Habían pasado varios meses desde la partida de Dick y dado que los tiempos corrían difíciles, Walter no puso a otra persona en su puesto, sino que Anna se hizo cargo definitivamente de todos los casos que requerían ser juzgados, aunque tampoco eran muchos. Su presencia en el juzgado se hizo más frecuente y trabó amistad con la secretaria del fiscal: Terry, saliendo algunos fines de semana Lisa, Ann y Terry a cenar y a alguna discoteca.
Con el fiscal coincidia pocas veces, pero su relación se hizo menos tensa. Él en el fondo admiraba a aquella muchacha por la valentía que había tenido en enfrentarse a él en un juicio totalmente falta de experiencia, pero que brillantemente ganó y consiguió un bienestar para su defendido. Desde ese juicio el criterio de Robert hacia ella había cambiado. Ahora la veía como a una verdadera profesional. No en todos los juicios había salido airosa, pero eran más los que ganaba que los que perdía.
El amor por Dick definitivamente se había extinguido y tan sólo le quedaba el recuerdo desagradable de su primera vez. Aquel domingo pre otoñal decidió ir a dar una vuelta a Central Park. Lisa había quedado con un amigo para pasar el día de camping aprovechando los últimos calores del verano. Terry estaba preparando su cercana boda y ella y su prometido estaban arreglando su futuro hogar, por lo que Ann decidió no quedarse en casa. Se levantó temprano, se arregló y se dijo: " compraré unos bollos y un chocolate y desayunaré en el parque ". Dicho y hecho
Había un rincón en el parque que le agradaba especialmente, y con su desayuno en la mano, hacia él se dirigió. Llevaba en su bolso un libro que hacía tiempo había empezado. En uno de los bancos tomó posición y en primer lugar mirando al horizonte se dispuso a degustar uno de aquellos exquisitos bollos recién hechos.
Era su rincón favorito y además al ser tan temprano a penas había gente. Bebió un sorbo de chocolate y terminó su bollo, sacando del bolso el libro: " Amores extraños", era su título. Al leerlo de nuevo sonrió ligeramente, y recordó que lo estaba leyendo cuando su affair con Dick Fué entonces cuando interrumpió su lectura.
De nuevo abrió por donde había dejado la señal y repasó hacia atrás la última página leída. De vez en cuando paraba la lectura y daba sorbos al chocolate y mordisqueaba el bollo, pero no terminaba de centrar su atención en el libro, por lo que lo dejó a un lado y contempló el paisaje tan bello, tan solitario y silencioso. Al cabo de un par de horas, aquello se llenaría de padres con sus niños llenando el paisaje de gritos y risas infantiles.
Una figura masculina se paró a su lado y la hizo girar la cabeza en su dirección. Sonriendo tras unas gafas de sol estaba el fiscal, en otro tiempo tan temido y ahora más simpático.
-- ¡ Hola, buenos días ! No sabía que a ti también te gusta este rincón.- Saludó Robert
--¡ Vaya coincidencia ! Si me encanta este lugar, como está ahora: solitario
La había tuteado. Era la primera vez a pesar de que se habían saludado varias veces al coincidir en el juzgado, pero claro, ahora era distinto. Ni el fiscal ni ella, la abogada, ; eran dos amigos charlando tranquilamente. No, ni siquiera eran amigos, simplemente conocidos. Hacía tiempo que le había perdido el miedo y estaba relajada. Él oculto tras sus gafas observaba el rostro de aquella chica que en ocasiones le había parecido insulsa y que ahora vista de cerca le parecía atractiva, incluso bonita. No, bonita no, muy bonita. Algunos rayos del sol rebotaban sobre sus cabellos que desprendían un brillo especial.
Él permanecía en silencio mirándola, y ella un poco violenta entabló una conversación sobre la última película que había visto en la televisión. A lo que él siguió la charla, que posteriormente derivaría a otros asuntos intrascendentes, pero hizo que su conversación fuera amable y entretenida. Así transcurrieron un par de horas y cuando el parque comenzó a llenarse de público, Ann se levantó con la intención de regresar a su casa. Robert hizo lo mismo pero la detuvo por el brazo y la dijo
--Oye, es muy pronto todavía, y es domingo. Te invito a comer para celebrar que por fin podemos mantener una conversación fuera del trabajo, sobre algo que no son ni robos, ni desfalcos ni nada que se le parezca.
Ambos rieron a un tiempo y entonces Ann fijó su mirada en el rostro de Robert y pensó "este chico no está nada mal, y tiene unos ojos preciosos". Tardó unos instantes en responder y pensando que no estaba nada mal el plan , aceptó la invitación. El la llevó a un restaurante cercano al parque, elegante, refinado como era él mismo. Muy correcto y educado ¿ cómo no se había dado cuenta antes? quizá porque no habían hecho otra cosa más que pelear. Era todo un caballero de los que te abren la puerta del coche y te corren la silla al sentarte, en definitiva un encanto de hombre, aquí y ahora. Porque en los juzgados...
Sin poder evitarlo echó la vista atrás y recordó la primera invitación de Dick. ¡ Qué distintos eran los dos! Claro que el poder adquisitivo de Robert era diferente al de Dick. Pidió un aperitivo mientras preparaban lo que iban a comer. Era un hombre seguro de si mismo, sabedor de lo que había que hacer en cualquier momento.
La comida transcurrió amena;. Rieron por la forma en que se vieron la primera vez, cuando se conocieron. Se contaron anécdotas de sus respectivos trabajos y por fín Robert la pidió que le contara algo de su vida de cuando era pequeña, adolescente y del porqué se instaló en Nueva York. No le preguntó si tenía pareja, era obvio que no, pues de lo contrario no estarían juntos comiendo tranquilamente.
Y así lentamente llegó la tarde. Se sentaron en una cafetería a descansar del largo paseo que habían dado después de comer y tomaron un café. No habían parado de hablar ni un minuto y se les notaba que ambos estaban a gusto. Llegó la noche y la hora de regresar a casa. En la despedida, él la tendió la mano cortesmente y se despidió quedando en que se verían en otra ocasión
--Lo he pasado estupendamente, Ann. Eres muy divertida y amena en tu conversación. Tenemos que repetirlo ¿de acuerdo?
--De acuerdo,- sonrió ella.-. Yo también lo he pasado muy bien. Buenas noches Robert.
Pasaron muchos dias y no se habían vuelto a ver y Robert tampoco le había llamado, con lo cuál Ann pensó que fue solamente una cita casual, pero en el fondo lamentó que no hubiera ocurrido otro encuentro. Le gustaba tanto física como intelectualmente.
Se acercaba su cumpleaños y preparaba un cena para sus amigas y las parejas de ellas. El día de su onomástica la primera felicitación que recibió fue una llamada desde San Francisco de sus padres. Su madre, y ella misma, se saludaron muy emocionadas , su padre, más controlado, Les prometió ir a verles en cuanto tuviera unos días libres, o si no, sería para Acción de Gracias. A media mañana llamaron a la puerta. Era un repartidor de una floristería que portaba un maravilloso ramo de rosas con una tarjeta: "Felicidades. Robert"
Se había acordado de su cumpleaños. Nerviosa buscó en su móvil el número de teléfono de Robert, pero su voz no la llegó. En cambio un contestador repetía que dejara su recado , que cuando volviera se pondría en contacto.
--Robert soy Ann, acabo de recibir tus maravillosas rosas. Muchísimas gracias, me han hecho mucha ilusión. Esta noche voy a organizar una cena informal para mis amigas y sus parejas ¿ por qué no vienes? De esta manera no estaré desparejada. Anda ven, te espero. Hasta luego. Y cerró su móvil pensando en que quizás esté de viaje o con su novia.
Al pensar que Robert pudiera tener novia, algo en su interior se movió:
--¡Oh no, ni hablar. Otra vez no, nunca más.
A las ocho llamaron a la puerta y apareció Terry con su ya esposo y Thomas el novio de Lisa. Tomaban un aperitivo y los jóvenes se reian y estaban todos muy a gusto pues se conocían desde hace tiempo. Desenvolvieron los paquetes que sus amigas le regalban. Terry y su esposo, un chal muy bonito para que abrigara su garganta en el invierno que estaba llegando. Lisa y su novio su perfume preferido, y les mostró las rosas que le había enviado Robert. Y fue justo en ese momento cuando de nuevo sonó el timbre de la puerta
--Buenas noches, siento llegar un poco tarde, pero estaba fuera de Nueva York y acabo de llegar.- dijo Robert como saludo, al tiempo que depositó un beso sobre la frente de la joven y la entregó un paquete de unos exquisitos bombones.
--Has venido y eso es lo que importa. Creí que no escucharías mi mensaje y dudaba de que vinieras, pero me has dado una de las grandes alegrías del día. Pasa .Al gunos de mis amigos ya les conoces. Te presentaré al resto.
La cena fue alegre y divertida, rieron los chistes del novio de Lisa y hasta Robert, bajo esa capa de seriedad, contó alguno un poco subido de tono, cosa que aplaudieron todos los asistentes, pues ni la misma Terry conocía esa faceta de su jefe a pesar de que llevaba trabajando con él durante varios años.
De vez en cuando Robert lanzaba intensas miradas a Ann y la joven bajaba la vista algo azorada, pues presentía que su intención de no volver a enamorarse no iba a verse cumplida y algo le decía, que a Robert no le era indiferente.
Las llamadas telefónicas, los encuentros en el juzgado y los encuentros a la hora de la comida, se hicieron frecuentes. Se encontraban a gusto los dos juntos: Ann ahora pensaba que si era guapa y tenía mucha seguridad en si misma. Se había tornado más abierta de carácter y ya la timidez no la torturaba. Robert había sacado su mejor sonrisa con la gente, bromeaba con sus compañeros, cosa que les asombraba y en los juicios era "más humano". El carácter le había cambiado y de eso se habían dado cuenta todos aquellos que le rodeaban. Terry le miraba a hurtadillas y sonreia pues era poseedora del secreto del cambio, pero nunca le dijo nada.
Desde su despacho llamó a Ann
--Por favor Lisa, ¿está Ann? soy Bob
--Si Bob, está con Walter ahora la aviso.
--No, no . No les interrumpas, dile que iré a buscarla a la salida, o sea dentro de una hora aproximadamente.
--De acuerdo, se lo diré.
Hacía frio. Noviembre ya se notaba y la humedad se calaba hasta los huesos. Cuando Ann terminó su trabajo y salió ya estaba Robert esperándola
--¿ Y esta sorpresa?
-- Pues ya ves, me apetecía cenar con una chica bonita y divertida, y me dije ¡ Ann ! y aquí estoy
Ella se rió agradeciéndole el piropo. El la tomó del brazo y se encaminaron hacia el coche l que estaba aparcado unos metros más adelante. Divertidos se metieron en el automóvil y se encaminaron hacia el restaurante, después tenían pensado acudir a una discoteca a bailar un rato, en definitiva a divertirse.
Cenaron y en la discoteca no bailaron sino que se quedaron charlando amigablemente uno sentado al lado de la otra. Escuchaban la música suave de fondo, romántica. Robet la tomó de la mano y la acariciaba con los dedos ligeramente. No dejaba de mirarla a los ojos, lo mismo que ella y al fin sus labios pronunciaron las palabras mágicas que ella quería escuchar:
--Estoy loco por ti. No sé lo que has hecho, no sé lo que me ha pasado, sólo sé que ya me sería muy difícil vivir sin verte. Te quiero Ann y deseo que tengamos una relación seria con un futuro. si tu me aceptas
--Robert, n o sé qué decirte. Me gustas, me agrada tu compañía, estoy a gusto contigo, pero creo que debemos ir más despcio. Hace nada, poco menos que nos odiábamos, y ésto es muy serio. Quiero que sepas que no es nada personal es que ya quedé escarmentada de una relación fracasada y prefiero ir despacio.
--Lo entiendo, esperaré lo que sea necesario.
Después de ésto salieron a bailar una melodía lenta y Robet la aproximó hacia él y la susurraba dulces palabras al oído. Ella estaba emocionada, pues sabía de sobra que también le quería, pero le daba miedo que la historia con Dick se repitiera. Se dejaba querer, permitía que él besara suavemente su mejilla. Una vez que ella giró su cabeza hacia la de él, Robert la besó en los labios suavemente y ella creyó alcanzar el cielo con las manos, pero a su memoria vino la escena con Dick y sin darse cuenta pronunció unas palabras que cayeron como una bomba en el cerebro de Robert:
--No voy a acostarme contigo, Bob.
Él se paró en seco la apartó ligeramente y mirándola muy serio la dijo
--¿ Qué dices? ¿crees acaso que estoy contigo para seducirte? Si no quieres tener relaciones conmigo ¿ por qué permites que te acaricie, que te bese? No te entiendo, dices estar a gusto conmigo, que me quieres y sin embargo me sueltas ésto.. ¿ Por qué ? ¿ Juegas con mis sentimientos, o es que acostumbras a jugar con los hombres?
-- Yo no juego ni contigo ni con nadie. No tienes derecho a decirme esto, creo que mejor es dejar la velada en este momento. No me gusta que me tomen por algo que no soy
--¿ Y que crees que pienso?
--Me lo acabas de decir y no soy de esas .Entre otras cosas porque yo he sido víctima de algo semejante. Pero a los hombres solamente os importa una cosa
--No se te ocurra pronunciarlo. Tu sabes de sobra que te amo y no es el seducirte lo que me hace estar contigo. Pero si , creo que es mejor que te lleve a casa y dejemos esta conversación. Francamente no me lo esperaba.
En silencio llegaron a casa de Ann. Él, como siempre hacía, se bajo y ayudó a Ann a salir del coche, pero ella simplemente le dijó "buenas noches" y a paso ligero se dirigió al portal. Robert se la quedó mirado sin entender lo que habia ocurrido ¿ por qué una proposición tan inocente pudo haber causado tamaño disgusto? Seguramente a ella le había ocurrido algo muy desagradable que le había marcado, pero ¿qué? algo había insinuado pero sin aclarar nada.
Cuando Robert llegó a su casa la llamó por teléfono con el fin de disculparse no sabía muy bien de qué, pero estaba dispuesto a hacer lo que fuera antes que perderla. Ann no contestó a la llamada. Apagó su móvil y desconectó el fijo. Le extrañó que Lisa aún no hubiera llegado a casa. Cuando ella salió de la oficina, se quedaba recogiendo su bolso para regresar a casa
-- ¡ Qué raro ! Es muy tarde. ¿Le habrá ocurrido algo ?. Será mejor que la llame
Marcó el número en su móvil, pero saltó el buzón de voz. Empezaba a impacientarse. Pasaba el tiempo y Lisa no había regresado. Estaba nerviosa y preocupada; algo en su interior le decía que había ocurrido algo extraño. No era propio de Lisa. Entonces se dio cuenta que tenía desconectado el teléfono. Revisó su bozón de llamadas en el móvil. En ambos tenía mensajes de Lisa
--Ann, ha ocurrido algo terrible: a Walter le ha dado un infarto y está muy grave en el hospital.
Cogió su bolso y salió rápidamente en dirección a donde le habían ingresado. Cuando llegó Lisa salió a su encuentro.
--¿Qué ha ocurrido?
--Cuando ya nos íbamos Walter sintió un dolor enorme en el brazo y en el pecho. Llamé rápidamente a una ambulancia y le trajeron aquí. Los médicos dicen que se ha salvado por la rapidez en actuar, pero está muy grave, en la UVI.
Ann se dejó caer en una silla y se llevó las manos a la cabeza como si no entendiera lo que acababa de escuchar.
Ambas pasaron la noche en el hospital a pesar de que no podían visitarle, pero de esta forma se quedaron más tranquilas. Pudieron verle cinco minutos cada una, y los médicos les informaron que le habían estabilizado, pero que seguía la gravedad.
Robert había estado llamando toda la noche si obtener respuesta.Dejaba avisos en el contestador, pero el móvil seguía desconectado. Dió por sentado que no quería saber nada de él y entonces desistió de volver a llamar.
A los diez días Walter salió del hospital, pero en las largas horas en que estaba a solas pensó que ya era hora de retirarse. Había trabajado durante toda la vida y estaba cansado. De repente se sintió viejo y tomó la decisión de cerrar el bufete a pesar de que era toda su vida. Cuando las chicas llegaron a visitarle se lo comunicó a ambas con lágrimas en los ojos. En adelante viviría en Florida. El clima era más suave y se dedicaría a pescar y a pasear con los amigos. Allí vivía una hermana y conocía a gente. Cuando quedó viudo estuvo a punto de hacerlo, pero al final desistió. Esta vez era distinto, ahora sí lo haría.
Sentadas delante de una taza de café analizaron la nueva situación planteada y trazaron un plan a seguir. Había que liquidar el despacho y los casos pendientes, después cerrarían y buscarían otro trabajo.
Ann acudió al juzgado durante algunos días liquidando los casos pendientes, para el cierre del despacho. En dos ocasiones se cruzó con Robert, pero ninguno de los dos se dirigieron la palabra, Lisa acompañó a Ann al aeropuerto de regreso a San Francisco. Viviría de nuevo con sus padres y se buscaría un trabajo. Lisa se quedaría en el misma vivienda y ya estaba en tratos con un nuevo bufete.
Mientras esperaba la hora de entrar en el túnel, Lisa preguntó a Ann el porqué se iba. Podrían vivir como hasta ahora y ella seguramente encontraría un despacho en el que posiblemente ganaría más dinero que en el de Walter.
--Lisa, tengo que irme. No soporto verle y ni siquiera saludarnos. Es mejor poner tierra por medio
--¿ Pero qué ocurrió? Íbais de marvilla y de repente ésto. No lo entiendo
--Me volvió a ocurrir de nuevo. ¿ Qué es lo que hago yo para que los hombres siempre busquen acostarse conmigo? ¿qué?
--No puedo creer que ese fuera el motivo. Está loco por tí, no hay más que observar cuando estáis juntos en la forma que te mira.
--Mira Lisa, si me quiere de verdad, vendrá a buscarme. Si no lo hace es que su interés era solamene sexual, no merecía la pena. Dejémoslo. Mira ya avisan.- Se abrazaron largamente
--Llámame cuando llegues. No te olvides de que aquí tienes una amiga que te quiere mucho. Y vuelve. Cuando se te pase el sofocón, vuelve por favor.
Desde su ventanilla, Ann, vió cómo se acercaban a San Francisco. El paisaje familiar se abrió ante ella y tuvo la sensación de que había faltado de su ciudad toda una eternidad. Se le humedecieron los ojos, pensando en lo que había dejado atrás.
En un largo abrazo se fundieron sus padres y ella. Había pasado mucho tiempo, pero les encontró muy bien de aspecto. Y loca de contenta por estar con ellos se encaminaron hacia su hogar, el de toda la vida en el que ella había crecido.
Miles de preguntas tuvo que responder : que si tienes novio, que si has tenido un buen trabajo, que si has trabajado en lo que deseabas,..
Estuvieron charlando hasta pasadas las doce de la noche. Hablaron de muchas cosas. Ann calló sus experiencias amorosas. Ni siquiera las mencionó, aunque su madre escudriñaba su rostro como queriendo adivinar lo que había de verdad en todo lo que estaba relatando. De pronto le preguntó:
--¿No has salido con algún chico?
--Si con un par de ellos, pero nada serio, simplemente amigos- es la respuesta que obtuvo.
Estaba cansada, pero en casa se sentía a salvo. Era como si volviera a la niñez en que mamá la protegía de todo y esa misma sensación es la que sentía cuando estaba junto a Robert, pero eso ya no ocurriría.
--Robert, Robert, sollozó .
Y sollozando suavemente para que su madre no la oyera, se quedó dormida.
Con el fiscal coincidia pocas veces, pero su relación se hizo menos tensa. Él en el fondo admiraba a aquella muchacha por la valentía que había tenido en enfrentarse a él en un juicio totalmente falta de experiencia, pero que brillantemente ganó y consiguió un bienestar para su defendido. Desde ese juicio el criterio de Robert hacia ella había cambiado. Ahora la veía como a una verdadera profesional. No en todos los juicios había salido airosa, pero eran más los que ganaba que los que perdía.
El amor por Dick definitivamente se había extinguido y tan sólo le quedaba el recuerdo desagradable de su primera vez. Aquel domingo pre otoñal decidió ir a dar una vuelta a Central Park. Lisa había quedado con un amigo para pasar el día de camping aprovechando los últimos calores del verano. Terry estaba preparando su cercana boda y ella y su prometido estaban arreglando su futuro hogar, por lo que Ann decidió no quedarse en casa. Se levantó temprano, se arregló y se dijo: " compraré unos bollos y un chocolate y desayunaré en el parque ". Dicho y hecho
Había un rincón en el parque que le agradaba especialmente, y con su desayuno en la mano, hacia él se dirigió. Llevaba en su bolso un libro que hacía tiempo había empezado. En uno de los bancos tomó posición y en primer lugar mirando al horizonte se dispuso a degustar uno de aquellos exquisitos bollos recién hechos.
Era su rincón favorito y además al ser tan temprano a penas había gente. Bebió un sorbo de chocolate y terminó su bollo, sacando del bolso el libro: " Amores extraños", era su título. Al leerlo de nuevo sonrió ligeramente, y recordó que lo estaba leyendo cuando su affair con Dick Fué entonces cuando interrumpió su lectura.
De nuevo abrió por donde había dejado la señal y repasó hacia atrás la última página leída. De vez en cuando paraba la lectura y daba sorbos al chocolate y mordisqueaba el bollo, pero no terminaba de centrar su atención en el libro, por lo que lo dejó a un lado y contempló el paisaje tan bello, tan solitario y silencioso. Al cabo de un par de horas, aquello se llenaría de padres con sus niños llenando el paisaje de gritos y risas infantiles.
Una figura masculina se paró a su lado y la hizo girar la cabeza en su dirección. Sonriendo tras unas gafas de sol estaba el fiscal, en otro tiempo tan temido y ahora más simpático.
-- ¡ Hola, buenos días ! No sabía que a ti también te gusta este rincón.- Saludó Robert
--¡ Vaya coincidencia ! Si me encanta este lugar, como está ahora: solitario
La había tuteado. Era la primera vez a pesar de que se habían saludado varias veces al coincidir en el juzgado, pero claro, ahora era distinto. Ni el fiscal ni ella, la abogada, ; eran dos amigos charlando tranquilamente. No, ni siquiera eran amigos, simplemente conocidos. Hacía tiempo que le había perdido el miedo y estaba relajada. Él oculto tras sus gafas observaba el rostro de aquella chica que en ocasiones le había parecido insulsa y que ahora vista de cerca le parecía atractiva, incluso bonita. No, bonita no, muy bonita. Algunos rayos del sol rebotaban sobre sus cabellos que desprendían un brillo especial.
Él permanecía en silencio mirándola, y ella un poco violenta entabló una conversación sobre la última película que había visto en la televisión. A lo que él siguió la charla, que posteriormente derivaría a otros asuntos intrascendentes, pero hizo que su conversación fuera amable y entretenida. Así transcurrieron un par de horas y cuando el parque comenzó a llenarse de público, Ann se levantó con la intención de regresar a su casa. Robert hizo lo mismo pero la detuvo por el brazo y la dijo
--Oye, es muy pronto todavía, y es domingo. Te invito a comer para celebrar que por fin podemos mantener una conversación fuera del trabajo, sobre algo que no son ni robos, ni desfalcos ni nada que se le parezca.
Ambos rieron a un tiempo y entonces Ann fijó su mirada en el rostro de Robert y pensó "este chico no está nada mal, y tiene unos ojos preciosos". Tardó unos instantes en responder y pensando que no estaba nada mal el plan , aceptó la invitación. El la llevó a un restaurante cercano al parque, elegante, refinado como era él mismo. Muy correcto y educado ¿ cómo no se había dado cuenta antes? quizá porque no habían hecho otra cosa más que pelear. Era todo un caballero de los que te abren la puerta del coche y te corren la silla al sentarte, en definitiva un encanto de hombre, aquí y ahora. Porque en los juzgados...
Sin poder evitarlo echó la vista atrás y recordó la primera invitación de Dick. ¡ Qué distintos eran los dos! Claro que el poder adquisitivo de Robert era diferente al de Dick. Pidió un aperitivo mientras preparaban lo que iban a comer. Era un hombre seguro de si mismo, sabedor de lo que había que hacer en cualquier momento.
La comida transcurrió amena;. Rieron por la forma en que se vieron la primera vez, cuando se conocieron. Se contaron anécdotas de sus respectivos trabajos y por fín Robert la pidió que le contara algo de su vida de cuando era pequeña, adolescente y del porqué se instaló en Nueva York. No le preguntó si tenía pareja, era obvio que no, pues de lo contrario no estarían juntos comiendo tranquilamente.
Y así lentamente llegó la tarde. Se sentaron en una cafetería a descansar del largo paseo que habían dado después de comer y tomaron un café. No habían parado de hablar ni un minuto y se les notaba que ambos estaban a gusto. Llegó la noche y la hora de regresar a casa. En la despedida, él la tendió la mano cortesmente y se despidió quedando en que se verían en otra ocasión
--Lo he pasado estupendamente, Ann. Eres muy divertida y amena en tu conversación. Tenemos que repetirlo ¿de acuerdo?
--De acuerdo,- sonrió ella.-. Yo también lo he pasado muy bien. Buenas noches Robert.
Pasaron muchos dias y no se habían vuelto a ver y Robert tampoco le había llamado, con lo cuál Ann pensó que fue solamente una cita casual, pero en el fondo lamentó que no hubiera ocurrido otro encuentro. Le gustaba tanto física como intelectualmente.
Se acercaba su cumpleaños y preparaba un cena para sus amigas y las parejas de ellas. El día de su onomástica la primera felicitación que recibió fue una llamada desde San Francisco de sus padres. Su madre, y ella misma, se saludaron muy emocionadas , su padre, más controlado, Les prometió ir a verles en cuanto tuviera unos días libres, o si no, sería para Acción de Gracias. A media mañana llamaron a la puerta. Era un repartidor de una floristería que portaba un maravilloso ramo de rosas con una tarjeta: "Felicidades. Robert"
Se había acordado de su cumpleaños. Nerviosa buscó en su móvil el número de teléfono de Robert, pero su voz no la llegó. En cambio un contestador repetía que dejara su recado , que cuando volviera se pondría en contacto.
--Robert soy Ann, acabo de recibir tus maravillosas rosas. Muchísimas gracias, me han hecho mucha ilusión. Esta noche voy a organizar una cena informal para mis amigas y sus parejas ¿ por qué no vienes? De esta manera no estaré desparejada. Anda ven, te espero. Hasta luego. Y cerró su móvil pensando en que quizás esté de viaje o con su novia.
Al pensar que Robert pudiera tener novia, algo en su interior se movió:
--¡Oh no, ni hablar. Otra vez no, nunca más.
A las ocho llamaron a la puerta y apareció Terry con su ya esposo y Thomas el novio de Lisa. Tomaban un aperitivo y los jóvenes se reian y estaban todos muy a gusto pues se conocían desde hace tiempo. Desenvolvieron los paquetes que sus amigas le regalban. Terry y su esposo, un chal muy bonito para que abrigara su garganta en el invierno que estaba llegando. Lisa y su novio su perfume preferido, y les mostró las rosas que le había enviado Robert. Y fue justo en ese momento cuando de nuevo sonó el timbre de la puerta
--Buenas noches, siento llegar un poco tarde, pero estaba fuera de Nueva York y acabo de llegar.- dijo Robert como saludo, al tiempo que depositó un beso sobre la frente de la joven y la entregó un paquete de unos exquisitos bombones.
--Has venido y eso es lo que importa. Creí que no escucharías mi mensaje y dudaba de que vinieras, pero me has dado una de las grandes alegrías del día. Pasa .Al gunos de mis amigos ya les conoces. Te presentaré al resto.
La cena fue alegre y divertida, rieron los chistes del novio de Lisa y hasta Robert, bajo esa capa de seriedad, contó alguno un poco subido de tono, cosa que aplaudieron todos los asistentes, pues ni la misma Terry conocía esa faceta de su jefe a pesar de que llevaba trabajando con él durante varios años.
De vez en cuando Robert lanzaba intensas miradas a Ann y la joven bajaba la vista algo azorada, pues presentía que su intención de no volver a enamorarse no iba a verse cumplida y algo le decía, que a Robert no le era indiferente.
Las llamadas telefónicas, los encuentros en el juzgado y los encuentros a la hora de la comida, se hicieron frecuentes. Se encontraban a gusto los dos juntos: Ann ahora pensaba que si era guapa y tenía mucha seguridad en si misma. Se había tornado más abierta de carácter y ya la timidez no la torturaba. Robert había sacado su mejor sonrisa con la gente, bromeaba con sus compañeros, cosa que les asombraba y en los juicios era "más humano". El carácter le había cambiado y de eso se habían dado cuenta todos aquellos que le rodeaban. Terry le miraba a hurtadillas y sonreia pues era poseedora del secreto del cambio, pero nunca le dijo nada.
Desde su despacho llamó a Ann
--Por favor Lisa, ¿está Ann? soy Bob
--Si Bob, está con Walter ahora la aviso.
--No, no . No les interrumpas, dile que iré a buscarla a la salida, o sea dentro de una hora aproximadamente.
--De acuerdo, se lo diré.
Hacía frio. Noviembre ya se notaba y la humedad se calaba hasta los huesos. Cuando Ann terminó su trabajo y salió ya estaba Robert esperándola
--¿ Y esta sorpresa?
-- Pues ya ves, me apetecía cenar con una chica bonita y divertida, y me dije ¡ Ann ! y aquí estoy
Ella se rió agradeciéndole el piropo. El la tomó del brazo y se encaminaron hacia el coche l que estaba aparcado unos metros más adelante. Divertidos se metieron en el automóvil y se encaminaron hacia el restaurante, después tenían pensado acudir a una discoteca a bailar un rato, en definitiva a divertirse.
Cenaron y en la discoteca no bailaron sino que se quedaron charlando amigablemente uno sentado al lado de la otra. Escuchaban la música suave de fondo, romántica. Robet la tomó de la mano y la acariciaba con los dedos ligeramente. No dejaba de mirarla a los ojos, lo mismo que ella y al fin sus labios pronunciaron las palabras mágicas que ella quería escuchar:
--Estoy loco por ti. No sé lo que has hecho, no sé lo que me ha pasado, sólo sé que ya me sería muy difícil vivir sin verte. Te quiero Ann y deseo que tengamos una relación seria con un futuro. si tu me aceptas
--Robert, n o sé qué decirte. Me gustas, me agrada tu compañía, estoy a gusto contigo, pero creo que debemos ir más despcio. Hace nada, poco menos que nos odiábamos, y ésto es muy serio. Quiero que sepas que no es nada personal es que ya quedé escarmentada de una relación fracasada y prefiero ir despacio.
--Lo entiendo, esperaré lo que sea necesario.
Después de ésto salieron a bailar una melodía lenta y Robet la aproximó hacia él y la susurraba dulces palabras al oído. Ella estaba emocionada, pues sabía de sobra que también le quería, pero le daba miedo que la historia con Dick se repitiera. Se dejaba querer, permitía que él besara suavemente su mejilla. Una vez que ella giró su cabeza hacia la de él, Robert la besó en los labios suavemente y ella creyó alcanzar el cielo con las manos, pero a su memoria vino la escena con Dick y sin darse cuenta pronunció unas palabras que cayeron como una bomba en el cerebro de Robert:
--No voy a acostarme contigo, Bob.
Él se paró en seco la apartó ligeramente y mirándola muy serio la dijo
--¿ Qué dices? ¿crees acaso que estoy contigo para seducirte? Si no quieres tener relaciones conmigo ¿ por qué permites que te acaricie, que te bese? No te entiendo, dices estar a gusto conmigo, que me quieres y sin embargo me sueltas ésto.. ¿ Por qué ? ¿ Juegas con mis sentimientos, o es que acostumbras a jugar con los hombres?
-- Yo no juego ni contigo ni con nadie. No tienes derecho a decirme esto, creo que mejor es dejar la velada en este momento. No me gusta que me tomen por algo que no soy
--¿ Y que crees que pienso?
--Me lo acabas de decir y no soy de esas .Entre otras cosas porque yo he sido víctima de algo semejante. Pero a los hombres solamente os importa una cosa
--No se te ocurra pronunciarlo. Tu sabes de sobra que te amo y no es el seducirte lo que me hace estar contigo. Pero si , creo que es mejor que te lleve a casa y dejemos esta conversación. Francamente no me lo esperaba.
En silencio llegaron a casa de Ann. Él, como siempre hacía, se bajo y ayudó a Ann a salir del coche, pero ella simplemente le dijó "buenas noches" y a paso ligero se dirigió al portal. Robert se la quedó mirado sin entender lo que habia ocurrido ¿ por qué una proposición tan inocente pudo haber causado tamaño disgusto? Seguramente a ella le había ocurrido algo muy desagradable que le había marcado, pero ¿qué? algo había insinuado pero sin aclarar nada.
Cuando Robert llegó a su casa la llamó por teléfono con el fin de disculparse no sabía muy bien de qué, pero estaba dispuesto a hacer lo que fuera antes que perderla. Ann no contestó a la llamada. Apagó su móvil y desconectó el fijo. Le extrañó que Lisa aún no hubiera llegado a casa. Cuando ella salió de la oficina, se quedaba recogiendo su bolso para regresar a casa
-- ¡ Qué raro ! Es muy tarde. ¿Le habrá ocurrido algo ?. Será mejor que la llame
Marcó el número en su móvil, pero saltó el buzón de voz. Empezaba a impacientarse. Pasaba el tiempo y Lisa no había regresado. Estaba nerviosa y preocupada; algo en su interior le decía que había ocurrido algo extraño. No era propio de Lisa. Entonces se dio cuenta que tenía desconectado el teléfono. Revisó su bozón de llamadas en el móvil. En ambos tenía mensajes de Lisa
--Ann, ha ocurrido algo terrible: a Walter le ha dado un infarto y está muy grave en el hospital.
Cogió su bolso y salió rápidamente en dirección a donde le habían ingresado. Cuando llegó Lisa salió a su encuentro.
--Cuando ya nos íbamos Walter sintió un dolor enorme en el brazo y en el pecho. Llamé rápidamente a una ambulancia y le trajeron aquí. Los médicos dicen que se ha salvado por la rapidez en actuar, pero está muy grave, en la UVI.
Ann se dejó caer en una silla y se llevó las manos a la cabeza como si no entendiera lo que acababa de escuchar.
Ambas pasaron la noche en el hospital a pesar de que no podían visitarle, pero de esta forma se quedaron más tranquilas. Pudieron verle cinco minutos cada una, y los médicos les informaron que le habían estabilizado, pero que seguía la gravedad.
Robert había estado llamando toda la noche si obtener respuesta.Dejaba avisos en el contestador, pero el móvil seguía desconectado. Dió por sentado que no quería saber nada de él y entonces desistió de volver a llamar.
A los diez días Walter salió del hospital, pero en las largas horas en que estaba a solas pensó que ya era hora de retirarse. Había trabajado durante toda la vida y estaba cansado. De repente se sintió viejo y tomó la decisión de cerrar el bufete a pesar de que era toda su vida. Cuando las chicas llegaron a visitarle se lo comunicó a ambas con lágrimas en los ojos. En adelante viviría en Florida. El clima era más suave y se dedicaría a pescar y a pasear con los amigos. Allí vivía una hermana y conocía a gente. Cuando quedó viudo estuvo a punto de hacerlo, pero al final desistió. Esta vez era distinto, ahora sí lo haría.
Ann acudió al juzgado durante algunos días liquidando los casos pendientes, para el cierre del despacho. En dos ocasiones se cruzó con Robert, pero ninguno de los dos se dirigieron la palabra, Lisa acompañó a Ann al aeropuerto de regreso a San Francisco. Viviría de nuevo con sus padres y se buscaría un trabajo. Lisa se quedaría en el misma vivienda y ya estaba en tratos con un nuevo bufete.
--Lisa, tengo que irme. No soporto verle y ni siquiera saludarnos. Es mejor poner tierra por medio
--¿ Pero qué ocurrió? Íbais de marvilla y de repente ésto. No lo entiendo
--Me volvió a ocurrir de nuevo. ¿ Qué es lo que hago yo para que los hombres siempre busquen acostarse conmigo? ¿qué?
--No puedo creer que ese fuera el motivo. Está loco por tí, no hay más que observar cuando estáis juntos en la forma que te mira.
--Mira Lisa, si me quiere de verdad, vendrá a buscarme. Si no lo hace es que su interés era solamene sexual, no merecía la pena. Dejémoslo. Mira ya avisan.- Se abrazaron largamente
--Llámame cuando llegues. No te olvides de que aquí tienes una amiga que te quiere mucho. Y vuelve. Cuando se te pase el sofocón, vuelve por favor.
Desde su ventanilla, Ann, vió cómo se acercaban a San Francisco. El paisaje familiar se abrió ante ella y tuvo la sensación de que había faltado de su ciudad toda una eternidad. Se le humedecieron los ojos, pensando en lo que había dejado atrás.
En un largo abrazo se fundieron sus padres y ella. Había pasado mucho tiempo, pero les encontró muy bien de aspecto. Y loca de contenta por estar con ellos se encaminaron hacia su hogar, el de toda la vida en el que ella había crecido.
Miles de preguntas tuvo que responder : que si tienes novio, que si has tenido un buen trabajo, que si has trabajado en lo que deseabas,..
Estuvieron charlando hasta pasadas las doce de la noche. Hablaron de muchas cosas. Ann calló sus experiencias amorosas. Ni siquiera las mencionó, aunque su madre escudriñaba su rostro como queriendo adivinar lo que había de verdad en todo lo que estaba relatando. De pronto le preguntó:
--¿No has salido con algún chico?
--Si con un par de ellos, pero nada serio, simplemente amigos- es la respuesta que obtuvo.
Estaba cansada, pero en casa se sentía a salvo. Era como si volviera a la niñez en que mamá la protegía de todo y esa misma sensación es la que sentía cuando estaba junto a Robert, pero eso ya no ocurriría.
--Robert, Robert, sollozó .
Y sollozando suavemente para que su madre no la oyera, se quedó dormida.
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