- Anderson ¿ qué ocurre?- le dijo preocupada
- Nada mi amor. Ahora vengo- respondió
Con paso rápido llegó hasta donde Sara, con una sonrisa irónica en su rostro, aguardaba a que él llegara
- ¿ Qué demonios haces aquí?- la preguntó airado
- Estamos en un país de libre circulación. He venido a dar una vuelta por Escocia, y me he enterado que te habías casado. ¡ Nada más ! Quería daros la enhorabuena. Francamente no se porqué te alteras tanto
- ¿ Que por qué me altero tanto? Te conozco lo suficiente como para pensar algo que no me gusta. Cuando te visité en Madrid, te lo anuncié. Te hablé muy claro, y no tenía obligación de hacerlo. Quise terminar algo que nunca debió empezar, pero tu no has puesto punto final. Yo si.
- Vale, vale...¿ Puedo saludar a tu mujercita ?
- No, no puedes. No quiero que te acerques a ella
-Ja, ja ja... ¿ me tienes miedo ?
- No, sólo que no te quiero en nuestras vidas. Déjame en paz
- Yo no quiero nada contigo. No seas tan presuntuoso. Si no es hoy, en cualquier ocasión me cruzaré con ella y charlaremos
- Ni se te ocurra acercarte a mi mujer
- Bueno. Quizá a vuestra vuelta del viaje de novios... Voy a trabajar por aquí, y en un sitio tan pequeño, seguro que coincidiremos... en el supermercado, en alguna cafetería, o simplemente en el hotel. De momento viviré allí. Anda, vuelve con ella. nos está mirando y apuesto que daría algo por saber lo que ocurre, aunque creo que lo imagina.
- Me estás desafiando. Pues ten cuidado. No te tengo miedo, porque de nada he de esconderme. Mi mujer conoce perfectamente lo que fue nuestra relación. No hay nada por lo que me puedas hacer daño. Lo mejor es que des media vuelta y regreses a tu país. Te lo pido por última vez: déjanos en paz
- ¿ Estás seguro de que a tu mujercita esto no le afectará? Si conocieras mejor a las mujeres, fuera de una cama, sabrías que a nosotras no se nos pasa tan rápido lo que afecta a nuestra vida sentimental.
- ¿ Qué quieres decir ?
- Nada, nada... Ya me voy, y anda ve con ella. Tiene la cara muy pálida y eso no hace más que confirmar lo que acabo de decirte. Ella imagina algo... ¡ Acláraselo ! Cuéntala que nos hemos acostado en varias ocasiones, cada vez que tu ibas a Madrid, y que hasta viviste en mi casa. Seguro que el saberlo va a ponerla muy contenta
- No hay nada que ella no sepa. Se lo he contado todo. Sara, lo mejor para ti y para todos, es que des media vuelta y te vayas. Esta situación es absurda, y no conduce a nada.
- Está bien, me voy. Que te vaya bien, que os vaya bien. Adiós.
Sara giró sobre sus talones y desapareció por la puerta del hotel, mientras Anderson se reunía con su mujer y Henry, que le aguardaban expectantes
- ¿ Qué quería esa chica? - le pregunta Adela - ¿ Es ? ...- y dejó la pregunta suspendida en el aire
Discretamente como si fuera lo más normal del mundo, la pareja se despidió de Henry y entraron en el coche que les conduciría a su hogar. Iban en silencio, cada uno con sus pensamientos
- No es normal que estemos así... Acabamos de casarnos -.- decía entristecida Adela
- No te preocupes, cariño. No permitas que nos amargue el día. Es una mujer molesta, nada más. No tiene nada que ver con nosotros. Disfrutemos de nuestro día. Vámonos ya de una vez
- De acuerdo. Vámonos
Al día siguiente, tomarían un avión que les llevaría a ese paraíso exótico, que Anderson había elegido para iniciar su vida de casados. Tailandia era la elección. Lo había llevado muy en secreto, y ni siquiera Adela conocía su destino. No sería un clásico viaje de turista. Por haber estado en aquel país en repetidas ocasiones, conocía a la perfección los rincones más pintorescos y bellos, aquellos que no aparecían en las agencias de viajes. Fue un viaje largo, con escalas, pero al fin se veían alojados en un hotel de lujo y en un entorno maravilloso y romántico. Estaban cansados, pero el entorno incitaba al romanticismo y al amor. Ellos no fueron ajenos .
Serían diez días maravillosos, en un paraíso en el que sólo contaba la pasión y el amor que sentían. Aislados de todo lo que a diario vivían en Escocia. Desecharon los problemas. Sólo eran ellos dos, nada importaba, y el recuerdo de Sara, quedó diluido en sus pensamientos.
Después de visitar algún lugar pintoresco, alguna fiesta popular y paseos nocturnos que Adela quiso conocer, sus pequeñas vacaciones tocaban a su fin. De nuevo volverían a poner los pies en la tierra, fuera de la burbuja que habían construido para su especial luna de miel. No tenían más que las preocupaciones normales que proporciona la gerencia de un negocio propio. Entre ellos se había establecido una corriente especial. A pesar de haber convivido antes de la boda, desde que ya eran oficialmente marido y mujer, algo había cambiado. Anderson sabía que cuidaría, amaría y protegería a Adela hasta el fin de sus días. Adela se sentía amada, cuidada y comprendida por su marido. El le daba la confianza en si misma que ella necesitaba, y poco a poco iba venciendo, siempre que tuviera a Anderson apoyándola y dándola seguridad. ¿ Por qué se sentía tan insegura? No tenía motivos para ello, pero no podía evitarlo. Siempre la había sentido, desde muy joven. Se creía un ser inferior a cualquier otro, y el comprobar el éxito que su marido despertaba entre las féminas, no hacía más que corroborar esa idea. ¿ Por qué ese sentimiento?
Esos pensamientos la mortificaban, a pesar de que estaba segura que él la amaba, y que no tenía motivos para sentir esa mortificante sensación. Ella aún no había aparecido en su vida.
- ¿ En qué piensas? - le preguntaba Anderson, ya acostado y observaba a su mujer mientras ésta cepillaba su cabello
Pero fue ese gesto habitual de cada noche, lo que hizo que él la observara con más atención. Se demoraba más de lo habitual, y su mirada perdida le hacía sentir que algo estaba bullendo en su cabecita. ¿ Qué sería esta vez? Hacía los movimientos mecánicamente, con la vista perdida en quién sabe qué punto, absorta. Tanto, que no escuchó lo que él la preguntaba.
- Dely ¿ que ocurre?- volvió a preguntarla
- Eh... ¿ decías algo ? - le respondió ella distraídamente
- ¿ Qué está pasando por esa cabecita a pájaros ?
- Andy... no me ocurre nada. Sólo que lo he pasado muy bien, y lamento que se termine. Pero hemos de volver a nuestra vida común, a la realidad. Ha sido fantástico, mágico, diría yo
- Me alegro te haya gustado el viaje. Quería que fuera especial, lugares que no se conocen porque no son tan comerciales
- Dime una cosa... ¿ Frecuentabas la vida nocturna ?
- Ya... ya se lo que te pasa. Por amor de Dios, Adela. Era joven, solitario y dueño de mi vida. No tenía compromiso con nadie y tú aún no habías aparecido. Si, frecuenté esos lugares. ´¿ Así te quedas tranquila?
- ¿ Y Sara ? ¿ Qué lugar ocupó ?
- ¿ Por qué demonios la mencionas ahora? ¿ Qué pinta ella en nuestras vidas?
-Ya... Sentías algo. Con la primera pregunta no te has enfadado tanto. o sea, que si. Que estabais liados
- ¿ Me quieres decir a qué viene eso ahora? Te lo he contado todo. Te lo dije desde el principio. Ella no significó más que una simple aventura, que no debió ocurrir, pero ocurrió y no se puede hacer nada por ello. Ven a la cama, ya de una vez. Si sigues cepillándotelo te lo vas a arrancar
- Es que... Las chicas de aquí son preciosas, al igual que Sara... y yo ... soy de lo más corriente
- ¡ Vaya por Dios, apareció la inseguridad con su mejor rostro ! ¿ Quién te ha dicho que eres corriente? Eres una mujer preciosa, dulce y cariñosa, y además eres la mía. Olvida por favor, todas esas ...
- ¿ Tonterías ? Para mi no lo son, Anderson, no lo son
- No lo son porque piensas que me voy a cansar de ti y añoraré todas estas aventuras que he tenido. ¿Cómo es posible que pienses esas tonterías?
- ¿ Tonterías ? ¿ tonterías?. Para mi no lo son, ya te lo he dicho
- Me canso de repetir una y otra vez el mismo tema. ¿ Voy a escucharlo durante toda mi vida? ¿Sabes lo que pienso ? que eres una inmadura. Eso es lo que te pasa
-¿ Inmadura? Yo diría inexperta. Si hubiera corrido el tacón tanto como Sara, sabría más de cómo conquistar a un hombre
- A mi ya me tienes conquistado, y no creo que lo estés diciendo refiriéndote a otro hombre, porque eso si me cabrearía un montón
- ¿ Por qué los hombres podéis tener todas las aventuras habidas y por haber, y nosotras no? Eh.. ¿dime por qué ?
- Adela, creo que como broma, ya ha durado demasiado. Ven a la cama de una vez, caramba. Deja ya de divagar por algo de hace mil años, por favor...
Había sido la primera discusión que tenían, no sólo de casados, sino desde que habían tomado la decisión de convivir antes de estarlo. ¿ Por qué había terminado en una riña? Anderson no le daba ningún motivo para pensar que podría recordar alguna otra aventura. No tenía sentido. Si no la amara no se habría casado con ella. Se metió en la cama y se acurrucó entre los brazos de su marido. Se sentía triste. De nuevo las dudas habían vuelto. Nunca la abandonarían.
- Ven aquí, ven aquí. No seas chiquilla. Sabes que estoy loco por ti. Te he perseguido durante mucho tiempo. No dudes de mi, por favor, no tienes motivos
- Lo se, lo se... pero no puedo evitarlo. ¿ Crees que lo hago por gusto? Lo paso mal. Quisiera ser el único motor de tu vida, pero se que no es así y eso me duele
- ¡ Claro que eres el único motor de mi vida ! Porque te sintieras feliz, haría cualquier cosa. Eres lo más importante que tengo. Te quiero Adela, como nunca pensé que podría querer, y no se cómo hacértelo comprender
- Abrázame fuerte, por favor
- ¿ Qué te ocurre? te encuentro extraña. ¿He hecho o dicho algo que te haya molestado?
- No. No eres tu, soy yo. Ni yo misma me entiendo. No se qué me ocurre, pero tengo unas ganas enormes de llorar
- Eh, eh... ¿ Por qué quieres llorar? Me estás preocupando. Dime ahora mismo lo que te pasa
- Es que no lo se. Solo que tengo una inmensa tristeza
- Seguro que es porque nos tenemos que marchar a casa, porque tenemos que regresar. Pero nuestra luna de miel seguirá allí. Te quiero, pequeña, y deseo hacerte feliz. Que nada ni nadie enturbie nuestras vidas. Ven aquí dame un beso, anda
A la mañana siguiente, Adela se encontraba mejor de su melancolía, pero no del estómago. Desayunó poco, y a la fuerza para no preocupar a Anderson. Habían tenido una noche loca de pasión, y parecía haber olvidado su inseguridad, pero no se encontraba bien. Temía la cantidad de horas de vuelo que tenían por delante, con la voz baja, para que él no la escuchara, le pedía a Dios, no ponerse enferma. Al menos hasta llegar a casa. Y el vuelo de regreso fue largo y pesado, con escalas interminables, al menos es lo que a ella le parecían. Anderson estaba totalmente volcado en su mujer. Trataba de hacer lo más cómoda posible la larga espera en la sala de viajeros. La compró revistas, bombones, perfumes... Ya no sabía qué hacer. Intuía, que aunque ella no le dijera nada, no se encontraba bien: hablaba poco y tenía mala cara.
- Debe ser el cambio..,. el clima... o algo que le haya sentado mal ¿ Qué es lo que la ocurre? Por Dios bendito, estoy deseando llegar a casa. Y lo malo es que aún nos quedan unas cuantas horas para eso
Adela entraba con relativa frecuencia al servicio del aeropuerto. Seguía sintiendo ese malestar que a ratos la mortificaba. Sonreía a su marido por no preocuparle, pero estaba segura que no lo conseguía
- ¿ Tienes hambre ? - la preguntó Anderson, incapaz de hacer otra cosa para distraerla
- No es exactamente hambre. Es como si estuviera empachada...Comeré algún bombón
Pero a penas pudo darle un mordisco, cuando unas náuseas horribles sacudían todo su cuerpo
- Huelen horrible - dijo para justificar el estremecimiento que sintió al tener el chocolate en su boca
- Pero no es posible que estén en mal estado. Lo he comprado en la pastelería más lujosa del aeropuerto - dijo él sin entender lo que ocurría- Dámelos. Voy a presentar una reclamación
- No, déjalo... igual soy yo... mi estómago no anda bien. Pienso que alguna comida me ha sentado mal y la tengo retenida... y hasta que no la expulse voy a estar molesta. Anda llévame a alguna cafetería y comemos algo.
Anderson se quedó más tranquilo, cuando la vio comer, casi con voracidad, una sopa que les sirvieron como primero. A él no le pareció que estuviese excesivamente rica, pero para Adela debía ser un manjar, a tenor de la cara de satisfacción que tenia mientras la degustaba. El color volvió a sus mejillas, y dio por buena la explicación que Adela le daba de que era cosa del estómago. Y tras largas horas, por fin, llegaron a casa contentos y felices. Adela se encontraba bien y Anderson había olvidado la preocupación por su bienestar.
- ¡ Al fin hemos llegado ! - respiró él aliviado mientras abrazaba a su mujer
- Si, ya estamos en casa de nuevo. Ha sido un viaje fantástico, de ensueño. Lo recordaré siempre. Te quiero Andy, y me haces muy feliz
- Yo también te quiero, pequeña. Y no será el último viaje que hagamos, pero el próximo será más cerca
Y ambos rieron felices y contentos abrazados. No se incorporarían al trabajo hasta dos días después. Aprovecharían esas horas de libertad para estar juntos, visitar al padre de Anderson y para aclimatarse con el horario y con la vuelta a la tarea diaria.
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