duda era su ángel de la guarda. De no haber sido por él,  a estas horas, posiblemente estaría graduándose en sexo en aquella casa. Y de repente se acordó de Margueritte que también había sido detenida. Su cabeza estaba llena de rostros, secuencias, bosque, cabaña y de habitación de burdel, bendecida por el más puro amor que ambos sintieron al conocerse.


Fue una situación insólita que nunca pensó en vivir. Se había trazado una vida anodina, pero calmada en alguna oficina de Praga, con una vivienda cerca del centro limpia y ordenada. Junto a un padre que, esperaba impaciente que dieran las seis de la tarde, para que su hija llegase a casa al salir del trabajo.

Nunca imaginó que fuera captada por un desaprensivo  y llevándola lejos de allí. 

Alejandro estaba conmovido y preocupado por esta casi niña que tenía a su cargo. También su pensamiento estaba en la cama del hospital y en su hijo, solo, sin saber nada de lo ocurrido con ella. Le permitieron hacer una llamada y hablar con Carmela,

— Carmela, has de ir al hospital: Alex está solo y necesitamos tener noticias de cómo está. Nosotros estamos en la comisaría y no podemos movernos de aquí. Que alguien te acompañe y traes al bebe que necesitará comer. Por favor, ve tú y quédate con él. Dame noticias. Llámame al móvil. Cuando regrese, ya te contaré. Porque es largo.

— ¡Ay, Dios mío! ¿Están bien?

— Si Carmela, estamos bien, la niña está bien. Necesito saber cómo está mi hijo. ¡ Por Dios, traed cuanto antes al bebe ! La madre está desesperada.

— Descuide señor, ahora mismo salgo para allá 

Alexander había sido introducido en quirófano directamente desde la ambulancia. Su cara era un montón de carne cubierta de sangre, a pesar de haber sido limpiada mientras iban camino del hospital. Les preocupaba su inconsciencia, temiendo que algún golpe de los propinados le hubiera hecho daño en la cabeza.

Mientras daban noticias  de lo que habían procedido a curar en la ambulancia, la camilla que le llevaba, iba deprisa. Le introdujeron en quirófano y, de inmediato procedieron a revisarle y tomar nota de lo que precisaba para su análisis de la situación creada. Les avisarían en cuanto supieran algo concreto.

Todos los implicados en el suceso permanecían en comisaría. Unos retenidos como testigos, otros por participantes en un delito. 

Mientras un grupo de policías registraba el despacho de Margueritte, otros la habitación del ruso en busca, ambos, de pruebas. En la caja fuerte de la habitación de Yuri, hallaron un grupo de pasaportes correspondientes , sin duda a las muchachas que explotaban. Entre ellos estaban los de las tres últimas adquisiciones, es decir los de Danka y las otras dos chicas que la acompañaron en el viaje de esperanza a América que se transformó en pesadilla.


Margueritte hizo su declaración, asegurando que desconocía totalmente la situación de esas jóvenes. Yuri lo negó todo alegando que eran mayores de edad y vinieron con consentimiento a lo que viajaban y para el trabajo  en el que fueron contratadas.

Para unir todos los cabos, sólo faltaban las declaraciones de Alejandro, Danka y en cuanto fuera posible la de Alex. Ellos no tendrían nada que esconder, excepto la bronca que les echó el inspector por no haber denunciado antes el suceso.

Era de noche, cuando pudieron salir de la comisaría. Por  deseo de Danka, irían al hospital para ver a Alex si los médicos lo autorizaban. Entregarían a Carmela el bebe para que regresaran al rancho. Se quedaría esa noche para cuidar a Alex. No podría dormir tranquila sabiendo que está hospitalizado por su causa.

—Nos quedaremos los dos, si los médicos lo autorizan. No te voy a dejar sola —respondió Alejandro.

El inspector que llevaba la investigación, pasada la medianoche, les buscó en la habitación de Alex, que, una vez asistido médicamente. había sido trasladado a planta. 

A la cabecera de su cama, sentada en un sillón, permanecía Danka observando su rostro, que permanecía sedado. Alejandro dormitaba al otro lado de la cama de su hijo.

Unos suaves golpes en la puerta dieron paso al inspector que venía a comunicarles que, tras la declaración de los implicados y las pruebas encontradas, permanecerían en prisión por bastantes años. Margueritte  también, pero comprobado la veracidad de su coartada, saldría libre, con cargos, a la mañana siguiente.

— Ella se portó bien conmigo — dijo Danka

— Y lo tendremos en cuenta. Estaba ignorante  de la mitad de las cosas y, por ese motivo saldrá antes de la cárcel, pero no es atenuante. Ella se lucra de unas chicas sin interesarse de dónde y cómo llegaban hasta allí. Es cómplice también; debió exigir la documentación de vosotras y no lo hizo, desentendiéndose de todo. Aprecio a Margueritte, pero el asunto es demasiado grave y no podemos pasar por alto lo sucedido y las repercusiones..

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