La situación con su hija mayor seguía igual. No admitía el por qué de la existencia de su hermana pequeña, y sin embargo la adoraba. La enemistad con la madre se hacía patente en cada detalle. Preparaba su boda y, sin embargo, no la hacía partícipe de ello. Si tenía que elegir el ajuar, iba con su futura suegra. No contaba con ella para nada. Era como si fuera huérfana también de madre .Imposible mantener una conversación calmada entre las dos. Y eso era motivo de, no sólo tristeza, sino también de desesperanza para Elva. La culpaba de todo, pero sobre todo de su infidelidad.
No quería saber los motivos que su madre tuviera para cometer el desliz, así como también ignoraba el motivo del accidente del padre; es decir no quería saberlo. Precisamente por la adoración que tenía hacia su padre, Elva no quiso que, la venda que tenía en los ojos, cayera. Si alguna vez se enterase sería por alguien que no fuera ella.
Por mucho que insistiera su futuro marido a un acercamiento con la madre, era rechazado de inmediato. No quería asumir que, quizá su padre, también hubiera tenido culpa de algo. Su mente estaba cerrada totalmente a ello. No la perdonaba que le fuera infiel precisamente cuando más necesitaba su ayuda.
Ni siquiera se paraba a pensar en la necesidad que tuviera su madre para, al menos por unas horas, huir de su casa. Por la parte que a Elva correspondía, nunca sabría su hija el destino tan triste que había tenido junto a Frederick; ya no vivía y debía dejarle descansar en paz, aunque eso supusiese la enemistad con su propia hija.
Adoraba a su hermana. A ella si la echaría de menos cuando se casara, y la fecha estaba próxima. Pareciera que el karma de Elva se había cebado en ella. Prácticamente vivía del recuerdo fugaz de su encuentro con James en aquel establecimiento. Como él la dijera, pensaba que ya estaría en Estados Unidos, y posiblemente estuviera organizando su propia boda, a un mismo tiempo que Olivia.
¿ Estaba condenada a que su vida fuera un eterno calvario? Si al menos Olivia la hubiese perdonado y vivieran tranquilas !
Reservaría para cuando estuviera a solas en su habitación el breve encuentro con James. Hubiera dado cualquier cosa porque se hubiera prolongado eternamente. Pero fue ella quién lo cortó. El la había pedido ir a un lugar en el que pudieran hablar ¿ Por qué no lo aceptó? Seguramente su vida cambiaría radicalmente en ese instante. Él habría sabido la verdadera naturaleza de la niña que llevaba en brazos. y su vida sería ahora diáfana, transparente y feliz. Cien años que viviera no se arrepentiría bastante por ese impulso que tuvo de salir corriendo.
Seguramente se establecería en Estados Unidos, y aunque ahora no tuviera novia, seguro que encontraría a alguna muchacha de la que se enamoraría, y ella sería una anécdota en su vida. Pero también pensaba que la pequeña, alma inocente, si a ella la ocurriese algo quedaría desamparada. ¿ ¿Sería capaz Olivia de no hacerse cargo de ella? ¿ Cómo podría contactar con la familia de James?
Por la experiencia vivida con su marido, pensaba que las vidas están siempre al albur del destino y hay que tenerlo todo previsto. Que no se puede dejar todo al azar. Demasiado sabido lo tenía ella por el accidente de Frederick. A solas en su habitación, le pedía interiormente, que la ayudara, para que ella, cuando su hora llegase, pudiera descansar tranquila. Olivia tendría el respaldo de su futuro marido, pero ¿ Sarah?
Se volvía loca de tanto pensar. Entonces, como si una fuerza oculta la señalara el camino, se le ocurrió escribir una carta y entregarla a los padres de James. Al menos que él supiera que tenía una hija y que los abuelos se hicieran cargo de ella, si acaso Oliva no pudiera.
Pero primero debía averiguar quienes eran y dónde vivían. Buscó en internet, pero sólo sabía el apellido de James "Mulligan", pero había cientos. Tenía tiempo y empeño en encontrar alguna pista y con paciencia y tiempo se puso a ello. Pero la tarea era ardua y larga.
Pensó recurrir al doctor Foster. Tanto Sheryl como el médico, mantenían relación con James. Ellos la darían algún dato o el domicilio de la familia. Tenían bastante relación y además íntima, por lo que deberían saber algo que facilitase su trámite.
Como último recurso, requeriría las señas en América, de James. Se sentía ansiosa y preocupada por localizar algo. Nunca hasta ahora se le había ocurrido que la pudiera pasar algo, pero contando con su mala suerte, tampoco era de extrañar. No obstante hablaría con Olivia si acaso su gestión no diese sus frutos
Consiguió hablar con Sheryl y fue su amiga quién la dio la dirección del domicilio de los padres de James. No quiso preguntar si seguía aún en los Estados Unidos. Si se casaba y cuándo. No quería saber nada. Cuanto menos supiera, más fácil sería todo. Debía dejar que él viviera su vida en pqaz. Con uno que lo pase mal, era suficiente.
Pero la impresión que tenía, desde su último encuentro con él, era que aún tenía algún tipo de interés por ella. ¿ O eran ilusiones suyas? No debía pararse en averiguar nada. Lo importante era localizar a los abuelos de Sarah, Aparte de que tenían derecho a saberlo, lo importante es que la pequeña estuviera segura si ella llegase a faltar. Si eso ocurriera, la invadía la tristeza por su hija; era demasiado pequeña para quedarse sin madre y quién sabe si olvidada por el padre.
No se sentía bien, la depresión estaba llamando a su puerta y desfallecía por tan mala suerte. No quería eso para sus hijas, para ninguna, porque Olivia era un dolor añadido. Sentiría irse de este mundo y que ella el recuerdo que mantuviera, fuera la infidelidad cometida.
No podía dormir: Era muy pesimista y sentía algo en su interior, que la tenía nerviosa. Era como un presentimiento. Se levantó y fue hasta el salón y allí comenzó a escribir la carta más decisiva que había escrito nunca. Se trataba del bienestar de su pequeña.
Y comenzó a plasmar en un folio los sentimientos que tenía, acompañados por un quedo y silencioso llanto. Mentalmente se la dirigía a James, aunque el encabezamiento fuese para sus padres. Esa carta, al menos, la proporcionaría un ligero alivia, de esa preocupación constante que tenía en mente.