miércoles, 18 de octubre de 2017

Siete días - Relato corto

De nuevo lunes. La misma rutina de siempre, sin cambios.  Se asomó a la ventana de su habitación y miró al cielo. Nublado gris, a punto de llover. Se dirigió al cuarto de baño para asearse, mientras el café salía e inundaba con su aroma toda la casa.  Una vez vestida, se recogió el cabello en una cola de caballo.  Echó un último vistazo y cogió su bolso y las llaves.  Bajó las escaleras y salió a la calle en dirección al Metro. 

Todo igual, todo lo mismo desde hacía años, sin cambios, sin nada que perturbase aquella monotonía.



Lidia trabajaba en un centro de estética y belleza en un gran centro comercial.  Ella era la encargada de hacer las manos, en lo que se había especializado y,   era requerida por las clientas que acuden al establecimiento, todas ellas de gran poder adquisitivo.  Vivía sola.  Su madre murió al darla a luz y su padre había fallecido hacía más de cuatro años.  Era de rostro de los denominados corrientes, es decir: poco agraciada.  Sus ojos eran inexpresivos.  De estatura media. De lo único que se sentía orgullosa era de su cabello castaño, liso y sedoso.  No se le conocía novio, ni tan siquiera salía con nadie.  Era extremadamente educada y voluntariosa, pero siempre estaba triste, con el ánimo muy decaído.

La jornada laboral había transcurrido con toda normalidad, y a las siete de la tarde cerraron sus puertas.  Decidió caminar un rato hasta la próxima parada de autobús.  No le apetecía meterse en el Metro; prefería ir viendo a la gente caminar por las calles, a través de la ventanilla del vehículo.

Apenas habían transcurrido diez minutos, cuando una lluvia fina, comenzó a caer y arreciar en un santiamén.  Tuvo que refugiarse en un portal si no quería empaparse.  Otro chico había tenido la misma idea que ella, pero él tenía paraguas e intentaba abrirlo sin mucha suerte

El muchacho rezongaba unas palabras ininteligibles que ella dedujo se estaba acordando de alguien, y no bien,  precisamente.  Desistió del empeño y aguardó como ella,  a que escampase

- Nada, que no hay forma.  Maldito paraguas...
- Suelen ser muy engorrosos, siempre estorban-  fue lo que comentó al muchacho sin apenas mirarle- ¿ Quiere que lo intente yo? a lo mejor tengo suerte
- Por favor, hágalo.  Tengo prisa y ya voy con el tiempo justo

Lidia tomó el objeto y comenzó a maniobrar apretando un botón situado cerca de la empuñadura

- ¡ Eureka, lo conseguí !
- ¡ Vaya, ha habido suerte !  Muchas gracias, me ha salvado la vida
- Un poco exagerado ¿no cree ?
- ¿ Hacia donde va ? Puedo acompañarla hasta el Metro o el autobús
- Oh, no se moleste.  No tengo prisa
- A propósito. Mi nombre es Arturo
- El mío Lidia




Hechas las presentaciones, Arturo la consiguió convencer para que se cobijase bajo el paraguas.  El chico era simpático y Lidia se admiraba de que estuviera tan amena en su charla, cosa que rara vez ocurría, excepto con las clientas de su trabajo.

El era residente en un hospital de la capital, y ella le informó en dónde trabajaba y lo que hacía.  Sin darse cuenta , habían paseado largo rato.  Él se acordó de que tenía una cita y se le había hecho muy tarde

- Discúlpame Lidia, tengo que anular un compromiso
- Lo siento , lo siento mucho.  Por mi culpa has faltado a tu cita
- No te preocupes, no tenía demasiado interés en acudir.  Era sólo un compromiso

Llegaron frente al portal de ella.  Sin darse cuenta habían caminado largo rato.  Ella le tendió la mano para despedirse y Arturo la estrechó al tiempo que la decía

- He pasado una tarde estupenda, a pesar del paraguas. Podíamos quedar para vernos mañana
- No sé..., acabamos de conocernos...
- ¿ Qué importa ? Todo el mundo se conoce en un primer momento y luego hasta se casan - dijo riendo- Eres muy interesante, Lidia.  Pocas personas hay con las que se pueda hablar de cualquier tema y tener una conversación amena y divertida. ¿ Qué dices, te recojo mañana a la salida del trabajo?  Yo no tengo guardia, estoy libre hasta pasado mañana
- Está bien. Ya sabes donde trabajo... salgo a las siete
- Allí estaré. Buenas noches
- Buenas noches Arturo

Él la vio adentrarse en el portal. Todavía no entendía como había conocido a aquella chica, paseado con ella, y citado para el día siguiente.  Físicamente no era una belleza.  No es que fuera fea, pero no tenía ningún atractivo especial por el que se hubiera interesado.  Era delgaducha y desgarbada. No iba maquillada, no tenía unos ojos especialmente bonitos, pero sin embargo intuía que era buena persona, y algo solitaria.

Fieles a la cita del día anterior se reunieron a las siete pasadas, unos minutos.  Ella venía más sonriente , quizá al comprobar que él había sido cumplidor.  Se había esmerado algo más en su arreglo, y hasta se había echado unas gotas de perfume.  Arturo se percató de ello, y observándola, ya no la encontró " tan corriente".  A lo mejor era el rubor de sus mejillas al comprobar que había venido a buscarla, lo que hacía se mostrara más atractiva.

Decidieron ir a merendar a un McDonalds situado en el mismo centro comercial.   El día anterior ella le había contado cómo había transcurrido su niñez con un padre viudo, añorando constantemente a su esposa, y protestando por el inmenso trabajo que constituía el criar a una criatura él solo.  Quizá por ese motivo, su carácter siempre había sido triste y reservado.  Arturo le contaba que sus padres le habían costeado la carrera con muchos sacrificios, que vivían fuera y que sólo les veía en vacaciones, y en algún puente largo .

Una vez que  cada uno se había dado a conocer, su conversación giró en torno a ellos mismos.  Lidia sentía un contento interior, que hasta ahora nunca había experimentado.  Se fijó en el rostro de Arturo.  Era guapo sin estridencias, de complexión fuerte, amable y siempre risueño.  No tenía hermanos y era de Burgos, la vieja ciudad castellana.

- Te has manchado la punta de la nariz de kétchup- dijo Arturo
- Perdón...-respondió Lidia tratando de limpiarse con una servilleta de papel
- Déjame, yo te limpio,  o te lo extenderás más

Ambos rompieron a reír.  Mientras Arturo le limpiaba el tomate, se fijaba en sus ojos que el día anterior eran opacos y hoy tenían un brillo especial.  Sus labios eran finos, de boca pequeña, y de un óvalo de cara más bien alargado.  Su naricilla era respingona, lo que imprimía una nota juvenil a su cara.  Los dos habían pasado la treintena. 

Cerca de las once de la noche decidieron, al igual que el día anterior caminar hasta el domicilio de Lidia, y al igual que entonces, su despedida fue ceremoniosa

- Mañana entro a las ocho y salgo a las tres, con lo que tengo la tarde libre. ¿ Te vengo a buscar?- solicitó Arturo

Lidia flotaba en una nube. ¿ Cómo es posible que a ella la estuviese ocurriendo aquello ? Un guapo chico deseaba salir con ella...

- Me encantará- respondió Lidia- ¿ A la misma hora de hoy?
- De acuerdo hasta mañana. No me he atrevido a decírtelo:  hoy estás muy guapa. Ciao- fue su despedida

Subió las escaleras de dos en dos, y una vez estuvo en su piso comenzó a canturrear y bailar.  Si aquello era la felicidad , ella lo era, y mucho.  Arturo le había dicho que estaba guapa, y sintió como sus mejillas recibían una oleada de suave calor.  ¿ Se estaría enamorando de Arturo ?  Quiso no pensar en ello.  No sabía lo que aquellas citas durarían, pero aunque fuesen cinco minuto, la compensaría de la monotonía y soledad de su vida.

Eligió la ropa que se iba a poner al día siguiente, con sumo cuidado.  Se soltó la coleta y vio que tenía un pelo precioso, lo que la hacía más atractiva.  Se lo dejaría suelto al día siguiente.

Se sentó en la cama y tomó su libro de cabecera a fin de leer unas páginas antes de dormir, pero no podía.  Estaba entusiasmada y en su memoria recorría una y otra vez el rostro agraciado de Arturo.

- Mañana ya es miércoles. ¿ Saldremos en el fin de semana?

Recordó que él trabajaba como médico en un hospital, y quizá tuviese que hacer guardia.  Ese pensamiento la contrarió.  Decidió que no leería, y buscando el calor de la cama, apagó la luz y lentamente, pensando en su aventura, se durmió.

En su lugar de trabajo habían notado que algo la estaba ocurriendo, pues no era normal que acudiera a trabajar tan arreglada. Se había dado un ligero toque de brillo en los labios, máscara en las pestañas, y llevaba el cabello más brillante y sedoso que nunca.  Recibió los parabienes de sus compañeras, que trataban de sonsacarla lo que todas sospechaban

- ¡ Ya era hora, hija ! Mereces que alguien se interese por ti. Y arréglate más... puedes sacar mucho partido de tu rostro.  ¡ Eres guapa !- le dijo la esteticista
- No Raquel, no lo soy.  Pero creo que con algún retoque puedo quedar resultona.

Al acercarse la hora, su corazón saltaba dentro del pecho alocadamente.  Siempre tenía la duda de si acudiría a buscarla, pero pronto salió de dudas.  Arturo estaba allí con una rosa roja en la mano

- ¿ Es para mi ?-le preguntó sonriendo
- ¿ Para quién si no ? Déjame que te vea...  Estás preciosa
- Arturo, no te rias de mi. Bien sé que no es así
- No, en serio. Estás bonita y tienes un cabello muy lindo

Lidia, le miraba fijamente a los ojos.  ¿ Buscará engatusarme y reírse de mi ? No es posible que me encuentre atractiva, porque no lo soy.  El es tan guapo y educado... Interrumpió sus pensamientos al sentir en sus labios el ligero roce cálido de los de Arturo.  Apenas los rozó. Un latigazo, recorrió el cuerpo de Lidia.  Era la primera vez que un hombre le había besado y le decía que era bonita, y le había traído una rosa

- Si lo deseas el sábado, cuando salgas de trabajar, podemos ir a un cine. El domingo tengo guardia de veinticuatro horas.  Entraré el domingo a las ocho y saldré el lunes a las tres.  Lo siento, en mi profesión estas cosas ocurren
- No te preocupes.  No quiero interferir en tu vida.  Lo paso muy bien, pero comprendo que tendrás compromisos...
-¿ Has creído que te lo he dicho como excusa porque no quiero salir contigo ?
- No, no...solo que acabamos de conocernos y no me extraña que desees salir con alguien más
- Si quisiera salir con alguien más, no me citaría contigo ¿ no crees ?  No sé qué ha ocurrido, ni porqué me gusta tanto estar contigo.  No sé si es tu conversación, ó porque tienes un alma transparente y noble, pero el caso es que estoy muy a gusto saliendo juntos
- Yo también, Arturo, yo también.

Esta vez la despedida del miércoles fue distinta frente al portal.  Él la atrajo hacia sí abrazándola y besándola, al tiempo que por primera vez le dedicaba unas palabras que a ella le sonaron a coro de ángeles.  Subió despacio, girando la cabeza para verle allí, parado frente al portal, sin moverse, hasta que ella se perdió de vista en el rellano de la escalera.  Flotaba en una nube: la había besado, abrazado y le había dicho que la quería.  Ninguno de los dos se explicaba lo sucedido, pero lo importante es que había ocurrido .

El jueves y el viernes ya eran como novios. Caminaban bien cogidos por la cintura, o con sus manos unidas.  De vez en cuando él le daba un beso en la mejilla, y ella sentía que el corazón le estallaba de gozo.  Tanto tiempo esperando un amor como aquél, y por fin había llegado sin pensar, por un ridículo paraguas.

El sábado era el día acordado para ir al cine.  Le pidió a su compañera peluquera le arreglara el cabello.  Un buen corte, unas ligeras mechas algo más claras que el tono de su pelo.  La esteticista la maquilló ligeramente.  Su imagen había cambiado por completo.  Ahora necesitaba algo de ropa distinta, más juvenil.  Pidió permiso a su jefa para acudir a una de las boutiques del centro.

- Voy andar un poco justa con el presupuesto de este mes.  No importa, si es necesario cenaré yogur, pero tengo que hacerlo. Tengo que estar bonita para él

Se compró un bonito vestido, unos zapatos de tacón de aguja para elevarse algo en estatura, y por último al pasar frente a la tienda Intimissimi, vió un conjunto de ropa interior en color malva, que la enamoró.  Sin dudarlo entró y se lo compró.  Se había gastado más de la mitad del presupuesto para pasar el mes.  No la importó.  Estaba viviendo los días más felices que nunca hubiera soñado.

Con todos las bolsas de las compras efectuadas, entró en una de las habitaciones de masajes, y se cambió la ropa que había llevado de su casa, por la que acababa de comprar.  Celia la chica de los masajes, siempre decía : " es un error en el que caen algunas mujeres.  Creen que con ponerse un vestido bonito ya está todo solucionado, pero lo que hace que vayas bien vestida y atractiva, es la ropa interior, tenlo siempre presente.  te da seguridad.  Sigue mi consejo ".  Y lo había seguido, y era cierto.  El vestido le sentaba mejor y realzaba más su silueta.

Arturo se quedó sorprendido al verla llegar.  Los tacones hacía que su paso fuese más seguro, le daban una gracia especial.  Estaba preciosa y sus ojos y sus labios le sonreían con satisfacción.

- Tengo que besarte, tengo que besarte, aunque te borre el lápiz de labios
- No se borra. Ahora son muy modernos.  Puedo estar todo el día como si acabara de pintarme, así que...- y poniendo morritos incitaba a Arturo a que la  besara .

Sentados en la butaca Arturo no dejaba de observarla de reojo. El cambio que había experimentado en aquella semana era tremendo.  Por su experiencia en el trato con los problemas humanos en el hospital, supo desde el principio, que aquella muchacha dulce y callada, nunca había sido feliz, nunca había sentido el amor de ningún muchacho.  Su complejo, la hacía mostrarse peor de lo que en realidad era.  Su belleza no era espectacular, era guapa, simplemente, pero tenía una dulzura interior que traspasaba al exterior.  Se había enamorado de ella, sin saber cómo, pero notaba que la quería y que sería muy importante en su vida.

Tomó su mano y se la llevó a los labios, al tiempo que la susurraba que era su gran amor.  Ella le miraba feliz. No acababa de convencerse de que aquello era real y,  no fruto de su imaginación.  En la oscuridad de la sala, Arturo poniendo su mano en la nuca de ella, le atraía hacia él, la besaba y ella estaba a punto de desmayarse con tanta felicidad.

A la salida, la llevó a cenar a un restaurante cercano a los multicines.  Quizá fuese el vino de la cena, la alegría que sentía y que estaba junto al hombre del que se había enamorado, su rostro estaba resplandeciente.  Reían, se tomaban de las manos, acariciaba sus mejillas y no paraba de decirla que estaba preciosa. Todas aquellas palabras resonaban en sus oídos y como un eco inundaban su cabeza.  Nunca antes nadie le había dicho tantas cosas bonitas.

Era tarde cuando salieron del restaurante.  Arturo no dejaba de mirarla, y por fin le hizo la pregunta clave

- ¿ Quieres subir a mi apartamento? 
- Si, amor mío. Lo deseo con toda mi alma

Ella cortada, le dio la espalda.  Era una habitación no muy grande, en perfecto orden, limpia y con pocos muebles.  Arturo comenzó a acariciarla, y lentamente bajó la cremallera del vestido.  Por primera vez iba a desnudarse delante de un hombre. En su férrea educación, le habían inculcado que las mujeres "decentes", no hacían esas cosas. Pero ella no quería pensar en nada, sino vivir ese momento tan especial que había surgido en su vida.  No le rechazaría, no le importaba lo que viniese después.  Esa noche era suya, viviría "su " momento y se entregaría con los cinco sentidos al amor de aquel desconocido que apareció en su vida por un guiño del destino

Se entregaron mutuamente con pasión irrefrenable y la noche fue testigo de aquel amor vivido.  El despertador, implacable, sonó a las seis y media.  Permanecían despiertos, había que apurar hasta el último segundo de su amor.

- Mi vida, tengo que vestirme.  Entro a las ocho.  Por nada del mundo me separaría de ti.  Eres increíble, mi cielo. Te amo con todas mis fuerzas.  Estaré contando las horas para que llegue la tarde de mañana y podamos vernos

- Yo también, cariño.  Has sido el rayo de sol que mi vida necesitaba. Te he esperado tanto tiempo, pero al final todo me ha sido compensado.
- Se me ocurre una idea.  Antes de comenzar el turno de noche, tenemos una hora de descanso, mientras cambian los turnos, a las diez. ¿ Por qué no te acercas y pasamos ese rato juntos?
- Eso está hecho. Iré y te querré más, porque ya no podría vivir sin ti.

Antes de levantarse, Arturo volvió a besarla, al tiempo que la decía:

- Es muy pronto. Quédate en la cama un rato más, es domingo y no tienes que ir a trabajar.  Cuando salgas empuja la puerta. ¿ Sabes que te quiero ?
- Si, lo sé.  Y yo también. Bendito seas amor, por todo lo que me has dado en apenas una semana.

Arturo tras besarla nuevamente, salió rumbo al hospital.  Lidia, se arrebujó en la cama y volvió a quedarse dormida.  A medio día se despertó.  Un poco adormilada.  En un principió extraño el lugar, pero luego se dio cuenta de que había pasado la noche en casa de su amor y recordó con una sonrisa lo ocurrido en ella.  Saltó de la cama y fue hasta la ducha.  Allí frente a un espejo grande que tenía Arturo, contempló su cuerpo desnudo , con pocos atributos femeninos, pero con el suficiente atractivo para haber enamorado a Arturo.  En una noche había perdido todos los complejos acumulados durante años.  Nunca había recibido una lisonja, ni un piropo de parte de otra persona.  Las palabras de Arturo habían sido un bálsamo para su monótona vida.  Pero ahora todo había cambiado.  era plenamente feliz, amaba a un hombre y era correspondida por él.  No quería saber nada más, no necesitaba nada más.  No le importaba el tiempo que durase aquella relación, en una semana había logrado lo que llevaba toda su vida persiguiendo.

Después de ducharse, regreso a la habitación para vestirse.  En las blancas sábanas, estaba la señal de su inocencia.  Sonrió al verlo, y rápidamente levantó la cama y metió la ropa en la lavadora.  ´No quiso rebuscar en el armario para tomar otras  y hacer la cama.  No quería que Arturo pensara que había cotilleado todo.  La dejaría sin hacer y cuando él regresase el lunes, ya la haría.  Se vistió y salió a la calle dirigiéndose a su domicilio.  Llovía, hacía un tiempo desapacible, pero a ella le pareció que el sol más radiante inundaba  las aceras.

Estaba impaciente porque llegaran las diez de la noche. Eligió con esmero la ropa que iba a ponerse.  Debía estar guapa para él. Se maquilló, dejo libre su melena, se perfumó y se miró en el espejo por última vez.  Se encontraba bonita. Cogió el bolso y miró el reloj

- ¡ Oh Dios mío, qué tarde es !

Bajo corriendo las escaleras, llovía intensamente y a pesar del paraguas, su impermeable comenzó a mojarse por los hombros gracias a las gotitas que escurrían de las varillas del paraguas.  Llamó un taxi y le indicó la dirección del hospital en donde Arturo le aguardaba.

Enfilaban la gran avenida, pero el consabido atasco de los días de lluvia cerraba el paso a cualquier vehículo.  Estaban cerca apenas a quince metros.  Iría andando.  Pago al taxista y corriendo llegó hasta el semáforo cercano.  Estaba nerviosa e impaciente por encontrarse con él.  Seguía recordando la noche pasada con Arturo.  Miró instintivamente el semáforo, pero no vio la luz en rojo para los peatones.  Sin pensarlo dos veces se lanzó a la calzada al tiempo que un coche a toda prisa la embistió lanzándola por los aires.

No oyó los gritos de horror que los presentes dieron al presenciar el atropello.  Acudieron varias personas en su auxilio, y uno de ellos dio la orden de que no la movieran y avisaran a una ambulancia.

Por la cercanía del hospital,   no tardó más de cinco minutos en acudir.  Al llegar los sanitarios, con un gesto dieron a entender la gravedad de las heridas.  Un hilillo de sangre corría por las comisuras de sus labios y un oído también sangraba.  Sangraba por las piernas.  Estaba inmóvil, con los ojos cerrados y apenas respiraba.

El otro sanitario atendía al conductor del coche que había tenido el accidente.  Tenía un serio ataque de ansiedad.

La pusieron un collarín, la introdujeron en la ambulancia y rápidamente la trasladaron al hospital.

- Date prisa, está muy grave-dijo al chófer de la ambulancia,  uno de los sanitarios

Notificaron a urgencias que iban con un accidente de coche, grave. En el busca de Arturo sonó la señal de que debía volver a su puesto para atender el accidente.  Mientras bajaban a Lidia de la ambulancia, llegó apresuradamente Arturo pidiendo el informe.  Se quedó petrificado al comprobar que el rostro sangrante de la accidentada era el de su amor.  No lo podía creer; hacía pocas horas habían hecho el amor y se habían jurado amor eterno, y ahora ella estaba allí a punto de morir.  La perdía sin remedio. Los oídos le pitaban y no podía escuchar las explicaciones de los sanitarios informándole de cómo había ocurrido todo.  Tuvo que ser un compañero quién le sacudiera para que volviera en si

- Vamos Arturo, que esta mujer se nos va
- Es mi novia- respondió con un hilo de voz
- Lo siento, lo siento mucho.  Pero ahora hay que salvarla la vida, así que anda muévete.

Una enfermera cortaba con unas tijeras la ropa de Lidia, dejando su cuerpo al descubierto, mientras otra preparaba el  instrumental y otra le ponía una vía.  Los médicos examinaban sus heridas.  Limpiaron su sangre y la condujeron a un quirófano.  El jefe del equipo, al examinarla, tomó del brazo a Arturo y en un lado aparte le dijo

- Arturo, no se puede hacer nada.  El golpe ha debido ser tan brutal, que la ha reventado.  Lo siento muchísimo, pero no hay nada que hacer.  Puedes quedarte con ella si lo deseas


Abandonaron el quirófano, todos muy apesadumbrados.  Arturo era respetado por sus compañeros y todos se habían alegrado de que estuviera tan feliz en esos pasados días.

Por sus mejillas corrían las lágrimas incontenibles. Se abrazo a su cuerpo dolorido y la besaba en la frente, en las mejillas, en los labios.  Sólo podía decir " amor mío, amor mío".  Lidia abrió los ojos lentamente.  Le buscaba, había reconocido su voz, pero no le veía.  Con una voz que parecía un suspiro, le dijo:

- Te quiero, te quiero

Arturo sujetaba su mano, infundiéndola el calor que huía de su maltrecho y querido cuerpo.  Después de que pronunciara esas palabras, torció la cabeza hacia un lado y exhaló un débil suspiro.  El pitido de la máquina le indicaba que su corazón había dejado de latir.

Un desgarrador llanto retumbó en la habitación mientras se abrazaba al cuerpo de la mujer que le había dado un amor puro y sincero.   Sólo les bastaron siete días para saber que habían nacido para estar juntos, pero que una jugarreta del destino los había separado irremediablemente.

Los compañeros lloraban en silencio contemplando la escena que estaba viviendo, a pesar de estar acostumbrados a ver a diario esas situaciones. Tapada con una sábana la introdujeron en una cámara hasta que acudiera la funeraria.

En una bolsa de plástico, de color gris oscuro, le entregaron la ropa y los efectos personales de Lidia.  Entre ellos destacaba algo de color malva y recordó cuando la vió con aquel conjunto.  Su cuerpo ya no era desgarbado, sino que era de un increíble  atractivo.  Sólo habían pasado unas horas y su vida había dado un vuelco tan tremendo que le impedía pensar y actuar.

El coche salió con el féretro en dirección al Tanatorio.  Arturo se encargó de avisar a sus compañeros de trabajo que acudieron rápidamente para hacerle compañía.

Era una madrugada fría. Había dejado de llover y en el horizonte se dibujaba un incipiente sol, un sol que ella ya no contemplaría.  Se abrazó a un árbol del parque y lloro, lloró sin cesar.  Apenas pasaran unas pocas horas, se cumpliría una semana desde que se conocieron.  Levantó la vista hacia el cielo, y gritó:

- ¡ Dios, Dios !

Un rayo de sol se filtraba por entre las ramas de los árboles y en él pareció ver el rostro amado de Lidia, que le sonreía, y hasta pareció verla pronunciar sus últimas palabras " Te quiero, te quiero"



F    I    N

Autora    1996rosafermu
Edición:   Junio de 2013
Ilustraciones  Archivo de 1996rosafermu

DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS

lunes, 9 de octubre de 2017

Ligada a su destino - Pongamos que hablo de amor

Para  A.V..  Con cariño



La joven Amanda   entró en casa, saludando a su madre  y dejando los libros encima de la mesa. Estaba cansada; la clase había sido larga y pesada, teniendo que realizar unos textos que completaran su trabajo y repasar unas lecciones para los exámenes que se acercaban.  Habían algunos temas que debían ser estudiados nuevamente.  Estudiaba jardinería y materias de agricultura, ya que deseaba ser profesora en dicha materia. Nacida en   Barquisimeto,  su familia se había trasladado a la Isla Margarita. Sus padres trabajaban en los hoteles turísticos y ella estudiaba. Pensaba dedicarse a la docencia en las materias elegidas, carrera que faltaba poco para que sus sueños se cumplieran.

Era una profesión con futuro y con vistas a ello se dedicó en cuerpo y alma.  Debía ayudar a sus padres, pero también quería hacerlo en un lugar en el que sus conocimientos fuera útiles, y para que eso fuera posible, debía vivir en un lugar agrícola y no turístico como era Margarita.  cuando finaliara su carrera.   Después de un año de prácticas se trasladó a Calabozo, pueblo pionero en agricultura integrado por venezolanos indígenas y algún europeo que había descubierto en esas tierras su medio de vida.  Allí, además de orientar a los pequeños terratenientes, impartía clase sobre cultivos, dedicado mayormente a los jóvenes que veían su futuro en la tierra.  Contaba con veinticuatro años de edad, cuando a su clase acudió un muchacho recién pasada la adolescencia. Alto,  moreno de tez, cabello y ojos. De rostro agraciado y de amplia sonrisa que la cautivó nada más verle.

Siempre había rechazado los flechazos, pero lo que ellos sintieron a poco de conocerse, no fue otra cosa más que la llamada del amor.  Primero fueron unas sonrisas, después una cita los sábados por la tarde en cualquier cafetería y después lo inevitable en una pareja sana y enamorada.  Ambos eran jóvenes y algo alocados.. Su futuro lo veían juntos y fácil. Álvaro, que así se llamaba el muchacho, hacía sus planes, mirando a Amanda  a los ojos y tomando sus manos:

- Con lo que sé del campo y lo que puedas enseñarme, hablaré con mis padres y comprarremos un pequeño terreno .  Sembraremos alguna fruta y hortalizas, que luego llevaré al mercado.  Y con las clases que puedas dar, ganaremos el dinero suficiente para formar nuestra vida.

Ella , con algunos años mayor que él, no lo veía tan fácil, pero el entusiasmo del joven la contagiaba y hasta llegó a creerse que fuera posible el comenzar a vivir juntos.   .

Alquilaron una pequeña casita a las afueras,  en la que sólo había un dormitorio, una pequeña sala y en ella la cocina.  El servicio lo tenían en una caseta anexa a la vivienda.  Poco a poco Alvaro reparaba alguna grieta, pintaba sus paredes y ponía a punto su nido de amor, porque lo era.   Plenos de ilusión, decidieron que vivirían juntos, ya que la férrea oposición de la madre de Alvaro, impedía que pudieran unirse en matrimonio.

 El lugar era pequeño, y pronto corrieron las voces de su romance, y  Amanda comenzó a ser mal vista en la localidad.y la comidilla de todos.  Hasta la madre de Alvaro llegaron los rumores , las habladurías de la gente, su amor que estaba en bocas de todos,  e hizo saber a su hijo que no estaba conforme con aquello que era la comidilla del pueblo., y no sólo por la diferencia de edad, sino porque ella era su profesora.

Se entrevistó con Amanda recriminándola su abuso con Alvaro, ya que era mayor que él.  Ni sus negativas, ni sus lágrimas, ni sus ruegos, hicieron que ella rectificase en su actitud, retirándola la palabra lo mismo que a su hijo.   A pesar de todo, y de las lágrimas derramadas,  decidieron seguir con sus planes y se fueron a vivir juntos.

Hay un refrán castellano que dice.    " Poco dura la alegría en la casa del pobre", y eso se cumplió en sus vidas. Los chismorreos de la gente no cesaban y cada vez que se cruzaban por la calle con alguno de ellos, les miraban de reojo murmurando.  Eran señalados como adúlteros, más Amanda que Alvaro.  Seguían adelante, aunque esa situación les hacía daño.  Amanda fue despedida de su puesto como profesora y sólo con el dinero que sacaban en el mercado no les era suficiente para poder vivir.

 Decidieron que en Calabozo no podían seguir viviendo, porque además de las penurias económicas, las murmuraciones  habían  conseguido que nadie les hablase, ni siquiera los muchachos y muchachas que tenían como amigos  Recogieron los humildes enseres y la ropa que tenían y salieron de allí en busca de un mejor destino.   Y sus pasos se encaminaron hacia Sana Juan de los Morros, no muy distante de Calabozo, pero si lo suficiente para poder retomar su vida con tranquilidad.

Amanda no tardó en encontrar un puesto de trabajo, que primero fue en algún bar de camarera y finalmente, tras muchas estancias recorridas, en la agricultura que era su verdadera profesión.  Pero no así Alvaro, que posiblemente debido a su juventud y poca preparación sólo encontró alguna cosa esporádica en el campo, sin mucha continuidad.  Su amor no había cambiado, a pesar de las penurias económicas que no les permitía muchas veces más que hacer una comida al día.  Sencillamente se alimentaban del amor que se tenían.

Allí nadie les conocía, ni nadie sabía de su pasado, pero ellos querían estabilidad y decidieron unir sus vidas en el Juzgado, y meses después se casaron por la  Iglesia,.  Y así pasaron unos meses sin que su situación variase.  El dinero que Amanda llevaba a casa, no llegaba para nada y a duras penas podían pagar el alquiler de la vivienda que tenían.

Poco a poco, la alegría y la ilusión del principio, se fue diluyendo, y afloraron los malos humores por los problemas que tenían, y que solventaban en la cama noche tras noche . Y comenzaron las discusiones y los enfados y faltaron las palabras y las caricias.  Ya nada era igual. Y Alvaro comenzó a llegar tarde a casa sin explicación alguna, y Amanda se fue acostumbrando a ello, y siempre estaba dormida cuando él llegaba, algunas veces de madrugada.


Al despertar una mañana, Amanda notó que el sitio de la cama de Alvaro estaba intacto.  Eso significaba que no había ido a dormir esa noche.  Se levantó rápidamente y comenzó a llamarle, a sabiendas que no obtendría respuesta. Se fijó que, encima de la mesa de la cocina había un sobre con una nota en la que la decía que se marchaba, que ya no lo soportaba más.

Se la vino el mundo encima y recostada en la mesa rompió a llorar con desesperación.  Todo había sido un castillo de naipes y acababa de derrumbarse..  Pasaban los días y nada sabía de Alvaro, ni dónde estaba, ni con que medios contaba para vivir, ni siquiera si había regresado a Calabozo.  Ninguna llamada, ninguna carta, ninguna noticia de él.  Y entre la añoranza de su marido, las dificultades para vivir, y la inquietud por él, la depresión comenzó a rondarla.

Acudía a su trabajo sin ganas  lloraba por la menor cosa.  No hablaba con nadie, y el cambio de humor y de carácter hizo mella en ella.  Y pasó un mes, y otro, y otro..., , sin noticia alguna, hasta que un día, unos golpes en la puerta hizo que se encontrara frente a frente con Alvaro nuevamente.

Se abrazó a ella llorando, pidiéndola perdón, pero Amanda no podía reaccionar.  De repente supo que no le amaba, que su gesto egoista al marcharse sin siquiera anunciárselo, la dio a demostrar que ella no le importaba.  Que no le importó en la situación en la que quedaba y que todas sus promesas de amor eterno habían salido por la puerta junto a él, cuando decidió abandonarla a su suerte.  Y entonces le negó el perdón y le negó la entrada en su humilde casa que con tanta ilusión habían compartido, en la que se amaron y se convirtieron en marido y mujer. Tiempo después supo que había emigrado a Estados Unidos en busca de mejor fortuna.

Amanda siguió su vida adelante, recordando a veces el tiempo pasado junto a Alvaro, pero poco a poco, su imagen se difuminaba, hasta que llegó un día en que definitivamente salió de su vida.

Es una chica preciosa, con ese encanto tan especial y ese carisma que tienen las hispanas.  La dulzura de su carácter su bonito rostro, su dulce sonrisa y sus ganas de vivir, hicieron que poco a poco se volviera a integrar con las personas de su edad.  Hizo amigos y era muy solicitada por los chicos a los que cautivaba con su conversación ágil y simpática.

De alma sensible echaba de menos las lisonjas que  siempre la dedicaban los muchachos y que mientras estuvo con Alvaro no prestó atención, pero ahora estaba sola y era libre y poco a poco, su pensamiento y su corazón se fue abriendo a la esperanza de que algún día el amor llamase nuevamente a su vida.

 Y conoció a Ramón y él la conoció.  Trabajaba en el banco del lugar como cajero y cada vez que Amanda llegaba a las oficinas bancarias, los ojos de él iban tras ella.  Un día coincidieron en una fiesta de cumpleaños de un amigo común y de nuevo Cupido lanzó sus flechas.  Amanda esperaba el amor de nuevo, y el amor acudió a su llamada.  Distinguido, de su misma edad, moreno, simpático y dicharachero como son ellos, y enseguida comenzaron a conversar.  Y aquella noche, al salir de la fiesta la acompañó hasta su casa y así los días sucesivos hasta comenzar nuevamente una relación de noviazgo..

Ramón la presenta a su madre que la acepta de inmediato y es bien recibida en su casa, algo que complace no sólo a Amanda, sino también a Ramón.  La invitan a comer los fines de semana y todo es paz y armonía

Y se hace más intensa, y de nuevo la ilusión y la esperanza de ser feliz, se abre paso en su corazón.y tienen su primera experiencia sexual en el hotel del lugar.  Se siente plenamente feliz, completa como mujer y como novia.  Ramón la corresponde plenamente porque la ama profundamente, y sólo quiere estar junto a ella.

Su intimidad se repite cada vez con más frecuencia y cada vez más satisfactoria. se complementan a la perfección. No hay barreras que les detenga y deciden vivir juntos, ya que ella, al no tener la disolución de su matrimonio, no podría casarse.  Pero no le importaba porque ellos se convertían cada vez que estaban juntos en marido y mujer.

Todo iba de maravilla.  Su amor se completó con el anuncio de la llegada de un hijo de ambos. No había felicidad más grande que la de Amanda y Ramón.  Pero la madre de él, comenzó a sentirse desplazada en el interés que Ramón sentía por quién consideraba como su mujer,.  Y los mimos y el cariño, las caricias que dispensaba a  Amanda y a ese hijo que venía en camino la hacian encolerizarse, y la envidia y las insidias, comenzaron a reinar a través de las indirectas en la vida de esa joven pareja.

Y nació Ramoncín, que en lan actualidad tiene dos años, pero su vida ya no es tan feliz.  Se siguen amando, pero también la suegra siembra dudas y cizaña entre la pareja, que trata por todos los medios combatirla.  Les da miedo que un día con cualquier motivo, con cualquier discusión, la felicidad de la que gozan salte  por los aires.

En la actualidad siguen juntos con su hijo al que adoran.  Ellos se aman, pero también hay quién envenena sus días.




                                                   F    I    N

Autora:  1996rosafermu  Basado en hechos reales 
Fuente  A.V.
Edición Mayo de 2017


NOTA: Este es un relato basado en hechos reales, y que me fue solicitado hace meses por una seguidora  .  Los lugares, los nombres y las fechas , son ficticias para salvaguardar la privacidad de esta persona.

martes, 3 de octubre de 2017

Matrimonio por contrato - Capítulo 9 - Amor, fracaso, sepración

Los meses corrían, y la inspiración no llegaba. ¿ Había sido un  espejismo ? Quizá se cumpliera  su vaticinio: no servia para escribir.  No tenía ideas. El primer libro resultó bien, porque sabía de memoria el tema y su desarrollo.  Pero había algo más y no tenía iniciativa para plasmarlo Los beneficios obtenidos por las ventas de su primer libro, se esfumaban al igual que sus ideas.  Melissa trabajaba más horas de las razonables; no tenía vida propia entre acudir a su empleo y organizar su casa, no le quedaba tiempo para cuidarse. Había que estirar el poco dinero que aún les quedaba, y tenía que elegir entre comer o pagar la renta del pequeño apartamento.

Harto de esa situación, volvió a escribir como negro.  Al menos tendrían unas entradas fijas.  Pero si era capaz de hacerlo para otro  ¿ por qué no para él mismo ?  Melissa se lo repetía hasta la saciedad, pero ni él mismo conocía la respuesta.  Sólo que, cuando se sentaba ante unos folios, ni siquiera era capaz de escribir el título.  Pensaba que si se le ocurría un tema, después sería fácil arrancar con el desarrollo de la trama.


 Ella cayó enferma y no tenían para las medicinas que necesitaba para su curación. Y tomó una de las decisiones más difíciles de su vida, pero también una de las más importantes.  Viajaría hasta Bibury y pediría a su padre le ayudase; haría lo que fuese por ella. La quería y era correspondido, motivos suficientes para pedir , algo de dinero.

Le recibió con frialdad, y con una irónica sonrisa dibujada en su rostro.  Era como una bofetada en plena cara, como diciendo " te lo advertí.  Vendrás suplicante ".  Trató de olvidrse de ese gesto muy de su familia, y habló con él abiertamente.  Su padre le escuchaba en silencio, pero no dejaba traslucir si efectivamente iba a obtener lo que había ido a  solicitar.  Entonces  Richard, con una calma que le exasperaba, anunció que les ayudaría, con una condición:  su regreso en solitario a Bibury nada de Melissa, esa chica insulsa y poco menos que analfabeta.

El asombro se reflejaba en su cara ni se le había pasado por la cabeza que pudiera siquiera insinuar el abandono de la mujer que le había ayudado a salir adelante.  La decisión del padre era tajante, y en realidad,  lo importante,  era ella, su salud.  Una vez que le diera el dinero para las medicinas, vería cómo lo resolvía.  Y regresó a Londres, y Melissa mejoró, pero debía cumplir con lo firmado: su regreso al lugar que más odiaba en el mundo.  Mentalmente recurrió a su abuelo, que de vivir, no se vería en esa situación, pero él ya no estaba y su padre le apremiaba para el regreso.


La separación fue dolorosa, triste, desgarradora. Además de renunciar al amor de su vida, renunciaba a su libertad, a su sueño de ser escritor. A partir del momento que pisara Bibury, se convertiría en un hombre de negocios, pero además de ser algo que no quería, tendría que soportar el silencioso reproche de su familia. El hijo pródigo, el idealista, se ha rendido, como hicieron todos, al vil metal. Y aunque él sabia el motivo por lo que lo había hecho, se sentía ruin y que no sólo había fallado a Melissa, a sus abuelos también.  Ellos fueron valientes y rompieron con todo sin importarles nada, sólo ellos y su amor profundo. ¿ Le ocurriría a él lo mismo, o sería uno más de su familia que sólo se interesaba por el dinero?  Nunca renunciaría a Melissa; sólo necesitaba tiempo y todo volvería a ser como antes.

Pero el tiempo pasaba y las musas seguían sin llegar, y menos aún lejos de ella y ocupado únicamente en llenar las arcas, ya rebosantes de la empresa familiar.  Conoció a Aisling durante la celebración de un party a lo que su familia era tan aficionada desde tiempos de sus bisabuelos. Seguían con la costumbre casamentera y  habían echado el ojo a esa graciosa joven de familia irlandesa, afincada ahora en Bibury. Pero él no entraría por el aro, de eso nada.  Pero poco a poco, el rostro amado de Melissa, se fue desdibujando y al cabo de un año, se vio dando el si a  una esposa que no amaba.  Nuevamente la historia se repetía.


 Perdido el contacto con ella, poco  poco se resignó a su suerte: sería la maldición de los Durham: casarse sin amor y por dinero.  Algo que él nunca pensó le ocurriera, pero si había ocurrido y se encontraba en la habitación de un hotel, haciendo el amor con una mujer a la que se había unido sin amor, pero que si  estaba cumpliendo con el rito sagrado del matrimonio

Y la odió en ese momento, a sabiendas de que ella era inocente, como lo fue Phoebe, y que si ella estaba enamorada de Patrick, amor que él debía representar, aunque estaba muy lejos de sentir.  Pero Aisling no era tan ingenúa como fue su abuel,a  ni los tiempos eran los mismos, y supo que lo que hacía su marido, era cumplir con un expediente, por eso cuando su fin se cumplió, decidió hablar abiertmente con él, rechazando de plano ese matrimonio no deseado por ninguno de ellos.

Patrick reconoció lo obvio ante su mujer, y la excplicó  todo lo que le había llevado a esa situación:  debía pagar una deuda y el precio había sido su retorno a Bibury, y, posteriormente su matrimonio con ella.  Le escuchaba en silencio compadeciéndose de él, pero no necesitaba compasión, sino comprensión y paciencia. , algo  que ella estaba dispuesta a dar.  Sabía que su marido era buena persona obligado por las circunstancias a actuar egoistamente, pero estaba dispuesta a ayudarle, y lo haría, en pimer lugar volviendo a Londres, viviendo fuera de la influencia familiar.  Harían su vida como ellos quisieran y no como sus padres mandasen.  Y de esta forma Patrick y Aisling decidieron darse una oportunidad,  comenzando de nuevo su vida en común.

domingo, 4 de junio de 2017

La chica del tiempo - Capítulo 8 - Una cita a ciegas

Y los dias transcurrieron con el trabajo habitual, sólo que excepcionalmente, Aidan se presentaba en el canal sin previo aviso, algo que a los trabajadores les escamó, pensando que nuevamente iban a haber despidos.  Pero no era ese el motivo que llevaba al jefe supremo hasta los platós de los estudios.  Se hacía el encontradizo con Nelly, pero nadie sospechaba siquiera, que ese fuera el motivo de sus extrañas visitas.



Nelly siguió yendo con Scott y Leila; su "despido " no había trascendido, y sólo tuvo que dar una explicación del porqué desapareció y regresó más tarde.  Posiblemente no la creyeran , pero el asunto se quedó zanjado, y nunca comentó con nadie su comida con el Sheriff.

Ya era jueves, y no había podido hablar con la chica, por tanto optó por llamarla a su despacho, que por otra parte, no usaba muy a menudo.  Ella llamó tímidamente a la puerta, y Aidan le dio paso.

- Pase, pase.  A pesar de que he andado por aquí algún día, no hemos tenido oportunidad de charlar sobre el asunto de su nuevo destino.  Ya he comentado con Poliakov, que sea en  Redacción; creo que allí será más últil.  En definitiva es lo que le gusta ¿ no ?
- Señor McDowall, le estoy profundamente agradecida por la oportunidad que me brinda.  No voy a defraudarle, se lo prometo.  Sólo dígame cuando empiezo.  Aunque creo que eso es trato de favor y a mis compañeros no va a sentarles muy bien.
-.  No piense en sus compañeros, ellos harían lo mismo si se terciara. No comente nada , y listo ¿ Le parece el lunes ? Total, mañana ya es fin de semana.  Creo que el lunes estará bien. .. Y a propósito del fin de semana. Recuerda que quedamos en salir a cenar mañana ¿ verdad ?-

. Ella se sorprendió, no lo esperaba.  "Seguro que se olvida ", pensó aquel día de la comida.  Pero Aidan no lo hizo y deseaba concretarlo allí y ahora.  El la observaba fijamente e impaciente ante la duda de ella

- ¿ Tiene otro compromiso? ¿ Se ha olvidado de nuestra cita ?
-Usted dijo que no era una cita, sino una salida de negocios - le dijo sonriendo
- Cierto - la respondió de igual modo- Pero creo que está claro que los negocios acabamos de fijarlos en este despacho. Si, en realidad es una cita ¿ acepta ? - Ella dudó durante unos segundos. Le miró y comprobó que era un hombre atractivo, muy atractivo, y hasta estaba resultando simpático.  Quizá no estuviera tan mal cenar con él.


- Acepto. Dígame a qué hora
-¿ A las ocho le parece bien?
- De acuerdo a las ocho estaré lista. Perdone la pregunta ¿ He de ir muy arreglada ?
- ¿ A qué se refiere con muy arreglada ?
- Oh, pues si debo llevar un vestido elegante, o simplemente uno que favorezca
-A usted le favorece todo, hasta los vaqueros y esas horribles camisetas que usa.  Vaya como quiera, como se sienta cómoda..  Pasaré a recogerla a esa hora.  Y ahora si me disculpa, he de seguir trabajando.
- Desde luego, perdone
- No hay de qué señorita Jackman
-¡ Qué ceremonioso ! - se dijo ella - Y así pretende que esté relajada....No me gusta nada la situación.  No sé porqué he aceptado

Y a la hora en punto, un timbrazo en la puerta, le anuncio que Aidan estaba  allí.  Se miró por última vez al espejo, se perfumó y salió a prisa para abrirle.  Ante ella estaba un elegante y guapo hombre portando un ramo de Fresias y una amplia sonrisa en su cara

- ¿ Son para mi ? - preguntó no sabiendo qué decir- Él burlonamente, miro alrededor y respondió
- Si la vista no me engaña, no hay nadie más. Si son para usted
- Ha sido muy amable. Gracias.  Me encanta el perfume de estas flores; hasta me recuerdan al aroma de sus árboles
- ¿ Mis árboles , qué arboles?
- Los tilos... No me diga que no se ha dado cuenta. Los ha colocado a los lados de la vereda que lleva hasta su mansión.
- ¿ Son tilos ? No lo sabía...- dijo sonriendo
-¿ Se burla de mi ? ¡ Claro que lo sabía ! No creo que un hombre tan puntilloso como usted, dejara que un jardinero plantara en su casa algo que no obtuviera su aprobación.


- ¿ Está lista ?
- Si, si.  Cuando quiera
- Pues entonces...

Bajaron hasta donde había aparcado el coche, y ceremonioso le abrió la puerta junto al conductor.  Ella entro, y fue a abrocharse el cinturón, pero no podía: estaba atascado, y por más intentos que hizo, el artilugio no cedía.  Él sentado a su lado, al ver el apuro de Nelly, sonrió y apretó un botón, que inmediatamente rregló el obstáculo, pero fue Aidan quién le ajustó el cinturón.  La miraba sonriendo, al tiempo que le indicaba con el dedo, el botón

- Es automático- dio como explicación
- ¡ Ah, ya !. No sabía...en los coches en los que suelo montar, tienes que sacarlo tú mismo. Normalmente no monto en coches tan lujosos y precisos como el suyo.
- Ya se lo dije. Me gusta rodearme de cosas bonitas - Ella se ruborizó, porque estaba claro que esa expresión era un piropo que le dedicaba directamente a ella.

Y llegaron frente al lujoso restaurante y un portero del mismo les aparcó el coche.  Ella estaba maravillada por lo fácil que resulta la vida para este tipo de personas. ¿ Se podría acostumbrar alguna vez, si ella viviese así, a recibir la pleitesía de todos, sólo porque eres rico ?  Pensaba que le sería muy difícil, pero con el tiempo creía que sí.  La vida resultaría más cómoda de lo que es en la actualidad.  Salió de su ensimismamiento, cuando una fuerte mano enlazó su brazo, al tiempo que lo apretaba sutilmente.

Ella no protesto, muy al contrario le agradaba aquel gesto y, con la cabeza respondió a la pregunta de él:



- ¿ Le molesta ? - dijo mirando en dirección a su brazo
- No, no...- Tuvo que mirar para otro lado ante la mirada de él, que no sabría definir.El sonrió.  No entendía la actitud de este hombre, a no ser que buscara otra cosa, de la que no quería ni pensar.Lamentaría tener que decir que no,  si acaso le hiciera alguna proposición que no entraba en sus cálculos, pero estaba claro que era lo que buscaba. Si no ¿ a qué venía esta cita, y esta cortesía ? No se conocían a penas, y en total habían intercambiado cuatro palabras, y allí estaban, sentados en un lujoso restaurante y él eligiendo el menú. Mientras leia , ella le miraba y se fijaba bien: era guapo, elegante, refinado, y... simpático, aunque le costase reconocerlo.  Si no estuvieran en distintas escalas sociales, sería un buen compañero de charla, pero la intimidaba, no podía evitarlo, y eso hacía que fuera parca en palabras y en conversación.  Nunca se había comportado así con los amigos con los que había salido, pero con él...  Le infundía mucho respeto, o quizá miedo.  No lo sabría definir.  Fija como estaba en él, no se dió cuenta que habia terminado de leer y la preguntaba si estaba conforme con lo elegido, o prefería otra cosa.  Él también sorprendido y en vista de que ella tenía la mirada fija , se detuvo en el rostro que tenía enfrente y que le era conocido, ya que desde un principio la seguía noche tras noche cuando salía a dar el tiempo. Le inspiraba curiosidad, y después de conocerla mejor, algo más que curiosidad.  Pero al mismo tiempo, ella era una muralla, alta, quizá demasiado, pero que se había empeñado en derribar.  Sentía interés por ella, y no precisamente por el trabajo.   Por fin, ambos dejaron de contemplarse mutuamente, cada uno con su pensamiento en el otro. ¿ Qué estaba ocurriendo ? Él, lo tenia clarísimo:  Nelly le gustaba, pero ¿ y ella ?.  Comenzaba a cambiar de criterio respecto a él.  Aún le seguia viendo como el sheriff, el Gran Jefe, pero su odio, se transformaba poco a poco, en otra cosa que no sabía, aún definir.

- Parece que ha pasado un ángel - dijo Aidan
- Si, es cierto. Ambos nos hemos quedado en blanco- replicó con una sonrisa mientras bebia un sorbo de vino que el camarero había servido .  Y se decidieron por comenzar la cena.

Aidan era buen conversador, Nelly también.  Tan sólo necesitaron un poco de tiempo para entablar la charla divertida que les hiciera relajar la tensa cena que hasta esos momentos habían tenido. De pronto él la hizo una pregunta que la dejó pensativa



- ¿ Por qué siempre que estamos juntos estás en guardia? ¿ Acaso tienes miedo de mi ? - Le había tuteado; pensaba que iba muy deprisa, y cómo debería comportarse ella ¿ tutearle también, o seguir con el protocolo?  ¿qué deseaba en realidad ? Sin duda, no estar tan rígida; pero tampoco quería dar facilidades no fuera a pensar que esa cita escondía algo más que una simple cena entre ¿ amigos ?, no, amigos no.  Pero tampoco jefe y empleada.  Como él había dicho , fuera de la oficina, eran dos personas jóvenes que salian a pasar un buen rato.  Pero ese buen rato ¿ qué incluia ? Por su parte nada, pero ¿ por la de él ?  Tenia fama de mujeriego, y no le extrañó dadas las características  que tenía.  Cualquier mujer, ante sus halagos y su presencia, se rendiría a  su seducción,  pero ella no estaría en ese eslabón de la cadena.

viernes, 5 de mayo de 2017

La infiel Capítulo 13 - Un camino de espinas

 No podía dormir y no lo hizo en toda la noche. Miraba a su hijita que ajena a todo lo que su madre pensaba, dormía apaciblemente a su lado. Vivía en una pensión modesta. Trabajaba en lo que podía que a penas le daba para vivir. Su consuelo era el tener a su hija pequeña a su lado ,ya que la mayor se había comprometido y vivia en la casa de sus abuelos por parte de padre. y tenia poco trato con ella. No la perdonaba que hubiera traicionado a su padre. Tampoco ella le había dado explicaciones. La creía culpable de haberle engañado cuando más la necesitaba, ignorando que el accidente fue motivado por otra mujer y la engañada era ella. No se sentía culpable de nada ni siquiera haberle engañado con otro hombre. Había  sido por amor y a pesar de ello  la culpaba ignorando que fue su padre el autor del desastre.. Su marido era un hombre atractivo, además de tener un empleo sobresaliente y disponer  de dinero   . No la importo ser su enfermera pero era injusto que su hija mayor la reprochara el haber estado con otro hombre creyendo a su padre victima de todo tipo. Ignoraba que el accidente se produjo mientas iba con otra mujer, probablemente bebidos o jugueteando sin darse cuenta muy bien de lo que estaban haciendo, No la reprochaba ser la culpable sino de que no estuviera con él y sí en brazos de otro hombre.

Dejó pasar el tiempo y que creyera que había sido infiel sin motivo alguno. Ignoraba que su padre  iba de juerga en juerga alegando que tenia mucho trabajo. Adoraba a su hija y por nada del mundo la diria la verdad. De nada servía  puesto que estaba muerto ; la dejaría pensar lo que quisiera lo único que la dolía era que rechazara a su hermana pequeña. Ella era inocente de todo lo ocurrido, por eso callaba .

A pesar de todo, le constaba que, las pocas visitas que realizaba a su madre, eran producidas por su futuro marido. El sabia de las andanzas de su suegro, pero le había prohibido decirla nada. 

- Ya no tiene arreglo. Déjala que piense que la infiel he sido yo

- Pero no es justo. Debe saber la verdad. Se me revuelve el estómago el oírla hablar como lo hace de ti. Algún día deberá saberlo. ¿ Acaso no te duele que no te abrace... Que piense tan mal de tí?

- ¿ Tú que crees ? ¡Es mi hija. y si la he protegido cuando estaba vivo, haré lo mismo ahora, cuando ya no hay arreglo .

- En fin, tú verás. Es tu voluntad...

Le partía el corazón conocer la verdad y no decirle a su novia lo equivocada que estaba con esa actitud, pero se lo había prometido que nunca diría la verdad hasta que ella lo hiciera. . Jugaba con su cuñada, a pesar de que se le hacía extraño tener una cuñada de tan corta edad.

Andaba un poco escasa de dinero como casi siempre, pero esta vez lo estaba aún más. La niña había tenido catarro y había gastado en medicamentos y en pagar al doctor a pesar de que éste le dio facilidades para saldar su minuta, acto de generosidad que ella denegó, alegando que si no lo hacia ahora , menos lo podrá hacer al mes siguiente.  Tenia una tarjeta de crédito que casi nunca usaba, sólo en ocasiones como esta en que  tenía que dar de comer a su hija y no tenia dinero.

-Lo importante es la niña y pagar la pensión. Ya me las arreglare como pueda- se decía con una sonrisa en la cara al tiempo que estampaba un beso en la mejilla de la pequeña

Miro la tarjeta con  detenimiento al tiempo que suspiraba  pero lo único importante era ella, que no la falte de todo lo que precisa; ella se arreglaría con cualquier cosa. Y esa cualquier cosa era cogiendo un trabajo más. Asistiría en otra casa. Tenía dos horas libres para comer. Las aprovecharía aunque tuviera que comer un bocadillo mientras.  

Entró en un supermercado. La niña debía comer fruta y algún filete de ternera. Hoy comería puré y filete. Se lo decía mientras jugueteaba con ella haciendo cosquillas a la pequeña que reía feliz ajena a las calamidades de su madre. Gastaría el último dinero que quedaba de saldo en la tarjeta. No obstante, se sentía feliz al ver que la niña no notaba por las estrecheces que pasaba su madre. Ella se arreglaría con cualquier cosa. Dando un suspiro pagó el corto saldo del que disponía, pero contenta porque el doctor la había dado buenas noticias; eso era lo que valía.

- Hoy hemos salvado el bache. Mañana Dios dirá. Si me veo apurada pediré un adelanto a la señora Mulligan. Tendremos que estrecharnos un pelín el cinturón- dijo a su hija haciéndola una carantoña

Al  tiempo sonreia feliz de ver  a su hija, que daba pequeños saltos al tiempo de corria y le hacia correr a ella.

 RESERVADOS DERECHOS DE AUTOR / COPYRIGHT

Autora:  rosaf9494quer

Edición: Mayo 2017

Imagenes: Internet


La infiel - Capítulo 15 y último - Reencuentro

A penas había dejado la bandeja con el té encima de la mesa, cuando se oyó una voz alterada que llamaba a su madre con desesperación.  James presentía que algo malo  había ocurrido.  A grandes zancadas subió hasta su dormitorio buscándola; el padre lívido iba tras él, pero allí no había nadie.  Volvieron al piso de abajo, y volvió a llamarla a voces.

En la sala, al escuchar los gritos,  Sarah se despertó llorando y Elva acudió a su lado.  Se había despertado sobresaltada por las voces. La madre de James, salió para avisarle que estaba en la sala y que no gritara.  El corrió a su lado y la abrazó, seguida del padre que estaba pálido y asustado



- ¡ Qué susto nos has dado ! ¿ Qué ocurre con tanta urgencia?  ¿ Qué es ese llanto ?
-Ven, entra en la sala - Le tomó de la mano y le condujo hacia donde Elva trataba de calmar a la niña.

James no podía creer lo que estaba viendo.  La niña cobijada en el pecho de su madre, y ésta de rodillas acariciando su cara y secando su llanto.  No podía moverse.  pareciera que le habían clavado en el suelo. Elva no quería levantar la vista hacia él, la daba miedo y al mismo tiempo deseaba ver su reacción.

Y James acudió a su lado abrazando a la madre y a la hija.  Ambas cabían en ese abrazo. ¡ Estaban allí ! ¿Pero cómo, desde cuándo, por qué ?  Las preguntas se sucedían en su cabeza al mismo tiempo.  Besaba el rostro de ella, acariciaba la cabeza de su hija, que por fin se había calmado.   Sus ojos comenzaban a empañarse.  La ayudó a levantarse del suelo y, una vez de pié. tomó la cara entre sus manos y la dio un beso largo, interminable, ante la emocionada mirada de sus padres, que discretamente salieron de la habitación dejándoles solos.

- Pero... ¿ Cómo estás aquí ? Me he vuelto loco tratando de localizarte. ¿ Cuándo has llegado?
- Esta mañana. No se me había ocurrido antes, pero... Ahora que Olivia va a casarse y va a formar su familia, pensé que Sarah, si me ocurriera algo, se quedaría sola sin saber ni conocer a su familia.  Busqué la dirección de tus padres y pensé que debían saber que eran abuelos.  No tenía ni idea de que habías regresado.

- Llevo buscándote mucho tiempo, demasiado para mi impaciencia.  Pero ya estás aquí. Y ahora dime ¿ por qué has pensado en una cosa así? ¿ Es que estás enferma?
- No, no lo estoy, pero las cosas con Olivia siguen igual,  aunque adora a su hermana.  Pensé que ya que tú eres su padre, debías al menos conocer la verdad.  No pido nada James, no quiero nada.  No lo he hecho por nada más que por poner en claro la situación de ella.
- Pero mis sentimientos no han cambiado, Elva.  Supe de la muerte de tu esposo, pero no hubo forma de averiguar tu nuevo domicilio, y los detectives no tienen mejor suerte.  Pero eso ya no importa. ¿ Me sigues queriendo?
- ¿ Cómo te atreves a formularme esa pregunta? Mis sentimientos no han cambiado nada, James.
- Pues entonces, ya está: casémonos y vivamos en paz de una vez.  ¿ Por qué saliste de estampida cuando nos vimos?
- Sheryl me dijo que estabas prometido. ¿ Cómo iba a decirte que tenías una hija?
- Pero eso no era cierto. Fueron apreciaciones de Sheryl
- Lo sé. Me lo ha aclarado tu madre.
- ¿ Quieres darme un abrazo?, por favor
- ¡ Oh James ! No he deseado otra cosa más,  en mi vida.

Insistieron en que se quedasen a comer:  Más tarde James las llevaría a casa y  regresaría   al día siguiente a casa de sus padres....   posiblemente  .  Tenía que ayudarla a reorganizar su vida y su futuro.  Olivia se casaría en unos días y ellos no tardarían mucho en hacerlo.

Mientras tanto Sarah, se acostumbraría a verle  y a sentir el cariño que correspondía entre un padre y su hijo.  Todo parecía, al fin arreglarse, y la hora de ser felices y en paz,  se acercaba.  Pero aún tenían algo que arreglar:  asunto  Olivia. Ni Elva ni James, querían formalizar su relación sin antes hablar con ella y explicarle todo lo que les movió a estar juntos.  Quizá ni siquiera querría recibirles, pero al menos tenían que intentarlo, y para ello irían hasta el lugar en donde ella estaba preparando su próxima boda.

Recibió a su madre con extrema frialdad, pero no quiso saber nada de James.  Madre e hija sostuvieron una tensa conversación, pero Olivia se reafirmaba: no quería saber nada de casamientos, ni de cerrar página con su padre.  No la perdonaría nunca que le fuese infiel mientras él estaba inmovilizado.  No le parecía justo.  Ignoraba todo lo referente a ese matrimonio, y las circunstancias que la empujaron a refugiarse en los brazos de James, pero no sería Elva quién dejase al descubierto lo ocurrido entre Frederick  y ella.

- Nos veremos en la boda -.  Fue la despedida hacia su madre.


Y Olivia contrajo matrimonio, y fue un día triste para Elva, que acudió con la sola compañía de Sarah, que portó los anillos, mientras James las esperaba en el hotel.

Un mes después James y Elva, se convirtieron en marido y mujer.  Olivia era una espina en sus corazones, pero ahora el tiempo era suyo.  Les tocaba ser felices.  Hicieron un corto viaje a Irlanda, como luna de miel. Los padres de James, adoraban a Elva; comprobaban día a día la firmeza de su amor y la paz y armonía que reinaba en ese hogar.  Olivia de vez en cuando llamaba por teléfono a su madre, en horas que comprendía que no estuviera James.

Una mañana recibieron la gran sorpresa y,  su confirmación:  la cigüeña visitaría a ambas parejas al mismo tiempo. Elva se sentía mayor para ser de nuevo madre, pero lo deseaba más que nada.

- Te cuidaremos, no te preocupes.  Todo saldrá bien; en definitiva no eres tan mayor.  Tendremos ese hijo con todo el amor del mundo, sin ocultarlo,, a  plena luz del día. Y Sarah adorará a su hermano o hermana.  ¿Se lo dirás a Olivia?
- Naturalmente que se lo diré.  No tengo porqué ocultar nada.  Ella tiene su vida y nosotros la nuestra.

Olivia tenía una caja en un rincón de su armario, en el que guardaba recuerdos de su padre.  Aún no se había atrevido a verlos, a pesar del tiempo transcurrido desde su fallecimiento.  Pero ese día, en el que supo que iba a ser madre, se acordó de Frederick y también de Elva.   A solas en su dormitorio, tomó la caja, y fue revisando uno por uno, los recuerdos que allí atesoraba.  Al final, debajo de todos ellos, había un sobre que ni siquiera recordaba estuviera allí.  Iba dirigido a ella, con la letra conocida: de su padre.  Y vagamente recordó que cuando hicieron la mudanza la puso en el fondo y no quiso abrirla:  no se sentía con fuerzas para leer lo que allí Frederick escribiera para ella.  La tomó entre sus manos y procedió a abrir el sobre con manos temblorosas.

"Mi adorada hija Olivia:

Sé que el final se acerca, y sé también que la relación con mamá no es buena.  No la culpes, no tienes razón para hacerlo.  He sido yo el único culpable, y deseo conozcas toda la verdad de cómo ocurrió todo.  Cuando la leas, ya no estaré aquí, así que no podrás descargar tu rabia contra mi, pero conocerás la verdad  referente a Elva, una buena mujer que tuve la suerte de hacerla mía, pero que no supe apreciar la calidad humana de la que era portadora.  No cometas el mismo error, porque ella renunció a todo por ti,.  Y no quiso abandonarme al sufrir el accidente a pesar de que tenía motivos fundados para hacerlo.  Considera esta carta como una confesión, y que deposito en ella, las pocas fuerzas que aún me quedan , aunque será por poco tiempo.

Y todo comenzó así...... "


Y poco a poco Frederick, relató a su hija su fracasado matrimonio por interés y con quién iba en el momento del accidente.  Toda la verdad de su vida estaba plasmada en esa larga carta de despedida.  El llanto no cesaba en Olivia.  La leyó y releyó varias veces, y cuando llegó su marido, al encontrarla en ese estado de desánimo, decidió que él también debería saber todo.

Lo primero que hizo, fue descolgar el teléfono y llamar a Elva.  La comunicación la atendió James que acababa de llegar de su consulta. En un principio estuvo indecisa de si seguir hablando o cortar, pero al final decidió que James también fue víctima de unos hechos, y merecía una explicación de todo ello.  Y con voz trémula preguntó:

- ¿ Eres James ?
- Si, soy yo. ¿ Quién llama?
- Soy Olivia
- ¡ Ah ya ! .  Llamaré a tu madre
- No, no, por favor.  Quiero hablar primero contigo; después me pasarás con ella.
- Está bien. Pues tú dirás
- ¡ Oh James ! - rompió en un sollozo que alarmó tanto a James como al marido de Olivia que permanecía a su lado infundiendola valor.
- ¿ Qué ocurre Olivia, estás bien, estáis bien?
- Si, si. Todos estamos bien. ¿ Mamá te ha dicho que váis a ser abuelos? - De momento James no podía reaccionar.  Estaba perplejo, sin saber a dónde conducía todo lo que estaba escuchando, y decidió seguir la conversación rebajando un poco la tensión
-Olivia, ha sido fantástico porque tú también tendrás un hermano de nuevo. ¿ Te lo ha anunciado mamá ?


Olivia, se quedó callada por unos instantes, y abrió el manos libres para que su marido también siguiera la conversación con James, y sonrió emocionada
- ¡ James ! ¿ Podréis perdonarme algún día?
- Olivia ¿ crees en serio que tu madre tiene algo que perdonarte, en serio lo crees? Su alma es generosa en extremo, con una gran capacidad de amar a su familia, a todos sin excepción.  No sé lo que te ha movido a hacer esta llamada, pero bendita seas por el bien que vas a hacerle.  Y créeme que te adora y vas a hacerla muy feliz.
- James...-.  No pudo seguir hablando, porque el llanto se lo impedía.  Y fue su marido el que tomó la palabra.
- James, no me conoces.  Soy el marido de Olivia, y creo que esta situación ha durado demasiado.  El próximo fin de semana os haremos una visita y en persona, hablaremos todo lo que sea necesario, y por favor vivamos la vida con normalidad, como una familia que se quiere, y cerremos de una vez esas páginas que tanto daño nos han hecho a  todos.
- Estoy de acuerdo.  ¿ Olivia piensa lo mismo?
- Desde luego.  La tengo a mi lado y está diciendo que si con la cabeza.  Ella también desea poner punto y final a todo esto.  Vosotros vais a ser padres, nosotros también, eso es lo que tenemos que celebrar, nada más y nada menos-.  Ambos hombres rompieron a reir y quedaron en que ese mismo sábado se desplazarían para visitarles y darles un abrazo.

Y fieles a la cita, Olivia y su marido, se presentaron en casa de Elva y James.  El encuentro entre madre e hija fue elocuente, y ellas se fundieron en un abrazo, mientras ambos maridos las observaban con satisfacción.  Sarah se abrazó a las piernas de su hermana , lo que hizo que la joven rompiera a llorar pidiendo perdón.  Al cabo de un momento, y tras calmarse, Olivia tendió la mano a James y le pidió un aparte.

- James, te ruego me perdones.  No conocía la verdad de todo lo ocurrido en vuestras, en nuestras vidas . No supe nada, hasta hace unos días en que descubrí una carta en la que mi padre me explicaba todo. Lamento  lo que he hecho sufrir a mi madre, y por consecuencia a tí. Ahora, con el niño que llevo dentro, al fin, he comprendido lo que una madre puede hacer por un hijo, y yo a la mía la he tenido demasiado relegada.  Nunca compensaré el daño que os he hecho.  Querré a ese hermano que me anunciáis con todo el alma, al igual que he amado a Sarah. - El llanto comenzó de nuevo, lo que alarmó a Elva que no dejaba de observar a su hija.


- Eh, eh...-decía James abrazando a su hijastra.- Debes querer a tus padres por encima de todo.  Son seres humanos y como tales cometieron errores.  Uno ya no puede defenderse, sólo guardar su recuerdo con cariño, pero la otra la puedes tener siempre que quieras, porque ella siempre acudirá cada vez que la necesites.  Y ahora, demos por zanjado este asunto. Ambas seréis madres a un tiempo, y yo el pediatra de tu hijo y del mio. Bueno, es un decir, porque no sabemos si serán niños o niñas.

Olivia dio un abrazo a James, y los cuatro comenzaron a charlar como si nada hubiera ocurrido.  Y disfrutaron de una preciosa comida familiar, en la que no se habló de problemas, sino que los chistes sobre ellos mismos fue el tema de conversación.  Al despedirse, madre e hija se fundieron en un abrazo y Olivia abrazó nuevamente a James, le dio un beso en la mejilla, y muy bajito,  que sólo él escucho,  le dijo:

- Gracias. La has hecho la mujer más feliz del mundo. Gracias, de nuevo, Jimmy.

Y quedaron en verse en el fin de semana siguiente, pero ésta vez, Serían Elva, James y Sarah, quienes les visitarían en su casa, aunque la reunión se ampliaría a los suegros de Olivia.  Deseaba que conocieran a su madre y a su marido.

Y llegó el feliz día . Habían concebido al mismo tiempo , y al mismo tiempo dieron a luz. Olivia tuvo una niña y Elva un niño, y James sería quién examinara a ambos.  Mientras ambas mujeres eran atendidas, los dos padres rendidos por los nervios, se dieron un abrazo en la antesala del paritorio.  Durante un instante se miraron sin decir nada, y a renglón seguido rompieron en una carcajada, por la coincidencia de ambos partos.





Hoy día forman una familia querida y feliz.  Olvidadas ya las desavenencias que todos tuvieron. Decidieron pasar página y abrir otro libro en el que sólo hubiera amor entre ellos, con discusiones, con desacuerdos, pero unidos ante lo bueno y lo malo que la vida les pidiera.

                                                         F    I    N

Autora:  1996rosafermu
Editada:  Enero 2017
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