Y el tiempo seguía su curso. . Robert se había convertido en un juez de mucho prestigio, pero él no estaba satisfecho con su vida actual. Se aburría mortalmente y notaba que había tomado el camino equivocado. Había subido en la escala profesional, pero echaba de menos el dinamismo de la fiscalía. Se encontraba más a gusto, era más él , siendo fiscal que como juez. Buscando distracción salía con mujeres especializadas en hacer compañía a los solitarios como él, en que solamente necesitaba un poco de conversación, a alguien con quién compartir un par de horas de soledad.
Una mañana al despertarse, vió a su lado a una chica que a pesar de conocerla, era una extraña para él y pensó en dar un cambio de rumbo a su vida: pediría el reingreso en la fiscalía de su distrito. No ambicionaba más que desarrollar su trabajo y hallar la paz que no lograba en su vida. Dió un beso en la frente a la muchacha que dormía y salió del hotel en el que habían pasado la noche.
Hacía tiempo que de vez en cuando la llamaba por teléfono, cada vez que la soledad se le hacía insoportable. ¿Qué había hecho de su vida? Pensaba todo esto mientras en el coche se dirigía a la judicatura para presentar su renuncia y solicitar el reingreso en si antiguo cargo..
Gracias a la buena reputación adquirida tanto en una plaza como en otra, no tuvo grandes impedimentos, aunque trataron de disuadirle, pero no lo lograron. Al cabo de varios días de trámites, volvió a entrar con su portfolios en su juzgado, como si solamente hiciera media hora que faltara. Se sintió contento de volver; se paró en el vestíbulo unos momentos y recorrió satisfecho la mirada por el entorno. Múltiples recuerdos se agolparon en su cabeza. Se dirigió al despacho del juez que le correspondía y vio que no era el mismo que ocupara Desmond, ya jubilado, pero daba igual estaba allí de donde nunca debió salir.
Ann había conseguido a través del tiempo, tener una buena amistad con Louis Hutchinsons. Él estaba loco por ella, pero sabía que se tenía que conformar con ser un buen amigo, y no pedía más que ganar su confianza y ayudarla a salir de la melancolía que de vez en cuando la acometía. Además de estar enamorado, la quería entrañablemente, pues en un día en que Ann estaba deprimida, ésta le hizo confidente del porqué no podía volver a enamorarse de otro hombre que no fuera Robert. El admitió que no podía hacer nada y le ofreció su amistad y su hombro cada vez que ella quisiera llorar.
Su amistad llegó a ser, con sus altibajos, sincera por parte de ambos. Los dos trabajaban en los mismos casos, pues el despacho se había expandido y llevaban además casos financieros que les proporcionaron pingües beneficios y una alta estima como abogados tanto a Ann como a Louis. Había ganado dinero y en aburrimiento. Los casos eran complicados, pero como el dinero no era obstáculo, siempre se resolvían con bastante facilidad. Viajaban con frecuencia a distintas ciudades y a distintos paises. Solamente conocían los hoteles y los despachos de los magnates que llevaban, y ésto no la satisfacía en absoluto.
Había confiado a Louis el pensamiento de dejar el bufete y volver a ejercer en un barrio más humilde en el que ayudar a las gentes más pobres y eso la llenaba de satisfacción, muy al contrario que ahora en que el perder o ganar un caso, no repercutía en la vida de sus clientes.
Sentados ante una taza de café Louis escuchaba las confesiones de Ann, sopesando cada palabra que ella le confiaba. Al término de la exposición, se incorporó y mirándola, le dijo:
--Hagamóslo
--¿Cómo? yo hablo de mí. Hablo de coger un local pequeño y atender tanto a multas de tráfico como juicios difíciles. Tú eres un socio importnte de Hutchinsons, además del heredero de la firma, no puedes abandonar.
--¡Ya lo creo que puedo! Me aburro soberanamente, me canso de viajar. Hay veces que no sé en qué lugar de la tierra estoy. Además formamos un equipo, y según tu dices la gente te agradece lo que haces por ella. Aunque termines por las noches reventado de trabajar, sabes que tu día no está vacio. Se enriquece tu vida. Hagámoslo.
Ann reia al comprobar que su idea no era tan descabellada como pensaba y ambos se abrazaron y empezaron a bailar por la habitación, dando pequeños saltitos. Sin demorar más su proyecto, presentó la dimisión ante Hutchinsons padre que no disimuló su disgusto, pero había tomado la decisión y era irrevocable.
--Y eso que no sabe que detrás de mi, va Louis- pensó, como así ocurrió.
Como dos chiquillos que estuvieran ante un juguete nuevo, ambos jóvenes se trasladaron a Brooklyn, en donde Walter montó su despacho. Ahora el local era una tienda de fotografías, lo que le produjo una gran pena a Ann...
--Aquí fuí feliz, me sentía útil y ocurrieron cosas que cambiaron mi vida, de los que ya te he hablado. Ann quedó pensativa delante de la fachada. Al verla triste, Louis le dijo
--Pero bueno, habrá otros locales aquí mismo. Vayamos a dar una vuelta y lo comprobaremos.
Y lo comprobaron y encontraron uno de semejantes características, lo que les entusiasmó.
Sin perder ni un solo minuto se dirigieron a la agencia, lo adquirieron y contrataron a la empresa que había de efectuar algunas reformas y pintarlo. A continuación con las llaves en la mano entraron por primera vez en el local ,ahora de ellos, con una emoción que hacía mucho tiempo no habían sentido. Estaban ansiosos por comenzar su trabajo
--Pondremos una placa modesta en la puerta. Sin ostentaciones, pues de lo contrario ahuyentaríamos a nuestros posibles clientes al pensar que les íbamos a cobrar un "riñón". La oficina, simple, un escritorio normal y unas sillas, y un archivador, Estaba loca de contenta, y su entusiasmo contagiaba a Louis ante una experiencia que nunca había vivido. Con un día tan intenso se les habían ido las horas sin darse cuenta y decidieron ir a comer algo cerca del local. Tenían que ambientarse, convivir con sus vecinos y olvidarse de los buenos restaurantes sólo para cuando salieran alguna noche. Entraron en una modesta cafetería y comieron una hamburguesa cada uno, riendo ante la nueva experiencia. Cuado terminaron Louis la acompañó hasta su domicilio y se despidieron con un beso en la mejilla.
--Hasta mañana, socio
--Hasta mañana, socia. Descansa todo lo que puedas, Tenemos mucho trabajo por delante.
Esa noche Ann pudo conciliar el sueño durante varias horas. Se despertó temprano y contenta: haber recobrado su vida, la que ella quería. Se duchó rápido y rápidamente se vistió con unos vaqueros una camiseta y cogió una chaqueta también vaquera. Esperó a que la bocina del coche de Louis la llamara para emprender el trabajo. Llamaron a la puerta y ante un jovial Louis, no pudo por menos de echarse a reír cuando él le relato "su aventura"
--¡ He venido en metro ! por primera vez en mi vida he tomado el metro. Tenía que ambientarme y no lo iba hacer con un coche deportivo. No aquí. Chocaría demasiado.
--Anda pasa. Nos da tiempo todavía de tomar un café
--¡¡¡He venido en metro !!! Si mi padre me viera diría que estoy loco y posiblemente le diera la razón. - Ambos rieron. Eran felices. Por primera vez en mucho tiempo lo eran. Empezaban una nueva vida
Ann expuso a Louis que pensaba personarse en la iglesia y hablar con el párroco a fin de ofrecer sus servicios a la Comunidad. De esta forma sabrían que se había abierto un despacho de abogados, baratos, que les ayudarían en cualquier trámite que tuvieran que realizar. Al párroco le alegró esa noticia.
La población del barrio era en su mayoría de emigrantes latinos y americanos de color, con lo que se deducía que su poder adquisitivo era bajo. Ann le puso en antecedentes de su primer trabajo, que no le era ajena dicha situación. Mencionó de pasada el juicio de Santiago. Ese caso era muy recordado entre sus feligreses. Gracias a la indemnización lograda por ella, Santiago montó un negocio, justo en el local en que Walter Schiller tenía su despacho
--¡ No me lo puedo creer, es de Santiago !- exclamó Ann
De golpe le vino el recuerdo del juicio y la expresión incrédula de Robert al comprobar que le había ganado . Ahí empezó todo, aunque algún tiempo después.
El primer juicio que tuvieron fue un desahucio por falta de pago de la vivienda. Louis escuchaba al administrador de la finca y a la inquilina. Una mujer viuda con tres pequeños hijos a los que mantener Intentó frenar la demanda, pero ya estaba cursada y el hombre estaba tozudo; no daba su brazo a torcer y seguiría con el juicio adelante. Louis tenía que acudir al juzgado, por lo que delegó en Ann la atención de aquel caso. La mujer tenía un niño muy pequeño que dejaba en la guardería de la parroquia y a los otros dos los llevaba a la escuela que regentaba el párroco. De esa manera ella podía atender su trabajo en una cafetería; el sueldo era bajo y el pequeño había estado enfermo por lo que su salario se le había ido entre el médico y las medicinas. Se le partía el corazón al escuchar tantas dificultades y recordó lo distinto que había sido su anterior trabajo en que el dinero corría a raudales. En vista de que el administrador no cedía dijo:
--Muy bien iremos a juicio. - La mujer se echó a llorar ante la perspectiva de declarar ante un juez. Les tenía miedo, a lo que Ann la consoló
--Hilda, son humanos. Tienen conciencia, verá que todo sale bien - El administrador salió del despacho y Ann cogió su bolso y sacó de su monedero un billete que entregó a la mujer
--Tenga Hilda, compre alguna chuchería a sus hijos
--No, señorita, no puedo aceptarlo
--Cójalo. Lo apuntaré en su minuta, no se preocupe.
Cuando Louis llegó del juzgado le puso en antecedente de lo ocurrido con la entrevista del administrador e Hilda
--Tenemos que ganar este juicio Louis, es un caso de humanidad. Me pondré ahora mismo con el expediente para presentarlo cuanto antes. El administrador hace días que presentó la demanda y el desahucio está por llegar.
Como en su día hizo con el juicio de Santiago, trabajó durante toda la noche para presentar al día siguiente la contra demanda y parar la expulsión del hogar de Hilda y sus hijtos. Louis estuvo trabajando con ella hasta altas horas de la madrugada, en que rendido se durmió en el sofá. Ann continuó sola hasta terminar el documento.
Una mañana al despertarse, vió a su lado a una chica que a pesar de conocerla, era una extraña para él y pensó en dar un cambio de rumbo a su vida: pediría el reingreso en la fiscalía de su distrito. No ambicionaba más que desarrollar su trabajo y hallar la paz que no lograba en su vida. Dió un beso en la frente a la muchacha que dormía y salió del hotel en el que habían pasado la noche.
Hacía tiempo que de vez en cuando la llamaba por teléfono, cada vez que la soledad se le hacía insoportable. ¿Qué había hecho de su vida? Pensaba todo esto mientras en el coche se dirigía a la judicatura para presentar su renuncia y solicitar el reingreso en si antiguo cargo..
Gracias a la buena reputación adquirida tanto en una plaza como en otra, no tuvo grandes impedimentos, aunque trataron de disuadirle, pero no lo lograron. Al cabo de varios días de trámites, volvió a entrar con su portfolios en su juzgado, como si solamente hiciera media hora que faltara. Se sintió contento de volver; se paró en el vestíbulo unos momentos y recorrió satisfecho la mirada por el entorno. Múltiples recuerdos se agolparon en su cabeza. Se dirigió al despacho del juez que le correspondía y vio que no era el mismo que ocupara Desmond, ya jubilado, pero daba igual estaba allí de donde nunca debió salir.
Ann había conseguido a través del tiempo, tener una buena amistad con Louis Hutchinsons. Él estaba loco por ella, pero sabía que se tenía que conformar con ser un buen amigo, y no pedía más que ganar su confianza y ayudarla a salir de la melancolía que de vez en cuando la acometía. Además de estar enamorado, la quería entrañablemente, pues en un día en que Ann estaba deprimida, ésta le hizo confidente del porqué no podía volver a enamorarse de otro hombre que no fuera Robert. El admitió que no podía hacer nada y le ofreció su amistad y su hombro cada vez que ella quisiera llorar.
Su amistad llegó a ser, con sus altibajos, sincera por parte de ambos. Los dos trabajaban en los mismos casos, pues el despacho se había expandido y llevaban además casos financieros que les proporcionaron pingües beneficios y una alta estima como abogados tanto a Ann como a Louis. Había ganado dinero y en aburrimiento. Los casos eran complicados, pero como el dinero no era obstáculo, siempre se resolvían con bastante facilidad. Viajaban con frecuencia a distintas ciudades y a distintos paises. Solamente conocían los hoteles y los despachos de los magnates que llevaban, y ésto no la satisfacía en absoluto.
Había confiado a Louis el pensamiento de dejar el bufete y volver a ejercer en un barrio más humilde en el que ayudar a las gentes más pobres y eso la llenaba de satisfacción, muy al contrario que ahora en que el perder o ganar un caso, no repercutía en la vida de sus clientes.
Sentados ante una taza de café Louis escuchaba las confesiones de Ann, sopesando cada palabra que ella le confiaba. Al término de la exposición, se incorporó y mirándola, le dijo:
--Hagamóslo
--¿Cómo? yo hablo de mí. Hablo de coger un local pequeño y atender tanto a multas de tráfico como juicios difíciles. Tú eres un socio importnte de Hutchinsons, además del heredero de la firma, no puedes abandonar.
--¡Ya lo creo que puedo! Me aburro soberanamente, me canso de viajar. Hay veces que no sé en qué lugar de la tierra estoy. Además formamos un equipo, y según tu dices la gente te agradece lo que haces por ella. Aunque termines por las noches reventado de trabajar, sabes que tu día no está vacio. Se enriquece tu vida. Hagámoslo.
Ann reia al comprobar que su idea no era tan descabellada como pensaba y ambos se abrazaron y empezaron a bailar por la habitación, dando pequeños saltitos. Sin demorar más su proyecto, presentó la dimisión ante Hutchinsons padre que no disimuló su disgusto, pero había tomado la decisión y era irrevocable.
--Y eso que no sabe que detrás de mi, va Louis- pensó, como así ocurrió.
Como dos chiquillos que estuvieran ante un juguete nuevo, ambos jóvenes se trasladaron a Brooklyn, en donde Walter montó su despacho. Ahora el local era una tienda de fotografías, lo que le produjo una gran pena a Ann...
--Aquí fuí feliz, me sentía útil y ocurrieron cosas que cambiaron mi vida, de los que ya te he hablado. Ann quedó pensativa delante de la fachada. Al verla triste, Louis le dijo
--Pero bueno, habrá otros locales aquí mismo. Vayamos a dar una vuelta y lo comprobaremos.
Y lo comprobaron y encontraron uno de semejantes características, lo que les entusiasmó.
Sin perder ni un solo minuto se dirigieron a la agencia, lo adquirieron y contrataron a la empresa que había de efectuar algunas reformas y pintarlo. A continuación con las llaves en la mano entraron por primera vez en el local ,ahora de ellos, con una emoción que hacía mucho tiempo no habían sentido. Estaban ansiosos por comenzar su trabajo
--Pondremos una placa modesta en la puerta. Sin ostentaciones, pues de lo contrario ahuyentaríamos a nuestros posibles clientes al pensar que les íbamos a cobrar un "riñón". La oficina, simple, un escritorio normal y unas sillas, y un archivador, Estaba loca de contenta, y su entusiasmo contagiaba a Louis ante una experiencia que nunca había vivido. Con un día tan intenso se les habían ido las horas sin darse cuenta y decidieron ir a comer algo cerca del local. Tenían que ambientarse, convivir con sus vecinos y olvidarse de los buenos restaurantes sólo para cuando salieran alguna noche. Entraron en una modesta cafetería y comieron una hamburguesa cada uno, riendo ante la nueva experiencia. Cuado terminaron Louis la acompañó hasta su domicilio y se despidieron con un beso en la mejilla.
--Hasta mañana, socio
--Hasta mañana, socia. Descansa todo lo que puedas, Tenemos mucho trabajo por delante.
Esa noche Ann pudo conciliar el sueño durante varias horas. Se despertó temprano y contenta: haber recobrado su vida, la que ella quería. Se duchó rápido y rápidamente se vistió con unos vaqueros una camiseta y cogió una chaqueta también vaquera. Esperó a que la bocina del coche de Louis la llamara para emprender el trabajo. Llamaron a la puerta y ante un jovial Louis, no pudo por menos de echarse a reír cuando él le relato "su aventura"
--¡ He venido en metro ! por primera vez en mi vida he tomado el metro. Tenía que ambientarme y no lo iba hacer con un coche deportivo. No aquí. Chocaría demasiado.
--Anda pasa. Nos da tiempo todavía de tomar un café
--¡¡¡He venido en metro !!! Si mi padre me viera diría que estoy loco y posiblemente le diera la razón. - Ambos rieron. Eran felices. Por primera vez en mucho tiempo lo eran. Empezaban una nueva vida
La población del barrio era en su mayoría de emigrantes latinos y americanos de color, con lo que se deducía que su poder adquisitivo era bajo. Ann le puso en antecedentes de su primer trabajo, que no le era ajena dicha situación. Mencionó de pasada el juicio de Santiago. Ese caso era muy recordado entre sus feligreses. Gracias a la indemnización lograda por ella, Santiago montó un negocio, justo en el local en que Walter Schiller tenía su despacho
--¡ No me lo puedo creer, es de Santiago !- exclamó Ann
De golpe le vino el recuerdo del juicio y la expresión incrédula de Robert al comprobar que le había ganado . Ahí empezó todo, aunque algún tiempo después.
El primer juicio que tuvieron fue un desahucio por falta de pago de la vivienda. Louis escuchaba al administrador de la finca y a la inquilina. Una mujer viuda con tres pequeños hijos a los que mantener Intentó frenar la demanda, pero ya estaba cursada y el hombre estaba tozudo; no daba su brazo a torcer y seguiría con el juicio adelante. Louis tenía que acudir al juzgado, por lo que delegó en Ann la atención de aquel caso. La mujer tenía un niño muy pequeño que dejaba en la guardería de la parroquia y a los otros dos los llevaba a la escuela que regentaba el párroco. De esa manera ella podía atender su trabajo en una cafetería; el sueldo era bajo y el pequeño había estado enfermo por lo que su salario se le había ido entre el médico y las medicinas. Se le partía el corazón al escuchar tantas dificultades y recordó lo distinto que había sido su anterior trabajo en que el dinero corría a raudales. En vista de que el administrador no cedía dijo:
--Muy bien iremos a juicio. - La mujer se echó a llorar ante la perspectiva de declarar ante un juez. Les tenía miedo, a lo que Ann la consoló
--Hilda, son humanos. Tienen conciencia, verá que todo sale bien - El administrador salió del despacho y Ann cogió su bolso y sacó de su monedero un billete que entregó a la mujer
--Tenga Hilda, compre alguna chuchería a sus hijos
--No, señorita, no puedo aceptarlo
--Cójalo. Lo apuntaré en su minuta, no se preocupe.
Cuando Louis llegó del juzgado le puso en antecedente de lo ocurrido con la entrevista del administrador e Hilda
--Tenemos que ganar este juicio Louis, es un caso de humanidad. Me pondré ahora mismo con el expediente para presentarlo cuanto antes. El administrador hace días que presentó la demanda y el desahucio está por llegar.
Como en su día hizo con el juicio de Santiago, trabajó durante toda la noche para presentar al día siguiente la contra demanda y parar la expulsión del hogar de Hilda y sus hijtos. Louis estuvo trabajando con ella hasta altas horas de la madrugada, en que rendido se durmió en el sofá. Ann continuó sola hasta terminar el documento.
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