jueves, 1 de julio de 2021

El día que nunca existió - Capítulo 17 -Solos en la nada

 Alejandro había de regresar al rancho, pero antes marcó un número de teléfono de alguien al que había puesto en antecedentes de lo sucedido. Vive en Roseville y se trata del antiguo amigo de cuando eran jóvenes y decidieron abrirse camino  en Norte América. Había hablado con él, y explicado su caso. No vivía cerca, pero lo  suficiente para echarles una mano si fuera necesario.

Se habían hecho favores mutuamente  a lo largo de la vida. Era un amigo fiel en quién podía confiar. Le dio pena tenerles que dejar, pero debían ser cautos.

Ya estaban solos. Al fin podrían expresar sus sentimientos que no reprimirían. Necesitaban liberar la tensión del todo el día. y comenzaron a conocerse mejor. Cada uno contó su historia al otro. La más breve fue la de Danka, ya que además de ser más joven, su existencia había transcurrido con normalidad. El primer golpe fuerte que recibió fue la muerte de su madre, y eso la unió más a su padre.

También Alex tenía marcada su vida por la ausencia de Amanda. Quizá por eso  se hizo más juerguista y despegado del rancho. En ese caserón, ahora habitado sólo por el padre, todo le recordaba a ella. Y aún le dolía su desaparición cuando surgía en su vida alguna complicación, como por ejemplo ahora.


Sin darse cuenta se volvía pequeño y buscaba los brazos de su madre que ya no tenía, y todo lo que se le ocurría para calmar su ansiedad, era refugiarse en  otro tipo de mujeres, pero nunca cubrieron esa falta, por mucho que a él se lo pareciera.

 Y surgido otro amor, otros brazos amorosos hallados inesperadamente. Un lazo de unión tan fuerte que por ello estaba desafiando su propia existencia.

Habían improvisado una especie de cama, poniendo una colchoneta vieja que había en la cabaña y allí dormirían acurrucados una con el otro para darse calor que, de madrugada arreciaba el frio y no podían encender fuego.

Sólo se miraban, pensando quizá que era un sueño. Que la pesadilla estaba a punto de terminar. Que no estaban solos y que al fin podrían tener una vida juntos. Y un pensamiento cruzó por sus mentes. Se necesitaban y estaban demasiado cerca para evitar la tentación.

 Y cayeron en ella apasionadamente. Él la había mostrado un camino que hasta ahora le había sido desconocido. Las manos eran como palomas que revoloteaban alrededor de esos cuerpos jóvenes ansiosos de estar juntos calmando la incertidumbre de esos días y preparándose para los que vinieran.

Estaban rendidos por tantas emociones vividas y tantos nervios controlados. Aguzan el oído por si oyeran algún ruido extraño, pero solo se escuchaban los susurros y jadeos que ellos mismos emitían.  Se durmieron al amanecer, abrazados. Esperarían al nuevo día con optimismo. Por lo menos no volverían a pisar aquella horrible casa, porque ésta a pesar de estar semi derruida, había amparado su amor libre por primera vez desde que se conocieron, sin miedo, sin más preocupación que ir viviendo día a día, minuto a minuto, hasta que consiguieran la verdadera libertad.  Alex fue el primero que se despertó. Se sentía responsable de la mujer que dormía abrazada a él. 

Por él es que se había originado  todo lo que vivían. Lo más lógico hubiera sido que cumpliera con lo que iba buscando aquella noche, pero el destino le tenía reservado una sorpresa, un regalo de cumpleaños que jamás olvidaría.  En cuanto todo se solucionase la pediría que se casara con él. Viajarían a Praga a ver al padre de ella y quién sabe  si  le trajeran a América y vivir todos juntos en familia.


Al cabo del tiempo, después de casarse, tendrían su primer hijo, y a los dos años otro, y otro... Quería llenar el rancho de risas infantiles y que los dos abuelos se sentaran en el porche en las noches de verano mientras se escuchara la guitarra de algún peón entonando una canción mejicana., que bien podría ser Cielito Lindo, la preferida de su padre que canturreaba siempre a su madre en noches como la que ellos estaban viviendo en este momento, aunque no tan tumultuosa como era la suya.

Sonreía con sus pensamientos. Al fin habían tenido un momento de intimidad y eran absolutamente felices, tan solo por estar ellos juntos. Esa era la grandeza del amor: no se necesitaba nada, sólo tener al ser amado cerca.

Un ruido en el exterior, les puso en alerta. En silencio, pero rápidamente se vistió, pero no quiso despertar a Danka. Quizá fuera algún animal que merodeaba por su territorio. Pero en lo sucesivo no podían dormir desnudos. Tenían que estar prevenidos por si surgiera alguna contingencia. Si alguien les descubriera, los segundos contaban. Mejor dormir vestidos por si acaso.

Los primeros rayos del sol se filtraban por la ventana tapada por la maleza. De repente unos suaves golpes en la puerta y el picaporte que gira. En el dintel se recortaba una figura de hombre desconocida para Alex. Extendió la manta para taparla y guardó silencio. No se escuchaba ni la respiración, y pidió a todos los santos que Danka, en esos momentos tan tensos, no se la ocurriera  soñar en alto, o desperezarse, o buscar el cuerpo de Alex.



Se tranquilizó cuando escuchó una voz que en un principio no reconoció, pero al llamarle por su nombre abreviado, supo que se trataba del amigo mejicano de su padre. Se levantó y suspiró aliviado.

— Perdona si os he interrumpido el sueño, he de volver pronto a casa, pero no estaba tranquilo  ¿Necesitáis algo ? Os he traído más comida. Salgamos fuera, así no la despertamos con nuestra conversación.

Y salieron al frio de la madrugada que apuntaba por el horizonte los primeros rayos del sol.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entradas populares