sábado, 10 de julio de 2021

El día que nunca existió - Capítulo 28 - Olvídate de ese día

Alex fue dado de alta definitivamente  con  tan solo unas pequeñas  señales de lo ocurrido en su rostro, ninguna otra secuela le había quedado. No estaba nada contento con su regreso a casa. Ella ya no estaba y a él le sobraba todo lo que le rodeaba.

 Tuvo una pelea con su padre porque quería regresar a la cabaña. No estaba de acuerdo con la decisión que su hijo iba a tomar al rememorar de nuevo las situaciones dolorosas vividas. Pero él decía que necesitaba volver y vivir de nuevo aquellos días con ella allí.

 Se encontraría mejor. Ya no había peligro y, la presencia de Danka estaba por todos los rincones de aquella choza. Los momentos vividos los evocaría nuevamente. Y, se desesperaba por no tenerla a su lado. Los recuerdos son dolorosos pero, a veces, se necesitan. Los que él tenía de aquellos días, eran muy intensos. Necesitaba volverlos a vivir. Necesitaba a su hijo también, que a penas conocía. Oler su aroma a bebe recién bañado y contemplar a Danka mientras daba el pecho a su pequeño. El tiempo transcurría, pero no todo lo rápido que deseaba. 


El juicio era complejo y había que atar muy bien todos los cabos para que nada fallase. Pero al menos podían hablar telefónicamente casi a diario.

No obstante, se mostraban nerviosos y Alex se alteraba por cualquier cosa. A Danka le parecía, cuando eso ocurría, que ya no la quería con la misma intensidad. Que la distancia les estaba castigando. Temía que nunca volvieran a verse, aunque, al menos él, viajara  a Europa para ver a su hijo.

A solas en su dormitorio, se hacía mil preguntas. Tenía el miedo metido en el cuerpo y no terminaba de convencerse de que, el peligro había pasado. No temía por él, sino por Danka y su hijo. Eso le hacía desquiciarse, y a veces, discutir con ella que no tenía culpa de nada. La imaginaba sola y desorientada en la ciudad, acudiendo al trabajo y dejando al bebe con su abuelo y con la señora que había contratado para cuidarles.

Seguía haciéndose la misma pregunta noche tras noche:  ¿Qué habrá sido de su familia? ¿Se acordará de él? ¿Se querrá casar? Estaba impaciente por comenzar los trámites para hacerlo con Danka, y para ir en su busca y de su bebe. Pero para eso, tenía que estar seguro de que el ruso y sus secuaces, estuvieran a buen recaudo y, eso no sucedería hasta que se celebrase el juicio.  Por mucho que estuvieran en libertad provisional y con la pulsera telemática en su pierna. No se fiaba; esa clase de gente saben mil argucias para esquivar a la policía.

Los días pasaban lentos, impaciente por poder realizar el viaje de sus sueños. Conocía por la policía que ella había encontrado un trabajo y, que un guardaespaldas, camuflado, la protegía por si acaso alguno de los rusos la buscaba para cobrar su deuda. El fiscal del caso metía prisa para que el juicio se celebrara. No tenia objeto demorarlo más, puesto que tenían todas las pruebas y, en cualquier momento podría escaparse a su pais o a otro que se le antojara, ya que estaba libre bajo fianza, gracias a su abogado.


El juicio se celebraría rápidamente. Danka declararía por teleconferencia desde Praga. Yuri, estaba  reclamado en su país y, si se demostraba que era culpable, lo encarcelarían allí. 

Se demostró su implicación no sólo por la declaración de Danka, sino de las otras dos chicas que la acompañaron en su viaje, y que estaban a punto de ser repatriadas a su país. 

"Culpable". Fue la palabra mágica que pronunció el juez y desde aquél instante, sería entregado a la justicia de su pais. Ya podían respirar aliviados.

 Después, al llegar ese momento, sólo faltaba que Alex tomara el avión que le condujera a la república checa, encontrarse con Danka y unirse en matrimonio. Siempre y cuando ella le aceptase. No habían tenido ningún contacto y por ese motivo, vivía intranquilo por si ella le hubiese olvidado.  Pero nada era tan fácil como él lo imaginaba. Tenía que ir paso a paso.

 Danka, llamó al rancho desde una cabina telefónica en la calle, así no había forma de rastrear la llamada en caso de que la siguieran sus verdugos. La voz de Alex, sonó en sus oídos como trompetas de gloria. Se quedó callada, ya que no esperaba escuchar su voz, sino la de Carmela o del propio Alejandro. 

Al otro lado del aparato, una voz impaciente preguntaba una y otra vez quién llamaba. Ya estaba a punto de cortar la comunicación, cuando se decidió a hablar:

— Alex. Soy yo

— ¿Danka? ¿Dónde estás? ¿Estás bien?

— Si, mi amor. Estoy bien, pero muy lejos. No puedo hablar mucho. No quiero que escuchen esta llamada

—¿Estás en peligro? ¿ Y el niño ?

— ¡No! Estamos bien, pero no quiero dar facilidades. ¿Cómo estás?¿Te has recuperado?

— Pronto voy a ir a por tí

— A por nosotros...— Y ambos rompieron a reír felices.

Después siguió un torrente de palabras entre lágrimas por parte de ella y de ternura de él.


—Estoy tramitando todo para poder casarnos y reunirnos de una vez. ¿Has hablado con tu padre de la idea de que viva con nosotros?

Danka a penas podía hablar por la emoción al escucharle. Todo seguía igual, aunque hubiera por medio miles de kilómetros de distancia. Y sonreía entre lágrimas y alegría. Parecía mentira que todo siguiera con la fuerza del principio con la cantidad de obstáculos que habían tenido que salvar.

—No pienses más en los malos ratos vividos. Nuestro encuentro estaba preparado por algo extraño que debía unirnos. Y bendigo aquél momento, aunque he de confesarte que estuve tentado de salir corriendo. Nunca me había visto en una situación semejante, pero que me ha servido para seguir evocándote y amarte cada día más. Gracias a todo eso, hemos sido padres y pronto estaremos unidos para siempre. Céntrate en eso solamente. Cuando estemos juntos, no recordaremos aquellos días, aunque desde el fondo de mi corazón, los bendigo, porque me permitieron conocerte y amarte tan profundamente como te amo.
¡Oh Danka! Estoy impaciente por teneros frente a mí. Piensa que ese día no existió, sólo el momento de nuestro encuentro por primera vez. Que su recuerdo no te perturbe, y al contrario, tenemos motivos para alegrarnos de que así ocurriera. No quiero ni pensar si no hubiera sido yo quien te viera primero.

— ¡ Alex, te quiero! He de colgar. Da un abrazo a tu padre. Nunca le olvido en mis plegarias. Adiós

— No te vayas, no te vayas todavía...

Pero, Danka, temerosa, aún guardaba en su cabeza la huida de aquellos tiempos, y  de que Yuri apareciese de un momento a otro para castigarla por su fuga, a pesar de saber que seguía en Estados Unidos, pero también podría tener una mano tan larga que llegase hasta ella, a pesar de la protección. Lo que sí tenía, era la compañía del policía que, desde la distancia seguía sus pasos para protegerla.

 Quería quedarse a solas cuando regresase a su casa. Se encerraría en su habitación con cualquier pretexto para no alarmar a su padre y, evocaría todas las palabras que se habían dirigido por teléfono.

A partir de ahora, el tiempo pasaría más lento aún. Deseaba que él viniera a por ella y su hijito, que se parecía a su padre. Una vez que conocía todos los trámites a realizar, los días, o quizá los meses, pasarían lentos y desquiciantes para ella. No entendía la clase de amor que ambos amantes experimentaban con el poco tiempo compartido juntos, y en la forma en que se conocieron. Era algo difícil de entender teniendo en cuenta sus circunstancias.

No quería desechar de su cabeza, aquella primera vez en  que le vió al final de la escalera en el burdel, la impresión que le causó, sin sospechar siquiera que estaba destinada a ser suya no tardando mucho.

— Tiene razón Alex. Ese día nunca existió, sólo ese momento. He de centrarme en ello, porque todo lo que vino después fue hermoso, pese a lo complicado de la situación a la que nos enfrentábamos día a día.  Quería morirme cuando me vi tendida en aquella cama, desnuda, tapándome el rostro con las manos, teniéndole frente a mí, que se desvestía lentamente, dispuesto a cumplir con algo por lo que estaba allí y había pagado. Eso he de borrarlo de mi memoria, pero conservar todo lo que vino después. Nunca había conocido a una persona tan generosa, amable y comprensiva como él. Por eso le amo y le amaré eternamente. Agradeceré haberle encontrado en mi camino. Siempre. Siempre seré suya y él mío, por muchas cosas que tengamos que enfrentar en la vida, que nos toque vivir, pero siempre junto a él. ¡Oh Alex. Te amo tanto!


Aún tendrían que esperar varios meses para realizar y ultimar toda la documentación que les protegiera y permitiera vivir con normalidad y, tranquilos en América. Hasta consiguieron olvidar, borrar de sus vidas el motivo de su encuentro y el encierro vivido en aquella cabaña. Pese a todo, había sido positivo para sus vidas.
 De algunos trámites fue eximida debido a sus especiales circunstancias de entrada en el país.

La víspera de la llegada de Danka  y su hijo, Alex no pudo dormir. Los nervios, la impaciencia y, los preparativos de su boda, le tenían alterado, pero feliz.

Se casarían poco después de su llegada. Lo celebrarían en el rancho, a la par que el bautizo de su hijo.

Quizá con demasiada antelación a su retorno, padre e hijo, paseaban nerviosos por el aeropuerto de Sacramento. Aún faltaba un par de horas hasta que pudiera abrazarlos, pero estando allí, le parecía que estaban más cerca. Y en realidad, así era, solo que a cientos de kilómetros hacia arriba.

Llevaba un ramo de rosas rojas para Danka y un peluche para el niño que, poco a poco había crecido.  Aún no tenía nombre, ya que, por expreso deseo de la madre, lo buscarían entre los dos.

Sentada en su asiento del avión, con el niño dormido en su regazo, Danka pensaba igual que Alex. La impaciencia la dominaba, aunque faltaran horas para reunirse.

Y por fin, el tan ansiado momento había llegado. No podía ni respirar, mientras el avión se deslizaba por la pista del aeropuerto, aminorando su velocidad. 

 En la terraza, Alex observaba la maniobra, al tiempo que desde los altavoces, anunciaban la toma de tierra del avión procedente de Praga

.

Un nudo en su garganta, subió hasta sus ojos y, tragando saliva, sonrió levemente, nervioso porque todos los trámites aduaneros le permitiera abrazar a su familia pronto,  aunque legalmente aún no lo fueran, pero sí para ellos dos.

Alejandro les observaba algo retirado de ellos. Era su momento y, él abarcaba con su abrazo el cuerpo de Danka y el menudo de su pequeño que protestaba, quizás asustado por esa expresión que desconocía, y que  era de cariño y, de su padre.

Era una muñeco rubio como su madre, con los inmensos ojos azules también de ella. Al fin, los tenía allí frente a él. No era un sueño, sino la más hermosa realidad.

Danka se dirigió hacia  Alejandro que les miraba emocionado. Nunca hubiera imaginado a su hijo tan enamorado de una mujer con una historia tan rocambolesca a sus espaldas. 

El padre de Danka, les observaba también sonriendo. Pasados unos instantes, fue ella la que hubo de presentar a todos y dar nombre a aquellos rostros, hasta entonces desconocidos, pero que tanta influencia tenían en la vida de todos.

Recibió su ramo de rosas con intensa emoción. Era el único regalo que la había hecho. Alex se disculpaba por ello, pero Danka le rectificó:

—Te equivocas, el más grande regalo que me has hecho lo tienes en brazos ahora mismo. Él hizo que todo fuera más soportable. Me volvía a la realidad cada vez que desfallecía y, me hacía seguir adelante, sin renunciar a nadie ni a nada.

Aunque sus padres estaban presentes, se saltaron el protocolo, y Alex atrajo hacia sí a Danka y a su hijo, bajo las protestas de éste. Todos reían y, felices, partieron en dirección al rancho.
Sería Alex quién condujera el coche, y mientras, los padres, charlaban y comenzaban a conocerse. El padre de Danka, lo hacía mitad en ingles, otras partes en checo y francés. Pero los sentimientos afloraron entre ellos y no tuvieron problemas de comunicación.


¿ Qué fue de los prisioneros durante todo ese tiempo?

  Yuri en libertad provisional bajo fianza  y  controlada. Había tenido un excelente abogado, aún así no consiguió que saliera libre de cargos. 
Permanecieron  en prisión hasta después del juicio en que, Yuri sería extraditado a sus autoridades, y Margueritte, aún cumpliría un tiempo en la cárcel. 

Eso la tenía alterada. No deseaba volver a ver a Yuri. Le tenía un miedo horroroso, sin pensar que ya no podría hacerla daño nunca más. Pero las palabras de Alex, no la calmaban, porque machaconamente volvía su imagen, a su memoria una y otra vez.

Muy nerviosa, había declarado como testigo desde Praga. Poco tenía que contar, más que su encuentro con él. Para Margueritte tuvo palabras a su favor, ya que en realidad, nada podía decir en su contra, aunque su estancia en aquella casa, no fuera lo más ortodoxa que se esperaba.

A veces, parecía que la faltaba el aire, sobre todo cuando la mirada del ruso, se fijaba en ella durante el interrogatorio. Pero quién la hace, lo paga y, eso le pasó a Yuri, dado que no era la primera vez que lo hacía y estaba reclamado por la justicia de su pais.

Margueritte cumpliría sus años de sentencia en una prisión, por tráfico de mujeres, aunque éstas estaban registradas y se consideraban "trabajadoras sociales".

Con un sonoro martillazo en la madera , el juez dio por concluido el caso. Había sido un juicio rápido debido  a las pruebas recopiladas, y con el atenuante de las facilidades dadas por los testigos desde el principio.

Y se casaron. Emocionados se miraban fijamente tomados de la mano, y de esta forma dijeron sus votos. Todos los invitados guardaban un silencio absoluto, pero sólo unos pocos, exceptuando los empleados del rancho, conocían la verdadera historia de esas dos personas que en ese día se convertían en marido y mujer.

Al día siguiente celebrarían otro acontecimiento: el bautizo de su hijo, de Armand, en homenaje a esa abuela que no conocía.

Y aquí termina esta rocambolesca novela, de unos seres que se amaron por encima de todo pese a las circunstancias en las que se conocieron. Aún pasaría mucho tiempo, para que, ambos olvidaran aquél día que, felizmente existió. 
Y fueron felices a pesar de discusiones que siempre hay en los matrimonios, pero su amor era tan fuerte que derribó hasta las murallas de Jericó.









                                                          F    I    N

Autoría: 1996rosafermu
Editado: Mayo 2021
Ilustraciones: Internet
Nota: Todas las situaciones planteadas, así como sus lugares y, personajes, son ficticias
DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS




El día que nunca existió - Capítulo 27 - Carta de libertad

 El inspector se despidió. Alejandro y Danka, intercambiaron una mirada en la que expresaban su alivio y, también temor de que todo fracasase. Sabía que el riesgo de ser expulsada del país estaba latente, ya que figuraba como turista con un determinado plazo ya extinguido. Tendría que abandonar el pais y a él cuando más le necesitaba.

No se quejaba. Siempre le estaría agradecida porque sin duda la había salvado de una vida  que ella ni buscaba, ni deseaba. Se temía que fuera inminente y no había nada para poder recurrirlo.

Poco a poco Alex se recuperaría, pero ella no estaría allí para verlo. Besó suavemente sus labios y siguió al policía que la esperaba en la puerta para llevarla directamente al aeropuerto. Con su hijo en brazos, echó una última mirada antes de que la puerta de la habitación de Alex, se cerrara tras ellos.

Por muchas gestiones que hiciera Alejandro de nada sirvieron. Primero tendría que regresar a su país, y después ser reclamada nuevamente, pero esta vez con toda la legalidad.

Tenía muchas horas por delante para pensar en todo lo acontecido y, en lo que al final ha desembocado. Lo que más la dolía era la separación de él. Postrado en la cama del hospital, inconsciente, sin saber que ella ya no estaría ahí cuando despertara. Ni ella ni su pequeño.


 Probablemente sería lo mejor, ya que si estuviera consciente, todo sería más difícil. Durante ese tiempo, habían vivido en una burbuja, pensando que todo sería realizable.  Pero, en realidad, era descabellado, y así ha terminado.

— Adiós, amor.

Fueron las palabras que dirigió a Alex que permanecía sedado. Alejandro la observaba apenado. ¡Qué triste situación ! Después de lo que habían luchado por poder estar juntos. Por protegerla...

 En cambio, los autores del delito, serían puestos en libertad en un plazo relativamente corto, después de depositar una importante fianza que, a buen seguro  compensarían con otra expedición de muchachas inocentes, pero no en ese lugar. No importaba. La geografía es amplia y habrían más lugares que abastecer de carne humana. Y probablemente no tendrían la suerte como en  la casa de Margueritte, sino otra en la que se les explotaría sin miramientos de ninguna clase.

Alejandro tenía miedo, por si durante el trayecto, se metieran con ella y fueran capaces de alguna fechoría como castigo. Habló con el inspector que llevaba el caso:

— No se preocupe señor Jiménez. Yo mismo la acompañaré hasta su casa. He  contactado con la policía de Praga y estarán al tanto. Parece ser que iban tras sus pasos. No van a salir tan bien parados como ellos piensan. En ese intermedio tendrán tiempo para efectuar las gestiones si es que van a reclamarla. Por nuestra parte no habrá malos informes, porque en realidad ella se vió involucrada sin saber nada y en nada intervino.

— ¿Y Margueritte?


— Todos conocemos "su trabajo". Pero en todos estos años ha incumplido la ley de su negocio. Además hemos comprobado que en verdad habían firmado un contrato por el "alquiler" de la mercancía, sin especificar qué. Ella cumple con las normas legales establecidas. No quiero decir que esté de acuerdo  con lo que se gana la vida. Permanecerá encerrada durante un tiempo. No hay pruebas de que ella estuviera al corriente de todo y de hecho trató de defender a su hijo con sus propios "gorilas". Tarde, es cierto, pero lo intentó. Es un asunto feo y escabroso, pero de los que tenemos  montones a diario. Todo saldrá bien, no se preocupe.

¿Tranquilo? ¿Cómo podía estar tranquilo con todo lo pasado y con la certeza de que todo ha sido inútil? No quería ni pensar cuando Alex se despierte y compruebe lo que tanto temía: la extradición de Danka y con ella la de su bebe.

De nada habían servido las gestiones que realizara para reconocer al niño. Debía hacerlo ante una autoridad y Alex, no estaba en condiciones de hacerlo aún.

La pidió su dirección y todos los datos con que pudiera localizarla en su país. Estaba seguro que, en cuanto Alex se repusiera, iría a buscarla. Se casarían por poderes si fuera necesario, aunque tardaran meses en reunirse. Aunque también pudiera ocurrir que, precisamente por la tardanza, no lo consiguieran al haberse olvidado de la aventura que les tocó vivir. Todo eso ya se vería. Lo importante es que Alex se recobre. Que todo lo vivido no haya repercutido en su salud¡ La veía tan frágil y perdida...!

También se ocuparía de Margueritte. Era parte de su familia, aunque resultara la hija díscola  que tiró por otros derroteros. Sabía que si su mujer viviera, le insistiría en buscarle un abogada que la defendiera.  

En el fondo no era mala persona, a pesar de con lo que se lucraba, que no aprobaba. Pero al menos cuidaba de sus chicas tanto sanitaria como laboralmente.

 Sabía que tenía predilección por Alex, que probablemente fuera un resto de lo que, en otro tiempo, sintiera por el padre. Quién sabe si aún perduraba. Era su sobrino, aunque él no lo supiera. Era la parte oculta de la familia que nunca quiso saber de ella.


Llamó a su abogado para que se ocupara del caso de Margueritte y, puesto que la habían confiscado sus bienes, también correría con los gastos de la fianza que le diera la libertad. Sabía que a su mujer la hubiera gustado hacerlo, si viviera para verlo. Era su hermana, y con errores y desaciertos, era sangre de su sangre.

Por la tarde, el mismo policía que la había acompañado al aeropuerto, le puso al corriente de que Danka había embarcado y protegida por un policía checo que iba camuflado como un viajero más. Al menos hasta que llegase a Praga, iría segura. Después, sería la policía checa la encargada de tenerla a buen seguro. Estaban muy interesados en seguir ese tema, ya que no era la primera vez que vendieran a alguna chica joven. Esta vez sí les pillarían, ya que los testigos estaban decididos a declarar  a la policía  cómo había ocurrido todo. No querían que su pais se viera envuelto en tráfico de personas


Tenían un piso franco esperándola y, a su padre que, había sido trasladado  y, la aguardaba con inquietud y deseoso de abrazarla y conocer a su nieto. Todos eran gastos sufragados por Alejandro. Los policías que los protegerían, eran detectives privados contratados a tal efecto, además de la policía. No querían que nada fracasara por falta de previsión Sólo faltaba que Alex se pusiera bien.

Y poco a poco Alex se iba recuperando.

 Su rostro iba lentamente volviendo a su fisonomía normal. Se levantaba y daba largos paseos por los pasillos del hospital. En un par de días sería dado de alta. Estaba malhumorado. Lo que menos esperaba al volver en sí, es que ella se hubiera marchado, llevándose a su pequeño con ella. Se sentía culpable y, no quería pensar en que estuviera corriendo algún peligro.

Por más que su padre le hablara de los planes establecidos por la policía de ambos paises, ya que a ambos les interesaba atraparlos, no estaba tranquilo. Inquieto, a penas hablaba. En cuanto estuviera recuperado del todo y pudiera viajar, partiría de inmediato a la república Checa y la buscaría hasta debajo de las piedras.

Le preocupaba su estado y todas las alteraciones que se habían visto obligados a vivir. Sabía por su padre haberse  despedido de él cuando fue trasladada al aeropuerto.  El tiempo pasaba rápido, pero aparentemente, nada cambiaba.

Como suponían Yuri estaba en libertad provisional, tras haber pagado una fianza suculenta. También sería extraditado a su pais, por no tener permiso de residencia, tan sólo de turista. Permanecería en Estados Unidos, hasta celebrarse el juicio, y eso suponiendo que ganara, que no estaba tan claro.

Margueritte también, y a su salida, supo quién había pagado su fianza  Se dirigió al hospital. Tenía que ver a su cuñado y a su sobrino. De haber sabido la relación de ambos jóvenes, otra cosa hubiera sido.

Ahora estaba en deuda con Alejandro y tendría que volver a empezar de nuevo cómo ganarse la vida. Ya no tenía ni la misma belleza, ni el mismo empuje que cuando se inició como madame. Nunca imaginó volver a verse en esa situación. Pero lo que mal comienza, mal acaba. Sentía los despidos de todos sus empleados, a los que apreciaba al cabo de tantos años juntos. Todo eso se lo debía al ruso y a su poca precaución.

Pero todo eso era secundario. Conservaba la vida, que no era poco. Y encontraría la forma de salir adelante como siempre había hecho. Ningún miembro de su familia había salido perjudicado, excepto Alex por la paliza, pero Danka, ahora sí, la llamaba por su auténtico nombre se vería perdida, con una responsabilidad sobre sus espaldas, de criar a un hijo siendo tan joven e inexperta, y haber vivido una aventura totalmente inesperada.

Confiaba en que su cuñado lo arreglase y, pronto ambos jóvenes volvieran a reunirse en paz y con tranquilidad. Disfrutar de su hijo, y olvidarse de una vez de todo este episodio.


viernes, 9 de julio de 2021

El día que nunca existió - Capítulo 26 - La redada

 Danka lloraba silenciosamente encogida sobre sí misma incapaz de sobreponerse. Sentía un dolor profundo por Alex. Si no la hubiera conocido, él, seguiría con su vida, aunque fuera un cabeza loca. 

Y aún debían dar gracias a la llegada de la policía. Estaba segura de que si no hubieran entrado  a tiempo, a estas horas, Alex sería tan solo un recuerdo en su vida.

 Alejandro la agarraba de la mano para darle los ánimos que a él mismo le faltaban.

 Se reprochaba una y mil veces, que no hubiera tomado la decisión de acudir a la policía desde el primer momento.  Deseaba evitar lo que de todas formas, había sucedido viviendo durante mucho tiempo con la incertidumbre y escondidos. Ya no había marcha atrás. Los errores se pagan y ellos lo estaban pagando desde hacía tiempo.


Llegado a este punto, ignoraban qué sería lo siguiente. No quería ni imaginarlo, después de haber luchado tanto.

 A ella la pondrían en la frontera por irregular y trabajar en un local como en el que lo había hecho, aunque ella no "debutase" en él, sino con el hombre al que amaba e iba en una ambulancia camino del hospital por defenderla de esos delincuentes que, a buen seguro saldrían a la calle tras pagar una fianza, mientras Alex se debatiera grave en una cama de hospital.

Ella no había hecho nada malo, sino haber sido una ingenua y creer en la buena fe de unas personas que no lo merecían.  Se acordaba de su bebe ¿ Qué sería de él, de ellos dos? Porque al no estar casados, Alex no tendría derecho alguno sobre su hijo, que acompañaría a la madre al ser expulsada. Al menos se reuniría con su padre, si es que aún estaba en la residencia. También  por él temía.

 La asustaban ¡ tantas cosas! No volver a ver más a Alexander y, aunque esto causaba una punzada de dolor en su interior, lo aceptaría con tal de que su hijo y él, no sufrieran castigo por su imprudencia y buena fe en las personas.  El niño, tampoco tendría a su padre. y él si que era el más inocente de todo lo ocurrido en sus vidas. Y, su propio padre, ignorante del rumbo que había tomado la vida de su hija.

 Esperaba con todo su corazón que él estuviera bien, y si pudiera, sería la primera visita que efectuaría si es que aún permanecía en la residencia. Muchas cosas en las que pensar. Muchos frentes abiertos para alguien tan joven, tan inexperta y tan preocupada por diversos motivos


Sentía mucho dolor por Alex y por su padre, que se habían visto involucrados por su inexperiencia y habían luchado por ella desde el primer momento.

Sentía como si un lobo la devorase el estómago. Tanto Alejandro como Danka, permanecían en la comisaría. Llevaban horas. No sabía cuántas, pero se le hacían larguísimas. Alejandro hablaba tanto con su abogado como con los inspectores que le habían tomado declaración. No podían moverse de allí, ni siquiera para interesarse en el hospital por Alex. Sobre todo ella que, era la protagonista, sin proponérselo, de todo lo acontecido. Pidió un vaso de agua para ver si así calmaba su malestar. Las sienes le batían fuerte y algo amargo la subía desde el estómago hasta la garganta. Los oídos la pitaban y de repente, perdió la vista. Todo se había vuelto  nuboso y las voces que la hablaban las escuchaba muy lejanas. 

Alejandro se levantó rápidamente para sujetarla antes de que cayera al suelo desmayada. Y es que llevaba muchas horas de angustia, nervios y ayuno. 

Con la preocupación de Alex, ni siquiera habían advertido que amamantaba a su hijo y necesitaba alimentarse. Llamó a una policía mujer, porque estaba seguro de que ella, comprendería mejor que un hombre lo que la estaba ocurriendo.

— Necesita comer, y dar de comer a su hijo. Lleva mucho sin probar bocado. Si no puede moverse de aquí, dejen al menos que alguien la traiga a su bebé.— reclamó Alejandro

— ¿ Por qué no lo han dicho antes? ¿ El bebe es de alguno de estos sinvergüenzas?

— Por fortuna no. Mi hijo es el padre y yo su abuelo

—La pondremos más cómoda. Pase a mi despacho. Tengo un sofá y allí podrá tumbarse. Mientras les traeré agua y algo con que alimentarse. Aún van a estar aquí varias horas. Mandaré a un policía que vaya al rancho, Llámeles por teléfono avisando de que van a ir a recoger al niño.

Calmó su llanto y, guardó silencio centrándose en los días, en los momentos más sublimes pasados con Alex. Sin duda era su ángel de la guarda. De no haber sido por él,  a estas horas, posiblemente estaría graduándose en sexo en aquella casa. Y de repente se acordó de Margueritte que también había sido detenida. Su cabeza estaba llena de rostros, secuencias, bosque, cabaña y de habitación de burdel, bendecida por el más puro amor que ambos sintieron al conocerse.


Fue una situación insólita que nunca pensó en vivir. Se había trazado una vida anodina, pero calmada en alguna oficina de Praga, con una vivienda cerca del centro limpia y ordenada. Junto a un padre que, esperaba impaciente que dieran las seis de la tarde, para que su hija llegase a casa al salir del trabajo.

Nunca imaginó que fuera captada por un desaprensivo  y llevándola lejos de allí. 

Alejandro estaba conmovido y preocupado por esta casi niña que tenía a su cargo. También su pensamiento estaba en la cama del hospital y en su hijo, solo, sin saber nada de lo ocurrido con ella. Le permitieron hacer una llamada y hablar con Carmela,

— Carmela, has de ir al hospital: Alex está solo y necesitamos tener noticias de cómo está. Nosotros estamos en la comisaría y no podemos movernos de aquí. Que alguien te acompañe y traes al bebe que necesitará comer. Por favor, ve tú y quédate con él. Dame noticias. Llámame al móvil. Cuando regrese, ya te contaré. Porque es largo.

— ¡Ay, Dios mío! ¿Están bien?

— Si Carmela, estamos bien, la niña está bien. Necesito saber cómo está mi hijo. ¡ Por Dios, traed cuanto antes al bebe ! La madre está desesperada.

— Descuide señor, ahora mismo salgo para allá 

Alexander había sido introducido en quirófano directamente desde la ambulancia. Su cara era un montón de carne cubierta de sangre, a pesar de haber sido limpiada mientras iban camino del hospital. Les preocupaba su inconsciencia, temiendo que algún golpe de los propinados le hubiera hecho daño en la cabeza.

Mientras daban noticias  de lo que habían procedido a curar en la ambulancia, la camilla que le llevaba, iba deprisa. Le introdujeron en quirófano y, de inmediato procedieron a revisarle y tomar nota de lo que precisaba para su análisis de la situación creada. Les avisarían en cuanto supieran algo concreto.

Todos los implicados en el suceso permanecían en comisaría. Unos retenidos como testigos, otros por participantes en un delito. 

Mientras un grupo de policías registraba el despacho de Margueritte, otros la habitación del ruso en busca, ambos, de pruebas. En la caja fuerte de la habitación de Yuri, hallaron un grupo de pasaportes correspondientes , sin duda a las muchachas que explotaban. Entre ellos estaban los de las tres últimas adquisiciones, es decir los de Danka y las otras dos chicas que la acompañaron en el viaje de esperanza a América que se transformó en pesadilla.


Margueritte hizo su declaración, asegurando que desconocía totalmente la situación de esas jóvenes. Yuri lo negó todo alegando que eran mayores de edad y vinieron con consentimiento a lo que viajaban y para el trabajo  en el que fueron contratadas.

Para unir todos los cabos, sólo faltaban las declaraciones de Alejandro, Danka y en cuanto fuera posible la de Alex. Ellos no tendrían nada que esconder, excepto la bronca que les echó el inspector por no haber denunciado antes el suceso.

Era de noche, cuando pudieron salir de la comisaría. Por  deseo de Danka, irían al hospital para ver a Alex si los médicos lo autorizaban. Entregarían a Carmela el bebe para que regresaran al rancho. Se quedaría esa noche para cuidar a Alex. No podría dormir tranquila sabiendo que está hospitalizado por su causa.

—Nos quedaremos los dos, si los médicos lo autorizan. No te voy a dejar sola —respondió Alejandro.

El inspector que llevaba la investigación, pasada la medianoche, les buscó en la habitación de Alex, que, una vez asistido médicamente. había sido trasladado a planta. 

A la cabecera de su cama, sentada en un sillón, permanecía Danka observando su rostro, que permanecía sedado. Alejandro dormitaba al otro lado de la cama de su hijo.

Unos suaves golpes en la puerta dieron paso al inspector que venía a comunicarles que, tras la declaración de los implicados y las pruebas encontradas, permanecerían en prisión por bastantes años. Margueritte  también, pero comprobado la veracidad de su coartada, saldría libre, con cargos, a la mañana siguiente.

— Ella se portó bien conmigo — dijo Danka

— Y lo tendremos en cuenta. Estaba ignorante  de la mitad de las cosas y, por ese motivo saldrá antes de la cárcel, pero no es atenuante. Ella se lucra de unas chicas sin interesarse de dónde y cómo llegaban hasta allí. Es cómplice también; debió exigir la documentación de vosotras y no lo hizo, desentendiéndose de todo. Aprecio a Margueritte, pero el asunto es demasiado grave y no podemos pasar por alto lo sucedido y las repercusiones..

jueves, 8 de julio de 2021

El día que nunca existió - Capítulo 25 - La decisión de Danka

 Estaba preparado para todo, por eso al salir del burdel, el mismo guardaespaldas que le recibiera, le detuvo.

 Como le había comentado Margueritte, eran cómplices de los rusos a base de untarles cantidades de dinero  ¿Sería verdad o, era para descargar culpas? Sabía a lo que se exponía y no le pilló por sorpresa.

El tiempo pasaba y se demoraban en llegar  para ajustar cuentas con él. Por un lado sentía miedo de no poder resistir lo que le esperaba. Su familia no sabía nada, tan sólo Margueritte y en ella confiaba en que diera la voz de alarma, porque seguro que, a ella, también de rechazo, algo le tocaría. ¿ Podría confiar en ella? Al menos, pedía mentalmente, que llamara al rancho para decir dónde estaba. Pensaba que lo que la había unido a su padre, sería por algo y, por eso mismo  le avisaría .

Ni siquiera pudo efectuar una llamada a su casa .El hombre que le mantenía encerrado y maniatado, no se lo permitió , seguro que cumpliendo órdenes de más arriba. No sabrían dónde estaba o dónde había estado si es que no saliera vivo de allí. Centró su imaginación en Danka y en su hijo. Ese hijo que había sido concebido por accidente, pero que al mismo tiempo de engendrarle a él, engendró un sentimiento de responsabilidad y amor por la madre que le llevaba dentro. Se quedaría totalmente desprotegida, confiando en que sólo con él tuvieran bastante. Debieron dar cuenta a la policía y no esperar ¿ A qué esperaban ? No tenía ninguna posibilidad de salir bien parado de allí. Seguramente le harían desaparecer en algún lugar de alguna perdida carretera. Nunca sabría su familia que,  por ellos daría su vida, si fuera necesario, mil veces.


Si tan sólo fuera por cuestión de dinero, no tendría problemas, pero mucho se temía que la soberbia y la venganza estarían detrás de todo lo que le hicieran.

Nadie, excepto el guardaespaldas socio de los rusos, sabía dónde estaba. Lamentaba no haber dejado alguna nota con alguna indicación de adónde se dirigía, y una despedida. Estaba tan ansioso por arreglar su cuenta que ni siquiera se le había ocurrido tal cosa.

Margueritte se asomó a una de las ventanas de su despacho y vió que el coche de Alex seguía ahí aparcado . Había pasado mucho tiempo  desde que saliera del salón. Sus temores se estaban confirmando. Se sentía intranquila y con miedo, sin saber cómo hacer, no sólo por ayudar a su sobrino, sino por ella misma. Seguramente no creerían que ella también había sido engañada por Alex. Ella tan avispada, había caído en un simple engaño. No se lo creería y, sin embargo así había ocurrido.

Descolgó el teléfono con idea de ponerse en contacto con el rancho, pero desistió esperando a saber cuál sería el desenlace.

De improviso la puerta de su despacho se abrió bruscamente y un Yuri fuera de sí se plantó ante ella con gestos muy agresivos. Un escalofrío recorrió su espalda. No quería ni pensar lo que estaría o a punto de suceder en el lugar en donde tuvieran a Alex. Porque si de algo estaba segura, es que no le habían dejado marchar, y, además su coche seguía en el mismo lugar en que lo dejara.

Las voces del ruso se escuchaban en toda la casa y, gracias a eso, los guardianes de Margueritte, fieles a ella, subieron de inmediato hasta su despacho. Llevaban las manos en las pistolas que portaban por si acaso su patrona se viera en apuros.

Al ver a los hombres de ella, grandes como torres, Yuri, replegó un poco su genio. Pero Margueritte estaba de vuelta de muchas cosas y no podría con ella. Además no tenía culpa de lo que Alex hiciera. Sería mejor que llegaran a un acuerdo para que nadie tuviera que lamentarlo y se arreglara todo, de la mejor manera posible, sin que nadie resultara herido.

Pensaba en Alex, en definitiva era su sangre, y conocía los métodos que solían emplear los bravucones para no perder prestigio ante sus socios. Pero además del dinero que le pedirían por la pérdida de beneficios durante tanto tiempo, no se iría de rositas, para que en otra ocasión no jugara a los caballeros sin espada, con otra chica.


— Contigo hablaré luego, cuando termine con él. No creas que me han convencido tus argumentos. Ahora he de solucionar otras cosas. Pero volveré, y será mejor que permanezcas en tu despacho, porque de lo contrario...

—¿Qué? ¿Vas a darme una paliza, o me vas a hacer desaparecer? No se te ocurra ponerme la mano encima ¿Me oyes? Ni se te ocurra.

Yuri, apretando los puños e inflando de rabia las aletas de la nariz, salió del despacho en dirección al lugar en donde estaba retenido Alexander.

Como una exhalación entró en la habitación en donde le tenían  maniatado. Se plantó delante de él y ambos hombres se miraron fijamente. Uno altivo y muy enfadado, el otro tranquilo sabiendo que no saldría bien parado, si es que  hiciera lo que imaginaba.. Esperaba paciente a que algún puño se estrellara sobre su cara, pero simplemente, entre tanto, se miraban fijamente. Cada minuto transcurrido era un desafío para Yuri. No sabía si sobornarle por dinero y darle una paliza que le dejara medio muerto para que no se metiera en asuntos ajenos la próxima vez, si es que le quedaban ganas de hacerlo.

Margueritte, al fin descolgó el teléfono y contactó con el rancho. Algo en su interior la impulsaba a hacerlo, no sólo por el sobrino que ignoraba el parentesco que les unía, sino el recuerdo de un amor fallido con Alejandro.

El capataz la atendió y, dándose a conocer pidió que la pusieran urgentemente con el patrón. Había inquietud en el rancho por la tardanza de Alex en regresar, sobre todo Danka pensaba que no era normal:

— Él nunca se hubiera ido sin mí, y además tarda demasiado en volver. ¿Adónde habrá ido?

No quería ni pensar en lo que posiblemente hubiera hecho. Ella era la causante de todo y sería ella quién aclarara lo ocurrido. En su cabeza bailaba constantemente la idea de que quizá ocurriera lo que en realidad estaba sucediendo. Escribió una nota a su suegro indicándole lo que sospechaba y a dónde se dirigiría. 

" Todo ha pasado por mi culpa y seré yo quién ha de arreglarlo..."

Metió la nota en un sobre dirigida a Alejandro, y se la entregó a Carmela para que se  la hiciera llegar  en cuanto llegase, y rogándola que cuidase de su bebe mientras tanto. Pidió a Anselmo que la llevara a la ciudad. A la casa de Madame Margueritte. Durante el camino no dejaba de pensar en lo que iba a decir a la madame, pero el temor no era ella, sino los esbirros embaucadores de los rusos. Debía tener fuerzas para hacer frente a la situación por difícil que fuera.

Entró en el despacho de la madame sin siquiera llamar a la puerta. Corría prisa el asunto que allí la llevaba. Sabía que sería recibida con uñas y dientes, pero eso sería lo que menos importase. Hablaría con ella y la diría la verdad de todo, y después que fuera lo que Dios quisiera.,


La madame fue sorprendida por ella. Lo que menos esperaba era su presencia y las explicaciones que la estaba dando. Danka lloraba sin cesar haciéndola mil ofrecimientos para compensar las pérdidas que por su culpa hubiera sufrido. Ella la escuchaba en silencio, aunque con el gesto duro, pero también reconociendo que simplemente se habían enamorado en una situación especialmente difícil y que, sobre todo ella, había sido una incauta al creer en la buena fe de la gente. Una ingenua por ser demasiado joven y no saber nada del sub mundo  que se oculta y, del que  ella no tenía noticias hasta que la tocó vivirlo. 

El guardián que vigilaba a Alex, a una indicación de su jefe, sacudió un derechazo en la mandíbula de él, que maniatado no podía defenderse. Después de ese vinieron más, no sólo en su cara, también en su estómago y patadas cuando ya estaba en el suelo semi desmayado. Yuri tenía las mandíbulas apretadas, disfrutando de su venganza. Alex, no respondía debido a  su inmovilidad, pero tampoco podía, al haber perdido el conocimiento.

En ese instante se abrió la puerta y Margueritte, acompañada de sus dos guardaespaldas, se hizo presente en la estancia, horrorizada al ver la cara de Alex totalmente desfigurada y sangrando abundantemente.  No quería que Danka le viera, pero ella se escabulló y entró detrás de ellos. Lanzó un grito y corrió hacia Alex, acogiéndole entre sus brazos.

A una orden de Yuri, el hombretón que se había ensañado con Alex, la cogió por los brazos fuertemente, separándola de él.  De nada servían sus llantos, sus peticiones de perdón. El ruso estaba ciego de ira .

Unos pasos firmes apurados, se escuchaban cerca, al tiempo que unas sirenas de policía cercaban la calle. Alejandro les había avisado y contado a groso modo lo que había llevado a su hijo hasta aquella casa.

 Por pronto que quisieron reaccionar, la policía ya había tomado posiciones.

Detuvieron a Yuri, y a sus dos "gorilas", así como a madame Margueritte que, aunque no tenían cargos contra ella, debía declarar en comisaría.  Los paramédicos soltaron a Alex y procedieron a examinarle y a curar las heridas de la cara. Danka permanecía a un lado abrazada por Alejandro. 

— Hay que llevarle al hospital. Seguramente tendrá alguna lesión interna. No perdamos más tiempo— explicó el paramédico.

Salieron detrás de la ambulancia. Padre y novia, iban sobrecogidos por la escena     que acababan de presenciar. El rostro querido de Alex, en nada se parecía a la realidad. Danka sollozaba en silencio bajo la mirada de Alejandro que, de vez en cuando apartaba la vista de la carretera en la que estaban siguiendo al coche policial.



miércoles, 7 de julio de 2021

El día que nunca existió - Capítulo 24 - Margueritte

 Pareciera que la vuelta al rancho les había dado seguridad. Habían dormido durante toda la noche; hasta el chiquitín lo hizo de un tirón ¿ Sería posible recobrar su vida sin zozobra? Alex no confiaba en ello. Era como la paz que precedía a la tormenta, y no quería ni pensar en cómo sería. En su cabeza bailaba una idea fijamente, que desde hacía tiempo tenía: personarse en el burdel y hablar con Margueritte. Ella sabía bien el dineral que había pagado por Danka, pero claro,  argumentará que era por una situación muy concreta, no por casi un año entero.

Si los rusos fueran sus socios, estaba claro que ellos no lo pasarían por alto, así que esperaba alguna sorpresa. Lo increíble era que hasta ahora no sabía nada de ellos. Y eso, en lugar de tranquilizarle, le puso más sobre aviso.


Nada comentó ni con Danka ni con su padre, de los planes que tenía en mente. Seguro que si lo supieran se lo quitarían de la cabeza por lo peligroso que podría llegar a ser. Esos personajes no entienden de componendas, sólo que habían perdido a una preciosa muchacha que les podría haber dado pingües beneficios y no los obtuvieron por su escapada. 

Se preparaba mentalmente para ello. Pero debía proteger a su familia y no habría nada ni nadie que le hiciera desistir de ello.

Desayunó como si tal cosa y hablaron de lo bien que habían descansado, algo que no hacían desde hacía muchos meses. Dejó caer como sin importancia, que daría una vuelta por la oficina del rancho a ver si podía ayudar en algo, y cuando lo hiciese, le apetecía mucho cabalgar un rato a caballo, recorriendo la estancia.

De inmediato su padre protestó para impedir que lo hiciera, ya que el peligro no estaba conjurado. Guardó silencio para no insistir, pero tenía muy claro que no se quedaría a esperar a verlas venir. Necesitaban aclarar su situación cuanto antes, porque también cuanto antes debía regularizar su vida. La estancia de Danka estaba a punto de expirar al cumplirse el plazo de estancia en el pais. Y el pasaporte lo tenían ellos, y sin él no podían hacer nada.

Pediría a su padre que se pusiera en contacto con ese amigo que los falsificaba para estar prevenidos en caso de que tuvieran que salir corriendo de allí de nuevo.

Su cabeza era un caos buscando la solución a, lo que justamente no estaba en sus manos. Como último recurso, estaba el denunciar a la policía la trata de personas, pero ¿cómo justificarlo? Todos los papeles que lo acreditaban estaban en posesión de ellos. 

Por cualquier lado que  buscara una salida, encontraba una puerta que se cerraba. Decidido: no había otra solución más que dar la cara.


Aprovecharía la última hora de la tarde, cogió el coche y lo más discretamente posible, puso rumbo a Sacramento y una vez allí, a entrevistarse con Margueritte. Aún no estaba abierto al público, pero él solicitó al guardián de la puerta, y por ser conocido, que le llevara ante la madame:

— Tengo una cuestión urgente que hablar con ella.

— Tendrá que esperar a las diez de la noche. Antes no se abre

— Lo sé, pero haga el favor de pasarla esta nota. Ella me conoce y estoy seguro que me recibirá de inmediato.

— Aguarde un momento

Cerró la puerta y Alex permanecía en el exterior, esperando impaciente que Margueritte le recibiera. Pero el caso es que se retrasaba más de la cuenta y, eso no era buena señal. O quién sabe si estuviera dudando en recibirle, escuchar lo que tenía que decirla, o no y, hacer oídos sordos a lo que deseaba de ella.

Estaba muy enfadada con él. La había mentido y arguyó una mentira que desde el principio tenia en mente, y ella había caído en la trampa como una inexperta. 
También había tenido una buena pelea con los rusos al reclamarles la jugarreta que la habían hecho exigiéndoles la devolución de lo que había pagado por "Adeline". Algo que ellos rechazaron de plano y, todo lo que les pudo sacar era que la encontrarían y les darían un buen escarmiento.

Lentamente jugaba con el trozo de papel que Alex le había enviado. No tenía el menor interés por volverle a ver, pero en el fondo deseaba saber qué mosca le había picado con esa chica. Alex no era un santo y no era la primera vez que acudía a "su casa", pero en cuanto vió a la chica, perdió los papeles.
¿Qué se traía entre manos?  Si al final decidiera recibirle, no se quedaría callada, ni mucho menos. Le tendría esperando en la puerta hasta que ella quisiera; quería hacerle sufrir, porque lo cierto era que debía tratarse de algo importante, al haber desaparecido del lugar en el que había nacido.


Ella también estaba inquieta sin saber el porqué. Daba vueltas por la habitación sin terminar de decidirse. Al fin llamó a su guardaespaldas y le dijo que hiciera pasar a ese cliente que aguardaba en la calle.

Alex entró en su despacho con paso firme, aunque por dentro tenía los nervios a punto de estallar. Ella tenía el labio superior fruncido, señal de que estaba de mal, de muy mal humor. Ambos se conocían desde hacía tiempo, tanto que ni siquiera Alex lo imaginaba, pero no eran los negocios los que les había unido

Siempre había sentido simpatía por ese joven atractivo, juerguista, adinerado y algo mujeriego. Seguramente fueron reminiscencias del padre, del que estuvo bastante enamorada desde antes de que se casara con su hermana, con Amanda.

Porque sí, la sangre de Alex y la suya, era la misma. Margueritte era la hija díscola de la familia Mulligan. Una cabeza loca que tuvo amoríos con un hombre que, después de conseguirla la despreció, y ella tuvo que salir de su casa y ganarse la vida como mejor pudiera. Su hermana iba a casarse con un ranchero mejicano del que ella se había enamorado, pero que él no tenía ojos más que para Amanda.

Así que viajó lo más lejos que pudo de casa de sus padres, pero no lejos del hombre que la enamoró sin saberlo. Y la mejor manera que encontró para ganarse la vida fue poniendo un bar de alterne que enseguida se hizo famoso, dado que el lugar era pequeño.

Fue al morir su hermana, cuando pasado el tiempo y, seguir viudo, Alejandro volvió los ojos hacia ella, pero no había amor por su parte sino buscaba alivio a su naturaleza. Ni siquiera recordaba que Margueritte era la hermana pequeña de su querida esposa. Por eso siempre ella le guardaba los mejores "planes", y por el mismo motivo lo hizo con su sobrino Alexander.
Era su secreto, nadie excepto ella lo sabía, pero no podía evitar tener consideraciones con aquellos dos hombres que habían irrumpido en su vida sin saber cómo y por qué.


Se miraron fijamente. Ella con gesto hosco, Alex firme, pero al mismo tiempo tratando de comportarse. Sabía que estaba en desventaja y,  mejor con buenas maneras, podría sacar algo positivo de aquella entrevista, que no por las malas.

— Bien, pues tú dirás. Porque pienso que tendrás algo que decirme. Me la jugaste bien, y además con alevosía. Te burlaste de mí, y eso no te lo perdono. Abusaste de la confianza que tenía con vosotros, pero está visto que la cabeza es la que debe regir y, no los sentimientos. Así que te escucho. Más te vale que lo que vayas a contar sea verdad, porque si me doy cuenta de que me vuelves a mentir, llamaré a los rusos y ellos darán cuenta de tí. Así que habla, porque tengo un trabajo que atender.

Alex, pensó que con la verdad le iría mejor, y relató lo ocurrido entre ellos y de qué forma se enamoraron ambos. Sólo buscaban amarse, y por ello no le importó pagarla un dineral, pero no tenían la documentación de ella y no podía salir del pais.

Por Alex, Margueritte se enteró de qué forma habían traído a " Adeline" y a las otras dos chicas. Los rusos la dijeron que no estaban a gusto en el burdel en el que trabajaban y por eso las llevaron allí. A ella también la habían mentido, y la ponían al borde del precipicio si la policía se enteraba de ello.

Alex vió el cielo abierto al conocer que la madame era inocente, al menos de la trata de personas. Por un lado fue un alivio para él, pero también ella estaba en peligro si llegaba a  oídos de los rusos. Trataría de denunciarles, pero si ellos lo descubrieran estaría doblemente en peligro no sólo ellos, sino el burdel también, con todos cuantos trabajaran en él.

Una preocupación más para Margueritte que era muy sensible en cuestiones de amor. Pero ambos tenían enfrente a un enemigo muy peligroso. No tenía plena confianza con los guardaespaldas. Lo más probable era que les untaran algunos dólares para tenerles al corriente de las novedades que ocurrieran en el burdel, y justamente, la novedad que se estaba produciendo en el despacho de la madame sería de lo más suculenta para ellos.

—Debes irte ahora mismo. Te llamaré si consigo algo nuevo. Pero sobre todo cuídate de esos sujetos. Son de los que no perdonan.

A la salida el mismo guardaespaldas que le recibiera, le aguardaba con una sorpresa.


martes, 6 de julio de 2021

El día que nunca existió - Capítulo 23 - Visita en el rancho

 Se encontraban a gusto en San Francisco y poco a poco fueron bajando la guardia. Confiaban en que pasarían desapercibidos entre aquel heterogéneo barrio. De todas formas y, por si acaso. Alex era prudente. Cada quince días recibían la visita de Alejandro, que les animaba a volver al rancho, ya que él estaba siempre intranquilo. Nadie había pasado por allí, nadie había preguntado, pero ese silencio no le gustaba. Estaría más tranquilo teniéndoles cerca.

Ellos eran prudentes y evitaban al máximo dejarse ver. Alquilaron un apartamento amueblado y pequeño. No les importó, ya que estaban de paso. No tenían amigos.

 Y así de esta forma el tiempo, los meses pasaban y,  la hora de que el vástago de Alex y Danka llamara a las puertas de este mundo, cada vez estaba más cerca  Los días habían pasado lentos para ellos. No habían tenido ni un sólo día en que no estuvieran alertas a cualquier movimiento extraño a su alrededor. Era una tortura lenta, siempre alerta.


La atendió en el parto el mismo médico que había llevado su embarazo. No hubo complicaciones, por tanto en tres días estaban de regreso en su hogar. Habían tenido un niño precioso y lamentaban no mostrárselo a los obreros y empleados del rancho, y poder celebrar su bautizo con todos ellos.  Estaban nerviosos alterados por todos los acontecimientos surgidos en sus vidas en pocos meses.

 El encierro voluntario incrementaba el mal humor y las tensiones entre ellos. No habían vuelto a hablar de futuro, o es que quizás asimilaron que toda su vida transcurriría de esta forma, errante, huyendo de  ese enemigo invisible que no les dejaba vivir.

Y surgió la primera discusión seria. Los reproches  se hicieron presentes, los de una y los del otro. Sus desacuerdos con el tipo de vida que llevaban, cuando lo mejor hubiera sido marcharse del pais y formar su vida en otro, como lo habían dispuesto en un principio.

Ya había pasado el tiempo suficiente para que se hubieran olvidado de ellos y, a veces, Danka llamaba desde un locutorio a su padre. La echaba de menos y, el buen hombre no entendía el porqué no había regresado a casa. Argumentó que había conocido a alguien y se habían enamorado. Que la intención era la de casarse y efectuar el viaje de novios a Praga, así le conocería.

Seguía sin comprender los razonamientos de su hija, pero los daba por buenos, aunque en su cabeza había muchos interrogantes que no comprendía.


Alex, sabía que toda su felicidad se estaba esfumando. Echaban de menos el calor humano que tenían en el rancho, y comenzó a pensar que seguramente ya era hora de regresar. Por otro lado allí estaría  segura su familia y sería hora de empezar a pensar en su boda.

A pesar de los desacuerdos, de las discusiones, se querían. Estaban viviendo una situación anómala desde el comienzo de su relación, y eso hacía que estuvieran siempre en tensión. Procuraban zanjar sus diferencias en el mismo día en que se producían, pero poco a poco hacía que su carácter cambiase.

Una mañana se levantó y después de arreglar al pequeño, decidieron regresar a casa. No lo anunciarían al casero, de momento, era su válvula de escape si acaso debieran regresar a toda prisa. Ahora tenían una responsabilidad mayor con el bebe; ya no estaban solos y su deber era proteger a la madre y a su hijo. Ese hijo no buscado pero si querido y deseado desde el mismo momento en que supieron la noticia.

Todo había sido más difícil, pero por nada del mundo renunciaría a su pequeña familia. Lo afrontarían juntos, pasase lo que pasase.


Hacía tanto tiempo que faltaron de allí que, antes de llamar con la bocina, se detuvieron un momento frente a la puerta del rancho. Vivirían una nueva etapa. Quizá la definitiva o la más complicada. El tiempo lo diría.

Y al fin, Alex hizo notar el claxon. Fue Carmela extrañada, la que abrió la puerta y sonriendo, corrió hacia ellos. Por lo inesperado fue una sorpresa doble. La mujer enternecida, abrió sus brazos para tomar en ellos al pequeño. La emoción se hacía latente en todos.

En el dintel de la puerta apareció Alejandro con cara de sorpresa ante la visita inesperada. Abarcó en un abrazo a los tres miembros de su familia.

Tenían mucho de lo que hablar, pero lo harían, padre e hijo, cuando Danka estuviera ocupándose del niño.

Ese sigilo no satisfizo para nada a Alex, que escudriñaba el rostro de su padre buscando respuestas a las miles de preguntas que tenía en mente. Mientras tanto, sostuvieron una charla procurando no desvelar nada de lo que Alejandro había averiguado referente al contencioso con Margueritte. Por la solemnidad de su rostro, presumía que no eran buenas noticias.

Estaba rígido, expectante y, deseando quedarse a solas con su padre y conocer los motivos que tenía para estar tan pesimista. Debían procurar que Danka no supiera nada de lo que fueran malas o buenas noticias, al menos de momento. Un disgusto en ella, repercutiría en el pequeño al ser amamantado por su madre.

Todos en el rancho sabían que debían permanecer con la boca cerrada. Imaginaban algo, pero, por respeto a su patrón, ni siquiera se les ocurrió averiguar nada. Mejor así, cuanto menos supieran, menor peligro de irse de la lengua en el bar ante una cerveza con los amigos.


Aprovecharon que ella atendía al bebe, para que pudieran hablar, al menos explicarle lo más importante. Ya encontrarían una oportunidad para hacerlo más ampliamente, pero sobre todo que Danka no se enterara. Ya estaba bastante alterada como para incrementar más su ansiedad.
Entre padre e hijo, hubo confidencialidad, sin prejuicios, hablando claramente. Alejandro dijo que habían recibido ciertas visitas, pero que no les dijo nada para no preocuparles.

 Se fueron igual que vinieron, pero fue motivo para que él se entrevistara con Margueritte  y averiguar de una vez, cuál era verdaderamente la situación.
Si fuera por dinero, la pagarían la deuda que tuvieran, y ella aceptó el trato, pero también les avisó que los "rusos" eran muy quisquillosos y no lo verían bien con tanta normalidad como ella lo hacía.

Buscaban "venganza", y por mucho que ella les dijera que no merecía la pena, puesto que estaba dispuesto a saldar con creces la deuda, se sentían humillados y eso no se lo perdonarían. 

Se habían reído de ellos y la noticia se sabía en los cuatro puntos cardinales del mundo. Atañía a su "honor" personal. Nunca nadie les había burlado como ellos lo habían hecho. Merecían un escarmiento y así lo harían. Solamente de esa forma, darían el caso por cerrado.

No sabía cómo sería su venganza y eso es lo que les daba miedo. No querían sólo el dinero, que también, sino escarmentar, no sólo a ellos, sino también para el futuro. Que nadie se atreviera a reírse de su organización.


lunes, 5 de julio de 2021

El día que nunca existió - Capítulo 22 - Vivir en El Castro

 Al día siguiente de su llegada, Alex y Danka irían al médico en San Francisco. Allí nadie les conocía. Lo harían con las primeras luces del día, de esta manera no coincidirían con nadie en la carretera.

 Alex iba preocupado y silencioso. Danka le miraba de reojo, y apretaba su rodilla para hacerle notar que le comprendía, que no se preocupara. Ella lo solucionaría de regreso  al rancho, pero nadie debía saberlo, ni siquiera él.

No quería vivir escondida toda su vida, pero también tenía miedo por su bebe. ¿Debería esperar a dar a luz? Sería lo más apropiado ya que no se fiaba de que alguno de esos hombres la diera alguna paliza que pusiera en peligro la vida de su hijo. ¿ Por qué no vivir en San Francisco hasta dar a luz? Seguro que allí no la buscarían, pero al menos dejaría al bebe con su padre y estaría protegido.

No temía por su vida, pero sí le llenaba de infinita tristeza de no ver crecer a su hijo o hija, porque estaba segura que, en cuanto supieran la verdad de lo ocurrido recibiría el castigo. Pero al menos vivirán tranquilos en el rancho. Escribiría una carta a su padre despidiéndose de él y después se entregaría.


Imaginaba que la harían pagar la deuda contraída con ellos, a pesar de que recibieron un buen pellizco de dinero de Alexander. Contaba con   que la tuvieran trabajando día tras día y hora tras hora. Lo sabía, y estaba resignada a su suerte.

— Vas muy callada ¿ Qué te ocurre? — La preguntó Alex, apretándola la mano cariñosamente.

— Nada . Sólo pienso cómo nos hemos metido en este lío descomunal. Es mi culpa. No debiste elegirme. Si no lo hubieras hecho, a estas horas estarías tranquilo con tu vida. Me sentiré culpable toda la vida

— Ni se te ocurra pensar en eso. Tu única culpa es de haber caído en manos de unos criminales. Nada más. Dime ¿Qué piensas de lo que mi padre nos ha comentado?

— Bien, me parece bien. Pero siempre viviremos con miedo. Estemos donde estemos, aunque sea en el fin del mundo. Jamás recuperaremos nuestras vidas. Estoy angustiada por vosotros y por mi padre que se hará miles de preguntas el porqué no me he comunicado con él. Si se enterara, sé que le costaría la vida, y eso no podré perdonármelo.

— En cuanto lleguemos a San Francisco buscaremos un hotel y después un ginecólogo. Todo saldrá bien. No te preocupes; no le haces ningún bien a nuestro bebe.

Y volvieron al silencio que hasta entonces habían mantenido. Encontraron el hotel que les pareció más adecuado y a continuación desde allí mismo, pidió que les consiguieran un ginecólogo que visitase a su mujer pretextando que estaba embarazada y no se encontraba muy bien.

— Puedo recomendarle la consulta, porque no atiende  a domicilio, pero le garantizo que es de lo mejor— respondió quién le atendió desde la recepción.

Hacia la dirección facilitada por el hotel se encaminaron. Había sido un acierto, ya que en la consulta la podrían hacer más pruebas en las que comprobarían si todo marchaba bien. No tuvieron que esperar mucho. El médico ya estaba en antecedentes de que les visitarían unos huéspedes del mencionado hotel.



La enfermera les dio paso y se encontraron frente a un médico de edad mediana, afable y simpático. Hizo las preguntas de rigor y por las fechas que Danka le facilitó, se enteró Alex que se había quedado embarazada en su segundo encuentro sexual en aquella habitación de Madame Margueritte. Extraño, pero así son las cosas de los humanos. 

— No es nada raro. Hay bastantes parejas a quienes les ocurre. No consiste  en el día en la que tengan relaciones sexuales, sino el día de la ovulación. El óvulo sale "de viaje" y si en el camino se encuentra con un viajero...Pues... ya saben lo que ocurre. Les doy la enhorabuena; por lo que he podido comprobar todo está en perfecto orden. No obstante esperaremos a la analítica.

Alex se quedó helado. No quería ni pensar si hubiera sido otro, quizás el trato que la diera hubiera sido muy diferente al que él la dio. Pero ahora eso no importaba. Iba a ser padre y amaba a la persona que estaba tumbada en una camilla preparada para hacerla una ecografía.

Era como si algo impensable les hubiera puesto en el camino y tras esa noche, lo que fuera deseo carnal, se convirtiera en un amor profundo entre ambos. Nada podía cambiarse; el destino les había unido y ya no les separaría.

Tendrían que volver a la mañana siguiente para efectuar unas analíticas y si todo marchaba bien, podría regresar a su hogar o continuar el viaje que habían proyectado. Es lo que habían pretextado en el hotel y al médico, para que todo fuera de lo más normal, aunque su situación no lo fuera.

Llamaron a Alejandro a la salida de la consulta, y le pusieron  en antecedentes de lo que les habían dicho. Todo estaba normal, en espera de que al día siguiente analizaran su sangre.


Parecía que estaban más tranquilos y se decidieron a  recorrer la ciudad y conocer sus barrios más emblemáticos. El semblante de Danka se iba relajando y, por tanto también el de Alex. La miraba con frecuencia buscando en su cara alguna respuesta y saber en verdad cómo se encontraba. Estaba muy preocupado por ella. No había comentado nada referente al viaje a Europa y eso le hacía pensar que no estaba conforme con ello. Que inclusive allí tendría miedo también por su padre.

Cenaron en un restaurante del barrio más emblemático de San Francisco:  El Castro. Había un ambiente alegre y desenfadado, en el que podías sumergirte en él y olvidar cualquier temor que sintieras. Era un ir y venir de gentes dispuestas a pasárselo bien, en que cada uno se ocupaba de sus propios asuntos sin fijarse en los ajenos.

Allí podrían vivir perfectamente sin tener que desplazarse hasta otro lugar lejano. Se sentían protegidos y en definitiva no estarían muy alejados del rancho. Podrían traer a su padre y vivir con Alejandro . Seguro que allí, en aquel barrio, pasarían desapercibidos y ellos tampoco darían muestras de su permanencia en él, sólo lo justo para su vivir día a día.

No obstante, Danka no borraba de su cabeza el presentarse frente a Margueritte y hablar con ella sobre lo que motivó su ausencia. Sabía que la pedirían más dinero y, estaba dispuesta a trabajar incansablemente para saldar su deuda con ella.

La analítica era buena y, tras recetarla lo normal a las embarazadas, les citó para el mes siguiente. No le dijeron que estaban de paso. Si acaso decidieran instalarse en San Francisco lo tenían todo controlado seguirían viviendo en el hotel, hasta saber la decisión a tomar.

domingo, 4 de julio de 2021

El día que nunca existió - Capítulo 21 - Regreso al rancho

 Aún permanecían abrazados, cuando entró en la cabaña. Al verle, Danka comenzó a temblar y a llorar a un mismo tiempo. Alex la estrechaba fuerte contra él. No podía soportar verla tan temerosa de todo. Alejandro alarmado, corrió hacia ellos con miedo de que, les ocurriera algo.´

Les notó más desmejorados, especialmente a ella. Tan sólo habían pasado cinco días desde la última vez que se vieron. Estaba claro que esa situación no podía dilatarse. Sería mejor llevarles al rancho. En definitiva, seguir el plan que se había trazado. Tras calmarla, se sentaron alrededor de la mesa y les explicó lo que había pensado, todas las alternativas en las que había estado trabajando e hilvanando los hilos.

— ¡ Vamos hija. Ya queda poco ! — la dijo mientras apretaba su mano.



Ese gesto cariñoso, hizo  que se calmara, y poco a poco fue serenándose, ante una taza de leche caliente y alguna galleta como desayuno, Alejandro fue desgranando todas las alternativas que tenían por delante. En un principio guardaron silencio, tratando de asimilar lo que su padre había pensado para salir con bien de la situación por la que estaban pasando.

No le gusto nada el semblante tan desmejorado que tenía Danka, demasiado pálida y delgada. Se dio cuenta de inmediato cuando, ella tuvo que levantarse de la mesa precipitadamente, y acudir al dormitorio.

Desde la salita se escuchaba perfectamente las arcadas de ella, y Alex le explicó desde cuando las tenía y creyendo a qué se debían.

— ¡Por Dios, Alex! Te dije que fueras prudente...

— Y lo hemos sido, pero los primeros días... Era difícil


— Esto desbarata todo los planes que había pensado. Lo primero es ayudarla yendo al médico. Creo que hoy mismo debemos partir para el rancho. Llegar de madrugada, así nadie se dará cuenta de la llegada. Llamaremos al médico y estaréis vigilados constantemente. Adecuaremos algún refugio de los que hay en el rancho. Y ahora más que nunca estoy decidido a seguir adelante cuanto antes. Esta clase de vida no es la que quiero ni para vosotros ni para mi nieto. Preparad todo que esta misma noche salimos rumbo a casa.

Y así lo hicieron. Esperaron a que se hiciera de noche para ocultarse lo máximo de las miradas curiosas de la gente. Llamó al rancho y habló con Carmela para que prepararan uno de los refugios y, a continuación preguntó por Anselmo y a él, le explicó a groso modo lo que ocurría y que tomara medidas de vigilancia.

Todos los enseres que tenían fueron empaquetados entre los dos hombres, mientras Danka reposaba un poco. Iban a emprender  un largo viaje y pesado en su estado, así que cuanto más descansará se encontraría mejor..

Por un lado tenían miedo de enfrentarse a un enemigo desconocido, pero por otro se alegraban de que terminara de una vez ese encierro. Confiaban plenamente en Alejandro y si él lo tenía todo atado y bien atado, seguirían los pasos que él marcase. Pero eso sería al día siguiente, una vez que estuvieran descansados y en casa.


Acomodaron una especie de cama en el asiento trasero de su coche, para que ella viajase lo más cómodamente posible. Pararían en alguna gasolinera a tomar un café y seguirían camino.

Estaban viviendo otra nueva aventura, excitante aventura, que les sacaría de la monotonía de los días vividos en la cabaña, en la que cualquier ruido extraño les ponía en alerta.
En  el rancho estarían bien, y además protegidos. No obstante, hasta que todo se normalizase con la policía, debían ser cautos y no dejarse ver. Seguirían desaparecidos, aunque estuviesen en casa.
Todos los braceros eran de confianza, pero cuanto menos supieran mejor para todos.

Llegaron muy de madrugada. Les esperaban impacientes Anselmo y Carmela, preocupados por ellos e ignorantes de lo ocurrido en realidad. Del porqué se escondían, y quién era esa muchachita tan joven y en tan lastimoso estado. Pero no preguntaron . Tarde o temprano sabían que  Alejandro les contaría algo. Ahora no era oportuno. Lo primero que la niña se acostara y descansara: tenía una cara horrible. Pero no le iba a la zaga la de Alex, y la arruga  de la frente que tenía el señor. Algo gordo les había ocurrido. Quizá huyeran de alguien. Ellos no tenían el porqué esconderse, pero la muchacha, tan rubia y sin hablar  era muy sospechoso, aunque ni siquiera podían imaginar la aventura que estaban viviendo.

Nada preguntaron, y en silencio cumplieron las órdenes que recibían. Danka agradeció el cariño y la solicitud de Carmela. Al fin un rostro amable y cariñoso, el de una mujer que quizá comprenda por lo que estaba pasando. Seguro que lo imaginaría al primer síntoma. Al fin descargar algo de  responsabilidad de los hombros de Alex, que tan bien la había cuidado y protegido.

Pese a todo, no podía permitir que él cargara con todo el peso. Ni él ni su padre, que se habían comportado como unos caballeros, no teniendo ninguna obligación ante ella. Alexander decía que la quería, y no lo dudaba, pero ella no podía permitir que  unieran sus vidas y huir a las primeras de cambio cada vez que vieran un rostro sospechoso.
  

Había escuchado atentamente el plan que Alejandro les había explicado en la cabaña. No dijo nada. A ambos hombres les parecía lo adecuado, sin embargo ella, no estaba de acuerdo. No podían estar escondiéndose toda la vida, y por muy seguros que creyeran estar, aunque fuera en el fin del mundo, siempre estarían con miedo. Siempre miraría atrás cada vez que pasearan por la calle. Además vivir en el extranjero... Era arriesgado. No podían esconderse en ningún lado, porque las mafias son como los pulpos: tienen tentáculos en todas partes. No permitiría que todas las personas que vivieran a su alrededor, estuvieran siempre pendientes de un hilo.
Sólo ella fue quién causó tanta preocupación y sólo ella debía solucionarlo. No podía decir que iba al médico, porque seguro de Alex querría acompañarla. Ni tampoco ir a la ciudad, dado que allí eran conocidos  y las voces correrían de inmediato. Pero necesitaba volver a Sacramento y aclararlo todo. Sabía que si se lo explicaba a Alex, no se lo permitiría.
Eso la intranquilizaba mucho, porque no encontraba salida para lo que estaba pensando. Y debía hacerlo y era la ocasión propicia antes de que su estado cambiase más. Además les pillaría por sorpresa . Iría con la verdad por delante y muy duros debían ser para no hacerse cargo de la situación. Lo primero sería dar esquinazo a Alex y a su padre, y después entrevistarse con Madame Margueritte. Esa sería la solución. La mejor. La única. Y que Dios la ayudara.

El día que nunca existió - Capítulo 20 - Dudas

 A esa misma hora Alejandro, dejaba instrucciones en el rancho, quizá tardaría un día o dos en volver. No dio más explicaciones cuanto menos se supiera mejor. Andaba muy preocupado; las cosas no iban todo lo bien que ellos esperaban. En este momento estaban en un callejón sin salida. Los chicos dependían en gran manera, de lo que él dispusiese, entre otras cosas porque, al estar aislados del mundo no tenían ni idea de lo que se estaba ocurriendo. Él tampoco, pero los días pasaban y nada se sabía, pero de lo que sí estaba seguro era de que había que tomar decisiones.  Vivian con muchas incomodidades y ansiosos por normalizar su vida.

La idea de tener que exiliarse en el extranjero tomaba vida. Aunque también tenían el camino de informar a la policía de lo que  ocurría en el burdel de Madame Margueritte. Esto último no le gustaba en absoluto. En la remota idea de que ella no supiera nada, porque ¡vaya a saber el cuento que la contarían con esas chicas, entre las que se encontraba el amor de su hijo! No quería perjudicarla. Su amistad databa de muchos años., pero estaba en la disyuntiva de hablar claro con ella, o correr el peligro de que estuviera enterada de todo y lo echara  a perder.


Daba vueltas por la habitación sin saber lo que hacer, pero de lo que si estaba seguro era de que se reuniría con la pareja aportando alguna solución. Además de sus condiciones de vida, estaban en el filo de la navaja. Estaba claro que se querían. Nunca había visto a su hijo tan pendiente de una mujer, ni de mirar a alguien con tanta ternura. ¿ Y ella...? Más de lo mismo. Estaban a merced de él y con la tristeza de estar pendiente del padre. No podía ni imaginar la angustia que  Danka sentiría, e igualmente su padre por no tener noticias.

No. Decididamente sería él quién tomara las riendas de todo. Ellos no podían desde donde estaban escondidos. Miró su reloj y vió que era muy temprano, pero acababa de tomar una decisión: Tenían que irse del pais. A donde fuera, lo más cerca posible, pero en América, ni en el norte ni en el sur, podrían vivir. Los tentáculos de esa gente son largos y poderosos. Tenían que elegir un pais en el que además hubiera leyes de extradición para determinados delitos. Buscó en internet y vió que en Europa había esa ley. O la otra alternativa: ir directamente a la policía explicando lo ocurrido.

Debido a su origen, pensó en  España. Allí podrían vivir en algún lugar apartado de las clásicas rutas de turismo, o también en una gran ciudad en la que quizá pasarían más desapercibidos.

 Pero antes debía hablar  con su enlace para el pasaporte de ella y, cuando estuvieran lejos, pasaría la información a la policía y, sería de ellos el descubrir la trama. Quizá él tuviera que viajar a la republica Checa, hablar con el padre, explicarle someramente lo que ocurría y  ambos viajarían hasta el lugar en que ellos vivieran.

A largo plazo, cuando todo estuviera en manos de la ley, regresarían a Sacramento y allí empezarían de nuevo todos juntos. 

Tendrían que estudiarlo detenidamente para que no hubiera ningún resquicio por el que se colase algún error. Por ello es que debían estudiar los tres el plan que había trazado, y por eso es que tardaría más de la cuenta en regresar al rancho. "Negocios", diría. Dado que algunas veces viajaba y a nadie extrañaría que estuviera ausente por varios días.


Preparó la mochila con lo que creía necesitarían. Estaba nervioso y preocupado. No quería tener ningún fallo, ya que, al tratar con enemigos tan peligrosos a los que nada importaba la vida de las personas, se sentía responsable si algo fallase.

De nuevo volvió a consultar su reloj y buscó un número de teléfono. Respondió una voz bronca y áspera que conocía perfectamente. Sin identificarse, simplemente dijo:

— Adelante, a la Unión Europea. Ella lo es. Urgente

— Si, todo eso ya lo sé. Necesito fotos

— ¿ Valdrán con el móvil? ¿Te las apañarás?

— No es lo idóneo, pero valdrán. Déjalo en mis manos

— Te repito: es urgente.

— Te llamaré

Colgaron el teléfono. Todo dependía de la decisión de ellos, pero el primer paso estaba dado.

Alex estaba muy preocupado. Danka no terminaba de mejorar. La veía pálida y desganada, claro que en las condiciones en que vivían, en nada favorecía. Sabía que estaba preocupada por su padre, débil en salud. El tiempo corría en su contra y cada vez había más distancia entre el día que habló con él por última vez para anunciarle su marcha por unos días y, hasta ahora, en que nada se sabía de ella.

Las condiciones en las que vivían en nada favorecían para que se sintiera mejor. No todas las necesidades las tenían cubiertas. No sólo el miedo a que alguien anduviera por allí y les viera, sino la incomodidad para su higiene personal, su incomunicación con el exterior, y el miedo de ella cada vez que anochecía y los ruidos del bosque se acentuaban con la nocturnidad. 

A veces tenía pesadillas y hablaba en voz alta de sus temores, y le nombraba como si fuera a perderle. Alex no comentaba nada al despertarse, pero la veía demasiado inquieta. Y ahora, hoy, había amanecido mal. No quería ni pensar si se enfermara alguno de ellos, principalmente ella, que la veía más vulnerable.


Ni siquiera se le ocurrió pensar en que sus encuentros sexuales tuvieran consecuencias, no los de ahora, que tomaban precauciones, pero durante sus primeros días no los habían tenido.

— No, no es posible. Requiere su tiempo, pero... ¿Y si fuera eso lo que tiene? 

Sería una preocupación más añadida a las que ya tenían. Esperaba nervioso y con impaciencia a que llegara su padre. La pila del móvil se había terminado hacía días y allí no podían recargarla, por lo tanto estaban totalmente incomunicados con el exterior.

La situación era agobiante, estresante y angustiosa. Debían hacer algo, pero ¿qué? ¿Salir y exponerse a que les encontraran?

Paseaba por la pequeña habitación que les servía de salón para no inquietar más a Danka, que dormitaba tendida en la cama. De vez en cuando entraba y miraba su rostro pálido y desmejorado. Quería a esa persona que ahora yacía en la cama aquejada a no se sabía qué cosa. ¿ Cómo había sido posible? Sencillamente, la amaba con todas sus fuerzas. No importaba cómo se produjo, ni el cómo, ni el por qué. Sólo que la quería y tenía el deber de protegerla.


Encendió el infiernillo. Haría un caldo para que la entonase el cuerpo. Había pasado la noche inquieta, pero al menos no había tenido náuseas. Pero se revolvía inquieta en la cama. Fue hasta ella. Posó suavemente su mano sobre la frente y observó que no tenía fiebre. Al menos eso le tranquilizó un poco. Se movía en la cama muy agitada, dando vueltas y más vueltas.

De repente se incorporó bruscamente, llevándose las manos a la boca y agitándose. Conocía esos síntomas, preludio de náuseas. Eso le llenó de alarma de nuevo. No tenía nada en el estómago y, por tanto, eran más agudas. Se puso una toalla en la boca con una mano y con la otra se apretaba el estómago como si pudiera calmar el terrible malestar que sentía.

Alex no sabía qué hacer, pero estaba  seguro que debía verla un médico. Irían al pueblo más cercano. No podían vivir con esta incertidumbre sin saber lo que pudiera ocurrirla. Una idea bailaba en su cabeza, pero lo desechaba de inmediato. No podía ser verdad, pero si así fuera, lo aceptarían y resolverían el problema como mejor pudieran. Deseaba ardientemente que viniera su padre, o quizás el amigo. Pero suplicaba al cielo que les diese la oportunidad de poder salir de allí y que alguien les explicara lo que la estaba ocurriendo. Ella tampoco lo sabía. Pensó que, ella, menos que nadie, por la inexperiencia de su juventud, pero Alex, había escuchado alguna que otra conversación sobre el tema y creyó que lo pensado era lo que la ocurría. Decidido se vistió más formalmente, cogiendo las llaves del coche. Pero antes la explicaría lo que iban a hacer. No podían esperar más.

Iría hasta donde tenían el coche camuflado. Tendría que ir a pie. Se lo estaba explicando cuando, el ruido de un motor se escuchó en el exterior. Se abrazaron mutuamente esperando a que alguien llamara a la puerta, o la abriera violentamente. Respiraron aliviados al ver que era Alejandro quién llegaba.


sábado, 3 de julio de 2021

El día que nunca existió - Capítulo 19 - Señal de larma

 Llevaban  veinte días en la cabaña y no había novedad de ningún tipo, pero los nervios y la incertidumbre les estaban pasando factura. Hacía un día maravilloso. Apuntaban las primeras luces del día. Danka no se encontraba bien. Tenía el estómago bastante revuelto. A su lado Alex dormía tranquilo; no quería despertarle, así que suavemente se levantó y procurando no hacer ruido fue hasta donde estaba la ropa guardada y cogió una toalla. Necesitaba un baño, aunque el agua estuviese helada. Echaba de menos una ducha caliente, pero no la tenían, así que despacio y, sigilosamente, descorrió el cerrojo de la puerta de entrada y se dirigió hacia el lago. No le habían permitido que fuera hacia él, así que era su ocasión. Entraría y saldría rápidamente y cuando él se despertara, ella estaría preparando el desayuno en el infiernillo que Alejandro les había llevado, junto a una sartén, cubiertos y algunos cacharros.


¿ Permanecerían  allí mucho tiempo? No decían nada. Aprovechaban para hablar cuando ella estaba entretenida en algo o creían que no les escuchaba. No sabía si les buscaban o todo quedaría en suspenso ¿Hasta cuándo? Tenia derecho a saberlo, ya que en ella estaba el origen del conflicto. A veces se sentía enfadada con Alex, aunque sabía que todo lo hacía por su bien, para protegerla. Pero ya no era una niña y podría afrontar cualquier cosa, además  se sentía reforzada por él. Hablaría seriamente con el padre y el hijo. ¿ Habrían conseguido su pasaporte? ¿ Habrá intervenido la policía? ¿ Cómo estará su padre? ¿ Que pensará él, de su falta de noticias?  El tiempo transcurría y ni siquiera había podido contactar con él.

Sumida en sus pensamientos había llegado hasta la orilla del lago. Desconocía la profundidad del mismo, así que buscó una piedra y la lanzó al agua. Le bastaría remojarse los pies desde la misma orilla, y, si viera que es más profundo de lo que pensaba, se mojaría el cuerpo y suficiente. Lo necesitaba, aunque tiritase de frio. La haría reaccionar.

Efectivamente estaba muy fría. La primera impresión que tuvo no pudo evitar dar un grito bajito. Se quitó el pijama y en cuclillas se metió para tratar de lavarse el cuerpo, saliendo enseguida dando saltitos, Se secó rápidamente y se vistió. De repente, una horrible arcada llegó hasta su garganta haciendo que su boca se llenara de agua. Vomitó con un vómito seco que creyó salírsele el estómago por la boca. Tres  secas arcadas más y, luego el estómago pareció sentársele. Un sudor frio corría por su cara


— ¡Oh Dios! No me puedo poner enferma ahora. He sido una estúpida no he debido bañarme. Que Alex no se enteré. Me abroncará y tendrá razón. Pero lo necesitaba. Espero lo comprenda.

Alex extendió su brazo buscando el cuerpo de Danka, y al no encontrarlo, se despertó de golpe. Sentado en la cama rebuscaba impaciente, en cada rincón. La cabaña era muy pequeña, así que con una mirada ya estaba vista.

Tuvo un presentimiento y de un salto salió de la cama. El cerrojo de la puerta estaba descorrido y el corazón le dio un vuelco de angustia. Salió al exterior y la vió que venía hacia la cabaña. Sintió alivio, pero también furia. 

  Estaba nervioso, aunque procuraba contenerse para no preocuparla más. Pero entre el susto que se había llevado y el verla tan pálida, no pudo contenerse y fue en su dirección con cara de pocos amigos.

— Te dije expresamente que no te movieras de la cabaña, fuera por el motivo que fuera. Eres una desconsiderada. No tienes  ni idea del susto que me has dado.

Era su primera discusión, pero él estaba realmente enfadado y es que Alex también necesitaba expansionarse de alguna manera, por mucho que sus noches fueran tórridas con ella, pero necesitaba otra clase de desahogo que le liberase de tanta preocupación.


 Estaban incomunicados, ya que no podían cargar la batería del móvil que Alejandro les llevó. Esperaban ansiosos que su padre fuese, pero no podía ir a diario para no levantar la liebre. Tenía confianza con sus empleados, pero no debía fiarse , así que, nadie en el rancho sabía que sus salidas no era a los bancos, o a algún cliente, sino a ver cómo seguían  las cosas. 

 Alejandro también  estaba preocupado. Los días habían pasado y  casi  nada había ocurrido. Además se preocupaba por la situación de los chicos. No sabía qué hacer ¿Hablar abiertamente con su amigo policía? ¿ Encargar el pasaporte de ella? Pero aunque lo consiguiera, en su país no estaba segura. No lo estaba ni aquí ni allí.

 Por otro lado Margueritte se sentiría engañada y no pararía hasta vengarse. La conocía bien, y aunque ella reconociera que la niña era eso, casi una niña, no se daría por vencida.: había perdido dinero y eso era algo que no perdonaba.

Estaba bastante confundido; no sabía por dónde tirar, pero lo que estaba claro es que los chicos no podían estar mucho tiempo más en la cabaña. ¿ Pasarles a Méjico? También había pensado en ello, pero ese sería el primer lugar en el que buscarían. ¿ A Nueva York ? ¿ A Washington ? ¿ A Canadá ? Daba vueltas y más vueltas y no encontraba solución..

Tendría que hablar con ellos, a ver si entre los tres hallaban alguna salida. Quizá en protección de testigos pero sería el blanco perfecto y las voces se correrían rápidamente y serían fáciles de localizar por esa gente, aunque la policía creyera que estaban  a salvo.


 ¿ Y en el rancho? Tenían a los braceros y les esconderían en alguno de los refugios que tenían para resguardarse de las tormentas. ¿ Hacer otro nuevo que nadie conociera? Pero para eso tardarían bastante, y no tenían tiempo. Los días y las semanas se acortaban. Primero enviaría a algún muchacho a ver si podía recabar información, si se supiera algo de lo sucedido. Tendrían que andar con ojo. Y  según la información conseguida así obrarían.

 Urgía el pasaporte de Danka, así que descolgó el teléfono y habló con el contacto que llevaba el asunto. Se dejaría matar antes que traicionarle. No obstante hasta no tenerlo no estaría tranquilo.

 Iría a verles y les daría las noticias, y, entre los tres cambiarían impresiones. Teniendo el pasaporte podría viajar a cualquier pais europeo. No la buscarían en toda Europa, pero sí en Chequia; allí imposible ir de momento. Pero por ejemplo en España, Portugal o Italia, no les buscarían y allí podría reunirse con su padre. Vivir con nombres supuestos hasta que la policía hiciera su trabajo. Creo que eso sería lo más acertado. Hoy  mismo, esta noche, iré a verles y les expondré el plan.

— ¿De dónde demonios vienes? Te he dicho mil veces que no podemos salir de la cabaña. Pero tú te lo tomas a broma y es más fuerte de lo   que imaginas ¿Dónde has ido tan temprano? Apenas ha amanecido

— Lo siento. No podía dormir y no me encontraba bien. Necesitaba bañarme. Lo siento, lo siento

— ¿ Qué te pasa? Dímelo

— Debe haber sido la cena de ayer. Tengo el estómago revuelto. Perdóname

— Lo siento haber gritado. Me has dado un susto de muerte. Anda, pasa te haré un té.

viernes, 2 de julio de 2021

El día que nunca existió - Capítulo 18 - La sinceridad de Danka

 Bien entrada la mañana llegó Alejandro portando más ropa, mantas y alimentos. Les notó demasiado contentos con la situación por la que estaban pasando, y el padre, como perro viejo, se dio cuenta que la noche, quizá, había sido demasiado corta para ellos. Llamó aparte a su hijo y le hizo varias recomendaciones para que el tema no se les fuera de las manos. No tenían noticias de nada, ni a favor ni en contra, algo que les extrañó, pero no comentaron nada delante de Danka.

Estaban desayunando los tres. Ella cabizbaja y tímida. Los dos hombres charlaban. Ella debía hablar con Alejandro. Tenía que darse a conocer, porque Alex lo sabía todo, pero el padre , pensó ella, que debía saber cómo sucedió todo. Tenía derecho a saberlo, e incluso a dar su opinión fuera o no favorable. Se había implicado mucho para protegerles, y era justo que supiera de su boca cómo comenzó todo, incluso desde antes de viajar a América. Cómo la captaron y el por qué ella no vió lo fácil del trabajo ofrecido. No tenía mundo. Era muy joven. Ese fue su fallo.

— Aunque el agua estará fría, si lo deseas puedes bañarte. Nosotros vigilaremos entre tanto — la dijo Alex

— No. Estará como el hielo, tal y como ha sido la noche. Más tarde. Ahora deseo hablar con tu padre, a solas. Él y yo — respondió ella.

—¿ En verdad crees que la noche ha sido fría?

 — ¡Alex! Cállate de inmediato si no quieres avergonzarme


Ambos hombres se sorprendieron por la resolución tomada por la muchacha para hablar con el padre, y Alejandro aceptó la invitación. Él también deseaba hablar con ella, y profundizar más en la relación que estaban manteniendo, y a poder ser, averiguar si el amor declarado por ellos, era verdadero y duradero, o simplemente una novedad en sus vidas. Le pareció bien la iniciativa de ella. Pensó que era una chica juiciosa, noble y sensata. 
Esa forma de comportarse le vendría muy bien a su hijo, que hasta ahora había sido un cabeza loca. Pero ciertamente le notaba cambiado en esos pocos días transcurridos. ¿ Sería verdad que el amor sentido por la joven, sería para toda la vida? Ojalá y así sea, ya que se estaban jugando hasta la vida, si los malhechores dieran con ellos.

Se había dado un plazo prudencial, y si en ese tiempo  no había noticias, recurriría a su amigo policía, pero sería cuando otro amigo, le tuviera listo un pasaporte falso.

Paseaban en dirección al lago y allí , sentados en la hierba y recostados en el troco de un árbol, Danka abrió su corazón a Alejandro.

— Nací en el seno de una familia de clase media. Mi madre murió y mi padre hizo todos los esfuerzos posibles para que yo estudiase. Y lo hice. Mi ilusión era ir a la universidad, pero mi padre no estaba bien de salud y le aconsejé que se jubilara. Yo buscaría un empleo que me permitiera seguir con los estudios, al menos terminar el bachillerato.

—Buscaba en los anuncios del centro de mi ciudad porque,  en la zona turística, se solicitan camareras y eso entraría dentro de mis planes. Y así fue como me topé con Yuri, un testaferro de la red que nos llevó, a dos chicas y a mí hasta Sacramento.

—Nos tuvieron encerradas y, cuando lo creyeron conveniente, nos llevaron para  entrar en el salón. La fortuna estuvo de mi parte. Al final de la escalera estaba Alex, y me eligió entre todas las chicas que había. No sentimos nada especial en un primer momento. Fue cuando, ya en la habitación, él se acercó a mí, y...Puede imaginarse a qué. Estaba aterrorizada; nunca había estado con ningún hombre y además iba a estar con un desconocido y en un burdel. Me esperaba lo peor, pero él fue tierno y dulce, hasta que descubrió que...  De inmediato se separo. Lejos de armar un escándalo fue cariñoso y considerado conmigo. Maldecía a todos los infames que proceden de esa forma. Estuvimos esa noche y medio día del siguiente. Estuvo hablando con Margueritte, y al despedirnos que dijo que me volvería a ver.

Poco a poco iba narrando su peripecia  y el amor que inesperadamente había surgido como una magia entre ellos, aún hoy, inexplicablemente.


—  Le estaré agradecida siempre, aunque él dejara de quererme. Siempre le querré. Pero también entenderé que no lleguemos a buen puerto juntos. Está corriendo grandes riesgos por mi culpa y, si a él o a usted les pasara algo no podría vivir con ello. Todo lo que ansío, además de su amor, es volver a ver a mi padre. Se preguntará por qué no le llamo, ajeno a todo el drama que estamos viviendo.

— Danka eres muy joven y a penas has empezado a vivir. La vida no es fácil, pero también piensa que, a día de hoy, estáis juntos por algún motivo. Porque el desatino, o llámalo como quieras, designó que tenía que suceder así. Que debíais encontraros. Confío en ti plenamente, y siempre serás bien recibida en casa, que será la tuya también. Cuando esto se calme y solucionemos todo, sería mi deseo que tu padre también estuviera con nosotros. Tendría un compañero de charlas

Alejandro, rió y apretó ligeramente la mano de la muchacha. Era un buen hombre que había abierto su corazón y su casa a una desconocida.  También él estaba corriendo grandes riesgos y eso no lo olvidaría nunca.

Antes de regresar al rancho llamó a su hijo:

— Alex, confío en ti. Ella es una muchachita inocente. Ten  cuidado. Ella es inexperta, pero tú no. No agregues un problema más al que ya tenemos. En el bolsón de la ropa, hay una caja. Úsalo.

— Papá, no te preocupes

— Si. Si me preocupo. Estáis solos,  estáis enamorados . sois jóvenes y... mucho tiempo libre. Yo he tenido también mis veinte años. Por favor, ten cabeza.

Vieron con nostalgia como Alejandro se perdía en la distancia. Ni siquiera podían acompañarle hasta donde dejara el coche. No podían arriesgarse a que alguien les espiase. Estaban extrañados de que Margueritte no hubiera reclamado por cualquier conducto la ausencia de Alex. Claro que sabía que ya no vivía con el padre, pero aún así, era de extrañar que no hubiera ni una llamada para averiguar lo que pasaba. Por eso no podían bajar la guardia, y aunque recibieran alguna visita, ellos no podían dejar verse.

Sería un día y una noche interminables. Se decidió a abrir el bolsón que le trajera su padre. Extrajo de él un grueso jersey, otro pantalón, alguna camiseta y... un par de cajas de preservativos. Sonrió al verlos. Nunca imaginó que su padre estuviera tan al tanto de lo que podía ocurrir, de lo que había ocurrido su primera noche. Reconoció que tenía razón, lo que menos necesitaban ahora era que se quedara embarazada. Sin embargo lo deseaba, pero en otra situación más favorable.


Lo ocultó rápidamente antes de que Danka terminara de colocar su ropa y comenzase con la de él. Buscaba un lugar en donde guardarlo. Estaba segura de que la avergonzaría saber que había sido el padre quién estuviera  pensando en esos detalles. La daba vergüenza que pensase lo que hacían cuando se quedaban a solas, lo que ciertamente ocurría. ¡ Cómo no se iba a dar cuenta!, se dijo. Es un hombre, conoce nuestra verdad y a su hijo. Lo absurdo sería que no ocurriese nada, brindándose esa oportunidad tan especial que estaban viviendo.

Había estado casado y, por lo que sabía, muy enamorado de su mujer. Puede hacerse cargo perfectamente de lo que hay entre ellos. Pero a ella le avergonzaba que pensaran siquiera en que lo hacían al caer la noche.
Era algo íntimo entre ellos y sólo para ellos.

Danka entro en lo que habían acondicionado como dormitorio, que en la época en que la choza fue construida, posiblemente ese fuera el uso dado. Ella había extendido una sabana limpia que había traído Alejandro y, la manta a modo de colcha. Poco a poco iba tomando la forma de un hogar. A pesar de las circunstancias y de lo que aún les quedaba por vivir, sabía que lo recordaría siempre, estuviera donde estuviera y pasase lo que pasase.

Siempre sería esa cabaña desvencijada su primer hogar vivido junto a él. Y que él sería el amor de su vida por todo lo que en pocos días habían vivido juntos. Aunque él la olvidara, no se borraría de su cabeza las escenas pasadas en aquel suelo duro e inhóspito de su primera noche en la cabaña. Quedarían marcados por ello, y quién sabe, si algún día, sería una anécdota para contar a sus hijos.


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