A esa misma hora Alejandro, dejaba instrucciones en el rancho, quizá tardaría un día o dos en volver. No dio más explicaciones cuanto menos se supiera mejor. Andaba muy preocupado; las cosas no iban todo lo bien que ellos esperaban. En este momento estaban en un callejón sin salida. Los chicos dependían en gran manera, de lo que él dispusiese, entre otras cosas porque, al estar aislados del mundo no tenían ni idea de lo que se estaba ocurriendo. Él tampoco, pero los días pasaban y nada se sabía, pero de lo que sí estaba seguro era de que había que tomar decisiones. Vivian con muchas incomodidades y ansiosos por normalizar su vida.
La idea de tener que exiliarse en el extranjero tomaba vida. Aunque también tenían el camino de informar a la policía de lo que ocurría en el burdel de Madame Margueritte. Esto último no le gustaba en absoluto. En la remota idea de que ella no supiera nada, porque ¡vaya a saber el cuento que la contarían con esas chicas, entre las que se encontraba el amor de su hijo! No quería perjudicarla. Su amistad databa de muchos años., pero estaba en la disyuntiva de hablar claro con ella, o correr el peligro de que estuviera enterada de todo y lo echara a perder.
Daba vueltas por la habitación sin saber lo que hacer, pero de lo que si estaba seguro era de que se reuniría con la pareja aportando alguna solución. Además de sus condiciones de vida, estaban en el filo de la navaja. Estaba claro que se querían. Nunca había visto a su hijo tan pendiente de una mujer, ni de mirar a alguien con tanta ternura. ¿ Y ella...? Más de lo mismo. Estaban a merced de él y con la tristeza de estar pendiente del padre. No podía ni imaginar la angustia que Danka sentiría, e igualmente su padre por no tener noticias.
No. Decididamente sería él quién tomara las riendas de todo. Ellos no podían desde donde estaban escondidos. Miró su reloj y vió que era muy temprano, pero acababa de tomar una decisión: Tenían que irse del pais. A donde fuera, lo más cerca posible, pero en América, ni en el norte ni en el sur, podrían vivir. Los tentáculos de esa gente son largos y poderosos. Tenían que elegir un pais en el que además hubiera leyes de extradición para determinados delitos. Buscó en internet y vió que en Europa había esa ley. O la otra alternativa: ir directamente a la policía explicando lo ocurrido.
Debido a su origen, pensó en España. Allí podrían vivir en algún lugar apartado de las clásicas rutas de turismo, o también en una gran ciudad en la que quizá pasarían más desapercibidos.
Pero antes debía hablar con su enlace para el pasaporte de ella y, cuando estuvieran lejos, pasaría la información a la policía y, sería de ellos el descubrir la trama. Quizá él tuviera que viajar a la republica Checa, hablar con el padre, explicarle someramente lo que ocurría y ambos viajarían hasta el lugar en que ellos vivieran.
A largo plazo, cuando todo estuviera en manos de la ley, regresarían a Sacramento y allí empezarían de nuevo todos juntos.
Tendrían que estudiarlo detenidamente para que no hubiera ningún resquicio por el que se colase algún error. Por ello es que debían estudiar los tres el plan que había trazado, y por eso es que tardaría más de la cuenta en regresar al rancho. "Negocios", diría. Dado que algunas veces viajaba y a nadie extrañaría que estuviera ausente por varios días.
Preparó la mochila con lo que creía necesitarían. Estaba nervioso y preocupado. No quería tener ningún fallo, ya que, al tratar con enemigos tan peligrosos a los que nada importaba la vida de las personas, se sentía responsable si algo fallase.
De nuevo volvió a consultar su reloj y buscó un número de teléfono. Respondió una voz bronca y áspera que conocía perfectamente. Sin identificarse, simplemente dijo:
— Adelante, a la Unión Europea. Ella lo es. Urgente
— Si, todo eso ya lo sé. Necesito fotos
— ¿ Valdrán con el móvil? ¿Te las apañarás?
— No es lo idóneo, pero valdrán. Déjalo en mis manos
— Te repito: es urgente.
— Te llamaré
Colgaron el teléfono. Todo dependía de la decisión de ellos, pero el primer paso estaba dado.
Alex estaba muy preocupado. Danka no terminaba de mejorar. La veía pálida y desganada, claro que en las condiciones en que vivían, en nada favorecía. Sabía que estaba preocupada por su padre, débil en salud. El tiempo corría en su contra y cada vez había más distancia entre el día que habló con él por última vez para anunciarle su marcha por unos días y, hasta ahora, en que nada se sabía de ella.
Las condiciones en las que vivían en nada favorecían para que se sintiera mejor. No todas las necesidades las tenían cubiertas. No sólo el miedo a que alguien anduviera por allí y les viera, sino la incomodidad para su higiene personal, su incomunicación con el exterior, y el miedo de ella cada vez que anochecía y los ruidos del bosque se acentuaban con la nocturnidad.
A veces tenía pesadillas y hablaba en voz alta de sus temores, y le nombraba como si fuera a perderle. Alex no comentaba nada al despertarse, pero la veía demasiado inquieta. Y ahora, hoy, había amanecido mal. No quería ni pensar si se enfermara alguno de ellos, principalmente ella, que la veía más vulnerable.
Ni siquiera se le ocurrió pensar en que sus encuentros sexuales tuvieran consecuencias, no los de ahora, que tomaban precauciones, pero durante sus primeros días no los habían tenido.
— No, no es posible. Requiere su tiempo, pero... ¿Y si fuera eso lo que tiene?
Sería una preocupación más añadida a las que ya tenían. Esperaba nervioso y con impaciencia a que llegara su padre. La pila del móvil se había terminado hacía días y allí no podían recargarla, por lo tanto estaban totalmente incomunicados con el exterior.
La situación era agobiante, estresante y angustiosa. Debían hacer algo, pero ¿qué? ¿Salir y exponerse a que les encontraran?
Paseaba por la pequeña habitación que les servía de salón para no inquietar más a Danka, que dormitaba tendida en la cama. De vez en cuando entraba y miraba su rostro pálido y desmejorado. Quería a esa persona que ahora yacía en la cama aquejada a no se sabía qué cosa. ¿ Cómo había sido posible? Sencillamente, la amaba con todas sus fuerzas. No importaba cómo se produjo, ni el cómo, ni el por qué. Sólo que la quería y tenía el deber de protegerla.
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