Alex fue dado de alta definitivamente con tan solo unas pequeñas señales de lo ocurrido en su rostro, ninguna otra secuela le había quedado. No estaba nada contento con su regreso a casa. Ella ya no estaba y a él le sobraba todo lo que le rodeaba.
Tuvo una pelea con su padre porque quería regresar a la cabaña. No estaba de acuerdo con la decisión que su hijo iba a tomar al rememorar de nuevo las situaciones dolorosas vividas. Pero él decía que necesitaba volver y vivir de nuevo aquellos días con ella allí.
Se encontraría mejor. Ya no había peligro y, la presencia de Danka estaba por todos los rincones de aquella choza. Los momentos vividos los evocaría nuevamente. Y, se desesperaba por no tenerla a su lado. Los recuerdos son dolorosos pero, a veces, se necesitan. Los que él tenía de aquellos días, eran muy intensos. Necesitaba volverlos a vivir. Necesitaba a su hijo también, que a penas conocía. Oler su aroma a bebe recién bañado y contemplar a Danka mientras daba el pecho a su pequeño. El tiempo transcurría, pero no todo lo rápido que deseaba.
El juicio era complejo y había que atar muy bien todos los cabos para que nada fallase. Pero al menos podían hablar telefónicamente casi a diario.
No obstante, se mostraban nerviosos y Alex se alteraba por cualquier cosa. A Danka le parecía, cuando eso ocurría, que ya no la quería con la misma intensidad. Que la distancia les estaba castigando. Temía que nunca volvieran a verse, aunque, al menos él, viajara a Europa para ver a su hijo.
A solas en su dormitorio, se hacía mil preguntas. Tenía el miedo metido en el cuerpo y no terminaba de convencerse de que, el peligro había pasado. No temía por él, sino por Danka y su hijo. Eso le hacía desquiciarse, y a veces, discutir con ella que no tenía culpa de nada. La imaginaba sola y desorientada en la ciudad, acudiendo al trabajo y dejando al bebe con su abuelo y con la señora que había contratado para cuidarles.
Seguía haciéndose la misma pregunta noche tras noche: ¿Qué habrá sido de su familia? ¿Se acordará de él? ¿Se querrá casar? Estaba impaciente por comenzar los trámites para hacerlo con Danka, y para ir en su busca y de su bebe. Pero para eso, tenía que estar seguro de que el ruso y sus secuaces, estuvieran a buen recaudo y, eso no sucedería hasta que se celebrase el juicio. Por mucho que estuvieran en libertad provisional y con la pulsera telemática en su pierna. No se fiaba; esa clase de gente saben mil argucias para esquivar a la policía.
Los días pasaban lentos, impaciente por poder realizar el viaje de sus sueños. Conocía por la policía que ella había encontrado un trabajo y, que un guardaespaldas, camuflado, la protegía por si acaso alguno de los rusos la buscaba para cobrar su deuda. El fiscal del caso metía prisa para que el juicio se celebrara. No tenia objeto demorarlo más, puesto que tenían todas las pruebas y, en cualquier momento podría escaparse a su pais o a otro que se le antojara, ya que estaba libre bajo fianza, gracias a su abogado.
El juicio se celebraría rápidamente. Danka declararía por teleconferencia desde Praga. Yuri, estaba reclamado en su país y, si se demostraba que era culpable, lo encarcelarían allí.
Se demostró su implicación no sólo por la declaración de Danka, sino de las otras dos chicas que la acompañaron en su viaje, y que estaban a punto de ser repatriadas a su país.
"Culpable". Fue la palabra mágica que pronunció el juez y desde aquél instante, sería entregado a la justicia de su pais. Ya podían respirar aliviados.
Después, al llegar ese momento, sólo faltaba que Alex tomara el avión que le condujera a la república checa, encontrarse con Danka y unirse en matrimonio. Siempre y cuando ella le aceptase. No habían tenido ningún contacto y por ese motivo, vivía intranquilo por si ella le hubiese olvidado. Pero nada era tan fácil como él lo imaginaba. Tenía que ir paso a paso.
Danka, llamó al rancho desde una cabina telefónica en la calle, así no había forma de rastrear la llamada en caso de que la siguieran sus verdugos. La voz de Alex, sonó en sus oídos como trompetas de gloria. Se quedó callada, ya que no esperaba escuchar su voz, sino la de Carmela o del propio Alejandro.
Al otro lado del aparato, una voz impaciente preguntaba una y otra vez quién llamaba. Ya estaba a punto de cortar la comunicación, cuando se decidió a hablar:
— Alex. Soy yo
— ¿Danka? ¿Dónde estás? ¿Estás bien?
— Si, mi amor. Estoy bien, pero muy lejos. No puedo hablar mucho. No quiero que escuchen esta llamada
—¿Estás en peligro? ¿ Y el niño ?
— ¡No! Estamos bien, pero no quiero dar facilidades. ¿Cómo estás?¿Te has recuperado?
— Pronto voy a ir a por tí
— A por nosotros...— Y ambos rompieron a reír felices.
Después siguió un torrente de palabras entre lágrimas por parte de ella y de ternura de él.
—Estoy tramitando todo para poder casarnos y reunirnos de una vez. ¿Has hablado con tu padre de la idea de que viva con nosotros?
Danka a penas podía hablar por la emoción al escucharle. Todo seguía igual, aunque hubiera por medio miles de kilómetros de distancia. Y sonreía entre lágrimas y alegría. Parecía mentira que todo siguiera con la fuerza del principio con la cantidad de obstáculos que habían tenido que salvar.
—No pienses más en los malos ratos vividos. Nuestro encuentro estaba preparado por algo extraño que debía unirnos. Y bendigo aquél momento, aunque he de confesarte que estuve tentado de salir corriendo. Nunca me había visto en una situación semejante, pero que me ha servido para seguir evocándote y amarte cada día más. Gracias a todo eso, hemos sido padres y pronto estaremos unidos para siempre. Céntrate en eso solamente. Cuando estemos juntos, no recordaremos aquellos días, aunque desde el fondo de mi corazón, los bendigo, porque me permitieron conocerte y amarte tan profundamente como te amo.
¡Oh Danka! Estoy impaciente por teneros frente a mí. Piensa que ese día no existió, sólo el momento de nuestro encuentro por primera vez. Que su recuerdo no te perturbe, y al contrario, tenemos motivos para alegrarnos de que así ocurriera. No quiero ni pensar si no hubiera sido yo quien te viera primero.
— ¡ Alex, te quiero! He de colgar. Da un abrazo a tu padre. Nunca le olvido en mis plegarias. Adiós
— No te vayas, no te vayas todavía...
Pero, Danka, temerosa, aún guardaba en su cabeza la huida de aquellos tiempos, y de que Yuri apareciese de un momento a otro para castigarla por su fuga, a pesar de saber que seguía en Estados Unidos, pero también podría tener una mano tan larga que llegase hasta ella, a pesar de la protección. Lo que sí tenía, era la compañía del policía que, desde la distancia seguía sus pasos para protegerla.
Quería quedarse a solas cuando regresase a su casa. Se encerraría en su habitación con cualquier pretexto para no alarmar a su padre y, evocaría todas las palabras que se habían dirigido por teléfono.
A partir de ahora, el tiempo pasaría más lento aún. Deseaba que él viniera a por ella y su hijito, que se parecía a su padre. Una vez que conocía todos los trámites a realizar, los días, o quizá los meses, pasarían lentos y desquiciantes para ella. No entendía la clase de amor que ambos amantes experimentaban con el poco tiempo compartido juntos, y en la forma en que se conocieron. Era algo difícil de entender teniendo en cuenta sus circunstancias.
No quería desechar de su cabeza, aquella primera vez en que le vió al final de la escalera en el burdel, la impresión que le causó, sin sospechar siquiera que estaba destinada a ser suya no tardando mucho.
— Tiene razón Alex. Ese día nunca existió, sólo ese momento. He de centrarme en ello, porque todo lo que vino después fue hermoso, pese a lo complicado de la situación a la que nos enfrentábamos día a día. Quería morirme cuando me vi tendida en aquella cama, desnuda, tapándome el rostro con las manos, teniéndole frente a mí, que se desvestía lentamente, dispuesto a cumplir con algo por lo que estaba allí y había pagado. Eso he de borrarlo de mi memoria, pero conservar todo lo que vino después. Nunca había conocido a una persona tan generosa, amable y comprensiva como él. Por eso le amo y le amaré eternamente. Agradeceré haberle encontrado en mi camino. Siempre. Siempre seré suya y él mío, por muchas cosas que tengamos que enfrentar en la vida, que nos toque vivir, pero siempre junto a él. ¡Oh Alex. Te amo tanto!
Aún tendrían que esperar varios meses para realizar y ultimar toda la documentación que les protegiera y permitiera vivir con normalidad y, tranquilos en América. Hasta consiguieron olvidar, borrar de sus vidas el motivo de su encuentro y el encierro vivido en aquella cabaña. Pese a todo, había sido positivo para sus vidas.
De algunos trámites fue eximida debido a sus especiales circunstancias de entrada en el país.
La víspera de la llegada de Danka y su hijo, Alex no pudo dormir. Los nervios, la impaciencia y, los preparativos de su boda, le tenían alterado, pero feliz.
Se casarían poco después de su llegada. Lo celebrarían en el rancho, a la par que el bautizo de su hijo.
Quizá con demasiada antelación a su retorno, padre e hijo, paseaban nerviosos por el aeropuerto de Sacramento. Aún faltaba un par de horas hasta que pudiera abrazarlos, pero estando allí, le parecía que estaban más cerca. Y en realidad, así era, solo que a cientos de kilómetros hacia arriba.
Llevaba un ramo de rosas rojas para Danka y un peluche para el niño que, poco a poco había crecido. Aún no tenía nombre, ya que, por expreso deseo de la madre, lo buscarían entre los dos.
Sentada en su asiento del avión, con el niño dormido en su regazo, Danka pensaba igual que Alex. La impaciencia la dominaba, aunque faltaran horas para reunirse.
Y por fin, el tan ansiado momento había llegado. No podía ni respirar, mientras el avión se deslizaba por la pista del aeropuerto, aminorando su velocidad.
En la terraza, Alex observaba la maniobra, al tiempo que desde los altavoces, anunciaban la toma de tierra del avión procedente de Praga
.
Un nudo en su garganta, subió hasta sus ojos y, tragando saliva, sonrió levemente, nervioso porque todos los trámites aduaneros le permitiera abrazar a su familia pronto, aunque legalmente aún no lo fueran, pero sí para ellos dos.
Alejandro les observaba algo retirado de ellos. Era su momento y, él abarcaba con su abrazo el cuerpo de Danka y el menudo de su pequeño que protestaba, quizás asustado por esa expresión que desconocía, y que era de cariño y, de su padre.
Era una muñeco rubio como su madre, con los inmensos ojos azules también de ella. Al fin, los tenía allí frente a él. No era un sueño, sino la más hermosa realidad.
Danka se dirigió hacia Alejandro que les miraba emocionado. Nunca hubiera imaginado a su hijo tan enamorado de una mujer con una historia tan rocambolesca a sus espaldas.
El padre de Danka, les observaba también sonriendo. Pasados unos instantes, fue ella la que hubo de presentar a todos y dar nombre a aquellos rostros, hasta entonces desconocidos, pero que tanta influencia tenían en la vida de todos.
Recibió su ramo de rosas con intensa emoción. Era el único regalo que la había hecho. Alex se disculpaba por ello, pero Danka le rectificó:
—Te equivocas, el más grande regalo que me has hecho lo tienes en brazos ahora mismo. Él hizo que todo fuera más soportable. Me volvía a la realidad cada vez que desfallecía y, me hacía seguir adelante, sin renunciar a nadie ni a nada.
Aunque sus padres estaban presentes, se saltaron el protocolo, y Alex atrajo hacia sí a Danka y a su hijo, bajo las protestas de éste. Todos reían y, felices, partieron en dirección al rancho.
Sería Alex quién condujera el coche, y mientras, los padres, charlaban y comenzaban a conocerse. El padre de Danka, lo hacía mitad en ingles, otras partes en checo y francés. Pero los sentimientos afloraron entre ellos y no tuvieron problemas de comunicación.
¿ Qué fue de los prisioneros durante todo ese tiempo?
Yuri en libertad provisional bajo fianza y controlada. Había tenido un excelente abogado, aún así no consiguió que saliera libre de cargos.
Permanecieron en prisión hasta después del juicio en que, Yuri sería extraditado a sus autoridades, y Margueritte, aún cumpliría un tiempo en la cárcel.
Eso la tenía alterada. No deseaba volver a ver a Yuri. Le tenía un miedo horroroso, sin pensar que ya no podría hacerla daño nunca más. Pero las palabras de Alex, no la calmaban, porque machaconamente volvía su imagen, a su memoria una y otra vez.
Muy nerviosa, había declarado como testigo desde Praga. Poco tenía que contar, más que su encuentro con él. Para Margueritte tuvo palabras a su favor, ya que en realidad, nada podía decir en su contra, aunque su estancia en aquella casa, no fuera lo más ortodoxa que se esperaba.
A veces, parecía que la faltaba el aire, sobre todo cuando la mirada del ruso, se fijaba en ella durante el interrogatorio. Pero quién la hace, lo paga y, eso le pasó a Yuri, dado que no era la primera vez que lo hacía y estaba reclamado por la justicia de su pais.
Margueritte cumpliría sus años de sentencia en una prisión, por tráfico de mujeres, aunque éstas estaban registradas y se consideraban "trabajadoras sociales".
Con un sonoro martillazo en la madera , el juez dio por concluido el caso. Había sido un juicio rápido debido a las pruebas recopiladas, y con el atenuante de las facilidades dadas por los testigos desde el principio.
Y se casaron. Emocionados se miraban fijamente tomados de la mano, y de esta forma dijeron sus votos. Todos los invitados guardaban un silencio absoluto, pero sólo unos pocos, exceptuando los empleados del rancho, conocían la verdadera historia de esas dos personas que en ese día se convertían en marido y mujer.
Al día siguiente celebrarían otro acontecimiento: el bautizo de su hijo, de Armand, en homenaje a esa abuela que no conocía.
Y aquí termina esta rocambolesca novela, de unos seres que se amaron por encima de todo pese a las circunstancias en las que se conocieron. Aún pasaría mucho tiempo, para que, ambos olvidaran aquél día que, felizmente existió.
Y fueron felices a pesar de discusiones que siempre hay en los matrimonios, pero su amor era tan fuerte que derribó hasta las murallas de Jericó.
F I N
Autoría: 1996rosafermu
Editado: Mayo 2021
Ilustraciones: Internet
Nota: Todas las situaciones planteadas, así como sus lugares y, personajes, son ficticias
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