martes, 4 de octubre de 2016

Regreso a Sefarad - Capítulo 11 - Viernes Santo

El cielo estaba nublado, como si hubiera que cumplir el ritual de todos los años, el día de Viernes Santo, amaneció triste, sin sol, incluso algunas pequeñas gotas de lluvia tintineaban en los cristales de la ventana desde la que Aaron pensativo contemplaba la calle.  Giró la cabeza y vio que Annetta dormía plácidamente. Él no pudo hacerlo en toda la noche, a pesar de que se acostaron a una hora tardía y haber tenido un rato de intimidad.  Ella se rebulló en la cama, extendió su brazo palpando la almohada en donde debería estar acostado Aaron. Al comprobar que estaba vacía se incorporó un poco sobre su brazo, buscando desorientada al muchacho.

- Hey, amor ¿ por qué te has levantado tan pronto ? Vuelve a la cama, anda
- Buenos días, linda. No puedo dormir
- Te noto preocupado. Desde que recibiste la llamada anoche en el bar, te noto raro.¿Ha ocurrido algo, quién te llamó?
- Fue Sarah
-¿ Tus padres están bien?
-Si, si. Todos están perfectamente - hizo un largo silencio, como midiendo las palabras y dijo escuetamente
- Ella, está aquí
- ¿ Quién está aquí, Sarah?
- No...   Perdona tengo que salir
-¿ A qué ha venido, se ha puesto en contacto contigo? ¿ por qué viene ahora?
- Eh, calma. Ha venido porque es su trabajo, y no se ha puesto en contacto conmigo porque ni siquiera sabe que estoy aquí. No sabe dónde vivo,  ni mi teléfono. No nos hemos visto. Fue Sarah la que me lo ha dicho.
- ¿ Qué vas hacer?
- No sé, te juro que no lo sé
- Ya... - Annetta, se puso una bata y salió de la cama.

Había transcurrido una hora desde lo ocurrido, cuando Aaron salió a la calle sin rumbo fijo. Las palabras que le dijera Sarah, resonaban en su cabeza " búscala, búscala". Entró en un café y pidió un té.  Tenía mucho en lo que pensar, tenía que aclarar sus ideas, muy confusas. No sabía qué hacer; por un lado deseaba buscarla para poderla ver, pero por otro estaba Annetta.  Ella había conseguido estabilizar su vida, a pesar de saber que su relación pudiera fracasar si volvía a encontrar a Macarena.  Decidido abonó la consumición y salió en dirección a la Via Dolorosa.  Recorrería la calle, ya congestionada de gente, mirando por ver si ella se encontraba entre los grupos que a un lado y otro  aguardaban las procesiones de los peregrinos.


  Impaciente cambió de lugar y fue hasta la basílica del Santo Sepulcro, tampoco encontró nada, desanduvo sus pasos y volvió a recorrer la Via Dolorosa.  En ningún sitio frecuentado por los peregrinos la encontró. Deambulaba por las calles buscando, buscando sin encontrar rastro de ella. Vencido por la impaciencia y el cansancio, a mediodía decidió volver a casa de Annetta, recoger sus cosas e irse a su apartamento, al que no acudía  hacía más de una semana.


El grupo capitaneado por Macarena ocupó el lugar para presenciar el Via Crucis que en silencio y con mucha devoción veían pasar.  Antes de salir del hotel, Macarena les advirtió

- Yo les llevaré hasta la Via Dolorosa, pero después si me lo permiten aguardaré su regreso en un bar cercano. Discúlpenme, no soy religiosa y las muchedumbres me agobian. Después les llevaré a recorrer todas las iglesias que deseen visitar.

Les condujo hasta un lugar en donde pudieran ver todo y esperó en un bar cercano a que ellos decidieran terminar su Via Crucis.  Era una salita, más que un bar, en donde un árabe nacido en Israel la sirvió un té que previamente había solicitado.  Miraba recelosa alrededor, tratando de escudriñar si él pasaba por allí.  Ambos ignoraban lo cerca que estaban uno del otro, pero no llegaron a encontrarse.

Sólo en su casa,  después de marchar de la de Annetta,  estaba indeciso.  Sabía que si la encontraba le iba a ser muy difícil no hablarla, aunque esa fuera su intención.  Annetta le daba cariño, estabilidad y comprensión.  Perdería de nuevo todo lo que había conseguido durante ese tiempo.  Pensó en tirar la toalla

 - Se ve que el destino no quiere que coincidamos, muy bien:  abandono 

 Se tumbó en la cama . Sujetaba su cabeza como para no  dejar escapar los recuerdos, cogió su teléfono y marcó el número de Annetta

-Dime ¿ estás en casa, has tenido suerte?
- No, no he tenido suerte, y he decidido dejar de buscar
- Bien, si es tu decisión, buena es. ¿Nos vemos luego?
- No cielo, esta noche no.  Estoy agotado y me duele tremendamente la cabeza. Voy a tomarme una aspirina y meterme en la cama cuando termine de hablar contigo.  Mañana te llamo. Te quiero -.  Ese  " te quiero" le sonó a Annetta muy convencional, pero no dijo nada.

Después de ingerir las aspirinas, se quedó dormido profundamente durante un par de horas.  Después su sueño fue intranquilo, con imágenes extrañas, confusas e irreconocibles.  Con situaciones no vividas e inquietantes.

  Se levantó pronto, de mal humor.  Se calentó un resto de café que dejó en la cafetera, que al probarlo lo tiró con repugnancia del mal sabor que tenía.  Tomó un vaso de leche, mientras su cabeza no dejaba de pensar, pensar y pensar.  De repente decidió llamar a la agencia en Madrid . ¡Cómo no se le había ocurrido antes!  Averiguaría el itinerario, el hotel en donde se hospedaban, y de esa forma su localización sería rápida.  No quería pensar en lo que vendría después.  Probablemente ella no querría verle,  ni hablarle, pero eso , de momento, no importaba. Lo principal era localizarla y darle una explicación aunque no le creyese.  Buscó impaciente algún papel que guardara del viaje en que la conoció No encontró nada; optó por buscar en Internet y lo encontró.  Consultó su reloj y vio que aún no era la hora adecuada para llamar,  pues aún estaría cerrada.  Impaciente comenzó a pasear por las habitaciones del piso hasta que comprendió que en Madrid la oficina estaría trabajando.


- Buenos días, señorita.  Debo contactar con un integrante de un grupo que está en Tierra Santa a cargo de la señorita Macarena  Hernández ¿ puede decirme en qué hotel se hospedan?
- Un momento por favor, voy a consultar la hoja de ruta

Impaciente Aaron aguardó a que la señorita consultase en el ordenador el viaje requerido

- ¿ Oiga ?, mire han estado hospedados en el Hotel National de Jerusalén, pero  a estas horas habrán partido hacia otro lugar
- Bien pues dígame por favor hacia donde van
- Nos llamó la azafata y nos dijo partían hacia Nazaret y después visitarían  otros lugares que aún no habían decidido y que estaban fuera de programa,  pero que aún  no se habían puesto de acuerdo .  Dudaban entre ir a Petra en primer lugar o ir directamente a Aman . Lo siento no poderle ayudar.  Si me llama más tarde quizá pueda decirle algo más concreto. La azafata llamará para comunicarlo
- No, déjelo.  Ha sido muy amable, muchas gracias. Adiós

- Decididamente está de Dios que no la encuentre.  Pues que así sea-.  Cerró el móvil y cogiendo una chaqueta salió de su casa no sabía muy bien hacia dónde.

El viaje terminó felizmente.  Macarena se encontraba agotada.  En su estado el periplo fue demasiado. Hablaría con don Damián para que no la volviese a encargar de un tour tan pesado, debido a su estado.  Tarde o temprano tendría que decirle que estaba encinta antes de que  fuese demasiado evidente.

- Don Damián¿ puedo hablar con usted?
- Claro, pasa, pasa
- Verá, lo que voy a decirle me resulta muy violento, pero no puedo esperar más
- ¿ Qué pasa? No me dirás que te despides, que te vas a la competencia
- No, eso no, pero lamento decirle que dentro de un tiempo,  no muy largo,  tendré que dejar mi trabajo
- ¿ Qué estás diciendo?
- Voy a tener un bebe, creo que para últimos de Septiembre,  o a primeros de Octubre

El hombre se quedó perplejo. Nunca hubiera imaginado que estuviera embarazada porque nunca había comentado que tuviera novio, y mucho menos que se hubiera casado


- Macarena... No sé qué decirte. Debiste decírmelo cuando te envié a Jerusalem. Imagino que no debió ser nada fácil para ti teniendo en cuenta de que estás ya de ...¿cuanto?
- De casi cinco meses
- ¿Piensas dejar de trabajar?
- No, no puedo. Necesito trabajar. Mis ahorros son pequeños y los niños traen muchos gastos al venir a este mundo
-¿ Entonces qué has pensado?
- Quedarme en atención al cliente. Sé que el sueldo no será el mismo, pero no estaré tan fatigada como cuando salgo de viaje.  A partir del quinto mes las molestias para la madre aumentarán . El calor del verano...mi diabetes
- ¿ Eres diabética?
-  No, no lo soy, pero tengo diabetes gestacional y he de tener cuidado para no tener secuelas después del parto.
- Ya, comprendo. Déjame estudiarlo y te lo comento. Cuídate... con razón venías algunos días con tan mala cara.

Don Damián aceptó la sugerencia de ella y desde ese momento comenzó a atender al público tras una mesa de escritorio.

La primavera venía especialmente inestable y el verano se anunciaba  con mucho calor, al menos es lo que el organismo de Macarena acusaba.  Su caminar se hizo más lento y torpe. El bebé se movía y de vez en cuando notaba fuerte las pataditas .  Acordó también con el jefe, que en lugar de tomar las vacaciones en verano, las dejaría para cuando diera a luz, porque así con los tres meses por maternidad que la ley la concedía, dispondría de un mes más para estar con ella. Si, porque en una de las ecografías dijeron que era hembra.  El saberlo la produjo una intensa emoción y pena al mismo tiempo.  La llamaría Luz, porque luz sería la que la niña diera a su vida. Ya no estaría sola nunca más.

Judith después de todo lo que sabía por Sarah referente a la estancia de Macarena en Israel, volvía a estar preocupada por su hijo. Volvía a estar decaído, inestable y descuidado.  Ni el cariño de Annetta ni el de su familia conseguían sacarle de la rueda en que se había metido.  Un día en que Sarah fue a visitarles, la dijo

- ¿ Sabes que he pensado? Me voy a Madrid
- ¿ Cómo que te vas a Madrid? ¿ A qué viene eso ahora?
- Localizaré a esa chica y hablaré con ella.  No puedo permanecer impasible viendo como mi hijo quema su juventud amargado.  Ni está con ella, ni con Annetta, ni está centrado, ni nada de nada. Su vida es un completo desastre y no voy a consentirlo. Quiero hablar con ella y aclararlo todo. Y va a ser enseguida, muy pronto.
- Mamá por favor, no te metas. Eso lo tiene que solucionar él,  y no tú
- No me meto, sólo voy a aclarar lo que ocurrió.  Tu hermano vino muy trastornado y ahora ha vuelto a las andadas.  No es una relación pasajera, es algo muy profundo que le está haciendo daño, mucho daño.  A penas ha superado lo de Ruth y ahora esto. No hija, voy averiguar el encanto de esa chica que ha engatusado de esa forma a Aaron.

Era domingo, un domingo de  Junio, y el  verano se anunciaba riguroso. Macarena estaba tumbada en el sofá buscando algo de brisa que le hiciera más llevadera la pesadez de su cuerpo.  Su vientre estaba abultado y su cintura y caderas habían desaparecido.  Los ardores de estómago, la mataban.  Estaba en la recta final, aunque aún la quedaba tiempo para poder estrechar entre sus brazos a su bebe

El timbre de la puerta estridente sonó varias veces antes de que ella acudiera a abrir

- Ya voy, ya voy, un momento por favor- caminaba despacio y balanceándose de un lado para otro.
- Qué des....- se quedó sin palabras al ver la figura femenina que estaba frente a ella - No menor fue la sorpresa de Judith al ver el estado de Macarena.  Fue lo último que esperaba ver
-¡ Judith ! qué hace aquí
- Yo, yo .... venía a... pero creo que debo irme. Ha sido todo una confusión
-¿ A qué se refiere?
- ¡ Estás embarazada ! ¿ Te has casado ?
- No, claro que no. Sí,  estoy embarazada , creo que eso salta a la vista
- ¿ De cuánto estás?
- ¿ Por qué todo el mundo me pregunta lo mismo? ¡ Qué mas da de cuánto estoy!
- No, no da igual. Necesito saberlo


- Pase por favor - le dijo Macarena indicándole la entrada a la casa
- De acuerdo... Macarena, vengo buscando respuestas, tús respuestas.  Sólo conozco una parte y necesito saber las dos.
- Bien, muy bien. Pues escuche sin alterarse y comprendiendo por qué ocurrió todo. Antes ¿ quiere tomar algo, un café, un zumo, u otra cosa ?
- El zumo estará bien

Macarena se dirigió a la cocina, y en una bandeja trajo una jarra con zumo y otra con agua para ella.  Poco a poco, lentamente comenzó el relato desde el momento en que conoció a Aaron. Era escuchado por Judith con la máxima atención. Macarena la dio todo tipo de explicaciones sin omitir ningún detalle, sin violencia ni rubor al llegar a la parte de su intimidad, a la parte que diera el motivo de que ahora estuviera esperando el fruto de aquella noche. 

-  Posiblemente ponga en duda la paternidad de su hijo, ya cuento con ello.  Siento que tenga la impresión de que soy una de esas chicas que se acuestan con el primero que se presenta. Nada más lejos; ocurrió porque me enamoré de él nada más verle, porque era Nochebuena, echaba de menos a mis padres, estaba sola y él llegó cariñoso y atento. Todo ello y,  que quizá nos excedimos con el vino... una cosa llevó a la otra, pero quiero que sepa que no estábamos borrachos.

 Eramos conscientes de lo que estaba ocurriendo.
 En el momento más íntimo, él pronunció un nombre de mujer y unas palabras que no entendí, pero por la entonación que dio, supuse que eran de infinito amor y que me había confundido, en medio del frenesí de la situación, con la mujer que tenía ese nombre : Ruth.  Le aparté de mi y le reproché su comportamiento, le dije que me había tomado por una cualquiera.  Discutimos fuertemente y nombré a Ruth.  Con infinita rabia me prohibió que la volviera a nombrar. Salí de allí llena de tristeza y rabia, porque yo le quería, le quería muchísimo, y eso me hizo daño, mucho daño.  No nos hemos vuelto a ver, y jamás nos veremos.  En mi dejó el recuerdo y esta hija que me va a nacer

Mientras decía las últimas palabras, lloraba suavemente, sin estridencias, al tiempo que acariciaba su vientre.  Judith, guardó silencio, emocionada por el relato y la vehemencia de la muchacha.  Coincidia punto por punto con lo que sabía de labios de su hija.  Sentía una inmensa tristeza por ella que se enfrentaba sola a una situación difícil, sin pedir nada a cambio.  Abandonó sus pensamientos, cuando Macarena prosiguió su relato

- Sé que todos ustedes pensarán " ¿cómo sabemos que es de mi hijo ?", porque eso es lo que siempre dicen los que no se fían de que sea verdad, y su conciencia  intranquila busca una excusa.  Este no es el caso, puesto que Aaron no sabe nada, ni nunca lo sabrá. No quiero nada, no pido nada, no necesito nada. Tengo un trabajo y un infinito amor por mi hija, y no le faltará de nada. Pero créame, cuando salga por la puerta tenga la absoluta certeza de que lo contado es la pura verdad y que la criatura que llevo en mi vientre es su nieta.   Pero también la pido, es decir, la exijo,  que no diga nada a su hijo.  No podría soportar que hiciera algo por obligación o por el absurdo prejuicio del deber.

 El no me vió en Jerusalén, pero yo sí. Estaba con mi grupo en un bar, unos chicos celebraban un cumpleaños y al bullicio giré la cabeza y, casualidades de la vida, él estaba allí con una chica. La besaba y acariciaba , y por la mirada que la dirigía, pude comprobar de que estaba loco por ella.  Asi que la ruego, por él, que deje las cosas como están, que siga con su vida adelante.


- Pero eso no puede ser. Tiene que saberlo. El querrá saberlo. El te buscó incesantemente por todo Jerusalén cuando Sarah le dijo que estabas allí. El te ama, y no sabes de qué modo.
- Si le hubiera visto como yo aquella noche, no pensaría eso. El a quién ama es a la mujer que estaba allí aquella noche.  Tiene que prometerme no decirle nada, de lo contrario me marcharé de Madrid y no sabrán nunca más de mi
- Pero permíteme que al menos propicie  una ocasión en que podáis veros y aclarar cosas.  Tiene que saber que va a tener un hijo, tiene que saberlo ¿ no lo comprendes?
- Espere al menos a que sea yo quién se lo diga, por favor, por favor.  Deme tiempo, hasta que nazca al menos. Ahora no me siento con fuerzas.  Lo estoy pasando mal, por favor, por favor.

Judith estaba impresionada por lo relatado por Macarena y por la entereza con que quería afrontar su casi inminente alumbramiento. No pudo evitar el abrazarla como si abrazara a Sarah.  La veía sola y tan vulnerable que ambas mujeres  fundieron su abrazo y sus lágrimas.  Al separarse Judith le prometió estar en contacto con ella. 

En un principio hablaban por teléfono semanalmente, por las noches , cuando Macarena llegaba de trabajar, pero poco a poco las llamadas pasaron a ser diarias.  Cuando había salido de cuentas. Judith comentó con su marido

-Abraham, me voy a Madrid
- ¿ Otra vez ? ¿ Qué pasa ahora ?
- Te conté que hablé con ella y me confesó lo que había ocurrido, lo que no te dije es que está embarazada de Aaron
-¿ Cómo dices ?
-Lo que has oído. No te lo conté antes porque me hizo prometer que no se lo diría a nadie, ni siquiera a Aaron. Pero está muy sola y debo estar a su lado cuando llegue el momento. No me gustaría ver a mi hija en esa situación
- ¿ Cuando llegue el momento? ¿ Quieres decir que ya ... ?
-Si, ha salido de cuentas, así que me voy mañana mismo
- Me voy contigo
- No ni hablar. Ya te contaré lo que sea en cuanto llegue. No quiere que Aaron se entere. Si, sé que es un error, que tiene que saberlo.  Pero no hubo forma de convencerla. Así que por favor, no digas nada. Cuando llegue ya veré cómo puedo plantear de nuevo la situación.

Judith llegó a Madrid, y se hospedó en su casa, es decir la que compró su hijo en Lavapiés.  Se levantaba temprano y enseguida acudía a casa de Macarena.  Fue de gran ayuda para la muchacha, que dócilmente agradecía sus atenciones.  No se encontraba bien. Sabía que en cualquier momento ocurriría el nacimiento de Luz, pero sentía miedo, ese miedo a lo desconocido, a que todo saliera bien y su hija naciera sana.

El Almax no le calmaba los ardores de reflujo que sentía cada vez que comía, por poco que fuera.  Dormía casi sentada, sufrió lumbalgia, y el calor la sofocaba aún más.  Septiembre estaba siendo tan caluroso como lo había sido Julio.   Judith hacía todo lo posible porque estuviese cómoda y la besaba y abrazaba compadecida por lo que estaba pasando. 

Comían juntas y charlaban como dos buenas amigas. El relato de su relación con Aaron, la había liberado y al no tener secretos para ella, la complicidad era  más de madre e hija que de amigas.

- ¡ Oh Dios mio ! - dijo llevándose las manos al vientre
- Hija ¿ qué te pasa?
- Judith, creo que ya llega
- Tranquila, cielo. Llamaré al ginecólogo ¿ Dónde tienes el número?
- Es el papel que he pegado en el teléfono. Ay, ay madre mía

El médico preguntó cada cuanto tiempo tenía el dolor y las ordenó se pusieran en camino a la clínica, cosa que hicieron.  Desde allí llamaría a Abraham y Sarah para comunicarles que nacería en ese día.


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