Ninguno de los dos pudo dormir aquella interminable noche. Robert había preparado su maleta. Hablaría por la mañana con su padre y volvería de nuevo a América. No podía verla, no quería verla, pero al mismo tiempo sabía que si se alejaba de aquel lugar rompería para siempre la posibilidad, aunque sólo fuera cruzarse con ella por la calle, y necesitaba verla, pero tenía que irse...
Padre e hijo se encerraron en el despacho y Robert contó a su padre el fracaso con Perla. Ralph, le miró disgustado. No sabía qué podía aconsejarle; de nuevo la historia se repetía, de nuevo un Villanueva se iría a América por un desamor, pero le daba miedo que Robert volviera a las andadas, ahora que por fín había enderezado su vida. Pero la decisión era firme y ese mismo día David le llevó de regreso a Madrid y allí cogería el avión que le devolvería a Nueva York, con las ilusiones rotas.
Perla vió el coche de Robert aparcado delante de la mansión, pero de él no había vuelto a saber nada. Llevaba a su lado a Sweety. Lo devolvía a su lugar y como se había temido dejó preñada a Canela.
Pasaron los días y el parto de la perra se presentó de improviso, mientras David estaba visitándola
--¡Oh Dios mio ! ya están aquí. Canela está pariendo. Ayúdame David, por favor
Se dirigieron hacia donde habían instalado a la perra. Tumbada poco a poco empezó el parto. Era una maravilla de la naturaleza. Siempre les asombraba el nacimiento de un animal. Les maravillaba la forma en que ellos solos se las arreglan para cortar el cordón y lavar a sus crias. Canela tuvo varios cachorros con lo cual se les hizo de noche. Cuando terminaron , David hizo algunas confidencias a Perla referente a Jenny.
--¿Sabes Perla? lo mío con Jenny va muy en serio. Ella me contó lo ocurrido c on su anterior novio: le pilló con otra y rompió su compromiso. Hirió su orgullo más que su corazón. Parece que está muy recuperada y poco a poco estoy consigiendo que se olvide de aquello. Hemos empezado una relación y hemos decidido que si todo camina como hasta ahora, nos instalaremos en el Jerte. Compraremos un terreno para cultivar frutas y entraremos en la cooperativa. Yo seguiré de veterinario y con el tiempo crearemos una familia
--David,¡ me alegro tanto por vosotros!. Jenny es una chica excelente y a ti te quiero mucho. Te conozco desde hace tiempo y sé que la harás feliz. Os lo deseo de todo corazón
--Y tú ¿ qué pasa con tu vida? ¿Por qué rechazaste a Robert?
--David, tu conoces la razón. El es como es. Está acostumbrado a otro tipo de vida que no es la de un pueblo. Necesita salir por las noches, necesita rodearse de mujeres. La finca le asfixiaría e iteriormente me reprocharía el haberle hecho vivir de esa forma. Nuestra relación es imposible. Debo vivir el destino de mi familia
--Eso es una tontería. Los tiempos han cambiado. Se que te gusta, me consta, entonces¿cuál es el problema? Lo que sí te digo es que él lo está pasando muy mal. No se centra. Ni siquiera llama para interesarse por la finca. Tenías que pensártelo
--Por favor, David. la decisión está tomada.
Al día siguiente a solas en su paseo diario, reflexionó y creyó que sería mejor poner tierra de por medio. Quizás fuera mejor irse de aquel lugar. Presentaría su dimisión y volvería a Madrid, pero hacer ¿ qué? Desde que se licenciara no había hecho otra cosa que trabajar en el campo. No se veía en una clínica. Pero quizás pudiera irse a otro pueblo, sí, se iria a otro lugar a empezar de nuevo, partir de cero.
¿ Y los perros? No podía meterlos en el piso de Madrid. Eran cuatro, así que decidió dejar a los cachorros al cuidado de David hasta que tuviera una nueva casa en algún pueblo.
--Jenny, David, os vengo a pedir un favor...
--Dinos ¿ qué deseas?
--Tengo que irme de aquí. No me siento c ómoda vivienda tan cerca de los Villanueva y he decidido instalarme en otro lugar. De momento me vuelvo a Madrid, pero no me puedo llevar a todos los perros.¿Podríais quedaros con los cachorros? Será provisional, hasta que encuentre otro lugar.
La dolió dejarlos. Sweety enseguida se hizo cargo de ellos, pero no dejaba de llorar por la ausencia de su pareja, de Canela. Cuando volvió a su casa Canela estaba llorando, buscaba a sus cachorros. A Perla se le partía el corazón y se prometió abrazada a la perra que sería por breve tiempo. No estarían separados indefinidamente.
Llegó a Madrid a media tarde. Recordaba el tiempo que hacía que había salido de allí con tantas ilusiones, con tantos proyectos y ahora regresaba con un vacio enorme en el corazón y la soledad más absoluta.
Al deshacer el equipaje, sacó la foto de su madre y de su abuela. Almudena estaba jóven y bonita.
--¡ Abuela ! ¿ por qué? De nuevo tu historia se repite. ¿Qué debo hacer ?
Esa noche durmió intranquila. Soñaba con los seres de su familia que había perdido, pero fué Almudena la que le hablaba:
--"Hija mia, no cometas el mismo error que yo cometí. Tú no tienes que obedecer a nadie, eres libre. Si le quieres búscale. No destroces el corazón de alguien que te adora, porque nunca más encontrarás a otra persona que te quiera igual. Yo fuí afortunada porque encontré a un hombre bueno en mi camino, y fuí feliz, a mi manera, pero nunca, nunca olvidé a Rafael y ahora sé que él tampoco se olvidó a mi. Ve y búscale.
Se despertó por la mañana con una sensación extraña. ¿Todo había sido un sueño?, o quizás no..
--¡ Dios mio qué debo hacer !
Había pasado mucho tiempo y quizás Robert se hubiera olvidado de ella. Sin pensarlo dos veces llamó a David:
--David, dame por favor el número de Robert, necesito decirle algo
--Perla no creo que debas hacerlo...
--Por favor, dámelo. - No le dejó terminar lo que David le decía, y se lo facilitó. Nerviosa marcó el número de teléfono
--Hello...
--Por favor , ¿se puede poner el señor Robert? es desde España
-- Un momento - Pero no fué la voz de Robert la que escuchó, sino la de Ralph
--¿Quién llama, eres tu David?
--No, señor Villanueva. Soy Perla y querría hablar con Robert - La voz de Ralph se oyó cortante, seca
--¡Ah, Perla! creo que va a ser muy difícil que puedas hablar con él. Partió la semana pasada en viaje de luna de miel. - Perla se quedó callada, no podía decir nada, las palabras no salían de su garganta, y sólo atinó a decir
--Comprendo. Siento haberle molestado. Buenos días señor Villanueva.
Canela intuyó que algo pasaba. Su ama tuvo que sentarse, se abrazaba a ella y lloraba con un llanto incontenible que no comprendía, y decía unas amargas palabras:
--Demasiado tarde, demasiado tarde.
Pasó dos días sin salir de casa, nada más que para pasear a la perra. Entonces decidió que cuanto antes reanudara su vida sería mejor. En definitiva sólo había sido la influencia de un sueño.
De nuevo se vió haciendo la maleta y con la fotografía de Almudena en la mano
--Abuela, ahora si que es imposible. Se ha casado, se ha casado. De nuevo vivo lo que tu viviste hace tantos años.
Y de nuevo un sollozo se escapó de su garganta. Cerró la maleta. Emprendería un nuevo camino, algún lugar que no le recordase la vida que había tenido hasta hace poco tiempo.
Un pueblecito de Avila, Maello, fué el lugar escogido para desempeñar su próximo puesto de trabajo. Estaba lo suficientemente lejos de Alameda del Jerte como para arrinconar, si pudiera, los recuerdos. Antes de reintegrarse al trabajo, viajó hasta Cáceres para recoger a sus cachorros tenía una nueva casa:
Al llegar delante de la casa que compartía David y Jenny, tocó el cláxon y acudieron sus amigos rodeado de todos los perros:
--¡ Pero mira quién es ! gritó Jenny
Las dos mujeres se abrazaron y David hizo lo mismo. Entraron en la casa. Era confortable y amueblada con arreglo al lugar en el que vivían. Se les notaba felices; habían solucionado sus problemas y ahora era una pareja que se adoraba y la felicidad brillaba en sus rostros
--Los negocios nos van bien. Jenny es una administradora genial y yo sigo en la finca. Por cierto que nadie ha vuelto por aquí
--Si, ya lo se. Robert se casó. Sólo espero que sea feliz, se lo merece.
-- Y tú ¿ qué vas hacer, a dónde irás?
--Viviremos en Maello. Es un pueblo de Avila. Allí espero ser feliz. Si no me acostumbro volveré a Madrid y viviría en un pueblo de los alrededores, de esta forma tendría conmigo a mis perros, mis fieles coimpañeros.
La conversación se prolongó hasta la hora de cenar. Se quedaría allí y por la mañana saldría rumbo a su nuevo destino. Se llevaría con ella a Sweety no quería separar a la familia. Ante este comentario los tres romperion a reir.
A la mañana siguiente Perla se levantó temprano y dirigió su mirada hacia la mansión ahora solamente ocupada por los obreros que trabajaban en ella. Fué hacia las caballerizas y preguntó a Eusebio por Black
--Está triste, señorita. El señor Robert hace mucho tiempo que no viene por aquí y los señores tampoco. Yo creo que van a vender la finca
Esto entristeció a Perla mientras acariciaba la cabeza del noble animal que recordaba cuando ella le salvó de la indigestión
--Tenga cuidado . Es algo nervioso. No le vaya hacer algún daño
--No Eusebio, él me conoce.
Se despidió del mayoral. Tenía un largo camino por hacer y no quería se le hiciera de noche. Empezaba a hacer frio. Era Noviembre pero por Avila ya estaba nevando.
La Navidad tocaba a las puertas. Esa iba a ser la más triste que pasaría en muchos años. David y Jenny le invitaron a que la pasaran con ellos, pero Perla estaba triste, como la ocurría cada vez que llegaba esta época, además le daba pereza salir con el temporal de nieve que llevaban. Era época de matanzas, y no podía dejar su puesto de trabajo. Habían pasado ya dos años desde que se separara de Robert, pero no había conseguido olvidarle, a pesar de no haber tenido noticias suyas. Ignoraba todo acerca de él.
Era el día de Nochebuena, tenía por compañía a toda la familia de Sweety y Canela, que allí vivían, y que por su tamaño ocupaban toda las estancias en donde se aposentaran. Pero era incapaz de deshacerse de ninguno de ellos. Con ellos hablaba y ellos parecían entenderla, y tenían la ventaja de que no le contradecían. Su carácter se había agriado un poco. No era feliz y con cierta frecuencia seguía soñando con su abuela que la recriminaba su fracaso con Robert. Estaba anocheciendo, cuando alguien tocó a su puerta
--Ya voy, ya voy. Un momento por favor. Debe ser alguien que necesita mi ayuda, pero es raro, no hay partos, ni matanzas, ni nada...- Abrió la puerta y un hombre frotándose las manos y cubierto por la nieve que estaba cayendo la sorprendió:
--Señor Villanueva. ¿Cómo...?
--Hola Perla. David me dió tu dirección y he aprovechado para saludarte.
--Pero no le pilla de camino a la finca...¿Le ocurre algo?
--No, simplemente tenía ganas de verte. La última vez que hablamos no estuve muy cortés contigo. Estaba muy enfadado, muchísimo y al oir tu voz no pude repremirme. Seguramente será la vena hispánica que tengo. - Perla no dijo nada, aunque estaba segura que su visita no era casual
--Señor Villanueva, ¿qué es en realidad lo que le trae hasta mi casa? El tiempo no se presta a hacer turismo y el día de hoy mucho menos. Debería estar con Kim y sus hijos cenando en familia ¿Qué ocurre, le pasa algo a Robert?
--Pues verás, efectivamente es de él de quién quiero hablarte. De salud está bien, pero anímicamente no.. Como dec ía mi abuelo " mal está lo que mal comienza" No podía salir bien, no en la forma en que lo planteó. Me explicó vuestra conversación y yo le aconsejé que tuviera paciencia, pero se marchó al día siguiente y al poco tiempo se había casado. Su matrimonio fué un rotundo fracaso Robert cada vez se ocupaba más del trabajo y menos de su mujer. Ella empezó a asistir a fiestas y a dejar de hablar con su marido. Apenas se veian; menos mal que no tuvieron hijos, pero cada vez están más distantes. Han perdido el poco amor que les queda, y eso suponiendo que alguna vez se amaran. Es difícil para mí contarte todas estas cosas, pero estoy muy preocupado. Les aconsejo el divorcio, pero ellos dicen que no lo pueden hacer porque tendría muchas repercusiones en sus respectivos trabajos. ¡ No deja de ser una tontería, a estas alturas de la vida! . . . Robert me dijo en una oc asión que no le amabas . . . Viéndoos juntos yo no tenía esa impresión, pero eráis vosotros los que teníais que decidir, es decir, tú tenías que decidir. Nadie más que Robert tiene la culpa de su fracaso. No debió unirse a una mujer de la que no estaba enamorado, ahora todo le da igual , es que no tiene interés por nada, ni siquiera por recuperar su libertad. Tenía su cabeza a muchos kilómetros de donde vivía, y su vida no funcionó.
--¿ Y qué quiere que haga yo?
--Si acaso os viérais, sé fria con él, desengáñale. Yo se lo que ha sufrido y lamentaría que de nuevo volviera a sufrir. Mi padre padeció ese calvario toda su vida y no quisiera que un hijo mio pasara por ello. Si no le amas, no le hagas concebir esperanzas. Es lo que quiero decirte, te lo pido por favor.
--Pero yo ¿qué puedo hacer? . Le aseguro que mientras esté casado mi posición será firme, pero si alguna vez nos vemos y él está libre, no le garantizo nada. Yo también se lo que sufrió mi abuela y tuve un enorme error al rechazarle. Sin querer he destrozado su matrimonio, su vida y créame que no lamentaré bastante la noche que me pidió que me casara con él y le rechacé. Estaba equivocada y mi error lo estoy pagando, créame y muy duramente. No se preocupe señor. Haré cuanto esté en mi mano. Pero ustedes no deben facilitarle mi dirección.
--Bueno, será mejor que me vaya antes de que sea más tarde
--Pero no puede irse con este tiempo. Está nevando, se ha hecho de noche. ¿Ha venido usted solo o le espera Kim en la finca?
--No, vine solo para ver de arreglar algo....Estaré en la finca hasta pasado mañana, después regresaré a Nueva York para pasar el fin de año con ellos.
--Bueno, pues esta noche se quedará aquí y mañana temprano se pone en camino
--Pero tengo al chófer ahí fuera
-.-También él se quedará aquí. Hay casa suficiente para un regimiento. Siento no tener un menú especial de Nochebuena, pero una sopa caliente les reconfortará. Así que diga a ese buen hombre que pase.
Al día siguiente Ralph emprendió camino hacia la finca llevando la palabra de Perla de no intervenir en la vida de Robert, a pesar de ser dificil se encontraran dada la distancia de sus respectivos domicilios. Y así transcurrió el tiempo monótono en la vida de Perla.
Jenny y David la visitaban esporádicamente, ya que ella no quería ir a Cáceres por si se encontraba con Robert. Ni siquiera preguntaba por él a su más querido amigo como era David, y éste por prudencia tampoco comentaba nada. Habían pasado ya cinco años desde que se vieran por última vez, pero el recuerdo de Robert permanecía presente en su vida. Se había equivocado plenamente: sí estaba enamorada de él, sí le amaba más que a nadie, y si le había perdido irremediablemente.
Perla tenía la serenidad que los años perfilan en los rostros de las personas, en sus pensamientos. A pesar de tener treinta y tantos años, había ganado en belleza. Ya no eran sus rasgos tan agresivos, ni sus ojos tenían tanta luz, ni sonreia con tanta frecuencia
--Soy una solterona amargada, como diría mi abuela. . . menos mal que tengo a mis cachorros.
Dos de los que ella llamaba "sus cachorros" habían envejecido también y sus hijos se habían convertido en perros adultos. Canela y Swetty permanecían tumbados uno junto al otro la mayor parte del tiempo, y Perla les miraba con infinito cariño pensando que ojalá las personas sintieran un amor tan fiel como el que ellos sintieron siempre. Había conseguido que María viviera con ella también en Avila y se convirtió en una entrañable amiga y confidente de Perla. Había llegado la primavera, aunque en Maello aún se notaba el frio . Su pensamiento voló hacia el Jerte.
-- ¡ Qué bonito estará el valle !
Decidió darse una vuelta por Madrid. De vez en cuando sentía nostalgia del lugar donde nació. Dejó a María al cuidado de los perros. . . Vendió su piso. Cerrado, sin habitar se deterioraba grandemente.
-- No señorita, yo no quiero ir a Madrid. Estoy a gusto aquí. . . Y es que María había encontrado a un joven que la rondaba y que posiblemente se casaría con él.
-- No sé si regresaré hoy mismo, si no mañana a mediodía estoy aquí. Cuídate María, adiós - Subió al coche y se perdió por la carretera rumbo a la capital.
Perla necesitaba ir al notario para firmar las escrituras del nuevo propietario. El despacho estaba situado muy cerca de dónde David y Robert habían vivido antes de instalarse en la finca. Decidió ir a dar un paseo por allí,. Le encantaba esa zona, era señorial y muy agradable. Al pasar frente a una cafetería le apeteció tomar algo Se sentó en una mesa junto a un ventanal. Había terminado las gestiones notariales y se dirigía al hotel . No la apetecía cenar allí, por lo que decidió tomar unas tortitas que la servirían de merienda-cena.
Frente a ella había una mesa ocupada por una pareja. Observando sus rostros cualquiera sabría que acaban de tener una fuerte discusión, y sin embargo no era así, era su modo habitual de comportarse.Entre ellos no había conversación. Ella era una mnujer bella de unos cuarenta años y él algo mayor que ella, muy atractivo, permanecía con la mirada fija en la taza de café que tenía delante.
Habían llegado a Madrid desde Estados Unidos, de paso para una finca que tenían en el Valle del Jerte. El levantó la cabeza y entonces la vió. Su rostro se quedó lívido, tanto que su mujer se extrañó al verle
--¡ Robert ! ¿ qué te pasa, te encuentras bien ?
No contestó, no podía. Una inmensa emoción invadía su garganta. La tenía frente así Perla , como si algo llamara su atención, dirigió la mirada en su dirección. Robert dijo a su mujer
--Discúlpame, ahora vengo. He visto a una persona que conocí hace tiempo. Voy a saludarla
Sheila, que así se llamaba la mujer, asintió con la cabeza sin importarle mucho. Estaba cansada y le aburría estar en una cafetería sentada frente a su marido mirando a su alrededor. Tenía ganas de llegar a su casa y acostarse. Robert la había propuesto salir a cenar y después acudir a algún sitio a divertirse, pero ella no aceptó. Puso la excusa de hacerlo al día siguiente.
Tembloroso se acercó a la mesa en donde Perla tomaba su merienda. Ella al ver que una persona se situaba frente a ella, miró sin imaginarse a quién correspondía esa silueta
-- ¡ Oh Dios mio ! ¿ qué haces aquí?
Robert no acertaba a decir palabra alguna; sólo la miraba, la miraba profundamente sin dar crédito a la casualidad que les había reunido al cabo de tanto tiempo.
--¡ Perla! ¡ Perla! . . . Nunca me hubiera imaginado verte de nuevo... Estamos sentados ahí enfrente . . .
Perla giró la cabeza en la dirección que Robert la había indicado
-- ¿Tu mujer?
--Si, Sheila
--Es muy guapa. Enhorabuena
--Luego te la presento ¿quieres? -. Perla rec ordó la promesa hecha a Ralph y con la mayor naturalidad del mundo, respondió
-- ¡ Claro ! Estaré encantada de saludarla
Ambos se dirigieron a la mesa en donde aguardaba Sheila. Perla se mostró encantadora tendiéndola la mano, que estrechó suavemente. Su conversación giró en torno al tiempo y a la hermosa primavera que había en Madrid. Nadie conversó de tiempos antiguos, no querían siquiera rozar ese tema.
No sabían cómo cortar aquella conversación, fué Perla la que lo decidió:
--Bueno, pues me tengo que ir. Se ha hecho muy tarde
-- Me ha encantado verte de nuevo. He rejuvenecido ¿cuántos años? ja,ja,ja. No me has dicho lo que haces por Madrid, dijo a Robert
--¡ Oh ! es largo de contar. Estamos de camino a la finca
-- Ah, ya. Bueno ya si que no me puedo quedar más rato.
Ella tendió la mano al matrimonio. Se comportó frívolamente y lamentó jugar ese papel que estaba muy lejos de sentir, pero no quería hacerle más daño. Se alejó a paso ligero no quería que la viera llorar, que ese encuentro la había dejado roto el corazón.
A finales de la primavera decidió ir a pasar unos días con sus amigos. Podía disponer de unas mini vacaciones antes del verano. Al llegar, tanto David como Jenny se miraron entre sí, pero Perla no percibió la mirada.
--Pasa, pasa. ¡ Que alegria nos has dado ! ¿Cuánto tiempo hace que no vienes por el valle?.
--Bueno, dinos ¿qué es de tu vida? ¿Arreglaste lo de tu piso?
A cuenta de ello, Perla relató el encuentro con Sheila y Robert, y lo duro que había sido fingir una frivolidad que estaba lejos de sentir. La pareja se miró y no dijeron nada.
--Anda ahora ve a dormir. El viaje ha sido largo y estarás cansada.
--Si, lo estoy. Buenas noches, hasta mañana - Les dió un beso y se dirigió a su habitación.
Siguiendo su costumbre se levantó temprano y pidió a David prestado un caballo para ir a dar una vuelta y recordar tiempos más felices.
--Ten cuidado, quizás te extrañe...
--No te preocupes, sé cómo tratarles.
Y partió a paso ligero. Paseó por el camino tantas veces recorrido rememorando su anterior vida que creia segura y que ahora con todo lo que había vivido la pareció que se preocupaba por tonterías en relación a lo que ahora la ocurría. Sin apenas darse cuenta llegó hasta la poza y el recuerdo de lo sucedido aquella noche la hizo reflexionar:
--¡ Qué tonta fuí !. Ya le quería y perdí una magnífica oportunidad... En fin, eso ya no tiene arreglo. Sonrió al recordar, giró el caballo y cogió otra dirección.
Sin saber porqué el caballo se encabritó asustado, otro caballo apareció no se sabe de dónde ante ellos. Era Black, pero ¿qué le pasaba?. Por mucho que gritaba a uno y a otro, ninguno de los dos le hacian caso. Perla se abrazaba al cuello de su cabalgadura por temor a caerse, pero por mucho que tirase de la brida , no la obedecía.
Por fortuna otro jinete venía detrás y se hizo con Black
--¡Eusebio ! menos mal creí que me mataban entre los dos
--¿ Está bien señorita, le han hecho daño?
--No, no ,tranquilo, estoy bien. Menudo susto me he llevado. ¿Qué es lo que ha pasado?
--Estaba el señorito Robert preparándose pasa montarle, y sin saber porqué se escapó y no pudimos controlarle. He venido yo por no perder más tiempo. Detrás mio venía el señorito.
--Bueno Eusebio me alegro de que todo haya sido sólo un susto. Ahora me tengo que ir. Mis amigos estarán preocupados...
--No se preocupe Eusebio, yo me encargo. Cuando llegue a la finca llame a los amigos de la señorita y dígales que está conmigo que no se preocupen, y que no la esperen para cenar. Yo te invito... tenemos muchas cosas de las que hablar
Perla no sabía qué decir. Lo estaba deseando pero al mismo tiempo sentia un miedo atroz. No le quería mirar, no quería hablarle. Tenía miedo de no ser lo suficientemente fuerte para rechazarle
--Esta vez no podré. Es demasiado, ya basta por favor. Y lo dijo dirigiendo la mirada al cielo, en una súplica.
Una vez que Eusebio se separó de ellos, Robert cogió las riendas de la cabalgadura de Perla y lentamente, sin decir palabra, la encaminó de regreso a la poza. Refrescaba, pero no les importaba. Allí descabalgó y ayudó a Perla a bajar del caballo; sólo la miraba. Desmontó la silla y sacó la manta que había debajo de ella, la tendió en el suelo.
Robert comenzó a relatar todo lo ocurrido después de su encuentro en la cafetería, perdiendo la noción del tiempo
-- Ya nada fué igual, no podía ser igual después de verte. Nuestro matrimonio llevaba años fracasado y cuando llegamos al apartamento, Sheila intuyó lo nuestro. Se puso hecha una furia y en ese momento decidí que el divorcio era la más conveniente, que teníamos que haber cursado hace tiempo. Ella estuvo conforme y nos divorciamos. Yo decidí volver al Jerte. Al menos estaría más cerca de tí, aunque estuviéramos a kilómetros de distancia. David me avisó de que venías y no tienes idea de lo largo que se me ha hecho el día. Me daba miedo verte; no sabía si te habías casado, o tenías tu corazón ocupado, no sabía nada. Esperaba tener la suficiente calma cuando te tuviera delante, y ya ves, todo ha sido de lo más normal. Sólo queda preguntarte si eres libre . . .
-- Si lo soy. Nunca ha habido nadie en mi vida más que tú, desde siempre. Fuí torpe, orgullosa, egocénbtrica, no sé lo que fuí al rechazarte. Me moría de angustia cuando supe que te habías casado, pero nadie más que yo había tenido la culpa de ello.
Se miraron largamente, expresando en sus miradas el cúmulo de sentimientos que les embargaban. Sobraban las palabras. Sus labios se sellaron en un beso profundo y se abrazaron sin decir nada, no hacía falta. Contemplaron las estrellas el uno junto al otro, pero entre los ramajes de los árboles a Perla le pareció ver los rostros de Almudena y Rafael que les sonreian y después se cogían de las manos. Ella se quedó muy fija mirando esa visión, y fué entonces cuado Robert le dijo
--¿Has visto eso?
--Si. Ya están felicies como nosotros. Al fin se han unido y nos han unido.
Se casaron enseguida y enseguida tuvieron su primer hijo,luego tuvieron más. Se instalaron en la mansión Villanueva. Robert se hizo cargo de la hacienda y la hizo próspera, al igual que la de Jenny. Todos ellos delante de una chimenea contaban sus anécdotas a unos hijos ya adolescentes que les oian sonriendo y pensando.
--Son sus batallitas, cómo si todo eso ocurriera en la vida real.
Robert mirando a su mujer decía:
--Si,si reiros, pero es la historia de vuestra familia, de las dos familias.
F I N
Autora: 1996rosafermu
Editada: Agosto de 2011
Ilustraciones Archivo de 1996rosafermu
DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS
Padre e hijo se encerraron en el despacho y Robert contó a su padre el fracaso con Perla. Ralph, le miró disgustado. No sabía qué podía aconsejarle; de nuevo la historia se repetía, de nuevo un Villanueva se iría a América por un desamor, pero le daba miedo que Robert volviera a las andadas, ahora que por fín había enderezado su vida. Pero la decisión era firme y ese mismo día David le llevó de regreso a Madrid y allí cogería el avión que le devolvería a Nueva York, con las ilusiones rotas.
Perla vió el coche de Robert aparcado delante de la mansión, pero de él no había vuelto a saber nada. Llevaba a su lado a Sweety. Lo devolvía a su lugar y como se había temido dejó preñada a Canela.
Pasaron los días y el parto de la perra se presentó de improviso, mientras David estaba visitándola
--¡Oh Dios mio ! ya están aquí. Canela está pariendo. Ayúdame David, por favor
Se dirigieron hacia donde habían instalado a la perra. Tumbada poco a poco empezó el parto. Era una maravilla de la naturaleza. Siempre les asombraba el nacimiento de un animal. Les maravillaba la forma en que ellos solos se las arreglan para cortar el cordón y lavar a sus crias. Canela tuvo varios cachorros con lo cual se les hizo de noche. Cuando terminaron , David hizo algunas confidencias a Perla referente a Jenny.
--David,¡ me alegro tanto por vosotros!. Jenny es una chica excelente y a ti te quiero mucho. Te conozco desde hace tiempo y sé que la harás feliz. Os lo deseo de todo corazón
--Y tú ¿ qué pasa con tu vida? ¿Por qué rechazaste a Robert?
--David, tu conoces la razón. El es como es. Está acostumbrado a otro tipo de vida que no es la de un pueblo. Necesita salir por las noches, necesita rodearse de mujeres. La finca le asfixiaría e iteriormente me reprocharía el haberle hecho vivir de esa forma. Nuestra relación es imposible. Debo vivir el destino de mi familia
--Eso es una tontería. Los tiempos han cambiado. Se que te gusta, me consta, entonces¿cuál es el problema? Lo que sí te digo es que él lo está pasando muy mal. No se centra. Ni siquiera llama para interesarse por la finca. Tenías que pensártelo
--Por favor, David. la decisión está tomada.
Al día siguiente a solas en su paseo diario, reflexionó y creyó que sería mejor poner tierra de por medio. Quizás fuera mejor irse de aquel lugar. Presentaría su dimisión y volvería a Madrid, pero hacer ¿ qué? Desde que se licenciara no había hecho otra cosa que trabajar en el campo. No se veía en una clínica. Pero quizás pudiera irse a otro pueblo, sí, se iria a otro lugar a empezar de nuevo, partir de cero.
--Jenny, David, os vengo a pedir un favor...
--Dinos ¿ qué deseas?
--Tengo que irme de aquí. No me siento c ómoda vivienda tan cerca de los Villanueva y he decidido instalarme en otro lugar. De momento me vuelvo a Madrid, pero no me puedo llevar a todos los perros.¿Podríais quedaros con los cachorros? Será provisional, hasta que encuentre otro lugar.
La dolió dejarlos. Sweety enseguida se hizo cargo de ellos, pero no dejaba de llorar por la ausencia de su pareja, de Canela. Cuando volvió a su casa Canela estaba llorando, buscaba a sus cachorros. A Perla se le partía el corazón y se prometió abrazada a la perra que sería por breve tiempo. No estarían separados indefinidamente.
Llegó a Madrid a media tarde. Recordaba el tiempo que hacía que había salido de allí con tantas ilusiones, con tantos proyectos y ahora regresaba con un vacio enorme en el corazón y la soledad más absoluta.
Al deshacer el equipaje, sacó la foto de su madre y de su abuela. Almudena estaba jóven y bonita.
--¡ Abuela ! ¿ por qué? De nuevo tu historia se repite. ¿Qué debo hacer ?
Almudena |
Esa noche durmió intranquila. Soñaba con los seres de su familia que había perdido, pero fué Almudena la que le hablaba:
--"Hija mia, no cometas el mismo error que yo cometí. Tú no tienes que obedecer a nadie, eres libre. Si le quieres búscale. No destroces el corazón de alguien que te adora, porque nunca más encontrarás a otra persona que te quiera igual. Yo fuí afortunada porque encontré a un hombre bueno en mi camino, y fuí feliz, a mi manera, pero nunca, nunca olvidé a Rafael y ahora sé que él tampoco se olvidó a mi. Ve y búscale.
Se despertó por la mañana con una sensación extraña. ¿Todo había sido un sueño?, o quizás no..
--¡ Dios mio qué debo hacer !
Había pasado mucho tiempo y quizás Robert se hubiera olvidado de ella. Sin pensarlo dos veces llamó a David:
--David, dame por favor el número de Robert, necesito decirle algo
--Perla no creo que debas hacerlo...
--Por favor, dámelo. - No le dejó terminar lo que David le decía, y se lo facilitó. Nerviosa marcó el número de teléfono
--Hello...
--Por favor , ¿se puede poner el señor Robert? es desde España
-- Un momento - Pero no fué la voz de Robert la que escuchó, sino la de Ralph
--¿Quién llama, eres tu David?
--No, señor Villanueva. Soy Perla y querría hablar con Robert - La voz de Ralph se oyó cortante, seca
--¡Ah, Perla! creo que va a ser muy difícil que puedas hablar con él. Partió la semana pasada en viaje de luna de miel. - Perla se quedó callada, no podía decir nada, las palabras no salían de su garganta, y sólo atinó a decir
--Comprendo. Siento haberle molestado. Buenos días señor Villanueva.
Canela intuyó que algo pasaba. Su ama tuvo que sentarse, se abrazaba a ella y lloraba con un llanto incontenible que no comprendía, y decía unas amargas palabras:
--Demasiado tarde, demasiado tarde.
Pasó dos días sin salir de casa, nada más que para pasear a la perra. Entonces decidió que cuanto antes reanudara su vida sería mejor. En definitiva sólo había sido la influencia de un sueño.
De nuevo se vió haciendo la maleta y con la fotografía de Almudena en la mano
--Abuela, ahora si que es imposible. Se ha casado, se ha casado. De nuevo vivo lo que tu viviste hace tantos años.
Y de nuevo un sollozo se escapó de su garganta. Cerró la maleta. Emprendería un nuevo camino, algún lugar que no le recordase la vida que había tenido hasta hace poco tiempo.
Maello (Avila) |
Al llegar delante de la casa que compartía David y Jenny, tocó el cláxon y acudieron sus amigos rodeado de todos los perros:
--¡ Pero mira quién es ! gritó Jenny
Las dos mujeres se abrazaron y David hizo lo mismo. Entraron en la casa. Era confortable y amueblada con arreglo al lugar en el que vivían. Se les notaba felices; habían solucionado sus problemas y ahora era una pareja que se adoraba y la felicidad brillaba en sus rostros
--Los negocios nos van bien. Jenny es una administradora genial y yo sigo en la finca. Por cierto que nadie ha vuelto por aquí
--Si, ya lo se. Robert se casó. Sólo espero que sea feliz, se lo merece.
-- Y tú ¿ qué vas hacer, a dónde irás?
--Viviremos en Maello. Es un pueblo de Avila. Allí espero ser feliz. Si no me acostumbro volveré a Madrid y viviría en un pueblo de los alrededores, de esta forma tendría conmigo a mis perros, mis fieles coimpañeros.
La conversación se prolongó hasta la hora de cenar. Se quedaría allí y por la mañana saldría rumbo a su nuevo destino. Se llevaría con ella a Sweety no quería separar a la familia. Ante este comentario los tres romperion a reir.
Canela y Sweety |
--Está triste, señorita. El señor Robert hace mucho tiempo que no viene por aquí y los señores tampoco. Yo creo que van a vender la finca
Esto entristeció a Perla mientras acariciaba la cabeza del noble animal que recordaba cuando ella le salvó de la indigestión
--Tenga cuidado . Es algo nervioso. No le vaya hacer algún daño
--No Eusebio, él me conoce.
Se despidió del mayoral. Tenía un largo camino por hacer y no quería se le hiciera de noche. Empezaba a hacer frio. Era Noviembre pero por Avila ya estaba nevando.
Maello ( Avila ) |
Era el día de Nochebuena, tenía por compañía a toda la familia de Sweety y Canela, que allí vivían, y que por su tamaño ocupaban toda las estancias en donde se aposentaran. Pero era incapaz de deshacerse de ninguno de ellos. Con ellos hablaba y ellos parecían entenderla, y tenían la ventaja de que no le contradecían. Su carácter se había agriado un poco. No era feliz y con cierta frecuencia seguía soñando con su abuela que la recriminaba su fracaso con Robert. Estaba anocheciendo, cuando alguien tocó a su puerta
--Ya voy, ya voy. Un momento por favor. Debe ser alguien que necesita mi ayuda, pero es raro, no hay partos, ni matanzas, ni nada...- Abrió la puerta y un hombre frotándose las manos y cubierto por la nieve que estaba cayendo la sorprendió:
--Señor Villanueva. ¿Cómo...?
--Hola Perla. David me dió tu dirección y he aprovechado para saludarte.
--Pero no le pilla de camino a la finca...¿Le ocurre algo?
--No, simplemente tenía ganas de verte. La última vez que hablamos no estuve muy cortés contigo. Estaba muy enfadado, muchísimo y al oir tu voz no pude repremirme. Seguramente será la vena hispánica que tengo. - Perla no dijo nada, aunque estaba segura que su visita no era casual
--Pues verás, efectivamente es de él de quién quiero hablarte. De salud está bien, pero anímicamente no.. Como dec ía mi abuelo " mal está lo que mal comienza" No podía salir bien, no en la forma en que lo planteó. Me explicó vuestra conversación y yo le aconsejé que tuviera paciencia, pero se marchó al día siguiente y al poco tiempo se había casado. Su matrimonio fué un rotundo fracaso Robert cada vez se ocupaba más del trabajo y menos de su mujer. Ella empezó a asistir a fiestas y a dejar de hablar con su marido. Apenas se veian; menos mal que no tuvieron hijos, pero cada vez están más distantes. Han perdido el poco amor que les queda, y eso suponiendo que alguna vez se amaran. Es difícil para mí contarte todas estas cosas, pero estoy muy preocupado. Les aconsejo el divorcio, pero ellos dicen que no lo pueden hacer porque tendría muchas repercusiones en sus respectivos trabajos. ¡ No deja de ser una tontería, a estas alturas de la vida! . . . Robert me dijo en una oc asión que no le amabas . . . Viéndoos juntos yo no tenía esa impresión, pero eráis vosotros los que teníais que decidir, es decir, tú tenías que decidir. Nadie más que Robert tiene la culpa de su fracaso. No debió unirse a una mujer de la que no estaba enamorado, ahora todo le da igual , es que no tiene interés por nada, ni siquiera por recuperar su libertad. Tenía su cabeza a muchos kilómetros de donde vivía, y su vida no funcionó.
--¿ Y qué quiere que haga yo?
--Si acaso os viérais, sé fria con él, desengáñale. Yo se lo que ha sufrido y lamentaría que de nuevo volviera a sufrir. Mi padre padeció ese calvario toda su vida y no quisiera que un hijo mio pasara por ello. Si no le amas, no le hagas concebir esperanzas. Es lo que quiero decirte, te lo pido por favor.
--Pero yo ¿qué puedo hacer? . Le aseguro que mientras esté casado mi posición será firme, pero si alguna vez nos vemos y él está libre, no le garantizo nada. Yo también se lo que sufrió mi abuela y tuve un enorme error al rechazarle. Sin querer he destrozado su matrimonio, su vida y créame que no lamentaré bastante la noche que me pidió que me casara con él y le rechacé. Estaba equivocada y mi error lo estoy pagando, créame y muy duramente. No se preocupe señor. Haré cuanto esté en mi mano. Pero ustedes no deben facilitarle mi dirección.
--Bueno, será mejor que me vaya antes de que sea más tarde
--Pero no puede irse con este tiempo. Está nevando, se ha hecho de noche. ¿Ha venido usted solo o le espera Kim en la finca?
--No, vine solo para ver de arreglar algo....Estaré en la finca hasta pasado mañana, después regresaré a Nueva York para pasar el fin de año con ellos.
--Bueno, pues esta noche se quedará aquí y mañana temprano se pone en camino
--Pero tengo al chófer ahí fuera
-.-También él se quedará aquí. Hay casa suficiente para un regimiento. Siento no tener un menú especial de Nochebuena, pero una sopa caliente les reconfortará. Así que diga a ese buen hombre que pase.
Al día siguiente Ralph emprendió camino hacia la finca llevando la palabra de Perla de no intervenir en la vida de Robert, a pesar de ser dificil se encontraran dada la distancia de sus respectivos domicilios. Y así transcurrió el tiempo monótono en la vida de Perla.
Jenny y David la visitaban esporádicamente, ya que ella no quería ir a Cáceres por si se encontraba con Robert. Ni siquiera preguntaba por él a su más querido amigo como era David, y éste por prudencia tampoco comentaba nada. Habían pasado ya cinco años desde que se vieran por última vez, pero el recuerdo de Robert permanecía presente en su vida. Se había equivocado plenamente: sí estaba enamorada de él, sí le amaba más que a nadie, y si le había perdido irremediablemente.
Perla tenía la serenidad que los años perfilan en los rostros de las personas, en sus pensamientos. A pesar de tener treinta y tantos años, había ganado en belleza. Ya no eran sus rasgos tan agresivos, ni sus ojos tenían tanta luz, ni sonreia con tanta frecuencia
--Soy una solterona amargada, como diría mi abuela. . . menos mal que tengo a mis cachorros.
Dos de los que ella llamaba "sus cachorros" habían envejecido también y sus hijos se habían convertido en perros adultos. Canela y Swetty permanecían tumbados uno junto al otro la mayor parte del tiempo, y Perla les miraba con infinito cariño pensando que ojalá las personas sintieran un amor tan fiel como el que ellos sintieron siempre. Había conseguido que María viviera con ella también en Avila y se convirtió en una entrañable amiga y confidente de Perla. Había llegado la primavera, aunque en Maello aún se notaba el frio . Su pensamiento voló hacia el Jerte.
-- ¡ Qué bonito estará el valle !
Decidió darse una vuelta por Madrid. De vez en cuando sentía nostalgia del lugar donde nació. Dejó a María al cuidado de los perros. . . Vendió su piso. Cerrado, sin habitar se deterioraba grandemente.
-- No señorita, yo no quiero ir a Madrid. Estoy a gusto aquí. . . Y es que María había encontrado a un joven que la rondaba y que posiblemente se casaría con él.
-- No sé si regresaré hoy mismo, si no mañana a mediodía estoy aquí. Cuídate María, adiós - Subió al coche y se perdió por la carretera rumbo a la capital.
Perla necesitaba ir al notario para firmar las escrituras del nuevo propietario. El despacho estaba situado muy cerca de dónde David y Robert habían vivido antes de instalarse en la finca. Decidió ir a dar un paseo por allí,. Le encantaba esa zona, era señorial y muy agradable. Al pasar frente a una cafetería le apeteció tomar algo Se sentó en una mesa junto a un ventanal. Había terminado las gestiones notariales y se dirigía al hotel . No la apetecía cenar allí, por lo que decidió tomar unas tortitas que la servirían de merienda-cena.
Frente a ella había una mesa ocupada por una pareja. Observando sus rostros cualquiera sabría que acaban de tener una fuerte discusión, y sin embargo no era así, era su modo habitual de comportarse.Entre ellos no había conversación. Ella era una mnujer bella de unos cuarenta años y él algo mayor que ella, muy atractivo, permanecía con la mirada fija en la taza de café que tenía delante.
Habían llegado a Madrid desde Estados Unidos, de paso para una finca que tenían en el Valle del Jerte. El levantó la cabeza y entonces la vió. Su rostro se quedó lívido, tanto que su mujer se extrañó al verle
--¡ Robert ! ¿ qué te pasa, te encuentras bien ?
No contestó, no podía. Una inmensa emoción invadía su garganta. La tenía frente así Perla , como si algo llamara su atención, dirigió la mirada en su dirección. Robert dijo a su mujer
--Discúlpame, ahora vengo. He visto a una persona que conocí hace tiempo. Voy a saludarla
Sheila, que así se llamaba la mujer, asintió con la cabeza sin importarle mucho. Estaba cansada y le aburría estar en una cafetería sentada frente a su marido mirando a su alrededor. Tenía ganas de llegar a su casa y acostarse. Robert la había propuesto salir a cenar y después acudir a algún sitio a divertirse, pero ella no aceptó. Puso la excusa de hacerlo al día siguiente.
Tembloroso se acercó a la mesa en donde Perla tomaba su merienda. Ella al ver que una persona se situaba frente a ella, miró sin imaginarse a quién correspondía esa silueta
-- ¡ Oh Dios mio ! ¿ qué haces aquí?
Robert no acertaba a decir palabra alguna; sólo la miraba, la miraba profundamente sin dar crédito a la casualidad que les había reunido al cabo de tanto tiempo.
--¡ Perla! ¡ Perla! . . . Nunca me hubiera imaginado verte de nuevo... Estamos sentados ahí enfrente . . .
Perla giró la cabeza en la dirección que Robert la había indicado
-- ¿Tu mujer?
--Si, Sheila
--Es muy guapa. Enhorabuena
--Luego te la presento ¿quieres? -. Perla rec ordó la promesa hecha a Ralph y con la mayor naturalidad del mundo, respondió
-- ¡ Claro ! Estaré encantada de saludarla
No sabían cómo cortar aquella conversación, fué Perla la que lo decidió:
--Bueno, pues me tengo que ir. Se ha hecho muy tarde
-- Me ha encantado verte de nuevo. He rejuvenecido ¿cuántos años? ja,ja,ja. No me has dicho lo que haces por Madrid, dijo a Robert
--¡ Oh ! es largo de contar. Estamos de camino a la finca
-- Ah, ya. Bueno ya si que no me puedo quedar más rato.
Ella tendió la mano al matrimonio. Se comportó frívolamente y lamentó jugar ese papel que estaba muy lejos de sentir, pero no quería hacerle más daño. Se alejó a paso ligero no quería que la viera llorar, que ese encuentro la había dejado roto el corazón.
A finales de la primavera decidió ir a pasar unos días con sus amigos. Podía disponer de unas mini vacaciones antes del verano. Al llegar, tanto David como Jenny se miraron entre sí, pero Perla no percibió la mirada.
--Pasa, pasa. ¡ Que alegria nos has dado ! ¿Cuánto tiempo hace que no vienes por el valle?.
--Bueno, dinos ¿qué es de tu vida? ¿Arreglaste lo de tu piso?
A cuenta de ello, Perla relató el encuentro con Sheila y Robert, y lo duro que había sido fingir una frivolidad que estaba lejos de sentir. La pareja se miró y no dijeron nada.
--Anda ahora ve a dormir. El viaje ha sido largo y estarás cansada.
--Si, lo estoy. Buenas noches, hasta mañana - Les dió un beso y se dirigió a su habitación.
Siguiendo su costumbre se levantó temprano y pidió a David prestado un caballo para ir a dar una vuelta y recordar tiempos más felices.
--Ten cuidado, quizás te extrañe...
--No te preocupes, sé cómo tratarles.
Y partió a paso ligero. Paseó por el camino tantas veces recorrido rememorando su anterior vida que creia segura y que ahora con todo lo que había vivido la pareció que se preocupaba por tonterías en relación a lo que ahora la ocurría. Sin apenas darse cuenta llegó hasta la poza y el recuerdo de lo sucedido aquella noche la hizo reflexionar:
--¡ Qué tonta fuí !. Ya le quería y perdí una magnífica oportunidad... En fin, eso ya no tiene arreglo. Sonrió al recordar, giró el caballo y cogió otra dirección.
Por fortuna otro jinete venía detrás y se hizo con Black
--¡Eusebio ! menos mal creí que me mataban entre los dos
--¿ Está bien señorita, le han hecho daño?
--No, no ,tranquilo, estoy bien. Menudo susto me he llevado. ¿Qué es lo que ha pasado?
--Estaba el señorito Robert preparándose pasa montarle, y sin saber porqué se escapó y no pudimos controlarle. He venido yo por no perder más tiempo. Detrás mio venía el señorito.
--Bueno Eusebio me alegro de que todo haya sido sólo un susto. Ahora me tengo que ir. Mis amigos estarán preocupados...
--No se preocupe Eusebio, yo me encargo. Cuando llegue a la finca llame a los amigos de la señorita y dígales que está conmigo que no se preocupen, y que no la esperen para cenar. Yo te invito... tenemos muchas cosas de las que hablar
Perla no sabía qué decir. Lo estaba deseando pero al mismo tiempo sentia un miedo atroz. No le quería mirar, no quería hablarle. Tenía miedo de no ser lo suficientemente fuerte para rechazarle
--Esta vez no podré. Es demasiado, ya basta por favor. Y lo dijo dirigiendo la mirada al cielo, en una súplica.
Una vez que Eusebio se separó de ellos, Robert cogió las riendas de la cabalgadura de Perla y lentamente, sin decir palabra, la encaminó de regreso a la poza. Refrescaba, pero no les importaba. Allí descabalgó y ayudó a Perla a bajar del caballo; sólo la miraba. Desmontó la silla y sacó la manta que había debajo de ella, la tendió en el suelo.
Robert comenzó a relatar todo lo ocurrido después de su encuentro en la cafetería, perdiendo la noción del tiempo
-- Ya nada fué igual, no podía ser igual después de verte. Nuestro matrimonio llevaba años fracasado y cuando llegamos al apartamento, Sheila intuyó lo nuestro. Se puso hecha una furia y en ese momento decidí que el divorcio era la más conveniente, que teníamos que haber cursado hace tiempo. Ella estuvo conforme y nos divorciamos. Yo decidí volver al Jerte. Al menos estaría más cerca de tí, aunque estuviéramos a kilómetros de distancia. David me avisó de que venías y no tienes idea de lo largo que se me ha hecho el día. Me daba miedo verte; no sabía si te habías casado, o tenías tu corazón ocupado, no sabía nada. Esperaba tener la suficiente calma cuando te tuviera delante, y ya ves, todo ha sido de lo más normal. Sólo queda preguntarte si eres libre . . .
-- Si lo soy. Nunca ha habido nadie en mi vida más que tú, desde siempre. Fuí torpe, orgullosa, egocénbtrica, no sé lo que fuí al rechazarte. Me moría de angustia cuando supe que te habías casado, pero nadie más que yo había tenido la culpa de ello.
Se miraron largamente, expresando en sus miradas el cúmulo de sentimientos que les embargaban. Sobraban las palabras. Sus labios se sellaron en un beso profundo y se abrazaron sin decir nada, no hacía falta. Contemplaron las estrellas el uno junto al otro, pero entre los ramajes de los árboles a Perla le pareció ver los rostros de Almudena y Rafael que les sonreian y después se cogían de las manos. Ella se quedó muy fija mirando esa visión, y fué entonces cuado Robert le dijo
--¿Has visto eso?
--Si. Ya están felicies como nosotros. Al fin se han unido y nos han unido.
Se casaron enseguida y enseguida tuvieron su primer hijo,luego tuvieron más. Se instalaron en la mansión Villanueva. Robert se hizo cargo de la hacienda y la hizo próspera, al igual que la de Jenny. Todos ellos delante de una chimenea contaban sus anécdotas a unos hijos ya adolescentes que les oian sonriendo y pensando.
--Son sus batallitas, cómo si todo eso ocurriera en la vida real.
Robert mirando a su mujer decía:
F I N
Autora: 1996rosafermu
Editada: Agosto de 2011
Ilustraciones Archivo de 1996rosafermu
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