Estaba preparado para todo, por eso al salir del burdel, el mismo guardaespaldas que le recibiera, le detuvo.
Como le había comentado Margueritte, eran cómplices de los rusos a base de untarles cantidades de dinero ¿Sería verdad o, era para descargar culpas? Sabía a lo que se exponía y no le pilló por sorpresa.
El tiempo pasaba y se demoraban en llegar para ajustar cuentas con él. Por un lado sentía miedo de no poder resistir lo que le esperaba. Su familia no sabía nada, tan sólo Margueritte y en ella confiaba en que diera la voz de alarma, porque seguro que, a ella, también de rechazo, algo le tocaría. ¿ Podría confiar en ella? Al menos, pedía mentalmente, que llamara al rancho para decir dónde estaba. Pensaba que lo que la había unido a su padre, sería por algo y, por eso mismo le avisaría .
Ni siquiera pudo efectuar una llamada a su casa .El hombre que le mantenía encerrado y maniatado, no se lo permitió , seguro que cumpliendo órdenes de más arriba. No sabrían dónde estaba o dónde había estado si es que no saliera vivo de allí. Centró su imaginación en Danka y en su hijo. Ese hijo que había sido concebido por accidente, pero que al mismo tiempo de engendrarle a él, engendró un sentimiento de responsabilidad y amor por la madre que le llevaba dentro. Se quedaría totalmente desprotegida, confiando en que sólo con él tuvieran bastante. Debieron dar cuenta a la policía y no esperar ¿ A qué esperaban ? No tenía ninguna posibilidad de salir bien parado de allí. Seguramente le harían desaparecer en algún lugar de alguna perdida carretera. Nunca sabría su familia que, por ellos daría su vida, si fuera necesario, mil veces.
Si tan sólo fuera por cuestión de dinero, no tendría problemas, pero mucho se temía que la soberbia y la venganza estarían detrás de todo lo que le hicieran.
Nadie, excepto el guardaespaldas socio de los rusos, sabía dónde estaba. Lamentaba no haber dejado alguna nota con alguna indicación de adónde se dirigía, y una despedida. Estaba tan ansioso por arreglar su cuenta que ni siquiera se le había ocurrido tal cosa.
Margueritte se asomó a una de las ventanas de su despacho y vió que el coche de Alex seguía ahí aparcado . Había pasado mucho tiempo desde que saliera del salón. Sus temores se estaban confirmando. Se sentía intranquila y con miedo, sin saber cómo hacer, no sólo por ayudar a su sobrino, sino por ella misma. Seguramente no creerían que ella también había sido engañada por Alex. Ella tan avispada, había caído en un simple engaño. No se lo creería y, sin embargo así había ocurrido.
Descolgó el teléfono con idea de ponerse en contacto con el rancho, pero desistió esperando a saber cuál sería el desenlace.
De improviso la puerta de su despacho se abrió bruscamente y un Yuri fuera de sí se plantó ante ella con gestos muy agresivos. Un escalofrío recorrió su espalda. No quería ni pensar lo que estaría o a punto de suceder en el lugar en donde tuvieran a Alex. Porque si de algo estaba segura, es que no le habían dejado marchar, y, además su coche seguía en el mismo lugar en que lo dejara.
Las voces del ruso se escuchaban en toda la casa y, gracias a eso, los guardianes de Margueritte, fieles a ella, subieron de inmediato hasta su despacho. Llevaban las manos en las pistolas que portaban por si acaso su patrona se viera en apuros.
Al ver a los hombres de ella, grandes como torres, Yuri, replegó un poco su genio. Pero Margueritte estaba de vuelta de muchas cosas y no podría con ella. Además no tenía culpa de lo que Alex hiciera. Sería mejor que llegaran a un acuerdo para que nadie tuviera que lamentarlo y se arreglara todo, de la mejor manera posible, sin que nadie resultara herido.
Pensaba en Alex, en definitiva era su sangre, y conocía los métodos que solían emplear los bravucones para no perder prestigio ante sus socios. Pero además del dinero que le pedirían por la pérdida de beneficios durante tanto tiempo, no se iría de rositas, para que en otra ocasión no jugara a los caballeros sin espada, con otra chica.
— Contigo hablaré luego, cuando termine con él. No creas que me han convencido tus argumentos. Ahora he de solucionar otras cosas. Pero volveré, y será mejor que permanezcas en tu despacho, porque de lo contrario...
—¿Qué? ¿Vas a darme una paliza, o me vas a hacer desaparecer? No se te ocurra ponerme la mano encima ¿Me oyes? Ni se te ocurra.
Yuri, apretando los puños e inflando de rabia las aletas de la nariz, salió del despacho en dirección al lugar en donde estaba retenido Alexander.
Como una exhalación entró en la habitación en donde le tenían maniatado. Se plantó delante de él y ambos hombres se miraron fijamente. Uno altivo y muy enfadado, el otro tranquilo sabiendo que no saldría bien parado, si es que hiciera lo que imaginaba.. Esperaba paciente a que algún puño se estrellara sobre su cara, pero simplemente, entre tanto, se miraban fijamente. Cada minuto transcurrido era un desafío para Yuri. No sabía si sobornarle por dinero y darle una paliza que le dejara medio muerto para que no se metiera en asuntos ajenos la próxima vez, si es que le quedaban ganas de hacerlo.
Margueritte, al fin descolgó el teléfono y contactó con el rancho. Algo en su interior la impulsaba a hacerlo, no sólo por el sobrino que ignoraba el parentesco que les unía, sino el recuerdo de un amor fallido con Alejandro.
El capataz la atendió y, dándose a conocer pidió que la pusieran urgentemente con el patrón. Había inquietud en el rancho por la tardanza de Alex en regresar, sobre todo Danka pensaba que no era normal:
— Él nunca se hubiera ido sin mí, y además tarda demasiado en volver. ¿Adónde habrá ido?
No quería ni pensar en lo que posiblemente hubiera hecho. Ella era la causante de todo y sería ella quién aclarara lo ocurrido. En su cabeza bailaba constantemente la idea de que quizá ocurriera lo que en realidad estaba sucediendo. Escribió una nota a su suegro indicándole lo que sospechaba y a dónde se dirigiría.
" Todo ha pasado por mi culpa y seré yo quién ha de arreglarlo..."
Metió la nota en un sobre dirigida a Alejandro, y se la entregó a Carmela para que se la hiciera llegar en cuanto llegase, y rogándola que cuidase de su bebe mientras tanto. Pidió a Anselmo que la llevara a la ciudad. A la casa de Madame Margueritte. Durante el camino no dejaba de pensar en lo que iba a decir a la madame, pero el temor no era ella, sino los esbirros embaucadores de los rusos. Debía tener fuerzas para hacer frente a la situación por difícil que fuera.
Entró en el despacho de la madame sin siquiera llamar a la puerta. Corría prisa el asunto que allí la llevaba. Sabía que sería recibida con uñas y dientes, pero eso sería lo que menos importase. Hablaría con ella y la diría la verdad de todo, y después que fuera lo que Dios quisiera.,
La madame fue sorprendida por ella. Lo que menos esperaba era su presencia y las explicaciones que la estaba dando. Danka lloraba sin cesar haciéndola mil ofrecimientos para compensar las pérdidas que por su culpa hubiera sufrido. Ella la escuchaba en silencio, aunque con el gesto duro, pero también reconociendo que simplemente se habían enamorado en una situación especialmente difícil y que, sobre todo ella, había sido una incauta al creer en la buena fe de la gente. Una ingenua por ser demasiado joven y no saber nada del sub mundo que se oculta y, del que ella no tenía noticias hasta que la tocó vivirlo.
El guardián que vigilaba a Alex, a una indicación de su jefe, sacudió un derechazo en la mandíbula de él, que maniatado no podía defenderse. Después de ese vinieron más, no sólo en su cara, también en su estómago y patadas cuando ya estaba en el suelo semi desmayado. Yuri tenía las mandíbulas apretadas, disfrutando de su venganza. Alex, no respondía debido a su inmovilidad, pero tampoco podía, al haber perdido el conocimiento.
En ese instante se abrió la puerta y Margueritte, acompañada de sus dos guardaespaldas, se hizo presente en la estancia, horrorizada al ver la cara de Alex totalmente desfigurada y sangrando abundantemente. No quería que Danka le viera, pero ella se escabulló y entró detrás de ellos. Lanzó un grito y corrió hacia Alex, acogiéndole entre sus brazos.
A una orden de Yuri, el hombretón que se había ensañado con Alex, la cogió por los brazos fuertemente, separándola de él. De nada servían sus llantos, sus peticiones de perdón. El ruso estaba ciego de ira .
Unos pasos firmes apurados, se escuchaban cerca, al tiempo que unas sirenas de policía cercaban la calle. Alejandro les había avisado y contado a groso modo lo que había llevado a su hijo hasta aquella casa.
Por pronto que quisieron reaccionar, la policía ya había tomado posiciones.
Detuvieron a Yuri, y a sus dos "gorilas", así como a madame Margueritte que, aunque no tenían cargos contra ella, debía declarar en comisaría. Los paramédicos soltaron a Alex y procedieron a examinarle y a curar las heridas de la cara. Danka permanecía a un lado abrazada por Alejandro.
— Hay que llevarle al hospital. Seguramente tendrá alguna lesión interna. No perdamos más tiempo— explicó el paramédico.
Salieron detrás de la ambulancia. Padre y novia, iban sobrecogidos por la escena que acababan de presenciar. El rostro querido de Alex, en nada se parecía a la realidad. Danka sollozaba en silencio bajo la mirada de Alejandro que, de vez en cuando apartaba la vista de la carretera en la que estaban siguiendo al coche policial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario