jueves, 9 de febrero de 2017

La celta que llegó de lejos - Capítulo 10 - Desposados

Los días siguientes a la llegada de James a Santiago, fueron frenéticos.  Tuvo que pasar el exámen de los padres de ella. Acudieron al Juzgado para arreglar su enlace. El clan MacDonald al completo, era católico y por tanto, para dar conformidad a todos, se casarían en España por el juzgado, y al llegar a Wester Ros, lo harían por la iglesia.  Todo muy precipitado, pero James no quería regresar solo a Escocia, deseaba llevar a Marian como su legítima esposa, con la aceptación de los padres de ella, no así de la propia Marian, que no le importaba en absoluto llegar al que sería su nuevo país, sin haber contraído nupcias.


Solucionadas todas las discrepancias producidas por la sorpresa de, primero su noviazgo del que nada sabían, y después de la decisión de casarse, llegó el tan ansiado día de su enlace.  A pesar de la rigidez de la ceremonia en el Ayuntamiento, ellos estaban emocionados.  Se miraban y sonreían, y al final, antes de que el concejal de turno les dijera que se besaran, ellos lo hicieron tan ardientemente, que todos los allí presentes irrumpieron con unas risas y aplausos.  Se amaban profundamente, por mentira que pareciera.  Y cierto era, que había antecedentes en la unión de sus antepasados.

Su noche de bodas la tuvieron en el Hostal de los Reyes Católicos, frente a la Catedral.  A solas en su habitación se juraron amor eterno y consumaron su enlace,  en una noche que perduraría en su memoria, pues nunca nadie expresó tan ardientemente esa unión.  Sólo tuvieron cuatro días de luna de miel, pero a ellos no les importaba: estaban juntos y eso precisamente era lo que querían.

James acariciaba las mejillas de su esposa, cuando sentados en el avión iban a despegar rumbo a una nueva vida, sobre todo para ella. La emoción y la incertidumbre la embargaban.  la madre de Jimmy había recibido la noticia de su enlace con escepticismo ante la unión de su hijo con la extranjera.  Eso preocupaba no sólo a James, también a Marian. Se conocerían en ese primer encuentro, pues ni siquiera sabían de su existencia ni una ni otra.  Pero mucho temía, que la iba a recibir de uñas.  Pero ahora no quería pensar en ello. Hacía menos de una semana que ya era señora Glenn, del clan MacDonald.

Como adivinando la inquietud que perturbaba a su mujer, James la miró con ternura, y apretando su mano la dijo quedamente:

- Todo irá bien. No te preocupes.  A primera vista, mi madre, parece una mujer amargada, pero no lo es.  Tuvo que pelear mucho al quedarse viuda, y eso le hace tener un carácter desconfiado, pero cuando te conozca te querrá como a una hija.  Créeme, así será.

Ella no dijo nada, pero el hecho de que nunca la mencionara antes, era señal de que las relaciones entre madre e hijo, no debían ser muy fluidas.  Ya estaban casi llegando,  en poco más de media hora estarían en Edimburgo.  Allí permanecerían  un par de días, gozando de la soledad de estar sólo ellos dos, porque en cuanto llegaran a casa, el día a día se abriría paso en sus vidas, y esa intimidad, desaparecería, hasta que por la noche, a solas en su dormitorio, dieran suelta a toda la pasión que contenían.

Y llegaron a Wester Ross, y nuevamente el paisaje familiar estaba ante sus ojos, como si el tiempo se hubiera detenido en su primer viaje.  Sentía una tensa inquietud ante lo inesperado. ¿ Sería aceptada, o por el contrario la mirarían como a la extranjera que ha conquistado al soltero más codiciado del lugar.  Creía que la muchacha destinada para él, se convertiría en su más feroz enemiga. ¿ Le ocurriría lo mismo a Lua? Seguramente, porque siglos atrás, las gentes eran más cerradas y no admitían a nadie fuera de su círculo, máximo una extranjera que ni siquiera hablaba su idioma.  Lo primero que tenía en mente era ganarse la voluntad de su suegra, y lo segundo que James la enseñara el gaélico.  Con esas dos cosas, creía haber ganado puntos ante los que vivían en Wester Ross. y que habían presionado para casar a Jimmy.


A la puerta de la mansión MacDonald, había una mujer de unos cincuenta años, que aún conservaba la belleza en la madurez, y cuyo rostro era semejante al de su marido, por lo que sacó en conclusión que era su madre.  Tenía el gesto duro, y tras mirarla detenidamente, no le dedicó ni una sonrisa.  Sólo se dirigió a su hijo y le abrazó.  Le dijo algo en gaélico y giró su cabeza en dirección a Marian, por lo que dedujo que James había hecho su presentación. Bien, pues ya estaban las dos frente a frente y, como esperaba, su recibimiento no había sido nada efusivo. Se dirigió a ella tendiéndole la mano, y haciendo ella misma su presentación:

- Me llamo Megan. ¿ Y tú ?
- Yo Marian
- ¡ Marian ! ¿ Qué nombre es ese? ¿ De dónde eres?
- Soy gallega, y es un nombre de aquellas tierras
- Creí que todas os llamabais Carmen
- No, señora, todas no.
- Ya veo.  Bueno entrad y descansad un poco. James tendrás que contarme muchas cosas. Posiblemente a Marian le apetezca tumbarse un poco. Debéis estar muy cansados con tanto ajetreo con la boda.
- No Megan, no estoy cansada
- Kendrick ¿ por qué presiento que va a ser difícil que nosotros dos podamos hablar en privado ? - Lo dijo en gaélico , y Marian se dio cuenta de que sobraba en esa conversación.
- Si Megan, me vendría bien acostarme un rato, gracias.
- Ya sabes cuál es tu cuarto ¿ no ? puesto que no es la primera vez que dormirás en él.

Marian se quedó inmóvil.  Conocía la intención con que lo había dicho. Estaba segura que tendría problemas con esa mujer. ¿ Ignoraba acaso que sólo ella durmió aquella noche  de hospitalidad de James?  Decidió no hacer caso, aunque la dolió la forma de decirlo, y salió en dirección al dormitorio

- Te rogaría que fueras más cortés con ella.Es mi mujer y la debes un respeto.  Así que para que todo vaya bien entre todos, deja de lanzar indirectas, que no merece.  No dormimos juntos aquella vez que le ofrecí nuestra casa, si es a eso a lo que te refieres.
-Si, me refería a eso.  La trajiste a casa sin conocerla y la metiste en tu dormitorio
- Estaba empapada de agua de lluvia, y no,  no me acosté con ella. Algo que por otra parte no te interesa.
-No te preocupes, mañana mismo vuelvo a Inverness.  Allí está mi casa, así que no os estorbaré.- Y dando media vuelta salió de la habitación.  James temía algo así, pero a él no le asustaban sus desafueros, pero Marian no la conocía y sabía que tendrían problemas, así que no la persuadiría de que no se fuera.

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