Lo mejor de la sociedad irlandesa estaba citada en la mansión de los O'Connor para asistir al enlace de Sean con la preciosa señorita Victoria Flanagan de origen ingles.La novia estaba radiante, preciosa y muy enamorada de la persona que había sido el elegido de su corazón desde hacía tiempo, desde niños. Sean, estaba elegante, atractivo, pero algo triste. Quizá le recordara otro matrimonio por el que hubiera dado la mitad de su vida si se hubiera realizado con él de protagonista , y con Estela como su esposa.
No estaba enamorado de Victoria, pero confiaba que el tiempo trajera la paz a su espíritu y fuera capaz de amar a aquella muchacha buena y hermosa que se iba a convertir en su mujer
.
La ceremonia fue emotiva, no muy breve. El banquete de bodas transcurrió como estaba previsto y, a la mitad del baile, los novios decidieron partir, para emprender su viaje de luna de miel, que se desarrollaría en distintas capitales europeas, recalando al final en Nueva York. Eludieron pasar por España. Sean no quería arriesgarse a ver de nuevo a Estela.
Entre las invitadas a la boda, destacó una joven por su belleza, pero también por su atrevimiento. Era descarada y calculadora. Ella se fijó en Philip que vagaba solitario de mesa en mesa saludando a sus amistades. Fue ella la que le invitó a bailar. Era coqueta y se había propuesto hacerle olvidar a aquella española que le había enamorado, pero que le dio calabazas dejándole el corazón destrozado.
Pasó el tiempo, más del que Philip había previsto, y un día recibió la llamada de sus amigos españoles anunciándole que iban a ser padres dentro de unos siete meses
Su estancia en Irlanda iba a ser breve pues quería estar de regreso a Madrid para cuando Estela y Julio tuvieran a su primer hijo. Entre los tres habían buscado nombre al bebe
- Si es chico se llamará Felipe. Y si es niña la llamaremos Iris, que es parecido a como se pronuncia Irlanda. En tu homenaje Philip- anunció Julio
Fue niña, preciosa; morena como su madre , con mucho pelo y negro. Casi se le saltaron las lágrimas al ver a esa criatura hija de la mujer que amaba y de su mejor amigo. Al sostenerla entre sus brazos sintió una emoción tan profunda que le hizo comentar a los recién estrenados papás:
- La querré siempre como si fuera mi hija -- Estela se le quedó mirando y le dijo
-Philip, yo se que así será. Tienes que prometerme que si a su padre y a mi nos ocurriera algo, tu serías quién te hicieras cargo de ella, que no la dejarás desamparada nunca. Prometemelo.- Philip sonrió y contestó:
- Estad tranquilos si algo os ocurriera, será mi hija, y como tal cuidaré y protegeré--. Y juntos los tres mirando a Iris, soltaron una alegre carcajada.
Olivia llamaba a Philip casi todos los días. Le pedía que fuera a Irlanda para verse. El eludía el compromiso, pero ella de buenas a primeras se presentó en Madrid y con la excusa de que era un viaje inesperado, al no tener dónde hospedarse, le pidió hacerlo en su apartamento
-Soy una chica liberada, del siglo veinte, y además ¿quién va a saber que me quedo a dormir en tu casa?
Y ocurrió. Se quedó, y tuvo que comprometerse para casarse con ella. El resultado de aquella noche de liberación fue un matrimonio a los pocos meses, precipitado, sin amor y con engaños. Ella le había dicho que estaba embarazada y que sería una deshonra para su familia y que no podría volver a mirar a sus padres a la cara, por tanto no tuvo más remedio que unirse a ella. Pero al cabo de poco tiempo "fué una falsa alarma" y no hubo bebe. Su matrimonio fue más breve que la luna de miel de Sean. A Olivia le gustaba la posición social de los O'Connor. Las fiestas que ella organizaba, las cenas, los viajes.
Philip se sentía cada vez más solo y más ajeno a todo aquel boato. Por otra parte echaba de menos a sus amigos y a esa preciosa criatura que llevaba en su homenaje el nombre de su pais. De repente una mañana decidió que ya no aguantaba más, pidió el divorcio a su mujer y regresó a Madrid, loco de contento por liberarse de ese yugo en el que se vio envuelto y por ver a su "otra " familia. . ., a su niña, pues era grande el cariño que había tomado a aquel cuerpecito moreno y precioso que consideraba como hija suya.
Y pasó el tiempo, deprisa para el nuevo matrimonio O´Connor. Victoria dio a luz a un chico grandote y guapo como sus padres. Le pusieron por nombre Brendan y a los dos años volvieron a ser padres de nuevo de otro varón al que llamaron Thomas.
Transcurrieron cinco años. Sean consiguió amar a su esposa. Era una buena compañera y madre. Con toda la paciencia del mundo, supo esperar a que su marido poco a poco olvidase aquel amor español y pudieran vivir en paz. Los chicos crecían guapos, vitales, alegres y estudiosos. A Brendan le había destinado, a pesar de su corta edad, a ser el heredero de la empresa que desde sus abuelos habían ido ampliando hasta formar una gran compañía. El sería el director general cuando Sean pensara que había llegado la hora de retirarse de la dirección. Thomas sería su segundo, el apoyo que Brendan necesitaría para llevar a buen puerto la nave de ese emporio, aunque a Thomas no le hacía mucha gracia ser un hombre de negocios. El quería ser médico. Los chicos habían crecido deprisa y eran aplicados en sus estudios. A Brendan le encantaba dibujar y su deseo era ser pintor aunque su destino fuese el de ser financiero. Los meses corrían rápidos y los años también. Brendan tenía doce y pico, y Thomas casi once.
Victoria llevaba una temporada que no se encontraba bien. Siempre se sentía cansada, su organismo se descompensaba con demasiada frecuencia. Poco menos que a la fuerza Sean consiguió llevarla al médico. Después de hacerle todas las pruebas médicas requeridas, le dieron la noticia que nunca hubiera querido oir: su esposa tenía cáncer y era incurable y además rápido. Fué un mazazo. No sabía cómo reaccionar. Sentía que debía ser fuerte para ayudar a su esposa a la que amaba y ayudar a sus hijos demasiado´jóvenes para perder a su madre
. Decidió tragarse su pena y pasar el máximo tiempo posible junto a ella, y hacerle la vida lo más cómoda y feliz que estuviera a su alcance. Pero el final de Victoria llegó, dulce, sin hacer ruido como había sido su breve vida. El estuvo a punto de volverse loco; pasaba días enteros encerrado en su habitación y sus hijos permanecían solos, con su propio dolor, y en el desamparo de su padre. La servidumbre que les había visto nacer, les acogió y les dio todo el cariño que en esos momentos su padre no podía darles.
Y fué Paul, el mayordomo, el que poco a poco, les hizo comprender que las pérdidas amadas eran parte de la vida y que no debían sentirse culpables por lo ocurrido. Sean, al cabo de un tiempo decidió emprender el trabajo nuevamente, y poco a poco se fue haciendo cargo de sus hijos que fueron su consuelo para superar la terrible pérdida de Victoria.
Apenas había pasado un año cuando una noche recibió la llamada desde Madrid de su hermano Philip. Había ocurrido una tragedia: Estela y Julio habían sufrido un accidente de coche y habían perecido los dos, dejando huérfana a la pequeña Iris. Philip le pidió que acudiera al entierro de sus grandes amigos. Sean se puso en camino rumbo a Madrid, pero sin saber por qué razón se llevó con él a Brendan; Thomas era más pequeño y no quiso ir de viaje.
Llegaron a Madrid cuando apenas había despuntado la mañana y al entrar en casa de Estela y Julio un silencio denso, pesado, les dio la bienvenida junto con un Philip totalmente derrumbado, teniendo en brazos a una niña medio dormida, gimoteando y llamando a su mamá. Brendan quedó sobrecogido ante el cuadro que acababa de presenciar. ¿ Quién era aquella niña morena tan asustada y llorona? El había perdido a su mamá no hacía mucho y no lloró.
Mientras tanto Sean y Philip se fundieron en un largo y entrañable abrazo, cómplices sin duda de aquel amor que habían sentido por aquellas personas que acababan de morir. Las visitas empezaron a llegar entrada la mañana a la casa del duelo. La niña estaba desorientada y salió al jardín para tomar algo de aire que le hiciera más fácil respirar y tratar de olvidar aunque fuera por unos instantes, la tragedia que estaba viviendo en su corta vida. Se sentó en una escalera, sola, llorando y llamando a sus padres. De repente una pequeña figura de niño apareció a su lado, en silencio, mirándola fijamente, tratando de infurndirla todo el ánimo y, su amarga experiencia vivida con su propia madre no hacía mucho tiempo.
No estaba enamorado de Victoria, pero confiaba que el tiempo trajera la paz a su espíritu y fuera capaz de amar a aquella muchacha buena y hermosa que se iba a convertir en su mujer
.
La ceremonia fue emotiva, no muy breve. El banquete de bodas transcurrió como estaba previsto y, a la mitad del baile, los novios decidieron partir, para emprender su viaje de luna de miel, que se desarrollaría en distintas capitales europeas, recalando al final en Nueva York. Eludieron pasar por España. Sean no quería arriesgarse a ver de nuevo a Estela.
Entre las invitadas a la boda, destacó una joven por su belleza, pero también por su atrevimiento. Era descarada y calculadora. Ella se fijó en Philip que vagaba solitario de mesa en mesa saludando a sus amistades. Fue ella la que le invitó a bailar. Era coqueta y se había propuesto hacerle olvidar a aquella española que le había enamorado, pero que le dio calabazas dejándole el corazón destrozado.
Pasó el tiempo, más del que Philip había previsto, y un día recibió la llamada de sus amigos españoles anunciándole que iban a ser padres dentro de unos siete meses
Su estancia en Irlanda iba a ser breve pues quería estar de regreso a Madrid para cuando Estela y Julio tuvieran a su primer hijo. Entre los tres habían buscado nombre al bebe
- Si es chico se llamará Felipe. Y si es niña la llamaremos Iris, que es parecido a como se pronuncia Irlanda. En tu homenaje Philip- anunció Julio
Fue niña, preciosa; morena como su madre , con mucho pelo y negro. Casi se le saltaron las lágrimas al ver a esa criatura hija de la mujer que amaba y de su mejor amigo. Al sostenerla entre sus brazos sintió una emoción tan profunda que le hizo comentar a los recién estrenados papás:
- La querré siempre como si fuera mi hija -- Estela se le quedó mirando y le dijo
-Philip, yo se que así será. Tienes que prometerme que si a su padre y a mi nos ocurriera algo, tu serías quién te hicieras cargo de ella, que no la dejarás desamparada nunca. Prometemelo.- Philip sonrió y contestó:
- Estad tranquilos si algo os ocurriera, será mi hija, y como tal cuidaré y protegeré--. Y juntos los tres mirando a Iris, soltaron una alegre carcajada.
Olivia llamaba a Philip casi todos los días. Le pedía que fuera a Irlanda para verse. El eludía el compromiso, pero ella de buenas a primeras se presentó en Madrid y con la excusa de que era un viaje inesperado, al no tener dónde hospedarse, le pidió hacerlo en su apartamento
-Soy una chica liberada, del siglo veinte, y además ¿quién va a saber que me quedo a dormir en tu casa?
Y ocurrió. Se quedó, y tuvo que comprometerse para casarse con ella. El resultado de aquella noche de liberación fue un matrimonio a los pocos meses, precipitado, sin amor y con engaños. Ella le había dicho que estaba embarazada y que sería una deshonra para su familia y que no podría volver a mirar a sus padres a la cara, por tanto no tuvo más remedio que unirse a ella. Pero al cabo de poco tiempo "fué una falsa alarma" y no hubo bebe. Su matrimonio fue más breve que la luna de miel de Sean. A Olivia le gustaba la posición social de los O'Connor. Las fiestas que ella organizaba, las cenas, los viajes.
Philip se sentía cada vez más solo y más ajeno a todo aquel boato. Por otra parte echaba de menos a sus amigos y a esa preciosa criatura que llevaba en su homenaje el nombre de su pais. De repente una mañana decidió que ya no aguantaba más, pidió el divorcio a su mujer y regresó a Madrid, loco de contento por liberarse de ese yugo en el que se vio envuelto y por ver a su "otra " familia. . ., a su niña, pues era grande el cariño que había tomado a aquel cuerpecito moreno y precioso que consideraba como hija suya.
Y pasó el tiempo, deprisa para el nuevo matrimonio O´Connor. Victoria dio a luz a un chico grandote y guapo como sus padres. Le pusieron por nombre Brendan y a los dos años volvieron a ser padres de nuevo de otro varón al que llamaron Thomas.
Transcurrieron cinco años. Sean consiguió amar a su esposa. Era una buena compañera y madre. Con toda la paciencia del mundo, supo esperar a que su marido poco a poco olvidase aquel amor español y pudieran vivir en paz. Los chicos crecían guapos, vitales, alegres y estudiosos. A Brendan le había destinado, a pesar de su corta edad, a ser el heredero de la empresa que desde sus abuelos habían ido ampliando hasta formar una gran compañía. El sería el director general cuando Sean pensara que había llegado la hora de retirarse de la dirección. Thomas sería su segundo, el apoyo que Brendan necesitaría para llevar a buen puerto la nave de ese emporio, aunque a Thomas no le hacía mucha gracia ser un hombre de negocios. El quería ser médico. Los chicos habían crecido deprisa y eran aplicados en sus estudios. A Brendan le encantaba dibujar y su deseo era ser pintor aunque su destino fuese el de ser financiero. Los meses corrían rápidos y los años también. Brendan tenía doce y pico, y Thomas casi once.
Victoria llevaba una temporada que no se encontraba bien. Siempre se sentía cansada, su organismo se descompensaba con demasiada frecuencia. Poco menos que a la fuerza Sean consiguió llevarla al médico. Después de hacerle todas las pruebas médicas requeridas, le dieron la noticia que nunca hubiera querido oir: su esposa tenía cáncer y era incurable y además rápido. Fué un mazazo. No sabía cómo reaccionar. Sentía que debía ser fuerte para ayudar a su esposa a la que amaba y ayudar a sus hijos demasiado´jóvenes para perder a su madre
. Decidió tragarse su pena y pasar el máximo tiempo posible junto a ella, y hacerle la vida lo más cómoda y feliz que estuviera a su alcance. Pero el final de Victoria llegó, dulce, sin hacer ruido como había sido su breve vida. El estuvo a punto de volverse loco; pasaba días enteros encerrado en su habitación y sus hijos permanecían solos, con su propio dolor, y en el desamparo de su padre. La servidumbre que les había visto nacer, les acogió y les dio todo el cariño que en esos momentos su padre no podía darles.
Y fué Paul, el mayordomo, el que poco a poco, les hizo comprender que las pérdidas amadas eran parte de la vida y que no debían sentirse culpables por lo ocurrido. Sean, al cabo de un tiempo decidió emprender el trabajo nuevamente, y poco a poco se fue haciendo cargo de sus hijos que fueron su consuelo para superar la terrible pérdida de Victoria.
Llegaron a Madrid cuando apenas había despuntado la mañana y al entrar en casa de Estela y Julio un silencio denso, pesado, les dio la bienvenida junto con un Philip totalmente derrumbado, teniendo en brazos a una niña medio dormida, gimoteando y llamando a su mamá. Brendan quedó sobrecogido ante el cuadro que acababa de presenciar. ¿ Quién era aquella niña morena tan asustada y llorona? El había perdido a su mamá no hacía mucho y no lloró.
Mientras tanto Sean y Philip se fundieron en un largo y entrañable abrazo, cómplices sin duda de aquel amor que habían sentido por aquellas personas que acababan de morir. Las visitas empezaron a llegar entrada la mañana a la casa del duelo. La niña estaba desorientada y salió al jardín para tomar algo de aire que le hiciera más fácil respirar y tratar de olvidar aunque fuera por unos instantes, la tragedia que estaba viviendo en su corta vida. Se sentó en una escalera, sola, llorando y llamando a sus padres. De repente una pequeña figura de niño apareció a su lado, en silencio, mirándola fijamente, tratando de infurndirla todo el ánimo y, su amarga experiencia vivida con su propia madre no hacía mucho tiempo.
La cogió de la mano apretándosela, y le dijo junto a su oído
- No te preocupes, yo estaré junto a ti
Y sin decir nada , la niña reclinó su cabecita llorosa en el hombro de Brendan. Así permanecieron en silencio uno junto al otro, hasta que Philip salió a buscarles: era la hora de la despedida definitiva.
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