lunes, 25 de julio de 2016

Volver a los diecisiete - Capítulo 2 - En solitario

Al igual que cualquier pareja, tuvieron sus crisis matrimoniales. Estaba casada  con un médico muy atractivo que, desde joven había destacado por su simpatía. Tenía bastante éxito entre las mujeres pacientes y enfermeras. A veces hasta era un poco "canalla".  Lo que menos podía imaginar es que se "liara" con una paciente bastantes años más joven que él.  Sin duda sufría la crisis de los cuarenta y necesitaba alimentar su ego creyendo que conquistaba  aún a las mujeres . Con una de sus conquistas le sorprendió la muerte.  Carmina se enteró de todo ello a su fallecimiento.

 Supo que había alquilado un apartamento en una de las calles más céntricas de Madrid, de uno de los barrios con más solera: Argüelles. En él, junto a su conquista, pasaba las innumerables "guardias", demasiados foros médicos, demasiados viajes, demasiadas ausencias, demasiadas noches lejos de casa...  Ella hacía como  que no se enteraba o, quizá no quería enterarse.


Averiguó todo de golpe  y fue un mazazo del que tardó en recuperarse. Siempre, en su interior, sospechó que algo no iba bien en su matrimonio. Cuando se casaron, y aún años después, las noches eran apasionadas.  Pero cada vez fueron más espaciadas, con la pasión justa, como quién cumple un trámite y, un día el sexo dejó de existir.  A veces era ella la que se mostraba más cariñosa de lo normal, buscando la intimidad con su marido, pero un "perdona querida, estoy muy cansado. La guardia ha sido durísima" ,  era su respuesta al reclamo de la pasión,  desistiendo en ello 
 Él se daba la vuelta en la cama y ella tragaba la frustración y el desánimo que ello le provocaba.  A menudo, su amor propio salía mal parado, y hasta llegaba a pensar, que esa actitud era la normal a sus edades, en las que habían explorado el territorio de los cuerpos de cada uno de ellos, y no les quedaba nada por descubrir

En aquella época a las mujeres les estaba vedado "tocar ese tema", ni aún con sus esposos. No estaba bien visto, eso era para otra clase de mujeres que cobraban por ello.  Ni siquiera podía plantear el por qué la desairaba con demasiada frecuencia.  Seguía enamorada de su marido y, se engañaba a sí misma con la excusa que él daba:  el cansancio. Pero más bien, es que quería vivir en el engaño y no enterarse de nada.

Fue en el bufete de su abogado cuando éste le puso al corriente del estado de su cuenta, cuando al detallarle los gastos y los ingresos, quedó reflejado  el apartamento que servía como nido de amor prohibido de su marido..  Siempre le  había  creído cuando le juraba y perjuraba que ella era la única mujer de su vida, su amor platónico.    Quiso conocer todos los detalles de cómo sucedió todo, de cómo había fallecido

— Sufrió un infarto mientras hacía el amor   con su amiguita.  Al sentirse mal y, para no descubrirse, la pidió le llevara al hospital alegando que le había sucedido en la calle, no quería que nadie supiera lo que estaba haciendo en ese momento, ni tampoco que tú,  Carmina,  te enteraras 

Y de esa manera se enteró de la cruel verdad, de cómo y cuando había sucedido su muerte. Se quedó callada, mirando fijamente al abogado como si todo lo hubiera soñado. Las palabras se negaban a salir de su boca. No se atrevía a levantarse de la silla por temor a caerse, ya que las piernas no la sujetaban. Pero no se desmayaría. No le daría ese gusto si es que, desde el más allá se vieran las terrenales flaquezas humanas.

Todos sus compañeros estaban enterados de sus andanzas, pero guardaron silencio por respeto a Carmina.   Fue Juana, la ayudante directa de su marido, quién la puso al corriente del resto que aún le quedaba por conocer. Le daba lástima el desconsuelo de aquella mujer que había sido engañada por su esposo y aún así lloraba  su muerte.


De repente, Carmina,  se dio cuenta de que en el rompecabezas, encajaban todas las fichas . Comenzó a entender muchas cosas, pero de momento no le diría nada a sus hijas. Ellas adoraban a su padre.   Todo seguiría como un fatal accidente. 

 Cuando salió a la calle después de hablar con su abogado, sufrió un ligero desmayo y fue auxiliada por los transeúntes que circulaban por allí. Se le pasó enseguida sorbiendo un poco de agua que alguien le sacó de un bar cercano y se negó a que  avisaran a una ambulancia.

— Muchas gracias a todos, han sido muy amables.  Ya se me ha pasado.  Ha sido una mala noticia que acabo de recibir y eso me ha producido el desmayo.  Ya estoy bien, muchas gracias.   Agradeció de esta forma la ayuda que diversas personas le habían ofrecido.

  Llegó a su casa con el rostro demudado y, ayudada por Manuela se recostó en uno de los sillones del salón . Allí , abrazando a su cuidadora, la puso al corriente de las novedades contadas por su abogado, pero lo que más le dolía era tener que informar a sus hijas de cómo murió su padre.

Habían pasado tres meses desde su fallecimiento y creyó que ya era el momento de informarles de la verdad, de decirles que su padre era simplemente un sinvergüenza. Aprovechó unos días de vacaciones de ellas,  cuando al cabo de mil rodeos,  contó la verdad de lo sucedido,  de las infidelidades que durante años había sufrido. Las chicas  se abrazaron a ella y las tres lloraron durante largo rato. Manuela contemplaba la escena emocionada y apesadumbrada por lo que aquella familia estaba pasando.

En la cuenta corriente del banco, por lo menos,  había tenido la deferencia de asegurar los estudios de sus hijas y una vida digna y desahogada de su mujer. Por ello no había que preocuparse. Las chicas finalizaron sus estudios, se casaron, fueron madres y poco a poco llegó el día en que Carmina celebró su cincuenta y seis cumpleaños, principio de nuestra historia.

La comida transcurrió en armonía y buen humor. Los niños adoraban a su abuela y se peleaban por estar a su lado a la hora de sentarse a la mesa. Sus yernos , Ramón y Luis, querían entrañablemente a su suegra. Tenían la más alta consideración hacia ella: era buena mujer, comprensiva y nunca se metía en los asuntos del matrimonio. Sencillamente seguía su lema al pie de la letra: Vive y deja vivir.

Ramón era el yerno más serio y comparaba a Carmina con su propia madre. Ambas mujeres pertenecían a la misma generación , pero al contrario que Carmina, sus padres permanecían unidos y queriéndose cada día más, al cabo de más de  treinta años de casados. Siempre había mantenido charlas con Carmina después de enviudar, máxime al enterarse de las andanzas de su marido.  Estaba totalmente de su parte y  le animaba a que saliera y se hiciera más independiente, algo que enfadaba a Raquel, su esposa, la hija mayor de Carmina.

— Tienes que salir más
—Pero si ya salgo
—¿ Con esa panda de rancias que tienes por amigas?
— ¡ Ramón, hijo ! son mis amigas de toda la vida
— Si. Esas que seguramente conocían lo de tu marido y nunca te dijeron nada. Me refiero, a que hagas viajes; los hay para personas solas, muy atrayentes, por lugares exóticos que no conoces.  ¡ Por Dios Carmina ! eres una mujer muy atractiva, simpática, culta, con buen humor...  ¿Quién sabe?  Lo mismo encuentras a un atractivo otoñal y ligas con él ...
— Anda, anda. A mi edad... Estás loco ... — Y reía la broma de su yerno
— Carmina eres joven aún y tienes una gran capacidad para dar amor. Harías feliz a cualquier hombre
— ¿ Me estás diciendo que vuelva a casarme?
— ¿ Quién va a casarse ? —preguntó su hija mayor, Raquel
— Nadie, hija mía. Era una simple broma de tu marido
— Mamá ¡ Ni se te ocurra! Ni siquiera lo pienses
— ¿ Por qué dices eso a tu madre ? Creo que es ella la que debe decidir sobre su vida. Nosotros tenemos la nuestra
— ¿Le animas a que reemplace a mi padre ?
— Le animo a que pase página. Porque precisamente tu padre no fue muy ejemplar.
— Vale, vale. No discutáis.  Hija, no te lo tomes así; ha sido una simple charla

A la mañana siguiente se despertó a la hora acostumbrada, y como marcaba su rutina se dispuso a planificar ese día que sería distinto a los demás. Ir al gimnasio, al instituto de belleza para hacerse una limpieza de cutis, que creía necesitar.  No regresaría a casa para comer. Y así se lo comentó a Manuela

— Para mi no prepares comida. Hoy lo haré fuera
—¿ Tiene comida de chicas?
— No.  Lo haré yo sola
— ¿ Cómo dice ?
—Si Manuela. Lo haré sola.  Voy a empezar a cambiar algunas cosas en mi vida.  Siempre he acudido acompañada a todos los sitios; nunca he pagado una cuenta, ni he usado tarjetas de crédito y a duras penas sé rellenar un cheque. Ni he ido sola a un cine. Creo que ya es hora de que empiece a  cambiar.
—Bien. Eso es lo que tiene que hacer. Lleva muchos años de luto y es hora de que lo alivie. Además no tiene tanta importancia decidir lo que uno quiere hacer...
— Manuela, tu sabes todas mis cosas. Has sido mi paño de lágrimas.   Ramón me dijo ayer algo que me dejó cavilando y creo que tiene razón, aunque mis hijas no estén de acuerdo.
— Viva su vida como quiera, que ya es mayorcita.  Ha guardado demasiadas deferencias y, no todos las merecían.
— Manuela... Dejemos a los muertos descansar en paz.

Siguiendo las pautas que ella misma se había marcado, fue cubriendo el itinerario.  Al salir del salón de belleza se miró en la luna de un escaparate y se gustó.  Iba elegantemente vestida y muy guapa.  Necesitaba subir su autoestima, necesitaba demostrarse que era algo más que un bonito florero.

¿ Dónde almorzaría ? Eligió Jockey, uno de los más afamados y elegantes restaurantes  de la ciudad,.  Paró a un taxi y le dio su dirección.

—Ha elegido uno de los mejores restaurantes, señora, no sólo de Madrid, sino de Europa.— la comentó jocoso el taxista




RESERVADOS DERECHOS DE AUTOR / COPYRIGHT
Autora< rosaf9494quer
Edición< Julio 2016
Ilustraciones < Internet < Ana Belén

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